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Repensando los valores desde el crecimiento humano

[Primeras notas para una discusión]

Alberto Carreón
Enero 31, 2018

Hablar de valores es adentrarse en un laberinto del cual tal vez no saldremos tan airosos como
lo hizo Teseo. Una rápida ojeada a la bibliografía disponible permite apreciar la complejidad
del tema. La cual podemos expresarla en diversos cuestionamientos: ¿Qué es un valor? ¿De
qué valores hablamos? ¿A caso son estéticos, morales, éticos, reales, simbólicos, etc.?
¿Centramos nuestra atención en valores terminales o instrumentales? ¿Los valores emanan de
las creencias y los sistemas ideológicos? O bien ¿Surgen de las necesidades? ¿Son producto de
la racionalidad individual o de la colectiva? ¿Existen valores universales? ¿Si son relativos
continúan siendo valores? ¿y los antivalores? En toda esta maraña de preguntas no puede faltar
el pragmatismo y preguntarnos ¿Para qué sirven los valores? ¿Son realmente útiles? Y para
terminar de complicar un poco más las cosas ¿Se pueden enseñar valores? ¿Cómo? ¿Qué
valores deben poseer los educadores en valores? Y por último como quien no quiere ¿Cuáles
son esos valores?

Para salir del laberinto, que estás preguntas y la profusa bibliografía sobre el tema nos plantea,
la estrategia no es ignorar las interrogantes sino buscar el enfoque que nos permita avanzar sin
perder el hilo de Ariadna. Con esto me refiero que en lugar de partir de la filosofía
especulativa de las formas puras, partamos de lo que José Antonio Marina llama una filosofía
práctica. Es decir el filosofar fundamentalmente orientado a “resolver problemas vitales igual
que aprendemos a solucionar problemas matemáticos” (Marina, s.f., P. 2).

El razonamiento de la filosofía especulativa seguiría más o menos el orden de las preguntas


expuestas un par de párrafos arriba, La filosofía práctica tendría que invertir el camino. Así
que, como en los laberintos impresos, la forma más fácil de hallar la salida es empezando por el
final.

Para mí, esto es empezar preguntándonos ¿cuáles son los valores que conllevan y/o favorecen
el crecimiento humano? ¿Estos valores son los mismos que deben guiar a la práctica
terapéutica? E incluso, ¿Podrían ser los mismos valores que guíen a los formadores de los
terapeutas? Mi respuesta provisional a estas interrogantes es que efectivamente deben existir o
podemos reconocer algunos valores en los que se sustenta el crecimiento humano y tendrían
que ser los mismos para los pacientes, los terapeutas y los formadores de los terapeutas.

Quiero llamar la atención respecto a que no hay crecimiento humano sin acción, esto pone en
manifiesto la estrecha vinculación entre Valores y Virtudes. Respecto a las virtudes, José
Antonio Marina, señala que pueden ser entendidas como “hábitos operativos que nos inclinan
al bien” (Marina, 2013, P. 8. Tal vez, sea al revés, nuestra tendencia al bien nos lleva a ciertos
hábitos operativos, aunque me parece que también puede ser válida si la pensamos como un
ciclo virtuoso, donde las acciones nos inclinan al bien y la experiencia del bien nos ayuda a
desarrollar hábitos operativos. Para ser más prácticos, me parece que valdría la pena sustituir la
palabra “bien”, por algo más tangible como “crecimiento”, y una buena forma de entender el
crecimiento es la concepción de Goldstein como la tendencia a la realización, a la completitud
humana. Realización que implica “la inclusión y la transformación del mundo” (Quitmann,
1989, p. 108).

Es claro que los valores deben convertirse en acciones, es decir en virtudes, por ello me sumo
a la opinión de Marina, de que la educación de las virtudes es más poderosa que la muy
afamada educación en valores. Sin embargo, las virtudes tienden a la baja por su fama de
moralizantes. Pese a esto, la psicología norteamericana ha vuelto su atención a las virtudes con
un nombre moderno: las fortalezas humanas (Peterson y Seligman, en Marina, 2013). Marina
comenta que los hallazgos de los citados investigadores se relacionan con lo que en otros
tiempos se llamó la “formación del carácter”. Esta idea, me parece, nos remite a la idea de
formación integral, es decir, no basta la educación en valores o la educación en virtudes, o la
educación en hábitos o competencias, o en meras actitudes. Todos los aspectos son
importantes. Ciertamente una característica de la educación humanista es que debe ser integral
y no fragmentada, máxime cuando hablamos de crecimiento humano.

