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Introducción:
De allí que la división no es un tema menor. Las familias son las más expuestas a ésta
amenaza. Desde tiempos históricos, las peleas en casa han generado grandes
cráteres de dolor. Es suficiente recordar la historia de Caín y Abel para reconocer que
una vez que se generan raíces de envidia, rencor o enojo, cualquier desgracia podría
venir, incluso, la muerte.
Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna. Salmo 133:3. Hay un poder
sobrenatural que actúa cuando “habitamos juntos y en armonía”. Entiéndase por habitar
como “estar en el mismo lugar”. Por eso es importante congregarse. Cuando
participamos unidos de un servicio de adoración, tal vez nuestros ojos físicos no lo
noten, pero lo cierto es que nuestro espíritu está recibiendo el favor de Dios.
Jesús dijo: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos. Mateo 18:20. El Señor no está donde lo necesitan, está donde
lo invocan. No envía a un ser celestial en representación suya, no, él se hace presente
por el Espíritu Santo para prosperar la fe de nuestros corazones. A veces nos
preguntamos ¿Por qué no siento a Dios? Pues bien, sentirlo no es el todo de la fe
cristiana, pero te aseguro que lo sentirás cuando en unidad, lo anheles de todo
corazón.
Tu grupo familiar o ministerial, nunca será tan efectivo como cuando perseveran en
mantenerse unidos amando al Señor. Quienes integren ese equipo, deben ir en pos de
los mismos objetivos, sobre todo, el de hacer del Señor su invitado permanente. La
unidad puede cambiarlo todo, porque la unidad provoca al Señor.
Este es el año de crecer en el Señor y la madurez cristiana es una clara muestra de que
estamos creciendo espiritualmente. Otra evidencia de la madurez, es la eliminación de
la dañina actitud de “jueces”. Mientras nos sentemos en la silla de jueces para juzgar a
otros, alguien más se sentará en su silla para juzgarnos a nosotros.
Conclusión