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para intrusos
Ernesto de la Peña
A Miyoya, Dolores Ibarra, cuya vida
fue una larga dádiva amorosa
Nada más desolado que un basalto expósito con sus tiesos
mendrugos; ningún sabor como el del ópalo insaciable en
sus iridiscentes bosques escondidos; ni alegría superior a la
de la amatista postergada en sus cámaras rígidas; nada
igual a la voz del topacio en sus túneles huecos o al yeso
faliforme en sus perennes cópulas aéreas; ni rostro de
sorpresas tan rotundas como el pórfido obstinado en sus
túnicas vanas; nada más entero que el grito mineral y la
frialdad espléndida de sus estancas galerías insomnes...
Los poliedros
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Son ya visibles en sus cárceles aéreas, en sus domos de nieve, en sus aventuras
al trasluz, en sus ocultamientos y sus escarpas. Riscos vertiginosos, columnas,
sales de floración y alumbramiento, forman sus redes infrangibles, soportan,
pavimentan.
La escarcha
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Tales vivió largos y fecundos meses enmedio del fragor de los torrentes y la luz
cegadora del mar Tracio, que chasqueaba en las piedras escondidas, nutrido por
manantiales invisibles. En las corrientes de la cueva pescaba sus tenues alimentos
y después salía a contemplar el sol que, por la tarde, cubría a la tierra de colores
que se divorciaban de ella en la oscuridad. Escribió que su felicidad fue más
grande entonces que nunca.
Pocas veces volvió los ojos a los astros, pues se dio cuenta de que el reflejo que
lanzaban al agua de la cueva corregía los engaños de los sentidos. Guardó en la
memoria el temperamento del líquido al aceptar las delgadas hebras con que los
cuerpos celestes imprimían sus huellas rígidas y vio con antelación las veladuras
que habrían de venir y las coyundas en que los espíritus aéreos suelen
complacerse. Atisbó las razones de los eclipses y comprendió que sus caprichos
aparentes son mesura y equilibrio.
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Perla
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Asterismos
H asta hace poco tiempo se ignoraba que Hamurabi había asediado los
territorios de la astronomía. Una tablilla nómada de Uruk denota
que el hierático legislador sorbió su ciencia de los vagos esquemas que los astros
mentían en los cielos babilonios. Las notas del rey acusan agudeza de ojos y
voluntad para leer en los cuerpos lejanos el destino inestable de su raza.
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Otros sostienen que, apresada, la estrella explotará algún día, no muy lejano,
incendiando al planeta azulenco, cubierto por las nubes.
II
El gran caldero lleno de agua mostraba una engañosa superficie tersa. Los
remolinos, los desechos, las tormentas dormitaban en el fondo, esperando su
momento. El hidromante Michel de Nostre Dame cerró los ojos agoreros y
descansó. Seguía viendo, en el espíritu, la muerte traspasada de Enrique II, las
amenazas de Mao Tsedung, los sembradores de devastación que se alejan de su
simiente en alas veloces de pájaros metálicos, los venenos, las conjuras, las
suplantaciones de reyes y gobiernos: la obsesiva circularidad moral de la historia.
Volvió los ojos al respiradero por donde entraban los presagios y el brillo
hiriente de las estrellas le escoció. Sorprendido por la falta de mensajes de los
rumbos zodiacales, fijó la mirada en el agua elocuente: en las heces que subieron
al borde del líquido, una figura sideral aparecía, rotunda: fue primero un
triángulo de puntas aguzadas; se redujo después a un filamento tenso y largo,
que abarcó en su vehemencia todo un rincón del cielo que recibía el caldero;
luego, proliferó en ángulos y aristas de luminosidad cegadora.
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Hexágono
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Las maclas
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Uno de ellos, sin nombre que legar, dio con las palabras que se dijeron en el
Edén. No pudo recuperar el sonido; sí la fuerza amorosa y el hálito devorador
del Shadday, que las imprimió, en símbolo, en todos los parajes de la tierra.
