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J. F. HERBART PEDAGOGIA GENERAL DERIVADA DEL FIN DE LA EDUCACION ‘TRADUCCION POR LORENZO LUZURIAGA ESTUDIO PRELIMINAR DE JOAQUIN GARCIA CARRASCO PROLOGO DE JOSE ORTEGA GASSET ) ENTORAL HAMAS ESTUDIO PRELIMINAR Al proponerme el Profesor José Mt Domenech escribir para la editorial Humanitas una introduccién ala Pedagogia General de Herbart lo primero que afloré ami conciencia fue un racimo de experiencias, un caldero de perturbaciones psiquicas que el propio Herbart habria podido con facilidad explicar, De un lado, no podria introducir su pensamiento pedag6gico sin demostrar que las “apariencias objetivas” o categoriales de las experiencias inmediatas sobre las reali- dades, presencias, educacionales también debian someterse “al método de integracién de los conceptos” que impone su sistema. De ahi, que presentar su pedagogia supondria resumir los goznes de su sistema filoséfico. Eso, ya lo hizo Jose Ortega y Gasset en su “introduccién”, dejando este escritor constancia de que si algo demostro Herbart fue la imposibilidad de hacer Pedagogia teorica sin solida forma- cin filoséfica. En sus primeros principios 0 afirmaciones mas radicales, la Pedagogia sigue las vicisitudes de la Filosofia, Incluso, hoy, para hacer, a un determinado nivel, Pedagogia, hay que seguir filosofando. Pero, el encargo, ahora, no tecae sobre un filésofo, sino sobre un miembro de esa especie todavia incomprendida, en muchos casos acom- plejada, que por mor de esfuerzos como el herbartino se Haman asi mismos pedagogos. Se trataba, entonces, de que el aprendiz, el discipulo, introdujera a un maestro. La labor no x ESTUDIO PRELIMINAR sealiviaba por el hecho de que Herbart, para los historiadores de 1a filosofia, fuera un filésofo “menor”. Luzuriaga, pe- dagogo que lo ha traducido (sin aumentar, precisamente, la claridad de su pensamiento) también advierte la dificultad, Enesta nueva edicion, después de cincuenta anos de Pedago- gia universitaria en Espana, se pide que un pedagogo introduzca desde la Pedagogia, cosa que no hizo Ortega, una obra pedagogica escrita desde la Filosofia. Hoy, son los pedagogos los que andan diciendo que no se puede ensefiar Filosofia sin que los profesores de saber tan antiguo estudien un poco de Pedagogia. Es ésta, pues, una introduccion extraordinaria, fuera de lo corriente; ya que, en el fondo, offece la lectura de atras para adelante: arranca de las afirmaciones pedagogicas herbatianas para dejar al lector en Ja puerta de su sistema filosofico, o en la sospecha de que sin éLno puede entenderse por qué Herbart inicia Ia senda de la Pedagogia cientifica. Pero, como en todos los vaminos acechan ladrores; aqui el peligro estriba en convertir la introduccién a la lectura de un libro publicado en 1806 en pretexto para la apologética de la labor realizada o realizan- dose en las postrimerias del siglo XX. Tentacién no falta cuando el tema educativo enhebra la tertulia, el discurso politico, el articulo periodistico, el poema, la gregueria, al tiempo que se le niega, como a una ciencia imposible, que pueda, con la anatomia y el esquematismo propio de todo paradigma intelectual, convertirse en objeto de investigacion cientifica. Se olvida que cuando se acomete semejante tarea ya no se hace educacién sino que se fabrica Pedagogia; cuando se labora la dietética o la astronomia ni se hacen Paellas ni se fabrican estrellas. Aqui todavia, hay un limite farragoso entre el hecho ommipresente de la educacién, el voluntarismo de sus intenciones, y la sobria, iconoclasta y, para muchos, profanadoras preguntas susceptibles de res- Puestas cientificas, Adviértase que decimos cientificas a pesar de que la gente, tanto le acucia Ia cuestién, espera ESTUDIO PRELIMINAR xI frmulas no explicativas, ni probabilisticas, sino tauma- ttirgicas. Se espera del pedagogo no que contribuya con sus esfuerzos de explicacion a los procesos implicados en los hechos educacionales sino que consiga eficazmente las aspiraciones colectivas. Por haberse llamado pedagogo se le exige 0 que se haga responsable de lo que el mundo y el hombre legue a ser o que deje de existir, por culpable victima de lo que de hecho sea. Juan Federico Herbart nace en Oldemburgo el 4 de mayo de 1776 y muere en Gotinga el 14 de agosto de 1841. Su padre era letrado de prestigio; pero fue su culta madre la que le introduce en un ambiente culturalmente versatil y humanis- tico, propio de la burguesia refinada. De hecho, Herbart, de salud delicada durante su infancia, fortalecio su caracter y sensibilidad en los ambientes educativos proximos al pie- tismo filantropista, Desde el punto de vista artistic, descollé en el aspecto musical como virtuoso de varios instrumentos, Posey, como otras familias economicamente privilegiadas, preceptores privados: K. H. Kruse (para los ambitos cienti- ficos y matematicos) y W. F. Ueltzen (para los estudios clasicos). Desde los once aos comienza sus estudios filoso- ficos en perspectiva de Wolff y se introduce en el horizonte teoldgico a través de J. Ch. Déderlin. Quizas en este modo y ambito de “ilustracién” esté la wltima causa de su voluntad realista, referencia practica y aspiracion a que las ciencias que versen sobre el psiquismo cumplan el método cientifico que rige en las naturales. En 1788 ingresa en el Gimnasium de Oldemburgo en el que profundiza la linea racionalista- neohumanista. El 4 de abril de 1794 pronuncia un discurso, futo de su investigacién personal como estudiante, al fina- lizar esta etapa de su carrera. El tema manifiesta la bipola- ridad anteriormente aludida: “Contraste entre las ideas de Ciceron y de Kant respecto al sumo bien y al principio fundamental de la filosofia practica”. En 1794 se traslada a Jena donde, en su Universidad, enseftaban Wieland, Herder, xu ESTUDIO PRELIMINAR Schiller y, sobre todo, Fichte. Este ultimo, por sus ense- anzas y por la oportunidad que, a través de ellas, obtiene Herbart de oponerse al maestro es, quizés, el que produce mas decisiva influencia, oponiéndose a Ia defensa de que aquél hace Schelling. Herbart sigue profundizando su for- macién clasica