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INSTITUTO BLAISE PASCAL

ECONOMÍA Y FINANZAS

SEDE PICOTA

FORMACIÓN DE LOS ESTADOS NACIONALES

TRABAJO MONOGRÁFICO

DOCENTE : Mg. JORGE ALBERTO VÁSQUEZ CASTRO


ESTUDIANTES :
- Ly Vásquez Morí
- Patty Del Pilar Saavedra Arce

1
PRESENTACIÓN
En el presente trabajo se pretende aportar elementos para el estudio del
surgimiento de estados nacionales. Para ello se ha dividido el trabajo en 5 capítulos
teóricos, en donde se trabajan conceptos importantes tales como nación,
nacionalismo y estado, necesarios para analizar, describir e interpretar un hecho
concreto como es el caso de estados nacionales, sin pretender una definición
cerrada acerca de los mismos.

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INDICE
PAG.
PRESENTACION 2
INDICE 3
RESUMEN ANALÍTICO 4
INTROUDCCION 5
CAPÍTULO I
1.1. ESTADO Y NACIÓN 6
1.2. DESARROLLO DEL CONCEPTO NACIONAL 7
1.3. DIFERENCIA ENTRE ESTADO Y NACION 8
1.4. ELEMENTOS DEL ESTADO 8
CAPÍTULO II
2.1. De los territorios indianos a los territorios de los
Estados Nacionales 9
2.2. Formación de los Estados Nacionales y
Expansión de la frontera 9
CAPÍTULO III
3.1. Las corporaciones y la construcción del Estado 11
3.1.1. Pueblos y gremios 11
3.1.2. Elite 12
3.1.3. Iglesia 12
CAPITULO IV
4.1. La construcción simbólica y narrativa de la nación 13
CAPITULO V
5.1 Conclusiones 14
CAPITULO VI
6.1 Bibliografía 15
CAPITULO VII
7.1. Anexos 17

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RESUMEN ANALÍTICO
La formación del estado es el proceso de desarrollo de una estructura de gobierno
centralizada en una situación en la que previamente no existía. La formación del
estado ha sido objeto de estudio por parte de muchas disciplinas de las ciencias
sociales. En dicho estudio se suelen diferenciar los estados en dos tipologías: los
estados primitivos (aquellos que se desarrollaron desde sociedades sin estado y
ocupan este artículo) y los estados-nación (que se tratan en este otro). Hay distintas
teorías que explican tanto los orígenes de los estados primitivos cuanto los
contemporáneos y los debates académicos son abundantes al respecto.

Los estados primitivos se subdividen a su vez en dos tipologías: los primarios y los
propiamente dichos primitivos. La lista de ambos grupos estatales no está cerrada,
sino que sigue sujeta a diversas controversias científicas. Entre las teorías que
intentan crear modelos explicativos acerca del origen estatal destacan la
denominada hipótesis hidráulica y la generada desde el materialismo cultural para
los estados primarios, mientras que los modelos de formación voluntaria, los que
utilizan los conflictos como factor clave y otros que actualmente están bastante
desacreditados serían muy utilizados en el ámbito de los estados primitivos

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INTRODUCCIÓN
En el siglo XIX se produjo una importante transformación en el mapa del mundo.
Aparecieron nuevos países y las fronteras de los ya existentes se transformaron
muchas veces. Por otro lado, también cambió la manera en que un país se
reconocía a sí mismo. Ya no se asociaba a la figura del rey sino a nuevos factores
vinculados a la política. El sentimiento nacional creció inspirado en la idea del
pasado común y dejó de depender de la lealtad a un monarca que, en muchos
casos, perdió su poder.

Antes del siglo XIX el mapa del mundo era muy diferente al que nosotros
conocemos. El territorio de América, por ejemplo, formaba parte de los reinos de
España, Portugal o Inglaterra y ninguno de los países actuales de este continente
existía todavía. También era diferente la manera en que los pueblos se reconocían
a sí mismos. Además, los países de la época no solo tenían nombres distintos a los
que tienen hoy, sino que estaban organizados en torno a los reyes, por lo que sus
fronteras podían variar con los cambios de monarca. Durante el siglo XIX se
desarrolló un proceso complejo que dio lugar a la aparición de los Estados
modernos. En ellos la nación se sostiene por la convicción de los habitantes de
pertenecer a una colectividad con características culturales e históricas propias y
diferentes a las de los demás países. Las guerras entre países fueron una
consecuencia de esa afirmación nacionalista, al igual que el estudio de la historia
nacional y el culto a los héroes.

