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Sin otro ánimo que aportar mi visión sobre lo que se conoce como «vestuario o indumentaria
tradicional» permitidme que lo haga, aún sabiendo que ni tengo toda la razón ni pretendo que
se entienda como algo infalible, dios me libre. Cualquier discrepancia seguro que enriquecerá
mis conocimientos. Por lo extenso y grandes diferencias del tema me ceñiré a generalidades y
alguna particularidad de la Provincia de Cáceres.
Luego si nos queremos centrar en las imágenes fotográficas que se recogen por los fotógrafos
costumbristas de finales del siglo IXX y principio del XX en Extremadura, yo diferenciaría dos
grandes divisiones: aquellas fotografías que están realizadas espontáneamente y sin
preparación alguna, del que tenemos buena muestra con las imágenes que publicó Eugene
Smith en la revista LIFE el 9 de abril de 1951 sobre la vida en Deleitosa, y aquellas otras en las
que los fotógrafos hacen el trabajo una vez que los modelos han sido convocados para la
sesión; una muestra palpable de esto es el libro «En tierras de Extremadura» de Ruth Matilda
Anderson; e incluso más cercano en el tiempo aquel otro de Cristina García Rodero titulado
«España Oculta», dónde se pueden apreciar las dos variantes, fotografías espontáneas en las
tareas diarias y otras en las que los modelos han sido previamente preparados.
Dos imágenes de Ruth, donde una parece ser que es espontánea y la otra preparada.
Fijándonos en estos tres libros, y por no extender mucho más la bibliografía, se observa que el
pueblo se vestía igual que ahora, en función de los recursos, que entonces eran menos, y del
gusto; así, si a una joven de 14 años le hacían un jubón, lo más posible que a los 16 siguiera
con el mismo, con lo cual, lo que antes le estaba algo holgado con el tiempo se quedó estrecho
y pequeño, así podemos ver: bocamangas de jubones, refajos, pañoletas, calzas, alzapones…,
en unas ocasiones sobrados y en otras, faltos. Esto en cuanto a las fotografías hechas sin
preparación.
Aquellas otras fotografías que previamente se han elaborado y planificado, es dónde las
personas sacaban lo mejor que tenían en su ajuar; no es lógico ver a una mujer de
Montehermoso, por ejemplo, ir a trabajar al campo con los complementos que se usaban en
los días de fiestas, o a los hombres ir a las faenas del campo con chaquetas con agremanes y
abalorios. Pondré un ejemplo personal: en mi casa de Garrovillas de Alconétar cuando vivía mi
abuelo Antonio conocí dos capas, una de paño pardo, llamado capote por sus grandes
dimensiones, para cuando iba al campo y la de más lujo y negra para las ocasiones especiales.
Igualmente tenía dos fajas, una negra y otra roja, la cual conservo aún. Pues así imagino que
sería todo.
Gran número de estas agrupaciones o asociaciones cuando preparan las actuaciones o los
espectáculos suelen salir uniformados, quiero decir que salen con un vestuario previamente
preparado, aunque también aquí entra la mayor y mejor disposición de patrimonio del grupo,
y los conocimientos que se tengan sobre la materia, si bien la Federación Extremeña de
Folklore está haciendo una buena labor en este como en otros campos, pero la generalidad es
que el cuerpo de baile tenga cierta sintonía en su conjunto, por ejemplo, los grupos de Badajoz
el vestuario más utilizado es el de Don Benito, conocido también como «calabazona», y al
refajo como «costilla de vaca»; se les dice que son los trajes de pastor y pastora de galano;
otros trajes también al uso son los de Villanueva, los de Castuera, Olivenza… Pero sí que hay
que diferenciarlos de la forma de vestir de la gente de los pueblos, no todos iban con chaqueta
repujada, ni ellas peinada al «usó de Montijo», como dice la canción popular.
En la provincia de Cáceres, sin duda, el traje más representado, que no más representativo, ya
que todos deben de tener el mismo valor, es el de Montehermoso, y posiblemente por esa
popularidad se corre el riesgo de desvirtuarse a la hora de ponérselo quienes no tienen porqué
tener conocimientos sobre la materia.
