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Hasta ahora, las críticas a la nueva regulación en materia de justicia militar se han
circunscrito a la Ley 28665, de organización, funciones y competencia de la
jurisdicción especializada en el ámbito penal militar policial. Por lo mismo, también
las acciones e iniciativas legales del Colegio de Abogados de Lima, Fiscalía de la
Nación, Poder Judicial, Consejo Nacional de la Magistratura, Defensoría del
Pueblo y la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
han sido emprendidas en torno a ella.
Por cierto, con base en la idea de que las condiciones y reglas generales de
punición son las mismas para todo tipo de delito, independientemente de sus
particularidades, nosotros insistimos en que la descripción de las conductas típicas
debe reunirse en un solo cuerpo normativo y debe unificarse el catálogo de penas;
y que, por lo mismo, el nuevo diseño de los contados delitos de función no importa
la existencia de un código penal militar, pues resulta suficiente y conveniente para
un Estado de Derecho que aquellos pocos ilícitos sean incorporados al código
penal común.
Pero, claro está que dicha labor deberá ser desarrollada en evidente e irrestricto
respeto tanto de los Derechos Fundamentales, como de la Supremacía Normativa
de la Carta Política.
Por su parte, la Ley de Organización y Funciones del Fuero Militar Policial, Ley Nº
29182, señala que los Delitos de Función son de naturaleza y carácter Militar
Policial, y son a su vez tipificados en el Código Penal Militar Policial, siendo
imputables únicamente, a Militares y Policías en Situación de Actividad. Por lo
tanto, concluye que tanto el Fuero Militar Policial como el Código Penal Militar
Policial no alcanzan a ciudadanos civiles.
“[...] El delito de función se presenta cuando la conducta del Militar o del Policía en
actividad pone en riesgo o atenta contra la actuación de las Fuerzas Armadas y de
la Policía Nacional del Perú, en el cumplimiento de sus funciones constitucionales.
[...] Sobre la base de esta concepción de los Delitos de Función, en estricta relación
con los Principios de Legalidad y Tipificación por el Código Penal Militar Policial,
solamente podrían ser considerados copulativamente como tales:
a) los relacionados directamente con el ámbito funcional Militar o Policial;
b) los que afectan bienes jurídicos estrictamente castrenses, y
c) los que reconocen un nexo causal entre los delitos cometidos en el ámbito
castrense y la función encomendada al sujeto activo militar.
El delito de función no protege un interés militar o policial del Estado como tal. Se
trata de un delito por el que se incumple un deber y solo puede ser cometido por
quien ostenta una posición determinada, derivada del ámbito estrictamente militar
o policial.
Cuando la infracción o delito es cometido por cualquier ciudadano ajeno a las
Fuerzas Armadas o la Policía Nacional, no se trata de un delito de función ya que
el deber sólo es propio de quien pertenece a cualquiera de estas instituciones”.
En este orden de ideas, tenemos que el Delito de Función presenta una doble
condición subjetiva y objetiva. Es subjetiva, pues se trata de un sujeto activo, Militar
o Policial, que comete un delito de función Militar o Policial (es decir, hechos que
real y estrictamente dañan a la Organización castrense o Policial), no resultando
posible extender la competencia a casos con sujetos civiles o con delitos comunes;
y es objetiva, por cuanto resulta de hechos en los que se quebranta un deber
inherente a la profesión Militar o Policial que importa lesiones o la puesta en peligro
de bienes jurídicos estrictamente castrenses en la medida en que ello pueda
afectar la defensa nacional u otras funciones asignadas por la Constitución a las
Fuerzas Armadas.
1) Sea Militar o Policía que haya infringido un deber que le corresponda en cuanto
tal; es decir, que se trate de la infracción de una obligación funcional, por la cual el
efectivo estaba constreñido a mantener, o a realizar, o no realizar, un
1[1] Publicada en la Página Web del Tribunal Constitucional (www.tc.gob.pe) con fecha 21 de mayo del 2007.
2[2] Publicada en la Página Web del Tribunal Constitucional (www.tc.gob.pe) con fecha 22 de junio del 2005.
comportamiento a favor de la satisfacción de un interés considerado
institucionalmente como valioso por la ley; además, la forma y modo de su comisión
debe ser incompatible con los principios y valores consagrados en el texto
fundamental de la República (Deber Militar Policial).
