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COLABORACIONES

Luis-Salvador López Herrero

Anorexia: comer nada.


Una perspectiva psicoanalítica

La anorexia, palabra que procede del «Phisis Nerviosa», un cuadro clínico carac-
griego y que significa falta de apetito, man- terizado por la consunción corporal de tipo
tuvo un significado en el mundo antiguo nervioso (1).
que, en realidad, no se corresponde con el
sentido actual de este término (rechazo al
alimento). Síntoma y discurso socio-cultural
Podemos decir que la anorexia, también (el Otro del discurso)
denominada «Síndrome de las tres A»
(amenorrea, adelgazamiento y anorexia Sin embargo, resulta curioso cómo la acti-
como actitud de rechazo al alimento, a la tud anoréxica, esto es, el rechazo al alimen-
que más tarde se añadirían otros elementos to, ha tenido distintas connotaciones y ha
clínicos, tales como la distorsión de la ima- despertado diversos comportamientos, de-
gen corporal y el miedo a engordar), es, pendiendo del momento histórico y, por tan-
como entidad nosológica, un tipo de tras- to, del discurso socio-cultural de la época.
torno alimentario que adquiere su carácter Así, durante la Edad Media era frecuen-
clínico a partir de finales del siglo XIX con te encontrar mujeres ayunadoras que reali-
las descripciones de Gull en Inglaterra y de zaban ayunos y prácticas muy similares a
Lasègue en Francia, quienes hablaban de nuestras anoréxicas actuales, y que, a dife-
anorexia nerviosa y de anorexia histérica rencia de otras manifestaciones y compor-
respectivamente (no en vano la histeria, tamientos de corte histérico (posesiones,
bajo la mirada de Charcot en París, eclipsa- confabulaciones demoníacas, alucinacio-
ba a la ciencia médica con su camaleónica nes místicas...), no pasaron por la hoguera
sintomatología). Más tarde Lasègue pasaría y fueron igualmente santificadas bajo el be-
a denominar a esta entidad clínica anorexia neplácito del ideal de la época. Es conocido
mental, término con el que se conoce en la el gesto anoréxico de la santa Wilgerfortis,
actualidad a este cuadro en los países de quien, en el siglo X, se negó a comer hasta
habla francesa y castellana. morir para evitar su matrimonio con un
No obstante, y aunque la entrada de la hombre por el que sentía un profundo des-
anorexia en la nosología médica había de precio. A raíz de su muerte se erigieron in-
esperar hasta fechas recientes, su descrip- cluso santuarios para conservar su memoria
ción clínica como tal había sido realizada con diversos cultos en su honor, en los que
ya por distintos autores a lo largo de la his- la ofrenda del alimento venía a traer el re-
toria. White (1767), por ejemplo, en Ingla- cuerdo de esa mujer que con su lucha y va-
terra, y Nadeau (1789) en Francia, confir- lentía trató de defender su deseo frente a la
man casos de anorexia parecidos a los imposición de un matrimonio no querido.
actuales; y Richard Morton (1694), médico A su vez, en el mundo moderno se
de la corte, señaló, bajo la denominación de habían descrito cuadros de inanición por

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 1999, vol. XIX, n.º 72, pp. 599-608.
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ascetismo en grupos de religiosas a las que científico, trata de alejar toda idea de psi-
la Iglesia dudaba si santificar o condenar. cologismo del malestar humano (3).
¿Cómo juzgar a esas mujeres que trataban Alucinaciones religiosas en la época me-
de mantener la pureza del espíritu y el dieval, personalidades múltiples y cegueras
horror a lo corporal tratando de conseguir conversivas en los albores de la ciencia
una imagen sin formas, esto es, un cuerpo moderna, así como somatizaciones múlti-
asexual? La Iglesia se inclinó en muchas ples en este final de siglo técnico-científi-
ocasiones por la santificación, en tanto que co, dan cuenta de síntomas construidos
estas mujeres, ejemplo de vida, basaban su para el Otro del discurso de la época.