Las fajas al uso solían ser negras o rojas y salvo excepción, sin bordados, son los grupos
quienes las bordan y las cambian de color para dar policromía al espectáculo, así el «Grupo de
Folklore El Redoble», al principio de los años 80, los hombres se ponían las fajas a juego con el
refajo de la pareja con la que bailaba, la faja blanca se solía usar cuando se hacía una
representación de una boda extremeña y la llevaba puesta el novio. Otro tanto pasa con el
traje último que he mencionado, el de Cabezabellosa, este mismo grupo cuando representaba
una boda, a la novia se la vestía al uso de este pueblo, pero tanto la esclavina como el manteo,
enagua, refajo…, cambiaba el color rojo a blanco, cuestión de espectáculo y de armonización
del colorido.
La mayoría de estas indumentarias se fueron haciendo populares con los antiguos grupos de la
Sección Femenina, y han ido evolucionando con el tiempo; lo que tiene un valor intangible es
que los grupos hayan sabido mantener, modernizar e incluso restaurar o modificar parte de su
vestuario, no sería recomendable una actuación de un grupo de folklore actual vestidos como
se hacía a finales de 1800, o vestir a una mujer de Montehermoso con lo que se conoce como
“rueda”, que consta de siete (7) sayas o mantillas y ponerla a bailar un “son brincao”.
Luego existe otra variación de trajes, que son los que menos se desvirtúan o son más fieles a
los originales, y por ello menos usados en los grupos de folklore, salvo para algún espectáculo
en concreto, me refiero a los trajes que se utilizan para las danzas rituales, véanse “las
Italianas”, «los danzaores de Fregenal» «Las Serranitas de Portaje», los danzantes de Fuente
de León, etc., etc.
Distintos trajes para danzas rituales: Fuentes de León, Garganta la Olla y Portaje
Cierto es también que salvo fotografías particulares, fundamentalmente de las capas sociales
más altas, por aquellos años no era muy común invertir en imágenes, fotógrafos que se
dedicaran a ello salvo los mencionados anteriormente y alguna rara avis no hay mucho que
llevarse a la vista, y los pintores costumbritas de la época que podrían ser más representativos,
como Juan Caldera, Sorolla, Covarsí…, tampoco es que haya mucho que llevarse al coleto, y sus
trabajos estaban también previamente elaborados y preparados.
Voy concluyendo, para querer saber, conocer y ser lo más fiel que se puede con las tradiciones
tenemos los museos, que son los que deben salvaguardar nuestra historia y nuestras
tradiciones, no en vano tienen expertos en estas materias.
Los grupos de folklore deben ser los mejores y más valiosos exponentes de nuestras
tradiciones, tanto en el vestuario como en la transmisión de los cantos y los bailes; no me
canso de decir que no se debe ser taxativo a la hora de decir: «esto es de este o de aquel
sitio», hay que decir donde se recogió y si se conoce al informante mejor que mejor.
Según oído se asentaron en el pueblo unos serranos por aquello de la trashumancia, los cuales
tenían unos ropajes más ricos y elaborados, sobre todo muy bordados, no quiere decir que no
existieran en la localidad los bordados, las puntillas, los abalorios…, pero eran más sobrios. A la
vista de la ropa de los recién llegados se empezaron a incrementar, sobre todo en el traje de la
mujer, las lentejuelas y abalorios, se subieron los bordados casi hasta la cintura, se bordaron
más las faltriqueras y los jubones, en definitiva que hubo una época que aquello se desfogó
poniendo adornos en demasía. A los hombres también se le empezó a poner adornos en la
solapa del chaleco; por tal motivo cuando alguien en Garrovillas se pone el traje típico, se
llama “vestir de serrana y serrano, y a la enagua o refajo se le denomina serranía”.
Fue entonces cuando algunos empezamos a recuperar las enaguas antiguas y poner en valor
nuestra singular forma de vestir, y cierto es que en los últimos años se ha perdido un tanto el
exceso de adornos y se ha tirado más por bordar o adornar al trapo o «picao» los refajos, los
jubones me siguen pareciendo que están excesivamente adornados, aunque si entendemos
que es para mostrarse en una fiesta habrá que darlo por bueno.
1.-Foto del año 1955 aprox. Con el traje que se conoce como «serrana».
2.-Mujer con refajo plisado que debería ser común y para alguna ocasión medio especial.
Terminado al asunto, estoy abierto al diálogo y la discusión siempre que sea en buena lid.
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