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DEL PAISAJE DE LOS DESAPARECIDOS A LOS PAISAJES DIGNIFICADOS; DE LA

ARQUEOLOGÍA FORENSE A LA ARQUEOLOGÍA DE LOS DESAPARECIDOS

Aldo Fernando Bolaños Baldassari*


Iniciativa Paisaje y Memoria

Resumen

Se comparte para la discusión en este foro, una propuesta metodológica que introduce el concepto de
“paisaje de los desaparecidos” explicándolo desde su dimensión histórico social así como en su
significación simbólica. El paisaje de los desaparecidos como concepto, es un instrumento aplicable
tanto a los procesos de búsqueda de las víctimas de desaparición forzada, así como para entender las
percepciones de las personas y grupos afectados de la memoria material y su interacción con el mundo
psicosocial. Se parte de la visión de la especificidad material de la memoria arqueológica en la
reestructuración de los tiempos discontinuos plasmados, por un lado, en el recuerdo del trauma
personal, grupal y social de la desaparición y por otro lado, en las permanencias temporales y
simbólicas en el paisaje y sus escenarios. La propuesta plantea el camino de la resignificación de los
paisajes transformándolos de “paisajes de los desaparecidos” en “paisajes dignificados”.

Los paisajes de los desparecidos se conforman por tres clases distintas de unidades: los paisajes del
terror, los paisajes de búsqueda y los paisajes dignificados, y cada uno de estos se define por el
conjunto de lugares o escenarios que los conforman, su secuencia temporal y las relaciones entre ellos.
Estas unidades son: los paisajes del terror, aquellos anteriores a los eventos de la desaparición y que
están marcados por las acciones del conflicto violento; los paisajes de la búsqueda de los
desaparecidos, son los que se producen durante los eventos de la desaparición forzada y la ejecución
extrajudicial y los paisajes de dignificación, incluye los escenarios previamente mencionados pero
posteriores a los hechos y resignificados en relación a la recuperación de la verdad, la justicia y la
reparación.

El paisaje de los desaparecidos plantea la reconceptualización de la definición de la arqueología


forense como la única rama de la arqueología encargada de la búsqueda y estudio de los
desaparecidos. Se propone una “arqueología de los desaparecidos” que se extienda más allá de lo
forense, es decir, más allá de la dimensión legal con fines de judicialización de la búsqueda
arqueológica de las víctimas. La arqueología de los desaparecidos no es sólo la visión “de caso” como
secuencia de fases convencionales y predefinidas de la intervención forense (la investigación
preliminar, ubicación y recuperación de los restos mortales de las víctimas, la identificación y causas
de sus de muerte, la devolución y acompañamiento en el ciclo judicial y del duelo) sino también
conlleva la elaboración de marcos teóricos que expliquen y predigan el comportamiento social
relacionado a la graves violaciones de los derechos humanos y a sus secuelas materiales y
psicosociales Finalmente se propone un interés compartido: los paisajes dignificados como parte de un
mundo sin fosas ni desaparecidos.

* Miembro fundador de la Asociación Arqueología para el Desarrollo, del Equipo Peruano de Antropología Forense –
EPAF y de la Asociación Latinoamericana de Antropología Forense – ALAF. Investigador asociado a la Asociación
Ukhupacha. Actualmente lleva adelante la Iniciativa Paisaje y Memoria.
De la arqueología forense a la arqueología de los desaparecidos; del paisaje de los
desaparecidos a los paisajes dignificados