con estudios sistematicos de los presocraticos y del propio Platén. Del culto a Grecia derivard su conven- cimiento de que, en temas educacionales, junto a la ilustra- cién dentro del marco de la contemporaneidad, existen coordenadas de vida esencial, de actitudes vitales funda- mentales delas que fueron maestros y ejemplares los Griegos. Convencimiento que llevara a la practica durante su época de preceptor. En 1797 acepta tal condicion en la casa de M. Steiger de Berna, durante casi tres anos. En esta época se generan las principales vértebras de su pensamiento pedago- gico: unidad cualitativa de la cultura, complementaria del especialismo necesario, ya que no puede aspirarse aun nuevo sabio universal renacentista; necesidad de la multilateralidad de los intereses, claridad del pensamiento obtenida de la precision conceptual y de la organizacion e integracion logica de los conceptos, energia del cardcter como fruto del poder racionalmente fundado de la decision, respeto ala libertad del discipulo superando los riesgos que proporciona, frente aella, la oportunidad de dominio y autoridad delegada de padres y del colectivo social... Prueba de todo ello dejan los primeros trabajos incluidos en los Padagogische Schriften. Otro momento decisivo de su historia intelectual es el encuentro con Pestalozzi en Suiza. Tal encuentro se convierte en detonador de la continuidad y profundizacion de sus medi- taciones pedagogicas; hasta el punto que para Mager, Rein y otros, Herbart pasaria por ser el sistematizador cientifico de las intuiciones pedagogicas de Pestalozzi. Mejor seria opinar con H. Walter y otros, que tal encuentro tiene el significado de circunstancia favorecedora para que un pensador potente complete su investigacién fundamental, claramente filo- ESTUDIO PRELIMINAR xm sofica, con un aspecto aplicativo claro en el orden de la filosofia practica, como gustaba decir Herbart. Erala primera vyez que un pensador incidia de modo sistematico en el campo pedagégico intentando articular arménicamente las deci- siones pedagogicas en la estructura general de su sistema. Desde la sistematicidad encuentra la Pedagogia su condicion cientifica, Sistematicidad: que habia sido planteada, como criterio, en la Arquitecténica del saber al finalizar la Critica de la Raz6n Pura de Kant. Pero en Herbarthay otra fuente de cientificidad que no es meramente formal y que arranca de la experiencia fenoménica y categorial del mismo hecho educa- tivo. De ahi, su recurso a la prictica como fuente de objetividad. Herbart recensiona ampliamente Como Ger- trudis educa a sus hijos (1802) y, entre 1802 y 1804 redacta su estudio critico sobre el ABC de /a intuicion pestalozziano, Cuando, también en 1802, obtiene la venia legendi en Gottinga, parte de las tesis defendidas formaran niicleos de ideas, “circulos de pensamientos” dominantes de su futura Pedagogia General: Ars pedagogica non experiencia sola nititur; in liberorum educatione poéseos et matheseos maxi- ma vis est; institutio liberorum a graecis litteris incipienda et quidem ab Homeri Odyssea, nullo omnino prosaico, mini: ‘me vere chrestomathico libro praemisso. Tales temas seran profundizados en 1804 en el Die asthetische Darstellung. La resonancia de su examen Ie trajo la oferta de una plaza en la Universidad de Heidelberg, pero opta por otra en Gottinga, Jo que obtuvo por mor deun trabajomonografico sobre Platon (De Platonici systematis fundamenta), autor puesto de moda por la revision critica que estaba llevando a cabo Schleierma- cher. En 1805 es nombrado profesor titular de filosofia y, aqui en Gottinga, sale a la luz publica en 1806 la.Al/gemeine Padagogik aus dem Zweck der Erziehung abgeleitet (Peda- gogia general derivada del fin de la educaci6n). Ocho anos tard6, como él mismo confiesa, en escribir este ensayo. Desde 1809 fue profesor en Kénigsberg, en la catedra que ocupara xiv ESTUDIO PRELIMINAR Kanty, desde 1805, Krug. Aqui permanecerd casi veintiocho atios de su vida dedicado a lo que habian sido sus principales preocupaciones- y dirigiendo el seminario pedagogico para la formacién del profesorado. Responsabilidad que los gober- nantes ilustrados habian legislado recayera sobre los profe- sores dentro de una Pubblica paedagogices cathedra, como se denomind la de Landshut en 1799 y, como asumieron desde 1774 en Kénigsber y Prankfurt. Herbart habia cono- cido también a A. H, Niemeyer (1754-1828) al volver de Suiza (1800), en Halle, Su admiracion le leva a poner su Grudsatze der Erziehung und des Unterrichtes como texto para los alumnos en los primeros afos universitarios de KOnigsberg. En el pensamiento herbartiano, pues, tiene lugar una primera herencia kantiana la cual proporciona las coordenadas de estudio del fenomeno educacional. Tal sistema de procesos que tienen lugar en os individuos nocaen del lado de los acontecimientos naturales porque, aunque tienen lugar en virtud de la estructura natural del organismo, sin la cual no seria posible, acontecen en el orden de operacién propio de tos proyectos de la voluntad. La lega- lidad de este tipo de acontecimientos tiene lugar en virtud de la razn practica. Herbart entiende que debe existir un momento pedagdgico a nivel tedrico en el que el decisivo componente sea, precisamente, el proyecto que orienta la voluntad y anima la decision. Espresado con el mayor grado de generalidad tal proyecto no es otro que la moralidad, que “ni es sentimiento, ni verdad teérica”, sino juicio “claro, sereno, firme y preciso" sobre el conjunto variable de circunstancias familiares, sociales...; juicio del que brota “el entusiasmo por el bien", lo que llamariamos un proyecto de accién sobre el que aprueba como valioso el hombre; decision ‘que, fortalecida en la personalidad, construye el cardeter. Dado que en el inicio del proyecto educacional encuentra ‘como gozne fundamental, como la forma kantiana de un todo ¥ origen del sistema nocional que construye laraz6n practica, ESTUDIO PRELIMINAR xv, en la moralidad, ésta se instituye en el principio de toda pedagogia teorica, segin Herbart. Y si, por otra parte, moralidad no es otra cosa que legalidad producida