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Revista Puertorriqueña de Psicología

ISSN: 1946-2026
nvaras@uprrp.edu
Asociación de Psicología de Puerto Rico
Puerto Rico

Cruz-Bermúdez, Nelson D.
Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico: Implicaciones para la investigación
interdisciplinaria.
Revista Puertorriqueña de Psicología, vol. 24, núm. 2, 2013, pp. 1-13
Asociación de Psicología de Puerto Rico
San Juan, Puerto Rico

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=233229143004

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Revista Puertorriqueña de Psicología Asociación de Psicología de Puerto Rico
Vol. 24, Núm 2, 2013

Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico:


Implicaciones para la investigación interdisciplinaria.1,2
Nelson D. Cruz-Bermúdez
Departamento de Psicología
Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras

Resumen

Las investigaciones en la neurociencia, desde redes neuronales hasta procesos


cognitivos y conducta, proveen una visión tridimensional integrada de los
procesos psicológicos, neurológicos y sociales. Este artículo tiene como objetivo
fortalecer el diálogo entre la psicología y la neurociencia a nivel teórico e
investigativo en Puerto Rico. Se presenta el problema de la drogadicción para
ejemplificar la importancia de la neurociencia para la investigación psicológica y
viceversa. Resulta imprescindible estudiar el funcionamiento del sistema nervioso
y conocer aspectos específicos de la conducta para entender fenómenos complejos
desde una perspectiva interdisciplinaria. La investigación neurocientífica puede
nutrirse del conocimiento psicológico y la psicología puertorriqueña puede unirse
a un proyecto interdisciplinario que integre fundamentos de la neurociencia
moderna para entender nuestra naturaleza humana. Se discuten algunas
recomendaciones.

Palabras claves: Psicología, neurociencia, drogadicción, investigación,


interdisciplinaria

Abstract

Neuroscience research, from neural networks to cognition and behavior, provide


an integrated tridimensional view of psychological, neurological and social
processes. This article seeks to strengthen the dialogue between psychology and
neuroscience at the theoretical and research levels in Puerto Rico. It is
indispensable to study the function of the nervous system and to know specific
aspects of human behavior to understand complex phenomena from an
interdisciplinary perspective. Neuroscience research can nurture from
psychological knowledge and Puerto Rican psychology can be part of an

1
Nota: Este artículo fue sometido para evaluación en noviembre de 2012 y aceptado para publicación en abril de
2013.
2
Este trabajo se realizó con el apoyo del Departamento de Psicología y del Decanato de Ciencias Sociales de la
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Correspondencia sobre este artículo debe enviarse al Dr.
Nelson D. Cruz-Bermúdez, Departamento de Psicología, Universidad de Puerto Rico, PO Box 23345, San Juan, PR
00931-3354. Correo electrónico: nelson.cruz6@upr.edu

1
Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico

interdisciplinary project that integrates fundamentals of modern neuroscience to


understand our human nature. Some recommendations are discussed.

