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Saussure: Curso de Lingüística General.

(1916)

Recordemos que S. es quien determina el objeto de estudio de la Lingüística, delimitando a


la lengua de entre los hechos del lenguaje y oponiéndola al habla. La lengua así concebida
como un sistema de signos, se convierte en el objeto de estudio de esta ciencia.

Saussure concibe a la lengua como un sistema de signos autónomo, separado de su uso


(esta dimensión del uso la introduce la perspectiva pragmática de la Lingüística. a mediados
del siglo XX) e independiente de los individuos que lo usan (el estudio de la subjetividad
en el lenguaje será introducido en el campo de estudios Lingüísticos. por Beneveniste).
Esto lo lleva a un planteo riguroso de la concepción estructuralista de las lenguas como
sistemas en que todos los términos son solidarios y se determinan por la presencia
simultánea de los demás elementos en el sistema. Los elementos que constituyen el sistema
son los signos, es decir, los signos son las unidades del sistema de la lengua.

Pero esto se entiende mejor si revisamos la definición de signo aportada por el Curso.
Saussure comienza planteando la noción de nomenclatura como una concepción criticable
para comprender los signos de una lengua. Esta noción se basa en la relación existente entre
la cosa y el nombre que le es asignado (como si la lengua fuera un repertorio de nombres
asignados a las cosas).

Frente a esta idea, Saussure define al signo lingüístico como una realidad psíquica, una
unidad de dos caras que no une una cosa con un nombre sino una imagen acústica con un
concepto o idea. Llamará a estas dos caras del signo, respectivamente, significante y
significado.

Inmediatamente señala que la relación que estas dos caras mantienen entre sí es
enteramente arbitraria (constituyendo, la arbitrariedad, uno de los principios del signo
lingüístico, junto al carácter lineal de su significante). La noción de arbitrariedad señala la
no existencia de un vínculo natural entre las ideas y sus correspondientes imágenes
acústicas, es decir, que el signo es inmotivado con relación al significado, con el que no
guarda en la realidad ningún nexo natural. Ofrece como prueba de esta relación las
diferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas diferentes (la diferencia entre
el significado “buey” y los distintos significantes (böf, bwéi, ods) que lo contienen).
Además, cuando se detiene en el desarrollo del valor del signo no hace más que volver a
hablar de la arbitrariedad señalando que “nada dice que para determinada porción de
pensamiento deba unirse por necesidad determinada porción de sonidos”. La arbitrariedad
estaría introduciendo la posibilidad de que se produzcan cambios en el sistema, es decir,
que la relación entre el ste. Y el sdo se desplace provocando alteraciones en el sistema de
los signos (esta cuestión será tratada por S. cuando se refiere a mutabilidad por oposición a
la inmutabilidad). Sin embargo, es necesario señalar la observación que S. introduce a este
principio de arbitrariedad: si bien los signos son arbitrarios, los hablantes, individualmente
no podrán cambiar los signos de una lengua debido a su carácter social y convencional (de
esta manera el principio de arbitrariedad vuelve a explicar la inmutabilidad por oposición a
la mutabilidad).

Respecto de la conformación del signo como unidad del sistema, Saussure sostiene que
antes de la formulación idiomática, nuestro pensamiento no es más que una masa amorfa;
sólo los signos lingüísticos nos permiten distinguir las ideas de manera clara y constante.
La sustancia fónica no es más, también, que una masa informe y será gracias a la lengua
que ambas masas amorfas tomen forma en el sistema.

En la lengua, sonido y pensamiento llegan por su unión a delimitaciones recíprocas de


unidades: de aquí que Saussure entiende a la lengua como el dominio de las articulaciones
(la combinación de ambas masas a través de la lengua produce una forma y no una
sustancia ). Esta noción de lengua como dominio de las articulaciones (claramente visible
en el estudio de los niveles formulado por Benveniste) está formulada por S en el capítulo
dedicado al estudio del valor donde determina la conformación del signo como unión o
articulación entre dos dominios amorfos y tal como recién dijimos esta unión es
enteramente arbitraria. La arbitariedad entonces es una noción vinculada a la de valor, ya
que el signo se determina en base a esa articulación arbitraria y pasa a formar parte del
sistema, donde el valor (que proviene del sistema) lo vuelve al signo enteramente relativo y
diferencial . (Dice S en el cap. 4 “Los valores siguen siendo relativos y por eso el lazo entre
la idea y el sonido es radicalmente arbitraria”).

Al cierre de su apartado dedicado al signo ling. Saussure se va a detener en las


onomatopeyas y las exclamaciones como aquellas objeciones que podrían introducirse a
esta definición del carácter arbitrario del signo. Señala a este respecto que no son
suficientes para abolir la existencia de la arbitrariedad debido a que no sólo son escasas,
sino que además, su elección sigue siendo arbitraria y en algún grado convencional dentro
de las diferentes lenguas.