por el juicio moral, el alimento del juicio o instruccién constituira el ‘otro gozne que nos abre la puerta del edificio pedagégico. Tales elementos de moralidad e instruccién son los dos componentes u objetos de andlisis de esta Pedagogia general. No que en el anélisis de ambos elementos se agote la ciencia pedagogica, sino que de ellos arranca esta “primera parte” de su Pedagogia. Establecido el proyecto, se plantean dos caminos 0 fundamentos simultaneos de progreso para esta ciencia: el esclarecimiento del juicio moral (de ahi el apoyo ético de la Pedagogia) y el desarrollo racional del marco conceptual o de juicios sobre la realidad (de ahi el apoyo psicologico). Aunque aspira, como los ilustradores, a expli car Ia vida psiquica al modo como la fisica explica los entes materiales, incluso legando al simbolismo matematico, su Psicologia es claramente intelectualista. La Etica y Ia Psicologia proporcionaran el conjunto de elementos a través de los cuales tomaran sus decisiones de accion los educa- dores, de ellas deduciran sus reglas de accidn; y no, como solia decirse, de la experiencia. El estado naciente de la Pedagogia, tal como la sentia Herbart, dependia del insufi- ciente desarrollo del conocimiento sobre la naturaleza de los procesos psicolégicos comprometidos en la asimilacion dela instruccién, En sus analisis pretende un despegue de! maestro Kant en el campo filoséfico (permaneciendo de facto sistemitica- mente kantiano) y un rechazo de la propuesta idealista de Hegel, acentuando el realismo (permaneciendo idealista, asu pesar). Historicamente parecia un simbolo haber conseguido_ sersucesor de Kant en Kénigsberg, perohabiendomuerto sin } conseguir, a pesar de varios afios de intentos, ser sucesor de } Hegel en la cétedra de Berlin, De ahi que, a pesar de haber | creado escuela y encontrado discipulos tan fervientes que le XXxI PR6LOGO ¥ una fatal tendeneia a solicitar los textos pueden hallar en éste preformadas. Por encima de toda duda esta que nadie antes que Herbart consigue Ievar el caos de los problemas peda- gégicos a una estructura sobria y amplia y precisa de doctrinas rigurosamente cientificas. Nadie antes que Herbart toma sobre si completamente-en serio la faena de construir una ciencia de la educacién, Sus prede- cesores, como Rousseau, se habian limitado a exponer series, mas © menos geniales y fructiferas de ideas so- bre la educacién, Ahora bien: esta hazafia de Herbart complica sobre- manera la suerte de los pedagogos. Hasta ella podian étos considerar su ejercicio como una actividad pura mente prictica, El maestro tiene que ensefiar, y sélo porque, y en tanto que tiene que ensefiar, necesita sa- ber. La ciencia es materia y pretexto de su misién, la cual en rigor, no es teérica, sino practica. Pero desde que la pedagogia adquiere una doble faz y sobre su ejercicio concreto aspira a ser ella ciencia, cae encima del maestro una cierta obligacién de ser también cienti- fico. Puede pedirsele tanto? Ha de introducir el maestro a sus discipulos en la vida, en los érdenes esenciales de la vida, zn0 es esto? Ahora bien, no se le exige que sea un fisico para ensefiar fisica ni historiador para ensefiar historia, La tinica ciencia especial que se le demanda es la peda- gogia. No parece demasiada la exigencia. Mas si preguntamos 4 Herbart qué es en cuanto cien- cia Ia pedagogia, hallaremos una grave respuesta: la pe- dagogia es ciencia en cuanto da cita para la solucién PROLOGO XXXII de sus problemas a dos ciencias filosdficas: la ética, que determina ef fin de la educacién, y la psicologia, que re- guila stis medios. Es decir, que si el maestro ha de ser pedagogo ha de ser el maestro fidsofo. Este es el sentido que tiene la conversién herbartiana de la pedagogia en ciencia formal. Desde entonces queda obligado el maes- tro a estrechar sus relaciones con la filosofia, Conviene decir de una manera clara que la pedago- gia de Herbart y, tras ella, todas las pedagogias pos- teriores se convierten en una pura logomaquia, desde el punto en que los pedagogos se hallan exentos de una seria preparacién filoséfica. Por faltar ésta suelen los maestro padecer una fatal propenkién a suplantar Jas cosas con palabras, a vivir en un penoso dogma- tismo intelectual. Nada es tom necesario al maestro como la independencia del espiritu. Y esto es Ia filo- sofia: antes que un sistema de doctrinas cristalizadas, una disciptina de liberacién intima que ensefia a sacar triunfante el pensar propio y vivo de todas las liga- duras dogméticas. No habré, pues, en Espafia, peda- gogos mientras no haya en las Escuelas Normales un poco de filosofia. En tanto, aprovecharé estas paginas a fin de exponer con la posible claridad aquellos principios de la de Her- bart en que su pedagogia viene a descansar. T Juan Federico Herbart (n. 1776, m. 1841) es el menor de fos grandes pensadores que fulguraron sobre Ale- mania entre Kant y Schopenhauer. Su vida coincide con XXXIV PROLOGO la de Fichte (n. 1762), con la de Hegel (n. 1770), con la de Schelling (n. 1775): coincide temporalmente; pero no idealmente. Herbart parece un retrasado del si- glo xvi, de la edad “esclarecedora”, amiga de la razén raciocinante, de las explicaciones mecanicas. Esta en lo radical de su espiritu mas cerca de Kant—l viejo maes- tro que él ve ya inclinado hacia la muerte—que de sus contemporaneos Ios colosos del romanticismo. Esta con- dicion suya le eva a una vida intelectual fluctuante, inquieta, discola, insatisfecha. No puede aceptar los sublimes t6picos de la época y especialmente el princi- pio supremo de la edad roméntica—el idealismo—, y como le falta poder bastante a superarlos, se acostum- bra a pensar en defensiva, polémicamente. De aqui que su filosofia general, alli donde es decisivo el golpe de vista orgéinico, general y coherente no haya munca ahin- cado muy hondo en Ja evolucién del pensamiento y, en cambio, sus teorfas parciales—psicologia, ética, pedago- gia—hayan prendido con més fuerza y todavia hoy go- cen de influjo y vigor. Como todo pensador esencialmente polémico, vive Herbart de los demés, de los grandes enemigos contem- pordneos, en