Toda expresión material de los actos de personas o grupos sociales, son susceptibles de ser
estudiados desde una perspectiva arqueológica. Esta materialidad se constituye por objetos,
construcciones, transformaciones de la naturaleza, entierros y en general, la obra humana.
Observando el conjunto de relaciones físicas y temporales así como los aspectos productivos,
funcionales y formales de sus elementos, reconstruimos y conocemos los procesos histórico –
sociales, individualizamos y generalizamos conductas humanas para luego substantivarlas en
enunciados teóricos del desarrollo social, que la sociedad permanentemente simboliza y
resignifica como valores de identidad, de diversidad, de sentido patrimonial y de proyección
al futuro. Desde este conjunto material, los arqueólogos, cuando estudiamos a las sociedades
del pasado antiguo, nos adentramos en las distintas dimensiones y esferas sociales del ser
humano. Lo hacemos así porque las personas que dieron existencia a los restos materiales ya
no existen y nos toca conocerlos por sus obras, por sus restos mortales o sólo por sus
documentos. Sin embargo, cuando los restos materiales son de desaparecidos y asesinados por
violencia política armada ocurridas en el pasado reciente (o del presente histórico), los
documentos y los conjuntos materiales asociados a la desaparición y ejecución de una o más
víctimas, son contrastados con el testimonio individual o colectivo de personas que aún se
mantienen vivas y que ayudan a explicar, o confundir, el qué, el porqué, el cuándo y el cómo
de muchos de los aspectos de la vida y muerte del desaparecido que ayuden a su
identificación y otras determinaciones. Se trata de la arqueología de los desaparecidos y
veremos ahora sus lineamientos generales.

El conjunto material de la arqueología de los desparecidos ocupa siempre un lugar en el


espacio (en forma de paisaje) y en la historia (en forma de memoria); desde ellos se proyecta a
la esfera psicosocial de la vida. Ambas dimensiones, paisaje y memoria, que son siempre
parte fundamental de cualquier estudio arqueológico, se funden también en los procesos de
búsqueda de los desaparecidos. Cuando hay desaparición, no sólo queda el relativo e inexacto
recuerdo de un cuerpo físico y del espacio que la persona ocupó y compartió con otros seres,
sino también los lugares de su secuestro, su detención, su muerte y de su entierro clandestino
si lo hay; lugares que se convierten en paisajes de ausencia, en paisajes de los desaparecidos.
La ausencia es relativa en el recuerdo pero es objetivada en el paisaje como memoria. Estos
paisajes y estas memorias se singularizan en individuos concretos que los perciben desde las
secuelas psicosociales de conflictos violentos. Los investigadores generalizamos estos
comportamientos humanos individuales y sociales, tanto los comportamientos criminales
como aquellos de lucha contra la impunidad, conformando nuevas teorías jurídicas,
sociológicas, antropológicas, psicológicas o, en este caso, arqueológicas. A partir de éstas
teorías y del drama humano, los individuos y colectivos de afectados buscan resignificar sus
procesos de identidad como personas y como grupos cuyos derechos deben ser respetados,
buscan que sus espacios de paisaje y memoria sean un patrimonio dignificante y que exprese
sus proyecciones de un futuro de justicia cumplida y de conocimiento de la verdad. La
arqueología de los desaparecidos tiene un compromiso profundo con el paisaje y la memoria.
El Paisaje de los desaparecidos1

El paisaje de los desaparecidos se define acá desde dos configuraciones: por un lado, en su
significación histórico-social como conjunto de relaciones entre la sociedad y su ambiente
natural o transformado, que explican y permiten predecir las manifestaciones espaciales
ocultas (los desaparecidos) de un conflicto violento a lo largo del tiempo; por otro lado, en su
significación simbólica como fusión de varios horizontes temporales que afectan la
percepción del paisaje, su interpretación y su manejo como patrimonio 2. En el primer caso, es
necesario incorporar la visión del paisaje como un sistema con métodos especializados para
su estudio. En el segundo caso, se trata del punto adonde el paisaje y la memoria de los
desaparecidos se juntan en el espacio y se proyectan en el tiempo.

Los desaparecidos están ocultos en algún lugar de un territorio. Mientras los restos de estas
personas no aparezcan siguen, como dice la ley internacional, en situación de desaparecidos.
Por lo tanto, la pregunta es ¿En qué lugar están? Eso quiere decir que su búsqueda implica, en
primer lugar, la definición de un territorio posible o hipotético dónde investigar. En términos
de los sistemas búsqueda, cuando hablamos de los desaparecidos, debemos establecer las
unidades de territorio en las cuales su entierro se supone pudo haber ocurrido 3. Para poder
aproximarnos mejor a este tema, se propone el concepto de “paisaje de los desaparecidos”
como la suma de tres tipos distintos de paisajes. Éstos se estructuran, desde su fenomenología,
según el conjunto de lugares que lo conforman y las relaciones entre ellos. A estos lugares los
llamaré “escenarios”. Desde una visión secuencial, los escenarios pueden organizarse en tres
clases: a) Paisajes del terror (Oslender 2008) 4, aquellos anteriores a los eventos de la
desaparición y que están marcados por las acciones del conflicto violento; b) Paisajes de la
búsqueda de los desaparecidos, los escenarios que se producen durante los eventos de la
desaparición forzada y la ejecución extrajudicial y c) Paisajes de dignificación, los mismos
escenarios posteriores a estos hechos y resignificados. Cada conjunto de escenarios de la
misma clase estructuran a su vez varios tipos de escenarios o lugares no necesariamente
secuenciales y son los que presentamos a continuación.

