You are on page 1of 12

Simmel a través del transporte público.

“La ciudad es un espacio que al mismo tiempo excita y aliena… un lugar que promueve
la atrofia de la cultura individual a través de la hipertrofia de la cultura objetiva”

“La sociología constituye la conciencia social de la sociedad moderna. En cuanto tal,


aparece como reflexión analítica del tránsito de un mundo librado en mayor medida de sus
dependencias del pasado hacia uno más susceptible de ser producto de la elección y del
propio quehacer humano. Es el reconocimiento de un orden social autoconstruido y es, por
consecuencia, el síntoma más preciso del desplazamiento paulatino de aquellas
explicaciones extrasociales a las cuales se remitían el orden y las conductas sociales”
(Lezama 1998).

La ciudad como producto cultural, arquitectónico, hecho social, es resultado de un proceso


dinámico que ha atravesado diversas etapas a lo largo de la historia; desde su comienzo en
los valles (tenemos el ejemplo de Teotihuacán), pasando por la difusión que hizo posible la
aparición de otras culturas de superior o igual permanencia que las anteriores (Roma), las
ciudades amuralladas de la edad media, las ciudades comerciales, las industriales, hasta las
megalópolis. Para Sjoberg (aaaaaaa) en la historia urbana existen tres grandes niveles de
desarrollo: el “pre-urbano”, el “pre-industrial” y la “ciudad industrial”. La tesis central
de esta última es que el proceso de cambio en la ciudad es detonado mediante las
transformaciones tecnológico, político y sociales (Sjoberg 1982).

Ya con este postulado Sjoberg se aventuraba a pensar que la ciudad seria entonces en el
transcurso de los años un elemento cambiante. Y eso, hasta la actualidad se ha cumplido.
Porque si partimos de la premisa de que las ciudades son lugares donde se concentra el
poder (económico-industrial-financiero), entonces podemos decir que estudiar a la ciudad
es estudiar a la sociedad.

Por tanto, contemplando el espacio social adscrito como lo es la urbe, los procesos sociales
que se desarrollan en ella, y empleando una visión espacio-temporal en la cual el espacio es
más que una localización y el tiempo va más haya de una forma de cronológica (pues
ambas se integran como construcciones socioculturales que ayudan a registrar las vivencias
objetivas y subjetivas de los individuos); el desplazamiento y recorrido que los urbanitas
deben realizar día con día en lo que llaman “la normalidad” van acompañados del uso del
transporte público (combi, pesero, microbús, metrobus, mexibus, metro, tren suburbano),
dicho elemento conjugado con la cantidad de usuarios que lo emplean fórmula un binomio
que a su vez enfatiza una problemática social que se inyecta en la psique del individuo: el
tiempo y la temporalidad la connotación diferente que se puede adquirir, el
acrecentamiento de la vida nerviosa. Las distintas formas en las que el individuo percibe
“lo urbano” desde los distintos tipos de desplazamientos a los que se ve obligado
(impulsado por motores del sentido común como llegar a su trabajo, a la escuela, a su
hogar). Ese es el tema central del presente ensayo, auxiliada de datos empíricos con los que
pretendo contrastar la realidad, provenientes de un diario de campo.

Pero para tener una aproximación más precisa hay dos preguntas obligadas, ¿qué
entendemos por “sociología urbana” y a su vez por “imagen urbana”?

Por imagen urbana entendemos “la expresión de la totalidad de los elementos que
conforman la ciudad, es decir, lo que resulta y se aprecia de la configuración de su
infraestructura urbana, sus construcciones arquitectónicas, y las actividades e idiosincrasia
de las personas que la habitan” (Borja y Muxí 2003). La imagen urbana tiene que ver con
esa percepción que los habitantes, o viajeros, tienen dentro de un entorno. Una cosmovisión
en todo el sentido de la palabra.