Keywords: Psychology, neuroscience, drug addiction, research, interdisciplinary

Los argumentos que una disciplina científica propone y justifica para explicar los
diferentes fenómenos que estudia están siempre sujetos a ser cuestionados y reevaluados. Eso
ocurrió recientemente en la física. Hace unos años, Plutón dejó de ser uno de los nueve planetas
del Sistema Solar y fue reclasificado como un planeta enano porque los astrónomos adoptaron
una definición nueva del concepto planeta en la Asamblea General de la Unión Astronómica
Internacional de 2006 (Inman, 2006). Dentro de una misma comunidad científica, incluyendo la
psicología, se generan cambios periódicamente. El conocimiento psicológico se construye y
evoluciona a partir de las coincidencias y discrepancias teóricas que surgen cuando intentamos
explicar nuestra naturaleza psicológica, los procesos cognitivos, conductas, relaciones
interpersonales y nuestra organización en determinado contexto sociocultural, político y
económico. Me refiero a un proceso dinámico en el cual el cambio es la norma y no la excepción.
Este proceso dinámico puede explicarse con el concepto de aprendizaje. ¿Qué es
aprendizaje? ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo ha cambiado históricamente nuestra noción del
aprendizaje? Desde la psicología conductista, los modelos de aprendizaje partieron de la premisa
de que aprendemos creando asociaciones entre estímulos y respuestas que pueden intensificarse
o disminuirse mediante refuerzos (Domjan, 2005; Staddon & Cerutti, 2003). Eso es cierto. Ahora,
desde una perspectiva cognoscitiva, el condicionamiento clásico y operante son dos tipos de
aprendizaje como lo es, por ejemplo, el aprendizaje social (Nielsen, Subiaul, Galef, Zentall &
Whiten, 2012). Más allá de ser asociaciones o imitaciones de comportamientos, el aprendizaje (y
la memoria) son fenómenos sumamente complejos y difíciles de explicar desde una perspectiva
en particular. Esta discusión se complica si consideramos que los humanos y otros animales
tenemos la capacidad de aprender porque tenemos un sistema nervioso, lo cual hace imperativo
incluir la neurociencia como un fundamento en nuestro análisis. Esta inclusión nos llevaría a
concluir nuevamente que los choques de ideas dentro de la misma psicología, e incluso entre
disciplinas, son necesarios para generar argumentos (basados en evidencia científica) que
expliquen procesos tan complejos como el aprendizaje. Hoy conocemos aspectos específicos del
cerebro que obviamente no conocían los psicólogos ni los biólogos hace 150 años. Esa
información que hemos recopilado revive discusiones interesantes y genera debates importantes
para la psicología, y es precisamente el punto de este artículo. Sin duda, la psicología
puertorriqueña tiene una historia y un quehacer particular. No obstante, es necesario que la
disciplina contemple en su agenda de trabajo los resultados de las investigaciones en la
neurociencia sobre aspectos relevantes de la cognición y conducta humana. El conocimiento
neurocientífico es importante para la psicología y resulta prudente resaltar algunas coincidencias
que sirvan de punto de partida para fortalecer colaboraciones tanto a nivel investigativo como a
nivel práctico. Es necesario evaluar cómo la investigación neurocientífica puede nutrirse del
conocimiento que la psicología ha construido por décadas y cómo la psicología puertorriqueña
puede ser partícipe de un proyecto interdisciplinario que integre fundamentos de la neurociencia
del siglo XXI.

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Vol. 24, Núm 2, 2013

Nacimiento de la Psicología Fisiológica y la Neurociencia

Basta con una ojeada a la historia para entender que la psicología coincide con el
nacimiento del estudio del sistema nervioso en el siglo XIX. Poco después que Wilhelm Wundt
fundara su laboratorio de psicología en 1879, William James publicó su libro, Principios de
Psicología (1890). James fue profesor de fisiología, anatomía, filosofía y psicología en la
Universidad de Harvard (Hawkins, 2011). En su libro, James describió la localización de
funciones cerebrales y aspectos psicofisiológicos de la conducta humana. Además, fue uno de los
primeros científicos en conectar teóricamente la formación de hábitos con cambios fisiológicos
en el sistema nervioso (Berlucchi & Buchtel, 2009). No hay duda de que James fue figura clave
en el nacimiento de la psicología experimental y la neurociencia de ese tiempo (Hawkins, 2011).
Durante esa época también, Franz Brentano escribió su tesis sobre la intencionalidad, la cual
modificó la visión que tenían sus contemporáneos sobre la conciencia y la energía mental (Smith,
1994). En ese mismo tiempo, Sigmund Freud intentó generar una teoría de los procesos
psicológicos desde la neurobiología (Centonze, Siracusanoc, Calabresi & Bernardi, 2004), pero
abandonó su idea porque, entre otras razones, ese campo aún no estaba tan adelantado. Freud
colaboró con varios colegas en Europa y eventualmente elaboró su teoría psicoanalítica.
Paralelo al nacimiento formal de la psicología, se pueden rescatar los trabajos de biólogos,
anatomistas y neurólogos, entre ellos Theodor Schwann, Sir Charles Scott Sherrington, Theodore
Meynert, Camillo Golgi y Santiago Ramón y Cajal, quienes estudiaron en detalle la organización
celular del sistema nervioso (Agnati, Genedani, Leo, Rivera, Guidolin & Fuxe, 2007; Breathnach,
2004). El trabajo de Ramón y Cajal, médico español y ganador del Premio Nobel de Fisiología y
Medicina en 1906 junto a Camillo Golgi, fue trascendental en la historia de la neurociencia (De
Carlos & Borrell, 2007). Cabe señalar que Ramón y Cajal conocía el trabajo de Freud y aunque
no estaba totalmente de acuerdo con él, utilizó la técnica del hipnotismo en sus trabajos clínicos
experimentales (López-Muñoz, Álamo & Rubio, 2008; Rusiñol & Ibarz, 2003; Stefanidou, Solà,
Kouvelas, del Cerro & Triarhou, 2007). Ramón y Cajal utilizó una técnica histológica de
visualización que había desarrollado Golgi para comprobar que el sistema nervioso estaba
compuesto por células individuales y no por una red de estructuras continuas como se pensaba en
aquel entonces (Jones, 1999). Las observaciones de Ramón y Cajal dieron paso a la famosa
Doctrina de la Neurona y sirvieron de base para posteriormente entender el funcionamiento del
sistema nervioso y explicar aspectos neurobiológicos de la conducta (Glickstein, 2006). Los
datos que han recopilados miles de investigadores en el último siglo, desde genes y proteínas
hasta circuitos neuronales y cognición, constituyen en esencia la base de todo el andamiaje de la
neurociencia del siglo XXI. Aunque obviamente esta descripción no es la historia completa de la
psicología y la neurociencia, me remito al argumento de que estas disciplinas fueron producto de
interrogantes e hipótesis que entrelazaban posturas filosóficas y científicas del pensamiento
moderno. El punto importante es que sí hubo un diálogo desde el inicio entre estas disciplinas y
fue ese diálogo, de hecho, lo que permitió avanzar el proyecto de investigación científica de los
últimos 100 años sobre el cerebro, la mente y la conducta. Esto se mantiene sin duda vigente
hasta nuestros días.

