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Notas
1 Sobre el
teatro simbolista, sugerimos la consulta de nuestro “El simbolismo
como poética abstracta”, en Dubatti 2009, pp. 143-180.
2 Obsérvese
que numeramos como cuatro las que González Salvador llama “Primera
etapa”, “Etapa de Transición”, “Segunda
etapa” y “Tercera etapa”. De la misma manera extendemos
la “Etapa de transición” hasta 1901, como se desprende
del contenido (no de las fechas del subtítulo, donde se cierra en
1900).
3 En
realidad, la primera etapa debería remontarse a 1883, año de
la publicación de los primeros poemas de Maeterlinck en la revista
La Jeune Belgique.
4 Véase
el interesante análisis que realiza Erwin Koppen (1990) de los
criterios estético-políticos seguidos por la Academia Sueca
para entregar los Nobel de Literatura en los primeros años del
galardón (que comenzó en 1901). Maeterlinck fue el duodécimo
autor elegido.
5 Recuérdese,
en Dubatti 2009, el “primer defecto” del teatro simbolista señalado
por la crítica coetánea: según Balakian, se
cuestionaba a Maeterlinck que “no daba personajes ni oportunidades
para la interpretación” (1969, p. 156).
6 Se refiere
explícitamente a La intrusa, Los ciegos,
Pelléas y Mélisande, Alladine y Palomides,
Interior y La muerte de Tintagiles. (No
menciona a Las siete princesas, que corresponde a este
primer momento, pero justamente no fue incluida en la edición de
1901).
7 Se refiere
a Aglavaine y Sélysette, Ariane y Barba-Azul o la liberación
inútil y Sor Beatriz, incluidas en la
edición de 1901.
8 Acaso Monna
Vanna y Joyzelle.
9 Citamos
ambos textos por la edición de Cátedra (2000).
10 Véase
en Gibson, 2002, p. 118.
11 Sobre la
productividad de la Biblia en la cultura occidental, más allá
de su dimensión religiosa dogmática, véase Northrop
Frye, Poderosas palabras (1996).
12 No es
correcto afirmar que los dramas estáticos carecen de acción,
o no tienen historia ni “argumento”. No coincidimos al
respecto con Peter Szondi cuando afirma: “Desde el punto de vista
dramatúrgico [el primer teatro de Maeterlinck] supone sustituir la
categoría de acción por la de situación” (1994,
p. 60), sencillamente porque ambas categorías pertenecen a niveles
diferentes de comprensión de la estructura narrativa del texto: la
acción, a la sintaxis o estructura profunda; la situación, a
la intriga o estructura de superficie. Se equivoca además Szondi
cuando dice que “lo esencial de tales obras no reside en la acción”
(pp. 60-61) o que “el hombre permanece pasivamente estancado en su
situación hasta que advierte la presencia de la muerte”
(p.61). La lectura de Los ciegos desde el punto de vista
sintáctico (nivel de la acción) desmiente el supuesto
“estancamiento” en la medida en que permite distinguir una
acción externa (física y físico-verbal) y la acción
interior (prioritaria y diferenciadora respecto de otras poéticas)
desde el comienzo mismo de la pieza. Los ciegos esperan y
esperar constituye –como lo ha demostrado Beckett posteriormente-
una acción potentísima, aunque se espere en estado de
quietud corporal.
13 Véase
en Dubatti 2009 el capítulo dedicado a Strindberg y el drama
moderno (Primera Parte, Capítulo III).
14 Recuérdese
el vínculo entre infancia y experiencia según Giorgio
Agamben: “Una teoría de la experiencia solamente podría
ser en este sentido una teoría de la in-fancia, y su problema
central debería formularse así: ¿existe algo que sea
una in-fancia del hombre? ¿Cómo es posible la in-fancia en
tanto que hecho humano? Y si es posible, ¿cuál es su lugar?
(...) Como infancia del hombre, la experiencia es la mera diferencia entre
lo humano y lo lingüístico. Que el hombre no sea desde siempre
hablante, que haya sido y sea todavía in-fante, eso es la
experiencia (...) Lo inefable es en realidad infancia. La experiencia es
el mysterion que todo hombre instituye por el hecho de
tener una infancia” (Agamben , 2001, p. 64 y pp. 70-71).
15 Rey de
Alemundia, personaje de Pelléas y Mélisande.
16 La edición
de Emecé (1996) incluye tres importantes erratas: el título
de Los ciegos va acompañado de un I (como si se
dispusiese de otras versiones, partes o continuaciones de la pieza); el año
de nacimiento de Maeterlinck (debe decir 1962, en lugar de 1967); la
cantidad de ciegos que Borges atribuye a la pieza (debe decir “doce”
en lugar de “dos”).