mayor grado de lo que él supone. Sin ‘embargo, sobre estas intimas fatalidades de st condi- cién irradia una enérgica veracidad, una maravillosa precisién y tn sutil ingenio para descubrir lo menudo y ponerlo claro y estricto ante nosotros. He dicho que su grande enemistad fué el idealismo triunfante. Her- bart, con efecto, se propuso ser realista costara lo que costara, ser el tinico realista en medio de la legién idea PROLOGO XXXV Nos interesan aqui principalmente la psicologia y la ética de Herbart: sobre ellas posa directamente su pe- dagogia. De buena gana limitariamos estas breves notas 4 aquellas dos disciplinas;; pero la psicologia herbartiana es, como él mismo dice, una metafisica aplicada, No habia sonado ain la hora en que proclamara la psico- logia su separacién de la filosofia general, No hay, pues, otro remedio que dedicar alguna atencién a Ios principios metafisicos de Herbart, sin duda lo menos fuerte y vivo de su obra II METAFISICA Define Herhart la filosofia como Ia elaboracién de los conceptos; es, por tanto, un conocimiento secunila- rio que se ejercita sobre uno primario: la experiencia. Esta se caracteriza por su pasividad: en la experiencia nos encontramos con contenidos—sensaciones, represen- taciones, conceptos—que nos son “‘dados”. La filosofia, no quiere degenerar en un iusionismo, ha de limitar bien sus meditaciones a esto que la exp sncia da. Por otra parte, si lo que la experiencia da fuera completo en si mismo, holgaria el subsecuente trabajo filoséfieo. Mas no acontece asi. Lo dado nos conduce a una serie de consideraciones escépticas, dubitativas. Por “dado” entiende Herbart todo aquello que ha: amos en nuestro conocimiento con un cardcter de imposicién: asi una fantasia nuestra no Ileva consigo una referencia forzosa a una realidad de que ella XXXVI PROLOGO pretenda ser copia o representacién. En cambio, una sensacién nos trae, queramos 0 no, la alusién a una realidad en ella y por ella sentida. Del mismo modo, el concepto de “cosa” es imposible de remover de nuestra conciencia: cuando percibimos algo pensamos ineludiblemente en que lo percibido—color, sonido, re- sistencia—es un conjunto de propiedades de una cosa, Ja cual se halla tras ellas, es algo distinto de ellas, es la unidad de elas. ‘Ahora bien: todo esto en la experiencia (=conoci- miento espontineo) dado puede clasificarse en dos ér- denes: la materia dada en Ja experiencia y Ia forma dada también en ella. Para Kant la experiencia s6lo nos da Ja materia—color, sonido, resistencia—. Herbart encuen- tra que si la nota de que algo nos es dado yace en et caricter impositivo, ineludible, con que ese algo llega ‘a nuestra reflexién tan involuntario y forzoso como el color visto es para nosotros la extensién que ese color ocupa o el orden temporal en que las sensaciones se suceden. Espacio y tiempo, formas en que se ordena y estructura la materia de la experiencia, nos son, por consigitiente, también dados. Y lo mismo substancia, causalidad, etc ‘La materia dada y las formas dadas levan a dos Srdenes de dudas, segtin hemos dicho. La sensacién—en Ia cual se nos da como presente una realidad—varia : lo que ahora vemos blanco, aparece Iuego azulado: ade- més, Ios diversos sentidos al hacer referencia a una misma realidad refieren a ella distintas materias: :cual de ellas es la que en realidad posce lo real? Otros per- ciben la misma pretensa realidad de distinta suerte que PRO6LOGO XXXVI nosotros, etc., etc, En una palabra: la sensacién nos pone delante con toda evidencia la realidad; pero va- cila, es contradictoria en la determinacién de qué, de eudl sea esa realidad: nos dice con absoluta evidencia que algo es: pero Jo que ella nos da como siendo ese algo es sélo apariencia, relatividad. Lo real que ella anuncia no es como ella supone. A estas dudas que la materia de la experiencia plantea llama Herbart escep- ticismo inferior (1). Las formas de la experiencia nos conducen a un es ceplicismo superior (2). Ante todo: si el espacio nos es dado, gcémo nos es dado?, ni lo vemos ni Io tocamos. 2Y la substancia? ¢V la causa? Nada parece més evi- dente que nuestro yo; pero ese yo tan evidente, zen qué consiste? Apenas ensayamos la respuesta a estas pre~ guntas nos vemos cercados de dificultades. Estos dos escepticismos ponen en inquietud nuestro pensamiento, que ya no logra contentarse con lo dado, antes bien, ha- liando en éste siempre un problema (3), entra en un (®) Lebrbuch zur Einleitung in die Philosophie, § 17-21, pigs. 59-65 (ed. Hartenstein). @) Ibid, § 22-33, pags. 65 4 76. @) Contra W. Kinkel, Joh. Fr Herbart, sein Leben und seine Philosophie, 1903, que (pig. 94) no ha entendido bien hhasta qué punto en Ia cuestién de lo dado se aproxima Her- bart a Kant. Lo “dado” no es para aquél como para éste sino un punto de partida, nunca un ser, una determinacién suficien- te. Al contrario, fo que Herbart acabara por decir en su Me- todologia es que lo dado es siempre una contradiccién. Ahora bien, la contradiccién es fo que hace de algo un problema. Lo dado es, pues, en Herbart como en Kant, un problema. ¥ cuan- do aquél insiste en que la filosofia se atenga a lo dado, no pre tenle més sino que parta de problemas reales. Porque Io éni €0 que no se puede inventar es un problema. XXXVI PROLOGO movimiento reflexivo y se dispone a buscar soluciones. Este movimiento del pensar, dirigido a aclarar y co- rregir los conceptos problematicos ofrecidos por fa ex- periencia, es la filosofia. Hay en esta labor una primera operacién: la de hacer los conceptos dados claros y distintos. La cla- ridad de un concepto procede del anilisis de sus no- tas constitutivas: la distincién de un concepto procede Ge que se le haya separado bien de los demas. La l6- gica es la primera disciplina filosdfica encargada de dar claridad y distineién a los conceptos: es una dis- ciplina formal que no crea nuevas nociones, meramen- te determina eémo debemos pensar los conceptos que ya tenemos. Pero, una vez claros y distintos éstos, acaso contintien ofreciendo dificultades. Estas dificultades, no siendo oriundas de la confusién e indistincién con que el st- jeto maneja