Pero ¿qué es la ciudad? Jordi Borja la explica como un conjunto de espacios públicos
rodeados de edificios y de árboles, la concibe como un espacio público, en donde la gente
puede andar y encontrarse, llevando a cabo todas sus actividades. Considera a las ciudades
como actores sociales complejos y multidimensionales. Los habitantes a partir de la
interrelación que establecen con su medio ambiente circundante, es decir con el espacio que
habitan y por el cual transitan, conciben un esquema mental de la ciudad, lo que finalmente
se traduce en una imagen de ella.

Los individuos están con su entorno en una interacción constante en donde colectividad y
territorio entran en un proceso de modificación constante y mutua. La relación entre la
organización territorial y la configuración de sensaciones y actitudes se manifiesta de
diferentes modos. Kevin Lynch aborda lo anterior destacando a la imagen del entorno, ya
que una de las manifestaciones son los mapas mentales que se tienen de ella a los cuales se
terminan por recurrir para la percepción (Lynch 2015). La percepción condiciona muchos,
por no decir todos, los aspectos de la vida cotidiana de los individuos, así como la
vinculación con el medio y esto puede tener repercusiones importantes sobre la sensación
de seguridad experimentada en un determinado entorno. Influirá en el uso que se hace del
entorno para generar una estigmatización de algunos sitios o estimulando la frecuentación
de otros.

En un primer sentido Saunders (1986) propone ver a la sociología urbana como una
disciplina que se interesa sobre todo en la organización social inscrita en el espacio. El
objeto de estudio concreto de esta disciplina no es ni el espacio, ni la organización espacial
de la sociedad, sino los procesos sociales inscritos en un espacio determinado. Sin
embargo, para algunas escuelas a la ciudad no solo se le puede situar en una localización
territorial, pues: los límites del espacio son solo límites sociales. No son las características
físicas las que los definen sino las relaciones sociales. Puesto que los limitantes de la acción
recíproca1 no son los países, ni son las tierras, las ciudades o el campo sino los habitantes.

Por ello la contribución más importante de la escuela culturalista y propiamente de “los


culturalistas” fue denotar un proceso de “racionalización” (optimización) en la vida
“moderna”, y el proceso explicativo de la diferenciación que ello implica. Los valores,
normas y patrones de conducta insertos en un naciente nuevo orden social. Estos generaban
una conducta y una forma de pensamiento especiales, dirigidas hacia la resolución de
necesidades individuales pero orientadas hacia una menor complejidad en su resolución.

Tales modos de comportamiento de este nuevo orden se caracterizaban por la preferencia:


del uso de vínculos secundarios (aquellos intermediados a partir de las relaciones sociales
de producción existentes y el papel desempeñado dentro del proceso de producción
mismo), de las relaciones contractuales, de los vínculos utilitaristas. Lo que a su vez
provocaba según los diagnósticos Simmelianos una pérdida del sentimiento de pertenencia
a un grupo.

De esta forma y a manera de explicar la ruptura con eso que llamamos comunidad “la
teoría de la sociedad construye un círculo de hombres que, como en la comunidad,

1
Un mutuo condicionamiento.
conviven pacíficamente, pero no están esencialmente unidos sino esencialmente separados,
y mientras en la comunidad permanecen unidos a pesar de todas las separaciones, en la
sociedad permanecen separados a pesar de todas las uniones” (Tönnies 1947).

En la ciudad encontramos la manifestación física y psicosocial de la sustitución de las


representaciones “tradicionales” de cohesión por formas más complejas que son asumidas
bajo la distancia en las interacciones, y el anonimato entre seres.

El núcleo del desarrollo de la personalidad “urbanita” es el acrecentamiento de la vida


nerviosa, que encuentra su origen en el fugaz y constante intercambio de impresiones
(externas e internas) que confrontan los sentidos (la vista, el oído, olfato y sentido
genésico). Desde un primer momento, la mirada da paso a un instante en el cual se da un
primer contacto con “estos otros” que se hayan en una misma ubicación espacial. Existe
una división de trabajo en nuestros sentidos y estos se complementan entre sí, la vista seria
para Simmel el primer sentido por el cual podemos crear vínculos o incluso alejar a los
demás. Una mirada engloba todo en un momento, tal vez incluso haciendo sentir como
eterno lo pasajero a aquellos que se miran entre sí, y acaban de dar vida a una nueva
conexión, pues para que esta se dé es forzosa la interacción entre dos personas.