existencia en ese ideal de la época goberna- De esta manera, podemos decir que cada
do por la extremada pureza y el ascetismo. época, gobernada por su discurso, hace que
Hay que tener ya en cuenta, a partir de el síntoma construido con palabras se
este momento, cómo la actitud de rechazo muestre permeable a la palabra de poder
frente a la imposición del otro representa del momento y lo garantice, ejerciendo este
una forma de preservar el deseo propio discurso, a su vez, una configuración espe-
(como trataré de desarrollar más adelante). cífica en las propias manifestaciones clíni-
Y, por otro lado, hay que fijarse en cómo el cas. Y es que la anorexia, como síntoma, no
síntoma, (en este caso, el rechazo al ali- es ajena a esta permeabilidad del discurso
mento), puede recibir connotaciones muy social; y, a pesar de que quien la padece
diversas en función del discurso de la pueda alcanzar la muerte en ocasiones por
época, desde la santificación y la admira- este acto, su rechazo al alimento adquiere
ción a la condena y el intento de represión. muy distintas connotaciones, dependiendo
De esta forma, podemos ya empezar a del momento histórico: desde el ensalza-
apuntar que el síntoma psíquico como tal miento heroico y la santificación por des-
siempre se construye pensando en el Otro deñar un estilo de vida que llama a la
del discurso del momento y con los instru- voluptuosidad hasta la imposición del ali-
mentos de conocimiento de cada época (2). mento, contra su voluntad, a ese cuerpo que
Así, la histérica en la Edad Media se veía se deja morir y que quiere ser fiel a un ideal
como una poseída que gozaba con alucina- de delgadez, en donde el cuerpo transpa-
ciones místicas, en un momento en el que rente y sin formas reclama una existencia
predominaba el discurso religioso como de pureza.
Amo del saber. A su vez, la histérica de Son éstas, pues, las distintas maneras de
finales del siglo XIX entregaba su cuerpo articular y comprender un problema, una
doliente, con quejas corporales, a la mirada queja, un malestar (en este caso, el rechazo
del saber médico, que, mediante la hipnosis al alimento), en función de las ideas cultu-
y la sugestión, construía y completaba toda rales de cada época.
una teoría científica. Y la histérica de fina-
les de este siglo nos muestra, con su casca-
da somatizadora y rebelde a los ojos de Anorexia: ¿enfermedad, síndrome o
nuestro saber, un cuerpo sin lesiones que síntoma?
busca en la enfermedad orgánica y en el
amparo de la técnica la confirmación de Los descubrimientos realizados por
este saber actual que, dominado por lo Simmons (1914) a propósito de la caquexia
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hipofisaria –relanzados posteriormente por nica, ni mucho menos la ve éste como un


Sheehan (1937), tras la descripción de la trastorno exclusivo de la mujer, por más
necrosis hipofisaria post-partum– cimenta- que sea en ella en donde con más frecuen-
ron la esperanza de poder encontrar una cia se encuentren sus manifestaciones. Es
causa fisiológica a la anorexia mental. El esta manera de entender la anorexia como
estatuto conceptual de la anorexia como síntoma y fenómeno transclínico no exclu-
una enfermedad de causa biológica planeó sivo de la mujer lo que nos evita tener que
durante mucho tiempo sobre el saber de la hacer del patrón hormonal femenino y su
época, a pesar de las dificultades de inte- efecto, la amenorrea, el elemento constitu-
grar claramente la anorexia mental dentro tivo esencial que hablara de una supuesta
del estatuto de las enfermedades orgánicas. causa orgánica que no se deja aprehender,
Sin embargo, podemos plantear ya que, permitiéndonos así acudir a otro tipo de
aunque el ayuno prolongado y las manio- registros que nos ayuden a comprender lo
bras intempestivas para rechazar el alimen- que realmente se pone en juego en ese
to provocan complicaciones y muestran rechazo al alimento que conduce a la deri-
vicisitudes diversas en ese cuerpo, nada va física1.
