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Todos los psicólogos

deberían meditar
La comprensión de la mente ajena comienza con el
entendimiento de la propia.

Por Gustavo Estrada


Cuando alguien atraviesa crisis emocionales, como angustias inexplicables,
insatisfacciones crónicas o problemas en sus relaciones, sus allegados le ofrecen dos
alternativas: medite o vaya donde un psicoterapeuta. Si elige lo primero, la persona se
sienta todos los días en silencio a observar de manera desprevenida su actividad mental,
mirando hacia su mundo interior; su mente actúa simultáneamente como sujeto –el
observador– y objeto –lo observado–.

Si prefiere lo segundo, acude entonces al psicólogo, para describirle tanto los revoloteos
desagradables en su cabeza como las conductas anormales en sus acciones. Buscando
tendencias y conclusiones, el terapeuta ‘observa’, escucha y registra imparcialmente la
narrativa de su interlocutor. La interacción psicólogo-paciente es una especie de
meditación entre dos mentes: la del terapista, el observador, como sujeto; la del
paciente, el observado, como objeto.

¿Fortalecería la práctica de meditación de un psicólogo su capacidad de


compenetración en las mentes de terceros? Sin duda alguna, y, por tal razón, todos los
psicólogos deberían meditar; ya muchos lo están haciendo.

Dos cosas son de aceptación general en el siglo XXI. Una, la ansiedad y el estrés están
en la raíz de casi todos los desajustes de comportamiento y son hoy los principales
remitentes de pacientes a los profesionales de la mente. Dos, la meditación de atención
total es el tratamiento óptimo para la ansiedad y el estrés.
Nada hay que agregar a lo primero. En cuanto a lo segundo, ¿por qué funciona la
meditación? En términos generales, la evolución por selección natural nos programó
para dos cosas de la vida diaria. La primera es el ciclo necesidad de alimentos-apetitos,
placer; la segunda, el ciclo reconocimiento de amenazas-miedos-control de la situación.

Cuando los apetitos son satisfechos o las amenazas son controladas, los ‘sabios’
mecanismos inhibitorios del sistema nervioso apagan las señales generadoras de los
deseos de comer, en el primer caso, y los sustos de turno, en el segundo. Las cosas
retornan entonces a lo que es normal: no hay hambre ni hay amenazas.

Sin embargo, paradójicamente, seguimos comiendo, no obstante estar llenos, o


continuamos asustados cuando ya no hay peligros. Cuando repetimos estos escenarios a
todo momento –necesidades inexistentes, amenazas imaginarias–, los mecanismos
inhibitorios se descontrolan y dejan de funcionar. En este punto, los apetitos, antes
normales, se vuelven gula permanente y los miedos naturales se convierten en pánicos
imaginarios continuados. En el caso extremo, ya nada nos saciará y todo nos
aterrorizará.

¿A quién acudimos entonces? Al psicólogo, que ‘ajustará’ nuestra cabeza. O a la


meditación de atención total, cuya práctica continuada retornará los mecanismos
inhibitorios a su rol habitual de control. El asunto se agrava muchísimo cuando los
apetitos se extienden a las riquezas, los cargos, los éxitos… Y los miedos se amplían a
la pobreza, el desempleo, los fracasos.

La meditación de atención total, practicada por los profesionales de la salud mental,


sería para ellos como un laboratorio gratuito en el cual ejercerían en silencio su
profesión, con su propia cabeza como ‘paciente’. De esta forma, ellos experimentarían
por sí mismos los beneficios y las dificultades de la meditación.

¿Por qué? Porque la comprensión de la mente ajena comienza con el entendimiento de


la propia. Cuando los pacientes describen sus problemas al profesional de turno, ¿logra
este compenetrarse en la problemática que está enfrentando aquel? ¿Interpreta bien
el terapeuta la situación del paciente? No siempre, y el proceso de apoyo toma muchas
sesiones. ¿La causa? La complejidad abrumadora de la mente humana.

Muchos psicólogos quizás estén en desacuerdo con la sugerencia de esta nota, no por
ejercer ellos tal profesión, sino por ser humanos. La gente, en general, considera que la
meditación es aburridora, inútil o difícil de practicar; aun así, todos aquellos que
estudian y diagnostican los problemas de las mentes ajenas deberían mirar la suya en el
espejo de la meditación.

Con el apoyo de sus conocimientos académicos, su experiencia profesional y la visión


de la mente humana que resulta de la auto-observación, los psicólogos comprenderán
mejor las narrativas de los problemas que les transmiten sus pacientes. Y, de paso,
reducirán la ansiedad y el estrés que podría aparecerles de tanto escuchar problemas
ajenos.

http://m.eltiempo.com/opinion/columnistas/gustavo-estrada/todos-los-psicologos-
deberian-meditar-gustavo-estrada-254782

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