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Módulo II Bases clínicas y psicosociales del Psicodiagnóstico.

CENESPE 1

Ubicación epistemológica del


Psicoanálisis
Miguel Koteniuk Krauze (1990)
En, Revista Cuadernos de Psicoanálisis vol. XXIII
Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM) 3-4 julio diciembre 1990.

[Lo capturado en este documento abarca de la


Página 107 a la 123 de la Revista]

El problema de la ubicación epistemológica del psicoanálisis va a ser abordado dentro del


contexto de la polémica actual que gira en torno a la naturaleza del saber psicoanalítico.

Dicha polémica se halla compuesta por las dos principales posiciones filosóficas que se han
ocupado del estudio del carácter epistemológico del psicoanálisis; me estoy refiriendo a la
corriente positivista y a la corriente hermenéutica. Cada una de ellas ha sostenido un punto
de vista a favor de la ubicación epistemológica del psicoanálisis dentro de sus dominios, y la
cantidad de argumentos y contraargumentos a favor y en contra de una y otra postura es tal,
que rebasaría los propósitos de un trabajo como éste pretender exponerlos en forma
completa y resumida.

Tendré que ser profundamente esquemático y, en ese sentido, pecar de simplista en la


presentación de las ideas centrales, pero a cambio, podemos obtener un poco de
organización y de visión panorámica sobre cuál es la problemática que gira en torno a la
ubicación epistemológica del psicoanálisis.

Por “ubicar epistemológica” entiendo la ubicación de la disciplina psicoanalítica dentro del


marco del saber humano; esto es, dentro del conjunto de disciplinas que se suelen llamar
científica, o que pretenden ofrecer un conocimiento o un saber que puede ser fuente de
verdades, falsedades, predicciones, manejo o control de ciertas variables que proporcionan
un dominio de conocimientos sobre un sector de la realidad. Ubicar al psicoanálisis dentro
del gran conjunto de disciplinas portadoras de un saber es el problema de la ubicación
epistemológica del psicoanálisis.

A grandes rasgos, y para ubicarme en el marco actual de discusión suele proponerse una
clasificación que tiene su historia desde la Edad Media incluso antes, pero culmina en el siglo
XIX, una clasificación de la ciencia. Esta clasificación divide en dos grandes conjuntos a las
ciencias. Por un lado, las ciencias de la Naturaleza, que estudian los fenómenos que se
estudian y, en última instancia, llegar a un dominio cada vez mayor de ese sector de realidad
desde un punto de vista absolutamente objetivo; serían las ciencias naturales. El ejemplo
paradigmático es la física, pero podemos citar cualquier otra ciencia como la química, la
biología, la astronomía, es decir, ciencias que se ocupan de los fenómenos naturales y no de
la subjetividad humana.

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Ésta es una clasificación que, además pretende diferenciar otro conjunto de disciplinas y de
saberes que se ocupan de todos los fenómenos humanos, la producción simbólica del
hombre, y que en el siglo XIX se llaman “ciencias del espíritu”: después se transforma el
hombre a “ciencias humanas”, y tienen por objeto el estudio de la producción simbólica
humana en general. Como ciencias paradigmáticas podemos citar, la historia, la sociología,
la antropología, la lingüística para algunos y la psicología. Y esta clasificación tiene su
importancia porque pretende demarcar muy bien los objetivos, los métodos y los propósitos
de cada conjunto de ciencias.

Las ciencias naturales pretenden encontrar leyes generales, explicaciones causales, y


capacidad predictiva; estudian lo universal y siguen de cerca el postulado aristotélico de que
la ciencia se ocupa de lo universal.

Mientras que las ciencias humanas siguiendo las definiciones de Wilhelm Dilthey en el siglo
XIX no se ocuparían de buscar conexiones causales, de encontrar leyes generales, y de
buscar predicciones de fenómenos repetitivos, ni buscarían controlar variables de un sector
de la realidad objetiva, sino que, por el contrario, estudiarían lo individual, lo singular, lo
irrepetible, que constituye la esencia de la producción humana.

Por otra parte, las ciencias naturales pretenderían emplear una serie de métodos como la
experimentación, y recursos técnicos como el lenguaje matemático y la cuantificación
numérica, para buscar la precisión cada vez mayor en sus hipótesis y sus explicaciones,
mientras que las ciencias humanas pretenderían rechazar todo recurso cuantificacional,
matemático, de precisión, y más bien intentarían desentrañar el significado de la producción
simbólica singular del hombre; esto es, comprender la naturaleza significante de la
producción simbólica del hombre. El comprender el sentido sería la pretensión de las
ciencias humanas, desde punto de vista, y a diferencia de la experimentación, los grupos
control, la cuantificación y la búsqueda de leyes generales la metodología de las ciencias
humanas sería la hermenéutica.

Menciono así de esquemáticamente estas dos clases de ciencias porque es en la


encrucijada, en la polémica de estas dos concepciones de la ciencia, donde se va a ubicar el
problema de la naturaleza del saber psicoanalítico. La pregunta inicial sería: ¿Qué clase de
saber, qué clase de ciencia es el psicoanálisis, es una ciencia natural, o pertenece a una
disciplina hermenéutica? Ésta es la pregunta centra. Desde luego no voy a intentar
resolverla, hay muchas posturas al respecto, mencionaré algunas, pero sí quiero dejar
sentado el planteamiento centra: ¿Es el psicoanálisis una disciplina que pertenece a las
ciencias naturales, y que debe entonces cumplir con los requisitos de cientificidad que estas
ciencias postulan para sus disciplinas, o es el psicoanálisis una ciencia humana que no tiene
por qué cumplir los requisitos de cientificidad de las primeras, sino adoptar la metodología
interpretativa, hermenéutica, de búsqueda de significado y de estudio de los singular?

