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d. Como consecuencia de la naturaleza pecaminosa con la que cada
hombre nace, y aunque no sea “tan malo”, un inconverso está condenado
a la muerte eterna en el infierno. Romanos 6:23 claramente dice:
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro”.
B. La otra familia espiritual es la de Dios.
1. Entramos a la familia de Dios al recibir a Cristo. Juan 1:12-13
a. Al recibirlo, se nos es dado el derecho (la potestad) de ser hechos hijos
de Dios.
b. Cuando tomamos la decisión de recibir a Jesucristo, Dios nos hizo nacer
de nuevo. Este nacimiento no fue un nacimiento de sangre, ni de voluntad
de carne, ni de voluntad de varón (no fue un nacimiento físico), sino un
nacimiento de Dios (espiritual).
c. “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Con estas palabras, en Juan 3:3
Jesús nos confirma que el nacimiento necesario para entrar al reino de
Dios es de carácter espiritual.
2. Cuando entramos a la familia de Dios no sólo heredamos su naturaleza, sino
que Dios nos salvó, dándonos inmediatamente la vida eterna.
a. Juan 3:36: “El que cree en el hijo tiene (ya) vida eterna...”
b. Juan 6:47: “El que cree en mí, tiene (ya) vida eterna.”
c. 1Juan 5:12: “El que tiene al hijo, tiene (ya) la vida...”
C. Cuando recibimos a Cristo, además de entrar a la familia de Dios, nos
separamos de la familia del diablo.
1. Al convertirnos somos hechos nuevas criaturas, de manera que nuestra
nueva vida se resume perfectamente en 2Corintios 5:17-18: “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas. Y esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por
Cristo...”
2. Debido al deseo de Dios de tener una relación muy cercana con nosotros, él
hizo que nuestro cuerpo fuera su lugar de habitación. A partir del instante en
que recibimos a Jesucristo, el Espíritu Santo vive dentro de nosotros.
1Corintios 6:19
3. Por tanto, nuestro Padre nos ordena que, como hijos suyos, seamos
diferentes a los hijos de Satanás. 2Corintios 6:14-18
II. ¿Cómo nos trata Dios ahora que somos sus hijos?
A. Desde el momento en el que nos convertimos, Dios nos trata como
un buen padre terrenal trata a sus hijos.
1. El reconoce su paternidad sobre nosotros y nos llama “hijos de Dios”. 1Juan
3:1
2. El nos cuida. 1Pedro 5:7 dice: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque
él tiene cuidado de vosotros.”
3. Está siempre dispuesto a guiarnos y a enseñarnos. Juan 14:26
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4. Provee abundantemente para nuestras necesidades. “Mi Dios, pues, suplirá
todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Filipenses
4:19
5. Nos disciplina cuando somos desobedientes. Hebreos 12:5-11
6. Tiene el ideal de que cada uno de nosotros alcance su máximo potencial... y
tiene un plan para que cada uno de nosotros lo logre. Romanos 8:28-29
7. Siempre está presto a ayudarnos cuando lo necesitamos. Salmos 46:1-2
B. En su trato con nosotros, Dios nos hace pasar por tiempos difíciles.
1. Como un buen padre, él nunca hará nada con la intención de dañarnos.
Podemos confiar en que todo lo que él haga con nosotros de aquí en
adelante tendrá el propósito de hacernos crecer y madurar.
2. Podemos estar seguros que, aunque Dios es nuestro Padre, es infinitamente
superior a cualquier padre terrenal.
a. Estos cometen errores de toda clase al estarnos criando, Dios no.
b. Si a pesar de todas sus equivocaciones regularmente confiamos en
nuestros padres, no dudemos en descansar en la perfección de Dios y
nunca cuestionemos la forma en la cual nos cría espiritualmente: “Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más
vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”
Mateo 7:11
III. ¿Cómo debemos comportarnos ahora que somos hijos de Dios?
A. Debemos procurar vivir de manera que agrademos a nuestro padre.
1. Debemos vivir en comunión con Dios cada día. Cualquier pecado rompe esa
comunión, y esto debe dolernos profundamente.
2. Dios reconoce que aún tenemos la naturaleza pecaminosa en nuestros
cuerpos. De hecho, ahora tenemos dos naturalezas: Colosenses 3:5-10
a. Conservamos la vieja naturaleza, la cual es física, pecaminosa y a
imagen de Adán. (El viejo hombre)
b. Pero ahora también tenemos la nueva naturaleza, espiritual, perfecta y a
imagen de Dios. (El nuevo hombre)
3. Mientras estemos en esta tierra, estas dos naturalezas estarán presentes,
peleando para tomar control de nuestra vida.
a. Debemos estar conscientes de que la que alimentemos mejor será la que
dominará nuestras actitudes y nuestra conducta: “Digo, pues: andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es
contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis.” Gálatas 5:16-17
b. Por eso, tratemos de mantener una dieta espiritual apropiada, leyendo la
Palabra, orando y aprendiendo de la enseñanza de la Biblia impartida en
nuestra iglesia local. Gálatas 6:7-8.
B. Cuando pequemos, confesémosle inmediatamente nuestra ofensa,
para mantener nuestra comunión con él. 1Juan 1:9-10
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1. Debemos confesar nuestro pecado a Dios. Hagámoslo orando en el
momento en que nos demos cuenta de que lo ofendimos, sin importar el
lugar en el que nos encontremos.1Juan 2:1
2. La Biblia jamás nos pide que nos confesemos con un hombre para que nos
absuelva de nuestras faltas.
3. La única ocasión en la que debemos confesar nuestras faltas a un hombre es
cuando lo hemos ofendido personalmente, y estamos pidiéndole que nos
perdone. Santiago 5:16
Escriba en sus propias palabras el principio espiritual que más le ha impactado de esta lección:
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¿CUÁNTO APRENDIMOS?