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CENESPE 1
Dicha polémica se halla compuesta por las dos principales posiciones filosóficas que se han
ocupado del estudio del carácter epistemológico del psicoanálisis; me estoy refiriendo a la
corriente positivista y a la corriente hermenéutica. Cada una de ellas ha sostenido un punto
de vista a favor de la ubicación epistemológica del psicoanálisis dentro de sus dominios, y la
cantidad de argumentos y contraargumentos a favor y en contra de una y otra postura es tal,
que rebasaría los propósitos de un trabajo como éste pretender exponerlos en forma
completa y resumida.
A grandes rasgos, y para ubicarme en el marco actual de discusión suele proponerse una
clasificación que tiene su historia desde la Edad Media incluso antes, pero culmina en el siglo
XIX, una clasificación de la ciencia. Esta clasificación divide en dos grandes conjuntos a las
ciencias. Por un lado, las ciencias de la Naturaleza, que estudian los fenómenos que se
estudian y, en última instancia, llegar a un dominio cada vez mayor de ese sector de realidad
desde un punto de vista absolutamente objetivo; serían las ciencias naturales. El ejemplo
paradigmático es la física, pero podemos citar cualquier otra ciencia como la química, la
biología, la astronomía, es decir, ciencias que se ocupan de los fenómenos naturales y no de
la subjetividad humana.
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Ésta es una clasificación que, además pretende diferenciar otro conjunto de disciplinas y de
saberes que se ocupan de todos los fenómenos humanos, la producción simbólica del
hombre, y que en el siglo XIX se llaman “ciencias del espíritu”: después se transforma el
hombre a “ciencias humanas”, y tienen por objeto el estudio de la producción simbólica
humana en general. Como ciencias paradigmáticas podemos citar, la historia, la sociología,
la antropología, la lingüística para algunos y la psicología. Y esta clasificación tiene su
importancia porque pretende demarcar muy bien los objetivos, los métodos y los propósitos
de cada conjunto de ciencias.
Mientras que las ciencias humanas siguiendo las definiciones de Wilhelm Dilthey en el siglo
XIX no se ocuparían de buscar conexiones causales, de encontrar leyes generales, y de
buscar predicciones de fenómenos repetitivos, ni buscarían controlar variables de un sector
de la realidad objetiva, sino que, por el contrario, estudiarían lo individual, lo singular, lo
irrepetible, que constituye la esencia de la producción humana.
Por otra parte, las ciencias naturales pretenderían emplear una serie de métodos como la
experimentación, y recursos técnicos como el lenguaje matemático y la cuantificación
numérica, para buscar la precisión cada vez mayor en sus hipótesis y sus explicaciones,
mientras que las ciencias humanas pretenderían rechazar todo recurso cuantificacional,
matemático, de precisión, y más bien intentarían desentrañar el significado de la producción
simbólica singular del hombre; esto es, comprender la naturaleza significante de la
producción simbólica del hombre. El comprender el sentido sería la pretensión de las
ciencias humanas, desde punto de vista, y a diferencia de la experimentación, los grupos
control, la cuantificación y la búsqueda de leyes generales la metodología de las ciencias
humanas sería la hermenéutica.
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A lo largo del siglo XX surgieron movimientos filosóficos que tendieron a atacar fuertemente
esta distinción entre ciencias naturales y ciencias humanas. El principal movimiento, el
Círculo de Viena, que por fines simplemente de abreviación voy a llamar “positivismo lógico”,
o toda forma de “empirismo lógico”, negó la diferenciación entre estas dos clases de
disciplinas: sostuvo que toda disciplina que pretenda ser científica deberá pertenecer al
dominio de las ciencias naturales, y que las ciencias humanas no son ciencias; se les puede
llamar con el título que se desee, pero no podrán ser consideradas científicas. Incluso, la
pretensión de la corriente positivista era lograr la definición de un lenguaje que fuera
lógicamente perfecto, en donde se pudieran traducir todas las construcciones metafóricas,
ambiguas y difusas de las llamadas ciencias humanas, para lograr traducirlas a un lenguaje
preciso, fisicalista y absolutamente carente de ambigüedad.
