Professional Documents
Culture Documents
y revoluciones
De minifaldas, militancias
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
ISBN 978-987-24286-7-9
De minifaldas, militancias
y revoluciones
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
Ediciones Luxemburg
Tandil 3564 Dpto. E, C1407HHF Ciudad de Buenos Aires, Argentina
edicionesluxemburg@yahoo.com.ar
www.edicionesluxemburg.blogspot.com
Teléfonos: (54 11) 4611 6811 / 4304 2703
Distribución
Badaraco Distribuidor
Entre Ríos 1055 local 36, C1080ABE, Buenos Aires, Argentina
badaracodistribuidor@hotmail.com
Teléfono: (54 11) 4304 2703
ISBN 978-987-24286-7-9
Impreso en Argentina
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Sumario
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
Prólogo 9
Parte I
Espacios de militancia
y conflictividad
Capítulo 1
Marta Vassallo
Militancia y transgresión 19
Capítulo 2
Karin Grammático
Ortodoxos versus juveniles: disputas en el Movimiento Peronista
El caso del Segundo Congreso de la Rama Femenina, 1971 33
Capítulo 3
Claudia F. Touris
Entre Marianne y María. Los trayectos de las religiosas
tercermundistas en la Argentina 51
Capítulo 4
Luciana Seminara y Cristina Viano
Las dos Verónicas y los múltiples senderos de la militancia: de
las organizaciones revolucionarias de los años 70 al feminismo 69
Parte II
Prácticas terroristas,
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
prácticas de resistencia
Capítulo 5
Débora D’Antonio
“Rejas, gritos, cadenas, ruidos, ollas”. La agencia política en
las cárceles del Estado terrorista en Argentina, 1974-1983 89
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
Capítulo 6
Laura Rodríguez Agüero
Mujeres en situación de prostitución como blanco del
accionar represivo: el caso del Comando Moralizador Pío XII,
Mendoza, 1974-1976 109
Capítulo 7
Marina Franco
El exilio como espacio de transformaciones de género 127
Parte III
Representaciones,
imágenes y vida cotidiana
Capítulo 8
Andrea Andújar
El amor en tiempos de revolución: los vínculos de pareja
de la militancia de los 70. Batallas, telenovelas y rock and roll 149
Capítulo 9
Isabella Cosse
Los nuevos prototipos femeninos en los años 60 y 70:
de la mujer doméstica a la joven “liberada” 171
Capítulo 10
Rebekah E. Pite
¿Sólo se trata de cocinar? Repensando las tareas domésticas
de las mujeres argentinas con Doña Petrona, 1970-1983 187
Capítulo 11
María Laura Rosa
Rastros de la ausencia. Sobre la desaparición en la obra
de Claudia Contreras 207
Prólogo
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
9
De minifaldas, militancias y revoluciones
1 Ejemplos de ello pueden hallarse en los casos del Partido Socialista o Comunista de
Chile, del cual surge el Movimiento de Izquierda Revolucionario (mir), o el Partido
Socialista Uruguayo, cuya ruptura dio origen a las nuevas expresiones políticas del
Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (mln-t).
10
Prólogo
11
De minifaldas, militancias y revoluciones
12
Prólogo
13
De minifaldas, militancias y revoluciones
14
Prólogo
15
De minifaldas, militancias y revoluciones
política en los 70. (A los 30 años del golpe militar)” en el mes de agosto de
2006, sino también financiar este libro, que se nutrió de muchos de los
trabajos allí presentados. También, al Instituto Interdisciplinario de
Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la uba y, en
particular, a Dora Barrancos y a Nora Domínguez, cuyo compromiso y
aliento permanentes fueron sostenes centrales para que la idea de esta
compilación se volviera proyecto y para que el proyecto se convirtiera en
realidad. A María Inés Rodríguez, directora del Museo Roca, siempre
dispuesta a cobijar nuestras andanzas por la historia argentina reciente.
A Isabella Cosse, Marina Franco, Rebekah Pite, Laura Rodríguez Agüero,
Luciana Seminara, Claudia Touris, Marta Vassallo y Cristina Viano,
quienes brindaron su confianza y profesionalismo, así como su infinita
paciencia para con nosotras. Y, finalmente, a Marcelo Rodriguez, Ivana
Brighenti y todas/os las/os integrantes de Ediciones Luxemburg, que
decidieron apostar a esta aventura colectiva, estimulando y enrique-
ciendo el intercambio de ideas y perspectivas que este libro propone.