hay por el momento que explique satisfac- Por tanto, y aun cuando la anorexia
toriamente, desde una perspectiva biológi- como síntoma pueda alcanzar en el campo
ca, «ese momento inicial en donde un suje- de la neurosis un especial protagonismo y
to dice ‘no’ al alimento» (4). estilo (por su manera de relacionarse con el
A su vez, la nosología psiquiátrica ha
tratado de individualizar este tipo de cues- 1 Pero, si la anorexia no es en sí una estructura clí-
tiones bajo el epígrafe de los trastornos ali- nica, ¿qué se entiende por estructura clínica en psico-
mentarios, dando una cierta entidad autó- análisis? Básicamente, podemos definir la estructura
noma a la anorexia nerviosa con respecto a como la manera en que un sujeto se posiciona frente a
la castración. ¿Y cómo entender la castración en psi-
otros trastornos psiquiátricos englobados
coanálisis? Existe una estructura, la estructura del len-
dentro de ese catálogo estadístico de sínto- guaje, de lo simbólico, que se encuentra afectada por
mas y signos con los que en la actualidad la una falta estructural, una falta significante cuyo efec-
psiquiatría anglosajona caracteriza la anti- to puede ser mencionado de diversas maneras dentro
gua psicopatología. del argot psicoanalítico (por ejemplo, no hay relación
sexual posible, no existe la completud, la mujer no
A diferencia de todas estas disciplinas
existe, etc.) y que nos conduce justamente al agujero
del conocimiento, el psicoanálisis concibe de lo imposible (lo imposible porque no todo se puede
la anorexia como un síntoma, que entiende, decir). De esta manera, a este agujero de lo imposible
desde sus orígenes, como el resultado de un es a lo que en psicoanálisis se le conoce como castra-
conflicto psíquico (5). De esta manera, la ción simbólica. Entonces, justamente, se puede decir
que la manera como cada sujeto se posiciona frente a
anorexia no se constituiría de forma con- esta castración simbólica es lo que dará lugar a las
ceptual en una nosología propia, sino que diferentes estructuras clínicas (neurosis, perversión y
vendría a ser una forma sintomática de pre- psicosis). Cuando el sujeto se defiende frente a este
sentación de cualquier estructura clínica, horror de la castración con el mecanismo de defensa
bien sea la neurosis, bien la perversión, de la represión, se produce la neurosis. Cuando el
sujeto se defiende con el mecanismo de la forclusión,
bien la psicosis. estamos frente a la psicosis. Y, cuando el sujeto utili-
La anorexia per se, por tanto, no consti- za la renegación como mecanismo de defensa, nos
tuye para el psicoanálisis una estructura clí- enfrentamos con la perversión.
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Otro de la demanda), el rechazo al alimen- do ser interpretados como el fiel reflejo


to como tal es algo que puede quedar etiológico de la anorexia. Por otra parte,
englobado dentro de cualquiera de las también ha habido autores americanos que
estructuras clínicas; desde la melancolía han subrayado los factores culturales como
–con su negativa a comer– pasando por la el elemento determinante y decisivo en la
paranoia –con su temor a ser envenenado– configuración de la anorexia, queriendo ver
hasta los estados catatónicos –que, como en esta actitud anoréxica el acto de rebeldía
efecto de ese derrumbe subjetivo, anuncian por antonomasia de la mujer actual frente a
la muerte del sujeto–, en todos ellos la rela- lo que se suele llamar la super-woman, es
ción del sujeto con el alimento adquiere decir, frente a ese ideal de supermujer que
una especial relevancia. en la actualidad trata de capitalizar el dis-
curso de la mujer moderna y cuyo fracaso
haría que la mujer actual respondiera con
La moda de la anorexia y sus causas. ese acto anoréxico como gesto de rebeldía
La sociedad de consumo (6). Sin embargo, muchos de estos rasgos
familiares o socioculturales forman parte
Que la anorexia está de moda es bien de la novela familiar de cualquier neuróti-
evidente. Basta con hojear cualquier perió- co. De ahí que resulte dificultoso querer
dico, leer cualquier manual de psicología, explicar la causa de la anorexia desde un
escuchar la radio, mirar la televisión o, marco enteramente cultural o sistémico.
incluso, prestar atención al discurso de la No obstante, sí es cierto que la anorexia
calle, para captar la preocupación que exis- ha aumentado vertiginosamente en las últi-
te, en este momento, por este síntoma que mas décadas y que, tal vez, podemos subra-
distorsiona y horroriza a nuestra sociedad yar factores culturales que, de forma
de la abundancia. Pero, aunque es un tema importante, favorecen esta macroepidemia
de moda, si no pasamos a interrogarlo y social. Pienso que, si hay un elemento cul-
analizarlo, esta actualidad sólo sirve para tural interesante para comprender esta
propagarlo de una manera tan estrepitosa manera de responder la anoréxica mediante
como falaz. el rechazo del alimento en un lugar en
Mucho se ha hablado de los factores que donde aparentemente éste no falta, éste no
condicionan en el momento actual la alta es otro que la sociedad de consumo en la
incidencia de los trastornos alimentarios. que nos encontramos inmersos.
