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Halliday

1. “La gente reacciona ante el hecho de que otros signifiquen de modo diferente al suyo y se siente
amenazada por ese hecho” (siente amenaza de su sistema de valores y significados). Frente a esto
se alza el antilenguaje (lenguaje de gheto): es un dialecto social no estándar usado defensivamente
y estratégicamente, para mantener sus propios significados sociales y resistir.
2. El registro se diferencia del dialecto. El primero depende de lo que alguien está haciendo y es un
modo de decir cosas distintas. El segundo depende de lo que alguien es y es un modo de decir lo
mismo.
3. Los niños encuentran dificultades cuando hay falta de continuidad relativa entre su cultura natural
y la de la escuela y por eso, cuanto mayor sea la brecha cultural entre el medio escolar y el ajeno a
la escuela, será más importante hacer explícitas las cualidades del segundo. Por eso propone un
diario lingüístico como actividad escolar (Halliday y Mc Intosh Las ciencias lingüísticas y la
enseñanza del lenguaje. 1964)
4. La dialectología y la sociolingüística tradicional de Labov muestra la variación en el dialecto pero
sin conmutación, es decir, muestran una variedad formada por rasgos específicos que no cambian
en distintas circunstancias. Halliday dice que conmutamos todo el tiempo nuestra variedad de
acuerdo al registro. Se conmuta de una variedad a otra por influencia del registro y el diario
lingüístico debe mostrarlo y reflexionar sobre esto.
5. Los aspectos que componen el registro son el campo, el tenor y el modo. Caracterizarlos.
6. El lenguaje es la habilidad de significar en los tipos de situación en contextos sociales que son
generados por la cultura.
7. Un hablante tiene más de un dialecto y las conmutaciones de dialecto simbolizan conmutaciones
de registro.
8. En una estructura social jerárquica típica el dialecto es el medio por el que a alguien se le concede
o niega el acceso a ciertos registros. La hipótesis del estereotipo lleva al fracaso como profecía
autocumplida. Un maestro debe saber cuáles son las actitudes lingüísticas propias y las de los
alumnos; también reflexionar por qué la gente juzga un lenguaje como bueno o malo. Una
actividad para esto es buscar opiniones de la gente sobre distintas formas y discutir; qué opiniones
tienen padres, niños, maestros; a qué dominios lingüísticos especialmente se vinculan.

La verdad sorprendente es que son los usos cotidianos del lenguaje más ordinarios, con padres, hermanos
y hermanas, con niños del vecindario, en el hogar, en la calle y en el parque, en las tiendas y en los trenes
y los autobuses, los que sirven para transmitir al niño las cualidades esenciales de la sociedad y la
naturaleza del ser social. (...) Lo que importa no es tanto el entorno lingüístico, en el sentido de qué
lenguaje o dialecto aprende a hablar el niño, sino el entorno cultural o subcultural, pues éste queda
encerrado en el lenguaje y es transmitido por él. En otras palabras, la “diferencia de lenguaje” puede ser
importante, pero, de serlo, sería una diferencia de función más que de forma. Esa es la idea fundamental
en la obra empírica y teórica del profesor Basil Bernstein en el campo del lenguaje y la sociedad: junto
con otra idea, a saber, que lo que determina la verdadera configuración cultural y lingüística es, en
esencia, la estructura social, el sistema de relaciones sociales, en la familia y en otros grupos sociales
clave, que es característico de la subcultura particular. Bernstein (1971: 122) escribe: Algunas modas del
habla, estructuras de consistencia, pueden existir en cualquier lengua dada... y esas formas del habla,
formas o códigos linguísticos, son en sí una función de la forma que adoptan las relaciones sociales.
Según este criterio, la forma de relación social o, de una manera más general, la estructura social, genera
diferentes formas o códigos y esos códigos transmiten en esencia la cultura, limitando así la conducta.
