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EL DULCE
Aunque claro, por excelencia, el postre, que es el plato de sabor dulce que se
sirve luego de la comida resulta ser el máximo momento de dulce en nuestra
alimentación. El postre es una preparación dulce y entre los más pedidos por la
gente, por la gran dulzura que les permite percibir se cuentan: el helado, tartas,
tortas, pasteles, bombones, chocolates.
Por otra parte, otro uso de la palabra dulce, muy común en el lenguaje
corriente, resulta ser aquel que se emplea para referirse a algo o alguien que
es cariñoso, afable o complaciente. Mi novio es un dulce, todas las mañanas
me despierta con un beso.
Los modelos científicos que explican que canales emplean las papilas
gustativas de la lengua para detectar los sabores dulces son desconocidos en
la actualidad, se sabe que detectan azúcares naturales y ciertas sustancias.
AZÚCAR.
Comprende: azúcar refinada, azúcar moreno, azúcar de pilón, azúcar glacé, obtenidas de caña y
de remolacha; sustitutos artificiales del azúcar, sacarina.
Comprende: chocolate en tableta con leche, a la taza, fondant, con oleaginosos o cereal,
sucedáneos de chocolate en tabletas. Turrón de chocolate, chocolatinas rellenas y sin rellenar,
trufas de chocolate y bombones.
CONFITERÍA.
HELADOS.
San Pedro carecía de estudios, pero pronto se distinguió entre los discípulos
por su fuerte personalidad y su cercanía al maestro, erigiéndose
frecuentemente en portavoz del grupo. A través de los evangelios puede
trazarse un perfil bastante completo de su personalidad. Pedro es sencillo,
generoso e impulsivo en sus intervenciones, que a veces denotan una
incomprensión del auténtico mensaje del maestro. Jesús, por su parte, muestra
por Simón una predilección que aparece patente desde el primer encuentro.
Junto con Santiago Apóstol y San Juan Evangelista, Pedro participaba en toda
la actividad de Jesús, asistiendo incluso a episodios íntimos de los que
quedaban excluidos los demás apóstoles. En Cafarnaúm, Jesús debió ser a
menudo huésped de la familia de la que procedía la mujer de Pedro.
El sobrenombre de Pedro se lo puso Jesús al señalarle como la
«piedra» (petra en latín) sobre la que habría de edificar su Iglesia. En Cesarea
de Filipos, al nordeste del lago Tiberíades, tuvo lugar el episodio en que San
Pedro afirmó la divinidad de Jesús: "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mat.
16, 16). Jesús juzgó la afirmación como efecto de una iluminación de lo alto y
confirió a Pedro la máxima autoridad: "Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia; las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré
las llaves del reino de los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra será
también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será
también desatado en los cielos" (Mat. 16, 17-19).
Los últimos años de la vida de San Pedro están envueltos en la leyenda, pues
sólo pueden reconstruirse a partir de relatos muy posteriores. Posiblemente se
trasladó a Roma, donde habría ejercido un largo apostolado justificativo de la
futura sede del Papado: la Iglesia romana considera a San Pedro el primero de
sus papas. Allí fue detenido durante las persecuciones de Nerón contra los
cristianos, y murió crucificado. Una tradición poco contrastada sitúa su tumba
en la colina del Vaticano, lugar en donde el emperador Constantino hizo
levantar en el siglo IV la basílica de San Pedro y San Pablo.
Las epístolas de San Pedro
Las dos epístolas de San Pedro que se conservan forman parte, en el Nuevo
Testamento, de las siete epístolas llamadas católicas que siguen a las catorce
de San Pablo. La primera fue escrita en lengua griega, tal vez en el año 64, y
va dirigida a los hebreos dispersos del Ponto, de Galacia, Capadocia, Asia y
Bitinia. Está fechada en Babilonia (V, 13), topónimo que, como en
el Apocalipsis, indica tal vez Roma. Destaca en ella un parecido de
pensamientos, de expresiones y de enseñanzas con las epístolas de San
Pablo. Enérgica, vehemente y densa en sentencias, su estilo es conciso,
elevado, autoritario y dulce a un mismo tiempo.
