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Queda, entonces, un remanente del conocimiento descuidado, que escapa a los amarres
positivos, desobedece a la lógica de la diferencia y se distancia de las visiones dialécticas.
Es, sin duda, el componente analógico del conocimiento. Pareciera que este giro significara
un retroceso en el tiempo, cuando se trata de restringir a sus proporciones la lógica y
relevar la analógica; digo esto porque la discusión tiene profundas raíces históricas que
vienen desde Platón y Aristóteles, pasan por Santo Tomás de Aquino y atraviesan buena
parte de la Edad Media y aparecen en la modernidad en diversos momentos y con
diferentes manifestaciones. Baste recordar el papel del razonamiento analógico, el
renacimiento filosófico de la hermenéutica con Schleiermacher y la voluntad fundadora de
las ciencias humanas por parte de Dilthey (Ricoeur, 2003: 10). En el caso de la lingüística,
la corriente filológica e histórica de la semántica siempre destacó la evolución léxica de la
mano de la analogía y organizó el significado alrededor de factores lógicos y emotivos o lo
segmentó en denotación y connotación (Ullmann).
Lo cierto es que la retoma de lo analógico, como dimensión que antes sonaba espuria
debido a las exclusiones propiciadas por las dicotomías, hoy tiene el campo abierto a juzgar
por el interés que han despertado las inteligencias múltiples, el desarrollo, control,
1
Este documento se fundamenta en la investigación DLE-033-99 y hace parte del seminario doctoral del
énfasis en Lenguaje y Educación, realizado durante el I semestre de 2015.
*
Profesor de planta e investigador del Departamento de Lenguas de la Universidad Pedagógica Nacional.
Coordinador del énfasis doctorale en Lenguaje y Educación. Correo electrónico: alcardepa@gmail.com
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Pero no se trata de abordar todos los temas; nuestra preocupación consiste en destacar lo
analógico, ya no como un recurso de la lógica, sino como un componente fundamental del
sentido que, junto a lo lógico, constituyen el asiento de la praxis humana, es decir, el
sustrato que le da significado a la acción del hombre en sus relaciones básicas: yo-yo, yo-
mundo, yo-tú; así, pues, más allá de la orientación epistemológica (sujeto-objeto), el
hombre se mueve entre la interobjetividad y la intersubjetividad desde donde le es posible
configurar el sentido de manera sintética y sincrética y generar un cuadro complejo de
necesidades, intenciones e intereses que, a la par que pone en cuestión la conciencia y la
intencionalidad como sustrato de la representación, saca a la luz el juego de los valores y
las ideologías.
Aún más: se trata de superar las tradicionales dicotomías que, si bien se acomodan a las
estructuras cognitivas, oponen y excluyen poniendo un término por encima del otro como
ocurre en muchos de los tópicos que atraviesan el conocimiento y la cotidianidad.
Con base en lo dicho, podemos preguntar: ¿Por qué hablamos de dos campos: lógico y
analógico? En primer lugar, la noción de campo se ha convertido en una herramienta
intelectual comprensiva (Bourdieu, 2002), en la medida en que el campo intelectual es un
ámbito de fuerzas en tensión que permite comprender las mediaciones que intervienen en la
producción de bienes simbólicos en un espacio específico. La noción de campo soporta la
concepción del sentido como mediación organizada cuando ya no son suficientes la
diferencia excluyente ni la semejanza reductora. En segundo lugar, se apela a la mesura y a
la proporción para configurar una zona dialógica que constituye la praxis misma del
individuo productor de sentido. Por eso y sin desconocer lo lógico, es nuestro interés
reflexionar acerca del campo analógico para lo cual pasaremos revista al pensamiento de
varios estudiosos que, desde diferentes ángulos, se han ocupado del tema.
¿Por qué no se puede renunciar a lo lógico? Una respuesta a este interrogante puede acudir
a los tres principios sobre los cuales se ha construido la lógica: identidad, no contradicción
y tercero excluido. Estos tres principios, siendo redundantes, apuntan en tres direcciones:
hacia la realidad, hacia las proposiciones y hacia las teorías de manera que a través de ellos
se afirma que la cosas son lo que son, que las proposiciones no pueden contradecirse y que
una teoría categorialmente bien construida incluye y excluye cosas pero no puede dar lugar
a la posibilidad.
A partir de ellos, se toman decisiones acerca de la realidad, su dinámica y los sistemas así
como de su base demostrativa. Dada la diversidad del lenguaje para significar, comunicar y
expresar, es muy importante que nos fijemos en las posibilidades que nos ofrece: enseñar
3
Atendiendo a estos criterios, según los cuales las cosas son como son y no pueden ser de
otra manera, se sigue como consecuencia, el trabajo sobre la identidad y las diferencias, la
adopción de dicotomías, la atención al análisis de los objetos, la comprensión del
conocimiento como resultado de un proceso dialéctico, y la confianza en la validez, la
verdad o la probabilidad, fundamentadas en la demostración.
Esta propensión a poner límites, erigiendo la razón en supremo juez, aún en lo atinente al
hombre mismo; a reducir el análisis a la división del todo en las partes; a confiar en el rigor
de la explicación, nos hizo olvidar otras facetas de conocimiento, en síntesis, la otra mitad
del hombre. En efecto, la educación del pensamiento lógico, reflexivo e intencionalmente
orientado hacia objetivos fue la alternativa que entronizó la sociedad moderna, con fines de
“aprendizaje de mantenimiento” (Nickerson y otros, 1990), dirigido tanto a la adquisición
y aplicación de reglas, puntos de vista y métodos para afrontar los retos del contexto global
y desarrollar la capacidad para resolver problemas; esta alternativa, aunque necesaria, ya no
es suficiente.
2. Aproximación a lo analógico
Una de las premisas que sirve de punto de partida a nuestra planteamiento consiste, por un
lado, en admitir que la analogía no es exclusivamente un tipo de relación como tampoco de
argumento o de razonamiento2; por otro, en establecer que la analogía supera los límites del
campo intelectual y profundiza en otros sistemas donde se incluyen el cuerpo, los sistemas
físicos y biológicos y los sistemas sociales y hablantes.
Siguiendo las líneas de algunos pensadores, reconocemos que lo analógico es uno de los
dos campos de sentido a través de los cuales el hombre organiza el conocimiento y la
conducta; es decir, es un campo de relaciones de sentido que organizan la praxis humana.
Siguiendo a Beuchot (2000b: 12), “la analogía es un modo de predicación y de
significación” que media entre lo unívoco y lo equívoco; así, “el término análogo se
2
Un aporte interesante a propósito del razonamiento analógico es el que propone Rodríguez-Mena (2008), el
cual puede consultarse en http://www.clacso.edu.ar, donde se hace referencia a diversas propuestas, una de las
cuales es la correspondiente al papel de los hemisferios cerebrales, pero manteniéndose en el plano estricto de
la lógica.