El proceso de transformación territorial de América está asociado a las luchas de


independencia y también a las etapas que le siguieron. Durante los primeros años
de la vida independiente de los países americanos, las guerras internas y las
tensiones entre distintos partidos llevaron a la desintegración de las grandes
unidades nacionales. Con excepción de Brasil, todos los grandes países de
América Latina surgidos de la independencia se dividieron en unidades más
pequeñas. En Europa ocurrió un proceso diferente. El fin del absolutismo marcó el
inicio de una nueva manera de organización política basada en la soberanía
popular.

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CAPÍTULO I

1.1. Estado y Nación: la esfera de las definiciones

Una de las temáticas de mayor preocupación por parte de los dedicados a las
ciencias sociales en el mundo ha sido la del Estado-Nacional. Preocupación que no
es gratuita desde el momento en que en ella entran en juego, en el plano práctico,
una serie de procesos y valores (regímenes políticos, identidad, multiculturalidad...)
en los cuales se decide el futuro de los países de la región. Siguiendo la clásica
definición del politólogo argentino Oscar Oszlak el “Estado” sería, desde una
perspectiva abstracta, “una relación social”. Su objetivación o materialización se
hizo a través de una serie de instituciones burocráticas en donde se concentraba
“el poder y los recursos de dominación política”. En esa misma línea y partiendo de
tradiciones diversas (Max Weber, Antonio Gramsci, Pierre Bourdieu, Fernando
Savater), Juan Carlos Garavaglia sostiene que el Estado no sería primariamente
“una cosa” o “un aparato”, sino “una comunidad humana” y un “entramado de
relaciones sociales” caracterizadas por reivindicar el monopolio del uso legítimo de
la coacción física y simbólica, de la dominación de unos individuos sobre otros
dentro de un territorio. Para Garavaglia una historia del Estado debería centrarse
en estudiar la constitución e institucionalización, realizada de manera paulatina al
interior de determinadas sociedades, de un “poder separado”, es decir,
independiente de la colectividad social. En este proceso se verificará la imposición,
por parte de ese poder autónomo, de “pérdidas y sujeciones” a los miembros de la
sociedad (individuos, asociaciones intermedias, grupos privilegiados), pues se les
obligará a renunciar a su fuerza particular.

En torno al concepto de “Nación” la mayoría de investigadores converge en que es


y ha sido un constructo, una creación o una “fabricación” de convicciones,
solidaridades y fidelidades de las colectividades humanas o de los mismos Estados.
En ese proceso jugaron un rol determinante la educación, el servicio militar
obligatorio, las fiestas cívicas, la narrativa nacionalista, la prensa, entre otros
factores.

En el siglo XIX fue Ernest Renán quien puntualizó que la Nación era un producto
histórico con principio y final. Ni la raza, ni la lengua, la religión, los tratados
comerciales o el suelo (el cual se convierte, al fin y al cabo, en un sustrato

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indispensable) constituyen el basamento fundamental de las naciones. De ahí
entonces que la Nación se convierta en el resultado de un largo pasado de
sacrificios, desvelos y esfuerzos. “Es una gran solidaridad –apuntaba-, constituida
por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho [por los antepasados] y los
sacrificios que todavía se está dispuesto a hacer” (Ernest Renán, 1987, pp. 59-86).

Sobre el origen del Estado y la Nación, la idea que prevaleció en los intelectuales
hispanoamericanos durante gran parte del siglo XIX fue la del contractualismo,
fundada en las tesis del derecho natural. El Estado y la Nación eran producto de un
contrato voluntario entre los individuos libres e iguales. No obstante con la
introducción del positivismo se fue produciendo una metamorfosis conceptual que
si bien no logró eliminar a la visión contractualista, al menos evidencia el debate
suscitado durante esa época.

1.2. Desarrollo del concepto del Estado Nacional

El proceso de construcción histórica del Estado moderno no consistió solamente en


un desplazamiento de otras instituciones, sino su completa renovación, su
predominio con las nuevas autoridades de la nación, creando un orden social nuevo
(liberal, burgués y capitalista), al eliminarse las otras formas estamentales de origen
feudal del Antiguo Régimen mediante un triple proceso revolucionario: Revolución
liberal, Revolución burguesa y Revolución industrial.

