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CURSO VIRTUAL

GÉNERO Y SEXUALIDADES:
DEBATES Y HERRAMIENTAS PARA UNA EDUCACIÓN INTERCULTURAL

Dirección: Miriam Kriger


Coordinación académica: Silvia Elizalde
Período: Primer Cuatrimestre de 2013.
Campus virtual: Centro REDES

UNIDAD 2:

CONSTRUCCIONES HISTÓRICAS SOBRE EL GÉNERO Y LAS


SEXUALIDADES. REGULACIONES, NEGOCIACIONES Y RESISTENCIAS

Autora: Karina Felitti

Parte 2. a) La sexualidad como construcción histórico-social

1. Introducción
2. Derroteros por el Occidente moderno
3. Interseccionalidad de diferencias
UNIDAD 2:

CONSTRUCCIONES HISTÓRICAS SOBRE EL GÉNERO Y LAS


SEXUALIDADES. REGULACIONES, NEGOCIACIONES Y RESISTENCIAS

Autora: Karina Felitti

Parte 2. a) La sexualidad como construcción histórico-social

1. Introducción

En esta Unidad nos ocuparemos de revisar y analizar los modos en los que el género
y las sexualidades han sido históricamente moldeados por la sociedad occidental a partir
de diferentes dispositivos. Es sabido, al respecto, que el Estado, las Iglesias y las
religiones, el mercado, las industrias culturales, la medicina, la psicología, el feminismo,
los movimientos LGTB, y muchos otros actores, han planteado y continúan planteando
diversos modos de ser sexuales. Ya sea desde un discurso legalista, de la salud, moral, ético
o libertario, todos manejan definiciones que responden a determinadas ideologías y se
ubican en contextos sociales determinados. En este marco, frente a la extendida idea de la
sexualidad como algo “natural”, en esta clase propondremos una lectura histórica del modo
en que se construyeron determinados significados en relación a los géneros, los cuerpos y
las sexualidades en Occidente. El propósito final es pensar, desde ahí, la especificidad de
las significaciones contemporáneas en torno de estas diferencias, reponer su densidad a lo
largo del tiempo y revisar críticamente sus alcances a la hora de preguntarnos por la trama
de acciones y sentidos que estructuran las pedagogías de la sexualidad y las regulaciones
más amplias de las relaciones entre los géneros en el espacio escolar.
Para ello, en la primera parte (2.a) presentaremos los principales aportes que desde
las ciencias sociales y humanas se han hecho a este campo de estudio. La homosexualidad,
la menstruación, la anticoncepción, la masturbación, serán algunos de los tópicos aquí
relevados, ya no como temas fisiológicos o prácticas exclusivamente individuales sino a
partir de las consideraciones sociales que se han formulado en torno a cada uno de ellos.
Esta aproximación a los estudios más recientes y destacados de la historia de la sexualidad
nos permitirá poner de relieve la necesidad de pensar en las complejidades y desafíos que
surgen cuando se incorpora el enfoque de la interseccionalidad, es decir, cuando se
analizan las maneras en que el género se cruza y tensa con otras diferencias identitarias y
cómo estos cruces contribuyen a experiencias únicas de opresión y privilegio. Temás por
demás centrales para (re) pensar la dimensión intercultural en el campo educativo.
Por otro lado, en la segunda parte de esta clase (2.b) nos concentraremos en el caso
de la Argentina durante el siglo XX, para lo cual presentaremos diferentes ejemplos de
regulaciones estatales, médicas y económicas sobre los cuerpos y sus intercambios,
tomando como punto bisagra los años sesenta. Tal como veremos, los recorridos de estos
años dejarán también señaladas algunas de las formas de aproximación e intervención
desplegadas por entonces en el campo de la educación sexual, considerando no solo a la
escuela como fuente de saber sino también al papel que desempeñaron otras instituciones
de la sociedad civil y la propia industria cultural en este terreno.
En conjunto, ambas secciones proponer conocer y operar analíticamente en clave
socio-histórica sobre aquello que, desde otros discursos, se constituye en “dato de la
realidad”, “mandato divino” o imperativo de la naturaleza. Y esto porque, entre el peso de
las regulaciones que se explicitan en lo directamente prohibido y las resistencias más
estridentes, en las calles y con pancartas, es posible encontrar un sinnúmero de modos de
negociar cotidianamente nuestros deseos con las posibilidades existentes.
Conocer, pues, el devenir histórico de estas múltiples significaciones y experiencias
es, desde el inicio, una valiosa herramienta para reponer complejamente los contextos,
advertir los intereses en pugna, y proponer las transformaciones necesarias para el ejercicio
efectivo de derechos en estas cruciales materias.