un concepto, naceran de lo més intimo de éste. ¢Cémo superarlas? Es preciso variar el concepto mismo, transformarlo, completarlo, hacer de él otro. He aqui la misién de la metafisica (1): librar de difi cultades a la experiencia, llevarla 4 perfecta compren- sién. Tomemos uno cualquiera de los problemas que sus- citan las formas dadas en la experiencia, la forma “cosa"”—res—, por ejemplo. A la pregunta zqué es esta cosa? se contesta enumerando sus caracteres, se dice: “Rista manzana es redonda, verde, dura, acida, etc.” Con (@) Metaphysica est ars experientiam recte intelligendi —ciencia de la comprensibilidad de la experiencia—. Theoriae de attractione clementorum principia metaphysica, TV, 527 PROLOGO XXXIX esto, en lugar de la una cosa nos encontramos ante va~ rias cosas: una cosa rendonda, una cosa verde, etc. Y, sin embargo, por cosa entendemos una unidad. Y, sin embargo, cuando se nos pregunta qué es esa cosa una, tenemos que suplantar a la tnidad una multiplicidad de notas. La contradiccién esencial aparece: la forma “cosa con sus propiedades”, sin la que no podriamos pensar, es, no obstante, contradictoria, y contradictoria, no por azar 0 accidente, sino contradictoria en si misma. Otras contradicciones nos ocurririn que proceden de errores subjetivos nuestros: la légica, que es como un aseo y una higiene mentales, acude a salvar la contradiccién mostrando que era sélo aparente. Mas aqui hallabamos ‘una contradiccién verdadera y no aparente. Y si reco- rremos los demis conceptos fundamentales de la expe- rienei: cambio, causa, yo, etc., topamos con andlogas contradicciones. La experiencia, en suma, es en si mis- ma incomprensible, irracional: la experiencia es un problema, el problema de la metafisica. De suerte que ésta consistiria en un proceso intelec~ tual que, partiendo de lo dado—que es una contradic- cién, tun problema—, va a conceptos nuevos, no dados, donde se resuelven las contradicciones. zNo dados? Entonces jde dénde Ios sacamos? ;Cémo podemos ca- minar del concepto-problema al concepto que es solu- ibn? La metafisica tiene, pues, que resolver una cuestién previa: su método, La metafisica comienza por ser me- todologia. xt PROLOGO a) Metodologia. Ese proceso de lo dado a otro concepto es lo que se llama la relacién de principio y consecuencia. Si la experiencia es hallar pasivamente y la légica aclarar y distinguir, es la metafisica concluir de un concepto a otro. Ahora bien: esa relacién de principio a consecuencia no es menos contradictoria que las ya apuntadas de in- herencia, causalidad, etc. La consecuencia sale del prin- cipio, no hay sino de dénde sacarla. Esto quiere decir que se halla en el principio; pero si se halla en él no necesita seguirse de él, sino que es el mismo principio. ¥ si no es el mismo principio no puede ser su consecuencia. De modo que la consecuencia necesita ser distinta del prin- ipio y a la vez no ser distinta del principio. ‘Cuando demostramos que los angulos de la base de un tridngulo isdsceles son iguales es el trigngulo isosce- ies el principio'y la igualdad de sus Angulos basicos la consecttencia. Sin embargo, para concluir ésta de aquél necesitamos suponer que una perpendicular tirada del vértice a la base divide al tridngulo en dos triangulos rectingulos iguales. Ahora bien: si esta consideracién es necesaria para obtener Ia consecuencia, es evidente que el triéngulo, tal y como primero aparecia, no era el principio completo y que la feliz idea de tirar la perpen- Cicular lo ha completado. Una vez completo el principio hallamos que él mismo es la consecuencia. Generalizando este ejemplo hallamos medio de corre- gir Ja contradiccién que encierra la relacién de principio PROLOGO xu y consecuencia, Esta es, en efecto, distinta de lo que primero aparece como principio; pero esto que primero aparece como principio no Io es, en realidad, si no se Je considera en unién de otros elementos que en con- juncién con él forman el principio entero, el ctial no es ni més ni menos que la consecuencia. No el tringulo isésceles sélo, mas éste completado con los triéngulos rectingulos en que se le puede considerar dividido, for- man el principio entero, 0, mejor dicho, la conjuncién de principios cuya unidad es la consecuencia. Es menester, pues, que haya intervenido en la rela- cién de principio y consecuencia un cierto modo nuestro de considerar aquél, una variacién de aquel que no era necesaria, pero que era posible, Yo no necesito pensar el tridngulo isésceles dividido en dos rectngulos; pero puedo pensarlo asi, Esto es lc que Herbart llama las eufiillige Ansichten, las consideraciones contingentes que necesitan intervenir en el proceso racional (1). La contradiccién en la relacién de principio y conse- cuencia y el modo de resolverla son ejemplares para la metafisica, De ella obtiene por simple generalizacién Herbart su método. Las “consideraciones contingentes”” (@) Muy dificil es fijar en pocas palabras st verdadero sen- fido. A quien interese el tema yea las pags 263 a 263 det Lehrbuch zur Einleitung in die Philosophie que son, alo que se me alcanza, el lugar mis detallado: a nosotros los neo-latinos nos aclara un poco este concepto extraflo ta traduccién que det término zufallige Ansichten hace casualmente Herbart en un inca de sus obras donde Jas lama modi res considerandi. ‘Theoriae de attractione... pig. 525. Se trata, en rigor, del pro- blema modal de lo positle en oposicién a lo real. Después de Icer las piginas siguientes sobre Ontologia resultaré mis claro ‘este método general XL PROLOGO permiten resolver toda contradiccién. Consiste ésta siempre en que se nos dan como opuestos dos miem- bros: M y N, que a la vez se nos propone pensemos como idénticos. Recuérdese el problema de la “cosa con miltiples propiedades”. Ese concepto contradictorio dado es nuestro principio, cuya consecuencia buseamos. La “‘consideracién contingente” consiste en buscar tras del M, que siendo opuesto a N no puede ser su idéntico (0 viceversa), un M que sea idéntico a N sin dejar de ser M. zCémo es esto posible? Consideremos que M no es €l miembro completo que se propone como idéntico a M: consideremos una pluralidad de M, cuyos elementos estén en conjuncién, Entonces cabré decir que un M es opuesto a N; pero que a la vez la conjuncién de los M, aquello cue entre si sean y formen, puede ser idéntico a N. En breve hallaremos ocasién de aclarar esto con tin ejemplo. De tal suerte arriba Herbart a lo que él llama “mé- todo de integracién de los conceptos ” (1). En la Breve enciclopedia de la filosofia de 1831, formula asi este mé- todo: “Cuando nos es propuesto poner un elemento que no puede ser simplemente puesto ni tampoco suprimi- do, péngase en forma de multiplicidad (2).” Por este procedimiento se sale de lo dado y su contradiccién y se llega 4 un concepto que tiene con lo dado una dimen- @) “Ta vertendus videtur terminus, quo in vernacala uti consuevi, Methode der Bezichungen.” Theoriae de attractione elementoram, IV, 259 nota. Sobre el “método de Ia integra cién de los conceptos” véase Hauptpunkte der metaphysit, IV; pags. 8-0, Allgemeine Metaphysit, § 185-188, IV, pags. 49-55. (@) IT, 281. PROLOGO XU sién comin, la cual asegura su validez y, por otra parte, queda exento de la contradiccién, racionalizado, légico. b) Ontologia. Pertrechado con él pasa Herbart a resolver los prime- 0s problemas de la metafisica y ante todo el que nos plantea Ia sensacién. Danos ésta en su contenido s6lo apariencias, segiin notamos mAs arriba ; pero justamente la posicién de una apariencia impone la afirmacién del ser tras ella, Lo aparente no ¢s tal y como aparece; pero es indicacién de un ser, que en ella aparece. “Cuanto haya de apariencia, tanto hay de referencia al ser (1).” Hemos aprendido antes a distinguir entre lo que es, el quale del ser y el ser mismo. No debemos decir el ser es, sino el ser no es, quien es es un quale. Cuando deci- mos de algo que es zqué queremos decir de él? Quere- mos dar al algo un ser independiente de nosotros, po- nerlo absolutamente, con entera independencia de nues- tro pensar (2). Esto es el ser, absoluta posicion, refe- rencia que hacemos a algo declarindolo constituido por su independencia de esta nuestra misma posicién. Por eso tenemos que distinguir entre el ser y lo gue es: vul- garmente, en el concepto ser mezclamos ambas cuestio- nes y no podemos salir a claridad, No; el ser “‘no es tuna determinacién de la cosa real, sino s6lo la manera como nosotros la ponemos” (IV, 122). Si tomamos ser, ‘como debemos, notaremos que es predicado y slo pre- G) IV, 70. (2) Empleo las mismas frases de que se sirve Kindel para ‘extractar con gran fortuna este dificil paso. XLV PROLOGO dicado. El problema esta en buscar un sujeto que le sea adecuado y de quien podamos decir sin limitaciones que es. Cuando vemos 0 tocamos algo este algo se presenta con un cardcter de absoluta independencia de nosotros. Consideraciones posteriores nos Ievan a notar que el contenido de la visién y del tacto, fo visto y lo tocado, no pueden Ienar las condiciones del sujeto para el pre- dicado ser—absoluta posicién (1). Vaciando empero de la sensacién su contenido nos queda como resto aque- Ia genuina referencia y posicién absoluta de lo que vi- ‘mos y tocamos, del substrato de aquellos colores y re+ sistencias que ahora reconocemos como meras manifesta~ ciones 0 apariencias de aquél. “La sensacién—tlega a decit Herbart—contiene y proporciona el tinico funda- mento posible de nuestro conocimiento de lo Real... Toda posicién artificial puede ser retirada..., toda po- sicién que lleve consigo alguna huella de ser realizada por nosotros y dependiente de nosotros es al punto re- pudiada como ilusoria cuando se trata de atestiguar y probar la existencia. ¥ con toda razén. El punto cen- tral de la antigua falsa metafisica consistia en imaginar que tenemos en nuestra mano la posicién absoluta y po- demos a voluntad poner un conjunto de realidades. Esta vieja metafisica no habia comprendido nada de la posi- cién absoluta, de otro modo habria notado que ésta tiene que verificarse antes de toda filosofia y aun antes de todo pensar y que sélo cabe reconocerla, porque si fal- @) Con efecto, Io visto: resulta dependiente de quien ve es s6lo en un vidente. PROLOGO XIV tara no hallariamos ni podriamos obtener cosa alguna que la compensara” (IV, 314, 35). La posicién abso- Tata sélo ficticiamente puede ser retirada por el pen- sar: e mismo pensar en que suponemos que “nada es” esta sintiéndose a si mismo como manifestacién de algo que es absolutamente. En suma: la sensacién, dejandonos sélo como valido Jo que de absoluta posicién tiene, nos obliga a buscar un quale digno de ser puesto en esta manera. A ese sujeto —de quien con todo rigor podemos decir que es—tla- mamos lo Real. Pero de la cualidad de ese Real poco podemos saber, meramente aquello que no contradiga nuestro concepto de absoluta posicién, a saber: 1.9, que esa cuialidad ser positiva—pues toda negacién es re- lativa a tna afirmacién, por tanto, no absoluta——; 2.°, que es perfectamente simple; 3.%, que Ja cantidad le es extrafia; 42, la cantidad extrafia 4 lo Real puede, sin embargo, ser real, 0, de otro modo, multiplicidad en el ser es inadmisible, pero no es inadmisible multipli- cidad del ser. ‘Aqui tenemos el ensayo de vuelta al realismo que hace Herbart en agria polémica con los idealistas de su tiem- po (1). () Seria complicar la exposicién de lo que por si mismo es ya complicado y perder de vista la intencion de estas px ginas—que es mostrar en epitome las ideas matrices de Her- bart—poner aqui una erftica de esta metafisica. Si fuera una teorfa influyente hoy 0 en otro tiempo no holgaria algin co- mentario estimativo; pero, segiin he indicado, In metafisica herbartiana ha ejercido siempre una débil seduccién. Solo diré aque el realismo de Herbart no es en rigor realismo, aun cuando fuera tna verdad su sistema, Se nota un curioso empefio en cl fildsofo de dar en el rostro a sus hermanos triunfantes y XLVI PROLOGO EI Real (asi habria que decir y no Jo real, pues es substantiyo por excelencia), tomado en todo st estricto valor, como posicién absoluta es lo que lamamos Ente (Wesen). Peto pensado sélo en lo que a su ctialidad 0 consistencia atafie y hecha abstraccién