Esta ubicación, a su vez, conlleva el problema de si debemos considerar científica la


disciplina psicoanalítica o no. Y esta polémica es esencial para poder adoptar una postura y
otra.

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A lo largo del siglo XX surgieron movimientos filosóficos que tendieron a atacar fuertemente
esta distinción entre ciencias naturales y ciencias humanas. El principal movimiento, el
Círculo de Viena, que por fines simplemente de abreviación voy a llamar “positivismo lógico”,
o toda forma de “empirismo lógico”, negó la diferenciación entre estas dos clases de
disciplinas: sostuvo que toda disciplina que pretenda ser científica deberá pertenecer al
dominio de las ciencias naturales, y que las ciencias humanas no son ciencias; se les puede
llamar con el título que se desee, pero no podrán ser consideradas científicas. Incluso, la
pretensión de la corriente positivista era lograr la definición de un lenguaje que fuera
lógicamente perfecto, en donde se pudieran traducir todas las construcciones metafóricas,
ambiguas y difusas de las llamadas ciencias humanas, para lograr traducirlas a un lenguaje
preciso, fisicalista y absolutamente carente de ambigüedad.

Esta corriente fue importante, se desarrolló a todo lo largo de este siglo y fue adoptada por
muchas escuelas y varias universidades; sin embargo, como todo, también provocó una
reacción en contra, y hay un movimiento renaciente muy fuerte, antipositivista y de corte
hermenéutico, que pertenece a la escuela francés; también hay filósofos alemanes
importantes, así que básicamente la escuela francesa y alemana, con algunas variantes, han
sido las portadoras de la corriente hermenéutica contemporánea; queda entonces a nivel de
la filosofía anglosajona o de corte anglosajón y por ello entiendo Estados Unidos de América
e Inglaterra como las sedes del pensamiento positivista.

A pesar de que no hay una escuela positivista actual, y de que hay diversos matices y
muchas críticas, vamos denominar positivista a toda esta escuela anglosajona, y le
llamaremos hermenéutica a toda la aproximación francesa y alemana, que aboga por una
reivindicación de la hermenéutica frente al enfoque positivista.

Entonces, si actual mente estas dos corrientes, me gustaría definir con mayor precisión cual
es la diferencia entre el enfoque positivista, que aboga por la primacía de las ciencias
naturales, y el enfoque hermenéutico, y quiero partir de la concepción del lenguaje. No me
extenderé mucho en ello, pero si quiero señalar que la actitud entre el lenguaje es la que
marca es la que marca la diferencia entre las corrientes positivistas y las hermenéuticas.

Para la corriente positivista, el lenguaje que pretende ser portador de un saber científico
debe cumplir una serie de requisitos, debe ser capaz de curar la enfermedad del lenguaje.
Emplearemos este término porque describe con claridad la actitud epistemológica del
positivismo.

Para este enfoque, el lenguaje es presas de una enfermedad incurable, y esta enfermedad
es la ambigüedad, la polisemia y la oscuridad; entonces, la capacidad que tiene los
significantes de tener múltiples significados, múltiples conexiones sintácticas asociativas que
permiten entonces la posibilidad del mal entendido y equivocidad la atribuyen a la polisemia-
a la presencia de múltiples significaciones-y a la opacidad referencial, esto quiere decir, al
hecho de que no esté definida con precisión y de una vez por todas, la correlación que hay
entre la palabra y la cosa, entre el lenguaje y la referencia.

Entonces, opacidad e indeterminación referencial, equivocidad y polisemia, presencia de


múltiples sentidos y capacidad de producir dos deslizamientos que son: el deslizamiento

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metonímico y el deslizamiento metafórico, son la enfermedad del lenguaje que una filosofía
de las ciencias debería intentar curar.

A partir de aquí-siguiendo una tradición que podíamos marcar muy claramente en Descartes
y cuando intenta producir una reducción de lo complejo a las ideas claras y distintas, y una
formulación absolutamente precisa de cualquier conocimiento-esta corriente intenta curar la
enfermedad del lenguaje mediante la instrumentación de un lenguaje lógicamente perfecto:
vamos a llamarlo un “lenguaje sano”.

Este lenguaje sano debería ser el paradigma de la ciencia y tendría las siguientes
características: Primero, eliminación completa de la ambigüedad de los términos centrales y
de los conceptos; esto es, buscar definición previamente fijadas y precisas, que prohíban la
ambigüedad, es decir, queda sancionado cualquier uso que se debe de la estipulación
previamente aceptada como correcta dentro de las reglas de uso del significante.

A la vez que existe esta pretensión de precisión semántica, univocidad del sentido, deberá
haber una definición muy clara de la referencia de los términos hacia los objetos que se
aplica; la clases de todas la entidades que caerán sobre dicho concepto, sancionando la
posibilidad de que caiga otra entidad no definida previamente en el conjunto, esto
establecería precisión semántica a nivel referencial y a nivel de connotación.
Este es el requisito a nivel de los conceptos.

A nivel de la hipótesis, el requisito seria que toda hipótesis se constituya a partir de la unidad
de conceptos, la articulación de conceptos a través de proposiciones: que dicha proposición
debe ser de forma condicional, esto es, de la forma: “Si tal cosa, entonces ocurrirá tal otra”;
que deberá establecer un contenido predictivo, y que dicho contenido predictivo será la base
para la verificación o falsificación de la hipótesis.

De manera que una hipótesis tendrá, idealmente, la máxima fuerza lógica posible; esto es,
podrá excluir los casos que la hagan falsa y podrá señalar los casos en los que será
verdadera y, por lo tanto, será verificable en principio. Toda hipótesis que no sea verificable,
a las que no puedan señalarse las condiciones que las falsificarían o que la confirmarían, es
una hipótesis no científica.