Hagamos un pequeño alto y recapitulemos. Aún no sabemos cuáles son los valores, sin
embargo hemos avanzado en averiguar que debemos pensar en términos de valores-actitudes-
virtudes (aunque de aquí en adelante solo utilizare la palabra valores para referirme a esta
triada) y que tendrán que ser los valores subyacentes al crecimiento humano, y desde nuestra
perspectiva de la terapia gestalt podemos avanzar otro dato: se trata de los valores implicados
en la interacción organismo/entorno en un campo determinado.

Para poder ser útiles en términos del crecimiento humano, los valores deben cumplir una
función básica: ayudar a valorar, evaluar, y orientar nuestras acciones en cada situación dada.
Por ello es que los valores están estrechamente vinculados a nuestras necesidades personales,
pero también a lo “adecuado” en un entorno determinado. Por ello los valores inevitablemente
se relacionan con conceptos como bienestar, satisfacción, bien vivir y calidad de vida entre
otros muchos. (Zubieta, Fernández, Sosa, 2012). Y por esto mismo es que los valores conectan
con la ética, y desde la Terapia Gestalt me parece que de una u otra forma se trata de una ética
eudemonista, justo en el sentido del espíritu de lo bueno.

En este punto de la reflexión, es momento de preguntarnos, al igual que la humanidad durante


siglos, ¿Qué es el bien vivir? ¿Quién es capaz de decirnos cómo debemos de vivir? ¿Cómo
hacer para que el sueño de unos no sea la pesadilla de muchos? Entre las múltiples respuestas
me inclino por la del Gargantua de Rebelais: “haz lo que quieras”. El argumento de Gargantua
es el siguiente:
es razonable porque las gentes libres, bien nacidas y bien educadas, cuando tratan con
personas honradas, sienten por naturaleza el instinto y estímulo de huir del vicio y
acogerse a la virtud. Y es a esto a lo que llaman honor (…) Pero cuando las mismas
gentes se ven refrenadas y constreñidas, tienden a rebelarse y romper el yugo que las
abruma. Pues todos nos inclinamos siempre a buscar lo prohibido y a codiciar lo que se
nos niega (Savater, 1991, p. 31)

Me gusta la respuesta pues no se trata de un código que seguir, ni las siete leyes para ser feliz,
basta una haz lo que quieras. El argumento nos revela que lo valioso está en ser libre, bien
nacido, bien educado y tratar con personas honradas. Desde la perspectiva de la terapia gestalt
me es inevitable pensar en campo: organismo/entorno, en awareness y apoyo, en…. es decir, en
términos de contacto. A su vez refrenar y constreñir se manifiestan en las diversas
interrupciones o flexiones.

Sigamos adelante en nuestra investigación sobre los valores. Ya en el siglo XVIII David Hume,
nos aporta unas pistas que me parece conveniente retomar. Al respecto de la buena vida señala:
Aunque la razón basta, cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada, para
instruimos de las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no
basta, por sí misma, para producir la censura o la aprobación moral. La utilidad no es
más que una tendencia hacia un cierto fin; si el fin nos fuese totalmente indiferente,
sentiríamos la misma indiferencia por los medios. Es preciso necesariamente que un
sentimiento se manifieste aquí, para hacernos preferir las tendencias útiles a las tendencias
dañinas. Ese sentimiento no puede ser más que una simpatía por la felicidad de los
hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son los diferentes fines que la
virtud y el vicio tienen tendencia a promover (Savater, 1991, p. 32).

En otras palabras, los valores son fundamentalmente afectivos, más en relación a la consciencia
inmediata que a la consciencia reflexiva. Esto no excluye que los valores posean una base, un
fondo cultural. En otras palabras, los valores son constructos socioculturales e históricos, que
se encarnan en las personas. Ahora bien, los valores son accesibles a la razón y por lo tanto son
susceptibles de irse transformando, tanto en lo personal como en los social. El historiador
Yuval Noah Harari nos regala un ejemplo al hablar del tema de la igualdad.
A pesar de su proclamación de la igualdad de todos los hombres, el orden imaginado
que los americanos fundaron en 1776 también establecía una jerarquía entre los
hombres, que se beneficiaban de él, y las mujeres, a las que dejaba sin autoridad.
Asimismo, creó una jerarquía entre los blancos, que gozaban de libertad, y los negros y
los indios americanos, que eran considerados humanos de un tipo inferior y, por lo
tanto, no compartían por igual los derechos de los hombres. Muchos de los que
firmaron la Declaración de Independencia eran dueños de esclavos. Y no liberaron a
sus esclavos después de firmar la Declaración, ni se consideraban hipócritas. (2014,
posición 2381-2386).
Es claro que lo que los fundadores de los Estados Unidos entendían por igualdad en 1776, es
muy distinto a lo que podemos pensar hoy en día. Esto me parece importante enfatizarlo, los
valores no son universales ni inmutables, por el contrario se encuentran en constante cambio,
son dinámicos.