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atribuye a sus inferiores de manera en parte igual y en parte diferente, pero predominando
la diferencia”, según diversas clases: de simple desigualdad, de atribución y de
proporcionalidad propia e impropia.
De acuerdo con esto, la analogía es una forma de predicación múltiple que introduce el
decir diverso de las cosas; la analogía mantiene el juego libre entre la unidad y la
diversidad, precisa el dominio de la diferencia, da margen a la verdad, toma distancia del
relativismo y pone las bases del pensamiento plural. Mediante estas actitudes, da lugar a las
interpretaciones, precisamente allí donde el conocimiento se tiñe de simbolismos,
imaginarios, valores, ideologías, acentos, actitudes, perspectivas y puntos de vista.
Lo que nos importa estacar, más allá de la proporción matemática, es que la analogía
significa una relación no necesariamente cualitativa entre dos cosas pertenecientes a dos
campos diferentes. Veamos un ejemplo; Platón, en la República, relaciona por analogía dos
órdenes: mundo visible y mundo inteligible con dos objetos: el sol y el bien.
Entonces, la analogía consiste en entender por semejanza de relación, algo que envuelve
algún misterio o secreto y no se deja definir, decir o concebir plenamente pero que, no
obstante, es inteligible de modo oblicuo, mediante comparación. La analogía correlaciona
elementos de dos órdenes mediante correspondencia apoyada en cierta relación; esto
quiere decir que la analogía comporta la simultaneidad de dos órdenes de sentido, a la par
que convoca la semejanza y la diferencia; “…la analogía implica que las cosas análogas
sólo sean idénticas en cierto sentido y no en otro, es decir, que sean simultáneamente
idénticas y diversas, pero en términos relativos y formales, esto es, conceptuales” (Hevia
Echevarría3, 2008: 4).
3
Cfr. Hevia Echevarría, (2005). “El Tratado sobre la analogía de los nombres de Cayetano”. En:
http://www.nodulo.org/ec/2005/n039p01.htm
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reconocer que el lenguaje, más que un instrumento intelectual transparente, es ambiguo por
cuanto está preñado de simbolismo y atrae, por igual, las fuerzas que dimanan del sujeto en
su diálogo con el intersujeto, en esa zona fronteriza en que viven: el mundo de la vida y el
mundo de la cultura.
…el razonamiento por el lenguaje no es más que un aspecto, una de las producciones del
cerebro, y quizá no ha desarrollado todavía (estamos persuadidos de ello) todas sus
potencialidades complejizantes. No obstante, ya -y las insuficiencias de los ordenadores
digitales nos lo muestran- el razonamiento humano no obedece a la lógica digital más
que fragmentariamente. También trabaja con lo vago y según procesos analógicos. Es un
proceso dia-lógico en el sentido de que sería el fruto de la simbiosis de dos lógicas, una
digital, y la otra no solamente «análoga», en el sentido en que se emplea este término
para los ordenadores de este nombre, sino también analógica, bien entendido que lo ana-
lógico todavía sigue siendo oscuro y misterioso para nosotros, que hemos concentrado
todos los esfuerzos de la ciencia en lo digital, y que nos fundamos en la lógica
aristotélica.
Asimismo, Morin (1999: 153) se pronuncia acerca del doble juego lógico y analógico del
conocimiento y, en torno a él, constata que “…el espíritu no hace más que servirse de
analogías; el fin mismo de la actividad cognitiva es ‘simular’ lo real percibido
construyendo un analogon mental (la representación), y simular lo real concebido
elaborando un analogon ideal (teoría). En estas condiciones, la analogía, que aparece al
comienzo y al término del conocimiento, constituye a la vez su medio y su fin. Según
Morin (1999:154-155), “La racionalidad verdadera no reprime a la analogía, se alimente de
ella al mismo tiempo que la controla. Puede haber desarreglos en el ir y venir analógico-
lógico; el exceso analógico y la atrofia lógica conducen al delirio; pero la hipertrofia
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Así, pues, la analogía cubre un vasto universo del sentido y entra en relaciones estrechas y
diversas con lo lógico, estableciendo puentes dialógicos entre lo abstracto y lo concreto y lo
real y lo imaginario que provocan nuevos modos de organización del conocimiento y del
pensamiento.
En atención al mismo asunto, Sante Babolín (2005), a partir de una reflexión acerca del
cuerpo y la cultura, establece que el modo humanístico de concebir esta, a pesar de
reconocer la naturaleza biológica del hombre, excluye las manifestaciones de sentido que
provienen del cuerpo humano. Al excluir el cuerpo de estas consideraciones, elimina una de
las fuente de sentido y, en consecuencia, pasa por alto varias de sus manifestaciones: las
imágenes, lo simbolismos y los valores que tienen su asiento en las vivencias. Esto, a tenor
de que el hombre no solo vive la vida sino que la vivencia, nos informa que la vivencia es
tener experiencia de la vida, percibirla, gozarla, sufrirla, transformarla para hacerla más
vivible; el hombre hace la vida más vivible, no solo a través de explicaciones, sino de
intuiciones, sensaciones, percepciones y representaciones, de simbolismos e imaginaciones,
de magia, mitos y de ritos que tienen su fundamento en la analogía que es el campo de
cruce de diversas fuerzas que nos permiten comprender lo humano y darle sentido a la vida.
Dado que el sentido no es unívoco sino plural, la analogía se configura como una red de
relaciones que modela y forma, organiza y pone en funcionamiento diversos sistemas que
avanzan desde lo físico a lo mental, pasando por lo biológico y lo social, con base en la
semejanza, no necesariamente cualitativa sino formal, estructural, funcional. Por eso,
Babolín (2005: 96-108) enfatiza en las insuficiencias de la racionalidad dialéctica y
propone una racionalidad analéctica, para afirmar que “…la lógica de la identidad y la
lógica de la analogía son dos vectores inseparables de la inteligencia humana en cuanto tal”
(2005: 104). Para el filósofo italiano, “…la analéctica se expresa según las reglas propias de
la retórica que quizá encuentra su codificación en el razonamiento por analogía
(argumentación a tres términos y a cuatro significados; ya que el término medio es vehículo
de dos significados similares); por tanto, el vector dialéctico argumenta sobre relaciones de
identidad, mientras que el vector analéctico argumenta sobre relaciones de semejanza”
(2005: 27).
Por su parte, Edward de Bono (1993, 1995) destaca la existencia del pensamiento lateral
para señalar sus cualidades creativas. Jürgen Habermas (1989), al hacer la crítica de la
razón instrumental, propone la existencia de una racionalidad dialógica, orientada según
intereses humanos y dispuesta en dirección a lo cognitivo, lo ético y lo estético. André
Alleu (cit. Babolín, 2005: 99) afirma que “La lengua universal de la analogía y de los
símbolos no es solamente la ‘lengua de los dioses’, sino también la lengua de la naturaleza,
de lo sobrehumano y de lo infrahumano, la lengua del espíritu, y también la de la
profundidad del cuerpo”.