2) Con la infracción del Deber Militar Policial, el autor haya lesionado un bien
jurídico Militar Policial que comprometa las funciones constitucionales y legalmente
asignadas a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional.
Cordialmente,
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1. INTRODUCCIÓN
Asimismo, este estudio comparativo viene precedido por nuestra toma de postura
sobre el concepto y contenido del derecho a la presunción de inocencia, que nos
permitirá luego relacionarlo con otros derechos constitucionales. Finalmente, y
como excurso del presente trabajo, se realizará una reflexión en torno a las
decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos referidas a la materia
que nos ocupa.
Esta situación conllevó que, en los textos adjetivos tanto a nivel federal como de
las entidades federales, se exija al Ministerio Público que, para ejercer la acción
penal, haya acreditado “plenamente” la existencia del cuerpo del delito -que
vendría ser los elementos del tipo penal-, así como la responsabilidad del imputado
o indiciado.14
Y esta acreditación plena tenía como marco la Constitución Federal de los Estados
Unidos Mexicanos, que en varios de sus articulados establecía la acreditación del
cuerpo del delito y la responsabilidad del indiciado -así, por ejemplo, lo establecía
el artículo 16° constitucional en torno a los requisitos para que el Juez expida orden
de aprehensión-.
Es decir, aun antes del dictado de una sentencia firme, el Ministerio Público y el
Juez, realizaban sus actos procesales a sabiendas que el ilícito penal, materia de
proceso, ya estaba acreditado, así como la responsabilidad del imputado. En
efecto, solamente con la presencia de actos o diligencias de investigación, y por
imperio de la ley, ya se prejuzgaba la comisión de un delito y la responsabilidad del
indiciado.
Frente a ello, las entidades federativas lo que han optado es por legislar, en sus
constituciones, aquellas figuras no contempladas en la federal pero que no se la
oponen, así como, desarrollar o dotarle de un mayor contenido a aquellas que si
están reguladas en la Constitución Federal.
(2) Antes el imputado sólo podía ofrecer como testigos a favor a aquellos presentes
en el momento que se produjeron los hechos. Aquí también se ve un debilitamiento
tanto a la presunción de inocencia del imputado como al ejercicio de su derecho
de defensa, al limitársele sus órganos de prueba a los denominados: testigos
presenciales, no permitiéndosele presentar otro tipo de testigos (como los
referenciales o de oídas, válidos en la mayoría de sistemas de justicia penal). Sin
embargo, a raíz de la reforma constitucional al artículo 20, literal B), Fracción IV), 23
se ha eliminado la exigencia que las personas cuyo testimonio se solicite deben
haber estado en el lugar de los hechos. Esta eliminación es correcta, porque, como
se indicó, el testigo no solamente es aquel que ha visto o percibido por sus sentidos
los hechos materia de proceso, sino también el que ha tenido conocimiento del
mismo a pesar que no lo ha presencia; es el caso del testigo de oídas o referencial.
(3) El anterior artículo 20°, literal b), fracción VIII) de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos permitía que el imputado se defendiese a través de una
“persona de confianza”, que con frecuencia era un “coyote” o litigante sin licencia,
que propiciaba la corrupción. Ahora, con la reforma constitucional el imputado tiene
derecho a una defensa adecuada por abogado, al cual elegirá libremente incluso
desde el momento de su detención;24 mejorándose, de esta manera, la calidad de
la defensa técnica que a la postre guarda relación con el derecho a la presunción
de inocencia.
Por otro lado, y en lo que respecta al Perú, en sus dos últimas constituciones se
ha mencionado el derecho a la presunción de inocencia. 25
En ese sentido, el artículo 2o, inciso 20), letra F) de la Constitución Política del Perú
de 1979, establecía que: “Toda persona es considerada inocente mientras no se
haya declarado judicialmente su responsabilidad”. Idéntico texto lo encontramos
en la vigente Constitución de 1993, en su artículo 2o, inciso 24, letra E).
Además, el Perú, por presentar una data legislativa mayor que México, los códigos
de procedimientos penales que han estado vigentes durante las constituciones de
1979 y 1993, han regulado el derecho a la presunción de inocencia. 27 México recién
está en un procedo de adecuación de los códigos de procedimientos penales de
las entidades federativas al nuevo marco constitucional, producto de la reforma del
19 de Junio del 2008.