El requisito a nivel de las leyes seria el que el de que se trataría de una hipótesis con un alto
grado de confirmación, de manera que pudiera elevarse a una categoría de máxima precisión
y compromiso, que serian las leyes. Desde luego, no son leyes jurídicas de de índole alguna,
salvo epistemológicamente hablando, leyes que correlacionan eventos de acuerdo con
condiciones iníciales.

Con las leyes y las hipótesis se articulan las teorías. Y las teorías serian grandes conjuntos
de leyes y de hipótesis que, como conjunto, intentarían dar explicaciones de una serie de
fenómenos de la realidad, y la posibilidad de establecer predicciones. De nuevo, las teorías
deben claramente las condiciones de verificación o falsificación, y sus unidades conceptuales
ser precisas y no ambiguas.

Con las teorías se pretende alcanzar explicaciones causales y además la posibilidad de


verificación de refutación, a través de grupos controles o diversos métodos de

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experimentación en donde, en principio, se pueden aislar variables, y se puede establecer si
dicha teoría es o no verdadera.

Por último, el principal recurso que introduce precisión en este conjunto conceptual que son
las teorías y las hipótesis es el lenguaje matemático; esto es, la posibilidad de establecer
cuantificación gradual mediante la introducción del lenguaje matemático. Siendo así, una
ciencia-desde el enfoque positivista-será más científica y más rigurosa en la medida en que
incluya conceptos sin ambigüedad, precisos, hipótesis verificables, leyes confirmadas,
cuerpos teóricos consistentes y coherentes con posibilidad de explicación y predicción, y con
posibilidad de verificación o refutación empírica, una vez que se introduce la precisión del
lenguaje cuantificacional.

La física es el paradigma que cumple todos estos requisitos. Se supone que mientras menos
requisitos se cumplen, menos científica es la disciplina aunque adquiera varios rangos. La
bilogía introduce modelos un poco menos precisos, pero de todos modos cumple con estos
requisitos.

Y desde esta óptica, la primera interpelación al psicoanálisis surge de la siguiente manera:


¿Cumple el psicoanálisis con estos requisitos o no los cumple? Si los cumple es una
disciplina científica; si no los cumple, no es una disciplina científica. Y para complicar la
cuestión, el mismo Freud expresamente intenta ubicar al psicoanálisis dentro de las ciencias
naturales. Él, heredero de una posición positivista, fiscalista, mecanicista, intenta definir a la
disciplina psicoanalista como una ciencia natural y rechaza, excluya que sea una ciencia del
espíritu, o una ciencia hermenéutica.

Como es de imaginarse, la confrontación con esta serie de requisitos va a ser poco favorable
para el psicoanálisis. Intente hacer un examen de esta confrontación en un trabajo que
pretende contestar las objeciones que la filosofía de la ciencia positivista plantea al
psicoanálisis, y me propongo demostrar que cumple con bastantes-sino con todas-de los
requisitos que postula esta posición, aunque desde luego es un intento forzado, lo reconozco
así, y se basa en una formulación de la teoría psicoanalítica de tipo empirista y funcionalista,
que es la formulación de la “Psicología del yo”, ejemplificada en la obra de David Rapaport.
Esto puede ser cuestionable, discutible; lo veremos más adelante, pero desde una
formulación de tipo funcionalista y empirista, como la de la “psicología del yo”, si es posible
contestar-si no todos-algunas de las objeciones de esta postura.

Ahora bien, hablare un poco de la otra óptica, que es la de la hermenéutica. Desde esta
perspectiva, no habría que pedir al psicoanálisis que cumpliera requisitos de cientificidad de
una disciplina de ciencia natural. El psicoanálisis seria una disciplina esencialmente
hermenéutica. ¿Por qué? Primero, porque su objeto de estudio no es un objeto de estudio
natural, es la subjetividad.

La posición de las ciencias naturales y de la postura positivista es eliminar, en lo posible,


toda fuente de contaminación subjetiva de la disciplina. ¿Cómo puede ser una ciencia natural
aquella que tiene como objeto de estudio el mundo de la subjetividad? En principio,
entonces, no le pidamos al psicoanálisis que cumpla un requisito de ciencia natural,
ubiquémoslo donde debe estar.

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Desde esta perspectiva, Freud fue víctima de una serie de perjuicios y determinismos
culturales de la época que lo cegaron y le impidieron apreciar la verdadera naturaleza
epistemológica de la disciplina que el fundo, y desde esta línea, una correcta lectura del
psicoanálisis implicaría reconocer los prejuicios de Freud que-inconscientemente-
determinaron su propia posición epistemológica; limpiar la disciplina de estos perjuicios, no
tomar a la letra de la palabra freudiana, estudiar la esencia de su conceptualización, y desde
ahí ubicarla correctamente en la disciplina que le corresponde.

Esta es la línea que han seguido algunos filósofos, cito a Paul Ricoeur como uno de los más
importantes y recomiendo mucho su lectura para ampliar esta concepción.

De manera que una disciplina hermenéutica no tiene porque estudiar objetos naturales, no
tiene porque establecer leyes generales, tampoco ofrecer explicaciones causales, ni tampoco
recurrir a la experimentación ni a la cuantificación. Una disciplina hermenéutica tiene como
principal objetivo desentrañar el significado oculto dentro de un texto, del conjunto de signos
que se le ofrecen al intérprete para su desciframiento.

Entonces, para la hermenéutica el objeto principal de abordaje es el símbolo, su meta es el


desentrañamiento del significado oculto detrás del símbolo, y este no se presenta aislado,
sino articulado, y esa articulación de símbolos se constituye como textos. Es la búsqueda del
significado o del sentido que está detrás del texto, la tarea de la hermenéutica.