Al propalar esta verdad entre sus compañeros, sostenía en los puños en alto
algunas piedras, parduscas por el polvo acumulado. Dijo:
infalible, del castigo. A gritos nacimos a ser hombres y mujeres; antes, Eva,
Adán, comulgaban de la sustancia de aquel Dios celoso y magnífico y se gozaban
con la apetencia irrepetible de cada primera vez.
”No hay ligazón tan vieja, ni más patente expiación, que estos filos clavados
en los otros, estas navajas certeras que se acribillan. Pero allí está la sentencia y su
desalentado cumplimiento. La voz irresistible, la mirada demoledora del
Altísimo, siguen ardiendo, tenues, incesantes, en estos cristales, inseparables y
enemigos”.
Los geólogos que han trabajado con los excavadores del Mar Muerto suponen
que las características de los minerales de que habla esta leyenda piadosa se dan
en la fluorita y en la calamina, aunque no de manera exclusiva, ni siquiera
preferente.
Marfil
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Crisoberilo
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Cimofana
Los escitas cegaban a sus adversarios con el brillo de la cimofana, ardida desde
atrás por la sangre de un héroe. De las órbitas huecas de Edipo cayó, sobre la
tierra tebana, y se estragaron las vendimias de siete años.
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25 ernesto de la peña
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Diamante
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“Dicen los viejos cánones que Daneshmand fue el mejor de los magos, pero el
vanidoso más voraz de triunfos. Experto en lides femeninas, abusaba de su saber
para surtir diariamente de vírgenes su lecho, pues el placer de la ruptura excedía
en el hechicero al goce de la sabiduría copulatoria. El poder disuasivo de sus
razonamientos le ahorró siempre reclamaciones y desafíos y no incurrió jamás en
matrimonios mal venidos, ni servidumbres sentimentales.
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Azogues
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Consta que las dos presencias objetaron toda intermediación, pero parece que,
al final, tras largo tiempo de insistencia, se rindieron ante las instancias
continuas de Ailadroddiad y permitieron sus parodias, vulgares e indignas.
Las fuentes posibles, que también se contradicen, son el Llyfr y Tri Aderyn o
Libro de los tres pájaros, de Morgan Llwyd, o las Gweledigaetheu y Bardd Cwsc
(Visiones del bardo Cwsc), del abnegado Gwynn Jones, que, en apariencia, tomó
sus datos solapados de Sir John Rhys.
La batalla de Argoed Llwyfain fue tan cruenta que los cuervos sagrados que la
vigilaban se pusieron de color de sangre. Las hachas no detuvieron su trabajo
sombrío mientras duró el día y al entrar la noche se seguía oyendo el choque
continuo de los escudos obcecados. La luna persistió en no asomarse y el destello
rojizo de los astros siguió confundiendo a los ejércitos.
L a ninfa Eco, dicen, fue la primera que ocultó sus veleidades culpables
tras esta elusiva artimaña. Seducida por la brutalidad tímida de Hefesto,
no le fueron extraños los jadeos satisfechos del dios y se abominó al notar que, al
repetirlos, se encrespaban sus senos y el sexo se le turbaba de humedades.
Dejó las cavernas sórdidas, cruzadas de ríos petrificados, con la promesa del
silencio. Cuando el vientre comenzó a delatar su arrogancia vencida, llamó a
Hefesto y le exigió la tarea. Él, cojeando, trituró piedras entre las manos,
observando el residuo diminuto en el tamiz del aire. Bajo el cielo de la cueva
encontró una veta rojiza de cinabrio, la golpeó, arrancándole esquirlas y lascas
agresivas. Las demolió en las palmas incendiadas y del vapor insoportable brotó
una lluvia helada que copió las formas de la ninfa encinta.
A partir de entonces nadie la puede ver, cubierta como está por las olas
miméticas del mercurio.