Sin embargo, en la actualidad, en ambos países y por imperio Constitucional, toda
persona debe ser considerada inocente desde el primer momento que ingresa al
foco de atención de las normas procesales, debiendo conservar su estado natural
de libertad, con algunas restricciones propias de la investigación, hasta que
mediante una sentencia se declare su culpabilidad.
En lo que respecta a México, se indicó que, a pesar que la recepción legislativa del
derecho a la presunción de inocencia es reciente, ello no ha sido impedimento
alguno para que él mismo presente un desarrollo jurisprudencial.
Asimismo, las decisiones que emite la Suprema Corte se clasifican en dos: a) tesis
aislada y, b) jurisprudencia; siendo esta última la que detenta carácter vinculante;
es decir, el de ser un precedente de obligatoria observancia, hasta que, se
interrumpa su vigencia o sea modificada por una nueva; en ambos caso, por la
Suprema Corte.
“Si bien es cierto que el principio de presunción de inocencia implica que no puede
sancionarse a una persona hasta en tanto se desahoguen las pruebas
conducentes que demuestren su culpabilidad, también lo es que no opera
tratándose del aseguramiento momentáneo a que se refiere el artículo 55 de la Ley
de Cultura Cívica del Distrito Federal, en términos del cual el policía en servicio
debe detener y presentar a la persona ante el Juez cuando sea informado de la
comisión de una infracción inmediatamente después de que hubiese sido realizada
o se encuentre en poder del presunto infractor el objeto o instrumento, huellas o
indicios que hagan presumir fundadamente su participación en la infracción, siendo
hasta el inicio del procedimiento correspondiente cuando surge el deber de
respetar el principio señalado, ya que antes sólo se está frente a un acto policial
que atiende a una necesidad y urgencia, pero que no se traduce en una
declaratoria de culpabilidad del probable infractor. Además, conforme al artículo 55
aludido, el policía en servicio debe detener y presentar al probable infractor
inmediatamente ante la autoridad competente, de tal suerte que la detención no
queda al solo arbitrio del policía, pues se exige que esté en servicio y que se
actualicen los supuestos de la norma para que proceda el aseguramiento como
medida preventiva”.29
Como se puede apreciar esta jurisprudencia, en cierta forma, aborda la relación
entre el derecho a la presunción de inocencia y la detención policial. En ese orden
de ideas, resuelve el dilema amparándose al acto policial que atiende a una
necesidad y urgencia, pero que no se traduce en una declaratoria de culpabilidad
del probable infractor. Por otro lado, las razones de necesidad y urgencia no son
otras que las situaciones de flagrancia delictiva, la orden judicial de aprehensión o
bien la orden del Ministerio Público sometida, posteriormente, a un juicio de
convalidación por parte del juzgador.
“La circunstancia de que determinados principios como los de debido proceso legal
y presunción de inocencia no sólo estén consagrados en la Constitución Federal,
sino también en tratados internacionales, no significa que no pueda justificarse una
sentencia de condena o que todo acto de autoridad que afecte los intereses del
procesado, como su libertad, trastoquen dichos principios. Por el contrario, lo que
en ellos se establece es la condicionante de que dicha afectación al quejoso, en
su caso, se vea justificada por la constatación de haberse observado o cumplido
los requisitos que la propia ley contempla para que esa afectación quede
enmarcada dentro de la legalidad en aras del interés público que es inherente al
proceso penal y, en general, a la persecución de los delitos. Luego, si se obtiene
que el sentido del fallo se justifica por haberse cumplido los requisitos legales
exigidos por el caso y con base en la normatividad aplicable, resulta obvio que no
se transgreden los principios aludidos y consagrados en la Constitución ni, por
ende, los posibles tratados que igualmente los reconocieran”.30
Para, Sentís Melendo, la palabra prueba deriva del término latin probatio o
probations, que a su vez procede del vocablo probus que significa: bueno, por tanto
lo que resulta probado es bueno y se ajusta a la realidad; de lo que se infiere, que
probar consiste en verificar o demostrar la autenticidad de una cosa.37
2. Los actos de investigación se realizan antes del juicio oral; en cambio, los actos
de prueba tienen como escenario de realización y valoración la fase de
juzgamiento, salvo las excepciones de prueba anticipada y prueba pre-constituida.
4. Los actos de investigación sustentan las decisiones del Fiscal (si formula
acusación o requiere el sobreseimiento); en cambio, los actos de prueba sustentan
las decisiones del Juez (condena o absolución).