Esta corriente fue importante, se desarrolló a todo lo largo de este siglo y fue adoptada por
muchas escuelas y varias universidades; sin embargo, como todo, también provocó una
reacción en contra, y hay un movimiento renaciente muy fuerte, antipositivista y de corte
hermenéutico, que pertenece a la escuela francés; también hay filósofos alemanes
importantes, así que básicamente la escuela francesa y alemana, con algunas variantes, han
sido las portadoras de la corriente hermenéutica contemporánea; queda entonces a nivel de
la filosofía anglosajona o de corte anglosajón y por ello entiendo Estados Unidos de América
e Inglaterra como las sedes del pensamiento positivista.
A pesar de que no hay una escuela positivista actual, y de que hay diversos matices y
muchas críticas, vamos denominar positivista a toda esta escuela anglosajona, y le
llamaremos hermenéutica a toda la aproximación francesa y alemana, que aboga por una
reivindicación de la hermenéutica frente al enfoque positivista.
Entonces, si actual mente estas dos corrientes, me gustaría definir con mayor precisión cual
es la diferencia entre el enfoque positivista, que aboga por la primacía de las ciencias
naturales, y el enfoque hermenéutico, y quiero partir de la concepción del lenguaje. No me
extenderé mucho en ello, pero si quiero señalar que la actitud entre el lenguaje es la que
marca es la que marca la diferencia entre las corrientes positivistas y las hermenéuticas.
Para la corriente positivista, el lenguaje que pretende ser portador de un saber científico
debe cumplir una serie de requisitos, debe ser capaz de curar la enfermedad del lenguaje.
Emplearemos este término porque describe con claridad la actitud epistemológica del
positivismo.
Para este enfoque, el lenguaje es presas de una enfermedad incurable, y esta enfermedad
es la ambigüedad, la polisemia y la oscuridad; entonces, la capacidad que tiene los
significantes de tener múltiples significados, múltiples conexiones sintácticas asociativas que
permiten entonces la posibilidad del mal entendido y equivocidad la atribuyen a la polisemia-
a la presencia de múltiples significaciones-y a la opacidad referencial, esto quiere decir, al
hecho de que no esté definida con precisión y de una vez por todas, la correlación que hay
entre la palabra y la cosa, entre el lenguaje y la referencia.
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metonímico y el deslizamiento metafórico, son la enfermedad del lenguaje que una filosofía
de las ciencias debería intentar curar.
A partir de aquí-siguiendo una tradición que podíamos marcar muy claramente en Descartes
y cuando intenta producir una reducción de lo complejo a las ideas claras y distintas, y una
formulación absolutamente precisa de cualquier conocimiento-esta corriente intenta curar la
enfermedad del lenguaje mediante la instrumentación de un lenguaje lógicamente perfecto:
vamos a llamarlo un “lenguaje sano”.
Este lenguaje sano debería ser el paradigma de la ciencia y tendría las siguientes
características: Primero, eliminación completa de la ambigüedad de los términos centrales y
de los conceptos; esto es, buscar definición previamente fijadas y precisas, que prohíban la
ambigüedad, es decir, queda sancionado cualquier uso que se debe de la estipulación
previamente aceptada como correcta dentro de las reglas de uso del significante.
A la vez que existe esta pretensión de precisión semántica, univocidad del sentido, deberá
haber una definición muy clara de la referencia de los términos hacia los objetos que se
aplica; la clases de todas la entidades que caerán sobre dicho concepto, sancionando la
posibilidad de que caiga otra entidad no definida previamente en el conjunto, esto
establecería precisión semántica a nivel referencial y a nivel de connotación.
Este es el requisito a nivel de los conceptos.
A nivel de la hipótesis, el requisito seria que toda hipótesis se constituya a partir de la unidad
de conceptos, la articulación de conceptos a través de proposiciones: que dicha proposición
debe ser de forma condicional, esto es, de la forma: “Si tal cosa, entonces ocurrirá tal otra”;
que deberá establecer un contenido predictivo, y que dicho contenido predictivo será la base
para la verificación o falsificación de la hipótesis.
De manera que una hipótesis tendrá, idealmente, la máxima fuerza lógica posible; esto es,
podrá excluir los casos que la hagan falsa y podrá señalar los casos en los que será
verdadera y, por lo tanto, será verificable en principio. Toda hipótesis que no sea verificable,
a las que no puedan señalarse las condiciones que las falsificarían o que la confirmarían, es
una hipótesis no científica.
