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Helenismo en Medieval

Sociedad ateniense.

El reino visigodo, a partir de la batalla de Vouillé (507), abandonó su presencia en Galia y se centró en las
antiguas provincias romanas de Hispania. Fracasado el intento de construir una sociedad dual, en la que la
minoría visigoda se mantuviera rígidamente separada de la mayoría hispanorromana, a partir del III
Concilio de Toledo (589) se fomentó la construcción de una sociedad y cultura comunes, con un gran
peso de las instituciones eclesiásticas, bien adaptadas a las estructuras pre-feudales que se venían
imponiendo paulatinamente desde la época tardorromana. Las debilidades internas no desaparecieron,
permitiendo el rápido éxito de la invasión árabe de 711, que inauguró una prolongada presencia
musulmana en España, redenominada como al-Ándalus. En el periodo del Califato de Córdoba (929-
1031) alcanzó su cumbre, convirtiéndose en una potencia económica y militar e iniciando una verdadera
"edad de oro" cultural que se prolongó mucho más allá de su desaparición como entidad política.
El surgimiento, consolidación y crecimiento de los reinos hispanocristianos convirtieron ese periodo de
ocho siglos, desde su punto de vista, en una "Reconquista" y "Repoblación" de todo el espacio peninsular,
al que ya se denominaba "España" en las nacientes lenguas romances.4 Se construyó una sociedad
segregada en comunidades definidas de forma étnico-religiosa (cristianos, moros y judíos, en expresión
de Américo Castro);5 y fuertemente militarizada (como el paisaje, que se llenó de castillos); para la que el
uso del término "feudalismo" es objeto de debate historiográfico.6 En lo que sí hay un consenso
generalizado es en destacar el hecho de que, para la configuración de su personalidad histórica, fue
decisiva la condición fronteriza cambiante que todas las zonas vivieron en una u otra ocasión.7 No
obstante, las relaciones no fueron siempre violentas: oscilaron entre el enfrentamiento y la tolerancia,
permitiendo activos intercambios demográficos, económicos y culturales. Muy frecuentemente, huestes
cristianas fueron empleadas por musulmanes, y viceversa. Sólo en algunas ocasiones decisivas se
produjeron enfrentamientos entre extensas coaliciones que respondían nítidamente a la división religiosa.

Hasta el siglo XI el predominio fue claramente musulmán. En la Plena Edad Media (el periodo de las
cruzadas), entre la conquista de Toledo (1085) y la batalla de las Navas de Tolosa (1212) la situación pasó
por distintos puntos de equilibrio, pues los espectaculares avances cristianos conseguidos ante la división
andalusí en taifas fueron frenados e incluso revertidos en los momentos en que los imperios
norteafricanos almorávide y almohade impusieron su unificación bajo un rigorismo religioso. Las décadas
centrales del siglo XIII presenciaron decisivas conquistas cristianas, que dejaron el territorio musulmán
reducido al emirato nazarí de Granada, mientras que la estructura territorial peninsular conformaba la
denominada "España de los cinco reinos" (el de Granada, el de Portugal, el de Navarra y las Coronas de
Castilla y de Aragón).8 En los siguientes dos siglos el proceso reconquistador prácticamente se detuvo, en
un contexto de crisis general que incluyó transformaciones estructurales de envergadura (el inicio de la
transición del feudalismo al capitalismo), graves conflictos sociales y continuas guerras civiles; mientras
surgían las instituciones españolas del Antiguo Régimen, de gran proyección posterior.

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