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EPILEPSIA INFANTIL

Se conocen desde hace tiempo que los niños tienen una mayor predisposición a las
crisis convulsivas que los adultos.

Estos fenómenos son la representación de una descarga hipersincronica de un conjunto


de neuronas cerebrales. La función de estas asociaciones neuronales determina los
caracteres clínicos de la crisis (motora, sensitiva, psíquica, etc.). La capacidad de las
neuronas para la descarga depende generalmente de condiciones hereditarias
(epilepsia familiar), de maduración (epilepsia depende la edad), metabólicas (epilepsia
metabólica y epilepsia de encefalopatías metabólicas) y adquiridas (epilepsia lesional).

Diferentes tipos de crisis

1. Crisis generalizadas
a. Crisis generalizadas convulsivas:

Mioclonias. Corresponde a una descarga de potencial muscular. Son muy leves, se


desencadena generalmente en forma espontánea. Se interesan de modo preferente en
músculos axiales y flexores. Pueden ser parcelares, cuando interesan un miembro o un
musculo.

Crisis clónicas. Son de la primera infancia y consisten en sacudidas bilaterales repetidas


de modo más o menos rítmico, casi siempre arrítmico en el niño y repartido regularmente
por todo el cuerpo.

Crisis tónicas. Se observan en la primera y segunda infancia. La contracción tónica más


o menos breve afecta sobre todo los músculos del eje corporal, disminuyendo
progresivamente su influencia a medida que se acerca a las extremidades.

Crisis tonicoclonicas. Son raras en el niño.

b. Crisis generalizadas no convulsivas.

Las ausencias epilépticas son alteraciones de la conciencia de grado variable de


duración breve, que comienzan y terminan de modo brusco. Cuando lo sencillo origina
únicamente pérdida de conciencia y detención de todas las actividades siempre o pura
casi siempre de pequeño mal.

Podemos distinguir ausencias míoclónicas casi siempre sintomáticas de pequeño mal.


Ausencias hipertónicas acompañadas de un aumento del tono postural. Pudiendo
originar desviaciones conjugadas de la cabeza y de los ojos si la hipertonía predomina
en un lado retrocesos (ausencias retropulsión), avances (ausencia propulsivas) y rara
vez pertenecen a un pequeño mal verdadero.

Ausencias tónicas con pérdida del tono muscular y abatimiento de la cabeza y/o de los
músculos de los miembros inferiores; ausencias con automatismos simples o complejas
(palpitamientos, frotamiento de las manos) ausencia con fenómenos vegetativos
(ausencia con enuresis ausencia vasomotora).

Es importante diferenciar según el aspecto de las descargas dos variables esenciales:


ausencia de pequeño mal. consiste en indicar a generalizada bilaterales sin crono y
determinaciones lentas de puras ondas de 30 segundos y por otro lado ausencia de
pequeño mal que puede manifestarse como un ritmo epiléptico generalizado más o
menos rápido a 20 a 10 segundos o bien como una descarga de puntas ondas, lentas,
bilaterales sincronías y simétricas repetidas pseudorítmicamente.

c. Crisis unilaterales o de predominio unilateral

Las manifestaciones clínicas que las acompañan pueden ser tónicas clónicas en
Clouseau tonicoclónicas la pérdida de conciencia es inmediata cosa que no ocurre en
la crisis parciales.

A veces este tipo de crisis tienen tendencia a durar y a repetirse, organizándose como
estado de mal con la alteración de la conciencia y elevación térmica. No es raro que tras
la resolución del estado de mal persista una hemiplejia definitiva.

2. Crisis parciales

Este tipo crisis son de difícil observación y para ser analizada exigen el uso de técnicas
de activación como sueño o activación cardio sónica o de registro de larga duración.

Se acompañan de una descarga electroencefalografía, más o menos localizada.

Estas epilepsias pueden verse en todas las edades, pero afectan sobre todo a niños y
adolescentes. Son frecuentes manifestaciones neurológicas (hemiplejia) o
neurradiologicas (atrofia unilateral o localizada) en relación con el lugar de la lesión
epileptogena.

La etiología es organiza, que origina lesiones localizadas (traumática, anoxica,


neuroisquemica o posinfecciosa), pero es posible, sobre todo en el niño que sean el
resultado de trastornos funcionales o de una fragilidad hereditaria.

3. Estado de mal
Se caracteriza por presentar crisis repetitivas. Pueden describirse tantas variedades de
estado de mal como variedades de crisis existentes.

Convulsiones y epilepsias infantiles

Crisis convulsivas en las diferentes edades sin prejuzgar la evolución posterior hacia
una forma epiléptica confirmada.

1. Convulsiones neonatales: aparecen en el primer mes de vida y se deben casi


siempre a alteraciones cerebrales, como son:
- Hemorragias cerebromeningeas.
- Meningitis neoatales.
- Traumatismos y anoxia neonatal
- Hipoglucemia
- Hipocalcemia
2. Convulsiones del lactante: frecuentes desde el 1er mes hasta los 3 años. Puede
ocurrir en:
- Deshidrataciones agudas.
- Intoxicaciones
- Meningitis agudas purulentas
- Hipoglucemia
- Hipocalcemia
- De hipertermia

Las crisis convulsivas ocasionales de niños pequeños pueden también ocurrir aparte de
todas estas circunstancias. Han sido frecuentemente observadas convulsiones aisladas
“en frio”, que no tienen continuación y no son seguidas, incluso a largo plazo, de una
epilepsia crónica.

3. Convulsiones en el niño: En el niño mayor las crisis convulsivas ocasionales son


muy raras: los procesos agudos y la hipertermia raramente ocasiona una
expresión convulsionante. Pero si se dan frecuentemente en nefritis agudas.

Tipos de epilepsia infantil.

La frecuencia relativa de los diferentes tipos de crisis epilépticas infantiles y su


clasificación varían:

Según el grado de maduración cerebral: Passouant y cols, distinguen 4 estadios


evolutivos en la epilepsia infantil en las primeras semanas de vida las descargas son
focales, las diferentes estructuras cerebrales parecen descargar independientemente,
las relaciones interhemisfericas solo están escobazas. A partir de los primeros meses
las descargas focales son frecuentes, difunde a menudo pero su organización es
incompleta. Hacia el 15° mes parece existir un principio de organización de la corteza y
de los sistemas subcorticales, las crisis pueden generalizarse. Con los primeros años la
sincronización de la descarga epiléptica va adquiriendo importancia creciente, siendo
su forma más diferenciada el pequeño mal, que traduce la participación del sistema
difuso que relaciona la corteza y la mayor parte de los nódulos subcorticales. En la
pubertad la organización cerebral se acerca a la del adulto.

Según la mayor o menos evidencia etiológica: Se constituyen unos síndromes


epilépticos que son agrupamientos electroclinicos y de los que podemos distingue 3
variedades:

1. Epilepsias generalizadas primarias

Las crisis se generalizan bruscamente en el niño de 3 a 10 años revisten casi siempre


la forma de un cuadro de pequeño mal con sus variedades de ausencias puras de
pequeño mal, ausencias mioclonicas o atónicas. Durante el intervalo de las crisis no
suelen acompañarse de signos neurológicos o psíquicos que testimonien una afectación
cerebral.

El pronóstico de esta epilepsia generalizada primitiva es a menudo bastante bueno


debido a la ausencia de lesiones encefalopatías pero la curación depende de la
reactividad del paciente a los fármacos, y de los componentes psicológicos del sujeto.