Muy pocos se percatan de que los espejos no son sino la forma corporal del
eco y que tras ellos se agazapa la primera infracción de la intimidad.
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Goethita
Allí modificó una sección de los minerales de hierro, que había estudiado más
de veinticinco años, y anotó lo siguiente: “Se lo conoce, por regla general, como
'orín de hierro' o 'hierro de los pantanos'. Tiene forma pseudohexagonal. Ante
otras sustancias ferrosas, más potentes y apreciadas, es blando, casi untuoso; en
cambio, frente a las de menor dureza, se torna rígido y cortante. Se forma a
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expensas de los demás minerales de hierro, por lo cual lo puedo designar como
parasitario. Es también propenso a las pseudomorfosis. Lo descubrí, a ras de
suelo, en Westfalia y en muchos lugares de Alsacia, donde es sumamente común
y poco estimado. Por su sencillez que, sin duda, oculta propiedades
excepcionales, lo llamo goethita. Composición: Fe00H, dureza: 5; gravedad
específica: 4,2”.
Transustanciaciones
La única noticia inquebrantable es que serán los rostros y las visitaciones del
Apocalipsis.
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Esmeralda
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Törkély encontró, más allá de cualquier duda irracional, que las conformaciones
interiores de la bauxita, humilde y virgen; la sodomita, no admitida en los
tratados; y, excelsa y verdemente, la esmeralda, presentaban alineamientos,
ponderosos en exceso, que tendían a un punto pivotal, cuya razón matemática es
un número irracional, arduamente mensurable, que mostraba proclividades
catastróficas, laderas de pronto declive contrario, como ansiosas del encuentro
con el universo que las sacude y las niega. Los cálculos pesimistas de la entropía
no alcanzan a cubrir el rédito de estas oscuras manipulaciones.
Se sabe que Törkély batalló con el agua pesada, que se hospedó, con ánimo
tornadizo, en los varios isótopos, y que anduvo largos días hermanado
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Cuando se propuso a Törkély para el doble Nobel (física y química), hasta sus
más asiduos enemigos aceptaron su eminencia.
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Psilomelana
Sólo la han conocido en toda su potencia arborescente los locos de Dios y las
prostitutas que abjuraron. En sus hojas punzantes, híbridas de metal y savia,
sorben los primeros la vida ambigua del más allá y las mujeres públicas sienten
de nuevo el aire inocente de sus aldeas lejanas.
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Se cree que sólo la mandrágora o la yerba de Rufo o las briznas que sueltan los
párpados de la esfinge podrían fecundarla, pero las aristas del aire, gazmoñas o
envidiosas, no cumplen este oficio magnífico de híbrido atrevimiento.
Ópalo
El único texto que conserva la historia original del ópalo es el persa Kitab al-
yawáhir, o Libro de las joyas, largo tiempo atribuido a la sapiente pluma de Umar
Jayam.
Hans Lampadonius à Lapide despreció los consejos de los orfebres más viejos,
que lo disuadían de engarzar dos ópalos de sangre contraria bajo la misma
coyunda áurea y murió fulminado por un cristal tornasol que le puso en ignición
los líquidos vitales en dos horas de largo martirio. El pomposo entierro que le
mandó hacer su patrón, el elusivo Carlos VI del Sacro Imperio, compensó la
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La técnica que expone el desconocido autor del Kitab al-yawáhir es, por
supuesto, la única efectiva. Difícil para los corazones cristianos, los temples más
firmes pueden emplearla. Al menos ése es el apotegma que encabeza la
descripción del procedimiento.
“En situaciones bélicas, la naturaleza vil de los hombres ofrece las mejores
oportunidades: cuando vea que hay refugiados que se guarecen en criptas y
sótanos, tenga todo dispuesto para inundarlos. Antes de hacerlo, debe taponar
con esmero y lentitud todos los respiraderos, pues, de no hacerlo así, podría
haber escapatoria. Si desea que el producto tenga fugaces resplandores de sangre,
en el agua debe abundar la sutil especie natatoria llamada junmahi, que
mordisquea profusa y certeramente la carne, infiriendo heridas menudas y
profundas, de sangrado lastimero y continuo. Éste es el primer grado y produce
los ópalos de color de ladrillo, sumamente comunes.
