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DE FILOSOFÍA
Una introducción
al pensamiento filosófico
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Dedicatoria y agradecimientos...............................................................................................
Presentación...........................................................................................................................
Introducción...........................................................................................................................
2.
PROPÓSITO DE LA FILOSOFÍA................................................................................
2.1 Origen histórico y geográfico de la Filosofía.........................................................
2.2 La Filosofía y sus tres inquietudes.........................................................................
2.3 ¿Tiene sentido la Filosofía?...................................................................................
2.4 División sistemática del saber filosófico................................................................
3.
LA FILOSOFÍA EN EL DEVENIR HISTÓRICO DE LA HUMANIDAD……
3.1 Periodos de la historia de la humanidad................................................................
3.2 Periodos de la historia de la Filosofía....................................................................
SEGUNDA PARTE: Biografía de filósofos y pensadores (por orden onomástico)...
TERCERA PARTE: Vocabulario filosófico elemental (por orden alfabético)...........
ANEXOS:
Anexo 1: Breve estudio de Ética (o filosofía moral)...................................................
Anexo 2: Breve estudio Antropología (y antropología filosófica)..............................
Referencias bibliográficas...........................................................................................
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DEDICATORIA
A Magdalena, mi madre amada, que goza ya de la presencia del Eterno, y que desde el más
allá, sigue derramando bendiciones abundantes con inefable amor.
A mi amado padre, Antonio, de cuyo consejo sigo gozando, y que con humildad voy
acatando.
Quiera Dios, que pueda seguir contando con la sabiduría del Viejo por muchos años más.
AGRADECIMIENTO
A mi entrañable amiga, María de los Ángeles González, Filóloga y Profesora de Español,
por tener la fineza de realizar la revisión de texto.
A los Profesores de Filosofía, José Roldán Brenes y Cristian Bogantes, por los valiosos
aportes que enriquecieron esta obra.
El Autor
PRESENTACIÓN
Querido lector, en estos Apuntes de Filosofía, hallará usted tres secciones muy bien
definidas, precede a éstas, una breve introducción. Las secciones son las siguientes:
Nociones preliminares de Filosofía, que no es otra cosa que una resumida introducción a la
historia del pensamiento filosófico; la segunda parte comprende una selección de filósofos y
pensadores vinculados a la cultura general, cuya vida y obra se expone sucintamente bajo el
título de Vida y obra de filósofos y pensadores. Finalmente, hallará usted un vocabulario
filosófico elemental, que le será útil para el manejo de conceptos y temas de índole
puramente filosófico y afines. Tanto la segunda como la tercera parte se disponen en forma
alfabética para mayor facilidad y una mejor comprensión, de modo que la búsqueda de
algún autor o concepto le sea al lector más práctica, por tanto, no se consideró necesario
incluir el listado de nombres y cada uno de los conceptos en la tabla de contenidos. El libro
posee además, a modo de anexos, dos estudios breves, uno de ética y otro de
antropología.
Primera Parte
NOCIONES GENERALES DE FILOSOFÍA
La palabra filosofía requiere primeramente una explicación en dos sentidos. Por un lado,
se hace necesario acudir a su raíz etimológica, es decir, por lo que la palabra misma
significa en su forma propiamente gramatical o conceptual; por otra parte, debe apreciarse
el término por su significado real, esto es, por las diversas definiciones que de ella se han
dado a lo largo de la historia del pensamiento.
1.1 Significado etimológico (o conceptual).
La palabra filosofía es de origen griego, y tiene su origen en Filo, que a su vez proviene de
fileo, que significa amor, amistad y, Sofía, que significa sabiduría; por lo anterior se
concluye que, por lo menos etimológicamente, filosofía no es otra cosa que
amor o amistad por la sabiduría y en consecuencia, el filósofo es el amante o amigo del
saber.