Si bien un fuerte aporte de la sociología simmeliana son las transformaciones generadas a


partir de la distinción de las formas de socialización (de tradicional a urbana) el que el
individuo ser gregario no se emancipe en su totalidad es una particularidad del estilo de
vida urbana. Aspecto que todavía en la actualidad sigue presente, aun en un mundo donde
los efectos de la globalización se agudizan cada vez más (la globalización entendida como
la idea del "sistema- mundo" sin fronteras culturales y con redes económicas que
interconectan todos los países de modo que todos forman parte de un mismo engranaje).
Por tanto, si bien desde finales del siglo pasado y principios de este el escenario de las
grandes megalópolis generaron una reconfiguración en la forma de vivir del individuo. Ya
no existe solo una forma de vivir lo urbano, sino que existe una multiplicidad de formas de
experimentar la vida cotidiana y proceder en las prácticas sociales. Hay elementos
necesarios para poder afirmar que Simmel sigue vigente, ya que, aunque en la ciudad
(como mecanismo integrador) se desarrolle una suerte de acción masificadora en ella
también vive la esperanza de un nuevo orden, que arrolle inclusive las murallas que existen
entre las clases sociales.

Sin embargo, las relaciones del urbanita a pesar de que ocurren en mayor número son menos
intensas, el contacto que tiene con sus semejantes raya en lo impersonal y transitorio, a esta
actitud Simmel le denomina “blase”. Pero toda la teoría urbana Simeliana no se reduce a
simples enunciados, es importante ahondar, ser exhaustivos y reflexivos. Ante esta línea
discursiva entonces, ¿cómo es posible la “sociedad”? La respuesta que Simmel tiene a ello
tiene su fundamento en cuestiones epistemológicas. Diferencia entre la unidad de una
sociedad y la de la naturaleza diferenciándose del supuesto kantiano en que “sólo se produce
en el sujeto que contempla, sólo se engendra por obra de este sujeto que la produce con los
elementos sensoriales inconexos, al paso que la unidad social, estando compuesta de
elementos conscientes que practican una actividad sintética, se realiza sin más ni más y no
necesita de ningún contemplador.” (Simmel 2015). Simmel plantea la existencia de ciertos
a prioris sociales o la cuestión de las condiciones por las cuales es posible la sociedad, en
este supuesto el tiempo y el espacio se sitúan previos a la experiencia.

A partir de la comprensión de nosotros mismos y del conocimiento de los demás podemos


percibirnos como parte importante de un colectivo, que los individuos deben ser capaces de
relacionarse y crear vínculos con otros individuos y con estas condiciones añadidas son con
las que aborda los a priori para que la sociedad pueda ser posible.

En el primer a priori: La idea general que nos hacemos del otro, dado que no nos es posible
representarnos plenamente una individualidad diferente de la nuestra, tiende hacia ver a los
demás de manera generalizada, determinada por la semejanza con el otro, así mismo Simmel
plantea que “parece necesaria una desigualdad simultánea para que haya distancia y
objetividad y, por otra parte, una capacidad intelectual que se mantiene más allá de la
igualdad o no igualdad del ser, un conocimiento perfecto presupondría, sin embargo, una
igualdad perfecta.” (Simmel, 1908: p.43) Estas percepciones dependen en gran medida de la
intensidad y la duración del vínculo con el otro, así es como surge un a priori de las acciones
recíprocas en ciertos círculos ligados por algún motivo de interés en el que los individuos
perciben al otro bajo el fundamento de un a priori que ese círculo impone a los participantes.
De esta forma para relacionarse e interaccionar con “la otredad” es primeramente formarnos
una idea general del otro; segundo, observamos las singularidades del igual; tercero,
analizamos como el par y nosotros mismos nos desarrollamos en las relaciones sociales. Así
hay un conocimiento simultaneo y de retroalimentación entre nosotros y la otredad.