El requisito a nivel de las leyes seria el que el de que se trataría de una hipótesis con un alto
grado de confirmación, de manera que pudiera elevarse a una categoría de máxima precisión
y compromiso, que serian las leyes. Desde luego, no son leyes jurídicas de de índole alguna,
salvo epistemológicamente hablando, leyes que correlacionan eventos de acuerdo con
condiciones iníciales.
Con las leyes y las hipótesis se articulan las teorías. Y las teorías serian grandes conjuntos
de leyes y de hipótesis que, como conjunto, intentarían dar explicaciones de una serie de
fenómenos de la realidad, y la posibilidad de establecer predicciones. De nuevo, las teorías
deben claramente las condiciones de verificación o falsificación, y sus unidades conceptuales
ser precisas y no ambiguas.
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experimentación en donde, en principio, se pueden aislar variables, y se puede establecer si
dicha teoría es o no verdadera.
Por último, el principal recurso que introduce precisión en este conjunto conceptual que son
las teorías y las hipótesis es el lenguaje matemático; esto es, la posibilidad de establecer
cuantificación gradual mediante la introducción del lenguaje matemático. Siendo así, una
ciencia-desde el enfoque positivista-será más científica y más rigurosa en la medida en que
incluya conceptos sin ambigüedad, precisos, hipótesis verificables, leyes confirmadas,
cuerpos teóricos consistentes y coherentes con posibilidad de explicación y predicción, y con
posibilidad de verificación o refutación empírica, una vez que se introduce la precisión del
lenguaje cuantificacional.
La física es el paradigma que cumple todos estos requisitos. Se supone que mientras menos
requisitos se cumplen, menos científica es la disciplina aunque adquiera varios rangos. La
bilogía introduce modelos un poco menos precisos, pero de todos modos cumple con estos
requisitos.
Como es de imaginarse, la confrontación con esta serie de requisitos va a ser poco favorable
para el psicoanálisis. Intente hacer un examen de esta confrontación en un trabajo que
pretende contestar las objeciones que la filosofía de la ciencia positivista plantea al
psicoanálisis, y me propongo demostrar que cumple con bastantes-sino con todas-de los
requisitos que postula esta posición, aunque desde luego es un intento forzado, lo reconozco
así, y se basa en una formulación de la teoría psicoanalítica de tipo empirista y funcionalista,
que es la formulación de la “Psicología del yo”, ejemplificada en la obra de David Rapaport.
Esto puede ser cuestionable, discutible; lo veremos más adelante, pero desde una
formulación de tipo funcionalista y empirista, como la de la “psicología del yo”, si es posible
contestar-si no todos-algunas de las objeciones de esta postura.
Ahora bien, hablare un poco de la otra óptica, que es la de la hermenéutica. Desde esta
perspectiva, no habría que pedir al psicoanálisis que cumpliera requisitos de cientificidad de
una disciplina de ciencia natural. El psicoanálisis seria una disciplina esencialmente
hermenéutica. ¿Por qué? Primero, porque su objeto de estudio no es un objeto de estudio
natural, es la subjetividad.
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Desde esta perspectiva, Freud fue víctima de una serie de perjuicios y determinismos
culturales de la época que lo cegaron y le impidieron apreciar la verdadera naturaleza
epistemológica de la disciplina que el fundo, y desde esta línea, una correcta lectura del
psicoanálisis implicaría reconocer los prejuicios de Freud que-inconscientemente-
determinaron su propia posición epistemológica; limpiar la disciplina de estos perjuicios, no
tomar a la letra de la palabra freudiana, estudiar la esencia de su conceptualización, y desde
ahí ubicarla correctamente en la disciplina que le corresponde.
Esta es la línea que han seguido algunos filósofos, cito a Paul Ricoeur como uno de los más
importantes y recomiendo mucho su lectura para ampliar esta concepción.
De manera que una disciplina hermenéutica no tiene porque estudiar objetos naturales, no
tiene porque establecer leyes generales, tampoco ofrecer explicaciones causales, ni tampoco
recurrir a la experimentación ni a la cuantificación. Una disciplina hermenéutica tiene como
principal objetivo desentrañar el significado oculto dentro de un texto, del conjunto de signos
que se le ofrecen al intérprete para su desciframiento.
Este texto es único, es singular; el sentido que se intenta desentrañar es el que nos lleva a la
búsqueda de la comprensión, a diferencia de la explicación. La hermenéutica busca la
comprensión cada vez más amplia y más profunda del texto hasta cierto límite porque, por
definición, en la hermenéutica ningún desentrañamiento llega al final, siempre es posible
enriquecerse, completar, profundizar en el sentido oculto del texto.