Los paisajes del terror

Los escenarios anteriores a los eventos de la desaparición, son aquellos que nos facilitan
explicaciones respecto a las causas, al qué, al porqué y al para qué de la desaparición. Estos
paisajes una parte se conservan y otra vive en la memoria, en la medida que producto de la
violencia y las guerras son transformados o destruidos. Se trata de aquellos elementos que
componen la geografía de la violencia o “geografía del terror” (Oslender op. Cit)5, y se
estructuran en función a la lógica de la estrategia de lucha, a la destrucción material y a la
desestructuración social y los desplazamientos forzados. Se suman a esta lógica, los
elementos de la llamada “guerra de baja intensidad” o más comúnmente conocida como
“guerra sucia”, en las que atentados, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y
ejecuciones extrajudiciales se implican en una cadena de acciones armadas secretas de
contenido simbólico, psicológico o de mensajes que se envían entre los bandos rivales
incluyendo la desaparición forzada y el asesinato selectivo generando miedo y terror en las
poblaciones civiles. Al respecto, el caso peruano tiene muchos ejemplos (Jara 2007 6; Uceda
20067). La comprensión de las lógicas del terror nos brinda elementos para definir las cadenas
de acontecimientos previas a la desaparición y la ejecución de las personas y seguir sus
huellas, pero es necesario también comprender otros elementos de carácter superestructural
que tienen que ver con las ideologías, el racismo, la exclusión y otros fenómenos del
comportamiento social cuyo ordenamiento geográfico explica también determinados tipos de
acciones y patrones de violaciones serias a los derechos humanos. Dichos ordenamientos
geográficos pueden ser identificados, registrados, ordenados y analizados por métodos
arqueológicos, es decir, desde sus evidencias materiales.

Los paisajes de búsqueda (de los desaparecidos)

Los escenarios o lugares de los paisajes que son producto del horizonte temporal del
“durante” o el tiempo de los crímenes, son los que se relacionan más directamente con los
métodos y sistemas de búsqueda y recuperación de los desaparecidos. Su estudió nos permite
resolver preguntas relativas a cómo y cuándo sucedieron los hechos, a cuántos y quiénes
fueron las víctimas y dónde están. Pueden ser ordenados de la siguiente manera a) escenarios
de enfrentamiento; b) escenarios de la detención; c) escenarios de reclusión; d) escenarios de
muerte o ejecución; e) escenarios de entierro y reentierro y f) los escenarios de desaparición
de las evidencias. Este conjunto de escenarios, en un orden más o menos esquemático, no
representan necesariamente una secuencia fija o continuidad preestablecidas de acciones. En
todo caso, son los principios y criterios arqueológicos (Lumbreras 2005:74-77)8 los que
verificarán esos aspectos corresponden a la fase de las investigaciones preliminares.