Segundo a priori, cada uno de nosotros tiene una parte social y una no social o individual
(como la personalidad) debido a que la sociedad no nos cubre totalmente. No borramos
nuestra individualidad al tener intercambio de efectos ya sean visibles o invisibles con otras
personas, aunque a veces estos nos vayan definiendo. “La colectividad social se refiere
justamente a seres a los que no abarca por completo” (Simmel, 1908: p. 46). Es decir, lo no
social de las personas no podría existir fuera de la sociedad; es decir, la parte no social es una
preparación a una "condición positiva para que el individuo con otras partes de su ser pueda
ser social", es como una característica subjetiva dentro de una más grande subjetiva. Nos
damos cuenta que somos una parte microscópica dentro de la enorme sociedad a la que
pertenecemos, pero dentro de nuestra mente sentimos todo un mundo, una “existencia
propia” (Simmel, 1908: p. 49) e independiente. Igualmente sabemos que estamos
determinados por la sociedad y que somos parte de ella. Tanto en calidad de seres naturales
como de seres sociales, como dice Simmel, existimos junto con los otros, sin embargo,
sentimos única nuestra existencia. Es una balanza entre -individualidad y posición social-,
debido a que aquella "parte" que no dejamos ver es la que condiciona la relación y
comunicación de nuestra parte social.

Por último, en el tercer a priori: la sociedad tiene diversos elementos; los elementos de los
individuos jamás serán exactamente iguales. Sin embargo, la sociedad actúa como si hubiera
una total similitud en sus elementos. “… la vida social discurre como si todos sus miembros
estuviesen en una relación uniforme de manera que cada uno de ellos…, se refiriese a todos
los demás” (Simmel, 1908: p 53).

Para que una sociedad sea posible, funcione correctamente, los individuos deben de sentirse
identificados con lo que hacen (por ejemplo, los roles) pero no solo sentirse identificados,
sino que deben pensar que ese lugar que ocupan en la sociedad está hecho especialmente para
ellos, "que, debido a sus cualidades individuales, estuviese predeterminado a ocupar un
lugar hecho a su medida en la sociedad" y así sentirse plenamente parte de la sociedad a la
que pertenecen. El compartir, sin abandonar aquello que nos hace únicos, lo que nos forja
como individuos.

Entonces, ¿cómo se caracteriza la vida “moderna”? Mediante la contradicción antes


expuesta, el hombre moderno aspira a conservar su grado de autonomía (de individualidad)
de diferenciarse (Frisby 2014).

En el acrecentamiento de la vida nerviosa encontramos plasmada esta contradicción, “la


seguridad interior del individuo se ve sustituida por una tenue sensación de tensión y una
vaga añoranza, una desazón secreta, una urgencia irreprimible, que se originan en el
apresuramiento y agitación de la vida moderna” La tensión nerviosa genera una suerte de
neurosis, produciendo a su vez hipersensibilidad al mantener contacto con “los otros”. ¿Y
qué adviene de este proceso?, pues una indolencia total, respecto de lo diverso manifiesto en
la realidad social.

Y es este fenómeno de “tensión nerviosa en constante aumento” el que quiero examinar” una
vez abordadas las cuestiones teóricas-filosóficas del pensamiento de George Simmel. El
transporte público es un lugar determinado por reglas sociales implícitas. Por lo tanto, se
espera un cierto comportamiento en él. He realizado 21 observaciones en el sistema de
transporte Mexibus, en el recorrido comprendido entre ciudad azteca y central de abastos,
detalladas desde el lunes 12 de marzo hasta el sábado 31 de agosto del presente año,
pretendiendo conocer a profundidad el desarrollo de la interacción entre los usuarios del
sistema colectivo, en horarios de 3 a 5 de la tarde (pues en estos a mi percepción la mayoría
de los usuarios regresan a sus hogares después de su jornada laboral) para así examinar su
interacción y apreciar la presencia o ausencia del acrecentamiento de la vida nerviosa. Y de
estas 21, relatare 3 que me parecieron más importantes.