Hasta el momento he señalado que al hablar de valores debemos pensar también en actitudes y
virtudes, están estrechamente vinculados al buen vivir y nuestras necesidades, son
fundamentalmente de naturaleza afectiva, accesibles a la consciencia, son constructos
socioculturales e históricos dinámicos y cambiantes. A estas características o propiedades de
los valores me parece oportuno agregar dos más: Establecer jerarquías y funcionar como
sistema. Veamos un ejemplo para entender estas características.

El café no solo me gusta sino que me es además útil para empezar el día. Sin embargo, al elegir
que café comprar he de recurrir a mi jerarquía de valores. Por ejemplo, para mí es muy
importante que sea un café nacional, de preferencia que sea un café de comercio justo, claro
que el precio es importante para mí, así mismo el sabor y por último la facilidad de acceso. Si
en mi súper local encuentro un producto con todas estas características mi compra es fácil, de
lo contrario entraré en un conflicto obligándome a revisar mi jerarquía de valores, por ejemplo,
un café puede exceder mi presupuesto, o bien un café puede que no tenga tan buen sabor
como me gusta. Además de revisar mi jerarquía me veo obligado a recurrir a otros valores para
tomar una decisión. Tal vez por condiciones de facilitad y dinero, termine comprando un café
nacional aunque no sea de comercio justo. Estas dos características, la jerarquía y el funcionar
como sistema permiten que los valores sean flexibles, adaptables a las circunstancias.

Haciendo de nuevo un alto, y revisando lo expuesto, me doy cuenta que hasta el momento he
tratado de clarificar las características de los valores y su importancia en el tema del desarrollo
humano, y por ende la formación y el quehacer terapéutico. Ahora es momento de precisar
cuáles son los valores básicos al respecto.

Pero volvamos ahora al tema de la formación, es decir ¿Cómo se enseñan los valores? ¿Cómo
se aprenden los valores? Recurriré a un excurso, en este caso a la obra Todo lo que hay que saber a
los siete años; como pueden descubrir el mundo los niños, de la autora Donata Elschenbroich (2004),
quien durante varios años se ha dedicado a preguntar a toda clase de expertos “¿Qué debería
conocer, saber, haber vivido un niño a los siete años de vida? ¿Con qué debería por lo menos
haber entrado en contacto? El resultado es una polémica lista, de la cual transcribo algunas de
las ideas que me llaman la atención (pp. 31 – 36).
 Haber compartido con un adulto una cuestión sin resolver (eso no lo sabe nadie)
 Haberse subido a un árbol
 Haberse metido en un arroyo
 Haber sembrado y cosechado
 Haber investigado una cremallera y un cierre de velcro
 Poder conectar y desenchufar aparatos
 Conocer los típicos juegos de niños y niñas. Que le hayan consultado su opinión al
respecto.
 Querer ponerse guapo, tener sentido del estilo “este jersey no me queda bien”
 Haber sentido la tensión y la expectativa que puede provocar la hoja en blanco
 “Saberse” un libro de principio a fin
 Recordar una promesa cumplida
 Saberse el número de urgencias
 Tener una idea de la distribución del mundo, de los continentes
 Notar la diferencia entre comer y celebrar una comida.
 Saber dejar terminar hablar
 Saber que no todos los deseos se cumplen por igual
 Reflexiona ¿Qué puedo hacer yo?
 Haberse sentido orgullo de ser “niño”. Simplemente un niño.

La autora aclara en las primeras páginas que “no se trata de una lista de control para
comprobar qué habilidades y experiencias cumplen los niños. Más bien se trata de una lista de
control de las obligaciones de los adultos. Debe servir para preguntarse ¿Qué oportunidades
educativas debemos a los niños de siete años?” (p. 27)

Algunas implican una experiencia, otras implican una habilidad, otras se refieren a cierto tipo
de conocimiento, otras implican la interacción con otros niños y/o adultos. Otras se orientan
por la introspección y la reflexión.

Lo que me parece relevante para nuestro tema sobre la formación es que lo útil, lo importante,
lo valioso de la vida se “adquiere” de muchas formas. Un posible listado de formas mediante
las que aprehendemos los valores/actitudes/virtudes podría ser:

1. La experiencia. La forma más poderosa de aprender valores, actitudes y virtudes es a


partir de la propia experiencia. Muchas de las teorías del aprendizaje privilegian el
aprendizaje por descubrimiento. La única forma de valorar la libertad es mediante la
experiencia de la libertad. Vale anotar que la experiencia siempre es en relación con
alguien y siempre ocurre en una situación concreta. En esta línea la Terapia Gestalt
tiene mucho que aportar para que la experiencia sea más plena.