2. Derroteros por el Occidente moderno

Para comenzar esta primera parte me gustaría lanzar una pregunta sencilla, directa
pero a la vez, muy polémica: ¿qué entiende cada uno/a de ustedes por sexualidad?, ¿a qué
les remite esta palabra? Estoy segura que si bien ya han discutido profundamente sobre esto
en la primera clase a partir de sus contenidos y de la bibliografía correspondiente, las
contestaciones serán muy variadas. De acuerdo con mi propia experiencia como
capacitadora docente en educación sexual y a la evidencia de otros estudios, las respuestas
más recurrentes son las que vinculan la sexualidad con la corporalidad, las relaciones
sexuales, la reproducción, la prevención y cuidados de la salud, la moralidad, el pecado o el
peligro. Otras, menos, mencionan aspectos psicológicos y también relacionan la sexualidad
con las identidades, el placer, los sentimientos y más específicamente con el amor. Y si
bien la dimensión social, cultural, económica y política no está del todo ausente en estas
reflexiones, subyace cierto predominio de los aspectos biológicos de la sexualidad y su
estatus “natural”. Sabemos muy bien a esta altura que a partir de estas caracterizaciones se
han establecido dicotomías entre los comportamientos “normales” y “anormales”,
“deseables” y “reprobables”, “morales” o “inmorales”, cumpliendo así con descripciones y
mandatos heredados cuyos orígenes en general se desconocen o subestiman. Podemos
suponer que más allá de las intencionalidades políticas de sostener ciertas regulaciones y de
la ignorancia que puede tenerse sobre algunos temas, resulta difícil reconocer que aquello
que creemos tan propio de nuestra intimidad, eso que podemos incluso hacer solos en el
interior de nuestras propias casas, está tan fuertemente atravesado por instituciones,
mandatos y creencias colectivas1 (P).
Si bien hoy en día podemos encontrar muchos estudios que contradicen la idea de
que la sexualidad sea puro instinto y, por el contrario, refuerzan con numerosas pruebas su
carácter de construcción social, esto no significa que los mitos y creencias basados en el
determinismo biológico hayan desaparecido. Esto quedó claramente expuesto en el
contexto de debates legislativos por el “matrimonio igualitario” en la Argentina: para sus
detractores la familia era una institución natural fundada en la heterosexualidad, la
monogamia, la división de roles y la reproducción, y esto “siempre” había sido así2 (P). Fue
una tarea de la academia y del activismo demostrar el carácter histórico de la familia y la
diversidad de modelos de relaciones amorosas y de parentesco que se habían dado a lo
largo del tiempo y en distintas sociedades (Figari, 2010).
Las investigaciones realizadas por la antropología, la sociología, la filosofía y la
historia nos muestran que la sexualidad, más que decir de nosotros mismos, habla de la

1 Si pienso en mi propia experiencia biográfica puedo afirmar que le sigue causando sorpresa a muchas
personas que una investigadora en ciencias sociales trabaje en el área de educación sexual. Varias veces
percibí cierta decepción al saber que era Doctora en Historia y no médica.
2 Sobre este el proceso de debate del “matrimonio igualitario” puede consultarse Aldao y Clericó (2010).
También, Hiller: “Juntos por el derecho”, 13/07/2012. Disponible en el Portal Educ.ar:
http://www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=108713
cultura en la que vivimos. Los significados que le atribuimos están socialmente organizados
y sostenidos por diversos lenguajes, que intentan decirnos lo que es el sexo, lo que debería
y lo que podría llegar a ser. Estos discursos están insertos en tratados morales, leyes,
prácticas educativas, teorías psicológicas, definiciones médicas, ritos sociales, ficción
pornográfica o romántica, música popular, y suposiciones de sentido común, muchas veces
en franco desacuerdo con el horizonte de lo posible (Weeks, 1998). Desde nuestra
perspectiva construccionista no interesa preguntarse, por ejemplo, cuáles son las causas de
la heterosexualidad o la homosexualidad de los individuos sino por qué en determinadas
culturas se privilegian a unos y se marginan a otros. Precisamente, la búsqueda de una
única verdad sobre la sexualidad y el cuerpo ha llevado a una negación de la diversidad
humana y de las muchas opciones disponibles, ha limitado la autonomía individual y ha
convertido a los placeres del cuerpo en un secreto indecente (Weeks, ibídem).
A partir de las lecturas de Michael Foucault (1977) y varios de sus seguidores
contemporáneos, podemos tratar de comprender por qué en la modernidad la sexualidad
adquirió un peso tan importante. En efecto, desde hace unos siglos el sexo aparece como
determinante de nuestras personalidades e identidades, pero esto no fue siempre así.
Foucault encuentra parte de la respuesta en el desarrollo de la sexología, una ciencia que al
crear una esfera particular del saber y buscar las “leyes naturales” que determinan el
comportamiento sexual, argumentó en favor de su importancia.
En su reciente estudio sobre los cambios en los modos de vivir el amor a partir de la
modernidad, la socióloga Eva Illouz (2012) destaca que el atractivo sexual es hoy en día
un criterio altamente legitimado al momento de elegir una pareja, al punto que resulta tan
importante como la compatibilidad psicológica y la intimidad emocional. Ya no se trata de
ser bella o bello, entendiendo la belleza también desde una dimensión moral, sino de ser
“sexy”, palabra que ni siquiera existía en el Siglo XIX3 (P). En palabras de Illouz: “En
efecto, la cultura del consumo coloca el deseo en el centro mismo de la subjetividad, y la
sexualidad se transforma en una suerte de metáfora generalizada del deseo” (2012: 63)4 (P)