“La Sociología […] es una empresa cautivadora y atrayente, al tener como objeto nuestro
propio comportamiento como seres humanos. El ámbito de la sociología es extremadamente
amplio y va desde el análisis de los encuentros efímeros entre individuos en la calle hasta la
investigación de los procesos sociales globales” (Giddens 2008). Y para el correcto análisis
de este fenómeno social fue necesario registrar distintas observaciones en un diario de campo,
que me permitiera describir con un máximo de beneficio los intercambios de efectos entre
los actores sociales, y así realizar con una buena narrativa de los lugares donde se
desarrollaron las interacciones, y el carácter de las mismas.

La mayor problemática que me enfrente en la labor de observar y registrar fue mi familiaridad


con el universo social pues es ese “el obstáculo epistemológico por excelencia para el
sociólogo, porque produce continuamente concepciones o sistematizaciones ficticias, al
mismo tiempo que sus condiciones de credibilidad” (Bourdieu, Chamboredon and Passeron
2005). Al final, resulto un poco exigente escribir todo lo que sucedía (para que al refinar las
observaciones pudiera obtener datos válidos sobre las interacciones).

Los usuarios (hombres y mujeres) de este medio de transporte se encuentran en un rango de


edad: 14-55 años. Y a su vez se pueden dividir en: trabajadores/as, estudiantes, amas de casa
y atípicos (que no encuadran con ninguna de las anteriores categorías).

Los/las trabajadores/as: Hombres y mujeres de 25 a 50 años. Por comenzar su apariencia


parece no muy conservada, hablando sobre el cabello grasoso (algunas ocasiones no
peinado), el olor a sudor, tenis gastados, calzado sin lustro, vestidos en su mayoría con
prendas que parecen ser de algodón, nylon, polyester, o algún acrílico. Además de sus
movimientos desacelerados cuando se desplazan lento hacia los torniquetes. (Refiriéndome
a mujeres) son las que parecen quejarse más cuando el sistema Mexibus se retrasa. En el
momento en que las puertas de la unidad se abren manifiestan conductas violentas para
obtener un lugar sentadas y sus movimientos aumentan (se aceleran) solo en ese lapso.

Los y las estudiantes: Hombres y mujeres (durante el proceso de recaudo de información se


notó más del segundo tipo). Grado escolar, gracias al elemento colegial “uniforme” (que
incluye el logo de la unidad en que estudian) se pueden distinguir a los niveles secundaria y
medio superior. Para el respectivo de nivel superior la descripción es mayor: individuos de
18-25 años los cuales algunos dentro de la unidad Mexibus no insisten en ocupar un asiento,
pero en definitiva descienden en la estación “UNITEC”. Todas las tricotomías portaban
mochila o portafolios. (el grupo dominante en población de nuevo es mujeres, sin embargo,
por nivel es medio superior).

Las amas de casa: Para no profundizar en una cuestión de género me atendré a la definición
de rol adquirido, para el cual el individuo se esfuerza en ejecutarlo y es “su decisión”. Son
mujeres de entre 30 y 50 años. 7 de cada 10 lleva consigo al menos un infante (quizá estos
tengan entre 5 a 8 años). Y más de la mitad de las que pude apreciar tenia consigo un bulto
(bolsa de mandado) de carácter similar a las que se ocupan para llevar “el mandado” puesto
que son espaciosas. La otra minoría contaba dentro de su vestimenta con una bolsa de vestir.
En mi diario de campo, contabilizando la observación arroja que es este el grupo dominante,
(son mas) de todos los mencionados.

Los, las atípicos: Hombres y mujeres entre 25 y 35 años. Vestimenta considerada como
formal: sacos, zapato resplandeciente; vestidos, zapatillas de plataformas. Llevan consigo
morrales cortos o portafolios; bolsas de tamaño mediano. Buena parte de ellos durante el
trayecto pasan considerable tiempo con sus celulares, en ocasiones los sectores masculinos
llevan puestos manos libres mientras realizan actividades tal como recargar el saldo de sus
tarjetas.

