You are on page 1of 6

LITERATURA EUROPEA

LAURA BERNAL
UNIVERSIDAD DE CALDAS

MEMORIAS DESDE LA RATONERA, UNA MIRADA DE NABOKOV A


LA OBRA DE DOSTOYEVSKI.

Memorias del subsuelo, una novela corta en primera persona, es ese tipo de relatos que
asombran y sugestionan por la fuerza de la voz, una voz que arrastra al lector a la mente
turbulenta del narrador. Se asemeja a novelas como El túnel de Ernesto Sábato, donde Juan
Pablo Castel es una personalidad conflictiva, digamos enferma, pero seductora. Lo mismo
podría decirse de Humbert Humbert, el mítico personaje de Lolita de Nabovok. Estos tres
bien podrían considerarse “casos clínicos”. Esa es precisamente la denominación que le da
de entrada Nabokov al libro de Dostoyevski, en una de sus lecciones tituladas “Memorias
desde una ratonera”, que aparece en el libro Curso de literatura rusa, libro que reúne las
clases que dio en las universidades de Wellesley y Cornell. En él podemos encontrar
además autores como Gogol, Turguenigv, Tolstoi, Gorki, Dostoyevski y Chejov.

Es pues, una mirada de un gran autor ruso nacionalizado luego estadounidense, a su rico
pasado literario, a la enorme pléyade que la monumental Rusia ha erigido como uno de sus
tesoros invaluables. Aunque hay que decir que Nabokov le aplica una gran dosis de pasión
a su tarea, dejando a un lado las rigurosidades académicas. Por esta misma razón es muchas
veces implacable al dar sus opiniones acerca de las obras y sus autores. Tanto así que
podemos considerar, leyendo el análisis de varias obras de Dostoyevski, Crimen y castigo y
Los hermanos Karamasov junto a la obra en cuestión, que no le tiene mucho “cariño” al
autor. Como veremos en esta obra se limita a analizar la forma, a desentrañar alguno de los
mecanismos que hace de este un relato sugestivo, y no tanto lo que dice como tal, o lo que
considera que nos aporta el pensamiento de Dostoyevski.
Y es precisamente esta fuerza narrativa del narrador-protagonista el mayor atributo del libro
para Nabokov. Desde el principio sentencia cuál será su preocupación: “Mi interés en ella
se reduce al estudio del estilo. Es el mejor cuadro que tenemos de los temas y las fórmulas
y entonaciones de Dostoyevski”. Este estilo lo analiza haciendo una revisión estructural.
Primero hace algunas consideraciones sobre las características del narrador y cómo
funciona su discurso, narración que denomina “una pozo negro de confesiones”. Una vez
hecha estas generalidades observa que el libro está dividido en dos partes. Luego coge cada
una de las partes y desmenuza cada uno de sus capítulos, con las directrices ya trazadas de
hacer una revisión de cómo funciona el estilo del autor de forma sintética en estas pocas
páginas.

Si Nabokov ve este libro como una síntesis, quiere decir que de él se puede desentrañar los
pilares de toda su obra. La verdad el análisis que lleva a cabo no lo hace tanto con esa
pretensión. El tema de la esencia de Dostoyevski, como algo más general y abstracto no es
trabajado. Su análisis está sujeto a descripciones muy precisas de la obra, de cada pasaje.
Bien podría presentarse esta novela como un buen modelo para arrancar un análisis de la
obra del novelista ruso de una forma más amplia. La verdad la única relación que establece
con el resto de su obra es con Crimen y castigo, y es más, para lanzar una afirmación que a
mí parecer es un poco desafortunado.

El estilo, la forma es lo que le interesa. Y de dónde inevitablemente se debe partir, y parte


Nabokov es de la configuración del personaje-narrador. El narrador es un habitante del
subsuelo, un hombre-ratón, como el mismo se denomina. Es un hombre neurótico,
exasperado, frustrado, y terriblemente infeliz. Es alguien que nunca pudo aceptar la vida, y
la ha llenado de emociones fingidas. Este hombre, con este carácter, lo que se dispone a
hacer es una especie de “confesión” de lo que es: un ratón, un degradado, un marginal, un
hombre del subsuelo. Lo particular de este personaje, es que no es alguien que lanzo un
extenso lamento de su desgracia, de las terribles condiciones y circunstancias en que ha
tenido que vivir, sino alguien que tiene, como el mismo dice, un espíritu maligno que lo
empuja a buscar la degradación y el pecado y regocijarse en él. Otro aspecto importante, es
el gran muro que establece entre el mundo y los otros con él. Es alguien que no puede
relacionarse con los demás y esto deviene en un odio por aquellos que él llama “el hombre
corriente”. El aislamiento se hace notar en su forma de narrar. Es una primera persona que
se dirige a un “público fantasma”, a un público que parece siempre hostil y ante el cual se
tiene una especie de lucha por demostrar quién tiene la razón.

