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LOS ARQUETIPOS EN LA PSICOLOGÍA

Los seres humanos ya empezamos dando nuestros primeros pasos creyendo en dioses:
entidades preternaturales que personificaban atributos, fuerzas y valores universales (la
Noche, la Justicia, el Tiempo, los Mares, etc.), y que nos permitían concebir el conjunto del
cosmos como un teatro en el que esas fuerzas interactuaban, dando sentido a la realidad, y
como parte de la misma, a la propia vida.

La propuesta teórica de la psicología arquetipal parte de la base de que nuestra afinidad por
esas personificaciones no desapareció cuando el politeísmo dio paso, en la mayor parte del
mundo, al culto monoteísta.

“Sobre esta propensión a ver esclarecedores universales en el caos de la vida”, señala el


historiador cultural Richard Tarnas, “edificó Platón su metafísica y su teoría de
conocimiento”. Platón, al igual que su maestro Sócrates, opinaba que “la mayor certeza se
halla en la mayor abstracción” y llamó “arquetipos” (forma primera) a esos universales.
Sería, sin embargo, su propio discípulo Aristóteles quien iniciaría el giro hacia lo concreto,
un cambio de rumbo que ha dado forma al pensamiento científico.

Tuvo que ser Sigmund Freud quien redescubriera siglos después que, cuando sueña, nuestro
inconsciente se expresa mediante símbolos interpretables, dotados para nosotros de un
significado. A partir de ahí, su discípulo Carl Gustav Jung descubrió el paralelismo entre
esas imágenes simbólicas y las extraídas de antiguos mitos (El Héroe, la Sombra, el
Anciano Sabio, etc.): las ‘fábulas primitivas’ que el pensamiento moderno había
despreciado seguían vivas en nuestra psique.

Jung también teorizó sobre la existencia de un ‘inconsciente colectivo’ y no sólo individual,


dado que los símbolos aparecían incluso en pacientes que lo desconocían todo de la
mitología antigua. Así, la escuela de psicología analítica jungiana emprendió una labor de
estudio sobre el modo en que las figuras arquetípicas de los mitos influyen, aún hoy, en
nuestras vidas.

La psicología arquetipal, contra el ego y el materialismo


Dos años antes de la muerte de Jung en 1961, un joven psicólogo llamado James Hillman
se convertía en director de estudios del Instituto C.G. Jung de Zurich. En los siguientes
años se formaría en torno a él una pequeña comunidad de investigadores que terminarían
rompiendo con la escuela analítica (si bien no con las raíces del pensamiento jungiano) para
fundar la psicología arquetipal.

Esta se distancia de las prioridades de la psicología analítica para poner el foco en el control
ilusorio que el ego ejerce sobre nuestra vida y en el modo en que nuestra psique es
construida -en el fondo- a través de una ‘pluralidad de arquetipos’. La fuente del
conocimiento ya no es el “Yo” cartesiano, sino más bien ese mundo lleno de imágenes que
este Yo habita.

La psicología arquetipal ha mantenido un discurso crítico hacia las principales escuelas de


pensamiento psicológico (como el conductismo o la psicología cognitiva), a las que acusa
de reduccionismo por adoptar la filosofía y la praxis de las ciencias naturales, de ser en
definitiva “psicologías sin psique” (‘alma’, en griego).

Para Hillman, la psique se manifiesta en la imaginación y la metáfora: “mi trabajo se


encamina hacia una psicología del alma basada en una psicología de la imagen. Estoy
sugiriendo una base poética de la mente y una psicología que no arranca de la fisiología del
cerebro ni de la estructura del lenguaje ni de la organización de la sociedad ni del análisis
de la conducta, sino de los procesos de la imaginación”.

El camino está en los dioses y las ficciones


“Si una psicología quiere representar fielmente la diversidad real del alma, no puede dar
por sentada desde el principio, insistiendo en ella con prejuicio monoteísta, la unidad de la
personalidad”, proclama Hillman. Por ello, la psicología arquetipal tiene una faceta
politeísta y algunos autores hablan, simbólicamente, de “dioses” para referirse a la
“pluralidad de arquetipos”.

Así Hillman, en su libro Puer Papers, afirma que “los dioses están dentro… y están dentro
de nuestros actos, ideas y sentimientos. No tenemos que aventurarnos a lo largo de los
espacios estrellados, el cerebro de los cielos, o sacarlos de su ocultamiento con fármacos
alucinógenos. Están ahí en las precisas maneras en que uno siente y piensa y experimenta
sus humores y síntomas”.

También Patrick Harpur, en su obra El Fuego Secreto de los Filósofos, recurre a esa
identificación ideas/dioses: “No es cierto que nosotros tengamos ideas, sino que más bien
las ideas nos tienen a nosotros. Tenemos que saber qué ideas, qué dioses nos gobiernan
para manejar su influencia sobre nuestros puntos de vista y nuestras vidas”.

La propuesta terapéutica de la psicología arquetipal se basa en la exploración de imágenes


más que en su explicación, en ser consciente de dichas imágenes y prestarles atención hasta
que adquieran toda la claridad posible, en contemplarlas con detenimiento hasta que nuestra
observación de las mismas cree un significado: eso desencadena un proceso terapéutico que
Hillman bautizó con el nombre de ‘creación del alma’.

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