3 Sobre las variaciones de los cánones de belleza según las épocas, los aspectos y rasgos que se valorizan,
destacan o desprecian, y los modos de embellecimiento en Occidente, puede consultarse Vigarello (2005). La
referencia completa se consigna en la sección Bibliografía, al final de la clase 2.b. de este curso.
4 Además de la obra de Illouz aquí citada (Ver Bibliografía al final de clase 2.b), recomendamos leer esta
breve intervención de la autora en ocasión de su visita a Buenos Aires para presentar este libro, invitada por la
Fundación Osde. http://www.youtube.com/watch?v=_zceA9q68WU
Esta autora revela la importancia de la psicología en estas construcciones y su idea de
sexualidad “sana”, colocando al sexo y a la sexualidad como fundantes de la narrativa vital
de una persona, y reconoce también cómo la revolución sexual de los años ‘60 y la
irrupción política del feminismo de la segunda ola potenció este mensaje. El derecho al
placer, a disponer del propio cuerpo, serán pues consignas clave para las feministas y
también para los nacientes movimientos de diversidad sexual que se acoplan bien con las
ideas de autonomía, individualismo, libertad, mercado y democracia propias de la
modernidad.
A continuación, una muy sugerente entrevista con esta autora, en el marco de la
conferencia que brindó en Buenos Aires, titulada “Una nueva cultura de las emociones: ¿a
qué llamamos amor hoy” (7:49 minutos). Para acceder al material, seguir el siguiente
enlace: http://www.youtube.com/watch?v=_zceA9q68WU