El desarrollo del concepto había generado, a partir del siglo XVII, los primeros
mapas europeos de naciones-Estado, donde las fronteras se pretendían establecer
firmemente para garantizar la paz, al menos en principio, puesto que la estabilidad
de las fronteras nunca se consiguió. A la par de este desarrollo de concepto se
busca justificar la existencia de un Estado-nación natural, delimitado por fronteras
naturales en contraposición con la idea de la nación como producto de las
similitudes culturales. Este tipo de concepción territorial del Estado llevará a la
conformación de Estados imperiales, más que nacionales, donde se agrupan varias
comunidades nacionales bajo una misma autoridad estatal centralizada, que entran
en conflictos debido a sus profundas diferencias culturales, acendradas en tiempos
de depresión económica.

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Las naciones divididas o dispersas en distintos Estados también generaban
conflictos de muy difícil solución (caso del pueblo judío, el kurdo o el gitano). En
otros casos las comunidades de una misma nación eliminan las fronteras, de
manera que hay libre tránsito a través de fronteras, como es el caso de los
indígenas del norte de México y el sur de EUA

1.3. Diferencias entre Nación y Estado


a. Nación
Entendemos por “Nación” al conjunto de hombres y mujeres que
viviendo dentro de un mismo territorio están unidos por una misma
cultura, lengua, raza o religión, reconociendo un mismo origen y
persiguiendo un mismo destino.
b. Estado
En tanto que el “Estado” es una organización jurídica y política
compuesta por estos elementos: Población, Territorio y Gobierno.

1.4. Elementos del Estado

Habitualmente consideramos que el ESTADO se compone de tres elementos:

 Población: Es el conjunto de habitantes que existen en un


determinado territorio. El concepto de población incluye a todos los
habitantes: nacionales, extranjeros, hombres, mujeres, mayores,
menores, etc

 Territorio: Es el lugar geográfico en el que habita una población


determinada, es en definitiva el soporte físico de la Nación y del
Estado. Su importancia radica en que delimita el ámbito espacial
dentro del cual se ejerce el Poder del Estado
 Gobierno: Definimos al Gobierno como la manifestación de la
organización política de la Nación. En toda sociedad moderna existen
gobernantes y gobernados (quienes designan a los que conducirán
los destinos de una Nación).

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CAPÍTULO II

2.1. De los territorios indianos a los territorios de los Estados


Nacionales

El estudio de la configuración del territorio indiano a partir del siglo XVI tiene una
importancia capital a lo hora de esclarecer los antecedentes de los estados
nacionales. Antes de explorar someramente cómo se llevó a cabo esa
configuración será necesario establecer la diferencia entre “territorio” y
“territorialidad”. Marcelo Carmagnani nos dice que al territorio debemos entenderlo
como el resultado de una tensión entre comunidad y autoridad. No es por tanto, un
mero agregado de comunidades ni tampoco alude a simples zonas geográficas. La
tensión antes señalada.

“construye un espacio que es al mismo tiempo geográfico, en cuanto localizable y


mensurable; político, en cuanto regulado por instituciones locales, intermedias y
generales; social, en cuanto articula comunidades territoriales; económico, en
cuanto articula la circulación de bienes, y, finalmente, cultural, en cuanto se
fundamenta en usos y costumbres comunes”

El término “territorialidad” alude al desarrollo histórico de un conjunto de funciones


dentro del territorio que ha llevado a sus ocupantes a construir ciertas tradiciones y
sentimientos de pertenencia a dicho espacio.

2.2. La formación de los Estados Nacionales y la expansión de la


frontera

El siglo XIX estuvo signado por grandes transformaciones en América Latina. El


sistema colonial instaurado a finales del siglo XV comenzaba a ser cuestionado.
Durante esta etapa, se desarrollaron las luchas por las independencias (1804-1824)
y, posteriormente, las guerras civiles (1820-1880). Luego de la derrota del proyecto
de los libertadores de construir una Patria Grande, devino la conformación de los
nuevos Estados nacionales de carácter oligárquico. A su vez, el desarrollo del
sistema capitalista en Europa (también en Estados Unidos y Japón), impulsado por
la segunda fase de la Revolución Industrial, generó las condiciones para la
dominación económica —y en algunos casos, política—, de los países centrales

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sobre los periféricos. Este proceso condicionó el rol y el comportamiento de las
clases dominantes en los países semicoloniales, donde los nuevos Gobiernos
quedaron en manos de las nacientes oligarquías locales en sus diferentes
vertientes tales como minera, agrícola o ganadera exportadora.

En este marco se produjo la conformación de los nuevos Estados independientes,


proceso que generó cambios sociales, políticos, económicos y culturales con
respecto a la etapa colonial. Sin embargo, existen algunos aspectos en los que
primó la continuidad, tal como fue el caso de la concentración de la tierra y de las
precarias condiciones de trabajo a las cuales estaba sometido el campesinado. La
situación de explotación fue una característica en común, más allá de las diferentes
modalidades de los regímenes de trabajo adoptadas en cada subregión de América
Latina.