Si el valor proviene del sistema y de la relación que los signos mantienen entre sí en el
interior del sistema hay que tener en cuenta que S postula la existencia de dos tipos de
relaciones que presentan los signos en el sistema: las sintagmáticas (que se desprenden del
carácter lineal del significante, por el que un signo sigue a otro en la cadena, son aquellas
que se dan en presencia, y que establecen el carácter relacional que los signos mantienen
entre sí); y las asociativas (son las que dependen de la asociación de las ideas, se dan en
ausencia, y señalan el carácter opositivo de los signos en el sistema por el que uno no es
más que por oposición a los demás signos de la lengua en sus relaciones paradigmáticas).
En la combinación de ambos ejes es donde se pueden percibir estas relaciones. Un ejemplo
puede ilustrarlo: ante la cadena sintagmática o un sintagma como: Mi abuela perdió los
lentes; vemos que la significación –según S. proviene de la relación entre los signos y de su
valor- ya que diferente sería decir “Mi tía perdió los lentes” o “Mi abuela encontró los
lentes” o “Mi abuela perdió las gafas, los anteojos….” O “Mi nona perdió encontró….”.
Estas sustituciones o equivalencias entre elementos que corresponden a posiciones que los
signos ocupan en la cadena (el núcleo oracional, el verbo o los complementos…) dejan ver
que el principio de arbitrariedad está en el signo y a la vez demuestra que la significación
está no en el signo mismo como unidad positiva (en el significado como contratara del
signo) sino en el carácter negativo del signo, es decir, como unidad del sistema: negativa,
opositiva y diferencial.

Valor: Un signo tiene valor porque nunca se presenta aislado, siempre un signo es un
elemento de un sistema y su única realidad es la realidad del sistema del que forma parte. Ej
el caso del juego de ajedrez; por un lado, la pieza no tiene un valor material (no importa
que sea de plático o madera; sí importa qué relación guarda el peón con el caballo, por
caso) sino las relaciones que es capaz de entablar con el resto de los elementos del sistema;
además cada pieza sólo adquiere realidad en esa relación momentánea en la que se
presenta: no interesa el movimiento del caballo desde el principio hasta el final del juego,
sino su posición con las demás piezas en cada uno de los momentos en que se detiene el
sistema (cada jugada es distinta).

Saussure dice que la lengua es un sistema de valores puros y por lo tanto al ser un sistema
de signos, nos orienta a pensar al signo como un valor.

Y un signo es un valor por ser:

 OPOSITIVO: es decir, un signo es lo que los otros no son (la cadena “Los aros de
mi madre” se opone a “Los collares de mi madre” o ver “enseñanza” en las
relaciones asociativas de S.): son opositivos no sólo porque son sustituibles o
reemplazables (la equivalencia, la selección) unos por otros en el plano asociativo,
sino también porque no puede haber dos signos ocupando un mismo lugar en la
cadena (o es uno o es otro).
 RELATIVO: porque un signo no define positivamente por sí mismo sino por la
relación que guarda con aquellos signos que lo anteceden y lo suceden en la cadena
sonora: Una cosa es: Mi manzana y otra Una manzana
 DIFERENCIAL: porque no hay nada positivo en la lengua, los signos sólo se
definen por la relación que mantienen entre sí, por sus relaciones y por sus
oposiciones.
Sincronía y diacronía

Sobre la base de la dimensión del tiempo, Saussure plantea la necesidad de distinguir la


perspectiva sincrónica y la perspectiva diacrónica en el estudio lingüístico, necesidad
común a todas las ciencias que operan con valores. Así plantea, en primer lugar, una
lingüística sincrónica que se ocupa del aspecto estático de la lengua (“el eje de las
simultaneidades”), que se instancia como un sistema de puros valores fuera de toda
consideración histórica y, en segundo lugar, una lingüística diacrónica (“el eje de las
sucesiones”), que estudia la evolución de una lengua. Para Saussure, la oposición entre
ambos puntos de vista es absoluta: la lengua es comparada en este sentido con un juego de
ajedrez: el valor respectivo de las piezas depende de su posición en el tablero, por lo tanto,
el sistema siempre es algo momentáneo, que varía de posición a posición. Los cambios
evolutivos (=alteraciones del sistema) no afectan más que a elementos aislados –como el
movimiento de una pieza-; esos cambios pueden tener repercusión alta o nula en el sistema
total. Ambas perspectivas son igualmente legítimas y necesarias; sin embargo considera
que la lingüística ha dedicado una atención excesiva a la diacronía y que debe volverse
hacia el estudio de la sincronía, considerada como descripción de estados de lengua. De
hecho, todos los estudios rotulados como “descriptivismo” que ocupan la primera mitad del
siglo XX provienen más o menos directamente de Saussure.

1) Explique el enunciado saussureano: “el punto de vista crea el objeto”.