Pasemos revista a algunos de ellos. De todos es conocido que vivimos en
Hay autores que han querido ver en los una época en donde nada puede faltar. Y, si
malos hábitos alimentarios o en las interac- curiosamente algo falta, es absolutamente
ciones familiares cognitivas anómalas los necesario tratar de ocultar y taparlo rápida-
factores etiológicos de la anorexia. En este mente. Desde el pago a plazos, para obte-
sentido, tanto el excesivo control paterno ner el objeto ansiado de forma inmediata,
de la vida del paciente como la falta de hasta ese eslogan de «si no le gusta le
reconocimiento de ese sujeto como indivi- devolvemos el dinero» o ese otro de «tene-
duo por derecho propio, como la insisten- mos un producto para cada necesidad»,
cia exagerada por parte de los padres en el vivimos en una época en la que se vivencia
aspecto físico son elementos que han queri- una saturación perpetua y constante del
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deseo en favor de una plenitud siempre perpetuo a través del grito de esa hiancia de
posible. «No se prive. Téngalo todo y no insatisfacción que siempre asoma.
espere a mañana. La plenitud es posible», Hay, a su vez, en nuestro estilo de vida
se respira continuamente en este ambiente –marcado por la impulsividad– como un
social de fin de siglo como promesa de sal- horror al vacío tan constante que hace que,
vación. Una actitud ésta que trata de evitar, por ejemplo, la palabra imposible se borre
ante todo, el tener que enfrentarnos a una de nuestro léxico en favor del eslogan
pérdida inexorable. Pérdida que, digámoslo «todo será posible si usted adquiere este
desde este momento, representa la inter- objeto», un eslogan que facilita que conti-
vención del lenguaje sobre ese cuerpo nuamente nos veamos asaltados por objetos
viviente que acude al mundo. de consumo que no aportan más idealiza-
De esta forma, esa palabra que incide en ción y valor a nuestra vida que el consumo
el cuerpo viviente del bebé hace que este por el simple acto de consumir. Es como si,
cuerpo, como tal, quede perdido para siem- en este caso, el objeto de consumo, al igual
pre en favor de un cuerpo simbólico, esto que un fetiche, sirviera de tapadera a cual-
es, en favor de un cuerpo de sentido. Es quier otro ideal que no fuera el consumo
esta pérdida que acontece por el acceso del compulsivo.
bebé al mundo de una cultura bañada de Sin embargo, en esta sociedad del con-
palabras la que se arrastrará definitivamen- sumo –que, por cierto, es un invento muy
te y de por vida, marcando nuestra existen- reciente en la historia del hombre–, a la vez
cia como seres de lenguaje. que consumimos más y más para tratar de
Por eso, en este mundo actual plagado tener lo que se nos torna como imposible
de objetos que tergiversan la necesidad (más salud, más juventud, más belleza, más
mediante el consumo, es como si no hubie- felicidad), lo que se nos devuelve de forma
ra lugar para que el deseo como tal se insistente es una insatisfacción constante,
pudiera constituir, teniendo que pagar ante que obliga, a partir de los mensajes que
tanta saturación de objetos «con esa inmen- recibimos retroactivamente desde nuestro
sa insatisfacción reinante de que hace gala propio ámbito cultural, a consumir nuevos
el hombre moderno» (7), un hombre pro- objetos, que, en lugar de traernos la paz
fundamente ignorante de su deseo y aliena- deseada, perpetúan nuestra insatisfacción,
do tanto al Otro del consumo como a la téc- bien llamada neurótica.
nica instrumental (8). Así, el deseo, defini- Reproduzco a continuación una cita de
do como aquello que viene a faltar, se obtu- un músico de la new age, en donde descri-
ra sistemáticamente con objetos señuelos, be, a mi modo de ver de forma muy acerta-
que, rápidamente, pasan a ser desvirtualiza- da, este malestar que se percibe en nuestro
dos y desechados por hipotéticos objetos mundo tecnológico de fin de siglo: «El otro
futuros que, definitivamente, vendrían a día me encontré con un amigo que ha pasa-
aplacar esa sed de completud. Hay como do dos años en el desierto del Kalahari y
todo un juego permanente en nuestro comentamos lo fácil que es adaptarse a un
mundo actual en torno a cómo conseguir y nuevo entorno, absorber su espiritualidad y
tratar de tapar insistentemente ese vacío maravillarse ante gentes que son felices a
interno, un vacío que, pese a la maniobra de pesar de trabajar duro, tener pocas cosas y
obturación consumista, se nos revela como mantener una esperanza de vida corta. Dan
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ganas de asimilar esos modos de vida al sentido, podemos decir que todo síntoma
nuestro, pero lo cierto es que, cuando re- articulado en el discurso de la época, tal y
gresas, recuperas de inmediato los mismos como ya fue abordado anteriormente, cons-
hábitos neuróticos de siempre» (9). Es ta de una vertiente significante (una dimen-
como si las normas que rigen en esta socie- sión en relación con la palabra y el deseo)
dad de consumo tiranizasen nuestro ser de y de una vertiente pulsional (una dimensión
vacío, efecto del lenguaje, en favor de ese en relación con la parte muda del goce). De
ser pleno de objetos que pretende, bajo la esta manera, el síntoma –en general– y la
mascarada de los diversos complementos, anorexia –en particular– hay que entender-
venir a calmar lo que por estructura es los como la posición de un sujeto en rela-
incolmable. ción con el deseo y con el goce. Pasemos a
Y, en este sentido, podemos pensar que continuación a analizar algunos de estos
tal vez nuestra anoréxica actual, con su aspectos.