El juicio oral, por tanto, en un modelo acusatorio admite como prueba todo medio
apto para producir fe, con tal que cumpla con los requisitos generales de la prueba
(pertinencia, relevancia, licitud, etc.), teniendo el juzgador libertad para la
respectiva valoración probatoria (por lo que, lo que antes eran cuestiones de
admisibilidad -ejemplo la parcialidad del testigo- ahora se tornan en cuestiones de
credibilidad), cristalizados en la fundamentación (idónea y adecuada) de la
sentencia.
Sin embargo, una de las situaciones que afecta con mayor frecuencia la presunción
de inocencia es la prolongación excesiva de la detención preventiva. Al respecto,
la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que esta situación,
además de lesionar el derecho a la libertad personal, transgrede también el
derecho a la presunción de inocencia, del cual goza toda persona que se encuentre
involucrada en un proceso de investigación penal.41
De igual modo en el artículo 7 del Pacto de San José de Costa Rica, cuando
dispone que “1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personal.
2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las
condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados
Partes o por las leyes dictadas conforme a ella. 3. Nadie puede ser sometido a
detención o encarcelamiento arbitrarios”.52
Conviene precisar, que en doctrina, se sostiene que la libertad individual tiene una
dimensión más amplia que la libertad personal. Así, Alzaga concibe la libertad
personal como un principio que tiene su desarrollo constitucional en otros
preceptos de la misma, con lo cual se amplía el contenido hasta lo que la doctrina
francesa denomina libertad física, comprensiva de la libertad individual en un
sentido estricto, la circulación y el derecho a la intimidad.56
Ahora bien, en la praxis judicial se están dando casos, algunos incluso legitimados
por las normas penales, por los cuales al atentar contra la presunción de inocencia,
también vulneran el derecho al honor en su doble proyección.
Frente a ello, el artículo II, numeral 2) del Código Procesal Penal peruano del 2004,
ha señalado que: “Hasta antes de la sentencia firme, ningún funcionario o autoridad
pública puede presentar a una persona como culpable o brindar información en tal
sentido”. Sin embargo, pese a esta prudente prohibición, el artículo 70° del citado
cuerpo de leyes ha indicado que: “La Policía podrá informar a los medios de
comunicación social acerca de la identidad de los imputados. Cuando se trate de
la víctima, testigos, o de otras personas que se encontraren o pudieren resultar
vinculadas a la investigación de un hecho punible requerirá la previa autorización
del Fiscal”.
a) Aquellos que sean instrumento, objeto o producto del delito, aun cuando no se
haya dictado la sentencia que determine la responsabilidad penal, pero existan
elementos suficientes para determinar que el hecho ilícito sucedió.
b) Aquellos que no sean instrumento, objeto o producto del delito, pero que hayan
sido utilizados o destinados a ocultar o mezclar bienes producto del delito, siempre
y cuando se reúnan los extremos del inciso anterior.
c) Aquellos que estén siendo utilizados para la comisión de delitos por un tercero,
si su dueño tuvo conocimiento de ello y no lo notificó a la autoridad o hizo algo para
impedirlo.
III. Toda persona que se considere afectada podrá interponer los recursos
respectivos para demostrar la procedencia lícita de los bienes y su actuación de
buena fe, así como que estaba impedida para conocer la utilización ilícita de sus
bienes.
Con ello no se quiere decir que estamos en contra de mecanismos que incidan
contra los bienes de fuente ilícita, sino que, deben de darse en el marco de respeto
a los derechos constitucionales antes referidos, con un debate público donde se
analicen tanto argumentos de corte políticos como jurídicos, con participación
obligatoria y necesaria de los organismos de control constitucional (Corte
Constitucional o Tribunal Constitucional o Corte Suprema, según fuese el caso).
5. CONCLUSIONES
Notas:
2 Cita de Manuela Carmena. Ver: Varona Martínez, Gerna (1998): La mediación
reparadora como estrategia de control social: una perspectiva criminológica
(Comares, Granada), p. 180.
3 Por ejemplo, en el caso peruano, se tiene el reconocimiento al denominado
derecho constitucional a la verdad, a raíz de la sentencia dictada por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Castillo Páez vs. Perú.
4 Además cuenta con un solo poder legislativo que legisla para todo el país; un
poder judicial, que aplica el derecho vigente a todo el territorio del Estado y que en
su seno se establece una Corte Suprema de Justicia, la cual tiene jurisdicción a
nivel nacional, un solo poder ejecutivo.
