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1
Pourquoi la puberté tardive et le malheur
Du gland tenace et trop consulté? Pourquoi l'ombre
Si lente au bas du ventre? et ces terreurs sans nombre
Comblant toujours la joie ainsi qu'un gravier noir ?
- Moi j'ai toujours été stupéfait! Quoi savoir ?
…
Pardonné?
…
Reprenez la chancelière bleue,
Mon père.Ô cette enfance!
...
...- et tirons-nous la queue!
2
Éstos son de diente, de presa. No dirán
Que tú eres nuestra más antigua dolencia.
estará junto a mi
4
Quema de bruja
5
Que arrastra el mar tras ella como un crimen oscuro. Ahora está callada,
Con la boca abierta en una O de absoluta desesperación. Yo vivo aquí.
Los domingos, las campanas alarman al cielo dos veces:
Ocho lenguas enormes confirmando la Resurrección.
Y, al final, secamente, tañen sus nombres.
El tejo, con su silueta gótica, apunta al cielo.
Alzo la vista siguiéndolo y me topo con la luna.
Ella es mi madre. Pero no una madre dulce, como la Virgen[449].
Sus vestiduras azules desprenden pequeños murciélagos y búhos.
Cuánto daría por poder creer en la ternura:
El rostro de la efigie, suavizado por las velas,
Volviendo hacia mí, en particular, su mirada apacible.
Sí, he caído desde muy alto[450]. Las nubes florecen,
Azules y místicas, sobre el rostro de los astros.
En la iglesia, los santos deben de estar todos azules,
Levitando con sus pies delicados sobre los fríos bancos,
Con las manos y los rostros hieráticos de tanta santidad.
La luna no se percata de nada de esto. Ella es calva y salvaje[451].
Y el mensaje del tejo es la negrura, la negrura y el silencio.
3. PERSECUCIÓN[17]
6
La quemante furia de su pelaje; sus besos agostan,
Dan sed; cada una de sus zarpas es una zarza;
El hado funesto consuma ese apetito.
En la estela de este felino feroz,
Ardiendo como antorchas para su dicha,
Carbonizadas y destrozadas, yacen las mujeres,
Convertidas en la carnaza de su cuerpo voraz.
Ahora las colinas incuban, engendran una sombra
De amenaza. La medianoche ensombrece el tórrido soto;
El negro depredador, impulsado por el amor
A las gráciles piernas, prosigue a mi ritmo.
Tras los enmarañados matorrales de mis ojos
Acecha el ágil; en la emboscada de los sueños,
Brillan esas garras que rasgan la carne,
Y, hambrientos, hambrientos, esos muslos recios.
Su ardor me engatusa, prende los árboles,
Y yo huyo corriendo con la piel en llamas.
¿Qué bonanza, qué frescor puede envolverme
Cuando el hierro candente de su mirada me marca?
Yo le arrojo mi corazón para detener su avance,
Para apagar su sed malgasto mi sangre, porque
Él lo devora todo y, en su ansia, continúa buscando comida,
Exigiendo un sacrificio absoluto. Su voz
Me acecha, me embruja, me induce al trance,
El bosque destripado se derrumba hecho cenizas;
Aterrada por un anhelo secreto, esquivo
Corriendo el asalto de su radiación[21].
Tras entrar en la torre de mis temores,
Cierro las puertas a esa oscura culpa,
Las atranco, una tras otra las atranco.
Mi pulso se acelera, la sangre retumba en mis oídos:
Las pisadas de la pantera lamen los peldaños,
Subiendo, subiendo las escaleras.