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sino se trata de la esencia de la riqueza del lenguaje. Por lo tanto, lejos de intentar esquivar,
eliminar, o corregir la polisemia, la opacidad, el múltiple sentido, lo que hay que hacer es
comprender, desentrañar y esclarecer; mostrar la riqueza semántica del lenguaje.
Dice Gadamer que mientras las ciencias naturales buscan la manipulación y el control de
variables, la hermenéutica busca la comprensión mediante la participación y la apertura hacia
el objeto. Señala que la actitud subyacente de las ciencias naturales es la dominación. Si es
que podemos encontrar la actitud subyacente es la dominación, la búsqueda de lo repetitivo
y la replicación de los fenómenos, es forzar la experiencia dentro de patrones repetitivos que,
además, excluyen lo singular y la historicidad. Es buscar lo abstracto y lo general a costa de
lo único e irrepetible, búsqueda de leyes universales cuya veracidad queda refutada por la
aparición de instancias negativas o contraejemplos.
Hay una serie de postulados hermenéuticos que sintetizaré muy brevemente. Por un lado, no
existe conocimiento sin presuposiciones, los significados se derivan siempre de significados;
es decir, jamás hay un punto cero de partida, ingenuo, la “tábula rasa” de Locke, donde se
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parta del cero en el conocimiento. Siempre habrá ya un bagaje, un horizonte previo de
conceptos y significados de los cuales se parte.
La comprensión, decía, de los textos o de las personas deberá hacerse en los términos
mismos de la persona o del texto, no en otros términos. Esto implica la prohibición del
reduccionismo, del cual hablaremos al final.
¿Cómo es que el texto o esta persona, esta producción simbólica, este sueño o este síntoma
se han presentado a lo largo de la historia, y cómo se modifica el sentido a través de este
desarrollo histórico? La figura que se obtiene de esta comprensión es de la “espiral
hermenéutica”. Entonces, tenemos el círculo de comprensión sincrónica y la espiral
hermenéutica.
La espiral hermenéutica está abierta siempre tanto hacia el futuro como hacia el pasado.
Siempre es posible continuar el enriquecimiento de tal síntoma, tal producción simbólica, o tal
sueño, tanto en la medida en que recabamos más información del pasado, como en la
medida en que conoceremos más producción simbólica del futuro. Estoy hablando de un
paciente, pero puedo también reafirme a un texto.
En este caso, y aquí vamos hablar desde el psicoanálisis, el descubrimiento del inconsciente
sería entonces el terreno que permitiría el descentramiento del sujeto y que haría que el
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sujeto, el hombre, se defina, como un texto distorsionado y alienado en búsqueda de
interpretación.
Entonces, la concepción del sujeto que la hermenéutica propone para ser abordado entre
otras disciplinas por el psicoanálisis es la de un sujeto es un texto distorsionado y alienado
en busca de interpretación. En consecuencia, esta interpretación pretendería desentrañar
cuáles son las determinantes, los significados inconscientes que le son alienados y
desconocidos a esa conciencia descentrada.
El problema principal radica en los mismos textos freudianos, y hablaré de ellos como el
fundamento textual que nos permite pensar en el problema; desde luego, el psicoanálisis no
se reduce a los textos freudianos, nace ahí.
Además, las distintas escuelas y corrientes psicoanalíticas pos freudianas han desarrollado
una u otra de toda la gama de posibilidades que se encuentran en los textos de Freud. Así,
tenemos vertientes positivas de ciencia empírica natural del psicoanálisis, como es la
“psicología del Yo”, y vertientes hermenéuticas antipositivistas del psicoanálisis, como son
algunos componentes de la escuela francesa e incluso de la misma escuela inglesa.
Tenemos en Freud conceptos que pertenecen a una filosofía funcionalista que introduce
modelos biológicos de las ciencias biológicas; de la embriología, que permitirían con justicia
argumentar la pertenencia del psicoanálisis a las ciencias naturales; así como en los mismo
textos freudianos conceptos de corte hermenéutico, lingüístico, que permitirían excluí al
psicoanálisis de las ciencias naturales.