Ya dentro de las instalaciones del CETRAM de Ciudad Azteca, dos mujeres de edad 20 a 25
ríen durante una conversación en el andén mientras esperan el servicio rosa (para acceder por
la primera puerta se encontraban rodeadas de otras 15 mujeres). Durante el recorrido al
principio ocuparon el espacio destinado para la silla de una persona con discapacidad,
descendieron en la terminal Central de Abastos:

Interacción: La primera de ellas bajita, peinada con una cola de caballo vestimenta promedio,
playera rosa jeans y tenis negros panam (portaba mochila) se reía acerca de que su padre le
prohibía mantener una relación (tener un novio) menciona que su padre tiene 60 años hace
uso de la expresión en chapado a la antigua para referirse a él. Al final concluye a su amiga
(con quien mantiene la conversación) que su padre no puede decirle que hacer, pero qué es
divertido pensar que él cree que sí.

La segunda mujer un poco más alta que la primera (5 centímetros), sudadera negra y
pantalones de mezclilla rotos de una rodilla manifiesta está en una situación similar puesto
que asegura que a su novio le desagrada el hecho de que salga (según el en exceso de sus
amigas). Evoca la palabra-insulto- calificativo pendejo cada vez que se refiere a él.

(Peculiaridad en su conversación hablan y ríen más alto de lo necesario para el entendimiento


de dicha plática mientras esta continua).
Repiten (parece ser en tono de burla) los conceptos: empoderamiento femenino, feminismo,
machismo y que se debe demostrar que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre.
Mantienen dentro de su conversación argumentos como que los hombres deberían de
quedarse en casa a cuidar al bebé o que no está mal que ellos practiquen labores domésticas,
todo esto vinculado directamente a risas (lo que hace que en realidad sólo están bromeando).
Cada diálogo fue antecedido por caracterizaciones lingüísticas singulares, como la repetición
constante del vocablo “güey”.

En un segundo escenario una mujer (de entre los 40 y 45 años) cede su lugar a otra, quien
llevaba cargando consigo un bebé. Sin embargo, los asientos (2) dentro del segundo vagón
destinados a personas con alguna discapacidad/ pertenecientes a la tercera edad/ embarazadas
estaban siendo ocupados por estudiantes (edad aproximada: entre 18 y 20 años). Pudiera ser
que la carga valorativa que trae consigo el propósito de los mencionados lugares empujara a
personas que no poseen los requerimientos a otorgar la preferencia aquellos que sí. Sin
embargo, en ninguna de las observaciones ocurrió una conducta exacta a la antes descrita.
Por el contrario, durante la observación número nueve (entre las 3:55 y las 4:15) una mujer
(18 a 20 años) ignoro a su congénere otra mujer de edad más adulta (quizá poco más de 40
años) quien cargaba a un infante (2-3 años) y que se sentó en una de las elevaciones del piso
situada en el borde del cuarto asiento hacia la izquierda del segundo vagón. La más joven se
ocupó en su dispositivo celular en su trayecto (estación ciudad azteca- estación jardines de
Morelos). Luego de que descendiera pasaron algunos segundos antes de que la segunda
tomara el asiento (a prisa).

Por último, en la tercera observación realizada a las 15 horas en punto. Tanto en el


Mexipuerto como en la zona de acceso y los torniquetes no había muchas personas, el
número de mujeres es reducido. Al llegar al andén-plataforma 7 mujeres son las que se
encuentran en ese lugar. De esa forma al acceder a la unidad Mexibus todas toman un
asiento.

Durante el recorrido hasta la sexta estación el número de mujeres que acceden es reducido 4
lo mucho (y sucedió en Jardines de Morelos) la calma de la situación podría hacer parecer
que se tiene el tiempo suficiente para detallar a las usuarias sin embargo ocurre algo diferente,
la temporalidad disponible para la observación permite notar las diferencias que existen entre
estos individuos un aspecto quizá de individualidad. La emoción de un leve buenas tardes de
dos entes que parecen ser conocidas pudiera ser el único sonido que ocurrió. El ruido es poco,
es decir la conversación en la unidad fue casi nula. De verdad es extraña la ausencia de
anormalidades como si no formaras parte de una interacción. Un sentimiento de exclusión.

