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I. ASPECTOS GENERALES.
En efecto, los supuestos regulados legalmente son de tal entidad -despido por participar
en actividades sindicales, por razones de sexo, raza, emisión de opiniones, entre otros-,
que de producirse un despido por cualquiera de esas circunstancias el ordenamiento
reacciona decretando la nulidad de la medida empresarial
NOTA: Restricción del ámbito de protección brindado por la LRCT, tanto desde una
perspectiva subjetiva (determinados trabajadores), como objetiva (sólo despido y
traslados incausados).
La Ley de Productividad y Competitividad Laboral (LPCL) completa el ámbito de
tutela de la libertad sindical al considerar nulo el despido que tenga por motivo la
participación en actividades sindicales. Podría decirse que dicha norma actúa como un
mecanismo reparatorio de la libertad sindical, en la medida que permite una
restauración perfecta del derecho vulnerado, esto es, la vuelta de las cosas al estado
anterior a la lesión. En ese sentido, no olvidemos que la nulidad del despido tiene como
consecuencia la ineficacia del acto del despido (por antisindical) y, por ello, al
trabajador lesionado en su derecho de libertad sindical se le debe reponer en su puesto
de trabajo. Por tanto, aun dentro de una concepción restringida del fuero sindical éste
supone la tutela del dirigente frente a determinados actos empresariales cuando los
mismos vayan dirigidos a entorpecer la actividad sindical.
Ahora bien, dicha protección no supone una patente de corso para que puedan incurrir
en incumplimientos laborales sin que sean pasibles de ser sancionadas en tanto dure el
mandato representativo. Hay que decir, sin embargo, que no es pacífica en la doctrina la
determinación de la responsabilidad que genera el incumplimiento de las obligaciones a
las que -como cualquier trabajador- están sujetos los dirigentes sindicales. El punto
polémico se centra no en el extremo de exonerar de toda responsabilidad a los
representantes de los trabajadores por las infracciones que hayan efectuado, sino en la
posibilidad de ubicar dentro del poder sancionador del empresario aquellas infracciones
que se pudieran haber cometido con ocasión del ejercicio de la función representativa.
En tal supuesto, es decir, cuando estemos ante el ejercicio de actos típicos de la función
representativa -emitir opinión en comunicados, conferencias de prensa o publicaciones,
incoar acciones judiciales o interponer denuncias administrativas, promover medidas de
conflicto colectivo, etc.- llevados a cabo por dirigentes sindicales, consideramos que
ello debería llevarnos a presuponer la legalidad de dicha actuación. O lo que es lo
mismo, las sanciones impuestas por el ejercicio de esa actividad sindical deberían
calificarse de antisindicales, salvo que pueda demostrarse su licitud. Esa es la función
garantista «mínima» que se le puede pedir al fuero sindical consagrado en la LRCT, si
tenemos en cuenta los elementos centrales sobre los que se funda el modelo de fuero
sindical adoptado por la LRCT: desde una perspectiva subjetiva se tutela,
fundamentalmente, al dirigente sindical. Desde una perspectiva objetiva, si bien la
norma recoge como únicos comportamientos antisindicales al despido y al traslado
incausado, queda claro que se trata de reacciones empresariales dirigidos a perturbar el
ejercicio de la acción sindical.
2. PROBANZA DEL DESPIDO NULO.
Es cierto que la carga de la prueba, también en materia de nulidad del despido, recae en
el trabajador (artículos 37º de la LPCL y 27º, inciso 3 de la LPT). Sin embargo, es
conocida la extrema dificultad para probar un despido antisindical, porque suele ir
revestido de un ropaje de licitud: se imputan al trabajador faltas graves tipificadas en la
ley, con la intención oculta de mediatizar o impedir el ejercicio de la actividad sindical.
No interesa que el empleador posteriormente no pueda probar la causa del despido. Con
ello se conseguirá, como mucho, que el despido del trabajador sea declarado arbitrario
-pero no nulo-, con lo que a dicho trabajador le corresponderá la indemnización
señalada en la ley para esa clase de despido, pero no la reposición en su puesto de
trabajo.
Por eso, en el contexto descrito deberían operar algunas instituciones procesales, como
los sucedáneos de los medios probatorios, que si bien no llevan a invertir la carga
probatoria, plantean sí ciertas presunciones o auxilios que el juzgador podrá tomar en
cuenta a fin de «lograr la finalidad de los medios probatorios, corroborando,
complementando o sustituyendo el valor o alcance de éstos» (artículo 275º del CPC).
Estamos pensando concretamente en la figura de los «indicios», que dentro del proceso
laboral pueden ser, entre otros, «las circunstancias en las que sucedieron los hechos
materia de la controversia y los antecedentes de la conducta de ambas partes» (artículo
41º de la LPT). Como se ha dicho con lucidez, el debate ya no se centraría en «quién»
debe probar, sino en el «cómo» debe probarse. Y en el caso planteado, a partir de la
entrada en vigor de la LPT, ello supone la posibilidad de probar mediante indicios la
motivación del despido antisindical (ARCE ORTIZ).
Por tanto, será necesario encontrar el punto de equilibrio en esta relación de tensión de
los diferentes intereses en juego sobre todo, cuando la pugna sea entre derechos
fundamentales, situación en la que será útil acudir a la doctrina de la «ponderación» de
derechos, consolidada en la jurisprudencia constitucional de países europeos y
anglosajones. En palabras del Tribunal Constitucional español, lo anterior significa que,
producido el conflicto, «se impone una necesaria y casuística ponderación de intereses»,
a fin de determinar qué derecho debe ceder y con qué intensidad.
· Segundo nivel: Más discutible. Aquí suele establecerse un mayor rigor para
salvaguardar los intereses de la empresa en tanto productora/dispensadora de bienes o
servicios, entendiendo que la apelación a terceros para poner en duda su calidad supone
un peligro para la «estabilidad» de la empresa y quiebra el normal desenvolvimiento del
trabajo vulnerándose, en todo caso, las exigencias derivadas de la buena fe contractual
(los representantes de los trabajadores se estarían valiendo de la posición de ventaja que
les otorga el conocimiento de cierta información de la empresa para utilizarla como
medio de presión).
Concepto: “En caso de discordancia entre lo que ocurre en la práctica y lo que surge de
los documentos o acuerdos, debe darse preferencia a lo primero” (PLA RODRIGUEZ).
Origen jurisprudencial: En nuestro país se trata de un principio plenamente aceptado por
la doctrina científica y jurisprudencial. Ha sido precisamente la jurisprudencia de los
tribunales de justicia (laborales) la que ha dado carta de ciudadanía a dicho principio.
· Simulación relativa (art. 191 C.Civil): los sujetos ocultan bajo la apariencia de un
contrato un propósito negocial distinto (contrato de locación de servicios que oculta
contrato e trabajo)
· No se requiere seguir una acción específica de nulidad (se puede hacer valer en el
propio proceso laboral).
1. ASPECTOS GENERALES.
Dentro de una lógica abstencionista del papel del Estado en las relaciones laborales, se
ha revalorizado el papel inspectivo de la Administración de Trabajo.
Otros fundamentos:
· Arts. 22 y 23 Const.: atención prioritaria del trabajo por parte del Estado.
Se dota de amplias facultades a los inspectores de trabajo, entre ellas la aplicación del
principio de primacía de la realidad.
· La labora realizada por una persona se encuentra dentro de los puestos calificados
como laborales por norma expresa.
c) ¿De ser así, desde cuándo se incorpora a esas personas en las planillas de la
empresa?
d) ¿Quién tiene legítimo interés para activar la función inspectiva del MTPS?