El propósito de la carta es exhortativo. En una primera serie de exhortaciones,
San Pedro expone la dignidad del cristiano, la sublimidad de su vocación y la
santidad de la vida que debe ser su consecuencia (I, 1-II, 10). Desde el capítulo
II, 11 al IV, 6, con graciosas comparaciones, el apóstol recomienda obediencia,
paciencia, respeto a la autoridad, amor a los enemigos y concordia entre los
hermanos. La tercera y última parte (IV, 7-V, 14) contiene instrucciones para
una vida pura y santa, primero para todos indistintamente y después para los
pastores de almas en particular. En toda la epístola está presente Jesucristo,
con sus padecimientos y sus consejos.
La segunda epístola, escrita aparentemente unos meses después, se presenta
como una continuación de la primera y va dirigida a las mismas personas,
según expresa el autor con las palabras "He aquí la segunda carta que os
escribo" (III, 1). Generalmente se presume que San Pedro la dictó poco antes
de su martirio, como se puede deducir del apartado I, 14. En la primera parte (I,
1-21), San Pedro recuerda los principios generales según los cuales deben los
cristianos atenerse tenazmente a la doctrina recibida y a la práctica de las
virtudes. En la segunda (II, 1-22) condena máximas y costumbres de los falsos
doctores, cuya perversión de mente y corazón describe en fuertes términos y
enérgico estilo. En la última (III, 1-13), ataca los frívolos argumentos con que
aquellos sectarios se proponen desacreditar la doctrina de los fieles.
San Pablo (también llamado Saulo de Tarso, San Pablo Apóstol, el Apóstol de
los Gentiles y San Pablo de Tarso) nació en el año 5 en Tarso de Cilicia, en la
actual Turquía, bajo el nombre de Saulo. Era hijo de judíos fariseos de cultura
helenística y con ciudadanía romana. Fue contemporáneo de Jesucristo e
incluso estuvo en Jerusalén en la misma época que él, aunque probablemente
no se conocieron.
Apresado por el Sanedrín y enviado a Roma para ser juzgado como ciudadano
romano es decapitado en el año 67. Según la tradición, la cabeza rodó por el
suelo y lo golpeó tres veces, y de allí donde chocó, surgió una vía de agua.
Mientras, en América Latina su figura se hace cada vez más popular. A pesar
de ello, no pierde la sobriedad de trato y el estilo de vida riguroso, por alguno
definido casi «ascético». Con este espíritu en 2002 declina el nombramiento
como presidente de la Conferencia episcopal argentina, pero tres años
después es elegido y más tarde reconfirmado por otro trienio en 2008. Entre
tanto, en abril de 2005, participa en el cónclave en el que es elegido Benedicto
xvi.
La festividad más venerada entre los judíos era el Shabat que traducido es
sábado, qué significa reposo o pausa en las actividades”.
El islamismo puede ser descrito como una ideología que exige la adhesión
plena del hombre a la ley sagrada del Islam; este además abarca un conjunto o
grupo de idearios que sostienen que la religión Islam debería guiar social y
políticamente, así como en la vida personal. Islamismo es un término polémico
cuya definición podría variar en ocasiones. Seguidamente el islamismo como
fenómeno político comprende diversos partidos políticos islámicos que
sostienen ciertos elementos demócratas y moderados, hasta una serie de
proposiciones radicales y extremos de carácter salafista, clasificados como
yihadistas.”. El islamismo rechaza tanto como sea posible influencia externa,
con algunas excepciones (como el acceso a la tecnología militar y médica).
Está infundido en un antagonismo profundo hacia los no musulmanes y tiene
una hostilidad particular hacia el Oeste. Esto equivale a un esfuerzo por
convertir el Islam, una religión y la civilización, en una ideología.
El Islamismo convierte los fragmentos dentro del Islam que tienen que ver con
la política, la economía y los asuntos militares en un programa sostenido y
sistemático. Opiniones islamistas hacen hincapié en la aplicación de la sharia
que es la ley islámica; de la unidad política pan-islámica; y de la eliminación
selectiva de las influencias militares, económicos, políticos, sociales, o
culturales occidentales no musulmanes, especialmente en el mundo musulmán
que ellos creen que es incompatible con el Islam.