Este texto es único, es singular; el sentido que se intenta desentrañar es el que nos lleva a la
búsqueda de la comprensión, a diferencia de la explicación. La hermenéutica busca la
comprensión cada vez más amplia y más profunda del texto hasta cierto límite porque, por
definición, en la hermenéutica ningún desentrañamiento llega al final, siempre es posible
enriquecerse, completar, profundizar en el sentido oculto del texto.

La hermenéutica surge como comentario de las Sagradas Escrituras, como comentarios de


los textos bíblicos, pues al igual que ellos, tenían un sentido muy estricto, muy riguroso y se
resolvía mediante la apelación a la autoridad. La hermenéutica evoluciono posteriormente en
la filosofía del siglo XIX: El historicismo tiene antecedentes en Vico, después en Herdes,
culmina con Rickert y Dilthey, pero en la actualidad es importante mencionar los textos de
Heidegger y su discípulo uno de los más prominentes-Gadamer, como los principales
promotores del enfoque hermenéutico en hermenéutica-cito a Paul Ricoeur, pero no es el
único es importante mencionar los trabajos de Gilles Deleueze y los de Foucault como
ejemplos del desarrollo de la concepción hermenéutica que busca, como decía antes, el
desentrañamiento del sentido.

Para el enfoque hermenéutico, y vuelvo al punto de partida, el lenguaje- a diferencia de los


positivistas no es presa de ninguna enfermedad, y vuelvo al punto de partida, el lenguaje a
diferencia de los positivistas no es presa de ninguna enfermedad. Lo que para los positivistas
se definiría como la enfermedad del lenguaje que es la equivocidad, la polisemia, la opacidad
referencial, el deslizamiento metonímico y metafórico es lo llaman ellos el tesoro y la riqueza
del leguaje.

Es la posibilidad de apretura infinita, de búsqueda de sentido y de creación de nuevos


sentidos lo que constituye el tesoro del leguaje. Así que no sólo se trata de una enfermedad,

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sino se trata de la esencia de la riqueza del lenguaje. Por lo tanto, lejos de intentar esquivar,
eliminar, o corregir la polisemia, la opacidad, el múltiple sentido, lo que hay que hacer es
comprender, desentrañar y esclarecer; mostrar la riqueza semántica del lenguaje.

A partir de esta posición, entonces, toda la pretensión positivista de que el psicoanálisis


quede ubicado en un lenguaje lógicamente perfecto, con precisión semántica, con capacidad
de establecimiento de nexos causales, constituye un abordaje equívoco que nos debía de la
esencia de la cuestión.

Si entonces el lenguaje no es víctima de una enfermedad, sino que es la fuente del


conocimiento, ¿cómo debe operar la hermenéutica?, ¿cómo debe de llevarse a cabo la
interpretación? (La hermenéutica es sinónimo de tratado de la interpretación.) ¿Cómo debe
efectuarse esta interpretación simbólica para que nos permita desentrañar, desenmascarar el
sentido oculto de los textos? Mediante una serie de pasos. Primero se busca la comprensión
de lo individual y lo singular, pero desde la interioridad del mismo texto, del propio objeto de
estudio, no desde fuera; no es un abordaje desde la exterioridad sino que surge de la
interioridad, desde el mismo contexto del objeto de estudio. Implica un compromiso total con
la subjetividad del investigador, no es posible eliminarla como indeseable o contaminante,
sino al contrario, la subjetividad es la fuente de conocimiento, de contacto con los símbolos
que vamos a descifrar. Por otra parte, implica un diálogo abierto y constante con los textos y
los objetos; no es una posición cerrada, es un diálogo donde la interpretación-siempre
incompleta-se verá enriquecida y corregida a la luz del encuentro de nuevos sentidos.

Dice Gadamer que mientras las ciencias naturales buscan la manipulación y el control de
variables, la hermenéutica busca la comprensión mediante la participación y la apertura hacia
el objeto. Señala que la actitud subyacente de las ciencias naturales es la dominación. Si es
que podemos encontrar la actitud subyacente es la dominación, la búsqueda de lo repetitivo
y la replicación de los fenómenos, es forzar la experiencia dentro de patrones repetitivos que,
además, excluyen lo singular y la historicidad. Es buscar lo abstracto y lo general a costa de
lo único e irrepetible, búsqueda de leyes universales cuya veracidad queda refutada por la
aparición de instancias negativas o contraejemplos.

En cambio, en el terreno hermenéutico, las instancias negativas que cuestionan nuestras


expectativas en lugar de producir refutación, son la fuente de enriquecimiento de la
experiencia y de enriquecimiento de la interpretación. Toda respuesta es provisional y
corregible, todo significado se alcanza siempre a medias.

El método hermenéutico implica la ubicación del símbolo dentro de su contexto u horizonte


semántico. Éste es el propósito: ubicar al símbolo en su contexto. Ahora, ¿cómo se logra
esto? Se logra mediante un pasaje dialéctico de la parte al todo y del todo a la parte; implica
un movimiento que se denomina “movimiento circular abierto”; esto es, se busca comprender
el sentido de este símbolo, se pretende contemplar el contexto en el que está ubicado, la
posición que ocupa. Después del contexto se retorna al símbolo, y así, en este movimiento
circular de ubicación contextual se va alcanzando el significado buscado.

Hay una serie de postulados hermenéuticos que sintetizaré muy brevemente. Por un lado, no
existe conocimiento sin presuposiciones, los significados se derivan siempre de significados;
es decir, jamás hay un punto cero de partida, ingenuo, la “tábula rasa” de Locke, donde se

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parta del cero en el conocimiento. Siempre habrá ya un bagaje, un horizonte previo de
conceptos y significados de los cuales se parte.

La comprensión, decía, de los textos o de las personas deberá hacerse en los términos
mismos de la persona o del texto, no en otros términos. Esto implica la prohibición del
reduccionismo, del cual hablaremos al final.