Ahora bien, no se trata de negar la materialidad del cuerpo sino de comprender


que las interpretaciones que se hacen sobre ella son cambiantes. En La construcción del
sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud el historiador norteamericano Thomas
Laqueur (1994) estudió las distintas interpretaciones sobre la anatomía genital a lo largo del
tiempo, las concepciones sobre género y sexo desde los griegos hasta el siglo XX. Así
sabemos que en el siglo II, durante el Imperio Romano, Galeno había afirmado que los
órganos reproductores femeninos y masculinos eran iguales aunque tenían una diferente
jerarquía. Los femeninos eran la versión inferior e invertida de los masculinos (la vagina
como pene y el útero como escroto); su ubicación interior tenía que ver con que las mujeres
no tenían la suficiente fuerza para expulsar estos órganos. Así se reconocían dos géneros,
con características diferenciales, pero un solo sexo. En este modelo el orgasmo femenino se
consideraba necesario para lograr la fecundación.
Para el siglo XVIII, los radicales cambios políticos, económicos y culturales
ocurridos en esa centuria crearon las condiciones para establecer la invención de los dos
sexos con cuerpos bien diferenciados, y echar así por tierra la idea de que el placer
femenino era necesario para concebir. Este cambio de postura no fue producto solamente
del avance científico, ni de los esfuerzos de control social sobre las mujeres; estas nuevas
consideraciones se apoyaban en el discurso de la modernidad que enfatizaba más la
diferencia y la división que la similitud y la complementariedad. Este trabajo de Laqueur
muestra claramente el reduccionismo de pensar al sexo como lo biológico y al género como
lo social y cultural, olvidándose de que la biología, al igual que la medicina, son ciencias
que surgen y se desarrollan en una sociedad determinada.
Hacia fines del siglo XVIII se aceleraron una serie de procesos políticos,
económicos y socioculturales que entronizaron la modernidad como un estilo de vida
signado por el liberalismo político y la economía de mercado. Al calor de estos cambios, la
cultura occidental concibió a la diferencia sexual como un sistema binario integrado por
varones y mujeres. Entre ambos se establecía una relación definida como complementaria
que terminó por naturalizar la desigualdad. La familia se fundó en el matrimonio y se
convirtió en un lugar privilegiado para expresar dicha relación tan complementaria como
asimétrica. Los varones aportaban la fuerza física, la inteligencia, la superioridad intelectual
mientras que las mujeres contribuían con su superioridad moral, sentimentalismo y
capacidades de cuidado. Bajo estas concepciones los varones se instalaron en el mundo
público y fueron responsables del ejercicio de las actividades asalariadas, políticas y
sindicales, mientras que las mujeres fueron limitadas al espacio privado para hacerse cargo
del trabajo doméstico y de cuidado. El proveedor ciudadano se convirtió en el paradigma de
la identidad masculina, mientras la esposa y madre “ángel del hogar”, devino la imagen de
la femenina (Scott, 1993).
Los médicos ejercieron gran influencia en la construcción de este nuevo orden de
género, así como de las pautas de comportamiento sexual que se tuvieron como aceptables;
sus dictados funcionaron como verdaderos reguladores de las prácticas y también de las
creencias. Siguiendo nuevamente a Foucault podemos constatar que el “dispositivo de la
sexualidad” se desplegó especialmente en cuatro áreas: la sexualidad de la mujer, la
sexualidad de los niños, el control de la reproducción y las patologías sexuales. A partir de
ellas van a crearse –inventarse– figuras que serán observadas y reguladas: la mujer
histérica, el niño masturbador, la pareja legal que practica la anticoncepción, y el
pervertido, generalmente identificado con la homosexualidad.
DISPOSITIVO DE LA SEXUALIDAD
AREAS FIGURAS
Sexualidad de la mujer La mujer histérica
Sexualidad de los niños El niño masturbador
Reproducción La pareja legal con anticoncepción
Patologías sexuales Los homosexuales y/o “invertidos”

La homosexualidad tal como lo conocemos hoy en día – y en este mismo sentido la


heterosexualidad– es una creación del siglo XIX. Esto no quiere decir que no hayan
existido hombres que amaban y/o deseaban sexualmente a otros hombres en el pasado, o
mujeres que tuvieran como amantes a otras mujeres, sino que esto no se consideraba como
algo perverso o patológico ni definía la identidad de las personas 5 (P). La medicina
desarrolló teorías sobre la homosexualidad que la describieron como una condición, como
algo que era inherente a una persona, una parte de su propia “naturaleza”.
Michel Foucault (1977), Jeffrey Weeks (1993) y Oscar Guasch (2000) coinciden en
esta cronología pero es el trabajo de John D' Emilio (1992) el que mejor explica por qué fue
en ese momento y no en otro que la figura del homosexual nació. Este autor, como explica
el historiador argentino Pablo Ben (2006), retoma la idea de Marx acerca del carácter
disruptivo del capitalismo en relación con la moral familiarista tradicional para
comprender las condiciones de posibilidad de la identidad gay. En el siglo XIX el esquema
de producción doméstica entra en declive y crece el trabajo asalariado; la familia ya no es
la unidad de producción sino el espacio en donde se reproduce la mano de obra y puede
encontrarse afecto y contención. Pero ya no se trata de tener hijos para asegurar la
subsistencia ya que el trabajo se encuentra fuera del hogar, en el mercado. La sexualidad y

