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Helenismo en Villas

Sociedad ateniense.

El comercio no sólo disminuyó sino que, sobre todo, cambió de carácter.


Ya no se trataba, como en la época del Imperio, de abastecer la población de
las grandes ciudades, sino de proveer de objetos pequeños y de mucho valor,
joyas, libros, marfiles, sedas, vestimentas litúrgicas, a una minoría de ricos.
En gran parte, eran productos que se fabricaban en el Imperio de Oriente, lo
que suponía que, para pagarlos, los occidentales debían remitir oro y, en ocasiones,
esclavos a Bizancio. Este mismo tipo de comercio que apenas utilizaba
la moneda caracterizaba los intercambios que se realizaban en el interior
de los reinos bárbaros. Almenos, por dos razones. En principio, por la tendencia
a la autosubsistencia de las villae o grandes explotaciones latifundiarias.
Y, en segundo lugar, porque muchos de esos intercambios respondían a modelos
que tenían que ver más con la estructura y manifestaciones del poder
que con el comercio propiamente dicho. En especial, con el principio, de obligado
cumplimiento, de «dar, aceptar y devolver acrecentados» los regalos. La
fórmula adquirió todo su valor cuando la Iglesia entró en el circuito como destinataria
de ofrendas y limosnas que ella devolvía en forma de beneficios espirituales
que aseguraban la salvación eterna de los donantes.

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