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En el balcón, un instante

nos quedamos los dos solos.


Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
—El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.—
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
—Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.—

No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
...y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva: 1881 – Puerto Rico: 1958), fue un poeta
español que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1956. Persiguió con su obra la
eternidad, la belleza y la verdad. Podemos dividirla en dos etapas: la primera hasta
1916 y la segunda después de este año. El amor en general y Moguer, su pueblo natal,
fueron las fuentes de inspiración más relevantes de su vida.

Platero y yo (1914) fue sin lugar a dudas la obra más popular del poeta. Pero además
escribió numerosos poemas ricos en emociones, vivencias, deseos y reflexiones.

Adolescencia es un entrañable romance compuesto por veinte versos octosílabos con


rima asonante; riman los versos pares y los impares quedan libres. El poeta nos narra
un recuerdo o una anécdota que según deducimos de su título vivió siendo
adolescente. Es una romántica, secreta y efímera historia entre él y una chica que nos
ofrece una visión general de cómo habrían sido los adolescentes antaño… pues hoy en
día no se percibe en la sociedad el tipo de pudor que Juan Ramón Jiménez está
experimentando.

Podemos dividir el poema en cinco partes. La primera parte es la introducción a dicho


momento, desde el verso número uno al cuarto; nos dice dónde está (en el balcón) y
qué ha ocurrido (se han convertido en novios). Desde el verso número cinco al octavo
tenemos la segunda parte, en la cual nos está describiendo el ambiente como si este
importara más que los sentimientos: fue el paisaje el único testigo de aquel momento
vital. En el verso número nueve y hasta el doce se encuentra la tercera parte: narra con
exactitud aquello que ocurrió entre ellos. Emplea palabras tímidas y respetuosas. Tras
aquello que ocurrió se intuye que ellos volvieron a vivir el ambiente que los rodeaba, y
fielmente el poeta nos lo describe de nuevo entre los versos trece y dieciséis.
Destacamos en esta cuarta parte “el jardín silencioso” (verso 14) pues refleja este
elemento el silencio que entre ellos se daba y el abismo que, seguramente, hubo entre
los nuevos novios a pesar de la unión que supuestamente tenían. La última parte
supone el desenlace de lo que en aquel momento ocurría. Ella tímida, él, seguro de
que eran novios… y la chica comenzó a llorar con melancolía. ¿Lloraba por haber
tomado conciencia de que ya no era una niña? ¿Por el cambio vital que supone tener
novio? ¿O lloraba porque en su inexperta adolescencia amaba a otro chico?

Destacaremos en su texto el uso exquisito y abundante de adjetivos: “vagos tonos”,


“cielo gris y rosa”, “hojas muertas”… lo que nos dice que le estaba dando mucha
importancia a cada elemento que podía percibir: no era un cielo cualquiera, los tonos
no eran comunes y las hojas… también miraban hacia el suelo Así como también
encontramos personificaciones: “el paisaje soñoliento” (verso 5) o “el jardín
silencioso” (verso 14); metáforas, por ejemplo en el verso número doce: mejillas –
tesoro; y aposiopesis en el verso diecinueve.

Juan Ramón Jiménez nos regala un poema extremadamente sincero que además le
sirvió a él como recuerdo de aquello que sólo puede vivirse una vez: la adolescencia.
Este poema es una imagen realista y muy personal en la que muchos lectores podrán
interactuar, revivir, soñar y recordar.

Nos encontramos ante un texto perteneciente al GÉNERO literario de la lírica. Fue


publicado en el poemario llamado Rimas (1902) por Juan Ramón Jiménez, poeta
onubense cuya obra se inscribe en el Modernismo (1900-1939), movimiento
renovador con el que comienza la modernidad literaria y artística hispánica. La cuna
del Modernismo la encontramos en Hispanoamérica de la mano de Rubén Darío, y hay
que señalar que no puede ceñirse solamente al terreno literario. Ya en el siglo XIX
aparecen en España los primeros intentos de renovación en todos los aspectos de la
vida. Como el mismo Juan Ramón señaló, el Modernismo fue "un movimiento general
teológico, científico y literario". Los autores modernistas suelen provenir de familias
burguesas contra las que se rebelan por oposición a sus ideales y gustos artísticos.
Ellos defienden otro tipo de vida, lejos de la hipocresía y corrección burguesa. Se
repulsa todo lo cotidiano y se busca la belleza y, sobre todo, se defiende la libertad
creadora.

Este poema pertenece a la primera ETAPA de la obra del autor, en la que se aprecian
influencias modernistas. Esto se manifiesta en los rasgos parnasianos (mayor
decorativismo externo) y simbolistas (una mayor profundidad) que presenta. Podemos
ver la influencia de poetas tan importantes como Rubén Darío y Bécquer en estos
rasgos. Más adelante haremos un análisis más detallado.

El TEMA central de este poema podría ser el amor adolescente, o si queremos


profundizar un poco más, la transición desde la adolescencia hacia la madurez. El
poeta nos esboza una escena cotidiana: una reciente pareja de adolescentes, en el
balcón de la casa familiar, tiene un primer encuentro a solas. Contrasta la actitud de la
novia, pasiva, resignada a perder su inocencia, con la de él, dispuesto a transgredir las
normas sociales de la época besando a su novia clandestinamente, a escondidas de los
adultos.