Las compiladoras
Bibliografía
Barrancos, Dora 2007 Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco
siglos (Buenos Aires: Sudamericana).
Feijoó, María del Carmen y Nari, Marcela M.A. 1994 “Los 60 de las mujeres”
en Todo es historia, Año xxvii, Nº 321, abril.
Felitti, Karina 2000 “El placer de elegir. Anticoncepción y liberación sexual en
la década del sesenta” en Gil Lozano, Fernanda; Pita, Valeria Silvina e
Ini, María Gabriela (dirs.) Historia de las mujeres en la Argentina.
Siglo xx (Buenos Aires: Taurus).
Grammático, Karin 2005 “Las ‘mujeres políticas’ y las feministas en los
tempranos setenta: ¿un diálogo (im)posible?” en Andújar, Andrea et al.
(comps.) Historia, género y política en los 70 (Buenos Aires: ffyl-uba/
Feminaria). En <www.feminaria.com.ar>.
16
Capítulo 5
“Rejas, gritos, cadenas, ruidos, ollas”
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Débora D’Antonio**
La devaluación de la política
La última dictadura militar argentina estableció como uno de sus obje-
tivos fundamentales disciplinar a una sociedad con fuertes inquietu-
des políticas. Para ello, diseñó una estrategia represiva de gran radica-
lidad que tuvo en la mira centralmente a los sectores más movilizados
y organizados. La eficacia del plan se sostuvo en el conveniente oculta-
miento de los aspectos más siniestros de la violencia estatal, a la par
que se mostraban aquellos otros que, si bien también de carácter repre-
sivo, eran percibidos como legítimos por la sociedad. De esta forma,
mientras en el nivel visible se desplegaron, por ejemplo, infinidad de
operativos en la vía pública por parte de las fuerzas de seguridad, en el
nivel oculto se establecieron alrededor de 500 centros clandestinos de
detención en todo el territorio del país, donde se torturó, se asesinó y se
desapareció el cuerpo de decenas de miles de personas. Así, al tiempo
que se negó la responsabilidad del Estado en la masacre de los militan-
tes políticos ante los familiares y organismos internacionales veedores,
se visibilizó a los presos de las cárceles penitenciarias como trofeos de
una guerra ganada.
La relación fundamental del plan disciplinador se desarrolló,
entonces, entre los campos de detención y la masacre de prisioneros
clandestinos, por un lado, y la existencia de cárceles y presos políticos,
por otro. Lo legal permitió revelar lo visible a la vez que invisibilizar lo
criminal. En esta estrategia, las penitenciarías –especialmente algunas
89
De minifaldas, militancias y revoluciones
90
Débora D’Antonio
3 Es importante señalar que fue una estrategia del régimen militar ocultar toda
documentación respecto del accionar represivo de las fuerzas de seguridad. Por
ello, los testimonios de las personas que pasaron por esta experiencia son funda-
mentales para documentar el período histórico en discusión.
91
De minifaldas, militancias y revoluciones
92
Débora D’Antonio
puntualizó que, para cumplimentar este objetivo, los casi 200 mil hom-
bres de las fuerzas armadas, policía federal y provinciales, prefectura
naval, gendarmería nacional, servicios penitenciarios y delegaciones de
la Secretaría de Inteligencia del Estado (side) quedarían bajo control de
los comandantes de zona militares6. Con este esquema, el ejército ins-
truyó al spf para centralizar a los detenidos políticos en un manojo de
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
93
De minifaldas, militancias y revoluciones
del año anterior de alrededor de un 40%. Hacia 1977 otras 1.200 personas
fueron arrojadas a los presidios. A pesar de la elocuencia de las cifras, en
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
sus ideas “sino solamente por ser parte o haber apoyado en algún nivel a
la subversión” (La Opinión, 1977). Subrepticiamente se instalaba la idea
de que los subversivos no eran ciudadanos con otra perspectiva política
sino individuos ajenos y hostiles a la nación.
A partir del golpe, la vida de los presos sufrió sustanciales modi-
ficaciones. Si hasta comienzos de 1975 la reclusión contemplaba visitas
familiares, lecturas, recreación en espacios comunes, una alimenta-
ción aceptable, la realización de ejercicio físico y tareas diversas en los
talleres del presidio, el trato hacia los detenidos cambió hacia uno
semejante al sufrido por las personas desaparecidas. Los presos tam-
bién comenzaban su cautiverio con una detención ilegal, que por lo
general se iniciaba a altas horas de la noche entre golpizas y capuchas.
