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Si bien el antisemitismo no es algo nuevo en Europa se manifiesta con diferentes intensidades en

los distintos países europeos durante la modernidad, el gran ejemplo del antisemitismo francés, es
el caso Dreyfuss. Discutan que diferencia al antisemitismo francés, del ruso y del alemán

Tres son los ejes que permiten la reformulación del antisemitismo en los modernos estados
europeos: a filosofía, la teología y la política. Desde la filosofía ya que apela a las capacidades
intelectuales y pasionales del hombre para fundamentar ideales como libertad, igualdad y
fraternidad, égidas presentes tanto en la Gloriosa Revolución inglesa como francesa. Con esto se
replantea las organizaciones tradicionales de poder fundamentadas en concepciones religiosas
que terminan exponiendo las pretensiones de una teología política dentro de los antiguos
regímenes, así como provocando la escisión del poder mismo; esto es, la división de la Iglesia y el
Estado frente a las concepciones de laicidad y secularidad ante los nuevos criterios de nación y
ciudadanía.

Si bien, el antisemitismo siempre había estado presente en la Europa Medieval, más que por
cuestiones verdaderamente teológicas se basan en la continuidad del desprecio de grupo, al
aislamiento cultural, lo que lleva al desconocimiento por completo del mundo judío convirtiéndose
en prejuicio. En otras palabras, el antisemitismo medieval estaba fundamentado en una actitud
consuetudinaria más que en una verdadera aversión hacia el judaísmo. Por eso, cuando la
revolución de pensamiento, devenida del espíritu de la Ilustración, cuestiona el origen del poder
político y su administración estatal, y triunfan las revoluciones en Inglaterra y Francia, la teología
que basa la exclusión del judío de la participación del cuerpo social en el prejuicio y el dogma
queda, en todo caso, carente de justificación. En Francia esto se tradujo en una feroz laicidad que
dio paso a la nueva conceptualización del Estado-Nación: la nación es el pueblo que se sabe
consiente y singular a través de su historia, lengua, tradiciones y territorio; el Estado es el sistema
que organiza y administra una determinada sociedad pero de manera abierta cuyo poder se ve
limitado por el territorio y mismas leyes. Bajo estos términos, Francia como Estado promueve no
sólo la emancipación de los judíos en su territorio sino la emancipación de todos los grupos que
bajo su territorio pasan a formar parte de un único cuerpo nacional. Aquí es donde la laicidad se
convierte en un secularismo extremo, ya que a la nueva masa en calidad de participantes de la
construcción de la Nación y pertenecientes al Estado su naturaleza cambia de súbditos, de
asociados o protegidos al de ciudadanos.

En Francia la igualdad ante el Estado supone una integración cultural, política y social, en ese
orden pero que en la vida cotidiana tardo en hacerse realidad. Aunque el rechazo religioso seguía
operando, fue el alto grado de especialización en las áreas como medicina, derecho o fiscal, lo que
ayudó a impulsar poco a poco la salida del guetto a los judíos y una entrada más fácil al ámbito de
lo social. En territorio francés el antisemitismo religioso va de la mano de cierto resentimiento
social, en la que un grupo aparentemente venido a menos logra ascender en el escalafón y
mantener cierta estabilidad, protegida por el Estado y sus leyes. La nueva aversión hacia el mundo
judío es, por lo menos en caso del Estado francés, una simbiosis en el marco de la opinión pública:
molestia ante los nuevos movimientos de igualdad en oportunidad social y decepción teológica por
la incapacidad de esta por explicar los nuevos cambios.

En el caso de los territorios alemanes el sentimiento de unidad procede de los vínculos culturales y
el entramado de relaciones de poder que a la crítica de una cierta teología hegemónica. La cultura
fue la expresión simple y cotidiana en que la filosofía hizo presente el sentir de los pueblos
germanos y lo que determinó las políticas de Estados. Si en Francia el antisemitismo se planteó
como una excusa para combatir el estado de derecho, que no es más que la antipatía por el
Estado-Nación y su ejercicio político-social, en los estados alemanes el antisemitismo surge desde
la filosofía que pone al judaísmo como un problema de filosofía política, esto es, poner en pleno si
la existencia del judío ha contribuido no solamente al bien del Estado sino si su presencia ha
aportado algo positivo a nivel histórico y cultural. Más allá de la idea teológica cristiana de que el
judío sería un testigo fiel del plan divino de la salvación, o políticamente que gozaran de privilegios
colectivos y tributaran servicios al Estado en turno; la pregunta cuestiona el valor representativo de
la judeidad para incorporarla sino como un bien cultural por lo menos uno relevante a nivel
histórico.