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Otro de los analistas que da pistas acerca de este asunto es el psicólogo culturalista Jerome
Bruner (1994) quien plantea que el pensamiento, además de su acepción doble:
paradigmática y narrativa, se define por la representación sintética y selectiva de los
contextos donde se produce el conocimiento. De este modo, la representación es “un
conjunto de reglas4 mediante las cuales se puede conservar lo experimentado en diferentes
momentos”; por eso, recurre a esquemas, acciones, imágenes, palabras, símbolos, reglas
lógicas, etc., formas que hablan de la naturaleza plural de la misma en el campo de la
cultura.
4
El planteamiento de Bruner es trascendental en virtud de que reconoce la existencia de la representación
como un proceso de orden reconstructivo que es preciso mirar desde la teoría de la competencia cognitiva.
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La categoría de acción intenta sustituir los presupuestos behavioristas de conducta y comportamiento para
ser coherente con los principios teórico-críticos y fenomenológicos que alimentan esta propuesta. Toda acción
es comportamiento significativo que implica el reconocimiento del otro y el deseo de comprender sus maneras
de interactuar.
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El substrato axiotímico es el lugar donde se construye la red simbólica e imaginaria del sentido, a partir de
las experiencias de lo vivido en contextos históricos y culturales regidos por valores; es, en efecto, un cruce
de caminos entre experiencias, configuraciones imaginarias y contextos axiológicos que alimenta la esfera del
sentir y del querer humanos.
8
En relación con el tema en discusión, es conocida la tesis de Vygotsky (1989) acerca del
papel mediatizador7 del lenguaje en el desarrollo humano; con base en ella, se distinguen la
referencia contextual y la no contextual. Según la exposición de Wertsch (1985: 139-168),
el lenguaje sirve tanto a la reflexión abstracta y generalizada, basada en signos, como a la
referencia indicial hacia el contexto, basada en índices. De este modo, la actividad psíquica
del hombre se organiza en varios niveles, siendo el contexto factor principal a través del
cual se incorporan tanto la situación ambital como los sujetos semióticos, en calidad de
copartícipes e interactuantes de la acción comunicativa.
7
El papel mediatizador del lenguaje es variado; a la vez que sirve de vehículo y de relación, es definitivo en
la socialización e incorporación mental de la experiencia humana, a la par que tiene un poder reconstructivo.
9
En el plano específico del discurso, Roig (1974: 249) dice que el pensamiento
latinoamericano", a diferencia del europeo, "sobrepone en sus textos el sentido al
significado", en la medida en que el sentido incorpora la actitud, el estilo, la expresión del
sujeto, en tanto que el significado apunta al encadenamiento lógico del discurso. Dado que
el sentido es contingente y espontáneo, conviene más con el pensamiento abierto,
contextual, simbólico. El significado es más propio del pensamiento categorial orientado
según principios racionales donde prevalecen la verdad, la demostración y la objetividad. El
primero conviene con las formas de ser, hacer y querer del sujeto latinoamericano para el
cual, la referencialidad es uno de los elementos del pensar, mas no el más importante, dada
la manera como el hombre se constituye como sujeto que está en el mundo con otros,
gracias a la mediación simbólica, lo que supone una práctica significante en que el sujeto de
la idea prevalece sobre la idea misma.
Una de las consecuencias que se derivan de esta postura es la propuesta de superar la visión
dialéctica y enriquecerla mediante una visión analéctica. Enrique Dussel (1968), desde la
filosofía latinoamericana, se anticipa a Babolín para proponer una analéctica como
elemento necesario ante las limitaciones de la dialéctica. Siguiendo los trazos de su
escritura, encontramos un planteamiento de singular importancia que consiste en reconocer
que, para que podamos hablar de sentido, es necesario tener mundo y el mundo no es algo
objetivo, es lo inobjetivo, aquello a lo cual el hombre le ha puesto su impronta y a esto debe
atinarle la comprensión humana. Este mundo es habitación y es cultura, de donde se puede
decir que la cultura es la habitación o la morada que el hombre ha construido para vivir
humanamente.
Este es el ámbito donde el hombre produce sentido y lo hace en una doble dimensión:
dialéctica que, basada en la diferencia, apunta a la síntesis y analéctica (Dussel: 1995) o
basada en la semejanza y en el sincretismo 8. Esta es la manera del pensar latinoamericano
8
Esto no significa desconocer la relación dialógica que se crea entre estos campos, la cual tiene asiento en los
nexos entre el yo y el tú, para lo cual remitimos a Bajtín (1986 y 1997)) y Bajtín/Voloshinov (1992).
10
Beuchot (1999), por su lado, habla de una hermenéutica analógica desde la cual trata de
superar los extremos del univocismo y del equivocismo, fundamentado en que hay dos
tendencias manifiestas: la positivista que procura reducir al máximo la polisemia y dar con
el significado unificado y la llamada romántica, constituida muchas veces por equivocistas
irredentos, cuyo interés es “el todo vale”, sobre todo desde la perspectiva del lector. Con el
ánimo de establecer el equilibrio, Beuchot retoma la analogía en sus variantes (metafórica,
de atribución y de proporcionalidad) para acercarse a cualquier texto cuyo sentido requiera
interpretación, en un intento de síntesis de varias corrientes hermenéuticas. Desde aquí se
nos revela el problema de la comprensión y, por tanto, el del sentido: “…la comprensión
requiere preguntar por sus condiciones de posibilidad. La comprensión se da cuando lo
particular embona en lo universal que lo contiene, y allí cobra sentido. De hecho la
hermenéutica se mueve en la tensión entre lo parcial y lo total, entre lo individual y lo
universal”. El sentido es, ni más ni menos, ese horizonte de tensión entre las posibilidades
de la significación.
Esto quiere decir que, más allá de la apuesta lógica y sígnica propia de la lingüística, el
lenguaje tiene potencialidad analógica, simbólica e icónica, indicial y señalativa, tal como
lo insinúa la semiótica. Por tanto, la analogía, más que un tipo de relación o un argumento,
es un campo de sentido que muestra su riqueza a partir de la diversidad. Podría argüirse que
la racionalidad simbólica e imaginaria es complementaria si no incluyente de la lógica. Si la
lógica, a partir del principio de identidad, adopta la diferencia como carta de presentación,
la analógica implica, por sí misma, la paradoja, pues incorpora tanto la diferencia como la
semejanza, donde prevalecen los dobles, la ambigüedad y la ambivalencia; sus formas: el
símbolo y la imagen; sus procedimientos inferenciales: la abducción (Cárdenas, 2011a) y la
transducción (Cárdenas, 2011b). Estos son algunos indicios desde los cuales se puede
reconocer el problema de la diversidad.