2. Epilepsias generalizadas secundarias.

Las crisis son de tipo muy variado. Puede haber de gran mal tonicoclonicas, que a
menudo se generalizan secundariamente. Muy a menudo estas epilepsias se
manifiestan como crisis tónicas de todas las variables atónicas o derrumbamiento
epiléptico, mioclonicas masivas y bilaterales (espasmos en flexión).

Estas comienzan en la infancia, persistiendo rara vez más allá de la segunda infancia.
La epilepsia generalizada secundaria se acompaña habitualmente de signos
neurológicos o neurorradiologicos (atrofia cerebral), pero sobre todo de una
sintomatología mental de predominio deficitario.

Se caracterizan por su resistencia a las terapéuticas propuestas, lo que obliga a


modificar las medicaciones en función de los refuerzos periódicos de estas crisis.
Estas epilepsias corresponden a lo que se denomina epilepsia difusa o multifocal infantil
o encefalopatía epileptogena grave.

3. Epilepsias parciales o focales

La semiología puede ser elemental: motora, sensitivomotoras, sensitivosensoriales


(visuales, auditivas y vegetativas). A veces es más elaboradas y se acompaña de
manifestaciones psíquicas (ilusionales, alucinatorias o ideatorias) o de manifestaciones
a la vez psíquicas y motoras, se habla entonces de crisis psicomotoras con
automatismos.

Epilepsia psicomotora. Los factores etiológicos, cuando se encuentra, son los


traumatismos obstétricos y las infecciones del oído. Tanto en el niño como en el adulto
existe una pérdida de conciencia de grado variables y automatismos psicomotores.

Los trastornos psicosensoriales (alucinaciones e ilusiones) son poco frecuentes en el


niño de corta edad, mientras que los trastornos psicoafectivos y vegetativos son
frecuentes.

Son características propias de las crisis psicomotoras infantiles, su variación en un


mismo enfermo, su aspecto atenuado y larvado, así como su asociación frecuente con
crisis convulsivas. Con frecuencia se encuentran trastornos intercriticos neurológicos,
déficit intelectual, trastornos psíquicos y del carácter.

Diagnóstico diferencial

Desde el punto de vida del diagnóstico y del pronóstico, es importante distinguir las crisis
ocasionales que se desencadenan en determinadas condiciones y que desaparecen al
desaparecer estas y las crisis epilépticas verdaderas.

Convulsiones febriles. Son las convulsiones ocasionales más frecuentes. No comienzan


casi nunca antes de los 6 meses. La mayor parte de las veces se desencadena a
consecuencia de fiebre de origen infeccioso. Tienen tendencia a reproducirse, cada vez
que se reproduzca la causa provocadora hasta que la maduración del mecanismo
cerebral posibilita su desaparición.

Espasmo del sollozo. Dos variedades: 1) El espasmo del sollozo incoercible, que puede
originar en el lactante y en el niño pequeño de 1 a 4 años, obnubilación de conciencia.
Puede llegar a una perdida completa de cc con relajamiento muscular o ligeros
espasmos tónicos en extensión. 2) Espasmos de la respiración cortada, que sucede
después de una emoción violenta. El niño lanza un grito prolongado, en el curo del cual
bloquea su respiración durante un lapso de tiempo más o menos largo.
Crisis no epilépticas. Perdidas de cc de origen cardiovascular, vagotonico. Se instauran
progresivamente, acompañándose de signos neurovegetativos y de una atenuación de
las sensaciones.

Crisis histéricas. Pueden ocurrir en un epiléptico con crisis verdaderas.

Cuadro psicopatológico.

Las crisis epilépticas como acontecimiento impinado que interrumpe el curso de la


actividad del sujeto, va a determinar en el niño, durante su desarrollo intelectual, motor
y afectivo, un modo especial de relacionarse con su familia, con el mundo de los objetos
y su entorno social. La estructura de la personalidad va a organizarse forzosamente
alrededor y en función de la enfermedad.

La importancia de los factores psicológicos que influyen en las crisis y en el


comportamiento de los epilépticos ha llevado a los médicos a interrogarse sobre el
significado profundo del síntoma epiléptico y a preguntarse lo que representa para el
individuo y como es utilizado desde el punto de vida económico y dinámico.

S. Freud propone considerar “la reacción epiléptica al servicio de la neurosis en cuyas


características está el desembarazarse del lado somático de los complejos de excitación
de los que no puede librarse de otro modo.

Otros autores consideran que la enfermedad epiléptica tiene un sentido perturbando


profundamente los mecanismos de funcionamiento psicológico. Desde S. Freud hasta
A. Kardiner han insistido en la desorganización pulsional de los epilépticos, el bloqueo
del libre juego de las funciones del yo y el desplazamiento de la actividad libidinal.

Rendimiento intelectual en los niños epilépticos.

El rendimiento del epiléptico no es modificado solo por la detención o la regresión de las


posibilidades intelectuales, sino también por dificultades de utilización del potencial. Así,
el rendimiento puede salir bajo cuando está determinado por pruebas en las que
interviene la performance, mientras que puede ser normal con las pruebas en las que
no interviene el factor tiempo. Por otra parte, el rendimiento de los epilépticos puede
disminuir debido a la preservación que tienen algunos de ellos.

La mentalidad epiléptica

Se considera que la irritabilidad es el rasgo dominante del carácter habitual de los


epilépticos. Pero otros autores insisten en la labilidad del humor, que oscila entre las
reacciones del cólera y una benevolencia que puede llegar hasta una amabilidad
molesta.
Es importante destacar que la comprensión de la personalidad del epiléptico no puede
separarse del estudio de determinado número de parámetros, convergentes e
intrincados, en relación: con el mismo niño, su enfermedad, su familia, y su medio
ambiente sociocultural.

a. Datos biológicos

Los datos biológicos, hereditarios o adquiridos, de un sujeto, no son ajenos a la


evolución de sus trastornos psíquicos y mentales. Podemos decir que la evolución va a
orientar el sentido de su relación con el medio ambiente y a influir sobre la estructura
mental a punto de formarse.

La antigüedad de la epilepsia era clásicamente tenida por responsable del descenso del
nivel intelectual y de la gravedad de la organización de los trastornos mentales.

La acción de los medicamentos puede ser responsable de algunos trastornos del


comportamiento. La mayor parte de los medicamentos antiepilépticos poseen una
acción sintomática y algunos de ellos actúan de un modo más o menos específico sobre
determinadas formas de epilepsia.

b. Dato psicosociológicos

El ambiente familiar del epiléptico y de las relaciones que en el establece con función
de su enfermedad y sus consecuencias a nivel de los padres. Se pueden describir
determinado número de actitudes en los padres bastantes habituales frentes al niño
enfermo, oponiendo o combinando conductas hiperprotectoras o de rechazo, negando
la enfermedad, disociando la pareja. Los epilépticos sufren trastornos de tipo reaccional
en relación con el modo de relación con los padres y con la actitud de una sociedad que
les es hostil, que le teme y que le rechaza.

c. El mismo niño.

