A lo largo de la evolución de la humanidad, se han producido múltiples
acontecimientos que, por sus consecuencias destructivas, tanto a nivel material como personal, denominamos catástrofes, las cuales pueden tener un origen natural, biológico, social, etc. Este tipo de sucesos tienen antecedentes tanto en nuestra historia más lejana como en la reciente, porque desde tiempos remotos han tenido lugar epidemias, guerras, terremotos, etc. Ahora bien, según avanzamos en el tiempo, los sucesos catastróficos de origen “humano” van cobrando cada vez más preponderancia, es decir proliferan con rapidez aquellas catástrofes en cuyo origen hallamos la intencionalidad humana como factor precipitante.
En situaciones de desastres y emergencias se producen diversos problemas a
nivel individual, familiar, comunal y social, se produce un deterioro del tejido social, una pérdida de la estructura de la vida familiar y un incremento de los signos de sufrimiento psicológico, como la aflicción y el miedo, que pueden aumentar la morbilidad psiquiátrica y otros problemas sociales.
Según sea la magnitud del evento y demás factores, se estima que entre la tercera parte y la mitad de la población expuesta sufre alguna manifestación psicológica.
El impacto psicosocial de cualquier emergencia o desastre depende de los
siguientes factores:
La naturaleza del evento: los eventos inesperados, como un terremoto, los
ocasionados por el hombre (conflictos armados), los que implican una situación de estrés prolongada (desplazamiento forzado) y los de afectación colectiva general producen mayor impacto en la población. El entorno y las circunstancias: los desastres no escogen víctimas, no afectan al azar. Las características de la personalidad y la vulnerabilidad individual de los sobrevivientes, es decir, la capacidad de las personas para afrontar situaciones críticas y eventos inesperados. De acuerdo con estos planteamientos, en el escenario de las emergencias y desastres encontramos grupos de población más vulnerables que otras. Los niveles y las modalidades de intervención pueden ser variados: psicológicos o sociales, individuales, familiares o grupales. En la fase del ANTES, el apoyo psicosocial consiste en el desarrollo e implementación de las medidas de diseño e implantación de programas de prevención primaria dirigidos a tres colectivos, la población, los grupos de intervención y los psicólogos de catástrofes.
Como resultado de la intervención psicosocial, se espera entonces que la
comunidad y los individuos logren:
Facilitar la expresión de vivencias y emociones.
Disminuir el estrés proveniente de las amenazas psicológicas y las distorsiones cognitivas que pueden tener las víctimas. Incrementar la organización cognitiva. Activar la capacidad de afrontamiento. Disminuir la sensación de anomalía o marginalidad. Preparar para las posibles reacciones que puedan surgir en el futuro. reparar para las posibles reacciones que puedan surgir en el futuro.