Neurociencia: Una Ciencia Interdisciplinaria

Tradicionalmente, la neurociencia ha sido considerada como una rama de las ciencias


naturales porque la mayoría de las investigaciones neurocientíficas se ha hecho desde la biología

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Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico

y la medicina, especialmente después de la década de 1950. Sin embargo, en los últimos 25 años,
el término neurociencia se entiende como el estudio sistematizado del sistema nervioso que se
realiza desde la biología, psicología, neurología, psiquiatría, bioquímica, genética, farmacología
y otras disciplinas. Cabe señalar que muchos proyectos de investigación resultan de las
integraciones entre algunas disciplinas. En la neurociencia cognitiva, por ejemplo, los
acercamientos teóricos y metodológicos fusionan componentes de la psicología cognoscitiva, la
neuropsicología y la neurociencia computacional. En otras palabras, la neurociencia es un campo
interdisciplinario.
Existen varias organizaciones internacionales, entre estas la Society for Neuroscience
(SFN), International Brain Research Organization, Federation of European Neuroscience
Societies, Society for Social Neuroscience, European Brain and Behaviour Society, Federation
of Neuroscience Societies of Latin America and the Caribbean y la International Behavioral
Neuroscience Society cuyas misiones son fomentar la investigación neurocientífica y expandir el
conocimiento sobre el cerebro, la conducta y la salud mental a nivel social. La conferencia anual
de SFN reúne alrededor de 30,000 neurocientíficos de todo el mundo. Las presentaciones orales
y afiches que se presentan van desde genética y biología molecular hasta estudios de
neuroimagen, psicofísica y neurociencia computacional.
En 1989, el Congreso de Estados Unidos dio paso a una declaración del presidente
George Bush designando la década de 1990 como la Década del Cerebro (Goldstein, 1994;
Martín-Rodríguez, Cardoso-Pereira, Bonifácio & Barroso y Martín, 2004). Esta proclama tuvo
como justificación la alta prevalencia e incidencia de estadounidenses con enfermedades
mentales (p.ej. depresión, adicción, demencia), epilepsia, accidentes cerebrovasculares,
enfermedades neurodegenerativas, problemas de habla, lenguaje y audición, y en el costo
económico para tratar estas condiciones. La proclama sirvió también para concienciar a los
ciudadanos sobre las alternativas de tratamiento que en aquel momento estaban disponibles
gracias a las investigaciones biomoleculares, genéticas y neurofisiológicas, y al desarrollo de las
ciencias computacionales y técnicas de neuroimagen. Por último, esta ley encaminó esfuerzos
para atender la investigación, prevención, tratamiento y rehabilitación funcional del sistema
nervioso (Martín-Rodríguez et al., 2004). Aunque antes de 1990 ya existían áreas específicas de
investigación en la neurociencia, esta iniciativa prácticamente fortaleció la investigación
neurocientífica desde un acercamiento cerebro-mente-conducta. La Década del Cerebro propició
muchas colaboraciones investigativas entre la biología, psicología y otras disciplinas y abrió las
puertas para realizar trabajo interdisciplinario entre psicólogos, psicólogas, biólogos y biólogas,
algo muy parecido a la ciencia del siglo XIX.
Las investigaciones en la neurociencia han servido para entender los principios
funcionales del sistema nervioso, a saber, la expresión y regulación de genes, biología molecular,
transmisión sináptica e interacción de redes neuronales. Conocemos detalles de los cambios
fisiológicos que normalmente ocurren en el sistema nervioso y cómo éste puede enfermarse y
causar estados patológicos. Por ejemplo, los aspectos psicomotores que preceden movimientos
voluntarios (p. ej. planificación motora, balance, iniciación de movimiento) se ven afectados en
la enfermedad de Parkinson porque las neuronas de dopamina, localizadas en la sustancia negra,
se deterioran y mueren (Wu et al., 2012). Este fenómeno continúa siendo incógnito porque no se
sabe con exactitud qué causa la pérdida de estas células dopaminérgicas y no existe un
tratamiento totalmente efectivo (Jankovic, 2008). Lo que sí sabemos es que esta disfunción
neuronal específica (menos neuronas de dopamina) es la causa principal de los problemas de
movimiento.

