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Demostrar que el aire pesa no es nada sencillo si uno no tiene breves nociones de
física. No lo es ahora y menos aún hasta el siglo XVII cuando el italiano Evangelista
Torricelli se le ocurrió su célebre experimento que luego comentaremos. Desde
aquel año 1643 se han sucedido multitud de ideas que dejan patente el peso de
nuestro aire.
Por todos es conocido que la atmósfera es el inmenso mar gaseoso que envuelve
nuestro planeta y cuya composición química (junto con otros factores como la
distancia Tierra-Sol, regulación del balance energético solar, protección ante las
emisiones de partículas cargadas provenientes del Sol y también de asteroides del
espacio exterior…) ha posibilitado el desarrollo de la Vida. Se extiende a lo largo de
varios cientos de kilómetros en la vertical y la forman diversas capas con
características físico-químicas distintas, principalmente la variación de la
temperatura con la altura (Figura 1a): troposfera (los 12 primeros kilómetros en la
que la temperatura disminuye progresivamente 6,5ºC/km), la estratosfera (de 12 a
unos 50, donde la temperatura se mantiene constante en un tramo, llamado
tropopausa, para luego ir elevándose a razón de 1,5ºC/km), la mesosfera (entre los
50 y los 80 con un ritmo de enfriamiento de 3,5ºC/km), la termosfera (entre los 80 y
los 700 donde se vuelve a invertir comportamiento, esta vez se calienta por efecto
de radiación solar a unos 10ºC/km) y la exosfera (a partir de los 700km donde
apenas hay materia y la temperatura se mantiene prácticamente constante).
Definir cuánto de longitud tiene nuestra atmósfera no es nada sencillo puesto que
se vuelve más tenue según aumentamos en altitud lo cual hace que no exista una
frontera o límite claro que nos sirva de referencia. Aunque es frecuente que algunos
textos ubiquen el final de la misma en unos 100km, en la línea de Karman. Theodore
von Karman (1881-1963) fue un extraordinario físico húngaro de nacimiento y
nacionalizado estadounidense cuyo papel más destacado fue en el campo de la
Aerodinámica (la parte de la Física que estudia cómo fluye el aire) y marcó a esa
altura el límite atmosférico puesto que a mayor altitud no es posible el vuelo
aeronáutico.
Kilómetro más o kilómetro menos, lo cierto es que por debajo de unos 5,6km de
altitud ya contamos con el 50% de la masa atmosférica; el 90% lo encontramos con
un espesor de 16km y en la línea de Karman acumulamos el 99,99997%; esto es,
prácticamente toda. Y hablado de masa, ¿cuánto es la masa total de la Tierra? Pues
unos 5,15x1018kg, es decir: 5 150 000 000 000 000 000kg. En cuanto su densidad,
ésta varía exponencialmente en función de la altura y también lo hace en función de
la temperatura y de la humedad del aire. A nivel del mar y a 15ºC es de 1,225kg/m 3,
a 5000m desciende hasta 0,7364kg/m3 y a 10.000m llega a 0,4125kg/m3 (Figura 1b).
Figura 1. Variación de la temperatura con la altura en la atmósfera. Los distintos
comportamientos dan lugar a las distintas capas (izq.) y variación de la presión y
de la densidad del aire con la altura (der). Ambas gráficas son similares lo que da
a entender una estrecha relación. Fuentes: windows2unirverse.org y
apollo.lsc.vsc.edu
Desde tiempo aristotélicos, la creencia de la ingravidez del aire y que ocupa todo el
espacio (y por tanto, la inexistencia del vacío) fueron dogmas de fe hasta bien
entrado el Renacimiento. Uno de los defensores más fervorosos de esta hipótesis
fue el mismo Galileo. En 1630 recibió una carta de Baliani (otro físico italiano como
él) en que la que le comentaba que estaba intentando llevar agua a una colina de
21 metros de altura por medio de un sifón y que le resultaba imposible por más
esfuerzo que intentaba. El agua sólo ascendía a poco más de 10 metros.