Esta forma discusiva que configura Dostoyevski en un personaje miserable que intenta
justificarse, permite ver la síntesis de su estilo, el cual describe Nabokov así: “la repetición
de palabras y frases, el acento obsesivo, la banalidad al cien por cien de todas las palabras,
la elocuencia del charlatán vulgar, son elemento característicos del estilo de Dostoyevski”.
Al tiempo que Nabokov desentraña la forma en que se encuentra escrita la obra, va
reconociendo los temas que obsesionan al autor, y a los cuales está ligado su nombre. Este
es el de la consciencia humana, el de alguien que tiene un gran mensaje para compartir con
la humanidad; la degradación y la miseria, la vida baja de hombres y mujeres de Moscú; el
pecado como un convencionalismo literario; la idea abstracta de la acción repulsiva y la
consiguiente degradación; el inadaptado social; el conflicto entre racionalidad y
sensibilidad, motivo por el cual mantiene una discusión con los ideales de la Ilustración. En
últimas es una visión sombría sobre el mundo y sobre el ser humano.

Luego de analizar ordenadamente las partes en que está dividida la novela, y de ir


analizando estos elementos formales y temáticos, Nabokov termina abruptamente su
análisis luego de poner una larga cita de la novela. Cita toda la escena de la comida del
narrador con sus antiguos condiscípulos, Simonov, Zvierkov y Trudoliubov. Es decir, toda
la escena, unas 5 páginas, cuando la lección de Nabokov consta de solo 14. Es extraño ver
una cita tan larga en un texto tan corto. Lo que aduce Nabokov antes de ponerla, es que esa
es quizá una de las escenas más grandiosas de Dostoyevski, una pequeña muestra de un
producto narrativo grandioso. Lo dice de esta forma: “Lo que sigue es una de las mejores
escenas de Dostoyevski, que tenía una gran habilidad para la comedia mezclada con
tragedia. Se le podría calificar de humorista con el humor al borde de la histeria”. Una vez
terminada la escena, Nabokov concluye con un seco párrafo en donde aduce que lo que
viene después es la aparición de uno de los personajes favoritos de la novela sentimental: la
prostituta noble, la mujer puta caída en desgracia. El personaje de Lisa lo ve como un
“personajes de cartón”. No lo dice explícitamente, pero sugiere su inconformismo con esta
última parte del libro, algo desafortunado, un cliché literario que viene a contrastar con el
gran logro de la escena anterior. Dice exactamente: “Las conversaciones son muy prolijas y
muy vacías, pero hagan ustedes el favor de llegar hasta el final. Tal vez a algunos les guste
más que a mí”.

Realmente se nota que Dostoyevski no es el autor favorito de Nabokov en el fértil valle de


la literatura rusa del cual, sin ir más lejos, el mismo hace parte. Pero más allá de filiaciones
y empatías, cosa que es muy importante para Nabokov, esta última sentencia acerca del
personaje de Lisa me parece un poco injusta e inexacta. Lisa no parece ser una mujer noble
caída en desgracia. Ella tiene algo maligno, en los términos en que lo ha denominado el
narrador. Siguiendo con esa tendencia abstracta de la obra de Dostoyevski de la que ha
hablado Nabokov, de cómo el autor habla del vicio y la desgracia, pero nunca la
particulariza en un hecho concreto, lo primero para decir sobre el caso es que nunca se
afirma concretamente por qué Lisa ha terminado de prostituta. Pero existen pistas. Ella le
dice al narrador que prefiera seguir haciendo su denigrante oficio antes de tener que volver
al mundo al cual pertenece. Este mundo al parecer no se parece en nada al actual,
aparentemente procede de una buena familia, una familia acomodada. No es pues la
pobreza la que la ha arrojado a la prostitución, como sí es el caso de Sonia en Crimen y
castigo, personaje con el cual Nabokov encuentra un parentesco.