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Vol. 24, Núm 2, 2013

Además de explorar alternativas terapéuticas para cuadros clínicos como la enfermedad


de Parkinson y la epilepsia, la neurociencia intenta entender fenómenos interesantes y complejos
como la memoria, el miedo y la conciencia a partir del funcionamiento del cerebro y de su
interacción con el ambiente. Los trabajos de neuroimagen definitivamente retan la concepción
que tenemos acerca de la relación entre biología (sistema nervioso y genes) y entorno social,
facilitando cada día más explicaciones coherentes de la fusión entre lo neurológico y lo
psicológico. La drogadicción es un buen ejemplo para poner en contexto la importancia que tiene
la neurociencia para la investigación psicológica y viceversa. Además, este es un tema
importante para trabajadores sociales, consejeros, educadores, sociólogos y otros profesionales
interesados en el estudio del cerebro y la salud mental. En los próximos párrafos presento
algunos aspectos relevantes de la investigación neurocientífica en el campo de la adicción a
drogas.

Neurociencia de la Adicción a Drogas

Muchos estudios han permitido identificar y estudiar diferentes factores enlazados al


problema de adicción a drogas. El abuso sexual y el maltrato físico en la infancia figuran como
factores fuertemente asociados al uso de drogas por parte de las víctimas durante la adolescencia
y/o adultez (Nomura, Hurd & Pilowsky, 2012; Oshri, Tubman & Burnette, 2012). Se han
identificado correlaciones y diferencias entre edad, etnicidad, nivel socioeconómico, comienzo y
continuidad del uso y abuso de alcohol (Grant, Vergés, Jackson, Trull, Sher & Bucholz, 2012;
Mulia & Zemore, 2012) y correlaciones entre sexo, calidad de vida y otros factores
socioculturales con la drogadicción (Becker & Hu, 2008; Crome, 1997; Laudet, 2011; Lynch,
Davey Smith, Hillemeier, Shaw, Raghunathan & Kaplan, 2001). Existe muchísima evidencia
sobre este particular. Sin embargo, los hallazgos de la neurociencia en años recientes coinciden
con la hipótesis de que la drogadicción, al igual que otras enfermedades, es un problema
biopsicosocial (Engel, 1977). Estudios recientes señalan que no todas las personas que usan y
abusan de alguna droga terminan siendo adictos crónicos (Swendsen & Le Moal, 2011). Estas
diferencias se atribuyen en parte al fenómeno conocido como resiliencia biológica la cual ha
comenzado a estudiarse recientemente tanto en humanos como en animales (Feder, Nestler &
Charney, 2009; Russo, Murrough, Han, Charney & Nestler, 2012). Por lo tanto, es necesario
considerar la interacción entre los genes, el cerebro y el ambiente porque no se trata de un asunto
exclusivamente social.
La drogadicción fue descrita inicialmente como una debilidad de carácter y/o falta de
voluntad. De igual forma, en años anteriores muchos profesionales de la salud se referían al
problema de la drogadicción como un estado de dependencia física y dependencia psicológica
sin que estuvieran claramente identificados los factores biológicos que dan paso a un estado de
dependencia. Hoy se define drogadicción como una enfermedad del cerebro caracterizada por la
búsqueda y uso compulsivo de sustancias psicoactivas (Volkow, Wang, Fowler, Tomasi &
Telang, 2011). Las personas adictas a drogas restan importancia a las consecuencias nocivas que
enfrentan tanto a nivel personal como social, tienen mucha dificultad para descontinuar el uso de
sustancias y disminuyen progresivamente aquellas actividades sociales que son consideradas
como normales en el resto de la población (American Psychiatric Association, 2000). Estas
descripciones están basadas en nuestro entendimiento de cómo las drogas actúan en el cerebro y
qué alteraciones neuroquímicas, morfológicas y genéticas se relacionan a los cambios
fisiológicos y conductuales observables en una persona adicta. Por lo tanto, pretender estudiar la