5 El historiador John Boswell (1992 y 1996) indica que incluso dentro de la Iglesia católica las posiciones no
fueron siempre hostiles y que existían rituales de reconocimiento para las parejas de varones durante la
primera etapa del cristianismo y al menos hasta el siglo XIII, conocidas bajo el hombre de adelfopoiesis (del
griego “hacer hermanos”). Y aunque aclara que estos rituales de hermanamiento no explicitaban nada en
relación al sexo, otros indicios daban cuenta de que estas relaciones se vivían también de ese modo. Ver
referencias completas en la sección Bibliografía.
la reproducción pueden separarse y es deseable que lo hagan6 (P). De esta forma el
capitalismo crea las condiciones que les permite a algunos varones y mujeres organizar una
vida personal en torno a su atracción erótico/emocional hacia personas del mismo sexo.
Son también los cambios que introduce la modernidad los que cambian las formas
de considerar la masturbación. Es nuevamente Thomas W. Laqueur (2007) quien nos
ofrece algunas pistas para entender por qué a partir del siglo XVIII el “sexo solitario” se
transformó en un “vicio solitario”, qué llevó a que un acto íntimo se transformara en un
problema físico y ético. En esa época el discurso médico comenzó a atribuirle
consecuencias como la tuberculosis, dolencias en el cerebro, epilepsia, agotamiento
muscular y hasta la propia muerte. Además, más allá de lo físico, la masturbación mostraba
desprecio hacia la vida social. Sin necesidad de nada o de nadie más que su propia
imaginación, el masturbador se entregaba a los excesos, a la adicción, no conocía límites y
lo hacía de manera privada. Vista de este modo, la masturbación atacaba las posibilidades
de generar un nuevo orden moral capaz de regular los deseos, los lujos y las
gratificaciones de acuerdo a un autogobierno. Esa capacidad de administrar los propios
actos se perdía en una explosión de autonomía, libertad e individualismo, que podía minar
el sistema capitalista liberal que compartía los mismos valores. Era la respuesta indebida de
las ideas en boga.
Durante la transición al siglo XX y hasta mediados del mismo, la literatura
vinculada a la psicología y la sexología comenzará a ver a la masturbación como una etapa
dentro de la evolución sexual deseable –como cuando Freud analiza el autoerotismo
infantil– que, de persistir en la vida adulta, podía llegar a ser problemática. Desde los años
’60 en adelante, esta práctica se relacionará menos con la medicina y la psicología, aunque
mantendrá un público/político en tanto reivindicación del derecho al placer entre los
nuevos movimientos feministas y de diversidad sexual. Al mismo tiempo se convertirá en
objeto de interés de un mercado en expansión. Sexshops, revistas, películas pornográficas,
libros y sitios en Internet van conformando acompañamientos de una práctica vieja como la
historia de la humanidad pero con significados muy diversos.

6 Se extienden así nuevas ideas en relación a la infancia, como una etapa especial, valiosa, que requiere de
cuidados y afecto (Ariès, 1988) y la maternidad, como un rol que las mujeres ejercen amorosamente por
instinto (Badinter, 1991).
Justamente en relación con un libro devenido rápidamente en best seller,
seguramente conocerán el fenómeno que originó Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades
of Grey), la novela de la autora británica E. L. James publicada en 2011, que colocó a la
literatura erótica y sus temáticas como boom de mercado. Al respecto, los/as invito a ver
este gracioso comercial producido para el Día de la Madre, realizado en 2012 por el
programa Saturday Night Live y que tiene mucho que ver con lo que aquí estamos
desarrollando: http://www.youtube.com/watch?v=MK8Lr_HL3eY
En la misma línea, referida al impacto que adquieren ciertas prácticas de orden
sexual de la mano de productos y servicios de la industria cultural y las grandes
corporaciones cabe señalar que en 1995 la empresa estadounidense del mercado del sexo
Good Vibrations (http://www.goodvibes.com/main.jhtml) declaró a Mayo como “el mes
mundial de la masturbación”, en apoyo a Joycelyn Elders, funcionaria en la cartera de
Salud de la administración de Bill Clinton, que fue despedida por estar a favor de la
legalización de la marihuana y de la enseñanza en las escuelas de contenidos sobre
anticoncepción y masturbación en tanto prácticas que integran la sexualidad humana. Otras
empresas se sumaron a este tipo de movidas comerciales que indican con claridad cómo el
autoerotismo ha dejado de cargar con muchos estigmas pero no se ha liberado de las
regulaciones, en este caso, del mercado7 (P).
Volviendo al siglo XIX, la masturbación se pensó como una posible cura para la
histeria femenina, aunque para ser aceptable debía estar provista por los médicos. La locura
femenina en general se asoció a la peligrosidad social y se pidió que estos profesionales
asumieran un rol preponderante en su tratamiento8 (P). En este sentido son elocuentes los
trabajos que relacionan el nacimiento del vibrador con estos procesos (Maines, 2012).
Al respecto, la película Hysteria (2011), dirigida por Tanya Wexler y situada en la
Inglaterra de finales del siglo XIX, narra la historia de cómo el doctor Joseph Mortimer
Granville inventó el primer consolador eléctrico para tratar lo que se conocía como

7 Por ejemplo, en 2012, una empresa de juguetes sexuales instaló en pleno Manhattan dos carritos, como los
que venden Hot dogs, para distribuir gratuitamente 10.000 vibradores. Fuente:
http://www.clarin.com/sociedad/Regalan-vibradores-Nueva-York-caos_0_752324982.html Por su parte, el
evento Masturbate -A-Thon, una maratón de masturbación, es otra iniciativa en donde las personas de todos
los géneros pueden masturbarse en público y otras observar, pagando una inscripción que sirve para recaudar
fondos para iniciativas de investigación o ayuda sobre temas sexuales. En 2013 por primera vez el evento
sucede en Canadá. Aquí el link de la convocatoria: http://masturbateathonmontreal.wordpress.com/