Tal como lo propone Beuchot (2000: 39-51), esta plataforma busca el equilibrio a prudente
distancia del positivismo univocista o del romanticismo equivocista. No se trata de preferir
las dicotomías o de imponer lo discreto y diferenciado; tampoco de renunciar a la
ambivalencia o pasar por alto el sincretismo; si se observa con detenimiento, el campo
analógico es el territorio de la apertura y la inclusión, cuya permanente expansión supera
cualquier límite, rebasa cualquier frontera.
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El poder analógico de la imagen para llevar a cabo simultáneamente dos operaciones: una
que conecta diferentes dominios cognitivos y pone en relación diversas esferas de
experiencia y, otra, que usa esa relación para la producción de conocimiento, sea éste
cotidiano o creativo. Las imágenes (Cárdenas, 2004: 233-236) tienen una dimensión
genética y estética que las configura como signos ambiguos. Son formas sensibles y, por
tanto, expresivas que recorren la escala de la sensibilidad a la imaginación; dicha escala
incluye sensaciones internas y externas, emociones y afectos, intuiciones y percepciones,
representaciones e imaginarios; expresan maneras de sentir e imaginar, provocan el placer,
transfieren sensaciones de unos sentidos a otros y revelan nuevas formas de percibir; todo
eso se enfoca a un propósito único y complejo: el disfrute de la vida, el ejercicio aguzado
de los sentidos que sugiere la unión mística que devuelve el hombre de carne y hueso a la
naturaleza. El poder expresivo de las imágenes radica en el espectro de su recorrido que
invade los campos de la imaginación y la representación.
Las imágenes abarcan los misterios insondables de la naturaleza dado que proyectan
estéticamente el sentido de manera diversa, a través del cambio perceptivo, la saturación
perceptiva y la acuidad sensorial. La ruptura de las imágenes con las maneras
convencionales de ‘ver’ la realidad muestra su disposición para cambiar la longitud de onda
a través de la cual captamos el mundo que nos rodea, así como la velocidad y los límites de
la percepción. Percibimos distintas caras de las cosas, ponemos a su servicio todos los
sentidos, cruzamos la acción de nuestros sentidos y vamos más allá de lo que las
limitaciones físicas nos permiten captar. Ya no solo vemos la mesa, sino el árbol y a través
de él el bosque y el lento y laborioso proceso de conformación de la mesa en el árbol, sin
mediación de agente alguno como si la naturaleza fuese capaz de incorporar todas las
acciones humanas necesarias para la fabricación del mueble.
Los símbolos, siguiendo a Gilbert Durand (1974), están fuertemente enlazados al cuerpo y
obedecen al ritmo natural de las luces y las sombras, del día y de la noche. Entre los
símbolos del régimen diurno, destacamos los símbolos teriomorfos, relativos a los
bestiarios, al agua, la cabellera, al lazo; los nictomorfos, relacionados con las tinieblas, la
mujer fatal; los catamorfos de la caída y los abismos; los símbolos espectaculares
relacionados con la luz, el sol, el ojo y los diairéticos relacionados con las armas, y con el
bautismo. Estos símbolos obedecen al régimen de la antítesis, pues el día se compone de
día y noche.
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Lo cierto es que este paradigma incluye tanto el pasado como el futuro a través del
desciframiento cinegético y la adivinación y, por supuesto, la función de diagnóstico y
pronóstico, con lo cual se identifica su naturaleza analógica (no excluyente) que trabaja con
objetos tan disímiles como el cuerpo, el lenguaje y la historia y da lugar a disciplinas como
la medicina, la filología y la historia, con lo cual el hombre inicia sus búsqueda por caminos
distantes de Dios y da un vuelco hacia lo que caracteriza la cultura de la polis. Esta visión
conjetural se caracteriza por dos facetas: acepta que la realidad no es transparente y que sus
objetos son individuales y eminentemente cualitativos: casos, situaciones, documentos.
Con respecto al poder analógico de las señales, se destaca el interés que tanto la biología
como la física han mostrado en ellas. De hecho, su importancia ha sido menoscabada por la
mirada conductista que se concentra en la información que proveen y en las reacciones que
esta provoca. Sin embargo, si la información es una forma del sentido de ella cabe decir que
no puede ser unívoca; solo lo sería en la medida en que se especifique cuál es el punto de
vista pero esto ya la hace relativa frente a otras posibilidades.
9
Esta visión analógica es expedita en la literatura. “Los indicios… incorporan el problema de la ironía a la
literatura así como se convierten en medios efectivos para hacer poner a prueba e interrogar al hombre, al
tiempo, a la historia, a la ideología, a los sistemas. Son, también, una manera de configurar el carácter de los
personajes, sus sentimientos, los ambientes donde se desenvuelven y las visiones de mundo de las que
participan, como de expresar la alusión, el deseo de no querer decir, de ser reticente, de dudar o de preguntar,
actitudes comunes a gran número de creadores de la literatura contemporánea” (Cfr. Cárdenas 2004: 234).
13
En otra dirección, Piaget (con base en Stern) alude a la transducción como una etapa en la
cual predominan los pre-conceptos, los cuales se relacionan con esquemas de acción,
centrados en el sujeto y susceptibles de diversas deformaciones debido a que el niño no
tiene conciencia de lo que es clase en general. Los preconceptos se refieren a diferentes
objetos mediante ‘ejemplares-tipo’ (por ejemplo, el niño cree que un caracol que está
viendo es el mismo que ya vio) que o elementos destacados una colección que se concretan
en una imagen. Este razonamiento va de lo particular a lo particular y procede mediante
analogías; de acuerdo con ellas, el niño se centra en un aspecto saliente de una situación y
saca una conclusión relativa a otra situación, asimilando de manera indebida ambas
situaciones.
Por igual, el concepto de transducción se aplica en la literatura10, así como en los procesos
de comunicación y en las artes escénicas y cinematográficas, según estudios de la Escuela
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Desde aquí, Maestro (2002) propone una nueva poética literaria. “La poética de la transducción es, sin
duda, una cuestión capital en el desarrollo de las actuales teorías de la literatura. Todo acceso al conocimiento
está mediatizado, es decir, transducido; y semejante mediación no está ejecutada ni por el autor -que después
del estructuralismo barthiano “ha muerto”, voluntaria o involuntariamente-; ni por el texto (o escritura), cuya
interpretación depende, sobre todo desde Gadamer, de un sujeto “sabio” que “dialoga” con la tradición; ni del
lector ideal o lector modelo, al que tantas identidades y etiquetas se le han atribuido, y casi ninguna de ellas
de fundamento auténticamente real. Hoy día el acceso al conocimiento está efectivamente mediatizado o
transducido no por los agentes tradicionales jakobsonianos -autor, mensaje, lector-, sino por el sujeto que
interpreta el mensaje para el lector, y que por ello mismo se interpone entre éste y aquél. Este sujeto no habla
por boca del autor, ni se acerca a la escritura del texto renunciando a sus propios valores morales, ideológicos
o axiológicos, ni tan siquiera piensa muchas veces en la educación científica del lector común a la hora de
formular la interpretación de la obra literaria; este sujeto intermediario piensa en la interpretación del texto
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de Praga, aplicados a dichos campos. Por ejemplo, el texto dramático, si bien inicialmente
se lee, prolonga la comunicación mediante una transducción realizada por un intermediario
que media con el lector y, por tanto, se convierte en nuevo emisor de un proceso
desdoblado, intrínsecamente específico del drama, en una representación escénica. Por
tanto, la comunicación lectora del texto dramático (Maestro, 2002) se transforma mediante
transducción en diversos signos escénicos, siendo esta una cualidad típica del texto
dramático y no algo que se añade a posteriori, por obra de un director, que ve cualidades
para convertirlo en representación. En síntesis, los procesos de traducción y de lectura
responden a efectos transductivos en que unas señales se convierten en otras y, con base en
dicho proceso, informan, forman y transforman la información que acarrean e influyen en
la recepción, con base en una mediación.
