You are on page 1of 3

“El advertir mentalmente la discrepancia entre lo que yo quería conseguir y lo

que he conseguido en realidad, me aporta una información útil, libre de


distracciones de la ira improductiva, de la frustración o de la desilusión…”
(Schoeberlein, 2015)

Mindfulness. Un término muy “de moda”, y que parece que de manera actual,
ha captado la “atención de la psicología y otras disciplinas científicas, como las
neurociencias y la psiconeuroinmunología” (Franco et al. 2014, p. 10). Puede
que por ello estén viéndose incrementadas, y de manera notable, la aplicación
de técnicas de atención plena por parte de distintos sectores profesionales
como medida para reducir el estrés. Es a partir de este interés producido y de
las numerosas investigaciones que enaltecen la efectividad del mindfulness,
cuando realmente se han podido comprobar sus efectos e influencia en la
mejora de la calidad de vida y bienestar de la persona.

El mindfulness o atención plena, ha conseguido suscitar “hipótesis acerca de


su utilidad o beneficio tanto para aprender y memorizar mejor, como para
enseñar mejor e, incluso, realizar entrenamientos programados (…) que
permitan mejorar déficits en la atención que interfieran con el aprendizaje de
los niños en el colegio” (Mora, 2016, p.86).

Pero nos preguntamos… ¿En qué medida afecta o puede beneficiar ese
impacto de las técnicas contemplativas, en la comunidad educativa? ¿de qué
manera puede influir en el estado del niño o adulto, en las aulas?

La autora Deborah Schoeberlein (2015), con más de veinte años de


experiencia en el ámbito educativo, define el mindfulness como un proceso
reflexivo e intencionado, de comprender qué esta pasando en nuestro interior y
a nuestro alrededor. “Este planteamiento concreto de lo que es presar atención
y de pulir la consciencia mejora el enfoque mental y el rendimiento académico”
(p. 19). Además se refuerzan distintas aptitudes que favorecen al equilibrio
emocional.

La enseñanza de la atención plena en las aulas, “fomenta una comunidad


pedagógica en la que los alumnos florecen en lo académico, en lo emocional y
lo social, y los profesores avanzan como profesionales y como personas”
(p.19).

Distintos investigadores recogidos por Turanzas (2012), comparten y respaldan


la eficacia de la práctica de la atención plena en las aulas, y la importancia que
podría alcanzar en el sistema educativo. Donde se encuentran los alumnos,
docentes y familiares. Destacando que con la práctica del mindfulness:

 Se reducen los niveles de estrés.


 Se incrementa la concentración, y con ello mejora la atención y memoria
de trabajo. De este modo, el alumno muestra una menor distracción hacía
los estímulos externos e internos.
 Disminuye el nivel de ansiedad, y esto repercute en una mejora del
rendimiento académico.

Los especialistas en materia apuntan que dicha práctica también sirve para
mejorar el autocontrol, potenciando habilidades como la empatía y
comprensión hacía los demás sujetos. A su vez, se contribuye al desarrollo de
aptitudes naturales de resolución de conflictos. Burke (2010) asegura que
dichas habilidades fomentan la consciencia.

Como podemos comprobar, existen una gran cantidad de estudios de índole


científico que respaldan los grandes efectos que la meditación puede producir
en el ámbito educativo. Entre estas investigaciones destacan autores como
Astin, Brown & Hapiro, (2008), los cuales establecieron tres áreas para
clasificar los efectos de la meditación en las distintas observaciones, como
indican Franco et al., (2014) en:

1. Determinadas habilidades cognitivas y el rendimiento académico.


2. La salud mental y el bienestar psicológico.
3. El desarrollo integral y holístico de la persona.

Tras los resultados de este estudio, y en relación a las necesidades educativas


que puedan surgir en el aula, y en concreto aquellos alumnos con necesidades
especificas de apoyo educativo. Se pudo comprobar y afirmar que la práctica
de la atención plena, se utiliza de manera exitosa y en especial, a aquellos
alumnos con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad (TDAH). Demostrando que el mindfulness mejora la
capacidad de atención y de autorregulación, entre otras; y por tanto beneficia el
aprendizaje de nuestros alumnos.

Del mismo modo, Linda Lantieri (2009) experta en aprendizaje social y


emocional, afirmó que tras la realización de un estudio controlado y aleatorio
sobre la práctica habitual del mindfulness, con la participación de 855
estudiantes hasta los 11 años, y 57 profesores. Se originaron cambios
representativos en los docentes, puesto que se mostraban menos estresados.
La experta expone que al tener menos estrés, sientes mayor felicidad, y ello
repercute a tener mayor consciencia de las necesidades de nuestros alumnos.

En el caso de la repercusión del estudio en los alumnos, Lantieri (2009) indica


que se pudo observar “una disminución de los niveles de frustración y un
aumento de una sensación de autonomía, es decir los niños sentían que tenían
voz en la clase, que el aula era una comunidad de aprendizaje democrática
donde su opinión contaba y se les escuchaba” (p.4)

Con esta práctica podemos lograr un ambiente mucho más fluido y positivo en
el que los alumnos sintonicen sus aprendizajes con sus vivencias, creando más
posibilidades de educación, “tanto si educamos el corazón como la mente”
(Lantieri, 2009, p.4).
En nuestro país, las investigaciones sobre la atención plena realizadas en el
entorno educativo son muy recientes. Los autores destacan “el programa de
entrenamiento en mindfulness”, insistiendo en las infinitas posibilidades y
efectos beneficiosos sobre los alumnos y profesores. En cuanto a los efectos
en el alumnado se pudieron encontrar: “reducciones en los niveles de
percepción del estrés (…) efectos beneficiosos sobre los niveles de creatividad
verbal (…) mejoras significativas en el autoconcepto y rendimiento académico,
(…) efectos positivos en las medidas de crecimiento y autorrealización
personal” (Franco et al., 2014, p. 12).

En relación a los efectos en el profesorado, los investigadores encontraron que


los niveles de estrés, depresión y ansiedad habían bajado en una muestra de
maestros de educación especial. De la Fuente, Franco & Salvador (2010)
demostraron cambios positivos en los niveles de inteligencia emocional y
autoestima percibida en maestros de educación infantil, primaria y secundaria
(p.12).

Entendemos que son muchos los factores y evidencias del beneficio de la


práctica del mindfulness en las aulas. Nos encontramos en un momento
decisivo para hacer frente a estas nuevas demandas y necesidades que nos
suscita este nuevo “entorno” lleno de posibilidades que beneficiarán el clima de
aula, y sobretodo al equilibrio emocional de nuestros alumnos y docentes.

Rojas (2016) profesora del Colegio Santiago College (Chile), afirma que la
practica regular en las aulas del mindfulness y el aprendizaje socio-Emocional,
no debería realizarse de manera esporádica o con algunos cursos únicamente,
sino que debería ir más allá, tomarse como una filosofía de vida. Guillén (2015)
infiere en que la integración de estos programas en los distintos contenidos
curriculares, debería ser indispensable. Es decir, formar parte de las señas de
identidad del colegio, incluyendo a toda la comunidad educativa.

You might also like