Los escenarios de enfrentamiento, por ejemplo pueden o no existir de forma previa a una
desaparición o ejecución ilegal. Se dan cuando luego de un enfrentamiento armado los caídos
o sobrevivientes son “rematados” por tiro de gracia (o de desgracia) y puede procederse luego
a su entierro clandestino, o ser dejados en el lugar del enfrentamiento, echados a un botadero,
o los cuerpos trasladados o movidos a otros lugares. Los escenarios de la detención y
reclusión se refieren a los lugares donde las víctimas tomadas prisioneras dan indicios de los
agentes de la detención o “perpetradores”, de las direcciones que tomaron con la víctima y si
sufrieron golpes o heridas que puedan ser identificadas luego en los análisis óseos; igualmente
para los escenarios de reclusión, los cuales pueden ser únicos o parte de un circuito, donde las
víctimas son también, por lo general sometidas a tratos crueles identificables también en ese
tipo de análisis. Estos lugares pueden ser al mismo tiempo los lugares de ejecución y también
de entierro o estar ausentes en el caso de la detención y ejecución inmediata de la víctima. Los
escenarios de muerte o ejecución suelen ser variados y son de difícil localización, por lo
general se identifican por las declaraciones de testigos o por las evidencias materiales que
pueda encontrarse, por ejemplo, los restos de casquillos, agujeros de bala en paredes, árboles,
puertas. Los escenarios de muerte no son necesariamente coincidentes con los lugares de
entierro dificultándose las labores de búsqueda. Los escenarios de entierro son aquellos que
luego de cualquiera de las acciones anteriores, los cuerpos son inhumados para evitar su
hallazgo, por eso se trata en general de “fosas clandestinas”. Sin embargo, no todas las fosas
son clandestinas ni todas las ejecuciones son extrajudiciales, muchas veces puede tratarse de
víctimas sujetas a juicios sumarios, como en España, con falsos cargos y orden “legal” de
muerte y van a parar a fosas comunes o individuales en cementerios y pueden contar,
inclusive con números de registros de entierro; también pueden darse casos de cuerpos que se
dejaron tirados en los conflictos y que después fueron enterrados por familiares o miembros
de comunidades que los entierran como actos humanitarios aunque no consta un registro
oficial de la muerte o el entierro como muchos casos en Perú. Finalmente los escenarios de
desaparición de evidencias son aquellos en los cuales se produce un reentierro, es decir el
vaciado de de las fosas (fosas primarias) para ser trasladados a otra fosa (fosa secundaria) con
el fin de dificultar el hallazgo o casos en los que los restos mortales son sometidos a procesos
de desintegración (cal, cremación) a fin de desaparecer totalmente la evidencia. Se incluyen
también acá a los botaderos de cadáveres (cimas de las montañas, ríos, lagunas, mar, pozos y
cuevas, entre otros).

Los escenarios ubicados dentro de un territorio forman “circuitos de la muerte” y tienen en


mucho una dimensión geográfica producto de la acción delimitada en un espacio y un tiempo
y por un objetivo de violencia armada; en base a ellos establecemos una “geografía de los
desaparecidos” que define criterios, modelos y patrones de desaparición y ejecución así como
sistemas predictivos para la ubicación de los lugares de entierro repartidos en un territorio
concreto según la lógica de las acciones armadas (Bolaños 2005) 9. Los entierros clandestinos
de personas desaparecidas son elementos degradadores de los paisajes, pero su adecuada
recuperación puede convertirlos en paisajes dignificados. En el siguiente acápite trataremos el
problema de los paisajes de búsqueda, inclusive desde su ángulo técnico, pero en relación a su
carácter dignificador del cual no pueden separarse.

Paisajes de dignificación

Los paisajes dignificados, son aquellos que corresponden a los eventos posteriores a las
desapariciones, ejecuciones y entierros de las víctimas y se dan a partir de la identificación y
transformación de los escenarios anteriormente mencionados, pero con un nuevo sentido. Las
escenas son temporales pero los escenarios geográficos quedan y sobre ellos, construimos su
visión como paisajes simbólicos o significantes, en este caso, como escenarios restituidos en
su dignidad y sobre los que nuevamente podemos caminar sin pisar los cuerpos escondidos de
los desparecidos. Son paisajes significativos en los procesos de conciliación o reconciliación
y en las luchas de los familiares y sectores sociales comprometidos con los derechos humanos
y la reparación. También nos ayudan a resolver preguntas como hasta dónde puede llegar una
sociedad en su construcción de la paz y la convivencia pacífica; a saber qué y cómo recordar,
cómo curar y reparar y sobre todo, a saber cuál justicia queremos y qué es el perdón. De modo
muy importante también, los paisajes dignificados no deben hacer distingos entre víctimas y
victimarios, sin el riesgo de generar mayor división social, sino que advierten a la sociedad
acerca de eventos que nunca más deben repetirse. La arqueología ayuda a la recuperación
material de la memoria de estos paisajes para su dignificación