Los elementos hasta aquí considerados nos permiten alegar que la actitud logicista no es la
única que cabe acotar para la comprensión de los asuntos humanos; los argumentos
mencionados, así como la importancia de la retórica, la diversidad de la representación, los
varios aparatos discursivos a través de los cuales se produce referencia, la variedad de
signos y la importancia que hoy se concede a la creatividad son factores suficientes para
incorporar el campo analógico dentro de los asuntos de interés de la escuela. La escuela
informativa ya no puede parapetarse en el conocimiento científico, ni mostrar indiferencia
con respecto a las transformaciones que sufre la información, las mediaciones, las formas
de recepción, la pluralidad de saberes y la creatividad. El estigma que pesaba sobre todo
aquello que no fuera lógico ya no cuenta frente a las alternativas que se han abierto con
respecto al caos, el holismo, la transdisciplinariedad, la complejidad. Hoy se hace urgente
penetrar en el misterio de la vida, en volver por los fueros del asombro, superar los límites
de la explicación y la demostración para vivir de nuevo en el misterio.
Como se ve, una visión semiótica que apunte al afuera del signo y discursiva que amplíe la
mirada sobre la producción e interpretación de sentido puede dar mejores perfiles a la
educación por el lenguaje; su propósito educativo debe ser asumido con seriedad y a
profundidad en procura de un sano equilibrio, coherente con el grado de conocimiento
actual de estas esferas cuyos límites, si bien imprecisas, se fundan en la certeza de que los
hombres nos valemos de lo útil pero también vivimos de deseos y apelamos al misterio y al
sueño como modos de vivir la vida.
3. Necesidad de lo analógico
ante el lector en la medida en que tal interpretación justifica su personal posición (política, cultural,
económica, sexual, etc.) en el contexto de su vida real y social.
15
que ya ha sido aceptada o comprobada en relación con un fenómenos u objeto similar. Los
datos de la tesis ya comprobada, si son relevantes y proporcionales, se usan como base para
la aceptación de la tesis general, ya sea porque comparten algunas características o algunas
particularidades, según el siguiente ejemplo: Pedro y Andrés son licenciados, trabajan en el
mismo colegio y ambos desempeñan el cargo de coordinador. A Pedro le asignaron un
sobresueldo; por tanto, a Andrés deberían también hacerle el mismo reconocimiento.
Atendiendo a las relaciones yo/otro/mundo y a la forma como ellas generan nuevos campos
de acción mediante el entronque entre la subjetividad, la intersubjetividad y la
interobjetividad, se puede proponer, entonces, que la visión de mundo no es puramente una
estructura de significado o solo una manera de pensar el universo de lo humano; es, en lo
fundamental, una manera de darle sentido a la vida que es, ante todo, una toma de postura
que se concreta de tres maneras: dialéctica, analéctica y dialógica.
de esa red de relaciones, lo analógico constituye una base suficiente para comprender los
intereses significativos que el hombre tiene desde lo corporal, desde la acción y desde la
relación conflictiva entre la identidad y la diversidad; d) es una visión que apunta más allá
del signo, por lo cual sus márgenes semióticos se amplían hacia los símbolos, los indicios
y las señales creando un campo de acción múltiple y variado en cuando a la significación
más allá de lo conceptual; f) lo analógico da pie a concebir una visión analéctica de la
realidad, la cual complementa muy bien las visiones dialéctica y dialógica desde las cuales
el hombre trata de comprender su posición en el mundo; g) permite desarrollar formas de
razonamiento que, tradicionalmente, han sido excluidas de la lógica obstante la importancia
histórica que se les ha reconocido; dichas formas son la abducción y la transducción; h)
fundamenta de mejor manera una hermenéutica (ni univocista ni equivocista11) dado su
carácter incluyente y sus relaciones estrechas con la ontología y con la ética; i) acepta que
la razón es finita, el conocimiento es una construcción y reconstrucción de la realidad y que
nuestra inteligencia es frágil y parcial y, por tanto, podemos conocer de muy diversas
maneras; j) el campo analógico del sentido procura reintegrar al hombre en su praxis como
sujeto de conocimiento y de conducta que se resuelve en la acción; k) por último, lo
analógico intenta superar la tendencia intelectual que concreta la visión del mundo en lo
que dice la razón a través del pensamiento lógico-analítico o paradigmático; esto significa,
por un lado, tomar distancia de la representación y de la verdad y atender a otros aspectos
que, como lo holístico, transdisciplinar, complejo, pragmático y hermenéutico, están al
orden del día.
Hechas estas precisiones y siguiendo a Zemelman, podemos preguntar acerca del concepto
de formación que interesa a la pedagogía y las maneras de abordarlo. Por un lado,
aceptamos que el problema de la pedagogía es la formación; si la cosa es la formación
como asunto pedagógico y la pedagogía apunta a todo lo que en la cultura tiene valor frente
al otro12 (Zambrano, 2005: 207), no cabe duda de que está atravesada por el sentido ya que,
en términos de Bajtín (1992: 143-146) ningún discurso carece de acento valorativo13.
Cuando se habla de valores es preciso tener en cuenta que se hace referencia al mundo del
otro, como diferente.
Dado que la pedagogía fue sumisa a la tradición del signo como vehículo conceptual de la
objetividad, la verdad, la realidad, el lenguaje es un mecanismo pedagógico muy poderoso
dentro de la formación a través del sentido; lo que tiene sentido es lo que vale
efectivamente para el hombre porque lleva su impronta. Luego el sentido rige el desempeño
humano en donde la acción implica el conjunto de relaciones y operaciones que el hombre
ejecuta en relación con el mundo, consigo mismo y con los demás.
11
Como ya se destacó, Beuchot (2000: 37-61) se pronuncia en contra de dos tipos de hermenéutica:
positivista y romántica y propone una hermenéutica analógica.