de su absoluta existencia, llamamosle imagen (r). Con esto damos en la curiosa extravagancia que introduce Herbart por donde- quiera en la metafisica, De un lado y en serio, del Real en cuanto ser no conocems sino eso poco mencionado, que es, que es simple, que no es cantidad y que no sabe- mos si hay uno o muchos. Pero, de otro lado, podemos considerarlo segiin nuestros modos de pensar, podemos hacernos de é una imagen compuesta de notas que ciertamente no contradigan esos caracteres que le son esenciales pero que, en rigor, le son contingentes. Esta imagen del Real contendré lo que el Real es para nos- otros, no en si. Al ser absoluto le es indiferente la tal imagen; pero no es indiferente para la Metafisica. De manera, que cuanto sigue es sélo como imagen, como pensamiento, como apariencia, no es en el sentido en que decimos del Real que es simple. mayores. Como indica muy exactamente Windelband “la onto- logia de Herbart es, conforme al cardcter del tiempo, comple- tamente idealista", Allgemeine Geschichte der Philosophie ( Kultur der Gegenwart), 1009, pag. 503. (2) Cuando decimos “X es” (donde es=posicién absoluta) indicamos que eso, X, existe sin referirse ni contar para nada con nuestro pensamiento. Mas si_nos preguntamos qué es esa X, aqui es significa Ia posicién de X relativamente & anestro pensar 6 en nuestro pensar, lo que X es para nuestro concepto. /magen llama Herbart al contenido de nuestro con- cepto en cuanto tal contenido, sin pretensién de independencia. PROLOGO xLvIt Con este compas se interna Herbart en el problema de la inherencia, de la “cosa con varias propiedades”. La experiencia nos presenta cada cosa como siendo a dad nos es la vez redonda, verde, agria, etc. Una va propuesta como tnidad: lo mismo que es redondo se nos da como siendo verde. Ahora bien, esto es un gra- ‘ye conflicto: lo que est constituide por la redondez no puede estar constituido por la verdosidad, son dos cosas distintas. Mas ¢s el caso que la experiencia nos obliga a pensar ambas como una sola y hacer de lo redondo ¥ lo verde meros atributos, inherencias de la cosa real. ‘Tenemos, pues, tuna contradiccién cuyos elementos son Ia cosa A propuesta como tinica y los atributos consti- tutivos, inherentes, a, b, c. A tiene que ser a, pero tam- bién b: Iuego no puede ser a ni b. :Cémo introducir ay ben A sin que ésta padezca en su identidad y simpli- cidad? Empleando el método de integracién de los conceptos corregimos esa imposicién de la experiencia completando el concepto “cosa con varias propiedades”. En lugar de una cosa (Real) A pongamos varias y di. gamos, A s6lo no seria a, pero A esti en conjuncién © concurrencia con otros Reales determinados (1) y en esta conjuncién toma A el carfcter a. La propiedad b hace alusién a una pareja conjuncién de A con otros determinados Reales. Al 4 en cuanto sometido a la (0) Se entiende determinados en si mismos, no determina- dos por nosotros. Tgnoramos quiénes sean los que en conct- rrencia producen a y quiénes los que producen 8, s6lo sabe- mos que pies a y B nos son propuestos en la experiencia, dos series de Reales distintas tienen que existir allé en la regién real, XLV PROLOGO conjuncién que produce a llamamoslo 4’, en cuanto so- metido a la conjuncién que produce 6 llamamoslo A” y tendremos: a>A +A + b> AN EAN HAY. > Am an Alt 4’, A” y 4” son A en diferentes concurrencias (Zus- sammen). De esta guisa un mismo 4 puede ser a, b yc. Sin embargo, nétese que no es rigorosamente 4 quien se convierte en a, en b y enc, sino A en concurrencia con otros reales. E\ problema de la inherencia parece, pues, a Her- bart soluble inicamente si nos formamos una “ deracién contingente”, una “imagen” del Real con no- tas que en estricto sentido no le son necesarias, a saber: la pluralidad de Reales y su concurrencia. No ofrece grandes dificultades a la comprensién ese pluralismo de Reales, mas dificil es apercibir en qué consista esa concurrencia. Los Entes son simples, no pueden, en consecuencia, hacer ni padecer; un Ente no ‘consi- puede enviar un influjo transeunte al otro. Como tas monadas de Leibniz—que son su origen histérico— los Reales carecen de ventanas. Su cualidad es inmu- table. El método de los modos contingentes de considerar el ser viene aqui de nuevo a auxiliarnos. Nada impide que consideremos dos entes como de cualidad opuesta. Cierto, esta suposicién no podemos atribuirla 4 ellos mismos sino sélo a ellos en cuanto “imagenes” o pensa- mientos nuestros. Dos Reales opuestos 4 y B se com- PROLOG XLIX portan como un si y un no. Su concurrencia tenemos, pues, que pensarla como un intento de muta supresién a que responde cada uno por un acto de conservacién de si mismo (Selbsterhaltungen). se conserva A con- tra By B contra A, Pero esta conservacion de si mis- mo ¢s distinta cuando son distintos los Entes que ame- nazan con perturbaciones (Storungen). Por esto A, para seguir siendo 4 contra B, se conserva en forma de 42, pero contra C en forma de a’ = b, contra ¢ en forma dea” =e. De toda esta lucha entre los reales, de todo este real acontecer no llega, claro est, la menor noticia directa hasta nosotros. Pero si llega el hecho de que la cosa 4 se presenta, nos es dada con las propiedades aparentes 4, B, ¢. ¥ como toda apariencia, segin dijimos con pa- labras de Herbart, alude a un Ser, la pluralidad de pro- piedades aparente indica, concluye a una pluralidad de entes y la concurrencia de ellos. Con esto queda solventado el problema de la inheren- cia. La cosa real A por si sola no es ninguna de sus pro- piedades 0 manifestaciones a, 8, ¢, pero, en conjuncién con otros reales, se conserva a si misma tomando esas propiedades que con ser tan varias no alteran su iden- tidad. A es, pues, substancia o sujeto tinico que tiene propiedades flurales; pero lo es gracias a la causalidad transcendente de los otros Reales que sobre ella operan. “No hay substancia sin causalidad (1).” En la serie a> 4 + A’ + A’... la primera A’ es la substancia en cuan- to concurre con las demés que son Ja cattsa. @_ IV, § 220, pag. 110 sig. L PROLOGO Con Jo dicho hemos anticipado la solucién al tercer problema