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Toma de decisiones.

Abordar el tema de toma de decisiones obliga a la distinción primera de que existen muchos tipos
de decisiones, algunas dependen simplemente de nuestras preferencias y en general no tienen
repercusiones importantes, por ejemplo, el acto de elegir la ropa que usaremos cada día sólo
responde a lo que tenemos disponible, probablemente a las actividades que desarrollaremos, el
color de las prendas, etc. Y en general podemos decir que es un acto de poca trascendencia.

Otros que abarcan una parte importante de actos de nuestra vida, tienen que ver con la manera
en que satisfacemos necesidades, sean éstas reales o creadas, alimentación, recreación, descanso,
sexualidad, etc. y a éstas las queremos rescatar bajo la perspectiva de la Ética del Cuidado. Son
necesidades que compartimos con otras especies, pero precisamente lo que nos va a diferenciar
de ellas es el aspecto ético-valoral, la satisfacción de ellas de modo humano, el cuidado de mí, de,
quienes me rodean en un sentido inmediato y, en uno más amplio, del mundo en que vivimos. El
cuidado es una manera de ejemplificar el amor.

Bajo esta óptica recuperamos los temas centrales de la salud, entendida en su sentido más amplio
y vemos en perspectiva la incorporación del cuidado en los actos de la vida cotidiana como hechos
habituales, que no pasan por procesos de reflexión profunda. El incorporarse a un proceso de
formación en HpV permite colocar una plataforma para tratar asuntos que forman parte del
contexto en el que viven nuestros estudiantes: el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, el
ejercicio de la sexualidad como una práctica desprovista de afectos y compromisos incluso consigo
mismo, la alimentación, más basada en el atractivo de los sentidos y menos en el beneficio
nutricional, etc.

Estos son temas rescatados por las instituciones de salud por el costo que representan para la
institución pública, pero también hay otros que forman parte de la calidad de vida con que vivimos
(incluida en la salud considerada de manera más amplia) como la conservación de otras especies,
el cuidado con el gasto de energías no renovables, etc.

Otras decisiones pueden llegar a ser un tema básico para nosotros. Hay algunas que no podremos
dejar a la improvisación. Nuestro estado de ánimo nos puede jugar malas pasadas. El mejor estado
de ánimo para tomar decisiones que pueden de verdad afectarnos es la serenidad. Para esto tengo
que aprender en primer lugar a identificar que en mí suceden muchas cosas que usualmente me
pasan inadvertidas: deseos, emociones, sentimientos, etc. Éstas son fuerzas que pretenden que yo
haga algo o lo deje de hacer y van desde lo más trivial a lo más significativo. En esas situaciones
que pueden darse por estímulos externos o simplemente cuando estoy a solas, estoy ante un
dilema. ¿sigo haciendo lo que hago o lo cambio? ¿Me arriesgo o no me arriesgo? En mí está por
cuál de los estímulos me voy a decidir Los dos términos del dilema pueden ir acompañados de
sentimientos diversos. Unos son de paz y tranquilidad y otros de arrebatamiento y pérdida de la
ecuanimidad.

En mí está el decidir por dónde me voy. Esto es lo que se llama discernimiento, poder distinguir los
diversos movimientos internos que se dan en mí y que quieren llevarme a un lado o a otro.

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