Se suele considerar al niño epiléptico como un ser pasivo. Pero el niño puede tomar cc
de sus dificultades en un cuadro emociona, donde la fragilidad será una de las
características. Trastornos de comportamiento mal estructurados unidos a la evolución
de los síntomas comiciales y a experiencias de disolución vividas durante o a la salida
de las diversas manifestaciones epilépticas pueden crear estados en los cuales se
confunden experiencias reales e imaginarias que engendraran o revivirán sentimientos
de angustia, agresión, abandono o de inutilidad.
LAS OLIGOFRENIAS. Concepto

Hasta el siglo XVIII el término idiotismo englobaba un conjunto de trastornos deficitarios.


Esquirol es el primero ya en el siglo XIX en establecer la distinción entre la demencia y
lo que actualmente denominamos oligofrenia o retraso mental.

“el demente esta privado de los bienes que poseía, es un rico arruinado, mientras que
el idiota siempre ha estado en el infortunio y la miseria”. Este autor también distingue
dos grados de oligofrenia profunda: la imbecilidad y la idiotez.

Progresivamente se va desprendiendo nuevos conceptos como el de debilidad mental,


forma particular de oligofrenia y el de encefalopatía infantil, forma etiológica de la
oligofrenia. Ya en el siglo XX, se describen dentro del grupo de los estados deficitarios
casos limítrofes de seudodebilidad, síndromes psicóticos precoces y la parálisis cerebral
infantil. Así después de 2 siglos, el concepto de estado deficitario, se ha divido y
extendido lentamente.

El criterio psicométrico empezó a utilizarse a partir del trabajo de Binet y Simon., los
cuales publicaron a principios de siglo las primeras escalas de desarrollo intelectual que
en un marco escolar determinado permiten gracias a un testo compuesto descubrir los
niños atrasados y medir en años este retraso en relación con la media. La noción de
edad mental fue reemplazada por la de CI, el cual se obtiene calculando la relación
existencia entre la edad mental y la edad cronológica. Según esta definición, se
consideran retrasados mentales a los sujetos que presentan un CI inferior a dos
desviaciones tipo de la media fijada para la población de la que forma parte.

Otro criterio utilizado es el de adaptación social, el cual solo puede definirse en relación
la sociedad. Se deben buscar las capacidades de adaptación, las cuales son variables
de una sociedad a otra y diferentes según la edad.

El criterio biológico es cada vez más importante porque aporta datos sobre la génesis
de la sintomatología, el pronóstico y el tratamiento. Para conseguir una definición útil de
oligofrenia debe reunirse una amplia información: biológica, sociocultural, afectiva, sin
la cual no se puede comprender las dimensiones espaciales y temporales de la
personalidad.

En los manuales de terminología de EEUU, el retraso mental se refiere a un


funcionamiento intelectual general por debajo de la media que tiene su origen durante
el periodo de desarrollo y que se asocia a una alteración de la conducta adaptativa. El
DSM II de acuerdo con la CIM de la OMS, sustituye la alteración de la conducta
adaptativa por la alteración de la adaptación o de la maduración o de ambos en el
aprendizaje y la socialización.

CLASIFICACION

Algunas clasificaciones basadas en datos psicométricos o en los niveles de


comportamiento de adaptación. Las clasificaciones de orden biológico son la
etiopatogenia.

Las clasificaciones de la OMS y las americanas subrayan el valor relativo del CI y


clasifican los retrasos en profundos graves o moderados y ligeros.

Según los datos psicométricos los deficientes mentales se clasifican en idiotas cuando
tienen un CI entre 0 y 20-25; imbéciles, cuando tienen un CI entre 25 y 40-50 y débiles
mentales cuando el CI es inferior a 75.

Su correspondencia clínica es esquemáticamente la siguiente: en la idiocia el niño no


llega a adquirir el lenguaje, en la imbecilidad el niño puede adquirir a veces los
mecanismos de la lectura, pero no de su comprensión y en la debilidad mental el niño
no llega a adquirir la capacidad de abstraer una ley a partir de un fenómeno.

La OMS ha fijado, para oligofrenia profunda un CI inferior a 20, para la oligofrenia grave
un CI entre 21 y 3, y para la oligofrenia moderada un CI de 51 a 70.

Si se enfoca desde el punto de vista asistencial, el problema puede plantearse de forma


distinta: capacidad de autoprotección, capacidad de comunicación, mayor o menos
capacidad de independencia relativa, capacidad de inserción en un grupo o en una
actividad social.

Sin embargo, debe tenerse en cuanta que los estándares sociales varían de una cultura
a otra (según el nivel tecnológico), y de una edad a otra (por el aprendizaje y la
maduración), y puede así modificar la adaptación social posterior.
Frecuencia de la oligofrenia

Aspectos clínicos de las oligofrenias

El comportamiento del retrasado mental no es un estado de por sí, sino que es


el resultado de su propia organización. Aunque en algunos casos su
comportamiento depende de una falta de organización del funcionamiento cerebral,
en particular de los casos con lesiones masivas, en otros casos su comportamiento
es en relación con alguna forma de organización funcional que le. es propia y
que no depende únicamente de la importancia de la masa cerebral destruida.

Para comprender mejor el retraso mental se debe partir de dos tipos de premisas; por
un parte, la organización cerebral es indispensable para la organización de los procesos
intelectuales, y por otra, la organización cerebral no es sufriente para la organización de
este proceso. Para poder ayudar mejor al retraso mental se debe saber porque ha
alcanzado este estado, que es capaz de hacer, como se estructura su personalidad y la
forma como utiliza sus posibilidades a partido los estilos más o menos adecuados que
se le ofrecen.

Determinados tipos de trastornos inherentes o sobreañadidos a la oligofrenia


desempeñan un papel muy importante en la forma que adopta el estado deficitario.

La evolución perceptivomotora desempeña un papel muy importante en la totalidad


de la organización. Así, un trastorno del contacto o de la prensión de un objeto,
en su totalidad o en sus partes, modifica la relación en sí misma. Un déficit
motor (dificultad en adoptar la postura sentada o en la marcha), impide al niño
aprehender el espacio experimentado. La falta de prensión o de manipulación
impide el conocimiento del objeto. Sabemos que si, por una parte, los trastornos
motores pueden ocasionar déficit en la experiencia perceptiva, y los trastornos
sensoriales un déficit de la utilización praxica en los casos en que se halla
implicada la acción y el resultado de la acción, por su parte, los trastornos
sensoriomotores pueden ocasionar un déficit conceptual.

El papel desempeñado por la comunicación verbal es también muy importante.


Se sabe que las lesiones cerebrales pueden impedir, en las oligofrenias profundas,
la organización verbal. Se conoce también el importante papel que desempeña el
medio social sobre este desarrollo pero si bien es verdad que la adquisición el lenguaje
puede modificar la evolución y el comportamiento del niño.

Señalemos igualmente la importancia de las comunicaciones extraverbales que van


desde los intercambios por contacto hasta los intercambios por imitación gestual rítmica.

El control emocional desempeña un papel importante en el comportamiento del


retrasado mental. Puede manifestarse bajo la forma de pulsiones heteroagresivas o auto
agresivas o bien, en forma de alboroto o buena conducta. Estos trastornos del control
emocional, pueden modificarse por activaciones adecuadas o mediante psicoterapia.

Pero la relación con los objetos no es solamente un proceso perceptivo sino que está
siempre en conexión con la afectividad hacia el objeto: ausencia o excesivo afecto hacia
el objeto, confusión objeto-sujeto (excluido cualquier problema perceptivomotor), no
permanencia del objeto con persistencia de una forma de relación mágica, ausencia de
causalidad.