Durante la primera mitad del siglo XIX, la superficie dedicada a la producción de


materias primas en América Latina no había sufrido grandes variaciones en relación
con la etapa colonial. Para lograr la inserción de los países en el nuevo orden
económico mundial —en beneficio de las oligarquías locales supeditadas al capital
extranjero, principalmente, europeo y estadounidense—, fue necesaria la
conformación de los nuevos Estados nacionales. En la segunda mitad del siglo XIX,
los resultados de la transformación se reflejaban no solo en la creciente
acumulación de poder y riqueza de los sectores dominantes, sino también en su
voluntad manifiesta de expandir las fronteras interiores del continente. Como
consecuencia, la necesidad de ampliar la superficie dedicada a la producción de
materias primas destinada a la exportación despojaba de sus tierras a grandes
cantidades de campesinos y miembros de las comunidades originarias. Como
consecuencia, se produjo el exterminio sistemático de numerosas poblaciones
indígenas. En el mejor de los casos, los que sobrevivían pasaban a engrosar la
mano de obra necesaria para trabajar las tierras.

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CAPÍTULO III

3.1. Las corporaciones y la construcción del Estado

Pensamos muchas veces que durante el siglo XIX hubo en América Latina un
“Estado fuerte”, centralizado y organizado cuyos méritos fueron debidos a una
burocracia bastante compleja. Sin embargo, esa perspectiva no es del todo cierta.
Aunque a fines del XIX encontramos países con un Estado más consolidado, su
historia ha mostrado que para haber llegado a ese punto hubo una serie de
conflictos y negociaciones entre un gobierno central con las denominadas
“corporaciones”. Las corporaciones (pueblos, municipalidades, gremios, elites,
milicias e Iglesia) jugaron un rol fundamental en posibilitar e imposibilitar la
construcción de un centro gubernativo con capacidad de tener una presencia
impositiva, fiscalizadora y monopolizadora de la coacción física y simbólica en los
confines de cada país. Durante mucho tiempo algunos de estos actores fueron
olvidados por la historia política creyéndose que en la construcción de los Estados-
nacionales las relaciones de dominación prevalecientes en orden a asegurar una
estabilidad institucional fueron de arriba hacia abajo, descuidando, por ejemplo, el
poder de las corporaciones las cuales desfiguraron en no pocas ocasiones aquélla
supuesta unilateralidad. Ilustremos lo anterior a continuación.

3.1.1. Pueblos y gremios

Los pueblos de indios y de mestizos, así como sus gobiernos o


autoridades locales, fueron actores decisivos en la construcción del
Estado durante el siglo XIX. Su existencia, a la par de las instituciones
de carácter liberal-republicanas, fue ambigua.

Por un lado, fueron importantes fuentes de ingreso a los erarios


públicos. Pero, en cuanto a corporaciones de Antiguo Régimen que
continuaban haciendo uso de los privilegios concedidos por el rey –
por ejemplo, sus tierras ejidales- los pueblos no dejaron de ser un
obstáculo para los proyectos de modernización económica, según las
élites y las autoridades centrales.

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3.1.2. Élites

En apartados anteriores hemos visto cómo los vecinos constituyeron


un sector privilegiado dentro de las ciudades y villas durante la época
colonial. Los pueblos de indios también contaron con un sector similar:
los caciques, los curacas y los principales (aristocracia indígena)
frente a los “indios del común”. Todo ello nos indica que las
poblaciones manifestaron el carácter estamental de la sociedad
indiana. El “estamento” era entendido, según el Diccionario de
Autoridades, como “el estado en que uno se halla y permanece”. Cada
corporación (poblaciones, gremios, cofradías, milicias, cabildos, etc.)
tenía una posición, un lugar, un papel que cumplir dentro de la trama
social. Todos ellos formaban el “cuerpo místico”. Eran, según se creía,
sociedades inmóviles aunque la práctica mostró todo lo contrario.

Muchos de los vecinos en las ciudades y villas llegaron a constituir


verdaderas elites de poder político y económico. Se convirtieron en
grupos minoritarios que tomaron decisiones y se las impusieron a
otros. Su poder estuvo ligado a formas de dominación económica,
política y religiosa y a valores como los de la riqueza, el honor y la
hidalguía.