Luego pasaban por casas para interrogatorios, centros clandestinos de
detención (ccd) temporarios o los sótanos de alguna jefatura policial
comprometida directamente con la represión clandestina. Aunque
quienes quedaban privados de su libertad en el circuito de detención
del servicio penitenciario tenían mayores posibilidades de sobrevivir
que aquellos que eran llevados a un ccd10, los distintos espacios de
encierro reproducían la ilegalidad de los chupaderos11.
Durante 1976 se definieron nuevos procedimientos de segrega-
ción y aislamiento respecto de los presos comunes, y entre varones y
mujeres que eran presos políticos. De hecho, el régimen asumió una
primera división por género, determinando que la Unidad Penitenciaria
9 Ver <www.nuncamas.org>.
10 Esto fue así a excepción del recurso que utilizó el poder militar a través de la tan
mentada “ley de fugas”. Bajo esta figura se provocaron diversas masacres que com-
prometieron la vida de varones y mujeres por igual. Este es el caso de la Unidad
Penitenciaria Nº 1 de Córdoba, Margarita Belén en Formosa, el paraje Las Palomitas
en Salta o el penal de Villa Gorriti en Jujuy. La investigación que realiza la Comisión
Nacional por la Desaparición de Personas (conadep), y que se encuentra en estado
permanente de actualización, ha registrado 157 personas que perdieron su vida en
estas condiciones, así como otras 20 asesinadas luego de que autoridades judiciales
intervinientes decidieran su puesta en libertad, subrayando, una vez más, que la
represión clandestina y la legalizada tuvieron variados vasos comunicantes.
11 Eufemismo utilizado por las fuerzas represivas para denominar a los ccd.
94
Débora D’Antonio
95
De minifaldas, militancias y revoluciones
96
Débora D’Antonio
97
De minifaldas, militancias y revoluciones
98
Débora D’Antonio
14 Este reglamento tuvo como fin dividir y enfrentar a los presos y presas. En la cár-
cel de Villa Devoto se utilizó de modo experimental, según el siguiente criterio:
“quien manifestara por escrito esta abjuración era recuperable”, dejando de ser de
“máxima peligrosidad”, pudiendo “ser trasladada, segregada e indagada por el
psiquiatra y/o la psicóloga a condiciones de mejoría de vida carcelaria y registran-
do su ubicación como posible de ser liberada en una lista del Poder Ejecutivo
Nacional” (Clara, 1998).
15 En la Escuela de Mecánica de la Armada (esma) –uno de los ccd dependientes de la
Marina y el más emblemático del accionar criminal del Estado– se creó una catego-
ría de apresados forzada a trabajar como mano de obra esclava en diversas tareas.
Asimismo, un puñado de personas fueron convertidas en colaboradores durante la
tortura, quienes posteriormente terminaron como empleados de la Armada.
99
De minifaldas, militancias y revoluciones
la muerte, la tortura, y las que abandonaban a sus bebés, así como los
deberes y responsabilidades como madres (Clara, 1998).
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
El presidio para las mujeres tenía como objetivo actuar como una
instancia punitiva, pero también como fuente de adoctrinamiento y
ortopedia de las prácticas en las que ellas no debían incurrir en térmi-
nos de género. Cuestionar la autonomía natural del cuerpo y sus atribu-
tos socialmente asignados las acorralaba y castigaba doblemente, tanto
por su racionalidad política como por el renunciamiento a su natural
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
condición femenina.
También a los varones se pretendió dominarlos mediante cues-
tiones sexuales, ya que se buscó quitarles su virilidad por medio del
atenazamiento del cuerpo. Se sancionaba su uso con variados casti-
gos, como la prohibición de hacer gimnasia, la provisión de una ali-
mentación deficitaria y la negación del ejercicio de cualquier tipo de
sexualidad para acallar todo contacto humano. Esta penalización de la
condición de género y de la sexualidad fue utilizada como una estrate-
gia de feminización para ultrajarlos y humillarlos y colocarlos así en
posición de víctimas y no de adversarios políticos, a fin de redoblar los
efectos deshumanizantes, despersonalizantes y destructivos de la
estrategia correccional.