Es muy conocido que los insuficientes intelectuales pueden presentar cambios de


humor. V.Magnan ha insistido sobre la manía de los débiles mentales, caracterizada por
una subexistacion (enfermo charlatán cuya actividad es estéril y pobre, manía pobre de
los débiles mentales). También puede presentar estados permanentes de apatía o
reacciones depresivas consecutivas a una cierta concienciación de su estado o a
dificultades sociales.

No son raros en estos niños los trastornos afectivos y hasta neuróticos. Es necesario
estudiar todos los componentes coexistentes, tales como la interacción dinámica entre
los factores constitucionales y los traumáticos cerebrales, la cantidad, y la calidad de los
cuidados maternos y los factores determinantes de índole familiar.
Algunos retrasados mentales presentan trastornos del comportamiento asociales o
antisociales clasificados en el grupo de las psicopatías. En realidad, la buena o mala
inserción social no depende únicamente del nivel intelectual, sino también del carácter
o bien es consecuencia de un trastorno del juicio. Es evidente que una incapacidad para
frenar sus instintos, una incapacidad de auto estimación, componentes tímidos como la
exaltación, reacciones impulsividad o un aumento de la Sugestibilidad pueden ser la
causa de reacciones antisociales.

OLIGOFRENIAS GRAVES

a. Oligofrenia grave.

Se distinguen dos tipos de idiocia: un tipo en el que solo existen automatismos y otro en
el que existe una cierta evolución con adquisición de determinados mecanismos
elementales. La idiocia automaticorrefleja neonatal se caracteriza por la persistencia de
los reflejos primitivos y por una falta de maduración. El niño tiene una vida puramente
vegetativo con reactividades monótonas, una vida oroalimenticia, reacciona a las
aferencias externas con sobre saltos, retiradas reacciones de irritación y a veces con
quietud acompañada de un ligero relajamiento muscular.

Junto a estas formas, existen otras formas de idiocia en las que existe un cierto grado
de desarrollo, es decir, la adquisición de algunos mecanismos motores elementales, de
relaciones afectivas simples y de una cierta capacidad de aprendizaje.

b. Oligofrenia grave o moderada

El imbécil puede realizar adquisiciones verbales, pero su lenguaje se mantiene a


sintáctico. El desarrollo psicomotor es variables, pero generalmente es alterado. La
afectividad es elemental: unas veces con una sociabilidad viscosa y adhesiva y otras
negativista: a menudo un fondo de amabilidad alterna con fases de cólera súbita y
actividad clástica. En grupos bien estructurados los imbéciles pueden tener una cierta
autonomía, siempre que no se les exija actividades complejas.

c. Debilidad mental u oligofrenia ligera

Para Binet y Simon es débil mental el niño que puede comunicarse verbalmente y por
escrito con los demás y que presenta un retraso escolar de 2 años, si tiene menos de 9
años o de 3, si tiene más de 9, siempre que este retraso no sea debido a una insuficiente
escolaridad. Cuando llegar a la edad adulta, su edad mental oscila entre los 7 y 10 años.
Otros autores consideran que la insuficiencia de las funciones mentales no puede
definirse solamente por medio psicométricos, y que las dificultades de adaptación social
deben incluirse en el grupo de la debilidad mental.

La noción de seudo-debilidad mental se basa en un principio teórico, es decir, la


existencia de un cuadro equivalente al de la debilidad mental en sujeto cuyo potencial
intelectual propiamente dicho está intacto; asimismo se apoya en un principio practico:
la posibilidad de trasformar el cuadro por una reeducación o una terapéutica adecuada
que permita al sujeto adquirir o percibir los datos que le faltan (consecuencia de una
insuficiencia sensorial, de una deficiencia motora, de una privación cultural o de
problemas emocionales).

TRASTORNOS INTELECTUALES.

Es clásico decir que los débiles mentales se caracterizan por la pobreza de su juicio, de
su capacidad de discernir y sus dificultades de abstracción. A. Rey señala que viendo o
representándose sucesivamente los objetos, el débil mental no consigue o consigue mal
percibir entre ellos determinadas relaciones: semejanza, oposición, sucesión, inclusión,
exclusión, trasformación reversible o irreversible. Los débiles mentales tienen dificultad
para abarcar al mismo tiempo conocimiento y actividades del pensamiento,
características distintas, objeto, situación o valor, y para basar su actividad en la
aportación simultánea de cada una de estas características.

Mientras el niño normal pasa de una forma relativamente rápida por varios estadios
sucesivos, desprendiéndose después de un periodo de oscilaciones, de las formas
anteriores de su razonamiento, el débil mental prosigue el mismo desarrollo, con un
ritmo más lento, y cuando alcanza su límite superior, su razonamiento conserva a
menudo las características de los niveles anteriores.

Si en el niño normal, los sucesivos pasos de un nivel a otro se efectúan de una forma
cada vez más rápida hasta el final de la adolescencia, debido a la movilidad creciente
del pensamiento operatorio, en los débiles mentales se observa, al contrario, un
enlentecimiento gradual del desarrollo que conduce a un estancamiento. Mientras que
el pensamiento normal evoluciona hacia un equilibrio progresivo de las operaciones
definido por la movilidad y la estabilidad creciente del razonamiento, el pensamiento del
débil mental parece conducir a un falso equilibrio que se caracteriza por una cierta
viscosidad del razonamiento.

Se encuentra en estos sujetos resultados casi homogéneos de las operaciones


concretas, no solamente en el sector de las nociones de conservación, sino también en
los demás, relativos a las operaciones de clasificación, a las nociones de azar, a las
construcción geométrica, etc. Sin embargo, en ningún caso se encuentra el menor
indicio de operaciones formales. Así, si se presentan en estos sujeto problemas cuya
solución exige una organización de tipo formal, por ej. La anticipación de un sistema de
combinación, actúan no como “preadolescentes” normales en el umbral del
pensamiento formal ni incluso como niños que se encuentran a nivel de la equilibración
provisional de las operaciones concretas, sino más bien como niños de 6 o 7 años
capaces de elaborar solamente las operaciones concretas más elementales.

ORGANIZACIÓN DE LA AFECTIVIDAD Y DE LA RELACION

T. Simon distingue dos tipos de debilidad intelectual: el débil armónico en el cual el


retraso intelectual no se complica con ningún trastorno del carácter, que muestra un
cierto equilibrio en su comportamiento, llamado también “débil equilibrado” o “débil
utilizable”, que es capaz de utilizar sus reducidas capacidades en un determinado grupo
social y profesional, y el débil disarmonico en el cual a su insuficiencia intelectual se
añaden trastornos afectivos y del comportamiento. Se trata de un débil mental inestable,
excitado, apático, pueril, emotivo, etc.

El niño lleva sobre si su insuficiencia mental, pero su vida se desarrolla en un mundo


exigente, y en un medio que participa de su debilidad, por lo cual adquiere una
personalidad particular que es el fruto de sus propios conflictos y de su modo de
relacionarse. Si por un lado su rigidez mental puede ser un beneficio para su desarrollo
afectivo, en un mundo en el cual las múltiples alternativas y contradicciones forman parte
de la vida, por otra parte, la experiencia de la relación le enseña que su pensamiento
sus acciones están en desacuerdo con la forma de actuar y de pensar de los demás. Se
encuentra frente a una relacionad en la cual el modo de actuar y de hablar está
reglamentado y juzgado. La falta de agilidad de su pensamiento le entorpece la
flexibilidad necesaria para las organizaciones interpersonales. Los intercambios
afectivos son menos expresivos, las frustraciones afectivas mal asimiladas, los juegos
son más estereotipados y menos formativos, las identificaciones son generalmente
masivas o difusas y variables a voluntad de las situaciones.