(...) No hay nada, pero nada, en el dialecto como tal, que impida a un niño interiorizar y aprender a
utilizar significados universales (1971:199).[El uso del lenguaje] es un concepto muy útil, sin el cual no
podemos explicar la variación que encontramos en un lenguaje (...) la capacidad para dominar las
variedades de nuestro lenguaje adecuadas a los diferentes usos es una de las piedras angulares del éxito
lingüístico, y no lo es menos para el educando. (...) Si, por ejemplo, el dialecto estándar se utiliza en
contextos formales y el dialecto del vecindario en contextos informales, entonces una parte de la
determinación contextual de características linguísticas consiste en la determinación de la elección del
dialecto. Cuando los dialectos llegan a tener distintos significados para nosotros, la elección del dialecto
se transforma en elección de significado o en una elección de distintas áreas de nuestro potencial de
significado. (...) El lenguaje es la habilidad de significar en los tipos de situación o contextos sociales que
son generados por la cultura. (...) Un dialecto social es como un dialecto regional, en cuanto que se puede
considerar invariante en la historia de la vida del hablante; habitualmente ese hecho se consideraba la
norma; sin embago, en la práctica resulta engañoso como señala Labov a ese respecto (1970: 170):
“Hasta donde podemos ver no hay hablantes de un solo estilo”. Labov se refiere a “los cambios de estilo”
más que a “los cambios de código”, entendiendo por esto, respecto de ciertas variables, un cambio que
está regido por una restricción particular de situación, a saber, el nivel de formalidad. El tipo de variación
lingüística que va asociada con esos contextos, es en sí considerablemente homogénea; dicha variación
puede representarse en forma de puntos a lo largo de una escala de desviación de una forma implícita,
siendo la norma en este caso una forma de prestigio o forma estándar. El hablante no conmuta entre
formas alternativas que se desvíen igualmente y que, por tanto, sean neutras respecto de las normas de
prestigio. Conmuta entre variantes cargadas de valor: poseen valores diferenciales en el sistema social;
eso no implica en modo alguno que necesariamente las llamadas formas de prestigio tengan el mayor
valor para todos los grupos en todos los contextos sino simplemente que el efecto de esa variación en el
cambio lingüístico no pueda estudiarse aisladamente del sistema social que determina las series de
valores subyacentes en la variación. (...) Lo que la obra de Bernstein sugiere es que puede haber
diferencias en la orientación relativa de grupos sociales distintos hacia las diversas funciones del lenguaje
en contextos dados y hacia las diferentes áreas de significado que pueden explorarse en una función dada.
Ahora bien, de ser así, entonces cuando esas diferencias se manifiestan en los contextos críticos para el
proceso de socialización, pueden tener un efecto profundo en el aprendizaje social del niño y,
consecuentemente, en su respuesta a la educación, porque en el proceso educativo hay algunos supuestos
y algunas prácticas que reflejan de manera distinta no sólo los valores, sino también los patrones de
comunicación y los estilos de aprendizaje de las diferentes subculturas. Como ha señalado Bernstein eso
no sólo tiende a favorecer ciertos modos de aprendizaje por encima de otros, sino que también crea para
algunos niños, entre el hogar y la escuela, una continuidad de cultura que en gran parte niega a otros. (...)
En la obra de Bernstein hay evidencias de que algunos grupos sociales o algunas subculturas diferentes
conceden un gran valor a órdenes de significado diferentes; de ahí que surjan diferencias en la
importancia concedida a tal o cual conjunto sociosemántico o potencial de significado, en un contexto
dado. En cualquier subcultura particular, ciertas funciones del lenguaje o áreas de significado dentro de
una función dada, pueden recibir un hincapie relativamente mayor. (...) Debemos dirigir nuestra atención
más allá de las formas del lenguaje, más allá del acento y del dialecto, y de las particularidades
morfológicas y sintácticas de tal o cual variedad de inglés, hacia el significado y la función social. (...)
