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El precio del amor

Antonio Amigo
Cansado, harto ya
de cuerpos y de roces,
de instantes fingidos.
Mecánicos ritos
de la carne y el apetito.
Poesía que gira y voltea,
mate y ruin, apagada.
Un segundo de ilusión,
Treinta días de rencor.
O sesenta, o mil.
Máscara que arrastra mi piel,
Bañera con nueces.
Y yo, junto al agua,
tras el tapón.
Esperando la acción del bañista.
Escurra rápido por el sifón
y recobre mi libertad,
ya en las cloacas
pero al final, en mi mar.

2
Suaves manchas oscuras, grises
penden de mi vida.
Movimiento agónico y humano.
Peonza que rige mi destino.
Mas siempre sigo, seguiré luchando.

3
Garras de cristal
o tripas de metal, que más da.
Con él no puedes,
no razona, no escucha. Elige.
Y tú estabas en su camino hoy.
Dando traspiés le sigues,
atado con pañuelos de seda.
Cortantes, firmes.
Que nadie puede escapar a su llamada.
Él es el Gran, el incombustible.
Ese que nunca pasa de moda,
el que no perdona.
El que te hace sangrar
con su sola presencia.
El que quema.
¡Ay, amor!, ¿por qué dueles tanto?

4
Hoy sin ti,
mañana sin él.
Y mientras, todos sin nosotros.
Que absurdo pensar en vivir,
sin sentir el golpe de cadera
en nuestro camino.
Avanzar ligero hacia la libertad.
Ser libre, eterno e individual.
Único e irrepetible.
Eso somos.
Tú y él. Yo y yo. ¿Qué soy yo?
Tu destino, cariño, sólo eso.

5
Aún no te tengo
pero ya te quiero.
Preparo mis labios con tu sueño.
Limpio mis ojos,
atuso mi cabello.
Que no quiero error,
quiero practicar.
Estar siempre en ti.
Mis muslos en tu talle,
tu nuca en mi boca.
No te escapes, no corras.
Sigue mis pasos, hembra.
Rompe mis silencios,
hincha mi corazón.
Que ya mi amor tiene dueña,
que negro y triste se marchó el dolor.

6
Entraste como el gas,
rascando en mis entrañas,
con metralla, desde el hielo.
Despacio, conquistándome.
Paso a paso me ibas dorando,
acostando, puro y lento, blando,
con efecto tianínico en mí.

Una descarga y me giro,


destornillo, un tiro.
Un saco de razones en mis ojos,
ansia de pasión en mis manos.
Escucho y confirmo.
Las sentinas, siempre plenas de razón.
Agua que mece su peso,
amor loco que brota del motor.
Escupo y me duermo,
mañana será aún mejor.

7
Jarabe de mi mano
el que brota de ti.
A las puertas y a las duras,
al estambre del vivir.
Ciruela de mi región,
ámbar corazón,
y condesa sin vago estupor.
Sin anhelar tu sentir,
la regla de mis ansias,
la estopa de mis grietas,
las de pena y las de acción.
Todas para alcanzar tú y yo,
los segmentos ebrios,
cálidos del amor.

8
Entre tu hombro y el mío
hay tres cascabeles blancos,
un insecto y dos caballos.
Y agua, y un gitano.
Que lo trajo aquí el verano,
con arreglos y sarcasmos,
con flamenco, con encanto.

Entre tu hombro y el mío


hay canela y jaramagos,
tormenta y desamparo.
Triste noche de Santiago
hecha de brisa y café.
De muros y escaleras,
pero también de miel.

Entre tu hombro y el mío


hay un nombre y un hombre,
un guiño, y un yo qué sé.
Una risa y mil besos,
un amor de pastel.
Sin moscas, con moscatel.
Hecho de amor, cariño mío,
de amor y de fe.

9
Cuando el amor fluye por tus venas
como la música en tus entrañas,
y vibras como un cojín eléctrico,
échate a un lado, perezoso.
Hazme sitio, porque voy pa llá.
A tu encuentro, por el centro.
Gritando y agitando la locomotora
que es mi corazón.
Mezcla de aire, sangre y fuego,
que no dejará de silbar jamás.
Por ti.

10
Amor de ratos libres,
de instantes de café.
Sublimes gotas de ardor
entre niños y rosquillas.
De pie. Tú y yo, él y tú.
Los dos, los tres. Todos al tren.

