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Los seres humanos ya empezamos dando nuestros primeros pasos creyendo en dioses:
entidades preternaturales que personificaban atributos, fuerzas y valores universales (la
Noche, la Justicia, el Tiempo, los Mares, etc.), y que nos permitían concebir el conjunto del
cosmos como un teatro en el que esas fuerzas interactuaban, dando sentido a la realidad, y
como parte de la misma, a la propia vida.
La propuesta teórica de la psicología arquetipal parte de la base de que nuestra afinidad por
esas personificaciones no desapareció cuando el politeísmo dio paso, en la mayor parte del
mundo, al culto monoteísta.
Tuvo que ser Sigmund Freud quien redescubriera siglos después que, cuando sueña, nuestro
inconsciente se expresa mediante símbolos interpretables, dotados para nosotros de un
significado. A partir de ahí, su discípulo Carl Gustav Jung descubrió el paralelismo entre
esas imágenes simbólicas y las extraídas de antiguos mitos (El Héroe, la Sombra, el
Anciano Sabio, etc.): las ‘fábulas primitivas’ que el pensamiento moderno había
despreciado seguían vivas en nuestra psique.
Esta se distancia de las prioridades de la psicología analítica para poner el foco en el control
ilusorio que el ego ejerce sobre nuestra vida y en el modo en que nuestra psique es
construida -en el fondo- a través de una ‘pluralidad de arquetipos’. La fuente del
conocimiento ya no es el “Yo” cartesiano, sino más bien ese mundo lleno de imágenes que
este Yo habita.
Así Hillman, en su libro Puer Papers, afirma que “los dioses están dentro… y están dentro
de nuestros actos, ideas y sentimientos. No tenemos que aventurarnos a lo largo de los
espacios estrellados, el cerebro de los cielos, o sacarlos de su ocultamiento con fármacos
alucinógenos. Están ahí en las precisas maneras en que uno siente y piensa y experimenta
sus humores y síntomas”.
También Patrick Harpur, en su obra El Fuego Secreto de los Filósofos, recurre a esa
identificación ideas/dioses: “No es cierto que nosotros tengamos ideas, sino que más bien
las ideas nos tienen a nosotros. Tenemos que saber qué ideas, qué dioses nos gobiernan
para manejar su influencia sobre nuestros puntos de vista y nuestras vidas”.