En cuanto a la ESTRUCTURA EXTERNA del poema (forma), el poema se nos presenta


completo y cuenta con viente versos. Al tratarse de un romance, no vemos separación
estrófica, aunque la sangría de algunos versos establece cinco grupos de cuatro versos
que podrían entenderse como coplas o cuartetas arromanzadas (8- 8a 8- 8a). Respecto
a la ESTRUCTURA INTERNA, la primera, tercera y quinta copla presentan una
estructura lírico-narrativa con estilo simbolista e influencia de Bécquer; la segunda y la
cuarta, a su vez, presentan una estructura lírico-descriptiva con un estilo más
parnasiano tomado de Rubén Darío. Podríamos decir que la parte narrativa tiene una
estructura circular, ya que se recuerda el noviazgo de los protagonistas al principio y al
final, en los versos 4 y en el 18 ("…éramos novios").

A nivel PRAGMÁTICO-TEXTUAL tenemos que comentar las funciones del lenguaje que
aparece en el texto. Al tratarse de un texto lírico, donde prima la subjetividad, destaca
la función expresiva, que vemos en la expresión de sentimientos y emociones. Como
todo texto literario, tiene una función poética y una función referencial, ya que
representa la realidad.
En cuanto al nivel FÓNICO, como hemos indicado antes, se utiliza una forma
tradicional, el romance. Los versos son todos octosílabos con rima asonante en los
pares. Aparecen verbos oxítonos –con la última palabra aguda– a los que hay que
sumar una sílaba (v. 15) y proparoxítonos –con la última palabra esdrújula– a los que
hay que restar una sílaba (v. 20). Se recurre a la sinalefa en varias ocasiones. Por
ejemplo, en el verso 7: "bajo el cielo gris y rosa". Los encabalgamientos son constantes
("Desde la dulce mañana / de aquel día, éramos novios"). Respecto a los recursos
estéticos de nivel fónico, destaca la aliteración del verso final ("de sus ojos
melancólicos"), donde se repite el sonido /s/ junto con /o/.

En el nivel MORFOSINTÁCTICO –concretamente a nivel morfológico– nos encontramos


con la predominancia del estilo nominal, ya que destaca el uso de elementos
pertenecientes al sintagma nominal (nombres, adjetivos y determinantes). Por lo
tanto, es un poema estático con un ritmo pausado que pretende recrear una
atmósfera vaga y sensorial por medio de adjetivos dotados de una gran carga
connotativa. Esto lo comprobamos sobre todo en las estrofas lírico-descriptivas.
La formas verbales de las estrofas narrativas están en pretérito perfecto de indicativo,
tal y como corresponde a esta tipología textual, ya que quieren enunciar hechos ya
confusos (quedamos, dije, bajó, ofreció, rodaron). En las estrofas descriptivas
tenemos, sin embargo, el imperfecto de indicativo (dormía, caían, erraba), ya que las
acciones están en curso y no han terminado aún.
Sintácticamente predominan las oraciones simples, tanto yuxtapuestas (vv. 1–4) como
coordinadas (vv. 10–11), aunque también vemos algunas subordinadas (v. 9). Esta
preponderancia de la oración simple revela la sencillez y claridad del poema. La deixis
espacial la tenemos en los complementos circunstanciales (En el balcón, bajo el cielo
gris y rosa, en el jardín), que nos sitúan en el balcón de una casa familiar a cuyos pies
se extiende un jardín otoñal. Aparecen también ciertos sintagmas nominales que nos
ayudan a contextualizar el poema (Hojas muertas, perfume de heliotropos). La deixis
temporal aparece manifiesta en algunos sintagmas nominales, circunstanciales y
adverbiales (un instante, el crepúsculo de otoño, desde la dulce mañana de aquel día,
aún). Éstos nos sitúan en el atardecer de un otoño no muy avanzado, puesto
que aún se aprecia el olor de los heliotropos.
En cuanto a las figuras literarias que afectan a este plano tenemos la repetición
del hipérbaton (En el balcón un instante / nos quedamos los dos solos) y
un paralelismo (Le dije que iba a besarla, le dije que éramos novios).

En el nivel LÉXICO-SEMÁNTICO nos encontramos con un vocabulario poético reducido


pero connotativo y simbólico como es propio de la estética finisecular. El léxico
utilizado es sencillo y accesible al lector medio aunque a veces se utilicen términos
pertenecientes a una variedad diastrática más elevada (crepúsculo, errar). El campo
semántico más evidente en el poema es el de la naturaleza (paisaje, cielo, crepúsculo,
hojas, jardín, heliotropos), aunque también podemos apreciar el de los sentidos (la
vista en vagos tonos, cielo gris y rosa, crepúsculo, hojas muertas, el olfato en perfume
de heliotropos y el oído en el jardín silencioso). Hay una gran riqueza de figuras
literarias que afectan al plano léxico-semántico. Tenemos una sinestesia (Dulce
mañana), una hipálage (Ojos melancólicos) y un símil (como quien pierde un tesoro).
También aparecen símbolos modernistas como el jardín, que simboliza la pureza, ya
que la naturaleza aparece sometida y ordenada en él.

Para CONCLUIR podemos destacar lo altamente representativo que es el poema, ya


que muestra con claridad las características de la poesía juanramoniana del momento.
Su aparente sencillez y fácil lectura encierran una cuidada elaboración donde destacan
sobre todo los recursos léxico-semánticos que llenan el poema y ayudan a
transportarnos a ese universo delicado y de ensueño que el poeta quería representar.

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