3.1.3. La Iglesia

Al igual que las otras corporaciones, la Iglesia desempeñó un doble


rol en la formación y consolidación de los Estados Nacionales durante
el siglo XIX. Quizás sea difícil imaginar, sobre todo si partimos de
rígidas interpretaciones y moldes maniqueos, en una colaboración
estrecha entre los gobiernos con la Iglesia. En el Perú, entre los años
de 1845 a 1929, los presidentes Castilla, Pardo, Cáceres y Piérola
llevaron a cabo programas de defensa de la soberanía del país a
través del control de las fronteras.
Tales programas estuvieron aparejados a la explotación de materias
primas en las regiones orientales. En ambos casos fue necesaria la
ayuda de misioneros católicos.

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CAPÍTULO IV

4.1. La construcción simbólica y narrativa de la nación

Para rastrear aquellos elementos que sirvieron, hasta cierto punto, de base en la
configuración de una “comunidad” nacional en las repúblicas hispanoamericanas
durante el siglo XIX es preciso clarificar dos conceptos utilizados por los diversos
grupos de la sociedad colonial. Uno de ellos fue el de “patria” y el otro el de “nación”.
Ambos términos no tuvieron durante los trescientos años de vida hispánica un
significado preciso. Más bien fueron cambiando de acuerdo a las coyunturas que a
continuación mostraremos. Sin embargo, se debe aclarar que para entender dichas
variaciones se hace indispensable acercarnos a cómo se gestaron en la Europa
antigua y cuáles fueron las múltiples acepciones que tuvieron. Así comprenderemos
la apropiación, asimilación y re-conceptualización de tales términos por la sociedad
colonial indiana. Al respecto, José Antonio Maravall ha sostenido que el amor a la
patria, a la lengua o a un territorio ha sido una construcción histórica. Fue un
sentimiento elaborado por la literatura antigua (Horacio, Virgilio, Ovidio), aunque
haya argüido que el amor a la patria era un vínculo afectivo natural.
Para Aristófanes y Cicerón, herederos de una cultura que desbordaba los linderos
de una ciudad, la patria era todo el mundo, la “patria communis”, el cosmos como
polis. Esa visión cosmopolita fue posible por las empresas alejandrinas que
trascendieron el horizonte estrecho de las ciudades helénicas, por la concepción
“panhelénica” o por la misma experiencia del Imperio Romano que buscaba
conquistar hasta los confines de la tierra. El mundo cristiano llevó a cabo una
“operación mental” al proyectar esa visión terrena de patria a una esfera
escatológica, supra-local, universalista: la patria celestial.

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CAPITULO V

5.1. Conclusiones

 En la constitución de un “poder separado” para monopolizar la coacción


física y simbólica dentro de las sociedades de la América Hispana,
intervinieron a lo largo del siglo XIX algunas “estructuras” de la época
colonial.
 Lo anterior nos lleva a recordar que estas corporaciones condicionaron
no solo la interpretación de la soberanía sino también “la pusieron en
jaque”.
 De acuerdo a Hobsbawm algunos liberales europeos del siglo XIX
defendieron tres criterios para explicar la existencia de las naciones. La
existencia de un Estado con un “pasado” bastante largo; la existencia
de una antigua elite cultural, poseedora de una lengua vernácula
literaria y de un poder administrativo nacional y, finalmente, poseer una
probada capacidad de conquista.

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CAPITULO VI

6.1. BIBLIOGRAFIA

 María de los Ángeles Acuña y Doriam Chavarría, “Cartago colonial:


mestizaje y patrones matrimoniales, 1738-1821” en Revista Mesoamérica
#31 (1996) pp. 157-179.
 Javier Aguilera Rojas, Fundación de ciudades hispanoamericanas, Madrid:
MAPFRE, 1994
 Juan Bautista Alberdi, Bases y punto de partida para la organización política
de la República Argentina, Buenos Aires: Plus Ultra, 1980.
 José Amor de la Patria, “Catecismo Político Cristiano” en José Luis Romero
y Luis Alberto Romero (Compiladores), Pensamiento político de la
emancipación, Barcelona: Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 212-227.
 Xiomara Avendaño, “Procesos electorales y clases políticas en la Federación
centroamericana (1810-1840)”, Tesis para optar al grado de doctora en
Historia en El Colegio de México, 1995.
 Alfredo Ávila, En nombre de la nación. La formación del gobierno
representativo en México (1808-1824). México: Taurus, 2002.
 http://www.redalyc.org/pdf/148/14811516003.pdf
 http://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/8953/Presentacion.pdf?sequenc
e=8&isAllowed=y

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CAPITULO VII

7.1. ANEXOS

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