Luego entonces, a manera de conclusión: el trabajo teórico de Georg Simmel aún es de


utilidad en la actualidad, puesto que nos ayuda a comprender los distintos modos de mirar
“lo urbano”, inclusive en lugares como el transporte público (sistema Mexibus) y los
escenarios implicados en el. Simmel explica como el cambio en la psique del individuo
adoptado a una postura urbana propicia una actitud individualista, indiferente y reservada.
Esto, confrontándolo con las observaciones es parcialmente cierto. Sin embargo, parte de su
explicación ya no es del todo vigente, ya que, no hay un predominio total del cálculo, la
despersonalización y la racionalización. O al menos el trabajo empírico así lo demostró.

Enfocándonos en las usuarias, la interacción dentro de la unidad ellas no parecen tener


problemas en la apertura y continuación del dialogo mantenido entre grupos de pares, esta
conversación comienza en el andén y se continua hasta momentos anteriores al descenso.
Una hipótesis podría ser que se sienten sientan seguras entre las de su género. Esta
reproducción del comportamiento entre muestras de individuos de distintas fechas si tenían
algo en común, se efectuaba más en un horario. Pasado de las 3:20 aprox. Pero lo que sí
es importante rescatar, es el núcleo solitario generado durante este escenario.

Aunque, aun cuando no había alguna persona con discapacidad, ese espacio era ocupado
a pesar de que en la zona de conecte no había tantas personas y en ocasiones en los
pasillos casi no existían usuarias haciendo uso de ese espacio, quizá este si es un poco la
“actitud blase”. Por último, parece ser el espacio propicio para externar puntos de vista de
manera abierta puesto que durante la primera notable interacción mientras que las dos
mujeres charlaban confundiendo la asociación inversa de los conceptos: machismo-
feminismo, (creando controversia a cerca de lo que era el feminismo), en ningún momento
alguna de las usuarias les pidió-exigió que guardaran silencio o corrigió en su defecto. Lo
que podría interpretarse como un ambiente de tolerancia.

Es sorprendente sin lugar a dudas, la pluralidad de interacciones que podemos encontrar


en el transporte público.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Lezama, Jose Luis. 1998. Teoría Social, Espacio Y Ciudad. Mexico D.F.: El Colegio de
Mexico, Centro de Estudios Demograficos y de Desarrollo.
Sjoberg, Gideon. 1982. Origen Y Evolución De Las Ciudades. 3rd ed. Madrid: Alianza.
Borja, Jordi, y Zaida Muxí. 2003. El Espacio Público: Ciudad Y Ciudadanía. 2nd ed.
Barcelona: Electa.
Lynch, Kevin. 2015. La Imagen De La Ciudad. Barcelona: Gustavo Gili.
Saunders, Peter (1986), Social Theory and the Urban Question, Nueva York, Holme and
Meier.
Tönnies, Ferdinand. 1947. Comunidad Y Sociedad. 2nd ed. Buenos Aires: Editorial Losada.
Simmel, Georg. 1908. Sociología. Estudios Sobre Las Formas De Socialización. 1st ed.
Madrid: Alianza Universidad.
Simmel, Georg. 2015. Sociología. México D.F.: FCE - Fondo de Cultura Económica.
Rammstedt, O. y Cantó, Natalia, “Georg Simmel (1858-1918)” en Sabido, Olga (Coord.)
Georg Simmel. Una revisión contemporánea, Barcelona, Antrhopos. pp. 112-127
Frisby, David. 2014. Georg Simmel. 2nd ed. México D.F. México: FCE.
Giddens, Anthony. 2008. Sociología. 5th ed. Madrid: Alianza editorial.
Bourdieu, Pierre, Jean-Claude Chamboredon, and Jean-Claude Passeron. 2005. El Oficio
De Sociólogo. Madrid: Siglo XXI.

You might also like