Silbato no avises, no ladres, no indiques.


Que no quiero hacer caso.
No laves la gangrena
que es el tiempo, tu paso.
Por mi vida. A nuestro lado.
Contigo. Mi garabato.

11
Clamor aquí,
marino, ven a mí.
Báñame en tu azul.
Hunde tus manos en mi vientre, mi delfín.
Que quiero sentir tu aguja,
tu sed, tu frío calor.
Tus espinas y tus esquinas.
Hiere mi ser,
acaba con mi ser.
Que vivas aquí,
que muera en ti.
Para dos. Por amor.

12
Al girarme, tu costilla
dio de lleno en mi cosilla.
Que dulce zumbar,
justo en el dorso del paladar.
Ahora ya se ha ido al nido,
con la manta de la abuela.
A incubar bonitos sueños,
mi silencio enamorado.

13
Al amor inmóvil.
A la estatua, a la estaca.
A tu cabeza baja, tu horizonte.
A tus plegarias guegas,
y tus ojos de carbón.
Tu corazón de color.
A eso voy, por eso vuelvo.

14
Necesitas un padre, que no un marido.
Gracia modesta que rija tus rincones.
Blanco perla, roja perra.
En tu vientre.

Lentas amarillean tus horas


entre crespones de frío silencio.
Lluvias perennes que pueblan tus pisadas
y peinan al alba tus días.

15
Viene y se va.
Mezcla recuerdos,
instantes y sabores.
Te marea y se divierte.
Y cada uno de tus pies
apunta a un rumbo distinto.
¿Una caracola, o un poco de estragón?
¿Vino tinto, señor?
Y claro está, no pruebas bocado.
Tu corazón, atado y amordazado,
forcejea en la letanía,
lamentando ser humano.

16
Aquí, en la distancia,
donde tu amor sólo llega en forma de palabras,
la ausencia de tu latir me mata.
Y los días son lentos y agarrotados.
Cuatro palabras, dos temas,
un poco de sangre cada vez.
Una piedra lanzada,
dos voces de un mismo ser.
Hoy mi duda, mañana tu silencio.
Siempre hay sangre para dar.
Y lento llenamos el cáliz de nuestro adiós.
Nuestro postrero beso de almíbar y sal.
Y mi vida se arruga,
como el latir de mi corazón.
ya siento el miedo, el pánico,
de que el adiós tenga razón.

17
Allí va la mujer, mi mujer.
Eses silencio fallido, la mirada escondida.
El sueño y el llanto.
Reflejo de la mano que, tiempo atrás,
casi consigue rozarla.
Cual matriz con piernas, móvil,
pero madre siempre.
Incapaz de amar, de amor.
Derroche de fertilidad.
Lúbrico deseo de crear, acoger,
amamantar al espíritu o al ser. Que más da.

Por ahí viene, te va a mirar.


Y tú, en el suelo, rendido,
vas a llenar su copa.
Otra vez, una más.
Extasiado de silencios, de alas, de volar.
¿Hacia dónde ya?

Has caído. Que te vas.


Borra tus pies y tus manos,
todo de ella, de hiel.
Y se lo das aunque mueras,
que morir no puedes, ni eso te queda.
Sólo su ser, que no es ná.

18
A tu madera la vi,
y a tu concha perseguí.
rascando aún, con este muelle en la espalda.
Repiqueteando mis días y mis noches.

A tu madera la vi,
y convencido estuve de abarcarla,
olerla y cultivarla.
Momentos púrpuras, de tesón y sentir.
De estar vivo, pero quieto.
Donde tu sombra brincaba,
donde nunca te vi.
Donde fuiste mía.
pero eso, tampoco era así.

19
Flor de oro
que cubres mis sueños.
Pósate sobre mí,
y hazme sentir otra vez
la sensación,
de haber en ti,
de creer en ti,
de ver en ti,
de ir hacia ti,
hacia mí, hacia allí.
Y fijarme en el sopor,
el dulce trance del amor.
De este amor, nuestro amor.

20
Historia de pasión y leche,
de sillones muertos.
De gritos infantiles
que desgarran paredes.
Mil moscas crujiendo en mi sien.
Mil estampas que salpican de rabia.
Todo entra, hurga, corrige y duele.
Hiede.