rechazo, al igual que ocurrió con otros tipos Así, podríamos señalar, para tratar de
de respuesta contracultural a la invasión explicar los diferentes modos clínicos, la
consumista, se muestra reacia, aun a riesgo importancia del discurso social en la irrup-
de perder la vida, a querer calmar y tapar ción del síntoma. Parecería que esta moda
–en su caso, con el alimento– aquello que, de la imagen y este culto al cuerpo favore-
en realidad, debería faltar, para poder así cen, por la vía de la identificación, la ten-
preservar el deseo, un deseo, como tal, sión con la propia imagen. Al fin y al cabo,
siempre imposible de satisfacer. la norma que se dicta en la actualidad es
Trataremos de abordarlo más adelante. que no valemos más que la imagen que el
otro nos devuelve amablemente. De ahí la
insistencia, impuesta desde nuestro ámbito
Tipos de anorexia. La anorexia de cultural, en tratar de mantenernos acordes
la imagen y la anorexia como novia con unas señas de identidad que, dirigidas
de la muerte desde lo social, tiranizan nuestras expecta-
tivas. De esta manera, ese ideal de belleza,
Es por completo conocido que no todos impuesto desde la cultura y con el que se
los pacientes que se niegan aparentemente construye la imagen y la identidad, dificul-
a comer y rechazan de múltiples modos el ta, por el camino de las identificaciones
alimento tienen igual pronóstico. Afortuna- edípicas, la constitución de la identidad
damente, la experiencia clínica nos de- sexual y el ser de deseo del sujeto (10). (Sin
muestra que, en ocasiones, el rechazo ini- embargo, en este caso, la conducta anoréxi-
cial a alimentarse deja paso a una cierta ca que está en relación con la alienación al
actitud de tolerancia del alimento que hace significante se encuentra al servicio de la
que la vida se torne posible. ¿Cómo poder relación con el Otro, es decir, busca, con
entender estas diferencias clínicas desde la esa imagen de completud, la palabra y la
perspectiva psicoanalítica? parte amable del Otro que le permita cons-
Hay cuestiones que, desde este momen- tituirse como un ser con identidad propia).
to, debemos ya empezar a matizar. La prin- No obstante, esta identificación con el
cipal hace mención de la peculiaridad de rasgo ideal –aun siendo en ocasiones muy
cualquier síntoma en general. Y, en este terrorífica, por cuanto la imagen cobra aquí
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el estatuto de un significante Amo que pone del goce de la pulsión. Fue Freud quien
de manifiesto la relación mortífera que el supo percibir tempranamente cómo el niño
sujeto mantiene con el ideal– (11) no expli- que ha satisfecho su necesidad alimentaria
caría adecuadamente cómo la anoréxica sigue chupando. Y a ese plus de satisfac-
puede llevar ese ideal de belleza al paroxis- ción que el niño obtiene con la succión de
mo (12), alejando, así, la imagen sexual y, esa nada, a pesar de haber satisfecho su
por tanto, deseable del cuerpo hacia esa necesidad, es a lo que Freud se refería con
otra forma en donde predomina la transpa- el término de pulsión (13). Pero la pulsión
rencia asexual y tenebrosa de un cuerpo de puede interferir hasta tal punto la necesidad
vacío que goza en solitario. Todo un viraje fisiológica que puede llegar a pervertirla.
