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A partir de ahora, que cada uno haga

lo que le mejor le parezca, para salvar


la propia vida, /…/ cada uno para el
santo que lo cuida y no hay más
autoridad. ¡Aquí se acabó España!
Pánfilo Narváez. “Cabeza de
Vaca”.

La película “Cabeza de Vaca” del director mexicano Nicolás Echeverría narra la historia del
explorador homónimo que en 1528, como tesorero del rey Carlos I, se embarcó en la
expedición de Pánfilo de Narváez para explorar la península de Florida. Tras el fracaso de la
expedición, Cabeza de Vaca se vio forzado a pasar 8 años en territorio indio sin apenas
contacto con ningún otro europeo.
La película, inspirada en “Naufragios”, la narración del propio explorador, no sigue una línea
narrativa tradicional. Echevarría se libera de los cánones cinematográficos tradicionales y opta
por una vía más visual y lírica, que resulta en escenas totalmente desconcertantes e
inverosímiles. Detrás de este formato poco convencional está la intención de acercar al
espectador la desorientación que debió experimentar el mismo Cabeza de Vaca al
encontrarse entre los pueblos amerindios. Echevarría invita al espectador a participar de la
confusión, a aceptarla como parte esencial del acercamiento al periodo de conquista. Con
esta novedosa propuesta, “Cabeza de Vaca”, a diferencia de otras películas, consigue recrear
el desconcierto general que debió marcar los primeros encuentros entre conquistadores y
pueblos amerindios.
Entre los temas que trata la película destacan dos: la construcción de una nueva identidad a
través de la convivencia con “el otro” y la transculturización como proceso inevitable y
recíproco que conlleva el encuentro de civilizaciones.

En el caso de Cabeza de Vaca, su periplo como prisionero y su posterior puesta en libertad,


revelan una transculturización de español a indio y viceversa. Cabeza de Vaca adoptará y
adaptará los ritos y costumbres indias a la nueva realidad que le toca vivir. A los ritos que
aprende del chamán, Cabeza de Vaca incorpora Padres Nuestros y Ave Marías, creando así
ceremonias, cuando menos, singulares. En el encuentro final entre Cabeza de Vaca y sus
compatriotas españoles se evidencia la insólita mutación que el explorador español ha sufrido
tras sus ocho años en tierras americanas: el que otrora fuera tesorero del rey es ahora un
individuo distinto, irreconocible incluso para sus propios compañeros de expedición. Bajo su
demacrado aspecto físico se esconden las profundas cicatrices que en su espíritu han dejado
los pueblos de Norte América con los que ha convivido durante ocho largos años.
El contraste civilizado-salvaje, superior-inferior, del discurso tradicional de La Conquista queda
puesto en entredicho con la narración de los hechos que hace “Cabeza de Vaca”. Narváez,
como líder de los europeos, personifica la bajeza espiritual y moral que quiere asociarse a los
españoles. El capitán de la expedición, al dejar a la deriva a sus compañeros, manifiesta su
lesa humanidad, en contraste con el “valor” y “determinación” que suelen atribuirse a los
conquistadores en el discurso triunfalista de La Conquista. Asimismo, la antropofagia, que
normalmente se utiliza para exaltar el carácter salvaje de algunos pueblos amerindios, se
torna en “Cabeza de Vaca” contra los españoles.
Sin duda, uno de los logros de la película es, precisamente, la alteración del discurso colonial
tradicional. Las estructuras binarias de “superior vs inferior” o “conquistador vs conquistado”
quedan invertidas hasta el punto de proponer un nuevo discurso de los hechos históricos.
“Cabeza de Vaca” a través de una propuesta innovadora y original propone un discurso
alternativo de la historia y de sus protagonistas: sin héroes, sin gloria. Sólo personas.

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