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Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico

drogadicción y buscar soluciones para este problema tan complejo, sin tomar en consideración
las diferencias neurobiológicas entre individuos y los cambios que ocurren en el sistema nervioso
de una persona adicta es un trabajo incompleto y estéril.
Algunas investigaciones tratan de identificar los factores biológicos que aumentan la
probabilidad de que una persona se torne adicto crónico (predisposición), entender qué cambios
ocurren en el sistema nervioso una vez comienza el uso desmedido de drogas (tolerancia) y
evaluar cómo estas alteraciones neuronales explican el problema de adicción. Todos estos
parámetros biológicos están obviamente ligados al contexto social del sujeto. ¿Qué sabemos
sobre estos cambios neurobiológicos?

Sistema Límbico, Drogadicción y Aprendizaje

La mayoría de los estudios con animales y humanos coinciden en que el sistema


dopaminérgico es clave en el desarrollo de la drogadicción (Everitt & Robbins, 2005; Hyman,
Malenka & Nestler, 2006; Kauer, 2004). Las neuronas de dopamina se origina en dos núcleos: el
área tegmental ventral (VTA, por su sigles en inglés) y la sustancia negra. Las neuronas del VTA
proyectan a múltiples regiones encefálicas incluyendo el núcleo acumbens, la corteza frontal y
los núcleos del sistema límbico (Kauer, 2004). Cuando se identifican estímulos reforzantes como
comida, sexo o algún ambiente nuevo, estas neuronas liberan dopamina en regiones cerebrales
encargadas de la formación de memorias y de procesar experiencias subjetivas placenteras
(Fields, Hjelmstad, Margolis & Nicola, 2007; Schultz, 1997). Este mecanismo de recompensa y
placer, que es obviamente producto de la evolución, aumenta la probabilidad de que las
experiencias gratas para un sujeto sean repetidas.
El fenómeno que resulta interesante es que las drogas adictivas como el alcohol, la
nicotina, la cocaína y la heroína aumentan exponencialmente la cantidad de dopamina que se
libera en regiones del sistema límbico (Di Chiara & Imperato, 1988; Hyman, Malenka & Nestler,
2006; Kufahl et al., 2005; Wise, 1998). Una de las drogas más potentes, la metanfetamina
(conocida como crystal meth), induce liberación de dopamina 10 veces mayor que la dopamina
que se libera en el cerebro cuando se tiene un orgasmo. Por consiguiente, esta hiperliberación de
dopamina es considerada como un evento fisiológico inicial de la adicción (Niehaus, Cruz-
Bermúdez & Kauer, 2009). Los efectos hedónicos que producen las drogas de abuso son mucho
más intensos que el placer que producen las actividades fisiológicas que todos tenemos
normalmente. A medida que aumenta la frecuencia y la cantidad de droga consumida, la
liberación de dopamina cambia y se generan adaptaciones neuroquímicas y ajustes a nivel
genético que repercuten en los diferentes estados fisiológicos y conductuales de la persona. Esos
cambios posteriores son bien importantes, pero no es necesario considerarlos aquí en detalle.
La adicción es el resultado de un proceso de aprendizaje asociativo a partir de los efectos
a corto y largo plazo de las drogas en el cerebro (Hyman, Malenka & Nestler, 2006). Varios
estudios de laboratorio han demostrado que las ratas y ratones pueden aprender fácilmente a
autoadministrarse drogas cuando presionan una palanca y logran asociar esa actividad mecánica
con el efecto hedónico que inducen las sustancias adictivas (Ahmed, 2012; Gardner, 2000; You,
Wang, Zitzman, Azari & Wise, 2007). Este tipo de aprendizaje es el resultado de la liberación de
dopamina y otros neurotransmisores en diferentes núcleos de cerebro y de los eventos
moleculares subsiguientes que ocurren. Algunos estudios han demostrado que la cantidad de
droga y tiempo disponible para autoadministrarse una sustancia son factores suficientes para que
ratas de laboratorio se muevan del uso moderado al uso compulsivo y desmedido de cocaína,