Una vez esclarecido el sentido de la palabra griega filosofía, es oportuno conocer cómo
surgió dicho término, o al menos, a quién se le ocurrió el uso de tal concepto para referirse a
esa pasión del ser humano por el saber. Existe al respecto una vieja tradición que si bien no
puede probarse históricamente, al menos ilustra de algún modo cómo pudo haber nacido el
vocablo en mención. Algunos historiadores han atribuido a Pitágoras de Samos (580-500
a.C.), el origen de dicha palabra. El motivo de esta atribución se sustenta en una leyenda
según la cual el rey León, o Leontes, que gobernaba a los Fliacos, preguntó en una ocasión
al matemático a qué se dedicaba él, y Pitágoras, que no quiso presentarse, como sí lo hacían
sus contemporáneos que presumían de ser sabios, contestó con modestia que era solamente
filósofo, amante o amigo del saber. Cierta o no, aquella legendaria alusión al posible origen
del término evidenciaba ya el fin de la filosofía, que no es otro que anhelar la sabiduría,
buscar la verdad y no poseerla. Aristóteles inicia su Metafísica afirmando que “todos los
hombres tienen naturalmente el deseo de saber”
(Cap. I, libro primero).
La respuesta atribuida a Pitágoras tenía una connotación relevante, no sólo por el hecho
de estar impregnada de una sencillez poco usual en la Grecia antigua, sino por el hecho de
que evidentemente no es lo mismo ser sabio, que anhelar serlo, esto porque es más propio
del filósofo apelar a ese natural deseo de saber, que arrogarse el derecho de reconocerse
sabio. Con ese dato sobre el posible origen del concepto filosofía se insinúa, como se dijo
antes, el propósito de esta disciplina humana. El ser humano tiene un innato deseo por el
conocimiento; tal deseo se manifiesta por la insaciable pasión de preguntárselo “todo” para
responder a “algo”. Esa pasión que podría confundirse a veces con una obsesión, se
transforma en un amor por el conocimiento más allá de la aprehensión sensible de las cosas.
El uso de la palabra filosofía en su forma verbal, es decir, filosofar, fue introducido por
Heráclito de Éfeso, “El Oscuro”, que vivió aproximadamente entre el año 544 a. C. y el 483
a. C. En uno de sus escritos más antiguos se lee:
Por tal razón, no se pretende con este libro presentar la última definición ni la más exacta;
se intenta solamente añadir una postura más en la definición del concepto, logrando en la
medida de lo posible, resumir algunas de las definiciones clásicas que se han recogido a lo
largo de la reflexión filosófica en el devenir histórico del pensamiento.
Puede decirse que filosofía es una ciencia mediante la cual se pretende explicar el
Qué y el porqué de las cosas. No faltan críticos que se resistan a considerar la filosofía
como una ciencia y prefieren referirse a ella como una disciplina científica, lo cual no es
incorrecto; sin embargo, no es del todo inconveniente que dicha disciplina sea considerada
una ciencia, pues, constituye evidentemente un saber, eso sí, no de índole experimental sino
especulativo, y por ende, no sujeto al imperio dogmático la ciencia.
En virtud de lo anterior, conviene conocer algunas de las definiciones que sobre filosofía se
han conocido. Desde luego no se abarcarán todos los pensamientos posibles, pero sí, al
menos se citarán algunos de los pensadores más relevantes de los distintos períodos de la
historia.
“Es la ciencia que abarca todas las verdades que surgen de la razón”
(Santo Tomás de Aquino; escolástica cristiana)
Agrada mucho la reflexión que sobre el saber filosófico realiza el filósofo español Julián
Marías, a quien el autor conoció personalmente en el Seminario Central de San José, en el
año 1984 en visita que hiciera al país por entonces. En la introducción de su libro titulado
“Historia de la Filosofía”, escrito en 1941 y reeditado en 1969, Marías insiste en la
importancia de considerar siempre el significado de la filosofía como una ciencia,
estrechamente ligada a un modo de vida. El saber filosófico mira entonces en dos
direcciones que, lejos de oponerse una a la otra, guardan más bien estrecha relación. Es una
teoría que se hace vida y al mismo tiempo es saber especulativo, es decir, saber libre, y
reflexivo. Este saber especulativo –libre, reflexivo- y racional, no es dogmático, no está
atado a verdades de fe o a revelación alguna.