8 Para la Argentina ver Pita (2012).


“histeria femenina”. Para ver el tráiler en español del film hacer clik aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=GRpDWNxnmCw
Si traemos el tema al territorio argentino, a fines del siglo XIX pensadores como
José María Ramos Mejía y José Ingenieros también hablaron de histeria, pero no para
referirse a los problemas fisiológicos de las mujeres, sino a todo aquello que escapaba al
control social. Esto es claro en la obra de Ramos Mejía Las multitudes argentinas (1899),
esas masas que, caracterizadas como histéricas, se feminizan, asumiendo así características
como la impulsividad, la carencia de raciocinio y la profusión de la imaginación, todas ellas
descriptas como cualidades negativas. En palabras del aquel médico y ensayista:

“Por eso éstas son impresionables y veleidosas como las mujeres apasionadas, puro
inconsciente; fogosas, pero llenas de luz fugaz; amantes ante todo de la sensación
violenta, del color vivo, de la música ruidosa, del hombre bello y de las grandes
estaturas; porque la multitud es sensual, arrebatada y llena de lujuria para el placer
de los sentidos. No raciocina, siente. Es poco inteligente, razona mal, pero imagina
mucho y deforme (...)” (Ramos Mejía, [1899], 1999: 19) (P).9

Progresivamente, la histeria fue dejando de ser asociada de manera exclusiva a


problemas de funcionamiento del útero, como había sido en la Antigüedad, para pensarse a
partir de causalidades más variadas. Las relaciones prematrimoniales, el lujo, la moda, el
maquillaje, la asistencia a bailes, a manifestaciones y asambleas obreras, así como la
actividad intelectual resultaban incompatibles, y por eso peligrosas, con la débil contextura
mental y física de las mujeres. La histeria podía ser causada por una falta o por el exceso de
actividad sexual, la elucubración mental, la maternidad trunca o ilegal, la falta de decoro, y
otras prácticas que cuestionaban el rol que la sociedad había asignado a las mujeres
(Nouzeilles, 2000).
En esta línea, Pablo Scharagrodsky señala la importancia que cobró la educación
física de las niñas en su preparación para la maternidad y también, como modo de “calmar
a la loca”. En su trabajo sobre el sistema escolar en la Argentina moderna, Scharagrodsky

9 En otros pasajes de la obra, deudora de la psicología de las multitudes de Gustave Le Bon, las masas son
asimiladas a los niños y a los salvajes.
encuentra que el ejercicio fue considerado una excelente manera de apaciguar el “excesivo
nerviosismo femenino”, siempre que se guardaran los cuidados necesarios para mantener el
himen intacto, símbolo anatómico de la “pureza” de la mujer. De ahí las críticas que
despertaban en muchos médicos la equitación o el andar en bicicleta10 (P). La moderación
era la clave. Como señala el autor, patear una pelota, dar un salto muy largo, correr muy
velozmente o abrir demasiado las piernas podía ser no solo condenable desde lo visual sino
también desde lo auditivo, dado que el gemido que produce la salida brusca de aire era
igualmente inadmisible, lo mismo que un sudor marcado podía dar lugar a significados
sexuales (Scharagrodsky, 2008)11 (P).
Al respecto, los/as invito a ver un programa del canal Encuentro, del Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología de la Argentina, donde Scharagrodsky y otros/as colegas
detallan estas dinámicas corporales y sus resonancias políticas e institucionales. Pueden
acceder al material siguiendo este enlace:
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/detallePrograma?rec_id=101779
Con estos ejemplos podemos ver de qué forma se establecieron – y en muchos casos
se perpetúan– las regulaciones sobre los cuerpos, géneros y sexualidades desde diferentes
campos, como pueden ser el estado, las iglesias, la corporación médica y otros saberes
científicos, el mercado y la industria cultural.
Me gustaría cerrar este apartado retomando una caracterización que hace Jeffrey
Weeks cuando establece dos tipos de regulaciones clave que pueden hallarse a lo largo de
la historia occidental:

 Las restricciones de acerca de quiénes pueden relacionase eróticamente, en


donde intervienen el sexo, el género, la edad, la etnicidad.

 Y las restricciones acerca de cómo se deben entablar las relaciones eróticas.

