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Abrir libros de lectura, subrayar manuales, rendir exámenes, dar lecciones orales,
descansar en los recreos, charlas con amigos, discutir con el profesor, chatear en
clase, copiar ejercicios del pizarrón, adquirir nuevos conocimientos: un día promedio
de clase en cualquier escuela del país. Pero, ¿cuánto efectivamente aprenden los
alumnos? ¿A qué dedican las horas mientras están en la escuela? En un año lectivo
en el que desde el Gobierno van a hacer énfasis en la extensión de la jornada
escolar, vale la pena preguntare cuáles son los vicios del sistema escolar que hacen
que los chicos pierdan gran parte de su valioso tiempo destinado a la educación y
a su desarrollo humano.
"La escuela va más lento que un caracol o tortuga", espeta un estudiante secundario
de una escuela pública en el libro Jóvenes que miran la escuela de Cimientos,
haciendo alusión a la repetición de contenidos, actividades y explicaciones, pero
también porque la continuidad en el tiempo se ve interrumpida por muchos días sin
clases producto de la ausencia de los alumnos, de los docentes, de los paros, de
los feriados y de problemas edilicios. De hecho, el conflicto salarial docente ya
retrasó el inicio de un ciclo lectivo que prometió 190 días de clases, y cuesta creer
pueda cumplir con su palabra.
Porque lo primero que necesitan los alumnos para poder aprender es contar con
días efectivos de clases (y no que estén condicionados por trasfondos políticos),
con una infraestructura básica, con docentes que asistan a clases … Después se
puede poner el foco en si la manera en la que enseñan los docentes es la adecuada
y la más eficiente.