5 Sobre el “federalismo mexicano”, consúltese los siguientes textos: Cárdenas
García, Jaime (2004): México: A la luz de los modelos federales (Boletín Mexicano
de Derecho Comparado, N° 110, México D.F.), pp. 479-510. Carmagnani, Marcello
(1993): Federalismos Latinoamericanos (Fondo de Cultura Económica, México
D.F.), pp. 135-137.
6 La expresión “estado de inocencia” es empleada por Gozaine, quien señala que
le parece difícil explicar que una persona se presuma inocente cuando se le tiene
anticipadamente por culpable (por ejemplo, cuando se le dicta el procesamiento -
que es un juicio de probabilidad incriminante-) aplicándole una medida cautelar
como la prisión preventiva, pareciéndole una contradicción, Cfr. GozaIni, Osvaldo
Alfredo (1999): Derecho procesal constitucional (Belgrano, Buenos Aires), p. 227.
7 Lucchini, Luigi (1995): Elemento diprocedura pénale (Barbera, Florencia), p. 15.
8 Ferrajoli, Luigi (2001): Derecho y razón (5a edición, Trotta, Madrid), p. 551.
66 Aunque ello no signifique que el derecho a un juicio previo sí pueda ser alegado
en nuestro sistema debido, entre otros argumentos, que el mismo está plasmado
en tratados internacionales que México ha suscrito y, por ende, forma parte de
nuestro Derecho. Así, tenemos: Declaración Universal de los Derechos Humanos
(artículo 10); Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos (artículo 14.1);
y la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos (artículo 7.5).
67 La etapa se ha conocido bajo diferentes denominaciones, las que destacan
alguna característica de la misma; así se ha hablado de “plenario”, atendiendo a
que tanto las partes como el órgano jurisdiccional actúan en la plenitud de sus
facultades; de “debate” o “discusión”, destacando la mecánica eminentemente
contradictoria, y de “juicio”, nombre que se ha impuesto y que deriva tanto de
“juzgamiento” como de la circunstancia de que toda la actividad conduce, en
definitiva, a la afirmación de reproche o absolución respecto de lo imputado.
68 Bustamante Alarcón, Reynaldo (2005): Derecho a no ser sancionado o
afectado sin previo proceso o procedimiento (La Constitución Comentada, Tomo
II, Gaceta Jurídica, Lima), p. 546.
69 Publicado, el 29 de julio del 2004 a través del Decreto Legislativo 957.
70 En el ámbito de la legislación comparada, encontramos este derecho en los
siguientes textos procesales: Código de Procedimientos Penales de Bolivia (1999):
Artículo 1. “Nadie será condenado a sanción alguna si no es por sentencia
ejecutoriada, dictada luego de haber sido oído previamente enjuicio oral y público,
celebrado conforme a la Constitución, las Convenciones y Tratados internacionales
vigentes y este Código”.
Código Procesal Penal de Paraguay (1998): Artículo 1. “Nadie podrá ser
condenado sin un juicio previo, fundado en una ley anterior al hecho del proceso,
realizado conforme a los derechos y garantías establecidos en la Constitución, el
Derecho Internacional vigente y a las normas de este código. En el procedimiento
se observarán especialmente los principios de oralidad, publicidad, inmediatez,
contradicción, economía y concentración, en la forma en que este código
determina”.
Código Orgánico Procesal Penal de Venezuela (2006): Artículo 1 (Título
Preliminar). “Nadie podrá ser condenado sin un juicio previo, oral y público,
realizado sin dilaciones indebidas, ante un juez o tribunal imparcial, conforme a las
disposiciones de este Código y con salvaguarda de todos los derechos y garantías
del debido proceso, consagrados en la Constitución de la República, las leyes, los
tratados, convenios y acuerdos internacionales suscritos por la República”.
71 Amparo penal directo 803/50. Por acuerdo de la Primera Sala, de fecha 8 de
junio de 1953, no se menciona el nombre del promovente. 24 de junio de 1953.
Mayoría de tres votos. Ausente: Luis G. Corona. Disidente: José Castro Estrada.
Ponente: Teófilo Olea y Leyva.
72 CIDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, sentencia de 2 de julio de 2004,
Serie C N° 107, párrafo 154.
