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Mindfulness. Un término muy “de moda”, y que parece que de manera actual,
ha captado la “atención de la psicología y otras disciplinas científicas, como las
neurociencias y la psiconeuroinmunología” (Franco et al. 2014, p. 10). Puede
que por ello estén viéndose incrementadas, y de manera notable, la aplicación
de técnicas de atención plena por parte de distintos sectores profesionales
como medida para reducir el estrés. Es a partir de este interés producido y de
las numerosas investigaciones que enaltecen la efectividad del mindfulness,
cuando realmente se han podido comprobar sus efectos e influencia en la
mejora de la calidad de vida y bienestar de la persona.
Pero nos preguntamos… ¿En qué medida afecta o puede beneficiar ese
impacto de las técnicas contemplativas, en la comunidad educativa? ¿de qué
manera puede influir en el estado del niño o adulto, en las aulas?
Los especialistas en materia apuntan que dicha práctica también sirve para
mejorar el autocontrol, potenciando habilidades como la empatía y
comprensión hacía los demás sujetos. A su vez, se contribuye al desarrollo de
aptitudes naturales de resolución de conflictos. Burke (2010) asegura que
dichas habilidades fomentan la consciencia.
Con esta práctica podemos lograr un ambiente mucho más fluido y positivo en
el que los alumnos sintonicen sus aprendizajes con sus vivencias, creando más
posibilidades de educación, “tanto si educamos el corazón como la mente”
(Lantieri, 2009, p.4).
En nuestro país, las investigaciones sobre la atención plena realizadas en el
entorno educativo son muy recientes. Los autores destacan “el programa de
entrenamiento en mindfulness”, insistiendo en las infinitas posibilidades y
efectos beneficiosos sobre los alumnos y profesores. En cuanto a los efectos
en el alumnado se pudieron encontrar: “reducciones en los niveles de
percepción del estrés (…) efectos beneficiosos sobre los niveles de creatividad
verbal (…) mejoras significativas en el autoconcepto y rendimiento académico,
(…) efectos positivos en las medidas de crecimiento y autorrealización
personal” (Franco et al., 2014, p. 12).
Rojas (2016) profesora del Colegio Santiago College (Chile), afirma que la
practica regular en las aulas del mindfulness y el aprendizaje socio-Emocional,
no debería realizarse de manera esporádica o con algunos cursos únicamente,
sino que debería ir más allá, tomarse como una filosofía de vida. Guillén (2015)
infiere en que la integración de estos programas en los distintos contenidos
curriculares, debería ser indispensable. Es decir, formar parte de las señas de
identidad del colegio, incluyendo a toda la comunidad educativa.