El gran problema radica en que en Freud no hay una posición clara y definida al respecto;
aunque él sí es muy claro y muy definido en su propósito de clasificación, en el estudio del
texto no lo encontramos así. Entonces, ¿qué hacemos con la problemática? Desde luego, lo
primero es un estudio lo más profundo posible de los textos freudianos y también uno de las
corrientes posfreudianas para comprender esta heterogeneidad conceptual, heterogeneidad
epistemológica que se halla en los textos.
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disciplina donde nace, y este rompimiento siempre produce movimientos resistenciales de
ataque a esa nueva disciplina. El principal tipo de ataque epistemológico que se hace con
una disciplina que introduce una ruptura es el reduccionismo.
Aunque el propio Freud después rechaza esto y dice que no es posible, sin embargo en
ciertas áreas de su obra se encuentra esta pretensión. Pero, aparte del mismo Freud, toda la
psiquiatría organicista, toda la medicina orgánica, la psiquiatría biológica, intentan hacerse
eco de este reduccionismo y combaten la cientificidad del psicoanálisis o la legitimidad de su
saber por no ser reducible o definible en términos orgánicos, fisicoquímicos, o procesos
fisiológicos del sistema nervioso. Éste es el reduccionismo organicista.
Tenemos un reduccionismo lingüístico cuando se dice que el sujeto no es más que un texto
hablado por el lenguaje, es un discurso determinado por la estructura lingüística, por la
cadena significante que, en todo caso, tiene que ser abordado mediante el análisis de este
significante.
Habría más reduccionismo, son los principales; no creo que haya terminado con todas las
facultades de la universidad, pues en cada una podemos encontrar otro tipo de
reduccionismo. En la Facultad de Filosofía está el peor de todos, en donde el psicoanálisis o
es una seudociencia que pertenece a la astrología, o, en el mejor de los casos, hasta que no
encuentra su fundamento estructuralista podrá espirar a alguna relevancia. Es importante
señalar que si hay ciertos movimientos y desarrollos que están estudiando con seriedad este
problema, y que se está abriendo este campo.
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Si esto es así, ¿cuál es entonces el objeto de estudio del psicoanálisis? Si no vamos a
aceptar un reduccionismo y creo que, en cierta medida, la “psicología del yo” lo hace cuando
en el libro de Rapaport, La estructura de la teoría psicoanalítica, dice: “El objeto del estudio
del psicoanálisis es la conducta”, no en forma conductista, sino funcionalista. Si vamos a ser
muy estrictos y a calificar de tendencia reduccionista a este enfoque, ¿cuál es entonces el
objeto de estudio del psicoanálisis?
Lacan dice que es el inconsciente, sin embargo, me parece que esta afirmación, si bien es
bastante precisa, deja fuera muchos otros temas y problemas, objeto de estudio del
psicoanálisis. Si decimos que es el sujeto podremos estar un poco más cerca, pero habría
que definir al sujeto. Si decimos que es el sujeto del inconsciente nos limitamos
exclusivamente a éste y nos olvidamos de todos los procesos conscientes que también
estudia el psicoanálisis.
¿Cuál sería entonces el objeto de estudio? Creo que aquí sí la respuesta nos la dan los
textos freudianos, y que dichos textos tienen que ser leídos en forma hermenéutica; eso es,
ubicándolos en su contexto, en su momento histórico, en cada fase de creación de nuevas
aportaciones, en momentos de ruptura epistemológica y en visión longitudinal. Si no tenemos
esta lectura hermenéutica, difícilmente podremos ser o intentar ser precisos en la división del
objeto de estudio del psicoanálisis.
En Freud podemos encontrar las bases para sostener que el objeto de estudio del
psicoanálisis son los sistemas representacionales de la experiencia humana. Sistemas
representacionales de la experiencia humana. Sistemas representacionales que, además,
están investidos con cargas energéticas pulsionales. Si se me ocurriera pensar alguna frase
para sintetizar cómo ubicar la teoría psicoanalítica, me atrevería a decir a pesar de la
incompletud que la teoría psicoanalítica proporciona una teoría de la simbolización pulsional
de la experiencia humana.
Esto que es tan vago, tan abierto, tan poco preciso, intentaré llenarlo, pues mediante una
labor hermenéutica procuraré completar la cantidad de significados que oculta.
En Freud los conceptos centrales son los de “representación” y los de “pulsión”. Son como
los conceptos fundamentales, y a partir de ellos se construyen o se constituyen o se
constituyen los otros en las distintas épocas de la obra de Freud.
