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Reseña de Economía para el 99% de la población

Nicolás Serrato Uribe

¿Qué es la economía? Una definición comúnmente aceptada sostiene que es “la ciencia
que estudia el comportamiento humano como una relación entre fines y medios escasos
que tienen usos alternativos”. Esta definición, sin embargo, intenta determinar su ámbito del
conocimiento tomando como punto de partida su enfoque teórico, sin mencionar puntual
cuál es el objeto del que se ocupa.

Ha-Joon Chang, por su parte, sostiene que es posible aproximarse a la economía a partir de
la nociones cotidianas que circulan alrededor de esta. Al hacerlo obtenemos una definición
preliminar: la economía es el estudio de la actividad económica. Sin embargo, esta implica
reconocer que existen diferentes elementos que constituyen el ​quid de la actividad
económica, lo cual exige acotar aún más el ámbito de estudio de esta ciencia.

Para ello, identifica 5 áreas de indagación importantes que se circunscriben a la economía y


que, por tanto, constituyen parte integral de su discurso. En primer lugar se encuentra el
estudio del dinero, herramienta utilizada para el intercambio y objeto de la “economía
financiera”. En segundo y tercer lugar están los estudios sobre el trabajo y las
transferencias, en tanto representan las formas que tienen los individuos para obtener el
dinero. El cuarto es el estudio de los bienes y servicios, elementos que también parecen ser
el centro de los análisis económicos. Por último, los estudios sobre la producción, que
también resultan relevantes, a pesar de que las transformaciones de la ciencia económica
privilegiado el estudio del consumo.

La caracterización de estas cinco áreas de actuación le permiten sintetizar que “el objeto de
estudio de la economía debe ser la actividad económica —el dinero, el trabajo, la
tecnología, el comercio internacional, los impuestos y otras cuestiones relacionadas con
nuestra manera de producir bienes y servicios, distribuir los beneficios generados durante
ese proceso y consumir lo producido”. Esta definición amplia también posibilita reconocer
que existen muchas formas de estudiar e interpretar la economía y reconocer que es una
ciencia limitada, en donde cada enfoque utilizado cuenta con fortalezas y debilidades
particulares.

En el segundo capítulo, el autor nos introduce al pensamiento económico desde una


perspectiva histórica. Para ello, recurre al que parece ser el libro fundacional de la ciencia
económica: ​Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones ​de
Adam Smith. En este, el filósofo escocés sustenta que la riqueza es generada por el
aumento de la productividad en la producción, como consecuencia de la especialización del
trabajo y su división en tareas más pequeñas. Lo anterior ocurre por tres razones
principales: en primer lugar, al haber mayor repetición de una tarea pequeña se desarrollan
las habilidades necesarias para hacerla más rápidamente; en segundo, evita la pérdida de
tiempo asociada al cambio de tareas; y tercero, ayuda a la mecanización que aumenta la
velocidad de la ejecución.
Esta forma de producir se asocia históricamente con el surgimiento del sistema de
producción capitalista, que se caracteriza por integrar las acciones de los capitalistas, que
poseen los bienes de capital necesarios para impulsar la producción; y los trabajadores, que
venden su fuerza de trabajo por un salario. La compra y venta de bienes y servicios está
coordinada a través de mercados, que determinan los precios a partir del comportamiento
de la oferta y la demanda.

Ahora bien, el capitalismo que Smith describió hace tres siglos ha sufrido grandes
transformaciones. Por ejemplo, Chang señala que en nuestros días los capitalistas no
participan directamente de los procesos productivos, la propiedad de los medios de
producción se establece a través de personas jurídicas y participaciones accionarias; y el
mundo del trabajo se ha transformado con la abolición de la esclavitud y del trabajo infantil.
los mercados ya no operan únicamente a escala local sino a nivel nacional y global, y
pueden ser manipulados por agentes poderosos. Por su parte, el sistema financiero también
ha cambiado radicalmente a partir de la masificación del acceso al sistema bancario y de la
venta de títulos de deuda soberana. Empero, a pesar de estas transformaciones, sus
características esenciales perviven: una producción organizada en función de la obtención
del mayor beneficio posible, la propiedad privada de los medios de producción, el trabajo
asalariado y el intercambio mercantil.