Todo niño normal posee un sistema lingüístico enteramente funcional, la dificultad radica en conciliar
una orientación funcional con otra. El remedio no consistirá en la administración de dosis concentradas
de estructura lingüística. En parte, puede consistir en el ensanchamiento de la perspectiva funcional: en la
de la escuela, tanto como en la del alumno individual. (...) El concepto de lengua estándar es un concepto
institucional: se refiere a la posición de un dialecto particular y a la gama de funciones a las que sirve, no
a cualquier elemento intríseco en el propio dialecto. (...) ¿Por qué tanta gente de la ciudad se muestra tan
violenta al condenar lo que considera formas subestándares del habla? La respuesta parece ser que,
aunque las actitudes se plantean explícitamente respecto de cuestiones de pronunciación y de formación
de palabras accesibles de manera inmediata, lo que realmente provoca la reacción es algo mucho más
profundo. La gente reacciona ante el hecho de que otros signifiquen de modo distinto al suyo, y se siente
amenazada por ese hecho. No sólo se trata de que se tenga aversión a ciertos sonidos, aunque esa sea la
forma adoptada superficialmente, sino de sentir aprenhensión ante ciertas maneras de significación. El
problema radica no en un sistema de vocales distinto, sino en un sistema de valores distinto: si yo objeto
los sonidos vocálicos de alguien, o la estructura de sus oraciones, hay probabilidades de que exprese mi
objeción estética (“son feos”) o pragmáticamente (“constituyen una barrera para la comunicación”), sino
es que de uno y otro modo, así creo que debe ser; pero en realidad objeto esas cosas como símbolos. Y
siendo símbolos linguísticos tienen una doble carga: por una parte funcionan directamente, como índices
de la estructura social, como la barba y los modos de vestir, y por otra indirectamente, como parte de la
realización de los significados mediante los cuales el hablante representa su identidad subcultural. El
lenguaje es sólo uno de los modos en que la gente representa los significados inherentes al sistema social.
En cierto sentido, estos también están representados (es decir, expresados), por el modo de andar de la
gente, la ropa que usa, sus hábitos alimentarios y las demás pautas de comportamiento; en otro sentido,
están representados, es decir, hechos metáfora) por el modo en que la gente clasifica las cosas, por las
normas que establece, y por otros modos de pensar. El lenguaje “representa” en uno y otro sentido. Puede
hacerlo porque codifica, a un mismo tiempo, tanto nuestra experiencia de la realidad como nuestras
relaciones con los demás. (...) De ese modo, resulta que grandes cantidades de niños en la ciudad
aprenden a hablar, - es decir, aprenden a significar-, de forma que resulta incompatible con las normas
sociales establecidas; lo cual no importaría si no fuera por el hecho de que dichas normas se incluyen
entre los principios y las prácticas de la educación: el resultado es un grave problema de fracaso
educativo o de resistencia a la educación. El problema del fracaso educativo no es un problema
lingüístico, si por linguísticos queremos decir un problema de dialectos urbanos diferentes, aunque se vea
complicado por factores dialectales, especialmente por actitudes ante los dialectos, sino que en el fondo
es un problema semiótico, vinculado a las distintas maneras en que hemos construido nuestra realidad
social y a los estilos de significación que hemos aprendido a asociar con los diversos aspectos de ésta.
Mis significados, los recursos semánticos que empleo en un contexto social determinado, quizás no sean
los mismos que los suyos, o que sus expectativas acerca de lo que los míos debieran ser, lo cual puede dar
lugar a una pasmosa falta de comunicación entre nosotros. (...) No significa argumentar que un maestro
debiera aprender a hablar a los niños en su dialecto de vecindario, gesto que en sí no ayuda en mucho,
pero sí que debería estar preparado para reconocer tanto sus propias actitudes linguísticas populares como
las de otras personas e, idealmente, para explorar dichas actitudes, con la participación de los alumnos.
La propia experiencia de los alumnos les dirá que el lenguaje es uno de los muchos aspectos del
conocimiento humano que los demás juzgan “bueno” o “malo”; se les puede alentar a tratar de encontrar
por qué ocurre así y el maestro los puede guiar hacia la comprensión que les permita ver a través y más
allá de esos juicios (antes que nada , no sería raro que los alumnos guiaran al maestro); esto trae a
colación las cuestiones del dialecto y el acento, de lo estándar y lo no estándar. Todos necesitamos
aprender alguna forma de lengua estándar – no importa mucho con qué acento, pero, de cualquier modo,
no hay muchas probabilidades de que el maestro influya en ello-; hay funciones del lenguaje para las que
la una es apropiada y no la otra.

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