10 En Arabia Saudita aún hoy se considera que las mujeres “buenas”, las que cuidan su honor, no deben andar
en bicicleta. La multipremiada película Wadjda cuenta la historia de una niña que vive en los suburbios de
Riad y quiere tener su bici. Es la primera película rodada por una mujer, Haifaa Al Mansour, en el país
islámico. Banda de anuncio de su estreno en Francia siguiendo este enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=O8SQRnwTxWc
11 Para ampliar el tema del cuerpo en la escuela, ver: Scharagrodsky (2008). Disponible:
http://repositorio.educacion.gov.ar:8080/dspace/bitstream/handle/123456789/96091/EL002216.pdf?sequence
=1
En estos aspectos se encuentran los rituales de formación de parejas, las prácticas de
contacto (qué se penetra, cuándo, cómo), los lugares para el encuentro, los fines del
encuentro. Una vez más el siglo XIX ofrece un interesante ejemplo. Fue entonces cuando el
matrimonio legal controlado por el Estado sancionó la legitimidad de la pareja y cuando el
coito vaginal se entronizó como práctica que se ejercía en el lecho nupcial con un propósito
reproductivo y poco vinculado con el placer.

Asimismo, Weeks destaca cinco áreas en las cuales la organización social de la


sexualidad se expresa:

 El parentesco y los sistemas familiares.

 La organización económica y social.

 La reglamentación social.

 Las intervenciones políticas.

 El desarrollo de culturas de resistencia.

Estas últimas muestran que la historia de la sexualidad también es una historia de


oposición frente a los códigos morales que buscan imponerse. El ejemplo que toma este
autor es el del aborto, una práctica que desarrollan las mujeres con independencia y
autonomía respecto de los médicos, moralistas y varones, incluso en los contextos de
ilegalidad. Claro que estas resistencias tienen a su vez sus respuestas institucionales que
buscan minarlas. Así sucede en México donde, luego de una destacable lucha del
movimiento de mujeres, el Distrito Federal legalizó la Interrupción Voluntaria del
Embarazo en 2007 pero, a partir de ese momento, otros estados aprobaron reformas
constitucionales para proteger la vida desde la concepción y de este modo, aumentaron los
castigos para las mujeres que abortaran. De hecho, según un informe del Grupo de
Información en Reproducción Elegida (GIRE) de 2013, 151 personas fueron sometidas a un
proceso penal en ese país por el delito de aborto entre 2007 y 2012
(https://www.gire.org.mx/).
3. Interseccionalidad de diferencias

Una cuestión clave para entender cómo estas relaciones de poder penetran los
cuerpos y construyen significados es reconocer cómo se traman la clase, la etnicidad, la
edad y el género en las sexualidades. Estas relaciones hoy se conocen bajo la denominación
de interseccionalidad, entendida como herramienta teórica y a la vez política. Ya en 1960
en los Estados Unidos, las feministas negras habían señalado la distancia que mantenían
con otras feministas pero de clase media y de piel blanca; lo mismo hicieron las lesbianas
respecto de las mujeres, de cualquier raza o grupo étnico, pero heterosexuales. Angela
Davis estudió y denunció las operaciones del racismo en ese país. Sus trabajos mostraban
que las mujeres negras eran percibidas como sexualmente disponibles casi “por naturaleza”,
y cómo esto banalizaba el acoso y la violencia sexual dirigida hacia ellas. En relación con
los varones, explicaba cómo el “mito del violador negro” había servido para justificar
reacciones racistas. Al reflexionar sobre los efectos sociales de estas creencias, la autora
señalaba que éstos iban más allá de la discriminación y persecución a los y las
afroamericanos:

“Desde el momento en que se convenció a los hombres blancos de que podían


cometer impunemente agresiones sexuales contra las mujeres negras, su conducta
hacia las mujeres de su propia raza no podía dejar de verse salpicada. El racismo ha
funcionado siempre como una provocación a la violación e, inevitablemente, las
mujeres blancas estadounidenses han padecido el efecto rebote de estas agresiones.
Aquí reside una de las múltiples formas en las que el racismo sustenta al sexismo y
que hace que las mujeres blancas sean víctimas indirectas de la opresión específica
destinada a sus hermanas de color” (2005: 179).