Este recorrido breve por los “rudimentos” del sistema capitalista le permite al autor señalar
una conclusión importante: las teorías económicas no tienen un carácter universal, sino que
son el resultado de un tiempo y espacio particulares. Así las cosas, la aplicación de los
postulados de la economía deben contextualizarse y analizarse a la luz de las realidades
concretas y no utilizarse como si fuesen leyes inmutables y válidas en todos los casos.

Esta necesidad de contextualización de la economía deriva en una nueva tarea, la cual será
asumida por Chang en el tercer capítulo de su libro: realizar un breve recorrido histórico por
el desarrollo del sistema capitalista. Esta labor es justificada, según él, por cuatro razones
principales: en primer lugar, porque la historia está intrínsecamente ligada a nuestro
presente; en segundo, por que los estudios históricos nos llevan a cuestionar lo que damos
por sentado al indagar la aplicación de principios económicos en contextos específicos; en
tercero, la historia nos exige evaluar nuestros propios prejuicios, llevándonos a cuestionar lo
que damos por sentado; y en cuarto, muestra las limitaciones de algunas teorías
económicas al evaluar su aplicación concreta. A pesar de la evidente validez de estas
razones, el principal ​lemotiv de abordar el pensamiento económico a partir de su desarrollo
histórico es, según el autor, de carácter moral: impedir a toda costa “experimentos”
económicos que puedan afectar a la población y que puedan evitarse al tener en cuenta los
aprendizajes históricos con los que ya contamos como humanidad.

El primer periódo que Chang aborda es “Los albores del capitalismo”, enmarcado entre los
años 1500 y 1820. Este se caracterizó por una honda transformación de la sociedad de
Europa occidental, que transitó, en sus palabras “hacia maneras más «racionales» de
entender el mundo”, confirmado en el surgimiento de las ciencias modernas y
matematizables. Como correlato de este cambio se produjo el desarrollo de tecnologías que
permitieron mecanizar la producción y aumentar la productividad a través de la división
social del trabajo. Asimismo, surgieron instituciones como los bancos, encargados de
facilitar las transacciones entre los diferentes agentes que interactúan en los mercados.

Este período estuvo marcado por el colonialismo de los países europeos, que encontraron
en los territorios “encontrados” una fuente de metales preciosos y recursos naturales que
utilizaron para impulsar su propio desarrollo productivo. En la contraparte, los territorios
colonizados se vieron sujetos al arrasamiento de la naturaleza y las culturas nativas, que
fueron enajenadas para usarse como mano de obra esclava. Igualmente, la hegemonía de
europa arruinó en muchas ocasiones las industrias locales, que no pudieron competir ante
la productividad desarrollada en este continente, ni oponerse a legislaciones abusivas que
limitaron la exportación de productos hacia el viejo continente.

El siguiente período abordado por Chang es “La revolución industrial”, enmarcada entre
1820 y 1870. En este se produjo un rápido desarrollo de nuevas tecnologías que aceleró el
proceso tecnificador en Europa occidental y ‘catapultó’ en crecimiento de la renta per cápita
al 1% anual. Sin embargo, estas transformaciones vinieron de la mano con la erosión de las
condiciones de vida de muchas personas como los agricultores y los artesanos, que
tuvieron que emplearse en fábricas en las que las condiciones de trabajo eran simplemente
paupérrimas.

La caída del nivel de vida de los asalariados trajo como correlato el surgimiento de los
primeros movimientos anticapitalistas. Entre estos, Chang destaca a Karl Marx, filósofo y
economista alemán cuyo pensamiento alentó a las masas a organizarse en contra del
capital para derrocarlo y constituir una sociedad socialista, en la que los medios de
producción estarían en manos del Estado y la coordinación de la producción sería
planificada y coordinada por un organismo centralizado. Este “malestar” generado por la
dureza de las condiciones de vida fue paliado, al menos parcialmente, por el advenimiento
del Estado de Bienestar en el que se configuran los primeros mecanismos de protección
social para los trabajadores.