12
Este es un buen criterio para establecer diferencias entre la pedagogía y sus relaciones con los valores y la
didáctica y sus relaciones con los saberes.
13
“No se puede construir un enunciado sin valoración. Cada enunciado es, ante todo, una orientación
axiológica. Por eso en una enunciación viva todo elemento no solo significa sino que también valora.
Solamente un elemento abstracto, tomado en el sistema de la lengua y no en la estructura del enunciado,
aparece como privado de valoraciones” (Bajtín, 1992:145).
17
Así, la epistemología que conviene a la educación es una que sea capaz de abordar la
‘bondad’ de lo pedagógico, lo que vale en la formación para reposicionar al sujeto,
complejizar el conocimiento y poner en situación las capacidades del estudiante,
potenciando el lenguaje, el razonamiento, el pensamiento crítico, la expresión, la
interacción y el comportamiento ético. Potenciar el lenguaje nos lleva a pensar que el
problema de la escuela no está en formar científicos, ni hombres de bien, ni hombres
ilustrados. Está en formar sujetos históricos necesitados de realidad (Zemelman, 2003),
capaces de construir su propia relación con el conocimiento de la realidad, suficientemente
críticos para prevenir los efectos de la lógica del poder, capaces de rebasar los límites
conceptuales y de controlar los parámetros y reactuar frente a la complejidad del mundo de
la vida.
Si la necesidad de realidad tiene que ver con la manera como el sujeto complejiza su
relación con ella y se posiciona frente a lo indeterminado, el problema de la razón
fundamente no pasa solo por la racionalidad de la ciencia; se relaciona con la complejidad
del sujeto histórico, del sujeto en el mundo de la vida y de sus formas de darle sentido a la
vida en todas sus dimensiones.
Por otro, adoptamos la perspectiva de que la formación puede abordarse desde dos
acepciones: la primera remite a la transmisión de códigos de información, a contenidos
disciplinares y a la lógica de su construcción14. La segunda apunta a la capacidad reactiva
del sujeto frente a su contexto. En concepto del chileno, ambas formas están asociadas con
la inercia del sujeto y la lógica del poder y con la preocupación acerca de la afectación que
las exigencias epistemológicas causan al discurso pedagógico. Tales exigencias nos exigen
superar los límites de lo disciplinar y apuntan a la complejidad de la realidad y del
conocimiento, frente a la acción y la práctica social.
Pero tales exigencias, como lo plantea Zemelman (2003: 64), no pueden ser resueltas por la
epistemología15; son de índole ética y deben ser asumidas tanto por la práctica como por el
discurso pedagógico. Entre otras cosas porque al discurso pedagógico le compete asumir la
función de potenciar el razonamiento, de considerar y asumir la complejidad del sujeto
14
Aquí interesaría que nos formulásemos algunas preguntas en relación con nuestro ‘objeto’ de conocimiento:
¿Cuál es la lógica de construcción del conocimiento disciplinar de la lingüística en sus dos grandes modelos,
así como en sus visiones interdisciplinares? ¿Cómo se construye la lingüística como disciplina de la lengua?
¿A qué lógica obedece dicha construcción?
15
Según el autor, la epistemología no se ocupa en especial del sujeto concreto sino de las condiciones y
validez del conocimiento; sin embargo, una de las innovaciones que acarrea el trabajo con la analogía es
precisamente la aparición del sujeto, de la cual trata, por ejemplo, Ibáñez.
18
Así, desde la perspectiva que nos importa, el desafío pedagógico consiste en allegar al
campo social los problemas del conocimiento y la conducta humana; para ello, se requiere
el trabajo mancomunado de la epistemología y de la ética, con el fin de superar, por un
lado, la instrucción y, por otro, potenciar la capacidad de razonamiento18, la lógica
constructora de contenidos, el comportamiento ético y la expresión, sectores formativos en
los cuales cumple papel preponderante el lenguaje 19.
4. Educar en la analogía
Como ya se dijo, cierta tradición nos indica que, entre la educación y el lenguaje, existe un
nivel estrecho de convivencia a través del signo. De aceptar que el signo es la forma
semiótica a través de la cual se nos impone la modernidad (Kristeva, 1974) de la ciencia, es
fácil concluir que el mayor interés de la educación ha estado concentrado en enseñar la
ciencia y, por supuesto, hacer prevalecer la forma y la transparencia del significado. Fue así
como se impusieron los modelos de conocimiento global y se dejó de lado el contexto, en
16
A partir de este planteamiento, podríamos preguntarnos qué características tienen una pedagogía y una
didáctica parametrales y cuáles serían las maneras de luchar contra ellas. Una primera aproximación nos diría
que la didáctica parametral es aquella que, entre otras cosas, apunta a la enseñabilidad y se concibe como
recetario para ‘dictar’ clase o preparar la lección; se fundamenta en la visión disciplinar; impone la tarea de
escribir; cree que “todo vale”; acepta que el papel del maestro es enseñar mientras toca al estudiante aprender;
utiliza el aula como espacio de la infatuación de la razón pura; considera al maestro como única fuente de
saber; no discute su autoridad; mantiene la exposición como estrategia didáctica; sostiene que el aprendizaje
se logra mediante la imposición de tareas al estudiante. Cf. A. Cárdenas (2004b).
17
Una mirada a vuelo de pájaro nos diría que la tendencia parametral se refiere al “aprendizaje de
mantenimiento” (Nickerson y otros, 1990), frente al cual habría necesidad de desarrollar el “aprendizaje
innovativo”, tal como se planteó más arriba.
18
En relación con este asunto, cabe tener en cuenta los planteamientos de Ibáñez (1994: 101) cuando se
refiere al razonamiento transductivo, así como los trabajos que se han hecho en Colombia sobre el
razonamiento adbuctivo.
19
Aunque Zemelman (67) solo alude a los lenguajes analíticos y simbólicos, es preciso tener en cuenta que,
además de la naturaleza semiótica del lenguaje, es preciso anotar otros lenguajes como los de la acción,
indiciales y simbólicos, según lo plantea Brunner.
20
El concepto de realidad es complejo; es un concepto concreto, de orden contextual que implica la vida, la
experiencia, las prácticas y las visiones de mundo que mueven y dentro las cuales se mueve el individuo
(Zemelman, 2003: 68-69).
19
¿Qué significó esta alternativa? Significó que la modernidad del signo, en su afán
dicotómico, tomara distancia de la semejanza, se olvidara de los indicios, de la imagen y
del símbolo y optara la diferencia y la exclusión como formas de apreciar la realidad. Por
igual, se dejó de lado el cuerpo y sus posturas y, en contra de la adquisición de la
perspectiva, se pasaron por alto los puntos de vista y, en un intento por demás paradójico,
se borraron las huellas de la ideología en el conocimiento humano.