El débil mental tiene mayores dificultades para superar las pulsiones de la libido, y es
tanto más sensible a las frustraciones cuando más limitadas sean sus posibilidades de
respuesta y de adaptación. La organización del yo y de sus mecanismos de defensa es
distinta a la del niño normal.

R. Fau explica ciertos rasgos considerados como característicos a partir de la fragilidad


y del infantilismo del débil mental. Su sorprendente credibilidad, su confusión entre lo
deseado y lo vivido, sus mentiras, su miedo frente a situaciones poco habituales, etc. A
falta de posibilidad y de realización de afirmación de sí mismo en el grupo estándar
propuesto, la necesidad de adaptación se manifiesta por conductas patológicas:
actitudes de retraimiento, oposición, compensación, inadaptación.

R. Perrón ha analizado varios tipos de reacción:

- reacciones de compensación.
- Hostilidad frente a las personas que les rodean.
- Admiración hacia el mejor dotado, y deseo de actuar como él.
- Actitud general de fatiga, abatimiento, y pasividad. Sujeto se refugia en la
inercia o en actitudes de bajo nivel.
- Reacciones paradójicas frente al éxito o el fracaso.
- Perturbación de actitud a priori del éxito, la cual determina la elección de
actividades e influye también en la forma de aproximarse a la situación, en
la forma de aprehensión y en la elección y puesta en marcha de los
procedimientos de adaptación.
- Apego a modo de gratificación infantil, que no es más que la exteriorización
de su necesidad de protección o de seguridad.

A partir de este tipo de organización afectiva y de los trastornos del comportamiento que
conlleva, se hará más o menos bien la adaptación social posterior. Desde este punto de
vista deben examinarse en un débil mental tanto los aportes educativos como los
psicoterapéuticos.

ETIOPATOGENIA DE LAS OLIGOFRENIAS

Etimológicamente las oligofrenias se han divido en genéticas y no genéticas.

Las formas genéticas siguen raramente la herencia mendeliana: generalmente e trata


de una transmisión multifactorial. Se pueden añadir los factores progenéricos, es decir
todas las características normales o patológicas de los padres susceptibles de influir en
el desarrollo del niño, aparte de los mecanismos hereditarios propiamente dichos.

Los factores no genéticos son múltiples, ya sea que un agente externo actué durante
el desarrollo del embrión o del feto, que un feto bien constituido y provisto de todas las
posibilidades se lesione durante el parto o bien que el recién nacido se lesione poco
después del nacimiento. En estos casos se trata de alteraciones orgánicas.
Sin embargo junto a estas formas orgánicas, existen trastornos que no lesionan el soma
cerebral, pero que alteran su organización debido a un factor externo relacionado con el
ambiente.

EL OLIGOFRENICO EN LA SOCIEDAD Y LA SOCIEDAD EN RELACION CON EL


OLIGOFRENICO.

El retrasado mental no puede enfrentarse a la sociedad tan cómo está organizada y


plantea problemas psicosociológicos particulares tanto en su ambiente social próximo
como en el grupo interfamiliar. La tolerancia hacia el retrasado mental es muy variable
y depende de factores socioeconómicos. Se tolera peor en una ciudad industrializada
que en un pueblo, se acepta mejor en los países subdesarrollados y peor en las familias
ricas que en las pobres. La tolerancia depende también de las propias características
de la oligofrenia: nivel de retraso mental, malformación y déficit corporal, trastorno del
carácter, auto o heteroagresividad, apatía, e inercia.

La población reacciona de una forma muy ambivalente, unas veces en forma de


repulsión y otras en forma de piedad o seudopiedad.

¿Cuál es la actitud de la familia hacia el retrasado mental?

Dos actitudes opuestas: rechazo puro y simple, y por otro lado, hiperproteccion. A. Rey
diferencia varios tipos de padres:

- Los padres que niegan la evidencia y esperan un milagro.


- Los padres ansiosos que reconocer el estado de su hijo, buscan
constantemente explicaciones, nunca están satisfechos sobre el método
educativo, y cuando internan al niño se asustan. Al querer hacer demasiado
o hacerlo demasiado bien, se adelantan al fracaso o al contratiempo.
- Los padres realistas pesimistas
- Los padres que aceptan la realidad. Preparan todo lo necesario para que el
niño alcance el máximo desarrollo posible. Al aceptar la realidad evitan
sufrimientos inútiles y búsquedas desesperadas de una transformación
imposible.

Según M. Mannoni, los padres no se creen en el derecho de ser tratados como


interlocutores válidos, y cuando, por excepción, el padre se siente implicado, no es raro
que reaccione con episodios depresivos o persecutorios.

Si el padre en general esta abatido, resignado, ciego, o inconsciente del drama real que
está teniendo lugar, la madre, por el contrario, es terriblemente lucida. Pero existe otro
factor que no debe subestimarse, y es la forma en que el propio niño se sitúa frente a la
madre, incluso normal y la induce a adoptar para con él un tipo de relación
sadomasoquista. Finalmente, uno de los dramas de las madres anormales es su
soledad perseguida de fantasmas de los que no pueden hablar; el niño participa siempre
del mundo fantasmático de la madre, que lo marca de cierta forma.

Por otro lado, las reacciones de los hermanos del retrasado mental son muy diversas.
En las familias numerosas es, aceptado como una parte de ella. En las familias
restringidas puede ser objeto de superproteccion o de rechazo por parte de los
hermanos.

Asistencia terapéutica, educativa y profesional. Prevención: Solo un enfoque


pluridimensional (mediante un equipo formado por médicos, psicólogos,
asistentes sociales, educadores, y representantes de las instituciones sociales
responsables) permitirá ayudar a los oligofrénicos y a sus familias.

CAPITULO XVIII: LAS ORGANIZACIONES NEUROTICAS EN EL NIÑO.

Las neurosis infantiles, presentan particularidades que les son propias y cuyos límites
son vagos todavía, por lo que solo pueden ser comprendidas dentro del cuadro de la
dinámica evolutiva del niño.

La clínica infantil nos pondrá de manifiesto considerables diferencias en comparación


con las observaciones realizadas con adultos. En el caso del niño, con mucha
frecuencia, el síntoma parece proceder directamente del conflicto como un compromiso
pasajero, modificable, como una defensa en un momento necesario pero lábil, como un
alto en el desarrollo para mejorarlo, como un signo pleno de implicaciones para
establecer un dialogo. Dicha sintomatología se manifiesta en un momento dado de la
evolución y entraña modificaciones positivas del propio sujeto y de su medio ambiente.

Ambigüedad de la noción de neurosis infantil. S. Freud dijo que las neurosis infantiles,
son, en general, episodios regulares del desarrollo y que el niño no puede completar su
evolución sin pasaras por una fase más o menos acentuada de neurosis. Según Melanie
Klein, la neurosis infantil es para E. Jacques, la forma de elaborar las angustias
psicóticas precoces, es la expresión de la elaboración de dichas angustias.