Algunos historiadores económicos suelen afirmar que en este período Gran Bretaña y
Estados Unidos fueron los países que más se desarrollaron al liberalizar sus economías y
abrir sus mercados. Sin embargo, Chang dedica un espacio considerable a demostrar cómo
esta afirmación está bastante lejana a la realidad, pues ambas economías desarrollaron
políticas arancelarias para proteger sus industrias en crecimiento de productos más
económicos desarrollados en otros lugares del planeta. Además, resalta que la apertura
mercantil la realizaron luego de que estuviesen consolidados en los mercados como los
principales productores del mundo; y que promocionaron el libre mercado valiéndose de
medios reprochables como la amenaza y la intervención militar, violando la autonomía
arancelaria de otras naciones.

El siguiente período abordado por Chang es “El apogeo [del capitalismo]”, enmarcado entre
1870 y 1913. Este vino acompañado por un desarrollo aún mayor de nuevas tecnologías
para la producción, destacándose por la invención de la producción en serie a través de
cadenas de montaje móviles que aumentaban la productividad a niveles jamás antes vistos.
Esta etapa es la que nos legó las instituciones básicas que caracterizan al capitalismo del
mundo de hoy. Chang profundiza principalmente en tres: la sociedad anónima, que modificó
las responsabilidades del empresariado en caso de una quiebra a través de
reestructuraciones y quitas de deudas; el banco central, que actuaría como prestamista de
última instancia para evitar un colapso del sistema financiero; y el Estado de bienestar,
encargado de cuidar a los trabajadores a través de sistemas de protección social cada vez
más complejos. Además, como lo mencioné anteriormente, esta etapa suele caracterizarse
como la primera ola liberal y globalizadora de las economías nacionales, sin embargo,
Chang insiste en que ese cambio sólo se dio el los países más débiles, que se vieron
obligados a abrir sus mercados a grandes potencias que no ofrecían apertura como
contrapartida.

El siguiente período que el autor presenta es, “La era de las turbulencias”, enmarcada entre
los años 1914 y 1945. Antes de los hechos sucedidos en esta franja temporal, persistía la
creencia de que el capitalismo estaba destinado a un crecimiento constante y que las redes
de intercambio comercial iban a ser garantes de una paz perpetua (algo así como la teoría
de Francis Fukuyama en El Fin de la Historia”. Sin embargo, las guerras y revoluciones
hicieron que esta creencia fuera estrepitosamente falseada, muchas veces, a través de la
violencia. De estos, destaca 2:

En primer lugar, la revolución bolchevique en 1917 delineó como objetivo la creación de un


sistema económico que, al menos en teoría, iba a rechazar los principios de la economía
capitalista; objetivo que se cumplió en 1928 con la colectivización completa de la propiedad
rural y la estatización de los medios de producción.

En segundo, el ​crash de 1929 y la gran depresión, causada según Chang por la “la espiral
descendente de la demanda internacional [derivada de] la adhesión de los gobiernos de las
economías capitalistas centrales a la doctrina del equilibrio presupuestario”, minó la
confianza frente a las teorías imperantes en relación al papel del Estado en la economía. La
respuesta a la recesión se vio materializada a través de el New Deal, un grupo de políticas
públicas impulsadas por el presidente Roosevelt en las que se recuperó el papel del Estado
como gran inversionista para promover la generación del empleo perdido y reactivar la
economía; y en la que se separó la banca comercial de la banca de inversión para evitar
futuros quiebres en el sistema financiero.

El siguiente período que Chang presenta es, “La Edad Dorada del capitalismo”, enmarcada
entre el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y la crisis del petróleo en 1973. Estuvo
caracterizada por un crecimiento sostenido de diferentes economías a tasas muy altas,
siendo considerado el período de los “milagros económicos”. Asimismo, en este periodo se
erradicó virtualmente el desempleo a partir de una política fiscal que promovía el gasto
estatal cuando era necesario.