Dado el amplio margen de abstracción que caracterizó las formas del pensamiento
logocéntrico21, el efecto vivencial de las actitudes y los valores y su presencia en diversos
ámbitos de la actividad humana se pasaron por alto, igual que ocurrió con el sentido de la
vida. También desaparecieron las vivencias y las emociones y sus efectos de sentido
(motivos, acciones, intereses, expectativas) que, mediados por indicios, imágenes y
símbolos, intervienen en el campo complejo de la intencionalidad humana.
Por eso, el relegamiento semiótico de los indicios, las imágenes y los símbolos indujo a
desatender las emociones, las actitudes y valores y a desconocer toda la fenomenología
corporal que ordena, en su estrato primario, los indicios como signos naturales en lo que
tiene que ver con la partes del cuerpo, las posturas, la situación, así como la expresividad y
los focos de sentido relacionados con la inmanencia cuerpo/naturaleza y la trascendencia
21
Como lo han señalado varios autores, entre ellos Eco, (1974, 1977) y Derrida (1971), el efecto logocéntrico
ha impuesto, por sobre todas las cosas, la imagen del lenguaje verbal y, por supuesto, lo ha convertido en el
prisma absoluto a través del cual se ventila la naturaleza humana y todas las circunstancias que rodean al
hombre.
20
más allá de la muerte. Por lo mismo, quedaron en el olvido manifestaciones que designan
posturas de orden social y cultural y que obedecen al dispositivo cultural que condiciona la
manera de ponernos frente a objetos, situaciones o personas, lo que significó pasar por alto
que el cuerpo se modela culturalmente22.
Con respecto a los valores, su sentido proviene del sincretismo simbólico que alimenta la
esfera axiotímica organizada en torno a la sensibilidad, la voluntad, la inteligencia y la
imaginación. Desde allí, se trama la expresividad diferencial de lo vivido, la red analógica
del simbolismo y el contexto cultural de la trama axiológica del sentido. Según las fuentes
individuales y colectivas de emergencia, el símbolo tiene un sentido vivencial y proyectivo,
abierto a las experiencias humanas, que también enriquece a las imágenes e indicios que lo
forman.
Los valores son parte integral de la trama de apreciaciones y juicios acerca de las cosas. Al
ser formas de apreciación, ocurren siempre en el contexto social, donde inyectan de
humanidad y aportan valor humano agregado a la realidad, convirtiéndola en
sentimentalmente valiosa. De hecho, los sentimientos y los valores son sociales en la
medida en que la sociedad, la cultura y la historia son sus contextos de formación.
22
Ejemplos de este ‘modelaje’ cultural son: la expresión semiótica de posturas corporales que significan
aceptación, rechazo, recibimiento, abrazo, distanciamiento, hostilidad, temor, humillación, etc.; las metáforas
y símbolos que aluden a partes del cuerpo: alzar el puño, poner pies en polvorosa, mirar de frente, botar la
baba, temblar de miedo, besar los pies, chuparse los dedos, comerse las uñas, poner el dedo en la llaga,
parar la oreja, poner los pelos de punta, bajar la cabeza, dar a manos llenas, quedarse con la boca abierta,
morirse de las ganas, tener derecho al pataleo, echar chispas, orinarse del miedo, estar en ascuas, meter la
nariz, morir en olor de santidad, darse golpes de pecho, etc.; o, en el plano intelectual, las modalidades del
conocimiento a través de opiniones, puntos de vista, estereotipos y prejuicios.
23
Este planteamiento difiere del de Carreras y otros (1997:19) para quienes la estimación es una operación no
21
hilo sutil que existe entre la ideología y los valores (Bajtín, 1986), como factores del campo
analógico del sentido.
La analogía, por tanto, tiene consecuencias en los procesos pedagógicos del lenguaje:
pensamiento, interacción, lectura y escritura. No hay pensamiento (lógico, crítico o
creativo) que no obedezca a un punto de vista, a una perspectiva, a una modalidad, entre
otras cosas porque en el pensamiento, además de los conceptos, también intervienen las
imágenes, si no piénsese en la importancia mental de la metáfora y la metonimia. En el caso
de la interacción, es imposible hablar de actitudes y valores si no se tienen en cuenta las
vivencias, los afectos, los sentimientos, los símbolos cuya pertenencia al campo de la
analogía es evidente. No hay lectura sin percepción visual, sin capacidad para comprender
imágenes, símbolos, indicios, señales en los textos; la comprensión requiere la capacidad de
acceso a los puntos de vista desde los cuales se nos ofrece información. Tampoco hay
escritura al margen de la presentación y estructura de los textos y las estrategias que
inscriben la enunciación en ellos y promueven el proceso dialógico de permanentes
preguntas y respuestas, típico del saber pensar la escritura. Una buena escritura se puede y
debe apoyar en la analogía no solo en la expositiva sino en la creativa.
intelectual que fundamenta los valores. En nuestro sentir, nada en el ser humano es ajeno a la actividad
inteligente del cerebro, pues precisamente en las emociones, los sentimientos, las actitudes y los valores,
manifestaciones de la expresividad, se condensa la actividad integral de la persona humana. Así pues, no se
puede reducir la inteligencia ni la racionalidad a la razón, como tampoco pretender que lo expresivo se
reduzca a la subjetividad y ésta a la vivencia sensible-emocional.
24
Los imaginarios son esferas de sentido que disimulan y enmascaran la realidad y la cargan de afectividad,
de manera que nos aferran a la naturaleza y nos pertrechan en una escala de sentimientos y de valores que nos
protegen de las amenazas provenientes del yo, del otro y del mundo. Es así como en calidad de
configuraciones de intereses, emociones, sentimientos, deseos y preocupaciones humanas, se convierten en
fuentes generadoras de sentido y de valor. Tal como lo afirma Oñativia (1978: 116), su campo semiótico “...se
caracteriza por leyes primarias de organización del pensamiento: condensación, implicación, analogía,
identificación, participación, desplazamiento, transducción, oposición, interacción y enfatización valorantes”.
22
Tal como hemos visto, la analogía contrae estrechas relaciones con la didáctica y con el
tipo de aula donde se usa; implica tener en cuenta las similitudes sobre las cuales se
construye; requiere considerar la naturaleza del análogo así como cierto isomorfismo con el
tópico, de manera que se pueda recurrir a análogos concretos, intuitivos, familiares y
cotidianos para el estudiante que le faciliten, por ejemplo, el cambio conceptual. Requiere
trabajar las características de las cosas, realizar la comparación o correspondencia o
correlación entre el análogo y el tópico; sacar las conclusiones pertinentes acerca del tópico
e identificar las limitaciones que la particularizan. La analogía mejora, sin duda, la
capacidad de comprensión de los estudiantes en cuanto tiene la capacidad de abarcar más
sentido, por cuanto acaballa posibilidades también de la lógica. No en vano se utiliza en
instancias de la demostración, lo cual no ocurre siempre.