Tanto en el caso de varones como en el de mujeres, la violencia
sexual y de género se enlazó de modo profundo con la violencia políti-
ca, materializándose juntas en los cuerpos en situación de encierro. En
este sentido, las torturas en los presidios tuvieron como objetivo degra-
dar la subjetividad a través de la carne, operando en las zonas erógenas
como espacios privilegiados para los carceleros. El relato de uno de los
presos así lo indica:
Nos tenían desnudos, de espaldas sobre los pasillos, prohibién-
donos mirarnos, y se nos preguntaba sobre la actividad que desa-
rrollábamos afuera, sindicatos, partidos políticos, etc. Nos gol-
peaban con bastones de goma, con núcleos de acero. Como
rúbrica, elegían uno al azar y le daban sesiones más prolongadas
de golpes, hematomas en los genitales.
La golpiza era una tortura que tenía como objetivo quebrar física y
moralmente al militante, con el fin de convertir a los presos “en seres
atemorizados, recelosos y dóciles por efecto del terror”16.
Naturalmente, todos los espacios de reclusión son un terreno
apto para fingir obediencia y simular conductas, tanto sea para prote-
gerse como para atenuar el poder represivo. Se finge ante la observancia
16 Estos dos testimonios fueron extractadas de las entrevistas a ex presos (ver el sitio
<www.pparg.org> último acceso: diciembre de 2008).
100
Débora D’Antonio
Figuras de la resistencia
No es sencillo transponer y comparar cómo fueron experimentadas las
formas de oposición a la vida carcelaria, pues variaron según la historia
de cada uno de los penales, según las formas que adquirió el vínculo
entre el poder militar y el penitenciario y, sobre todo, según los cambios
de la coyuntura política local. Sin embargo, a pesar del alto grado de
heterogeneidad (dirigentes gremiales y políticos, guerrilleros, familia-
res, abogados defensores de detenidos políticos, varones y mujeres,
jóvenes y ancianos, etc.), la población carcelaria fue homogeneizada,
como ya dijimos, por leyes, decretos y prerrogativas represivas, por la
concentración en establecimientos seguros y, lógicamente, por el clima
político de época que disponía para todos un clima similar.
Lo que les permitió a los presos y presas políticos ir más allá de la
simple supervivencia fue la organización metódica interna que facilitó
coordinar productivamente el tiempo carcelario. A la planificación del
desgaste, la despolitización y la desubjetivación que inducía el poder
penitenciario, se le oponían una organización rigurosa y puentes de
comunicación que permitieron tender una red que se rearmaba conti-
nuamente. Esta organización se sostuvo en la actividad discutida y
planificada de los presos por barrio, que en la jerga carcelaria aludía a
un conjunto reducido de celdas. Estas a la vez construían lazos con
otros barrios de otros pisos u otros pabellones. Sobre esta base, el pre-
sidio funcionó durante este período como una escuela clandestina de
distribución de bienes culturales. En ella se ofrecían cursos de alfabe-
tización, de historia o de política y, en todas las instancias, se retrans-
mitían los conocimientos. La organización se aplicaba a todas las
actividades, lo que permitía definir de forma cuidadosa, planeada y
rotativa quién limpiaba, quién cocinaba, quién conseguía medicamen-
tos para los enfermos, etcétera.
La cárcel también fue un espacio de experimentación y de puesta
en práctica de una cantidad de conocimientos sofisticados, adquiridos
previamente, y que intentaban menguar las durezas de la vida en el
encierro. De esta forma, con escasos materiales, los presos y presas
políticos hicieron surgir con su trabajo cotidiano cientos de esculturi-
llas, artefactos de ingeniería electrónica como por ejemplo radios que
no necesitaban fuente de energía externa, submarinos para indagar el
101
De minifaldas, militancias y revoluciones
102
Débora D’Antonio
103
De minifaldas, militancias y revoluciones
104
Débora D’Antonio
A modo de cierre
Si bien la cárcel de la etapa dictatorial practicó un régimen despiadado,
la mayoría de los testimonios señalan que a partir del golpe de Estado
comenzó el final de una espantosa secuencia (Beguán et al., 2006). De
105
De minifaldas, militancias y revoluciones
106
Débora D’Antonio
107
De minifaldas, militancias y revoluciones
Bibliografía
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Abrile, Héctor et al. 2003 Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex
presos políticos de Coronda, 1974-1979 (Santa Fe: El Periscopio).
Antognazzi, Irma 1988 “La vida adentro de las cárceles durante la dictadura
militar del 76” en Razón y Revolución (Buenos Aires) Nº 4.
Beguán, Viviana et al. 2006 Nosotras, presas políticas. Obra colectiva de 112
prisioneras políticas entre 1974 y 1983 (Buenos Aires: Nuestra América).
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
108