que no nos permite explicar satisfactoria- De ahí que, en ocasiones, esa parte del
mente, desde el estatuto de la imagen ideal, cuerpo ligada a la necesidad pueda quedar
por qué esos sujetos, supuestamente guia- pervertida en favor de una manera de gozar
dos por un ideal de belleza, devienen, de que atenta contra la vida (14). La pulsión,
forma esperpéntica, en un ser de anorexia, entendámonos, siempre atenta contra la
esto es, un ser que hace del cuerpo todo un vida. Fíjense en cómo, a partir de este plus
semblante de vacío. De esta manera, pode- de satisfacción que el sujeto obtiene de
mos decir que tanto la explicación socioló- esos orificios enmarcados en el circuito de
gica a través del ideal de belleza como la la necesidad (la boca, el ano...), se puede
vertiente significante del síntoma dentro explicar ese querer satisfacerse más allá de
del contexto psicoanalítico, aunque aportan la necesidad fisiológica. Fumar, beber o
datos sobre la tiranía de la uniformidad y vomitar adquieren, así, una nueva dimen-
homogeneidad en la manera de ser del sión tras el concepto de pulsión, un término
hombre moderno –dimensión sociológica– capaz de explicar por qué las conductas
(a la vez que explican ciertos rasgos de más adictivas siempre se sostienen a través
identidad y elección sexual –dimensión de esa articulación tan especial que rige
significante del síntoma–), no agotan en entre el placer y el goce, esto es, entre la
absoluto la cuestión sobre la causa de la vida y la muerte.
anorexia. Entonces, ¿qué es lo que hace Años más tarde, fue Lacan quien supo
que un sujeto se suba al carro de ese adel- dar al estatuto nada el carácter de un obje-
gazamiento progresivo y silencioso? to oral vaciado capaz de producir ese plus
Hablar del deseo es hablar de vida. Y es de satisfacción, un plus del que ya Freud
cierto que el rechazo de la anorexia trata de había dado cuenta al hablar del pecho o las
preservar ese deseo que surge como lo que heces. Y es esta dimensión del objeto nada
desde la demanda no se deja saturar. Pero la la que adquiere ahora tal valor de impor-
anorexia da cuenta también de algo que tancia en el contexto de la anorexia que
atenta contra la vida. Y ese algo que atenta hace que podamos ya adelantar que la ano-
contra la vida y contrarresta al deseo es lo rexia, en realidad, «quiere nada y come
que en psicoanálisis se conoce como goce nada» (15).
pulsional. De ahí que el psicoanálisis, a Pero, ¿por qué se da esta individualiza-
diferencia de otras disciplinas, esté capaci- ción de la pulsión y del objeto oral en el
tado para dar cuenta de ese querer ir de caso de la anorexia? ¿A qué causa apunta
forma inconsciente contra la vida a través entonces? Para comprender la causa de esta
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relación tan peculiar que el sujeto mantiene función), el carácter de demanda, es decir,
con el alimento en forma de rechazo, es ese grito precisa de un Otro simbólico que
menester examinar ya no tanto la relación lo codifique para que pueda adquirir un
actual que el sujeto mantiene con el ali- sentido. De esta manera, ese Otro, que otor-
mento, sino más bien la relación primige- ga un sentido a ese grito de pura necesidad,
nia vivida con la madre. le dota de una dimensión de petición, de
demanda (el bebé tiene frío, el bebé quiere
comer, el bebé tiene sed...). Es el Otro, por
El malentendido madre-bebé en forma de tanto, quien aporta su sentido y quien otor-
estrago como causa de anorexia ga un carácter de pedido a ese grito con el
que el bebé inaugura su entrada en el mun-
Voy a citar una frase de La dirección de do. De ahí que la pura necesidad del bebé
la cura y los principios de su poder de se convierta, por la mediación del Otro ma-
Lacan, a partir de la cual vamos a poder terno, en demanda de algo. Entendámonos.
introducirnos en esa relación especial En primer lugar, demanda de un primer ob-
madre-bebé. Nos dice este autor: «Pero el jeto satisfactor de la necesidad que venga a
niño no se duerme siempre así en el seno tratar de calmar esa necesidad.