Los paisajes dignificados se componen de los escenarios descritos como parte de los paisajes
del terror y los de los desaparecidos, para ser transformados en tres nuevos tipos de
escenarios: los escenarios memoriales, aquellos adonde se honra a las víctimas, sean los
lugares de entierro o los escenarios del terror que simbolizan los episodios vividos. Es
tristemente común que muchas víctimas no puedan ser halladas y por ello se adapten lugares
referenciales o simbólicos adonde se puedan realizar los rituales funerarios y conmemorativos
que todos tienen derecho de recibir y dar. Los escenarios de la justicia histórica, son
propiamente los paisajes de búsqueda de los desaparecidos ya descritos, pero en su condición
de intangibilizados y perennizados en el terreno y en distintos tipos de informes por
corresponder a los procesos relacionados a las investigaciones de tipo judicial y a los procesos
de reconstrucción histórica de la verdad; son espacios que devuelven la fe en la sociedad, en
el Estado y son además, elementos de primera importancia para la salud mental y el
acompañamiento psicosocial de las poblaciones afectadas como símbolos antagónicos al
desconocimiento y al olvido por parte del Estado. Los escenarios educativos de la paz y
patrimoniales, son aquellos que refieren al miedo y al terror pero que rememoran los hechos
apuntando a su no repetición. Marcan el camino hacia nuevos estados sociales teniendo en
cuenta el impacto de la violencia y su costo social y material así como las causas que dan
origen a los actos de desaparición forzada y ejecución extrajudicial. La infraestructura pública
o privada destruida, los lugares de reclusión, tortura y muerte como estadios, escuelas bases
militares, son espacios que pueden tener carácter museístico. Las obras de reconstrucción y la
infraestructura de repoblamiento de los lugares afectados son también recursos de difusión del
desarrollo posible de lograr en tiempos de paz y de respeto a los derechos humanos.

Implicancias del Modelo

De la arqueología forense a la arqueología de los desaparecidos: El modelo tiene una


implicancia directa en la forma de abordar el tema de los desaparecidos desde la arqueología
tal como esboze al inicio de este artículo y que ahora desarrollo. La arqueología forense, para
el caso de los desaparecidos, es la aplicación de esta ciencia en procesos de judicialización
aportando evidencias en la búsqueda, recuperación, identificación y determinación de las
causas de muerte de las víctimas. Las acusaciones o sentencias basadas en las evidencias
arqueológicas forenses dependen en última instancia de los jueces y fiscales, ellos son quienes
evalúan su consistencia, su validez, y las interpretan acorde a las leyes y las teorías jurídicas
en uso. Por lo general se usa y abusa, del nombre arqueología forense para todo tipo de
intervención que tenga que ver con los desaparecidos, pero a la luz de la organización del
paisaje de los desaparecidos, la arqueología forense se encuentra más limitada a su
intervención en los paisajes de búsqueda y en los escenarios de justicia histórica, es decir, en
los que la justicia interviene; la arqueología forense no actúa fuera de ellos. A diferencia de la
arqueología forense, el estudio arqueológico de los paisajes de los desaparecidos en su
integridad, es decir, paisajes del terror, paisajes de búsqueda y paisajes dignificados, amplían
los campos de investigación arqueológica a otros que no son tocados desde la arqueología
forense, a pesar que un arqueólogo de un juzgado, fiscalía o de un instituto de medicina legal
pueda estar interesado en desarrollarlos, sin embargo, en ese caso, estos dejarán de estar ya en
procesos de judicialización. Por ejemplo, el estudio arqueológico y la resignificación de los
paisajes del terror, de los espacios memoriales, de los escenarios educativos y patrimoniales
su estudio arqueológico y uso museístico; éstos, estudios y acciones pueden ser hechas antes,
durante o después de los procesos de judicialización. Es desde estas diferencias en los campos
de acción, que postulo acá la existencia de una “arqueología de los desaparecidos” la cual
aborda la problemática de la desaparición y la ejecución extrajudicial desde una visión
histórico - social y no solamente judicial, en la que los conceptos de paisaje y memoria (el
paisaje es memoria) adquieren un papel fundamental tanto para la justicia como para la
sociedad.