73 CIDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, párrafo 153. Caso Cantoral
Benavides, sentencia de 18 de agosto de 2000, Serie C N° 69, párrafo 120.
74 Nogueira Alcalá, Humberto. Ob. cit, p. 239.
75 Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Lori Berenson vs. Perú.
Serie C N° 119. Sentencia de 24 de noviembre de 2004, párrafo 159.
76 Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Lori Berenson vs. Perú,
párrafo 160.
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Baytelman, Andrés & Duce, Mauricio. Litigación penal, juicio oral y prueba, Fondo
de Cultura Económica, México D.F., 2005. [ Links ]
Cárdenas García, Jaime. “México: A la luz de los modelos federales”, en: Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, N° 110, México D.F., México,
2004. [ Links ]
Cárdenas Ruiz, Marco Antonio. “La presunción de inocencia”, En: Estafeta Jurídica
Virtual, Disponible en: www.amag.edu.pe [03/08/08] [ Links ]
Carmagnani, Marcello. Federalismos latinoamericanos, Fondo de Cultura
Económica, México D.F., 1993. [ Links ]
Castillo Córdoba, Luis. Habeas corpus, amparo y habeas data, ARA Editores, Lima,
2004. [ Links ]
Claría Olmedo, Jorge. Tratado de derecho procesal penal, Tomo I, Editorial Ediar
S.A., Buenos Aires, 1960. [ Links ]
Romero Felipa, Ana María. “Los principios constitucionales de in dubio pro reo y
presunción de inocencia”, en: Estafeta Jurídica Virtual, disponible en:
www.amag.edu.pe [03/08/08]. [ Links ]
RESUMEN:
La razón de ser del Derecho a la Presunción de Inocencia es la seguridad jurídica
y la necesidad de garantizarle a todo acusado que no será condenado sin que
existan pruebas suficientes que destruyan tal presunción y demuestren su
culpabilidad mediante una sentencia condenatoria en su contra. El presunción de
inocencia se confunde en ocasiones con el principio in dubio pro reo. La primera
opera en todos los procesos, considerándose inocente al procesado mientras no
exista medio de prueba convincente que demuestre lo contrario. Luego de
practicadas las pruebas, la segunda actúa como elemento de valoración
probatoria, puesto que en los casos donde surja duda razonable, debe absolverse.
A través de la carga de la prueba se quiere resolver las dificultades probatorias.
Uno de los extremos que deben cumplirse, para no violar la presunción de
inocencia, consiste en que la verdad iuris tantum sólo puede desvirtuarse por una
prueba de cargo, aportada por la parte acusadora. Dicha prueba debe ser
suficiente para excluir la presunción de que goza el inculpado durante todo el
proceso penal; de manera que, concatenada con otros indicios, determine la
culpabilidad del sujeto.
PALABRAS CLAVES: Derecho, presunción, Inocencia, acusado, y pruebas.
INTRODUCCIÓN
Según Manzini Vizenzo 1 la presunción de inocencia establece la calidad jurídica
de no culpable penalmente, es inherente a la persona. Su pérdida debe ser
acreditada con elementos empíricos y argumentos racionales, por los órganos que
ejercen la función represiva del Estado, cuando un individuo lesiona o pone en
peligro los bienes jurídicos que la sociedad estima valiosos, dignos de protección
por la potestad punitiva de aquel.
La presunción de inocencia, según Binder2 significa que nadie tiene que construir
su inocencia; que sólo una sentencia declarará esa culpabilidad jurídicamente
construida que implica la adquisición de un grado de certeza. Presupone además,
que nadie puede ser tratado como culpable, mientras no exista una declaración
judicial, es decir, que toda persona se considera inocente hasta que no sea
reconocida como responsable del ilícito penal, mediante una decisión que es
adoptada por el órgano competente para ello; y que no puede haber ficciones de
culpabilidad ya que la sentencia absolverá o condenará.
Mientras tanto, el concepto de estado de inocencia, Nogueira Alcalá3 lo desarrolla
como un principio informador del procedimiento penal. Le da una nueva
perspectiva a partir de dos presupuestos que son inherentes a todo sistema
procesal penal. El primero es el de la carga y valoración de la prueba, elementos
necesarios para formar la convicción del juzgador. El segundo es el de la sentencia
fundada o motivada, que le exige contar con razonamientos o consideraciones, en
torno al establecimiento de los hechos por los medios de pruebas existentes en el
proceso como la invocación de la aplicación al caso de las normas decisoria de la
litis.