Conclusiones pedagógicas
Como ya se advirtió, la tradición occidental nos enseñó y más con el énfasis del
materialismo que el conocimiento es dialéctico. Sobre el intento de reducir los contrarios se
construyen síntesis para pasar a las generalizaciones que constituyen uno de los elementos
que define lo científico. Pero olvidamos que también es analéctico, es decir, radicado en la
analogía. Revisando diferentes fuentes25, sabemos que el razonamiento analógico es
emprendedor en oposición al pensamiento conclusivo; es sinistrógiro en oposición al
pensamiento dextrógiro; es divergente opuesto al convergente; es lateral por oposición al
pensamiento vertical; es sincrónico y cíclico frente a lo lineal y secuencial; yuxtapone en
lugar de distanciar; es indicial en lugar de proposicional; es sincrético en lugar de discreto;
es hipotético en lugar de demostrativo, etc. Dado lo anterior, puede afirmarse que dicho
“pensamiento” se caracteriza por ser sincrético, expansivo, libre, informal, difuso,
divergente y creativo, rasgos también atribuibles a todo proceder analógico.
Este terreno de la analéctica (Babolin, 2006: 27-28 y 163-182) nos abre el camino de las
posibilidades: la semejanza, la creatividad, la lúdica, la magia, el mito, la estética, la
metáfora, la narración. Puesto en situación, el hombre conoce de manera sincrética y rebasa
los límites del mundo conocido para ejercer su capacidad creadora, poyética, expresiva y
estética, irrigar lo humano con el sentido de los mitos, los ritos, el juego, la magia, la
brujería, la religión, la percepción y el saber del arte, como maneras distintas de nombrar el
mundo y vertebrar el sentido a través del juego entre imaginarios, saberes, símbolos,
valores e ideologías. No en vano podemos trazar puentes entre lenguaje y literatura e
impedir que estos nexos pasen inadvertidos para nosotros los maestros. Dichos puentes se
refieren a la manera como se asume el lenguaje a través de la expresión y las formas
retóricas, los símbolos y las imágenes, el aparato narrativo, el aparato enunciativo, las
estéticas de la participación y de la recepción, la escritura como conciencia de la forma
estética, su poder poyético, la diversidad de la representación, formas del estallido del
sentido cuando se explora transversalmente el mundo como realidad conocida y valorada
25
Tales tesis son identificables, por ejemplo, en Bruner (1989) y De Bono (1993, 1995), Babolin (2006).
23
La analogía, como campo de intersección y concordancia entre relaciones de las cosas así
posean propiedades diferentes, es el marco propicio para que el razonamiento atraviese
distintas formas de representación y discurra desde lo verosímil a lo posible, se configure la
dialéctica negativa de la totalidad, se asiente la negación sobre cualquier conclusión
definitiva, se creen nuevas realidades y se configure el permanente reenvío entre hipótesis y
el reajuste de ellas. Esto sucede en diversos órdenes vitales donde imágenes, símbolos e
indicios como análogos no requieren confirmación sino apuntalamiento de la calidad de las
relaciones de repetición, énfasis, contraste, superposición, sucesión, deslizamiento,
condensación, etc., encargadas de consolidar lo analógico.
Al ser tal su extensión y tan general su uso, el campo de acción de la analogía es ilimitado,
más cuando se afianza la visión compleja del universo y con la ventaja de que admite
diferentes grados de rigor que pueden ir desde establecer relaciones vagas, ambiguas,
incompletas hasta llegar a las demostraciones rigurosas,26 tal como se evidencia a través de
la transducción y las relaciones en que se apoya: identidad, igualdad u homología, por
ejemplo (Cárdenas, 2011b). De esta manera, la analogía es la llave de acceso a horizontes
de vida que, inventados o coincidentes con el mundo conocido, comprendemos tanto en
clave lógica como analógica.
Esta comprensión es posible porque el sentido no está anclado solo a la representación por
medio de signos y en términos de verdad; el sentido es un magma generador que yace en el
26
En el campo literario, la intuición viene a ser la forma más misteriosa y acertada del ejercicio de la
analogía.
24
fondo del lenguaje, cuyo tejido es propio de la naturaleza semiótica de símbolos, imágenes,
indicios y señales cuyos procesos discursivos típicos son constituyentes y creadores de
referencia mediante aparatos que dan forma y matizan las maneras como nos relacionamos
con el mundo, con el yo, con los otros y con el lenguaje mismo. Esta condición hace
indispensable prestar atención a los procesos de sentido que se afincan en las formas de
argumentar acerca del mundo, las cuales no son necesariamente sígnicas, analíticas o
demostrativas; decir de quienes usan el lenguaje acudiendo a contratos y estrategias
discursivas diferentes; atribuir calificaciones a los sujetos o narrar sus acciones en
circunstancias no predeterminadas y volver la mirada sobre su forma y sus funciones.
Varias de estas dimensiones han sido invisibilizadas, desdeñadas por las pretensiones
judicativas y explicativas del ser humano.
Si de lo que trata la pedagogía es de la formación, esta se puede enriquecer con las visiones
dialéctica, dialógica y analéctica con varios fines: propiciar desde allí el desarrollo de la
racionalidad cognitiva, ética y estética; abarcar las relaciones que el hombre contrae
consigo mismo, con el otro y con el mundo y desarrollar la perspectiva de los valores, en
atención a los niveles de organización del lenguaje y las relaciones significantes de las
formas semióticas. Desde allí y a distancia de la imponderable autonomía del sujeto, se
puede apoyar el ejercicio pleno de la libertad como empresa social que va de la mano de la
crítica y la creatividad. También es posible fundamentar la interpretación de los actos
sociales para cambiar la conciencia de las prácticas humanas. Concierne, entonces, a la
escuela poner interés en la comprensión de las interpretaciones distorsionadas de los actos
humanos, más cuando sabemos que toda interpretación debe ser coherente, contextual e
histórica y, por tanto, suficientemente apoyada en la argumentación.
Si la vida representa algún valor; si aún tenemos esperanza; si el horizonte del sentido se
amplía y se diversifican los saberes; si aún tiene vigencia la pregunta acerca de la
formación integral, de la cual no podemos excluir el cuerpo; si requerimos más y mejores
instrumentos para comprender la parcela de mundo en que vivimos; si aún nos preocupa el
desarrollo de visiones reflexivas, críticas y creativas sobre nuestra existencia y nuestro
destino; si nos es necesario vivir a plenitud la experiencia de las mejores expresiones de la
cultura, debemos intentar armonizar estas pretensiones en la educación. Una opción es
revivir la pertinencia educativa de la paradoja y la metáfora; otras apunta a desarrollar las
formas transductivas del razonamiento; a situarnos en la perspectiva de la riqueza,
diversidad y dispersión del sentido; a integrar los campos lógico y analógico como
constituyentes del conocimiento y la conducta; a convocar sincréticamente estos factores en
la praxis humana.
Bibliografía