Eso, diría yo, hace del actual caso de Lisa algo muy diferente a la categoría de “prostituta
noble” que le ha impuesto Nabokov a Lisa. Lo que uno podría intuir de esto poco que sabe
es que la decisión de Lisa parece ser un capricho, una acción dramática, trágica incluso,
histriónica y rebelde, de negar y contradecir una vida que no quiere vivir, un mundo que no
quiere aceptar, a pesar que sea este el mejor que se le pueda ofrecer. Si esta hipótesis puede
tener algo de validez querría decir que esta no es la historia de una mujer caída en
desgracia, impulsada a prostituirse por el hambre y la miseria, sino la de una muchachita
que quiere degradarse y disfrutar de la degradación de la misma forma en que lo hace el
propio narrador. Entonces es un carácter que por el contrario ha buscado envilecerse y para
ello se ha vuelto una prostituta. Estamos hablando de una concreción de ese impulso
maligno del que nos habla el narrador todo el tiempo. El narrador dice tener algo mal
dentro de sí, un impulso maligno y dañino que lo ha empujado a envilecerse y buscar vivir
en la ratonera como un ser miserable. Pero realmente pasan más de 150 páginas y no
encontramos cómo es que lo hace, a no ser por unas pueriles escenas donde se muestra su
incapacidad de relacionarse con los otros. En cambio en el caso de Lisa sí existe esa
concreción y ese acto pérfido con el cual supuestamente se vende y se ensucia el alma.

Viéndolo de esta forma habría que replantear lo que sucede con Lisa. No sería entonces un
acto de “purificación”, de “salvación”, de “redimir los pecados”, lo que lleva a cabo el
narrador con esta muchachita, como si podemos ver en el final de Crimen y castigo, donde
Sonia y Raskolnikov encuentran una especie de redención en su mutuo amor. No, lo que
sucedería es que el narrador hace tomar conciencia a Lisa de las implicaciones totales de su
jueguito de degradación, y al verlo ella no puede soportar la imagen atroz de su destino, y
es ahí donde ocurre el verdadero cambio, que ya no podría llamarse así, “purificación”, sino
simplemente el despertar del niño que se da cuenta que su juego lo está acercando a un
terrible abismo.

Por supuesto lo que viene después es el agradecimiento que se convierte en amor, como
afirma el propio narrador. Pero en últimas sí podríamos hablar de la posibilidad de que esas
palabras hayan sacado a Lisa de la desgracia -algo que no sabemos porque el narrador
afirma al final que luego de que Lisa salió de su cuartucho nunca más volvió a saber de
ella-, lo que nos llevaría indefectiblemente al tema dostoyevskiano de la salvación, de
redimir los pecados. El problema de Nabokov es que se queda en la observación de ser un
personaje acartonado, de la influencia de las novelas sentimentales en la obra de
Dostoyevski, y no se percata del enigma que entraña la mirada de Lisa:

“Tenía la cabeza pesada. Me parecía que algo giraba sobre ella, rozándola. Esto me inquietaba y me
excitaba. La angustia y la cólera hervían de nuevo en mi interior y buscaba una salida. De pronto vi a mi
lado dos ojos muy abiertos que me miraban fijamente, con obstinada curiosidad. Aquella mirada era
glacial, sombría, indiferente; parecía proceder de muy lejos y producía una impresión en extremo
desagradable”.

Ese es el rostro de alguien donde anida algo maligno que lleva a la voluptuosidad de la
degradación, aunque por supuesto está presenta la confusión, el temor, la impotencia de no
poder entender la vida. Pero ese es una tema que no voy a explicar, porque explicarlo es
precisamente lo que ha hecho el narrador a lo largo de todas las páginas de su libro, de su
especie de “diario”, de “confesiones” -Castel también lo denomina un diario que va a
acompañar la nota policiaca, Humbert Humbert dice querer titularlo “Confesiones de un
viudo blanco”-. Así que más allá de ver solo el acartonamiento de un personaje literario,
Nabakov tendría que prestarle más atención a esa mirada y no terminar tajantemente la
lección luego de una cita tan extensa, como diciendo: la verdad ya no me interesa hablar
más de esto. Es extraño pensar que esto lo haga el creador del personaje de Lolita, Lo,
Dolores, Dolly, cuya mirada también se puede imaginar como un oscuro abismo.

You might also like