algún bien efectivo; y que una vez que este conocimiento se haga general,
todos los problemas políticos y sociales se ajustarán automáticamente, y se
harán innecesarias todas las formas de caridad y sistemas de beneficencia. Nosotros que conocemos la Verdad del Ser somos fiducidarios de la humanidad. Aquellos que desconocen esta Verdad continuarán dando su dinero para promover obras benéficas, pero nosotros sabemos que nuestro primer deber es la divulgación de la Verdad. “Conoced la Verdad y ELLA os hará libres”, dijo Jesús. El determinar la cantidad del diezmo es muy sencillo. No es, como suponen algunos estudiantes, la décima parte de aquello que puedan ellos economizar cada mes. Significa la décima parte de toda la cantidad. Por supuesto, un mercader o comerciante deducirá los gastos de su negocio antes de contar su ganancia NETA, pero es sobre la ganancia neta, antes de deducir ningún gasto personal o de vida, que se debe hacer el diezmo. Las personas que viven de un salario reciben su ganancia neta directamente de esta forma, pero deberán añadirle toda otra entrada, dividendos, inversiones, etc. Es por supuesto inútil recalcar que no hay la más mínima obligación de diezmar en absoluto, hasta que no le venga a cada uno el estado de conciencia que le haga ver que es preferible hacerlo. Es decir, que es mejor no intentar el diezmo hasta que se esté preparado mentalmente para hacerlo. El dar por una supuesta obligación o un sentido del deber, es dar con temor, y jamás ningún temor trajo prosperidad. El pago de un diezmo es un gran acto de fe. A menudo sucede que un estudiante de Ciencia Divina siente un deseo profundo de poner toda su fe en Dios, y de poseer una fe verdaderamente científica. Desear esto es tenerlo automáticamente; sin embargo no siempre se puede lograr la convicción absoluta de esto último, y por el hecho de no poder sentir esta sensación él se cree falto de fe cuando en realidad no lo está, pero si él practica el diezmo por convicción de que es lo correcto, esto será la prueba de su fe, no obstante lo que le digan sus sentimientos por el momento. Algunos creen que porque están en aprietos no les es posible diezmar por los momentos, pero que lo harán en cuanto sus circunstancias lo permitan. Esto es perder todo el significado porque mientras mayor sea la presente dificultad, mayor la necesidad de diezmar, ya que sabemos que la dificultad presente es debida a una actitud mental (probablemente subconsciente) y por supuesto que las circunstancias no podrán cambiar hasta que haya un cambio en la actitud mental. El diezmar, en verdad espiritual, será una prueba de que la actitud está cambiando, y será seguido por la demostración deseada. El secreto de demostrar prosperidad por el diezmo es el de comprender, realizar que el único origen de nuestro suministro es Dios, y que el negocio o el empleo, las inversiones o los clientes no representan sino el canal a través de los cuales se está manifestando en ese momento la Providencia que nos viene de Dios. Ahora pues, la práctica de diezmar por motivos espirituales es la prueba concreta de que se ha aceptado esa idea, y la consecuencia inevitable de dicha aceptación es la prosperidad visible. Es fácil ver, pues, la diferencia que existe entre la práctica espiritualmente comprendida y la otra – material e inútil – de apartar la décima parte, a menudo con mala gana, con la experanza de hacer una buena inversión. Como una expresión
Inversiones o Los Clientes No Representan Sino El Canal A Través de Los Cuales Se Está Manifestando en Ese Momento La Providencia Que Nos Viene de Dios