Una personalidad norma puede incluir elementos psicóticos sin ser psicótica, del mismo
modo puede existir componentes neuróticos sin ser neurótica.

Anna Freud admite que un trastorno mental no es calificable de neurosis, hasta que el
conflicto patógeno ha sido internalizado totalmente. Como señala Winnicott, el término
de psiconeurosis implica que el paciente sea lactante o niño, alcanzando un cierto grado
de desarrollo afectivo más allá de la primacía genital al estadio del complejo de Edipo,
y que se han organizado algunas defensas contra la angustia de castración.

Según S. Freud la estructura de la neurosis en el niño no se halla definida en la mayoría


de los casos. Produce la impresión de ser fluida, carente de precisión de que sus
procesos pueden evolucionar eventualmente, en muchas direcciones, puesto que el
recorrido del cambio definitivo no ha sido fijado todavía.

Etiopatogenia. S. Freud distingue como origen de las neurosis causas constitucionales,


es decir, las que el hombre aporta a la vida causas accidentales, que la vida aporta al
hombre. Numerosos autores (A. Freud, M. Klein) coinciden en atribuir un papel
importante a los factores constitucionales.

D. Winnicott partiendo de la noción del entorno, admite que además de la herencia, el


entorno desempeña también un papel fundamental en la formación de la neurosis e
incluso en la de otros tipos de desorganización mental en el niño.

Desde el punto de vista de la patogenia, lo que caracteriza al estado neurótico, según


A. Freud, es el uso inmoderado y continuo de los mecanismos de defensa de que
dispone el niño; el mecanismo de la negación de la realidad exterior, la utilización
excesiva del rechazo hasta que el yo y el ello llegan a ser extraños entre sí, el uso
excesivo de la proyección, la fragmentación de la personalidad, y como consecuencia,
el daño causado a la función sintetizadora del yo. La autora considera que una neurosis
es grave cuando un niño se hace una idea errónea del mundo exterior que no
corresponde al grado de su inteligencia, cuando sus propias emociones llegan a
resultarle verdaderamente extrañas, cuando en sus recuerdos hay más lagunas que en
los casos ordinarios de amnesia infantil cuando presenta un falla en su personalidad,
cuando su motilidad escapa del control del yo.

Según la actitud que se adopte, la neurosis puede ser considera ya sea como un simple
síntoma o complejo de síntomas, sea como una fase del desarrollo, sea como un
proceso.

Evolución de la neurosis infantil. Es cierto que todos los psicoanalistas coinciden en


que no es el síntoma lo que hace la neurosis sino el tipo particular de organización de
la personalidad. Se admite igualmente que la sintomatología aparente puede camuflar
una estructura real diferente.
El diagnóstico y pronóstico en relación a una sintomatología neurótica, no pueden
hacerse más que en función del periodo evolutivo del niño, de sus capacidades y de las
posibilidades que se le ofrecen y en función del espejo formativo que son los padres.

El valor de un signo llamado neurótico en el niño no puede ser valorado más que
refiriéndonos a su historia, al sentido que toma en la organización del conjunto de la
personalidad del niño, de su labilidad o a su rigidez y a sus capacidades generales de
superación. Esta facultad de superación depende de los medios de base con que cuenta
el niño, de las satisfacciones que podrá conseguir, de la utilización que va a hacer de
ello, todo esto aspecto a su familia en la cual el niño busca al mismo tiempo una
seguridad y una ternura tranquilizante.

ANSIEDAD EN EL NIÑO

La ansiedad forma parte de la existencia humana y se caracteriza por un sentimiento de


peligro inminente con actitud de espera, provocando un trastorno más o menos
profundo; experiencia individual que invade a la persona hasta sus mismas raíces.

La ansiedad no se refiere a ningún acontecimiento real, que no tiene ningún punto de


referencia, en tanto que el miedo, reacción de defensa, es la respuesta por la huida o
la inmovilización y tiene como objeto una situación real y presente.

En el niño las reacciones emocionales toman diversas formas, dese la forma motriz dela
reacción de sobresalto hasta las reacciones de tensión, consecuencia de insatisfacción
real o de perturbación frente a los objetos evocados por la elaboración fantasmático. El
objeto fuente de peligro puede ser tanto un objeto externo como un objeto interno.

Ontogénesis de la angustia. A lo largo de su desarrollo, el niño vive un cierto número


de modificaciones motoras y vegetativas que se han estudiado en el marco de la
organización emocional. Estas modificaciones reactivas al medio interior o exterior, se
presentan al comienzo en la formo de reacciones defensivas en cuanto al organismo.

R. Spitz distingue 3 estadios en el desarrollo de la angustia durante el primer año.

- En un primer estadio difícilmente se puede hablar de angustia verdadera; se


trata de estados de tensión fisiológica que se manifiestan en respecto a las
percepciones de desequilibrio interior.
- En el segundo trimestre de vida aparece la reacción de miedo, reacción que
se dirige a un objeto del entorno físico, una sea una persona o una cosa con
la cual el niño ha tenido experiencias desagradables.
- Es entre los 6 y 8 cuando el niño comienza a distinguir el amigo del extraño
y aparecen los fenómenos de angustia propiamente dicha. Se trata de una
reacción frente a un extraño cuando la madre está ausente.

Manifestaciones de la angustia en el niño. Cierto número de manifestaciones


psicomotoras y vegetativas se han incluido en el cuadro de la angustia, en tanto que
responden a cuadros distintos y no pueden ser explicadas por una patogenia común.
Cuando las necesidades no se satisfacen, el niño reacciona con un estado de inquietud-
expectante. Formas particulares:

1. Reacciones de angustia episódica. Se trata de crisis de ansiedad de una


duración variable en el curso de ciertos episodios medicoquirurgicos, y en
particular, de ciertas afecciones febriles. La persistencia de la ansiedad depende
a menudo de la del entorno.
2. Reacciones de angustias agudas. Se trata de crisis que sobrevienen varias
veces al día, o de vez en cuando, crisis de pánico intenso durante las cuales el
niño aparece aterrorizado con los ojos desencajados, sudoroso, tembloroso y
quejándose de trastornos diversos, cardiacos, respiratorios, abdominales. Se
trata de manifestaciones de comienzo brusco, que duran varios minutos, que
pueden tomar formas polimorfas y hacer creer que se trata de crisis cardiacas,
epilépticas, o afecciones gastrointestinales.
Las manifestaciones nocturnas de la ansiedad aguda se presentan ya en la
forma de pesadillas, ya en la forma especular de terrores nocturnos.
3. Fondo de angustia crónica. Se trata a menudo de niño expectantes, que viven
en una actitud defensiva con fáciles sobresaltos pero que presentan muy
frecuentemente manifestaciones somáticas; trastornos del sueño, insomnio,
trastornos de apetito, trastornos digestivos, respiratorios, etc. Pueden
presentarse como fenómenos pasajeros respondiendo a momentos críticos del
desarrollo del niño y en particular del periodo prepuberal. Pueden evolucionar de
formas completamente variada, pero lo más a menudo hacia una forma fóbica.
4. Hipocondría. Es una forma particular de ansiedad. No es una enfermedad en sí,
sino que entra en un cuadro psicodinámico complejo y diferente según la edad.
En el niño pequeño se caracteriza por quejas de mal funcionamiento corporal,
de vaga mala salud o por una anticipación ansiosa de enfermedad futura. Esta
actitud responde a la identificación con los padres, hermanos enfermos y a la
utilización de formas de somatización familiar para hacer frente al stress. Otros
factores pueden ser un “automaternaje” por ausencia de las figuras parentales.
FOBIAS EN EL NIÑO

Las fobias en el niño están ligadas al temor injustificado y no razonable ante objetos,
seres o situaciones del cual el sujeto reconoce lo ilógico pero le dominan repetidamente,
tienen como consecuencia una inhibición en el campo de la acción y a menudo, en el
de la representación.