Así como la crin lame mis ojos,


así tropiezo con el ser que me ama.
Y me insto a permanecer de pie.
Inmóvil. Aquí.
De mis manos brota ya todo este amor.
Surtidor atascado,
pleno de caricias y fango.
Sobados besos con miradas de soslayo.
Tic, tac, mi pie.
Rac, rac, mi sien.
Todos devoran al bies
la poca carne que rodea mi corazón.
Cuando la alcancen, sólo quedaré yo.

21
Flores del mal acechan mi mente.
Lúgubres sentidos que pinzan mi ser.
Soledad querida, que no buscada,
ahogas y mustias mi garganta.
Y lenta, haces pie en mi vientre.
Punzadas de peligro, que miedo das.
Miedo no de morir, sino de amarte ya.

22
Inválido para el amor físico.
Inútil a los ojos encendidos.
¿Cómo corresponder a esa hembra enamorada?
¿Cómo huir del insulto de mi negativa?
Replegarse, huir, hundirse en el todo.
Empantanarse en la nada.
Creación estéril. Dialéctica, cristalina.
Razón al fin.
Cuervos que agitan tu pesar
y siembran de ironía tu vida.
A ellos sigo.
Con ellos comparto el aliento de mi vida.
Mi último estertor.

23
Lengua de cristal que templa mi brío.
Rayo de luna que sembraste en mí.
Tú rojo, yo frío. Azúcar y anís.
Quietos estamos en el escalofrío.
Piedad que mata el ayer.
Noche y día. Forro gris.
Enciérrate, amigo mío,
y prueba con el tres.

24
Ese sabor amargo,
el que tu piel deja en mi boca.
El de tu pelo en mi cara,
el amargo de tus ojos,
el amargo de tu ropa.
Eses lento sabor
que a poco inunda mi ser,
corre por mis pies
y se columpia en mi copa.
Me toca sin vergüenza,
me agarra y retuerce,
me atenaza y me ahoga.
Que me deja agotado,
para ti y para los demás,
los demás…
Ayer lo aprendí, pero sigo así,
anclado a tu amargo,
a mi amargura amarga de tu amago.

25
Ya no quiero el amor de mujer.
Que el brillo de tu luna no deseo.
Que tibio me he vuelto.
Me olvido, me duermo.
Para despertar tarde, muy tarde,
cuando todo el sueño corra alocadamente.
Como por mis venas corría ayer tu veneno,
hoy tu recuerdo.

26
Quietos tus ojos en mi memoria,
y tus últimas palabras aún dentro de mí.
Ya no hace tut-tut. He colgado.
Pero por mis nervios,
corren fantasmas de hielo.
Costras dolorosas.
Espinas que yo mismo he fabricado.
Y tú repites que me quieres, que me amas.
Pero yo, enfermo de ira,
no sé como salir de este pozo de desidia.
De martirio, de amor por ti.
Hablamos, pero no decimos nada.
Te defiendes, pero yo no te ataco.
Con la lengua atada a mis manos
bajo la cara,
y me escondo en mi tristeza.
Muriendo.

27
A patadas con el miedo,
aquí, lejos de ti.
Donde el recuerdo se transforma en duda,
y la palabra resuena con el olor de la muerte.
Abrazado a mi soledad, al sol, a Dios.
Esperando cansino
como desciende la tarde en el reloj.
La desesperación del amor.

28
Aún conservo en mi boca
el sabor blando de tu partida.
El adiós definitivo.
El fin de tus labios.
Y junto a mí,
danzan miles de recuerdos.
Trozos de ti,
partes de un todo.
Del que no me diste nada.
Que sólo vi en fotos,
como en los anuncios.
Algo que nunca podré conseguir.
¡Es tan caro tu amor!

29
El fundido a negro ha llegado.
Tibio y sordo.
Las palabras ya no queman,
salen solas.
Pero los ojos no dejan de mirar al suelo.
No se atreven, pecadores, a posarse
en los que antaño fueron sus hermanos.
Ya no llora el corazón,
sólo queda el adiós.
El quizás hasta pronto.
Es la primera mentira,
la que marca la despedida.

30
Mi pecho, amplio y generoso
camina de nuevo.
Arañado y herido, sí,
pero valiente y gallardo.
En su interior viaja mi viejo corazón,
gastado, pero lleno de vida.
Que ama y lame su herida,
su pérdida pagada al portador, tú.
Es el precio. El precio del amor.

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