El perfeccionamiento de las interpretaciones se efectuó en el cotejo circular de la parte al


todo y del todo a la parte, lo cual las dirige hacia una comprensión holística del significado.

La meta de la interpretación es alcanzar un significado que maximice la comprensión de las


partes en los términos del todo, con el logro de coherencia, armonía y consistencia lógicas.
Éste es el objetivo: que el significado sea desentrañado en este cotejo circular. A esto se le
llama el “círculo hermenéutico de comprensión sincrónica”, sin embargo, la hermenéutica no
se queda ahí. Además, introduce la llamada “comprensión diacrónica”; es decir, no
solamente al contexto y al conjunto donde se ubica el símbolo, sino también da la visión
vertical de la perspectiva histórica.

¿Cómo es que el texto o esta persona, esta producción simbólica, este sueño o este síntoma
se han presentado a lo largo de la historia, y cómo se modifica el sentido a través de este
desarrollo histórico? La figura que se obtiene de esta comprensión es de la “espiral
hermenéutica”. Entonces, tenemos el círculo de comprensión sincrónica y la espiral
hermenéutica.

La espiral hermenéutica está abierta siempre tanto hacia el futuro como hacia el pasado.
Siempre es posible continuar el enriquecimiento de tal síntoma, tal producción simbólica, o tal
sueño, tanto en la medida en que recabamos más información del pasado, como en la
medida en que conoceremos más producción simbólica del futuro. Estoy hablando de un
paciente, pero puedo también reafirme a un texto.

La comprensión hermenéutica, por lo tanto, rebasa la literalidad del texto, no es posible


quedarse en una interpretación literal. Por definición, la polisemia, el doble sentido, debe ser
buscado, y éste no aparece nunca en la lectura literal.

Por último, como la comprensión hermenéutica incluye al sujeto y lo compromete porque el


mismo sujeto es un texto, es autor reflexiva, esto quiere decir que la interpretación implica un
permanente referirse a sí mismo como fuente de producción simbólica, y una permanente
auto comprensión de esta producción.

El problema surge entonces aquí cuando, con el descubrimiento freudiano y en contra de la


posición cartesiana y de la filosofía tradicional, la conciencia deja de ser la sede, fundamento
continuo del conocimiento, y aparece lo que algunos filósofos llaman el “descentramiento de
la conciencia” en el sujeto: si antes, con Descartes, la conciencia viene a ser un epifenómeno
determinado, un lugar de engaño, oscuridad y mentira que descentra al sujeto.

En este caso, y aquí vamos hablar desde el psicoanálisis, el descubrimiento del inconsciente
sería entonces el terreno que permitiría el descentramiento del sujeto y que haría que el

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sujeto, el hombre, se defina, como un texto distorsionado y alienado en búsqueda de
interpretación.

Entonces, la concepción del sujeto que la hermenéutica propone para ser abordado entre
otras disciplinas por el psicoanálisis es la de un sujeto es un texto distorsionado y alienado
en busca de interpretación. En consecuencia, esta interpretación pretendería desentrañar
cuáles son las determinantes, los significados inconscientes que le son alienados y
desconocidos a esa conciencia descentrada.

Con estas dos clasificaciones, yo diría, descripciones muy esquemáticas de la disciplina de


ciencia natural, y de la disciplina hermenéutica, volvamos a nuestra página inicial: ¿En donde
se ubica el psicoanálisis?

El problema principal radica en los mismos textos freudianos, y hablaré de ellos como el
fundamento textual que nos permite pensar en el problema; desde luego, el psicoanálisis no
se reduce a los textos freudianos, nace ahí.

Pero en dichos textos se encuentran afirmaciones claras y contundentes de que el


psicoanálisis debe ubicarse como ciencia natural. Por otra parte, descubrimos también
elementos que nos permiten ubicarlo como disciplina hermenéutica.

Además, las distintas escuelas y corrientes psicoanalíticas pos freudianas han desarrollado
una u otra de toda la gama de posibilidades que se encuentran en los textos de Freud. Así,
tenemos vertientes positivas de ciencia empírica natural del psicoanálisis, como es la
“psicología del Yo”, y vertientes hermenéuticas antipositivistas del psicoanálisis, como son
algunos componentes de la escuela francesa e incluso de la misma escuela inglesa.

Tenemos en Freud conceptos que pertenecen a una filosofía funcionalista que introduce
modelos biológicos de las ciencias biológicas; de la embriología, que permitirían con justicia
argumentar la pertenencia del psicoanálisis a las ciencias naturales; así como en los mismo
textos freudianos conceptos de corte hermenéutico, lingüístico, que permitirían excluí al
psicoanálisis de las ciencias naturales.

El gran problema radica en que en Freud no hay una posición clara y definida al respecto;
aunque él sí es muy claro y muy definido en su propósito de clasificación, en el estudio del
texto no lo encontramos así. Entonces, ¿qué hacemos con la problemática? Desde luego, lo
primero es un estudio lo más profundo posible de los textos freudianos y también uno de las
corrientes posfreudianas para comprender esta heterogeneidad conceptual, heterogeneidad
epistemológica que se halla en los textos.

El problema principal sería definir el objeto de estudio del psicoanálisis. Si lográramos


encontrar cuál es, quizá entonces podríamos saber a qué tipo de ciencia o de disciplina
pertenece.

En la definición del objeto de estudio encontramos uno de los meollos de la problemática,


porque siendo el psicoanálisis un nuevo producto en la cultura, es promotor de una ruptura
epistemológica con el saber de su tiempo. El nacimiento de un nuevo saber o de una
disciplina siempre provoca una ruptura epistemológica; esto es, un corte con el conjunto de

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disciplina donde nace, y este rompimiento siempre produce movimientos resistenciales de
ataque a esa nueva disciplina. El principal tipo de ataque epistemológico que se hace con
una disciplina que introduce una ruptura es el reduccionismo.

