Professional Documents
Culture Documents
Al tiempo, se ratificó como jefe militar de la plaza al coronel Pedro Mena, venezolano
como Flores, sin cuyo respaldo la sublevación no habría tenido éxito. Capturó a la
oficialidad leal al régimen despachándola al exilio a Paita, pero al comandante José
Maria Urbina, edecán presidencial, extrañamente le permitió viajar a Quito. Desde
entonces se dudaría de su fidelidad a la causa.Después se conocería de una carta de
17 de octubre dirigida por el presidente a Mena en la que se muestra indulgente con su
proceder: “…Pero repito que estoy en la persuasión que Usted ha obrado conforme a
las circunstancias para obtener después el resultado que se ha propuesto; es decir,
prender a los facciosos, enemigos del orden y las leyes”.
Desde el inicio Rocafuerte tuvo problemas con él; primero por el apremio de recursos
para cumplir tareas de inteligencia en las vecindades de la ciudad; luego ante la
exigencia de que si en tres horas no se ponía a bordo de la fragata “Colombia”, surta en
el río Guayas, 30.000 raciones de carne, de galleta, arroz y fréjoles, el ejército se vería
obligado a tomarlas a viva fuerza de la población.
Aunque había perdido la ciudad, todavía controlaba los medios de guerra marítima; una
fragata de 64 cañones, seis goletas armadas y cinco lanchas cañoneras, con un ejército
de 600 efectivos.Dos días después, resolvió dirigirse aguas abajo hasta Puná para
imponer un bloqueo naval al puerto. Muchos de sus partidarios desaconsejaron la
medida porque significaría perder el apoyo popular. Sin embargo, mantuvo firme la
decisión; su estrategia era la de prolongar la lucha armada exponiendo a Flores a un
proceso de desgaste que se tornaría crítico al perder apoyo al interior del país.
El venezolano controlaba casi todo el Ecuador, con excepción de poblaciones del centro
y norte de la costa, así como la entrada al Golfo de Guayaquil; pero era suficiente para
mantenerlo en jaque. Con apenas dos goletas y un bergantín, le resultaba imposible
romper el bloqueo que, por lo demás, suponía privar al Estado de su principal fuente de
rentas: las aduanas.Desde su improvisada sede administrativa en la isla, Rocafuerte en
cumplimiento de normas del derecho internacional procedió a notificar la medida
impuesta a los gobiernos de los países amigos así como a las flotas de Inglaterra,
Francia y Estados Unidos que surcaban el Pacífico sudamericano para garantizar el
comercio y proteger el interés de los suyos.
A principios de enero de 1834, resolvió viajar a Lima para gestionar suministros que
permitan mantener el esfuerzo bélico. Mientras, había iniciado en la extensa zona del
Golfo una sucesión de combates y escaramuzas tanto marítimas como terrestres.
Los dos adversarios que se habían enzarzado en una lucha sin cuartel durante ocho
meses afianzaron una tregua hasta la conclusión del mandato constitucional del general
Flores, el 10 de septiembre. Además firmaron una capitulación el 19 de julio que
convenía una amnistía general a todos los partícipes de la revolución, al tiempo de
acordar la convocatoria a un congreso extraordinario que se encargaría de establecer
las bases para una subsecuente Convención Nacional. Además, vía decreto, se nombró
a Rocafuerte Jefe Superior del Departamento mientras se perfeccionaba este
documento de “paz, unión, concordia sincera entre todos los ecuatorianos”.
Monteverde Granados, Carlos, Calm. (SP), Historia Marítima del Ecuador, tomo
VI: La Gran Colombia 1828-1830, La República 1830-1840. Guayaquil, Ecuador,
Inhima, 1997, Imprenta Naval, pág. 244.