Implicancias del modelo para las normas mínimas

Para ver las implicancias del modelo en el trabajo psicosocial es necesario fijar primero los
puntos de encuentros entre éste y la arqueología de los desaparecidos, tal como ha sido
planteada aquí. La primera observación corresponde al universo del debate y que se expresa
bien en el nombre de este II Congreso mundial de trabajo psicosocial en procesos de
exhumación, desaparición forzada, justicia y verdad y en su primer objetivo: “lanzamiento
del Consenso Internacional sobre Normas Mínimas en Trabajo Psicosocial en procesos de
Exhumaciones para graves violaciones a los derechos humanos, y propuesta para su
promoción, implementación y seguimiento internacional.” Como se deja ver claramente en
ambos enunciados, las normas mínimas se aplicarán a los procesos de exhumación. Tanto en
el primer congreso realizado en Antigua, Guatemala el año 2007, como en el posterior
proceso de validación de las normas mínimas allí acordadas y llevado adelante en el Perú por
el conjunto de instituciones involucradas (Redinfa, Instituto de Medicina Legal, Comité
Internacional de la Cruz Roja - Perú, Red de Salud Mental, Epaf) y la participación individual
del autor de este artículo, se propuso que la comprensión y mejor actuación en la trama de los
desaparecidos no se da solamente desde los procesos de exhumación. Los antropólogos
forenses han propuesto acertadamente, desde su ángulo forense, que el campo de acción de las
normas mínimas no debe tratarse exclusivamente desde la exhumación sino debe cambiarse
por uno más “amplio” como el de las “intervenciones antropológicas forenses”. Pero si
partimos otra vez del enfoque de los paisajes y la arqueología de los desaparecidos podemos
desarrollar otras perspectivas también efectivas.

El uso del término exhumaciones o intervenciones antropológicas forenses 10 como el ámbito


de aplicación de las normas mínimas del trabajo psicosocial, nos sitúa básicamente en lo que
hemos venido en llamar los “escenarios de justicia histórica”, aquellos que son investigados
desde el Estado y que por lo tanto se encuentran en proceso de dignificación. Es en estos
espacios con procesos de justicia actuando, donde se aplica la denominación “forense” a las
diversas disciplinas que intervienen en la investigación judicial. Sin embargo, desde el punto
de partida de la arqueología de los desaparecidos el enfoque no se da exclusivamente ni en el
campo de las exhumaciones ni en el de las intervenciones antropológicas forenses, sino desde
los “procesos de búsqueda de las personas desaparecidas” en la dimensión de su materialidad
espacial, es decir, en territorios, paisajes y escenarios concretos, en todos los cuales, los
afectados están presentes. Entendido así, el trabajo psicosocial debe intervenir en todos los
campos planteados por la arqueología de los desaparecidos, y por supuesto, para todas las
otras ramas del saber involucradas en las investigaciones. Desde este punto de vista, si bien el
nombre y el objetivo de este foro son coherentes con sus alcances, es necesario ver un poco
más lejos, hacia otros paisajes y horizontes, ampliando los contenidos y dejando lo “forense”
como solamente uno de los campos de actuación. Vale la pena preguntarnos entonces aquí
¿cómo se enfoca el trabajo psicosocial en los demás paisajes en los que los afectados, como
sujeto y objetivo de las normas mínimas, se mueven?, ¿puede abordarse un trabajo psicosocial
integral sin la realización de emprendimientos concretos y la resignificación de los paisajes
del terror, los paisajes de búsqueda y los escenarios de los paisajes dignificados?