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evidenciando cambios en el umbral para sentir placer (hedonic set point) (Ahmed & Koob, 1998;
Lenoir, Guillem, Koob & Ahmed, 2011).
El aprendizaje asociativo se ha medido utilizando reportes subjetivos y técnicas de
neuroimagen concurrentemente en sujetos humanos. En una situación experimental, adictos a
cocaína reportan deseos intensos de utilizar droga cuando observan un vídeo de una persona
utilizando drogas (condicionamiento clásico) (Volkow et al., 2008; Volkow et al., 2006). Estas
observaciones están basadas en el autoreporte de cada participante del estudio. Sin embargo, en
ese mismo experimento, utilizando técnicas de neuroimagen, se ha encontrado que mientras la
persona siente deseos de usar droga observando estas imágenes (cravings), las áreas del cerebro
asociadas con recompensa y placer también se activan (Volkow et al., 2006). Por lo tanto, el
proceso de adicción implica la formación de asociaciones sumamente fuertes que juegan un
papel importante en la búsqueda intensa de drogas y que en conjunto pueden ser la clave para
explicar las recaídas que muchos adictos admiten experimentar (Volkow et al., 2006).
¿Cómo ocurren estas asociaciones en el cerebro? Nuestras memorias y emociones, el
lenguaje y todo lo que aprendemos está en el cerebro gracias a los cambios estructurales y
fisiológicos característicos del sistema nervioso. Su cerebro no será igual cuando termine de leer
este artículo, ni cuando despierte mañana. Ese proceso dinámico se conoce como
neuroplasticidad y es lo que nos permite a los humanos y al resto de los animales tener
adaptación rápida y efectiva en un nicho ecológico. En nuestro caso, la plasticidad neuronal es el
mecanismo mediante el cual nos insertamos en un “ambiente-sociedad-cultura” desde que
nacemos y a lo largo de nuestras vidas. En términos específicos, los estímulos externos y las
experiencias cambian la actividad neuroquímica y fisiológica del sistema nervioso y alteran la
interacción entre neuronas, ya sea a través de nuevas conexiones sinápticas con otras células o
mediante la eliminación de contactos sinápticos. Las sinapsis también tienen la capacidad de
fortalecerse y/o debilitarse (Castillo, 2012; Feldman, 2009; Nelson & Turrigiano, 2008) y
nuestro sistema nervioso puede generar nuevas neuronas (neurogénesis) en diferentes etapas,
incluyendo la adultez (Lledo, Alonso & Grubb, 2006). Las drogas adictivas modifican los
mecanismos de liberación de neurotransmisores en el cerebro e interfieren directamente con los
procesos de plasticidad antes mencionados. Algunos expertos en drogadicción señalan que las
drogas “secuestran” los mecanismos de plasticidad del cerebro. En otras palabras, los cambios
fisiológicos y morfológicos inducidos por las drogas en el cerebro, son básicamente en conjunto
un “aprendizaje” asociado directamente a las conductas compulsivas de los adictos (Jones &
Bonci, 2005).
Ahora bien, ¿dónde queda la toma de decisiones y el libre albedrío en el caso de la
drogadicción? Aunque no existe una contestación absoluta a esta pregunta, la evidencia apunta a
que regiones cerebrales tales como la corteza cingulada anterior, prefrontal dorsolateral y
orbitofrontal del lóbulo frontal están implicadas (Franken, van Strien, Nijs & Muris, 2008;
Krawczyk, 2002; Lee & Seo, 2007). Distintos hallazgos de estudios con humanos y otros
primates señalan que la corteza frontal es la región del cerebro que procesa aspectos sobre toma
de decisiones, incluyendo situaciones conflictivas en las que debemos decidir entre una cosa y
otra (Hasselmo, 2005). Considere esta situación. Imagínese que usted está preparando su
desayuno y calentando leche para su café en una hornilla. Tan pronto la leche comienza a hervir,
usted tiene que rápidamente dejar a un lado lo que está cocinando, apagar la hornilla donde está
la leche y cambiarla de lugar para que no se desborde. Esta situación de conflicto (dejar algo y
hacer otra cosa) es procesada por la corteza cingulada anterior, la cual se comunica con la