Las fobias son muy frecuentes en el niño, hasta tal punto que Freud dijo que la fobia era
la neurosis normal de la infancia. Es cierto que el miedo a un objeto o a una situación
es frecuentes aun en temprana edad.

El síntoma fóbico es un mecanismo de defensa que provoca el desplazamiento de la


angustia, para conseguir su apaciguamiento, sobre un objeto fóbico exterior a él. El
objeto fóbico tiene, un valor sustitutivo, no es más que el disfraz simbólico de lo que
reemplaza.

Aspectos clínicos de la fobia.

Diversidad del objeto fobógeno

Puede tratarse de:

- Miedo a una acción exterior por elementos insólitos (movimientos


inesperados, modificaciones de la luz, oscuridad, caídas, ruidos raros o
excesivos, etc.).
- Miedo a elementos naturales que al mismo tiempo atraen (silencio, fuego,
olas, truenos, etc.)
- Fobia a animales grandes o pequeños (perros, caballos, ratas, etc.) animales
que muerden, comen o persiguen, viscosos y sucios.
- Miedo a personas conocidas (medico) fuera de toda actividad real.
- Miedo a personas irreales pero que guardan un considerable valor real
puesto que han descrito como peligrosos y presentados bajo estructuras
sobrenaturales (fantasmas, brujas, etc.).
- Temor a un ataque corporal (en los ojos).
- Miedo a suciedad, al contagio.
- Miedo a ser descubierto por la mirada de otro o manifestaciones de su propia
persona (a sonrojarse).
- Miedo a que una persona cercana pueda sufrir un accidente o a la muerte de
esta persona.
- Temor a estar en peligro en los espacios cerrados (en la habitación con la
puerta cerrada, etc.).
- Miedo a los espacios mal limitados, muy abiertos y en los cuales el niño se
siente solo, extraño y alejado de toda posible ayuda.

Estos temores hacia los objetos, personas, o situaciones peligrosas raramente vienen
solos. Los miedos forman parte de reacciones del organismo y siguen a situaciones
desordenadas o de vacío

Comportamiento del niño fóbico. Cuando el niño se encuentra con frecuencia frente
al objeto fobógeno, puede o bien presentar verdaderas reacciones de miedo con
componente neurovegetativo asociado al gasto tensional que esto lleva consigo, o bien,
utilizar mecanismos de evitación que limitan más o menos su campo de acción o
subterfugios de prevención que tienden a aniquilar el objeto. Cuando no puede evitarlo
el niño reacciona con una huida de pánico que no hace más que acrecentar su tensión
y que puede todavía aumentar su fijación fobógena y el temor a futuras situaciones
equivalentes, a veces se puede permitir afrontar el objeto, pero a expensas de una fuerte
angustia que podría traer consigo un sentimiento de debilidad o una depresión. La
búsqueda de un objeto anti fóbico tranquilizante (objeto, persona, situación) puede
aparecérsele como una solución pero se arriesga desde ese momento a encontrarse
frente a una nueva posición en la que la persona tranquilizadora se convierte en algo
molesto desde el momento en que se considera indispensable. En este instante el niño
está expuesto a sus propias contradicciones porque puede confrontarse con una
persona respecto a la cual es ambivalente el objeto fobógeno (padre por ej.) puede ser
a la vez la razón de la fobia y su antídoto.

La fóbica muy frecuentemente pasa inadvertida porque el niño, por una actitud de
presencia o de negación, oculta sus temores afirmando que él no es la víctima, o por
una desvaluación defensiva de objetos considerados como peligrosos.

OBSESIONES

La noción de obsesión encontramos la idea de estar asediado; en la noción de


compulsión la idea de apremio. La una y la otra no pueden ser comprendidas más que
en relación a un yo que se siente limitado en la libre utilización de la expresión de su
pensamiento o de su representación o en sus actos. Los caracteres de incoercibilidad,
de lucha y de angustia, son considerados como esenciales en la obsesión.

Gran número de autores admiten que el síndrome obsesivo no aparece antes de la


pubertad.
Evolución de las obsesiones infantiles.

El síntoma neurótico puede ser transitorio. Cierto número de niños pueden presentar
síntomas similares, en su forma y en su contenido, a los de la neurosis obsesiva, pero
que tienen lugar durante la fase anal del desarrollo. No son neuróticos ya que aparecen
en el trascurso del desarrollo progresivo y no son la consecuencia de una regresión,
sino que puede tratarse de una exageración de las formas normales de funcionamiento
de esta fase.

La evolución de las diversas formas obsesivas es variable. Como señala Anna Freud, el
gusto exagerado por el orden y la limpieza, los rituales, los ceremoniales al acostarse
que de forma lógica tendemos a asociar con la neurosis o con un carácter obsesivo
aparecen en la mayoría de los niños en el trascurso del estado anal, pero generalmente
las manifestaciones compulsivas desaparecen sin dejar huellas a partir del momento en
que las pulsiones y las posiciones del yo adheridas a ellas son superadas. De todas
formas, las manifestaciones obsesivas normales y transitorias constituyen una amenaza
de patología permanente cuando, por la razón que sea el investimento libidinal del
estadio sádico-anal ha sido tan excesivo que quedan gran cantidad de libido fijada en
él. En este caso el niño vuelve al sadismo anal en general tras algunas experiencias
amenazantes a nivel fálico.

La entrada en la neurosis obsesiva del adulto tiene lugar en unas condiciones


especiales. En la mayoría de casos se trata de niños turbulentos, desobedientes, que al
llegar a la pubertad se hacen ansiosos, llenos de dudas, escrupulosos, luchan contra
fantasías masturbadoras obsesivas y presentan manifestaciones fóbicas diversas;
miedo a los microbios que determina el lavado compulsivo de las manos, miedo a las
enfermedades, miedo a que se le detenga el corazón durante la noche.

HISTERIA EN EL NIÑO

Histeria refiere a fenómenos psicopatológicos tan diferentes como la histeria de


angustia, la psicosis histérica, la personalidad histérica y la histeria de conversión. La
histeria de conversión es una manifestación somática de apariencia a menudo
neurológica pero que puede llegar a ser poli sintomática por la acción del observador:
provocarle e influenciable por la sugestión, responde a las necesidades icc de
desplazamiento al terreno somático, de un deseo o de una angustia reprimida, por lo
que dicha utilización somática resulta comprensible. Estos trastornos pueden
desaparecer desde el punto de vida somático por la simple persuasión y son
modificables en su fondo y en su forma por la psicoterapia.
Puede afirmarse que la histeria es el lenguaje del icc que se expresa por y en el cuerpo,
en la medida en que este es visible o presente para los demás. El síntoma histérico,
testimonio de un conflicto, se presenta como un monologo de expresión impasible en
apariencia, es una llamada sin grito, una demanda sin verbalización, un holocausto sin
sufrimiento aparente pero en el que el sufrimiento del otro está implicado de una forma
ambivalente.