La presunción de inocencia para el aludido autor constituye una referencia central
en la información del desarrollo del proceso, que permite resolver las dudas que
se presentan en su curso y reducir las injerencias desproporcionadas. De
conformidad con este criterio, los actos procesales y el proceso en su conjunto
adquiere un cariz diferente que depende si el inculpado se trata como si fuera
inocente como ocurre en el sistema acusatorio o si se le trata como si fuere
culpable como ocurre en el sistema inquisitivo.
Por su parte Martínez Remigio plantea que: “La presunción de inocencia extiende
su vigencia más allá de la fase del juicio oral, para gozar de virtualidad en el
momento de la investigación. Influye en el terreno valorativo, pero trasciende de
éste para encuadrarse en el aspecto objetivo de la prueba. Es un principio general
de directa aplicación por los órganos jurisdiccionales”. 4
También se manifiesta como postulado directamente referido al tratamiento del
imputado durante el proceso penal, conforme al cual habría de partirse de la idea
de que el inculpado es inocente y, por tanto, reducir al mínimo las medidas
restrictivas de derechos en el tratamiento del imputado durante el proceso. Otro
alcance que presenta es en el ámbito probatorio. Conforme a este, la prueba de la
culpabilidad del imputado debe ser suministrada por la acusación, imponiéndose
la absolución del inculpado si la responsabilidad penal no queda demostrada.
Por su parte, Cárdenas Rioseco señala que: “la presunción de inocencia es un
derecho subjetivo público, que se ha elevado a la categoría de derecho humano
fundamental que posee su eficacia en un doble plano: por una parte, opera en las
situaciones extraprocesales y constituye el derecho a recibir la consideración y el
trato de no autor o no partícipe en hechos de carácter delictivo o análogos a éstos;
por otro lado, el referido derecho opera fundamentalmente en el campo procesal,
con influjo decisivo en el régimen jurídico de la prueba”. 5
La referida afirmación parte de considerar que el derecho como ciencia, es una
creación humana, impuesta por la necesidad social de contener ciertas conductas
indeseables, y reconocer ciertos derechos naturales, anteriores a la formación del
estado, y que surgen con la persona misma.
La presunción de inocencia pertenece a los derechos fundamentales de la persona
y sobre ella se erige el proceso penal. Por ello, toda persona imputada, de acuerdo
con Velarde,6 debe reconocérsele el Derecho Subjetivo de ser considerado
inocente, permitiéndole conservar un estado de no autor en tanto no se expida una
resolución judicial firme. 7
Mientras, la presunción de inocencia, calificada por Oré 8 como un estado
jurídico,9 constituye un derecho fundamental reconocido constitucionalmente.
Lejos de ser un mero principio teórico de Derecho, representa una garantía
procesal insoslayable, que le otorga seguridad jurídica a la persona y le permite
ser considerada inocente durante todo el proceso.
Maier 10 afirma que las Garantías Procesales son las seguridades que se otorgan
para impedir que el goce efectivo de los derechos fundamentales sea conculcado
por el ejercicio del poder estatal, ya sea limitando ese poder o repeliendo el abuso.
Por ello, de acuerdo con Cubas Villanueva, 11 en el desarrollo del proceso penal
se invocan garantías procesales, principios y derechos para la administración de
justicia. Aunque no se encuentren expresamente estipulados por ley, basta su
vigencia en la Constitución de la nación, norma máxima que tiene primacía sobre
cualquier otra. Pueden invocarse además, normas contenidas en los tratados
internacionales sobre Derechos Humanos suscritos por el país.
Cualquiera que sea la concepción que se asuma en relación a la presunción de
inocencia, como principio, derecho o garantía, existe un elemento común en todas.
Este radica en que se ha de apreciar hasta tanto no se dicte un fallo condenatorio
basado en las pruebas practicadas. Por tanto, las pruebas constituyen el eslabón
fundamental del concepto de presunción, de ahí, que resulta importante establecer
los vínculos existentes entre ambos.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
1. “Desarrollo jurisprudencial del Derecho constitucional a la presunción de
inocencia”, Revista Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, año
XXXVIII, España, 1985.
2. Aguilar López, Miguel Ángel, La Presunción de Inocencia, Editorial Azteca,
México, 2006.
3. Alvarado Vargas, Eddie, “La declaración del imputado”, Revista
Jurisprudencia Crítica, Nº 3, San José, 1989.