del ser, sobre todo si el Otro, que a su vez Ahora bien; no toda la demanda queda
tiene sus ideas sobre sus necesidades, se agotada en ese objeto que calma la necesi-
entromete, y, en lugar de lo que no tiene, le dad (demanda transitiva), sino que hay, a su
atiborra con la papilla asfixiante de lo que vez, otra demanda (demanda intransitiva)
tiene, es decir, confunde sus cuidados con que circula entre ésta y que reclama amor,
el don de su amor»; «Es el niño al que ali- esto es, nada. Ésa es la cuestión. Si nos
mentan con más amor el que rechaza el ali- fijamos en un bebé, se podrá percibir clara-
mento y juega con su rechazo como con un mente cómo la demanda de la necesidad no
deseo» (16). calma definitivamente toda la demanda del
Debe notarse, por tanto, cómo el lengua- bebé. Este bebé, aun estando saciado de ali-
je rasga el cuerpo viviente y le produce una mento, sigue chupando, es decir, por más
pérdida definitiva, una falta, que es la pér- que alimentemos al citado bebé, siempre
dida de su condición de ser viviente. Pero, habrá un resto de insatisfacción que hará
a la vez que el lenguaje provoca esa pérdi- que ese bebé se muestre insatisfecho y
da, introduce una ganancia. ¿Cuál? Propor- demande otra cosa. Y, en este punto de
cionar un cuerpo de sentido. Se pierde, así, insatisfacción, ¿qué demanda ese bebé?
el estatuto de ser viviente y se adquiere la Demanda amor, para tratar de restituir su
condición de ser de sentido. Podemos decir, pérdida en ser. Pero, si como dice Lacan,
por tanto, que el cuerpo viviente, por «amar es dar lo que no se tiene», el bebé, en
mediación del lenguaje, adquiere la dimen- este punto de insatisfacción, demanda
sión de un cuerpo simbólico. Tratemos de nada, demanda un vacío. Demanda, en rea-
esquematizar un poco más todo este paso. lidad, ese don que es el amor como una
Imaginémonos el grito de un bebé. Este nada, como un vacío. El amor viene a ser,
grito, pura necesidad, adquiere, por su si- así, la nada del objeto como perdido.
tuación de dependencia simbólica con res- De esta manera, podemos ya entender
pecto al Otro Primordial (la madre en su cómo el acceso, por parte del bebé, a lo
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simbólico provoca una pérdida, un vacío, al con el objeto nada. Y éste es, sin duda, el
que vendrán a parar los diversos objetos matiz más problemático de la anorexia: su
señuelos que tratarán inútilmente de paliar relación en este punto con el objeto nada.
esa falta. El resultado de esa falta de orden Llegado a este punto, la anoréxica iden-
estructural y no contingente es lo que man- tificada a la nada, la anoréxica comiendo
tiene vivo ese resorte, emblema de la falta nada, hace de su cuerpo ese emblema
que es el deseo. La falta se convierte, así, transparente, invisible y vaciado con el
en la garantía de un deseo, que, a su vez, que, podemos decir, conduce la pulsión de
vela, por siempre, esa falta entendida como muerte freudiana hasta su límite. Trata, por
irresoluble. Pero nuevamente debemos tanto, «de gozar narcisísticamente del
apuntar que ese deseo, en realidad, es deseo horror de la castración en la propia imagen
de nada, en tanto que el deseo aparece cadavérica» (18). Éste es el punto de difi-
como lo imposible de colmar, porque no cultad y de riesgo en la anorexia: que ese
hay simbolización posible. rechazo, que se convierte en el paladín del
¿Qué sucede en la anorexia? En el caso mantenimiento del deseo, puede, por su
de la anorexia nos encontramos con una conexión con la pulsión, llevar a tratar de
madre completa que confunde la necesidad sostener su ser de vacío hasta sus últimas
con el amor y trata, así, de obturar perma- consecuencias. Y, en ese punto, la anorexia
nentemente el vacío estructural con el obje- acaba conviertiéndose en una nada de
to alimento. Atiborra toda la demanda del forma literal.
bebé con la papilla y no deja lugar alguno a
la demanda de amor, esto es, a la demanda
de nada. En este punto, el rechazo al ali- Una palabra en torno al tratamiento
mento, por parte de nuestro sujeto, es el in-
tento por permitir un cierto margen a esa ¿Qué se puede decir en cuanto a la inter-
demanda de vacío, a esa demanda de nada. vención terapéutica?
De ahí que digamos que la anorexia, en su Es cierto que este síntoma que tanto nos
rechazo, quiere nada, para así preservar el preocupa se suele mostrar reacio a ser
deseo, un deseo garante de la falta estructu- modificado y que, en ocasiones, ante el
ral. Por eso, la anoréxica no es que no co- riesgo vital de nuestros pacientes, es preci-
ma; es que, en realidad, «come nada» (17). so nutrir a ese cuerpo que se deja morir, en
Ahora bien; en este intento de preservar tanto que la vida es siempre una consigna
el deseo y de garantizarse como un sujeto para todos nosotros. Y lo es también para el
en falta allá donde no encuentra la falta del psicoanálisis.