En los estados alemanes el antisemitismo es de corte filosófico-cultural, que se ve reflejado en las


políticas de cada uno de los estados. Si bien hay una mayor integración social y cultural, devenida
también por el movimiento de la Haskalá, el cerco político promovido desde el punto de vista de la
filosofía caracteriza a la judeidad como una forma de vida y cultura inferior y superada. Carente de
las capacidades y habilidades necesarias que exige la política del momento, El antisemitismo que
surge de los estados alemanes proviene de un prejuicio de corte filosófico que repercute en el
Estado. Aunque tanto en Francia como en la naciente Alemania, el aparato de estado se considera
secular la intervención de la teología politizada le hará frente desde puntos distintos: en Francia la
teología política atacará desde la desacreditación social y política, y su ejemplo por excelencia
serán los judíos; en los estados alemanes será una reacción filosófica-cultural en la que el
judaísmo es espiritual e históricamente inferior, y por lo tanto, políticamente incapaz de hacerse
cargo del su lugar en el tiempo en su devenir con los otros pueblos y naciones de la tierra, es decir,
el antisemitismo germano sostiene una diferencia cualitativa del ser mismo.

En el caso del Imperio Ruso el antisemitismo tiene sus raíces sí en el prejuicio religioso pero
mucho más en el malestar económico-social a la que era empujado el pueblo desde el poder
zarista. Los ideales de la Ilustración y la Modernidad no llegaron sino hasta el siglo XVIII con Pedro
I y Catalina II, con ellos el despotismo ilustrado alcanza su cénit cuyas consecuencias fue una
creciente desigualdad social, el empobrecimiento del grueso poblacional a la vez de sentimientos
de rencor y frustración de la persona común cuya participación en la política era nulo. La mejor
opción para descargar el enojo fueron la hostilidad constante hacia los judíos, grupo numeroso
pero restringido en muchos aspectos y, que propiciado del Estado, sin protección legal al cual se
podía recurrir para calmar el descontento social mediante persecuciones y matanzas. En la Rusia
Imperial el antisemitismo es un arma político-social sobre la que se asienta la estabilidad estatal. El
judío es otro totalmente desconocido, extranjero que fuera del cuerpo místico cristiano y de las
leyes del Estado no es nadie. Es un paria cuya suerte no es significativa más que para apagar el
hambre social.

En conclusión el antisemitismo en los estados francés, alemán y ruso parten desde conceptos
distintos y operan de manera diferente en cada uno de ellos. En Francia parte desde una
concepción social-teológica, en Alemania, en los estados alemanes, desde un enfoque filosófico-
cultural, mientras que en el Imperio Ruso es un pragmatismo político-social. El caso Dreyfus
acaece en un momento de inflexión en las relaciones franco-alemanas, en las que surge un nuevo
matiz, o mejor dicho, se termina de perfila aún más el nuevo antisemitismo que surge en la Europa
del siglo XIX y que tendrá devastadoras consecuencias en el siguiente siglo: la caracterización del
judío como un advenedizo de la cultural nacional, un aprovechado y abusivo de las carencias de
los demás en su ansia de mejorar su estatus social, un estafador ante el orden jurídico y así capaz
de traicionar a la Nación; de intelecto restringido e inferior probado de manera histórica a través de
sus servicios y aportes limitados a la humanidad en carácter de cultura y filosofía. Del desprecio y
desconocimiento del otro, el radicalmente otro y que es extraño, el nuevo antisemitismo caracteriza
al judío como otro pero que entre nosotros jamás se llega a reconocer y marca su esencial
diferencia. El antisemitismo del siglo XIX y XX llevará estos puntos hasta sus últimas
consecuencias. No obstante, cabe hacer hincapié en que todas estas perspectivas surgen de los
grandes cambios sociales que sin ser parte del sentir general, poco a poco fueron trascendiendo
hasta conquistar el aparato de Estado

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