La arqueología de los desaparecidos como propuesta de enfoque teórica y metodológica, se


desarrolla en la permanente relación con los afectados por la violación a sus derechos
humanos y con el trabajo psicosocial, ocupando este último un papel mediador de especial
importancia entre los dos primeros. En esta interacción dialéctica triple, se producen procesos
paralelos, divergentes y convergentes y se establecen puntos de contacto desde cuya síntesis
podríamos aproximarnos a objetivos comunes superiores. Los procesos paralelos están
relacionados a la gestión de la memoria y su construcción teórica desde el estudio de caso; los
procesos divergentes se centran en las fases de documentación, intervención en el campo, en
el gabinete, en el acompañamiento a la judicialización a largo plazo y en la relación entre
peritos de parte y peritos oficiales; los procesos convergentes están expresados en la garantía
del estándar científico, la intermediación positiva entre los actores y el enfrentamiento con la
realidad traumática y la verdad histórica. Serán los expertos en el campo psicosocial los que
deberán establecer los objetivos propios de su profesión en cada uno de éstos procesos. Pero
también, en la interacción se establecen puntos de contacto en los campos de aplicación de la
arqueología de los desaparecidos y el trabajo psicosocial con los afectados; estos son: a) En la
relación y contacto directo con los familiares durante las distintas fases de la investigación
arqueológica forense, un tema ya en tratado ya en el primer congreso (Bolaños y Chauca
2007)11; b) En la dimensión histórico social de ambas especialidades, elaborando marcos
teóricos que expliquen, transformen y predigan el comportamiento social relacionado a la
graves violaciones de los derechos humanos, específicamente a la desaparición forzada y la
ejecución extrajudicial y a sus secuelas materiales y psicosociales; c) En el interés mutuo en
la construcción de una sociedad basada en el respeto a los derechos humanos y en la justicia
social.

Y es justamente en este último punto, el interés mutuo en la construcción de un nuevo tipo de


sociedad respetuosa y justa, en el que como parte de la iniciativa Paisaje y memoria se
sostiene la última proposición de este artículo: la dignificación de los paisajes.

La propuesta se refiere a todos aquellos territorios que guardan secretamente a las víctimas de
violaciones a los derechos humanos producto de la violencia política o de conflictos armados;
un paisaje digno no puede contener las tumbas de personas desparecidas o ejecutadas
extrajudicialmente. El paisaje expresa también el ejercicio de los derechos humanos y el
desarrollo de los pueblos. Para la iniciativa paisaje y memoria, se trata de asegurar para las
generaciones presentes y futuras paisajes sin fosas, estableciendo los principios, los criterios y
los compromisos que nos guíen desde los paisajes de los desaparecidos hacia los paisajes
dignificados.
NOTAS