Manifestaciones somáticas duraderas.

1. Trastornos motores.
2. Trastornos sensitivos y sensoriales.
3. Trastornos somato viscerales.
4. Otros: dolores abdominales, cefaleas, trastornos del sueño.

Personalidad y el medio familiar. Rasgos de la personalidad del niño histérico: la


sugestionabilidad, la exaltación imaginativa con regresión de la acción al ensueño; la
expansivita teatral con el deseo de hacerse comprender o admirar. También, se describe
en estos niños una extremada sensibilidad, avidez afectiva, su insatisfacción, sus
reacciones exageradas frente a menos frustraciones. Se describe igualmente el carácter
superficial de sus relaciones, las oscilaciones no motivadas del humor, las dificultades
para establecer lazos emocionales normales con sus padres o bien rasgos de carácter
reactivos bajo la forma de configuración agresiva masculina en las muchachas y
configuración pasiva femenina en los muchachos.

Todos los autores insisten en la importancia del medio familiar. Las madres son
extremadamente sobreprotectoras y ansiosas, pero tienden a negar los síntomas de sus
hijos. Los padres, emotivos, no interfieren la sobreprotección de la madre, aunque
tampoco la apoyan. Ambos progenitores presentan sus propios problemas
interpersonales y utilizan los síntomas del hijo como defensa. La mayoría de los padres
son cc de los problemas del hijo sin embargo se resisten al cambio. En un momento
dado de la experiencia pasada del niño, una figura parental significativa alimento el
síntoma de conversión, sea como modelo de identificación, sea por su conducta.

Fondo y mecanismo de las manifestaciones histéricas.

1° Formas de reacciones psíquicas primitivas y emocionales. La histeria es una forma


de reacción psíquica. Los síntomas histéricos se manifiestan a partir de las reacciones
preformadas del psiquismo instintivo profundo. Lo que caracteriza a la histeria es la
expresión de las aspiraciones más triviales bajo una forma más o menos impresionante.
La histeria consiste en la expresión misma, pero la expresión no es más que la
exteriorización de la emoción.

El histérico no es el único que habla con su cuerpo, igual hace el paciente psicosomático.
Los dos resuelven los conflictos por vía corporal, los dos obtienen el beneficio
secundario de la enfermedad, pero el trastorno histérico es la expresión del conflicto y
el trastorno psicosomático es consecuencia somática de los afectos o de las pulsiones
reprimidas. “su cuerpo es para el histérico un instrumento, y para el enfermo
psicosomático es una víctima”.

El síntoma es un agrupamiento y en tanto que manifestaciones, el sujeto encuentra en


él una complacencia, pero es al mismo tiempo un grito de alarma reclamando una salida,
un dialogo con el otro, otro al mismo tiempo cómplice que actué de una forma mágica.
Se trata de una forma económica de compromiso.
PSICOSIS INFANTILES.

E. Kraepelin y Bleuar admiten que algunos de sus enfermos lo son desde la infancia,
pero no individualizan una forma de psicosis particular de la infancia.

Kanner individualiza un síndrome particular que denomina “autismo precoz del niño”.
Este cuadro se diferencia de la esquizofrenia infantil por el intenso aislamiento del
sujeto, por su desapego del ambiente durante el primer año de vida; se diferencia de la
oligofrenia por su buena potencialidad intelectual. Kanner realiza este diagnóstico
cuando ni la historia del niño, ni el examen neurológico surgieren una lesión orgánica
del cerebro.

Con el nombre de psicopatía autista, H. Asperger describe un síndrome distinto del de


Kanner. Aparece hacia los 5 años y se caracteriza por un contacto muy perturbado pero
de forma superficial en niño inteligentes que no aceptan nada de los demás en los cuales
la mímica y el gesto tan también alterados y las actividades lúdicas estereotipadas. Este
síndrome se caracteriza por la ausencia de progresividad, de trastornos del pensamiento
y de disociación afectiva. Se trata de un niño inteligente que presenta trastornos del
contacto y con falta de intuición y de empatía.

Criterios que deberían tenerse en cuenta a la hora de establecer el cuadro de psicosis


del niño.

- Alteración importante y sostenida de las relaciones emotivas con los demás


- Desconocimiento manifiesto de su propia identidad, teniendo en cuenta la
edad del sujeto.
- Preocupaciones patológicas por objetos particulares o algunas de sus
características.
- Resistencia encarnizada a cualquier cambio del entorno, luchando por
mantenerlo constante
- Experiencia perceptiva anormal.
- Ansiedad frecuente, aguda, excesiva y aparentemente ilógica.
- Lenguaje perdido, nunca adquirido.
- Deformación de los comportamientos motores
- Fondo de retraso sobre el que pueden aparecer islotes de funciones
intelectuales.
En el manual de diagnóstico y estadística (1970) considera a las psicosis infantiles como
un trastorno de la personalidad dependiente de un trastorno de la organización del yo y
de la relación del niño con el medio ambiente que se caracteriza por:

- Un comportamiento inapropiado de cara a la realidad.


- Una restricción de las posibilidades de utilización de los objetos.
- Investimentos cognitivos, afectivos y de la actividad, insuficientes o
parcialmente exagerados.
- Una comunicación restringida o distorsionada
- Una actitud demasiado abstracta o demasiado concreta.
- Una vida fantasmático pobre o del tipo mágico-alucinatorio, limitada a la
realidad.
- Una relación inadecuada con los demás.

Trastornos psicóticos precoces. Autismo precoz de Kanner.

E. Bleuler introdujo el término “autismo” para designar la perdida de contacto con la


realidad acarreando, como consecuencia, una imposibilidad o una gran dificultad para
comunicarse con los demás.

Este síndrome es más frecuente en niños que en las niñas. Aparece generalmente en
familias de nivel profesional elevado y de inteligencia superior. Según Kanner los padres
tendrían, por otra parte, características particulares de la personalidad.

Estos niños presentan una forma especial de conducta con las cosas y con las personas.
No les dirige ninguna mirada de interés, pasa por su lado sin intentar establecer una
comunicación; las relaciones que se pueden lograr establecer con fragmentarias. No
participa en ningún juego colectivo con otros niños.

Son niños buenos y dulces, dóciles y fáciles de dirigir, y solo salen de su pasividad
cuando se entorpece su actividad monótona y estereotipada, en algunos casos, pueden
ser rebeldes y agitados, y en otros estar en constante movimiento y tocándolo todo.

Desde una edad muy precoz se observan sus facilidades por las pruebas de ajustar
objetos, su capacidad de ordenación de los objetos o de las formas en tamaños
decrecientes, su posibilidad de agrupar los objetos por su forma y posteriormente,
determinadas capacidades constructivas, capacidades de retención mnesica,
generalmente especializada (retención de cifras, de idiomas) y capacidades musicales.
Estados prepsicoticos. Se describe con este término a una categoría de enfermosa
que presentan rasgos de tipo neurótico y psicopático, pero que desde el punto de vida
dinámico y evolutivo, son difíciles de clasificar.

En los prepsicoticos el estudio del yo muestra una debilidad que se evidencia entre otros
factores, en la elaboración particularmente pobre de los mecanismos de defensa y en la
importancia de los procesos primarios de descarga de los cuales el desequilibrio de la
conducta es una de las traducciones.

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