Tengo que referirme al reduccionismo para entrar en el problema de la definición de objeto.


El reduccionismo es aquella tendencia que intenta decir que esta nueva disciplina no es más
que una versión algo modificada de algunas de las otras disciplinas. Así, tenemos a una gran
cantidad de reduccionismos que han sido fuente de combate a la disciplina psicoanalítica. El
primero de ellos, el más obvio, es el reduccionismo organicista presente en el mismo Freud,
cuando dice que el psicoanálisis no es más que un conjunto de conceptos que, en última
instancia, deberán ser definidos en términos de reacciones fisicoquímicas del sistema
nervioso o del organismo en general.

Aunque el propio Freud después rechaza esto y dice que no es posible, sin embargo en
ciertas áreas de su obra se encuentra esta pretensión. Pero, aparte del mismo Freud, toda la
psiquiatría organicista, toda la medicina orgánica, la psiquiatría biológica, intentan hacerse
eco de este reduccionismo y combaten la cientificidad del psicoanálisis o la legitimidad de su
saber por no ser reducible o definible en términos orgánicos, fisicoquímicos, o procesos
fisiológicos del sistema nervioso. Éste es el reduccionismo organicista.

Pero tenemos diversos reduccionismos. El otro es el reduccionismo conductista, cuando se


postula que todos estos conceptos psicoanalíticos no son más que construcciones
conceptuales metafóricas y vagas que deben ser traducidas a conductas observables, a
patrones de condicionamiento operante de estímulo-respuestas, o a procesos de aprendizaje
definibles operacionalmente. Esto sería lo científico del psicoanálisis: la traducción al
lenguaje conductista. Dollard y Miller son ejemplos de este intento.

Además, tenemos el reduccionismos sociologista que, en parte, sí proviene de varios no


todos enfoques marquistas donde se postula que el psicoanálisis no es más que una
especialización del territorio, del continente del materialismo histórico. El psicoanálisis sería
la aplicación del materialismo histórico con el simple propósito de desentrañar y
desenmascarar los procesos de enajenación ideológica que lo incrustan en el sistema. Sería
una aplicación individual del materialismo histórico; esto es, un reduccionismo sociologista.

Tenemos un reduccionismo lingüístico cuando se dice que el sujeto no es más que un texto
hablado por el lenguaje, es un discurso determinado por la estructura lingüística, por la
cadena significante que, en todo caso, tiene que ser abordado mediante el análisis de este
significante.

Habría más reduccionismo, son los principales; no creo que haya terminado con todas las
facultades de la universidad, pues en cada una podemos encontrar otro tipo de
reduccionismo. En la Facultad de Filosofía está el peor de todos, en donde el psicoanálisis o
es una seudociencia que pertenece a la astrología, o, en el mejor de los casos, hasta que no
encuentra su fundamento estructuralista podrá espirar a alguna relevancia. Es importante
señalar que si hay ciertos movimientos y desarrollos que están estudiando con seriedad este
problema, y que se está abriendo este campo.

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Si esto es así, ¿cuál es entonces el objeto de estudio del psicoanálisis? Si no vamos a
aceptar un reduccionismo y creo que, en cierta medida, la “psicología del yo” lo hace cuando
en el libro de Rapaport, La estructura de la teoría psicoanalítica, dice: “El objeto del estudio
del psicoanálisis es la conducta”, no en forma conductista, sino funcionalista. Si vamos a ser
muy estrictos y a calificar de tendencia reduccionista a este enfoque, ¿cuál es entonces el
objeto de estudio del psicoanálisis?

Lacan dice que es el inconsciente, sin embargo, me parece que esta afirmación, si bien es
bastante precisa, deja fuera muchos otros temas y problemas, objeto de estudio del
psicoanálisis. Si decimos que es el sujeto podremos estar un poco más cerca, pero habría
que definir al sujeto. Si decimos que es el sujeto del inconsciente nos limitamos
exclusivamente a éste y nos olvidamos de todos los procesos conscientes que también
estudia el psicoanálisis.

¿Cuál sería entonces el objeto de estudio? Creo que aquí sí la respuesta nos la dan los
textos freudianos, y que dichos textos tienen que ser leídos en forma hermenéutica; eso es,
ubicándolos en su contexto, en su momento histórico, en cada fase de creación de nuevas
aportaciones, en momentos de ruptura epistemológica y en visión longitudinal. Si no tenemos
esta lectura hermenéutica, difícilmente podremos ser o intentar ser precisos en la división del
objeto de estudio del psicoanálisis.

En Freud podemos encontrar las bases para sostener que el objeto de estudio del
psicoanálisis son los sistemas representacionales de la experiencia humana. Sistemas
representacionales de la experiencia humana. Sistemas representacionales que, además,
están investidos con cargas energéticas pulsionales. Si se me ocurriera pensar alguna frase
para sintetizar cómo ubicar la teoría psicoanalítica, me atrevería a decir a pesar de la
incompletud que la teoría psicoanalítica proporciona una teoría de la simbolización pulsional
de la experiencia humana.

Esto que es tan vago, tan abierto, tan poco preciso, intentaré llenarlo, pues mediante una
labor hermenéutica procuraré completar la cantidad de significados que oculta.

En Freud los conceptos centrales son los de “representación” y los de “pulsión”. Son como
los conceptos fundamentales, y a partir de ellos se construyen o se constituyen o se
constituyen los otros en las distintas épocas de la obra de Freud.