En los años venideros varios científicos de la época siguieron estudiado tan raro
fenómeno. Incluso ya había algunos de ellos (como Berti) que contradecían a
Galileo y se empeñaban en la construcción de sifones, bombas y maquinaria que
generase vacío. Uno de ese grupillo de “rebeldes” fue un alumno suyo: Evangelista
Torricelli (Figura 2a). Nos emplazamos en 1641 cuando empezó a trabajar en el
problema pero no fue hasta dos años después (en 1643) cuando tuvo la feliz idea
de trabajar con líquidos más densos que el agua para alcanzar alturas menores y,
por tanto, más manejables. Empleó mercurio que era unas 14 veces más denso que
el agua y, por tanto, el hipotético ascenso de mercurio sería 14 veces menor. Y se
puso manos a la obra.
Una variante de este experimento se puede realizar con dos desatascadores (Figura
4). Se juntan y se oprimen hasta que salga buena parte del aire interior.
Seguidamente dos personas intentarán separarlas a través de los mangos lo cual
verán que es complicado. En cambio, es muy sencillo si se hace una hendidura en
una de ellas de tal forma que por ahí vuelve a entrar el aire y se vuelven a equilibrar
las presiones interior y exterior y, por tanto, la separación no presenta la mayor
dificultad. Otro ejemplo práctico de este mismo fenómeno y con el mismo principio
físico son las ventosas tan empleadas en el hogar.
¿TOMAMOS UN REFRESCO?
El acto de tomar un refresco con una pajita lo hemos realizado todos desde niños.
También el uso obligatorio de ese canuto nos servía como herramienta de chantaje
con nuestras madres para beber jarabes o brebajes de sabor desagradable. El
simple acto de aspirar el poco aire que hay dentro del tubito y ver cómo asciende el
líquido por él es un reflejo de lo más cotidiano que verifica la existencia de la presión
atmosférica.
La succión del aire crea un pequeño vacío dentro de la caña por lo cual la presión
interna es menor que la exterior, la atmosférica. La única forma que tiene la
Naturaleza de volver a equilibrar todo es introduciendo agua dentro de tal forma que
el peso de la columna de agua equilibre el peso de la presión atmosférica (Figura
5).
Figura 5. Nadie repara cuando bebemos un refresco con una pajita en que este
acto es posible gracias a la presencia de la presión atmosférica. La aspiración del
aire de dentro hace que decrezca la presión y que la atmosférica sea suficiente
como para empujar el líquido. Fuente: kuriosos.es.tl
EL HUEVO FLEXIBLE
Una variante consiste en llevar un plato o similar de agua. Se toma una vela flotante
y sobre ella se coloca un frasco o un vaso alargado (cuanto más estrecho sea, mejor
se verá el resultado). Como en el caso anterior los gases desprendidos de la
combustión ejercerán menor presión que la atmosférica con el consecuente
aumento del nivel del agua dentro el cilindro alargado.
En el siguiente experimento hay que tener cierto cuidado por tener que usar un
hornillo o similar. Se toma una lata de refresco en la que se ha introducido una
pequeña cantidad de agua, entre 1 y 2 dedos. Se coloca en el infernillo hasta que
ésta comienza a hervir que lo notaremos por el ruido y por el vapor que saldrá por
el agujero. Mientras esto ocurre tomamos un recipiente ancho (un barreño, una
cubeta…) con agua fría, cuanto más mejor. Una vez que tenemos el agua hirviendo
tomamos la lata con unas pinzas de cocina y rápidamente la colocamos boca abajo
en el agua fría. Ésta enfriará súbitamente todo el vapor de agua de dentro del
recipiente, comprimiéndose y, por tanto, disminuyendo considerablemente su
presión que quedará muy por debajo de la atmosférica con el consecuente colapso
de la lata (Figura 8).
Figura 8. Al introducir una lata con vapor de agua en un recipiente de agua fría se
produce una compresión súbita fruto de la acción combinada de la contracción del
gas interior y la presión atmosférica. Fuente: aulas.iesjorgemanrique.com