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Entonces tenemos la “representación” como sistema o conjuntos organizados de impresiones
sensoriales. Impresiones sensoriales serían como sensaciones visuales, táctiles, auditivas;
éstas se constituyen en una unidad, en un todo, y se graban, se inscriben, se registran como
huellas mnémicas. En consecuencia, aquí tenemos una parte esencial de la definición del
objeto de estudio del psicoanálisis; estudia la forma en que la experiencia es inscrita en el
sujeto a través de las representaciones, representaciones que van a ser fuente de inscripción
y que, además, estarán cargadas de energía pulsional. Es como un texto cargado
energéticamente, es una escritura energetizada por la pulsión. Y esta escrituración proviene
de impresiones sensoriales; dice Freud, éstas vienen del mundo externo y del mundo interno.
Por consiguiente, este texto energetizado es lo que construirá la base, la esencia del objeto
de estudio del psicoanálisis. Junto con estos dos conceptos de “representación” y “pulsión”
tenemos que ir enriqueciendo y agregando los otros conceptos.
Junto con esto se introduce la teoría del espacio, del espacio virtual, del espacio simbólico;
no un espacio físico sino un espacio en donde están las representaciones y donde están las
pulsiones. Ese espacio es la tópica, y esta tópica implica un lugar, no es físico, es un lugar en
el sujeto, es un espacio del sujeto; y aquí vemos la gran influencia de Kant en Freud, con su
concepción del espacio como forma pura de la sensibilidad en el sujeto, y no como una
existencia externa al sujeto; este espacio es el sitio donde están las representaciones
cargadas pulsionalmente, investidas con energía sexual o agresiva.
El gran paso que después agrega Freud es el de señalar estos espacios están dividido y se
constituyen en sistemas diferentes. El sistema consciente, el sistema preconsciente y el
sistema inconsciente, y propone la división intersistémica en la barrera de la represión como
la que constituye la gran división de sistemas, y la que aliena al sujeto. Aquí es donde está
teoría de la alineación del sujeto, con la constitución de los sistemas separados por la barrera
de represión.
A la vez, Freud señala que estos sistemas de representación tienen distintos procesos: esto
es, las cargas circulan y se asocian de distinta manera en un lugar o en otro. En el sistema
inconsciente ocurre el proceso primario, y en el sistema preconsciente y consciente el
proceso secundario. Y la llama primario a ese proceso de libre flujo de carga, de libre
investidura, de acuerdo con los principios de condensación y de desplazamiento que son
homologables — esto lo descubre Lacan — a la metáfora y la metonimia. La metáfora es la
condensación, la metonimia es el desplazamiento. Y la representabilidad, la figuración, la
condensación, el desplazamiento y la carga libre constituyen la esencia del proceso primario.
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De estos sistemas representacionales con procesos primario y secundario se agregan
conceptos de objeto interno, que sería un conjunto organizado de representaciones, cargado
con determinada cantidad de energía, y que representa a un objeto externo. Esta noción de
objeto interno se deriva de representaciones articuladas.
A la vez, se agrega sus concepto de “pulsión de muerte”, que trata de rescatar la tendencia al
cero, el retorno de la materia orgánica a la inorgánica; llevada hasta sus últimas
consecuencias la ley de la entropía. Continúa con la introducción del concepto “narcisismo”·,
referido a la construcción de las representaciones del yo que constituyen en la autoimagen y
la identidad personal. Y por último, el concepto importante que se agrega para terminar el
recorrido es el de “estructura2.
Esto es lo que aporta en 1923 y con ello se crea una ruptura epistemológica, porque con los
conceptos del yo, de superyó y de ello se introduce, para algunos, una serie de modelos
funcionalistas biológicos que reaparecen en el concepto de “pulsión de muerte”, que de algún
modo no son reductibles, o no se asimilarían a los conceptos previos de representaciones y
espacios simbólicos, o de objeto interno; ¡cómo, entonces, articular unos con otros?
En síntesis, si Freud introduce una ciencia o una disciplina que tiene como fundamento
sistemas representacionales cargados pulsionalmente, almacenados e inscritos como
escritura, con procesos secundarios y primarios; escritura estratificada que, a su vez, se
ubica en distintos espacios que dividen al sujeto y lo alienan, que además organizan objetos
internos y la imagen del yo, y que se configuran en estructuras funcionales, ¿cuál es el objeto
de estudio del psicoanálisis?