Estos conceptos de “representación” y de “pulsión” tienen múltiples sentidos y fueron


creados, enriquecidos en distintas épocas, pero la mejor definición de “representación”
aparece en La afasia. En La afasia hay un apéndice que está incorporado en el escrito
metapsicológico de lo inconsciente, en las obras de Amorrortu, en la Standar Edition, y allí
está la definición de “representación”. Es definida como un conjunto organizado de
impresiones sensoriales que puede tener diversos grados de apretura, así lo define. Y dice
que la “representación” de cosa es abierta, y la de palabra tiende a ser cerrada. Por eso el
concepto de “representación” es central, lo toma de Stuart Mill, y se ve la presencia de la
filosofía empirista en la obra de Freud, aunque no se reduce a una postura de Stuart Mill,
sino a muchos componentes racionalistas.

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Entonces tenemos la “representación” como sistema o conjuntos organizados de impresiones
sensoriales. Impresiones sensoriales serían como sensaciones visuales, táctiles, auditivas;
éstas se constituyen en una unidad, en un todo, y se graban, se inscriben, se registran como
huellas mnémicas. En consecuencia, aquí tenemos una parte esencial de la definición del
objeto de estudio del psicoanálisis; estudia la forma en que la experiencia es inscrita en el
sujeto a través de las representaciones, representaciones que van a ser fuente de inscripción
y que, además, estarán cargadas de energía pulsional. Es como un texto cargado
energéticamente, es una escritura energetizada por la pulsión. Y esta escrituración proviene
de impresiones sensoriales; dice Freud, éstas vienen del mundo externo y del mundo interno.

Por consiguiente, este texto energetizado es lo que construirá la base, la esencia del objeto
de estudio del psicoanálisis. Junto con estos dos conceptos de “representación” y “pulsión”
tenemos que ir enriqueciendo y agregando los otros conceptos.

Junto con esto se introduce la teoría del espacio, del espacio virtual, del espacio simbólico;
no un espacio físico sino un espacio en donde están las representaciones y donde están las
pulsiones. Ese espacio es la tópica, y esta tópica implica un lugar, no es físico, es un lugar en
el sujeto, es un espacio del sujeto; y aquí vemos la gran influencia de Kant en Freud, con su
concepción del espacio como forma pura de la sensibilidad en el sujeto, y no como una
existencia externa al sujeto; este espacio es el sitio donde están las representaciones
cargadas pulsionalmente, investidas con energía sexual o agresiva.

El gran paso que después agrega Freud es el de señalar estos espacios están dividido y se
constituyen en sistemas diferentes. El sistema consciente, el sistema preconsciente y el
sistema inconsciente, y propone la división intersistémica en la barrera de la represión como
la que constituye la gran división de sistemas, y la que aliena al sujeto. Aquí es donde está
teoría de la alineación del sujeto, con la constitución de los sistemas separados por la barrera
de represión.

A la vez, Freud señala que estos sistemas de representación tienen distintos procesos: esto
es, las cargas circulan y se asocian de distinta manera en un lugar o en otro. En el sistema
inconsciente ocurre el proceso primario, y en el sistema preconsciente y consciente el
proceso secundario. Y la llama primario a ese proceso de libre flujo de carga, de libre
investidura, de acuerdo con los principios de condensación y de desplazamiento que son
homologables — esto lo descubre Lacan — a la metáfora y la metonimia. La metáfora es la
condensación, la metonimia es el desplazamiento. Y la representabilidad, la figuración, la
condensación, el desplazamiento y la carga libre constituyen la esencia del proceso primario.

En dicho proceso quedan abolidas las leyes de la lógica, el principio de no contradicción, el


principio de identidad y las leyes de casualidad; no hay tampoco percepción longitudinal del
tiempo. Éste es el tratamiento de representación del proceso primario, y en el proceso
secundario está toda la crítica de la razón pura de Kant, con todas las categorías; ahí hay
una secuencia lógica, secuencia temporal, secuencia causal; hay principio de no
contradicción, principio del tercio excluso, principio de identidad y carga ligada de
representaciones. Como vemos, ya llegamos a 1915 en la obra de Freud, ya sólo nos falta
aproximadamente treinta años más y terminamos el recorrido.

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De estos sistemas representacionales con procesos primario y secundario se agregan
conceptos de objeto interno, que sería un conjunto organizado de representaciones, cargado
con determinada cantidad de energía, y que representa a un objeto externo. Esta noción de
objeto interno se deriva de representaciones articuladas.

A la vez, se agrega sus concepto de “pulsión de muerte”, que trata de rescatar la tendencia al
cero, el retorno de la materia orgánica a la inorgánica; llevada hasta sus últimas
consecuencias la ley de la entropía. Continúa con la introducción del concepto “narcisismo”·,
referido a la construcción de las representaciones del yo que constituyen en la autoimagen y
la identidad personal. Y por último, el concepto importante que se agrega para terminar el
recorrido es el de “estructura2.

Tenemos representaciones, pulsiones, espacios, objeto interno, narcisismo, pulsión de


muerte, y viene el último gran aporte epistemológico que es el de las estructuras, cuando en
1923, en El yo y el ello, introduce el punto de vista estructural; el concepto de estructura
como un sistema organizado de funciones que cumple con el propósito de regular las cargas
energéticas y las representaciones.

Esto es lo que aporta en 1923 y con ello se crea una ruptura epistemológica, porque con los
conceptos del yo, de superyó y de ello se introduce, para algunos, una serie de modelos
funcionalistas biológicos que reaparecen en el concepto de “pulsión de muerte”, que de algún
modo no son reductibles, o no se asimilarían a los conceptos previos de representaciones y
espacios simbólicos, o de objeto interno; ¡cómo, entonces, articular unos con otros?

En síntesis, si Freud introduce una ciencia o una disciplina que tiene como fundamento
sistemas representacionales cargados pulsionalmente, almacenados e inscritos como
escritura, con procesos secundarios y primarios; escritura estratificada que, a su vez, se
ubica en distintos espacios que dividen al sujeto y lo alienan, que además organizan objetos
internos y la imagen del yo, y que se configuran en estructuras funcionales, ¿cuál es el objeto
de estudio del psicoanálisis?