Julián Marías secunda así el pensamiento de Emmanuel Kant; el filósofo alemán afirma que
“el verdadero filósofo tiene que hacer un uso libre y personal de su razón, no debe ser un
simple imitador...”. Para lograr esta reflexión en torno a la realidad se requiere admiración
por la realidad misma; sería inútil una reflexión filosófica desprovista de algún grado de
admiración o asombro por todo lo que rodea al hombre. Razón tiene también Jostin Gaarder
al escribir en el “Mundo de Sofía” que el buen filósofo es aquél que tiene capacidad de
asombro(p. 81).
De ningún modo quiere decirse que no exista posibilidad alguna de analizar humanamente
algún tópico de fe religiosa propiamente dicha; en el saber teológico sí cabe el dogma o
verdad de fe, por cuanto el criterio de verdad en la religión no depende del hombre, sino
que está sujeto a una revelación hecha a los hombres por un Ser Superior, que para los
antiguos hindúes es Brama (en la forma actual del hinduismo es parte de Trimurti o
trinidad, junto con Sirva y Visnú); en Egipto, el dios Ra (sol) y sus tres deidades de Isis,
Osiris y Horus; para los judíos es Yavé, Dios que eligió a Israel como pueblo de su heredad
y al cual liberó de la esclavitud; para los cristianos, el Dios trinitario (Padre, Hijo y Espíritu
Santo, tres personas un sólo Dios verdadero), para los musulmanes es Alá (o Alah). Para los
indígenas que habitan tierras costarricenses desde antiguo, es el dios Sibú, y que, según los
aborígenes, habita en el Sibukoska.
La historia ha sido testigo de cómo grandes filósofos fueron hombres de fe, tal es el caso de
San Agustín, obispo de Hipona, converso del paganismo y de corrientes neoplatónicas, que
fue también ejemplar pastor de almas y filósofo renombrado, dentro de la historia
eclesiástica y en los anales de la historia universal. Vigente y ejemplar además es la vida y
obra teológica y filosófica de Santo Tomás de Aquino, por muchos siglos el teólogo y
filósofo oficial de la Iglesia Católica; el obispo protestante anglicano George Berkeley,
digno de mención por su probada vida espiritual y gran filósofo en su Irlanda natal. Caso
similar se presenta con Karol Wojtyla, nombre de pila del papa Juan Pablo II, fallecido en
tiempo reciente. Él, que en su juventud estudió y enseñó filosofía, destacado escritor de
obras filosóficas y asiduo lector de autores ateos como Nietzsche y Marx, fue por más de un
cuarto de siglo el líder espiritual de más de mil millones de católicos en todo el mundo; su
vida fue extraordinaria, por sus dotes intelectuales y su probada espiritualidad.
Los anteriores son solamente algunos ejemplos de cómo se puede ejercitar el saber
haciendo uso de la filosofía y la teología; se destaca que entre ellas existe diferencia, pero
hay suficientes coincidencias para bien del permanente cuestionamiento que hace el hombre
de todo cuanto lo rodea, y que tanto la filosofía puede estar al servicio de Dios, como la
teología puede estar al servicio de los hombres. Si alguien quiere hoy, en pleno siglo XXI,
seguir haciendo la guerra entre religión y filosofía, será más por ignorancia y terquedad, o
por ingenuidad y necedad, porque no hay motivo razonable que exija la separación a
ultranza de ambas orientaciones que, como dijimos, tienen como propósito, interpretar la
verdad aunque por caminos distintos.