Es en este periodo en el que se constituyeron 3 entidades fundamentales para mantener la


estabilidad del sistema internacional: el Fondo Monetario Internacional, instituido para
prestar dinero a países en caso de crisis; el Banco Mundial, diseñado para financiar
proyectos de desarrollo a través de préstamos con bajas tasas de interés y el Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, que liberalizó parcialmente el comercio en
algunos sectores y entre algunos países con niveles similares de desarrollo.

En este contexto, según Chang, se desarrolló lo que denomina “economía mixta”, en la que
se aplican principios tanto del capitalismo clásico como del socialismo. Por ejemplo, en este
período se crearon empresas públicas en sectores estratégicos para los gobiernos, se
nacionalizaron servicios básicos como la salud y la educación y se fomentó el crecimiento
de industrias nacionales en los países en desarrollo a través de la sustitución de
importaciones. Asimismo, se mejoraron las regulaciones al sistema financiero como ruta
para evitar crisis futuras.

El siguiente período que el autor expone es “el interregno”, enmarcado entre 1973 y 1979.
Este se caracterizó por la ralentización del crecimiento de los países y el aumento
moderado de la inflación por la crisis del petróleo. Lo anterior, sumado a la desconfianza en
el sistema cambiario instituido luego de la guerra, en el que la estabilidad monetaria estaba
vinculada a la confianza en el dólar y su intercambiabilidad fija con el oro, impulsó la
insatisfacción de la población con la economía y ayudó al posicionamiento del libre mercado
como una alternativa.

Este corto pero decisivo interludio abre espacio a el siguiente y último periodo que Chang
aborda, “El ascenso y caída del neoliberalismo”, enmarcado entre 1980 y nuestros días.
Este periodo arrancó con dos hitos políticos ​cuasifundacionales:​ las elecciones de Thatcher
y Reagan en el Reino Unido y Estados Unidos respectivamente. Sus propuestas para
dinamizar la economía estaban basadas en los mismos supuestos de la economía clásica:
que una quita de impuestos a los más ricos, quienes poseen los medios de producción,
estimularía la inversión al permitirles guardar más utilidades. Esto devendría,
supuestamente, en una mayor creación de empleo que mejoraría el ingreso del resto de la
población. Esta época también estuvo (y está) marcada por continuas privatizaciones
dirigidas a disminuir el gasto de los Estados, reconversiones de sectores industriales y
liquidaciones de empresas consideradas improductivas.

La subida de la tasa de interés en Estados Unidos y Reino Unido, medida pensada para
mermar la inflación, generó una subida generalizada en la tasa de préstamos adquiridos por
países “del tercer mundo”. Esto generó que muchos cayeran en cesasiones de pagos y se
vieran en la necesidad de adquirir préstamos del FMI para mantener la estabilidad
económica. Estos empréstitos llegaron, sin embargo, a un alto costo para las naciones y sus
ciudadanos, que tuvieron que implementar planes de ajuste fiscal como garantía de pago
para sus acreedores.

Al mismo tiempo, las economías socialistas tampoco mostraron buenos resultados. Estas
fallas generalmente se asocian a la dificultad de planificación centralizada de la economía
en un único órgano tomador de decisiones. Estos países intentaron implementar planes de
transición rápida al sistema de mercado, en los que rápidamente privatizaron las industrias
estatales. En suma, hubo un viraje mundial hacia políticas de libre comercio, que fue
entendido rápidamente como “la mejor forma de articular y organizar la actividad económica
de una sociedad”.
Sin embargo, varias crisis han acompañado este proceso, las cuales generan serias
sospechas frente a la hegemonía consolidada del proyecto neoliberal. Entre estas, Chang
destaca dos de carácter financiero: la crisis de los países asiáticos a finales 90 y la crisis del
2008. Estas tiene su origen en un exceso de confianza que se materializa en productos
crediticios que no pueden ser pagados, como las hipotecas ​subprime​, otorgadas por los
bancos estadounidenses a ciudadanos que no necesariamente tenían la capacidad de
cubrir con sus obligaciones, situación agudizada por el contexto de burbuja inmobiliaria en
el que ese país se encontraba inmerso.

Bibliografía

Chang, H.J. (2015). ​Economía para el 99% de la población​. Madrid: Editorial Debate.

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