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Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico

corteza prefrontal dorsolateral y la región orbitofrontal, ambas importantes para el control


cognitivo y la toma de decisiones.
Se ha encontrado que los adictos crónicos a sustancias enfrentan dificultad para tomar
decisiones de esta índole en situaciones experimentales (Bechara & Martin, 2004; Lamers,
Bechara, Rizzo & Ramaekers, 2006; Spiga, Lintas & Diana, 2008). Dichos problemas pueden
asociarse a una reducción en la actividad de algunas áreas de la corteza frontal (Dom, Sabbe,
Hulstijn & van den Brink, 2005; Garavan & Stout, 2005). La tesis central es que la disfunción en
regiones cerebrales asociadas con la toma de decisiones que se observa en los adictos a drogas es
un factor clave que podría explicar la falta de autocontrol y pobre manejo de situaciones
conflictivas. Finalmente, se ha postulado que la falta de interés y resistencia que muestran
algunos adictos al tratamiento pudiera reflejar disfunción en ciertos circuitos neuronales
asociados con la conducta social y las emociones (Goldstein et al., 2009; Verdejo-García &
Pérez-García, 2008).
En resumen, el fenómeno de la drogadicción traspasa los límites que nosotros hemos
construido entre diferentes disciplinas. No creo que sea necesario ni oportuno discutir por qué
existen esas demarcaciones, sino pensar en cómo podemos minimizarlas. Es necesario entender
el qué, cómo y cuándo de la adicción para diseñar estrategias de prevención e intervenciones
adecuadas basadas en evidencia científica. La información resumida que presento aquí demuestra
que hay muchas preguntas por contestar sobre la drogadicción. Dicha información no se puede
alcanzar excluyendo los modelos experimentales, por ejemplo, estudios clínicos con tecnología
de neuroimagen y la utilización de animales. En estos momentos no existen tratamientos
farmacológicos para la adicción a diferentes sustancias y la psicoterapia y otras alternativas de
tratamiento no siempre son efectivas. La metadona, buprenorfina y naltrexona se utilizan para
tratar la adicción a heroína, derivados de opiáceos y alcohol, pero no son 100% efectivas. En el
mejor de los casos, se ha encontrado mayor efectividad combinando intervenciones
psicoterapéuticas y farmacológicas (Starosta, Leeman & Volpicelli, 2006), lo que apunta
definitivamente a la necesidad de investigaciones interdisciplinarias cuyo objetivo sea el
tratamiento y la prevención de la adicción.

Hacia una Visión Interdisciplinaria: Psicología y Neurociencia

Tomando en cuenta la problemática de drogadicción en Puerto Rico, ¿de qué forma


podemos integrar la psicología y la neurociencia? ¿Es posible facilitar la comunicación entre
investigadores clínicos y terapeutas en el área de drogadicción? ¿Cómo? Puerto Rico cuenta con
investigadores de mucha experiencia en diferentes áreas de investigación sobre drogadicción.
Nuestra aspiración colectiva debe ser acercarnos a la adicción a drogas desde una perspectiva
integrada en la cual podamos combinar la terapia psicológica, la terapia farmacológica y las
investigaciones biomédicas y psicosociales para desarrollar intervenciones mucho más efectivas,
validadas por evidencia científica, y enmarcadas en nuestra realidad puertorriqueña.
Partiendo de esta idea, propongo tres recomendaciones sencillas para comenzar a caminar
hacia una meta común entre psicólogos y neurocientíficos.

1. Mayor participación de neurocientíficos, médicos y expertos en farmacología en la


Convención Anual de la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR). La Convención de
la APPR es el evento principal que se realiza en Puerto Rico para reunir a psicólogos y otros
profesionales para discutir temas de la salud mental. De igual forma, los neurocientíficos y

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neurocientíficas puertorriqueños estamos interesados en la salud mental de Puerto Rico.


Queremos aportar a las discusiones de significancia para nuestra sociedad. Por un lado, entiendo
que los neurocientíficos deberíamos tener la iniciativa de acercarnos y dejar saber nuestro interés
de establecer colaboraciones. De otra parte, pienso que los dirigentes de la APPR deben atraer la
participación de neurocientíficos en su convención anual mediante la creación de sesiones de
discusión que integren psicología, neuropsicología y neurociencia. Esto se ha hecho
anteriormente, pero quizás la convocatoria no ha sido totalmente efectiva o no habido el espacio
ni el ambiente adecuado. Algunos temas importantes de la Convención de 2011 fueron el
autoevalúo, modelos de liderazgo y trata humana y, según el programa preliminar, la Convención
de este año 2012 tendrá presentaciones en las áreas de salud mental comunitaria y autogestión
empresarial. Son temas excelentes, pero hace falta una apertura mayor y más específica hacia
discusiones medulares del sistema nervioso, la cognición y la conducta. La APPR ha creado
“grupos de interés” en diferentes temas como Psicología de la Salud y Prácticas Basadas en la
Evidencia, así que el espacio para crear otros grupos, quizás de interés en neuropsicología o
neurociencia, ya está ahí.

