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Hoy, al igual que en muchos otros sectores industriales, las preocupaciones ambientales en las bodegas
forman parte de las inquietudes de sus responsables, en una sociedad cada vez más concienciada por
reducir lo máximo posible los vertidos contaminantes. En las bodegas observamos un intenso movimiento
de adaptación a las nuevas tecnologías y a las nuevas exigencias medioambientales, con la incorporación
de nuevos procedimientos para la protección medioambiental, principalmente para el tratamiento de los
efluentes líquidos. Podemos destacar unos efluentes originados por: la producción vinícola, lavado de
depósitos, embotellado y filtrado del vino.
Dependiendo de la forma de producción de las bodegas, principalmente por la forma de envasado para la
comercialización de sus vinos, podemos encontrarnos con situaciones muy variadas en la contaminación de sus
aguas. Estas tipologías, solamente en las empresas productoras, están igualmente afectadas por el tipo de vino
(tinto, blanco, rosado espumoso o destilado), por la región donde se encuentran, por la dimensión de la empresa y
por el proceso de producción. Es aquí, donde descubrimos la importancia imperiosa de hacer una caracterización
correcta de los efluentes, ya se en cantidad como en su calidad. Es conocido que las producciones de vino tinto
pueden llegar a tener un valor cuatro veces superior a los valores de las bodegas con la producción de vinos
blancos o cavas, para las mismas cantidades de efluentes. Esto determina una elección respecto al tipo de
tratamiento para conseguir el más idóneo.
Además de estas dificultades, derivadas de la gran variabilidad en las bodegas, tenemos que considerar un factor
común para todas ellas, independiente del tipo de vino: la salinidad. Esta implica variaciones en los caudales a
tratar (en periodo de vendimia podemos llegar a tener un 80% del consumo anual del agua de la bodega,
concentrado en uno o dos meses), y muchas variaciones en la contaminación de los efluentes, existiendo casos en
el que en el resto del año la generación de efluentes es bastante reducida o nula. Ello contrasta con los elevados
caudales en los periodos de vendimia, que pueden llegar a ser de hasta tres litros de agua por cada litro de vino
producido (datos obtenidos de estudios realizados en diferentes bodegas repartidas por toda la geografía ibérica).
Estos condicionantes implican que el sistema de tratamiento a adoptar debe de ser flexible, e igual de eficiente en
los periodos de vendimia y de no vendimia. Por ello hemos concluido que la única solución eficaz y
económicamente viable de tratar los efluentes vinícolas se basa en un tratamiento por lodos activos,
independientemente del punto de descarga de los efluentes. Durante mucho tiempo se alimentó la idea de que
apenas un pretratamiento de cariz químico permitiría descargar los efluentes a las redes de colectores municipales,
pero los límites impuestos por estos gestores de saneamiento no son posibles de alcanzar solamente con
tratamientos químicos, que solamente eliminarían las materias en suspensión y algunas sustancias coloidales
(partículas de dimensión reducida), exigiendo también tratamientos biológicos para la eliminación de la materia
orgánica disuelta en el agua.
Así, el punto de descarga al colector o medio ambiente, no tiene aquí una importancia capital para la solución del
tratamiento, que deberá ser siempre una solución basada en la oxidación total, pudiendo ser eventualmente más
drástica si el punto de descarga obligara al cumplimiento de valores de descarga todavía más restrictivos que los
normales para el medio ambiente, como ocurre en algunas zonas protegidas medioambientalmente.
El sistema de tratamiento a adoptar debe de ser flexible, e igual de eficiente en los periodos de vendimia y de no vendimia.
FUENTE: http://www.interempresas.net/Vitivinicola/Articulos/41515-Tratamiento-de-efluentes-en-bodegas.html