Dentro de la fuerte influencia que el positivismo ejerció sobre el pensamiento científico


desde el siglo XIX, Saussure da a la Lingüística un objeto y un método. El objeto
delimitado por Saussure es la lengua, entendida como un sistema de signos. La operación
de su delimitación de entre los demás hechos del lenguaje, Saussure la lleva a cabo a partir
de la aplicación del ‘punto de vista’. De esta manera afirma que, al no contar con un objeto
dado de antemano (ya que si el lenguaje podría tomarse como objeto, éste será descartado
por no permitir una definición autónoma, porque es compartido por otras ciencias y porque
está a caballo de diferentes dominios_ fisiológico, físico y psíquico_) procederá a desbrozar
a la lengua de entre los hechos del lenguaje, para luego oponerla al habla. Es a partir de la
caracterización de la lengua como un fenómeno homogéneo frente a la heterogeneidad
manifestada por el lenguaje, y al ser comprendida como un hecho social y esencial que se
opone al habla por su carácter individual y de voluntad por parte de los hablantes; que ésta
(la lengua) queda definida como el objeto de estudio de la ciencia lingüística.

2) Argumente por qué para Saussure la lengua no es una nomenclatura.


Saussure comienza planteando la noción de nomenclatura como una concepción criticable
para comprender los signos de una lengua. Esta noción se basa en la relación existente entre
la cosa y el nombre que le es asignado (como si la lengua fuera un repertorio de nombres
asignados a las cosas). Frente a esta idea, Saussure define al signo lingüístico como una
realidad psíquica, una unidad de dos caras que no une una cosa con un nombre sino una
imagen acústica con un concepto o idea. Llamará a estas dos caras del signo,
respectivamente, significante y significado. Inmediatamente señala que la relación que estas
dos caras mantienen entre sí es enteramente arbitraria (constituyendo, la arbitrariedad, uno
de los principios del signo lingüístico, junto al carácter lineal de su significante). La noción
de arbitrariedad señala la no existencia de un vínculo natural entre las ideas y sus
correspondientes imágenes acústicas, es decir, que el signo es inmotivado con relación al
significado, con el que no guarda en la realidad ningún nexo natural. Ofrece como prueba
de esta relación las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas diferentes
(El ejemplo que utiliza es la diferencia entre el significado “buey” y los distintos
significantes que lo contienen). Sin embargo, es necesario señalar la observación que
Saussure introduce a este principio de arbitrariedad: si bien los signos son arbitrarios, los
hablantes, individualmente no podrán cambiar los signos de una lengua debido a su carácter
social y convencional (de esta manera el principio de arbitrariedad está en la base de la
oposición mutabilidad e inmutabilidad introducida por él en el Curso).

3) Fundamente la relación del primer principio del signo con el concepto de valor.

La noción de arbitrariedad es introducida por Saussure en su Curso de Lingüística. General


(1916). Allí entiende a la lengua como un sistema de signos autónomo en el que todos los
términos son solidarios y se determinan por la presencia simultánea de los demás elementos
en el sistema. Los elementos que lo constituyen son los signos, a los cuales define como
una unidad de dos caras que no une una cosa con un nombre sino una imagen acústica con
un concepto o idea. Llamará a estas dos caras del signo, respectivamente, significante y
significado y la relación que estas dos caras mantienen entre sí es enteramente arbitraria.
Además, cuando se detiene en el desarrollo del valor del signo, no hace más que volver a
hablar de la arbitrariedad señalando que de ninguna manera determinada porción de
pensamiento deba unirse, necesariamente, a determinada porción de sonidos.

Respecto de la conformación del signo como unidad del sistema, Saussure sostiene que
antes de la formulación idiomática, nuestro pensamiento y el sonido no son más que una
masa amorfa; sólo los signos lingüísticos nos permiten distinguir las ideas de manera clara
y constante. En la lengua, sonido y pensamiento llegan por su unión a delimitaciones
recíprocas de unidades: de aquí que se entienda a la lengua como el dominio de las
articulaciones. Esta noción de lengua está formulada por Saussure en el capítulo dedicado
al estudio del valor, donde determina la conformación del signo como unión o articulación
entre dos dominios amorfos y tal unión es enteramente arbitraria. La arbitrariedad entonces
es una noción vinculada a la de valor, ya que el signo se determina en base a esa
articulación arbitraria y pasa a formar parte del sistema, donde el valor (que proviene del
sistema) lo vuelve al signo enteramente relativo y diferencial

Si el valor proviene del sistema y de la relación que los signos mantienen entre sí en el
interior del sistema hay que tener en cuenta que Saussure postula la existencia de dos tipos
de relaciones que presentan los signos: las sintagmáticas y las asociativas

Así, la arbitrariedad que define al signo mismo es inseparable al de valor. Si el signo es


arbitrario, en el sistema tiene valor porque la lengua es un sistema de valores puros, es
decir, el signo es al mismo tiempo arbitrario y un valor.

Bibliografía

Rosa, Nicolás: Léxico de Lingüística y Semiología, Buenos Aires, Centro Editor de


América Latina, 1978

Saussure, Ferdinand: Curso de Lingüística General, Lugar, Editorial, fecha

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