ontolégico: la variacién, La cosa 4, no sélo tiene pluralidad de propiedades sino que éstas varian. La apariencia de variacién nos es dada. Aplicando los mismos métodos—no poco extraordinarios, a decit ver- dad—venimos a concluir que la concurrencia de los Reales es distinta antes y después de la variacion. Pero el antes y después, el tiempo, es como el espacio ajeno al Ente. Si hemos empleado esa expresién gha de enten- derse como una metafora? En este punto conviene suma claridad si queremos entender el pensamiento de Herbart. La metafisica parte de lo “dado” que se manifiesta como un conjunto de contradiceiones, como un haz de problemas, en una palabra, como apariencia, Reconocido como apariencia el plano de lo “dado”, la metafisica tiene que buscar aquello real y absoluto de quien ese plano es apariencia. Ya hemos visto cémo la ontologia determina en qué consiste esa realidad: es posicién absoluta y nada mis que posicién absoluta. No sibemos otra cosa de ella. Todo lo que no sea decir del ser que es posicién abso- luta y lo que en esta posicién va necesariamente envuel to (la simplicidad cualitativa) es ya una posicién rela~ tiva, nuestra, que no se hace a si misma obligatoria, que podemos retirar. Asi el concepto del Ente no leva consigo la necesidad de que se le ponga como un solo © como muchos. Si io ponemos de uno t otro modo esta posicién es decidida por nuestro pensar. 2Quiere esto decir que sea caprichosa? No. Entre la realidad que es absoluta, indestructible posicién y la apariencia de que partimos como problema hay un PROLOGO u mundo intermedio, Necesitamos explicarnos los proble- mas de la apariencia, poner los datos de ésta en co- nexién intelectual con aquel ser indubitable, A este fin imaginamos un sistema de conceptos, necesarios, no en si, pero necesarios para enlazar la realidad con la apa- riencia. La multiplicidad de los Reales, su concurren- ia, sus perturbaciones y conservaciones, ete, son ese edificio de conceptos que Ilena el mundo intermedio a que nos referiamos. Y estos conceptos no tendrdtr una realidad absoluta, pero tampoco son meramente subjetivos, fantasias, caprichos, errores. Tienen una realidad intermedia. Forman una “apariencia objetiva”, tienen el mismo valor de realidad que los problemas dados. Son el contenido de la ciencia. Esta tiltima expresién acaso la repudiara Herbart. Y, sin embargo, es la mas exacta. Ella pone de relieve hasta qué punto Herbart depende de Fichte. Salvo el ser mismo, todo lo dems tiene, para aquél como para éste, tna realidad meramente cientifica, intelectual, en una palabra, ideal. El idealismo inunda la filosofia de Herbart penetrando por todos sus poros, contra la pera voluntad de su autor. ©) Synecologia, La metafisica es “un movimiento en forma de arco “ (1) que partiendo de la apariencia que es un pro- blema, va a buscar la absoluta realidad, que es un prin- cipio, y hallado éste torna a explicar aquélla, La on- @ Allgemeine metaphysit, TV, 314-315 un PROLOGO tologia conduce a los problemas del mundo aparente: el espacio, el tiempo, Ja materia, el movimiento que Herbart estudia como formas particulares de un pro- blema general; Ia continuidad, De aqui el nombre de Synecologia. EI método es el mismo que ya conocemos: nuevas aplicaciones de fos conceptos de Real, coneurrencia, et- cétera, permiten—no sin intrincadisimas combinacio- nes—dar un fundamento en lo real al espacio, tiempo, et- cétera, aparentes. Dejemos toda esta parte la menos éttil pata nuestra intencién actual y la més vanamente com- plicada. ‘Todo ese mundo que resulta de la metafisica es—de ciamos—ana “apariencia objetiva”, una imagen firme, cientifica, pero, al cabo una imagen. De qué sea imagen ya lo hemos visto; pero como “toda apariencia alude a un ser” ¢s forzoso hallar quién es el Ser en que la apa- riencia aparece, quién el sujeto que imagina. Concluye, pues, la metafisica con Ta teoria de la apariencia o ima- gen como tal (Fidolologia), que sirve de fundamento y trinsito a la psicologia. 4) Eidolologia, Toda imagen se presenta con una doble referencia ce un Iado, presenta Jo imaginado, de otro, se declara a si misma como perteneciendo a un yo. El mundo de la “apariencia objetiva” es un mundo de representacio- nes de un yo. Con esto damos en uno de aquellos temas contradictorios que la experiencia ineludiblemente nos plantea. Yo no puedo representar algo sin atribuir a smi yo, como una propiedad y parte de él, esa represen- PROLOGO un tacién, No obstante, n yo me aparece como una unidad frente a las muchas representaciones que lo constituyen. Es el eterno problema de la inherencia, de la “cosa con varias propiedades” que yuelye aqui particularizado en la cosa “yo”. No ofrece, por lo pronto, novedad al- guna y podra resolverse del mismo modo arriba indica- do, Mas atin: Ia solucién general que da Herbart al pro- blema de la inherencia no adquiere sentido claro hasta su aplicacién conereta al problema del yo. Para él fué en verdad, pensada primero por quien mas que metafi. sico era psiedlogo. El yo, que siendo uno, es, no obstante, la muche- dumbre de nuestras representaciones, tiene que so- meterse al “método de integracién de los conceptos” (véase pig. xvr11), El yo es un Real que est en comer- cio y concurrencia con otros Reales: a las perturbaciones con que éstos le amenazan responde con actos de con- servacién de si mismo, y éstas son la génesis de las re- presentaciones, propiamente las sensaciones, reaccio- nes clementales del alma, Su muchedumbre, variedad, sus idas y venidas, dependen de las series de Reales con quienes entre 0 deje de entrar en concurrencia, Las representaciones contrarias nos hacen concluir a la con- juncién del Real que es nuestro yo con Reales de cuali- dad contraria, De este modo, sin abandonar aquél su identidad y su simplicisima cualidad, toma estados va- rios—nuestras representaciones. La doble referencia de la representaciin a lo representado y al yo mismo que representa adquiere asi, para Herbart, una exp! cacién. Cada una es el mismo yo, pero el mismo yo en funcién de otro Real determinado.

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