Otro (la madre omnipotente aparece siem- Con todo, no basta con la idea de querer
pre como completa y sin agujeros), la ano- solamente alimentar ese cuerpo. Si lo que,
réxica puede identificarse y gozar con ese en realidad, queremos es poder preservar la
objeto pulsional nada. Un objeto que no es, existencia de un ser humano vivo, esto es,
ni más ni menos, sino el objeto oral vacia- de garantizar la presencia de un ser de
do productor de una satisfacción pulsional. deseo, es preciso dar un paso más. Y para
Es decir, que, para salir de la frustración de esto se nos hace imprescindible utilizar esa
la demanda de amor, la anoréxica acaba herramienta que nos hace y nos distingue
logrando un plus de satisfacción pulsional como humanos: la palabra. ¿Por qué? Si la
(44) 608 L. S. López Herrero
COLABORACIONES

anorexia resulta de una lucha por el deseo la histeria, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973.
que gana la pulsión, su tratamiento siempre (6) MONTERO MOSCATELLI, A., «Anore-
precisará de un sujeto vivo, pero un sujeto xia», Cuadernos de Psicoanálisis, 1997, 16, pp.
de cuya palabra se haga surgir el deseo a la 40-42.
(7) LÓPEZ HERRERO, L. S., «El velo de la
vez que se limite el goce mudo de la pul-
depre», Revista Horus, 1998, 1, pp. 38-39.
sión. De ahí que frente a la simple ética (8) TUTIVÉN, C., «El fin de análisis en el fin
médica que dicta que el sujeto viva, el psi- de la historia», La conclusión de la cura, Madrid,
coanálisis pase a proponer: sí, que viva, Eolia, 1994.
pero con deseo. Será, por tanto, esta pala- (9) GONZÁLEZ, F., «El constructor de
bra, a través del encuentro con el profesio- ambientes», El País, 5-IX-1998, p. 33.
nal, la que permita hacer circular eso que la (10) BARAVELLE, G., y otros, Anorexia.
anoréxica ha tratado de preservar, aun a Teoría y clínica psicoanalítica, Barcelona,
riesgo de su vida, por la vía del rechazo. Paidós, 1993.
Una palabra y un encuentro que permiti- (11) CABRERA, A. M., «Anorexia e imagen
rán, más allá de la nutrición y, por supuesto, del cuerpo», Cuadernos de Psicoanálisis, 1997,
16, pp. 17-19.
de cualquier medicación, la liberación de
(12) MONSENY, J., «La anorexia actual»,
ese deseo que había estado capturado. Sólo Cuadernos de Psicoanálisis, 1997, 16, pp. 25-
así podrá haber un espacio para la vida, pe- 27.
ro para una vida con deseo de ser vivida. (13) FREUD, S., Tres ensayos para una teo-
ría sexual, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973.
(14) FREUD, S., De la historia de una neu-
BIBLIOGRAFÍA rosis infantil (El hombre de los lobos), Madrid,
Biblioteca Nueva, 1973.
(1) RAIMBAULT, G., Las indomables figuras (15) LACAN, J., Seminario 4. La relación
de la anorexia, Buenos Aires, Nueva Visión, de objeto, Barcelona, Paidós, 1994.
1989. (16) LACAN, J., Escritos. La dirección de la
(2) CORTIJO, J. I., «Freud y la anorexia», cura y los principios de su poder, México, Siglo
Cuadernos de Psicoanálisis, 1997, 16, pp. 21- XXI, 1975.
25. (17) CABRERA, A. M., «Anorexia e imagen
(3) LÓPEZ HERRERO, L. S., «Somatizacio- del cuerpo», Cuadernos de Psicoanálisis, 1997,
nes. ¿La histeria de fin de siglo?», Centro de Sa- 16, pp. 17-19.
lud, 1997, 5, 6, pp. 355-361. (18) HEKIER, M.; MILLER, C., Anorexia-
(4) ESCAYOLA, E., «Anorexia. ¿Síntoma Bulimia: Deseo de nada, Barcelona, Paidós,
moderno?», Cuadernos de Psicoanálisis, 1997, 1994.
16, pp. 35-40.
(5) BREUER, J.; FREUD, S., Estudios sobre

** Luis-Salvador López Herrero, psicoanalista, médico especialista en medicina de familia y


comunitaria.
** Correspondencia: Luis-Salvador López Herrero, C/ Páramo, 1, 5.ª A, Esc. 3, 24006 León.
** Fecha de recepción: 30-XII-1998.

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