1
Este subcapítulo del artículo ha sido tomado del artículo del autor: paisaje y memoria: los desaparecidos del Perú y España
de próxima publicación. En ese escrito se desarrollan los conceptos de paisaje y memoria más ampliamente. Se incluye aquí
esta sección con el objetivo de someter la propuesta al debate y la opinión de los asistentes al presente congreso.
2
Para la definición de paisaje acá utilizada ver:
VÁZQUEZ VARELA, Carmen y MARTÍNEZ NAVARRO José María – “Del inventario patrimonial a la identificación de
unidades de paisaje: estrategias en el marco de un desarrollo territorial sostenible”. en: Scripta Nova Revista Electrónica de
Geografía y Ciencias Sociales, Vol. XII, núm. 270 (135), 1 de agosto de 2008, Universidad de Barcelona.
3
Se excluye para el presente análisis los escenarios de conflicto bélico en los cuales las condiciones están marcadas por otro
tipo de condicionantes y el tema de los desaparecidos de guerra se trata desde otras perspectivas. Acá nos referimos a
aquellas víctimas de desaparición forzada y desaparición extrajudicial.
4
OSLENDER, Ulrich - “Geografías del terror”: un marco de análisis para el estudio del terror. En: Scripta Nova Revista
Electrónica De Geografía y Ciencias Sociales, Vol. XII, núm. 270 (144), 1 de agosto de 2008, Universidad de Barcelona.
5
Urlich Oslender propone un marco metodológico de 7 puntos principales:
1. “La producción de “paisajes de miedo. … los espacios vacíos (o vaciados) creados cuando los pobladores huyen, y
abandonan sus casas y pueblos por temor de persecución y masacres… La presencia en el espacio de cuerpos humanos
muertos, destruidos, o mutilados, es un recuerdo constante de la forma de actuar de los actores armados y violentos; un
recuerdo que está “vivo” en los paisajes producidos como resultado de la penetración, violación o tortura de esos cuerpos”.
2. “Restricciones en las movilidades y prácticas espaciales rutinaria (…) 3. “Dramática transformación del sentido de lugar
(…) 4. Des-territorialización (…) 5. “Movimientos físicos en el espacio (…) 6. Re-territorialización (…) 7. Estrategias
espaciales de resistencia (…)”.
6
JARA, Umberto. 2007. OJO POR OJO. Pagina Uno editores, Lima, Perú. En la página 116 el autor transcribe las
declaraciones de un miembro del ejército sentenciado por las ejecuciones extrajudiciales realizadas en el caso “La Cantuta”
(03/11/19919) en la que describe la estrategia de guerra sucia contra el terrorismo de Sendero Luminoso en el Perú de la
siguiente manera: “El método utilizado por el terrorismo es la intimidación y la eliminación. Y las acciones del terrorismo s e
realizan de manera selectiva y sistemática en presencia de la población, buscando producir en ella shocks psicológicos…. se
requiere responder con los mismos métodos, con acciones clandestinas, con acciones de infiltración en el enemigo y sobre
todo, generándole al terrorismo el mismo temor… Las guerras (de baja intensidad. Nota del autor) se basan en acciones y
reacciones, por cada golpe recibido se está obligado a una respuesta similar, y sobre todo, mayor…” y más adelante continua
“Son los conceptos que nos fueron enseñados en la Escuela de las Américas…” (página 117). El libro relata esta secuencia de
acciones y reacciones que implicaron 15 mil víctimas peruanas de desaparición y ejecución extrajudicial.
7
UCEDA, Ricardo, 2004. MUERTE EN EL PENTAGONITO. Editorial Planeta Colombia.
8
Lumbreras, Luis G. 2005. ARQUEOLOGÍA Y SOCIEDAD. Carlos Del Águila y Enrique Gonzales Carré editores. Instituto
de Estudios Peruanos
9
BOLAÑOS, Aldo – 2005. “Buscando a los desaparecidos en el Perú: patrones de Desaparición Forzada y Ejecución
Extrajudicial”. III Congreso Latinoamericano de Antropología Forense. Bogotá, Colombia, Asociación Latinoamericana de
Antropología Forense – ALAF. www.alafforense.org.
10
Desde el punto de vista el autor, la antropología forense es una aplicación de la arqueología forense. El estudio de los
restos óseos es tarea de la antropología física o bioantropología. Cuando estos restos se estudian en el marco de las
investigaciones del pasado desde sus restos materiales entramos al campo de acción de la arqueología. Los restos óseos de las
víctimas solo adquieren sentido en el conjunto de evidencias materiales en los que se encuentran asociados y éstos solo
pueden ser entendidos en el marco lógico de los principios y criterios teóricos de la interpretación arqueológica.
11
BOLAÑOS Aldo y LÍA CHAUCA, Rosa. 2007 “La búsqueda de los desaparecidos: verdad, justicia y la recuperación
psicosocial en la transición democrática en el Perú (dos experiencias de trabajo antropológico forense y acompañamiento
psicosocial en el Perú).” Red para la Infancia y la Familia – Redinfa Perú, – Equipo Peruano de Antropología Forense –
EPAF. Ponencia presentada al I Congreso mundial de trabajo psicosocial en procesos de exhumación, desaparición forzada,
justicia y verdad, Antigua, Guatemala, 2007.
El contacto se da: a) mediante el contacto personal en la entrevista Antemortem y de los pormenores del caso; b) durante la
intervención arqueológica para la recuperación de los restos mortales en las cuales muchas veces los familiares asisten; c)
durante los trabajos de morgue para la identificación ósea en las que muchas veces hay que profundizar los detalles en nuevas
entrevistas; d) durante la testificación en procesos judiciales y durante la devolución de los restos, tanto a través del contacto
directo como por medio de los protocolos de científicos que validan la identificación realizada; e) Igualmente cuando el
hallazgo o identificación es imposible, el arqueólogo forense establece contacto para explicar las razones por las cuales no es
posible encontrar a la persona desaparecida.
El Punto “d” en el aspecto del acompañamiento en la judicialización, que dicho sea de paso pueden ser más largo y costoso
que los recursos y el tiempo con que cuentan los encargados del trabajo psicosocial, no se incluyó en la versión del artículo
del primer congreso.

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