En esencia, el objeto de estudio del psicoanálisis son los sistemas representacionales y sus
vicisitudes. Al decir “vicisitudes” se implica sus destinos como objetos internos, imágenes del
yo y estructuras. Ése es el objeto de estudio del psicoanálisis. En última instancia, los
sistemas representacionales cargados pulsionalmente, las pulsiones y las representaciones.

El tema de las estructuras continúa siendo polémico, otros dirían que son las estructuras, y
por eso decía que la “psicología del yo” y Rapaport sostendrían que son las estructuras
funcionales las que determinarían el objeto de estudio del psicoanálisis, las que explicarían la
conducta. Se trata de una versión empirista y funcionalista del psicoanálisis, que emplearía
modelos funcionalistas biológicos y conductuales para dar razón de los procesos
intrapsíquicos.

Así pues, desde la posición positivista que intenta ubicar al psicoanálisis dentro de las
ciencias naturales se argumenta que, en última instancia, el psicoanálisis busca encontrar las
causas de los síntomas, las causas de los síntomas se explican a través de mecanismos
sobre determinados, de investiduras pulsionales que originan conductas, y que esta
búsqueda de causas que utiliza explicaciones y que emplea conceptos como “energías” y

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“procesos”, y “estructuras funcionales”, permite ubicar al psicoanálisis como ciencia natural.
Sería una explicación en términos funcionalistas, de estructuras, que además busca causas
de determinadas formaciones psicopatológicas y que, por otra parte, emplea conceptos
científicos.

Esto es lo que pretendo hacer en mi libro, El carácter científico del psicoanálisis, donde
intento presentar al psicoanálisis como ciencia natural, contestando las objeciones de la
crítica positivista.

Sin embargo, también se puede sostener lo contrario. Puede aseverarse que el psicoanálisis,
en realidad, emplea el lenguaje positivista a manera metafórica; que lo que se llama “causas”
en psicoanálisis no es lo mismo que lo que se denomina “causas” en física. Que en verdad,
lo que buscamos son los sentidos profundos, los significados ocultos, más que las causas, y
lo que llamamos “causas” debe reducirse a la exégesis y a la construcción de la historia del
sujeto.

Cuando buscamos causas, de hecho, hacemos explicaciones históricas, y una explicación


histórica del sujeto. Cuando buscamos causas, de hecho, hacemos explicaciones históricas,
y una explicación histórica no es del tipo causal, sino de tipo teleológico; esto es, explica en
términos de razones y motivos para la acción, y no de factores causales.

Por lo tanto, la historia del sujeto- que está inscrita en el inconsciente-tiene que ser
desentrañada, construida, articulada mediante el proceso hermenéutico del psicoanálisis, y
en esta reconstrucción o construcción de la historia encontramos las famosas causas. Por lo
tanto, no es en realidad una disciplina que busque causas, sino una disciplina que busca
razones, motivos ocultos, inconscientes, y cuyo desentrañamiento desalienta al sujeto y, en
consecuencia, lo cura.

Sin embargo, la contraobjeción podría sostener que el psicoanálisis aporta una serie de
leyes, hipótesis y concepciones teóricas que pretenden tener valor universal, o si no
universal, si hipótesis generales que no sólo se apliquen a un sujeto, sino a todos los sujetos.
Si no hubiera esta pretensión de generalidad, no tendría sentido estudiar la disciplina
psicoanalítica, ni recibir a los pacientes; tenemos que tener teorías generales: La teoría del
complejo de Edipo, la del desarrollo humano, las fases de la separación-individuación de
Margaret Mahler, la formación del objeto de Winnicott, todas son teorías comprobables
científicamente, las cuales nos atrevemos a aplicar a todos los pacientes.

No obstante, la otra objeción sostendría que dicha concepción general es nada más un
arsenal teórico, vacío, que no tiene sentido y que hay que llenar con la singularidad de cada
sujeto, con su propio proceso histórico singular, y que un intento de homologar a la condición
humana con la aplicación de conceptualizaciones generales, en realidad, oculta al sujeto y
traiciona el objetivo psicoanalítico.

Entre estas dos series de objeciones me atrevo a sostener que el psicoanálisis-


epistemológicamente-no puede ser ubicado ni dentro de las ciencias naturales con
exclusividad, ni dentro de las disciplinas hermenéuticas: Estamos todavía lejos de
comprender la naturaleza esencial del psicoanálisis, pero creo que es una disciplina híbrida,

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si es que esto es válido, si se puede emplear eses nombre, es un saber sui géneris que, en
principio, no es empírico.

Si el objeto de estudio son los sistemas representacionales no son directamente observables,


son construcciones de un primer nivel de abstracción, son entidades no empíricamente
observables, en donde se les postulan leyes y mecanismos del comportamiento y del
funcionamiento con procesos energéticos, que permiten la inclusión del psicoanálisis como
disciplina de ciencia natural; pero también implica un desentrañamiento del sentido y un
comportamiento polisémico, metaforizante, metonímico, que tienen las representaciones, que
les permite entonces ser consideradas como un texto para la interpretación y para el análisis
hermenéutico.

Por eso el psicoanálisis también es un arte, aunque no sólo es un arte.

Determinar con precisión hasta dónde comparte su pertenencia de ciencia natural que busca
explicaciones causales, y hasta dónde comparte su pertenencia con la disciplina
hermenéutica que busca el descentramiento del sentido, es tarea de la investigación
epistemológica actual.

Mi postura, pues, para terminar, es que es una disciplina híbrida, y que todo intento por negar
la pertenencia a una u a otra, como todo intento por reducir el objeto de estudio del
psicoanálisis que no es empírico, que es de primer nivel de abstracción porque son entidades
no observables, constituye una falacia que tenemos que cuidar de evitar.

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