10. Bustos Ramírez, Juan, Manual de Derecho Penal, Parte General, 3ra.
Edición, Editorial Ariel, Madrid, 1989.
15. Climent Durán, Carlos, La prueba penal, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia,
1999.
20. Ferrajoli, Luigi, Teoría del Garantismo Penal, Editorial Trota, Madrid, 1995.
1. Ley No. 5 de 1977, en su Libro VI, Título V, artículos del 420 al 434.
2. Maier, Julio, Derecho Procesal Penal Argentino, Editorial Hammurabi,
Buenos Aires, 1989.
29. Pacheco Gómez, Máximo, Los Derechos Humanos, 2da. Edición, Editorial
Jurídica, Santiago de Chile, 1987.
30. Presunción de Inocencia, Registro 186185, Red Jurídica de la Coordinación
General de Compilación y Sistematización de Tesis, tesis aislada P.
XXXV/2002, del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
localizable en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena
Época, t. XVI, Materias Constitucional y Penal, México, 2002.
31. Promulgado en la ciudad de México, el 23 de agosto de 1934, publicado en
la Gaceta Oficial del Distrito Federal.
9 Es un estado que solo puede ser invalidado mediante condena firme, y que
dentro del proceso pone límites a la actividad coercitiva. Considera al imputado
como un sujeto procesal con inviolable derecho a la defensa y lo libera de la carga
de la prueba. Idem.
10Maier, Julio, Derecho Procesal Penal Argentino, Editorial Hammurabi, Buenos
Aires, 1989, p. 54.
13La Ley del Talión disponía la justicia retributiva. Mediante esta la norma imponía
un castigo que se identificaba con el crimen cometido, por lo que no sólo se habla
de una pena equivalente, sino de una pena idéntica. La expresión más famosa de
la Ley del Talión es "ojo por ojo, diente por diente" aparecida en el
Éxodoveterotestamentario. Constituye el primer intento por establecer una
proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño producido en el castigo,
siendo así el primer límite a la venganza.
15 Ferrajoli, Luigi, Teoría del Garantismo Penal, Editorial Trota, Madrid, 1995, p.
550.
16 Las diez primeras tablas aparecieron en el año 451 antes de nuestra era y las
dos últimas en el 450. Vid. Fernández Bulté, Julio, op. cit., p. 266.
17 Se le llamó Corpus Juris Civile a partir del siglo XIII y fue una compilación de
cuatro cuerpos: Código, Digesto, Instituta y Novelas; llevada a cabo por Justiniano
luego de ascender el trono imperial de Roma el 1 de abril del 527. Vid. Fernández
Bulté, Julio, Idem, p. 309.
18Ibidem.
21Las Siete Partidas no recibió en un principio ese nombre sino que se conoció
como Libro de las Leyes o Fuero de las Leyes. La obra es algo más que un código,
por cuanto antes de presentar cada precepto hace la historia de este y ofrece la
actualización del debate doctrinal que se haya establecido sobre el asunto que se
regula. Se realizan desde el año 1256 a 1263, redactado en Castilla, durante el
reinado de Alfonso X (1252-1284). El libro se encuentra dividido en siete partes,
subdivididas en 182 títulos y 1479 leyes. Vid. Fernández Bulté, Julio, Historia
General del Estado y el Derecho, t. 2, La Habana, 2000, p. 30 - 31.
22 Vid. Idem.
23 Beccaria, César, De los Delitos y de las Penas, 2da Edición, Ediciones Jurídicas
Europa-América, Buenos Aires, 1974, p. 119.
25Vid. Pacheco Gómez, Máximo, Los Derechos Humanos, 2da. Edición, Editorial
Jurídica, Santiago de Chile, 1987, p. 51.
29 Vid. Bustos Ramírez, Juan, Manual de Derecho Penal, Parte General, 3ra.
Edición, Editorial Ariel, Madrid, 1989, p. 105.
39 Vid. artículo 1 del Código Procesal Penal argentino, Boletín Oficial de Argentina,
Buenos Aires, 1991.
51 Idem.
55Idem.
62Arranz Castillero, Julio A., en Colectivo de autores, Temas para el estudio del
Derecho Procesal Penal, II Parte, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, p. 125.
63Idem.
69Ley No. 5 de 1977, en su Libro VI, Título V, artículos del 420 al 434.