En esencia, el objeto de estudio del psicoanálisis son los sistemas representacionales y sus
vicisitudes. Al decir “vicisitudes” se implica sus destinos como objetos internos, imágenes del
yo y estructuras. Ése es el objeto de estudio del psicoanálisis. En última instancia, los
sistemas representacionales cargados pulsionalmente, las pulsiones y las representaciones.
El tema de las estructuras continúa siendo polémico, otros dirían que son las estructuras, y
por eso decía que la “psicología del yo” y Rapaport sostendrían que son las estructuras
funcionales las que determinarían el objeto de estudio del psicoanálisis, las que explicarían la
conducta. Se trata de una versión empirista y funcionalista del psicoanálisis, que emplearía
modelos funcionalistas biológicos y conductuales para dar razón de los procesos
intrapsíquicos.
Así pues, desde la posición positivista que intenta ubicar al psicoanálisis dentro de las
ciencias naturales se argumenta que, en última instancia, el psicoanálisis busca encontrar las
causas de los síntomas, las causas de los síntomas se explican a través de mecanismos
sobre determinados, de investiduras pulsionales que originan conductas, y que esta
búsqueda de causas que utiliza explicaciones y que emplea conceptos como “energías” y
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“procesos”, y “estructuras funcionales”, permite ubicar al psicoanálisis como ciencia natural.
Sería una explicación en términos funcionalistas, de estructuras, que además busca causas
de determinadas formaciones psicopatológicas y que, por otra parte, emplea conceptos
científicos.
Esto es lo que pretendo hacer en mi libro, El carácter científico del psicoanálisis, donde
intento presentar al psicoanálisis como ciencia natural, contestando las objeciones de la
crítica positivista.
Sin embargo, también se puede sostener lo contrario. Puede aseverarse que el psicoanálisis,
en realidad, emplea el lenguaje positivista a manera metafórica; que lo que se llama “causas”
en psicoanálisis no es lo mismo que lo que se denomina “causas” en física. Que en verdad,
lo que buscamos son los sentidos profundos, los significados ocultos, más que las causas, y
lo que llamamos “causas” debe reducirse a la exégesis y a la construcción de la historia del
sujeto.
Por lo tanto, la historia del sujeto- que está inscrita en el inconsciente-tiene que ser
desentrañada, construida, articulada mediante el proceso hermenéutico del psicoanálisis, y
en esta reconstrucción o construcción de la historia encontramos las famosas causas. Por lo
tanto, no es en realidad una disciplina que busque causas, sino una disciplina que busca
razones, motivos ocultos, inconscientes, y cuyo desentrañamiento desalienta al sujeto y, en
consecuencia, lo cura.
Sin embargo, la contraobjeción podría sostener que el psicoanálisis aporta una serie de
leyes, hipótesis y concepciones teóricas que pretenden tener valor universal, o si no
universal, si hipótesis generales que no sólo se apliquen a un sujeto, sino a todos los sujetos.
Si no hubiera esta pretensión de generalidad, no tendría sentido estudiar la disciplina
psicoanalítica, ni recibir a los pacientes; tenemos que tener teorías generales: La teoría del
complejo de Edipo, la del desarrollo humano, las fases de la separación-individuación de
Margaret Mahler, la formación del objeto de Winnicott, todas son teorías comprobables
científicamente, las cuales nos atrevemos a aplicar a todos los pacientes.
No obstante, la otra objeción sostendría que dicha concepción general es nada más un
arsenal teórico, vacío, que no tiene sentido y que hay que llenar con la singularidad de cada
sujeto, con su propio proceso histórico singular, y que un intento de homologar a la condición
humana con la aplicación de conceptualizaciones generales, en realidad, oculta al sujeto y
traiciona el objetivo psicoanalítico.
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si es que esto es válido, si se puede emplear eses nombre, es un saber sui géneris que, en
principio, no es empírico.
Determinar con precisión hasta dónde comparte su pertenencia de ciencia natural que busca
explicaciones causales, y hasta dónde comparte su pertenencia con la disciplina
hermenéutica que busca el descentramiento del sentido, es tarea de la investigación
epistemológica actual.
Mi postura, pues, para terminar, es que es una disciplina híbrida, y que todo intento por negar
la pertenencia a una u a otra, como todo intento por reducir el objeto de estudio del
psicoanálisis que no es empírico, que es de primer nivel de abstracción porque son entidades
no observables, constituye una falacia que tenemos que cuidar de evitar.
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