”Mejores son los ópalos de fuego, nacidos de las pavesas de los rumíes que no
abjuraron. Para reavivar el esplendor, alimente las llamas purificadoras con
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madera del etz jáyim, arrancada a los intransigentes yahudíes. Este árbol, resinoso
y difícil, lleva en sus ramas, de mil y una formas, la vida verdadera de los
hombres.
”Debo decir, para quienes entienden, que el agua encarcelada en los ópalos
naturales proviene del jardín del Edén. La corriente del Pishón la arrastró hacia
las ciudades en que los hombres cumplieron la tradición de Caín”.
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Fósforo
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Extrajo del polvo acre los cristales petrificados: en torno del centro impenetrable
y ceñudo, los muñones rojizos arrojaban aún mínimas fumarolas. No lo quemó
la costra calcinada de los minerales. Abrió la caja de materiales de ensaye y
guardó las muestras de la grosularia rosácea.
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Cuando opalesce, la adularia viaja hacia su hermana, la piedra de luna, que los
griegos llamaron selenólito.
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Arquitas observaba, en las alturas del Tegelio. Examinó los filos de las saetas
griegas y olió el mismo tufo que le llevó la marea a su ciudad lejana. Junto a un
guerrero recogió la materia parda y se encaminó a su país. Allí construyó una
torre invencible, que atraía los dardos, las lanzas arrojadizas y las jabalinas, y que
estaba forrada de una goma obtusa que se incendiaba por las noches, calcinando
los metales en una combustión irreparable.
Gustaba de obsequiar, por los pueblos vecinos, las estatuas parduscas nacidas
de estas ceremonias. Los aldeanos comenzaron a propalar su locura, pero otros
veneraban a estas figuras indistintas, que remedaban a los habitantes del Olimpo,
a los merodeadores de Poseidón o a las deidades infernales.
Como señal de olvido que sabe que ha de renacer el amor que lo incita,
Arquitas llamó électron al mudable elemento, en recuerdo de los rayos
deslumbrantes del sol triunfador, eléctor.
Granate, espesartina, rubí,
espinela
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gesto lamentoso, ancianos demacrados y mujeres con los senos soldados por los
pezones, como si quisieran detener el sexo, la lactancia y la prole.
Porque las acciones bélicas de este pueblo se caracterizaron por sus minuciosas
elusiones, por sus deliberadas fugas, seguidas de los testimonios de servidumbre
que dieron los sojuzgados, que triunfaban.
Estos documentos son las únicas voces que narran los hechos de los
volumnios, casi extinguidos a fuerza de desear ser olvidados.
Los poliedros...............................................................................................6
La escarcha..................................................................................................8
Perla...........................................................................................................11
Asterismos.................................................................................................12
Cuarzo.......................................................................................................16
Hexágono..................................................................................................17
Las maclas..................................................................................................18
Marfil........................................................................................................21
Crisoberilo.................................................................................................22
Cimofana...................................................................................................23
Jade............................................................................................................25
Diamante...................................................................................................26
Antimonio.................................................................................................29
Azogues.....................................................................................................30
Mercurio....................................................................................................33
Goethita....................................................................................................34
Transustanciaciones...................................................................................36
Esmeralda..................................................................................................37
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Estaurolita.................................................................................................41
Calcedonia.................................................................................................43
Psilomelana................................................................................................44
Ópalo........................................................................................................46
Arsénico.....................................................................................................49
Fósforo......................................................................................................50
Espodumena..............................................................................................52
Grosularia..................................................................................................54
Adularia.....................................................................................................58
Ámbar.......................................................................................................60
Granate, espesartina, rubí, espinela............................................................63
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