2. Mayor participación de psicólogos y psicólogas en la Conferencia Anual de Neurociencia


de Puerto Rico. El Capítulo de Puerto Rico de SFN organiza la Conferencia Anual de
Neurociencia de Puerto Rico. Esta actividad reúne a la mayoría de los neurocientíficos que
realizan trabajo de investigación en diferentes universidades y centros de investigación en Puerto
Rico y es, sin duda, una excelente oportunidad para que los psicólogos conozcan parte de la
investigación básica y clínica que hacemos aquí. Aunque la mayoría de los conferenciantes
invitados son investigadores y profesores extranjeros, los afiches que se presentan son de
estudiantes, investigadores y profesores puertorriqueños. Este año se presentarán conferencias
relacionadas a ansiedad, depresión, adicción y otros desórdenes mentales, los cuales son
relevantes para los psicólogos. De hecho, el programa de afiches de la conferencia de este año
incluye una sección de Psicología y Ciencias de la Conducta. Los neurocientíficos debemos estar
conscientes de la importancia y la necesidad de conocer acercamientos investigativos de la
psicología y las ciencias sociales, especialmente sobre drogadicción, psicometría y psicogeriatría
y sin duda debemos continuar proveyendo espacio para que los psicólogos presenten sus
hallazgos investigativos y sus perspectivas con el objetivo de aumentar las colaboraciones
investigativas.

3. Apoyo a grupos estudiantiles interdisciplinarios. Para tener una comunidad de


profesionales interesados en realizar trabajo interdisciplinario es necesario comenzar temprano,
durante la preparación universitaria. Tenemos que educar interdisciplinariamente. En abril
pasado, el Comité de Estudiantes de la APPR organizó y realizó una actividad titulada, Vínculos
entre la neurobiología y la psicología: Hacia un acercamiento interdisciplinario. En este panel,
que se llevó a cabo en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, tuvimos la
oportunidad de participar los colegas Carmen Maldonado-Vlaar e Irving Vega, ambos del
Departamento de Biología, y Giovanni Tirado Santiago y este autor, del Departamento de
Psicología. Esta actividad fue un éxito porque logró agrupar a investigadores con proyectos
interdisciplinarios y se integraron temas como drogadicción, depresión y enfermedades
neurodegenerativas desde enfoques psicológicos y neurocientíficos. Todos expusimos la
necesidad de trabajar en equipo fortaleciendo las semejanzas entre la psicología y la neurociencia.
Otro grupo estudiantil que ha ido creciendo desde el año pasado es la Red de Neurociencia

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Psicología, neurociencia y drogadicción en Puerto Rico

Cognitiva, la cual es parte de la Asociación de Psicología para la Promoción de la Investigación


Estudiantil (APPIE). La Red de Neurociencia Cognitiva tiene en agenda promover la
participación de estudiantes en la investigación académica y generar espacios de discusión en
temas de neurociencia. El grupo está compuesto de estudiantes graduados de psicología y
estudiantes subgraduados de diferentes concentraciones interesados en neurociencia. Creo que
estas iniciativas deben ser auspiciadas por todas las universidades que tengan programas de
psicología, por la APPR y por el Capítulo de Puerto Rico de la Society for Neuroscience.
Mi argumento central se resume en los siguientes puntos: Primero, la psicología y la
neurociencia tienen mucho en común, tanto desde sus orígenes históricos, como en sus
aplicaciones investigativas y prácticas en el presente. Hay toda una historia que no se puede
obviar, pero es más importante fijarnos en aquello que une ambas disciplinas. Segundo, el
cerebro es la estructura más compleja que hayamos podido identificar y, en el caso de la
drogadicción, es sumamente necesaria la investigación interdisciplinaria. Tercero, tenemos
algunas vías dentro y fuera de la academia para comenzar a dialogar y pensar en alternativas que
nos permitan avanzar la investigación interdisciplinaria. Creo que todo esto depende de mucha
voluntad y apertura. ¿La tenemos?

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