2. La reflexión sobre las experiencias. La experiencia es un buen punto de partida, pero


no estaría completa sino tenemos la capacidad de reflexión tanto sobre las experiencias
en curso como las experiencias pasadas.

3. La búsqueda de la evidencia más fuerte. La reflexión que no se nutre de una visión


crítica será poco útil, es decir poco valiosa. Cómo sabemos que realmente es crítica, me
parece que la propuesta de Marina de buscar continuamente la evidencia más fuerte
aplica para este caso1. No podemos quedarnos con una verdad, hay que estar en la
búsqueda continua de las verdades. En este sentido es fundamental el estudio y la
investigación.

4. Explicitar las normas. Los valores, las actitudes y las virtudes requieren expresarse
operativamente en normas. Las técnicas no son sino una norma. El problema es que
muchas veces nos adherimos a las normas sin saber a qué valor se vincula. Iniciar la
clase a una hora puede ser una buena norma siempre y cuando yo sepa que no
responde al autoritarismo del profesor sino que es una expresión de respeto a los
demás y el uso de su tiempo.

5. La flexibilidad. A partir de las cualidades de los valores me parece que es importante


(valioso) preguntarnos constantemente, en cada situación, en este momento de mi vida,
que significa determinado valor en el que creo.

6. La creatividad. Si la vida tiene que ver con nuestra forma de responder adecuadamente a
las exigencias de las diversas situaciones, lo valioso y lo útil es poder crear, inventar
nuevas formas de enfrentar las exigencias.

7. Un ambiente basado en el diálogo2. Lo fundamental es la relación, y tenemos la


convicción de que la relación es esencialmente dialógica. Por último, me parece que
todo lo anterior debe darse en un ambiente de seguridad y confianza, donde siguiendo
a Habermas, nadie tiene nada que perder más allá de una discusión.

Las formas en que aprendemos lo valioso, lo útil, es al mismo tiempo la forma en que
crecemos como seres humanos en sociedad. Por lo que creo que los valores que deben orientar
nuestra labor formativa son lo que he mencionado.

1 En Ética para náufragos Marina nos explica que el error es siempre la confrontación de dos evidencias
que o puedn unificarse en un proceso de corrobación. Ejemplos de esto son el sistema tolemaico y el
sistema copernicano; las evidencias de que las mujeres eran inferiores a los hombres que fueron
reemplazadas lentamente por otras evidencias.
2
Habermas define la situación ideal de habla “en la que las comunicaciones no sólo no se vean
obstaculizadas por influjos externos contingentes, sino tampoco por las coacciones que resultan de la
estructura misma de la comunicación”. (Muguerza, J., 1987, p.27). Existen cuatro condiciones
necesarias para la creación de la situación ideal de diálogo:
 Cualquier sujeto capaz de lenguaje y acción puede participar en los discursos,
 Cualquiera puede problematizar cualquier afirmación,
 Cualquiera puede expresar sus posiciones, deseos y necesidades; y
 No debe haber coacción interna o externa al discurso.
.
Estos valores en su conjunto, a su vez, nos definen un sistema formativo, que a su vez implica
las actitudes y las virtudes, cuyo bosquejo quedaría más o menos de la siguiente forma.
 Partir de la experiencia
 Reflexionar sobre la experiencia
 Iluminar la experiencia a partir de la teoría
 Generar aplicaciones técnicas congruentes con los valores
 Preguntarme como aplica en esta situación lo aprendido
 Desarrollar la capacidad de generar posibilidades y alternativas
 En un ambiente seguro

Esta propuesta pone el acento no en el qué sino en el cómo, lo cual me parece es más
congruente con nuestra práctica y nuestra propia filosofía.

Referencias:

Harari, Y. N. (2014). Sapiens. De animales a dioses, breve historia de la humanidad. [Edición Kindle]]
Barcelona: Debate

Marina, José Antonio (s.f.) Filosofía práctica. José Antonio Marina. Recuperado de
http://www.joseantoniomarina.net/practica/

Marina, José Antonio (2013) Valores y Virtudes. Pediatría Integral. Recuperado de


http://www.joseantoniomarina.net/articulo/valores-y-virtudes/
Quitmann, H. (1989) El Concepto holístico de la autorrealización organísmica de Kurt
Goldstein (1878-1965). IHPG (Comp.) (Ed.). Psicología humanista, compilación de artículos.
México, D. F.

Savater, Fernando (1991) Ética para Amador, [Edición electrónica]. Recuperado de


http://www.itvalledelguadiana.edu.mx/librosdigitales/maslibros/etica-para-
amador.pdf

Zubieta, E.; Fernández, O. y F. Sosa (2012). Bienestar, valores y variables asociadas. Boletín de
Psicología, No. 106, 7-27. Recuperado de
https://www.uv.es/seoane/boletin/previos/N106-1.pdf

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