Siguiendo los trabajos de la investigadora colombiana Mara Viveros (2006 y 2008)


podemos decir que el sexismo, el racismo y el clasismo comparten algunos dispositivos de
funcionamiento comunes, como es la naturalización y la racialización del otro, y que
estas estructuras sociales se reconstruyen y afectan mutuamente (Viveros, 2008). En este
sentido, cuando se habla del “machismo latinoamericano”, hay que pensar que no se trata
solamente de denunciar las desigualdades de género; se trata también de mostrar una
representación racializada de las masculinidades de los grupos subalternos (de los hombres
negros, de los hombres campesinos, de los hombres de sectores populares, de los hombres
de sociedades tradicionales). Esto no significa negar que exista la dominación masculina en
esos grupos sociales, si no de ubicarla en un contexto de dominación más amplio (Viveros,
2006).
Si pensamos en términos de género y clase, las diferentes formas de resolver el
acceso al aborto resultan harto elocuentes. En América Latina la ilegalidad afecta a todas
las mujeres sin ninguna distinción. Sin embargo, quienes tienen mayores recursos pueden
lograr interrumpir sus embarazos de manera segura, cosa que no sucede lo mismo con el
resto12 (P). Por su parte, los estudios que cruzan el género con la etnicidad, permiten
complejizar los modos en que se piensa la diferencia desde la academia y desde la política.
Es frecuente hallar evidencias de que ambos ámbitos parten de una supuesta noción
universal de derechos sexuales y reproductivos que en la práctica suelen entrar en tensión, e
incluso en abierto conflicto, con las creencias y tradiciones de los pueblos indígenas y en
especial de sus mujeres.
La antropología feminista ha puesto de relieve estas dimensiones y sometido a
debate algunos supuestos universales en relación a la diferencia sexual y las relaciones de
poder que se construyen a partir de ella. Por ejemplo, para algunas comunidades, la
menarca continúa siendo un rito de pasaje a la adultez que es vivido como un
acontecimiento que repercute en la vida social del grupo. En estos casos, los fluidos
corporales son parte de la intimidad pero también un símbolo cultural. Hay rituales y
prohibiciones que deben respetar las mujeres para no “contaminar” a los varones, a su
posible descendencia, ni “contaminarse” ellas mismas. El semen y la leche materna son
también fluidos que se interpretan de maneras muy diferentes a lo que puede explicar el
discurso médico hegemónico (Citro, 2008 y 2009; Hirsch y Amador Ospina, 2011, Tola,
2008).
Al respecto, los/as invito a leer la entrevista que el diario argentino Página 12
(28/02/2011) le realizó a la antropóloga argentina Silvia Hirsch sobre las comunidades
indígenas del norte argentino, su vida cotidiana y sus consideraciones y prácticas sobre el

12 Para conocer las experiencias de aborto de mujeres de diferentes grupos sociales en Argentina, ver Bernad
de Cháneton y Vacarezza (2011). Referencia completa en la sección Bibliografía, al final de la clase 2.b.
cuerpo y la sexualidad. Pueden acceder al texto siguiendo este enlace:
http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-163188-2011-02-28.html
En el caso de las mujeres migrantes las discusiones pueden llegar a ser
irresolubles. Para poner un ejemplo extremo pero aún corriente en muchos países y
regiones, incluso de América Latina y el Caribe: ¿cómo analizar las mutilaciones genitales
femeninas desde un enfoque que tenga en cuenta el género y la diferencia cultural?, ¿en qué
medida se puede intervenir sin avasallar, sin imponer, sin reactualizar el colonialismo y la
oposición entre civilización y barbarie y, al mismo tiempo, protegiendo la libertad y
autonomía de las mujeres y las niñas? Lo mismo puede decirse respecto al uso del velo,
prohibido en Francia en nombre de la libertad de las mujeres y con consecuencias racistas y
discriminatorias hacia el Islam y sus seguidores (De Botton, Puigbert, y Tabed, 2004; Scott,
2007; Baubérot, 2012).
Temas sin duda sensibles pero que no pueden dejarse de lado cuando pensamos la
sexualidad desde sus múltiples dimensiones y cuadraturas.
En este breve recorrido hemos podido visibilizar algunos mecanismos regulatorios
sobre el cuerpo y las sexualidades, junto a los discursos médicos, legales, mediáticos y/o
religiosos que indican qué, cómo, dónde y cuándo pueden tener lugar ciertas conductas y
qué es considerado apropiado o “normal” y qué es lo que debe evitarse o corregirse.
También señalamos algunos de los modos en que el género se resignifica con otras
diferencias identitarias y conforma experiencias específicas según el color de la piel, la
clase social, la educación, la edad, las preferencias eróticas/amorosas, la etnicidad, la
religión, etc.
En la próxima parte vamos a concentrarnos más específicamente sobre el caso
argentino, planteando también un recorrido histórico desde comienzos del siglo XX y
considerando especialmente qué se entendía en diferentes etapas por educación sexual y
cuáles fueron sus objetivos y estrategias.

Los/as espero!

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