Os escribo esta advertencia para que sepáis que es posible que no os
vuelva a ver jamás a ninguno de vosotros. Si la ventura lleva hasta vosotros mi palabra más allá de mi Muerte Definitiva, que así sea. No temo a la propia muerte, sólo a lo que mis sueños me dicen que podría aguardar a mi alma tras ese portal. Mas mi corazón conserva la esperanza; no puedo imaginar nada más horrendo que lo que ha caído sobre mí, del tal modo que rezo por la muerte auténtica, por una paz que no tolere más tormentos, más pesadillas. Creo que vendrán pronto a por mí y apenas me queda tiempo para terminar, de modo que será mejor comenzar cuanto antes. Recordadme con amor en las noches venideras si esto os preserva de los horrores que me han despojado de mi existencia. Hallad la verdad en mis palabras y huid de aquello capaz de destruir vuestras almas. (Texto ilegible por ya que el oro se ha corroído) Shu nos recibió con grandes fastos, llamando a esclavos a los que sus ayudantes torturaban y mataban de modo tan horrendo que nosotros, que habíamos visto terribles aflicciones en los desgraciados que incomodaban a nuestra propia raza, temblamos asqueados ante tal salvajismo. En las noches siguientes nos tentaron con riquezas y con la carne y la sangre de los bebés más suculentos. Nos ofrecieron poderes más allá de cualquier sueño del propio Caín. Una y otra vez nos seducían para que compartiéramos sus rituales, hiciéramos juramentos con los demonios e infligiéramos las más crueles torturas a los inocentes.
Y fue así que Karesh sucumbió a la seducción. Nos denunció a los
demás y los perversos cayeron sobre nosotros como las mismas hordas del Infierno. Vekis, Madiel y yo fuimos hechos cautivos y, mediante el tormento más agónico, se nos obligó a Abrazar a los líderesmortales de Ba’al. Entonces Madiel fue muerto, se bebió su sangre y su esencia fue tomada por su propio chiquillo recién creado. Vekis y yo fuimos perdonados para que los Ba’al pudieran interrogarnos y aprender de nosotros.
No hablaré de todos los terrores y depravaciones que nos acaecieron
durante el cautiverio. Vekis murió en el tormento. Introdujeron gusanos en mi carne para que se abrieran paso por mi cuerpo devorándolo y mi sed era como un rojo sudario que me envolvía con una agonía irrompible. Mas lo peor fue que mi antiguo hermano se acercó a mi, susurrándome seductor para ofrecerme libertad y paz si me unía a él en su traición. Me reveló terribles secretos que rompieron mi mente y destrozaron mi cordura. Temí seguir allí eternamente como un patético despojo, un jugete roto que el malvado Shu se negaba a abandonar.
Entonces, en un momento de claridad vi el modo de escapar. Hui
hasta la ciudad y arrodillándome ante nuestro Padre y ante el sire de nuestro sire, les conté lo que había aprendido y supliqué sangre y perdón. Nuestro Padre parecía enloquecido por las noticias que traía y le pidió a Caín que librara la guerra inmediata y total contra los Ba’al. Con su aprobación invocó a los guerreros de nuestro clan, más yo estaba demasiado débil para marchar con ellos.
Todos los días dormía inquieto, soñando con los susurros de mi
hermano Karesh, despertando incapaz de recordar los secretos que me había revelado durante mi tormento. Acudí pues a Padre y le supliqué que me ayudara a desentrañar los secretos de mis sueños.
Mientras tanto, nuestros mensajeros regresaban noche tras noche con
noticias sobre la muerte de más y más hermanos guerreros, asesinados por los diablos de jade. Aunque Shu sufrió pérdidas devastadoras, nosotros nos llevamos la peor parte. Nuestro Padre siguió enviando guerreros, y después incluso pidió que nuestros sanadores empuñaran también la espada. Aquel día, mientras dormía soné y esta vez recordé lo que había retorcido mi mente hasta la locura. Vi de nuevo a Karesh, mi querido hermano, acercarse a mí quemando mi carne con metales encendidos mientras me susurraba al oído:
“Ah, mi insensato hermano. ¡Disfruto tanto observando cómo te pudres
ante mi roce! Y aun así, este tormento no es nada comparado con lo que te voy a decir. Fuiste traicionado, mas no por mi mano, pues no hacía más que seguir los deseos de nuestro Padre. Fue él quien nos envió aquí. No para descubrir los planes de los Baali, sino para ver si éramos hijos dignos de nuestra línea. Durante muchos años Padre se ha mostrado insatisfecho con nuestro clan. Está cansado de esperar a que despertemos a sus verdaderas enseñanzas, a que nos liberemos de las patéticas restricciones que nosotros mismos nos imponemos, a que comprendamos que Shu nos guiará hasta la fuente del verdadero poder.
La paz y la armonía interior son para los débiles, y eso es en lo que
nos ha convertido nuestra línea: un clan de insensatos que han olvidado estar malditos por Dios. Nuestro padre recuerda y se deleita en ello. Que los débiles crean las mentiras que él teje; cuando llegue nuestro momento, caerán ante nosotros como el trigo ante la guadaña.
No creas que la primera línea de nuestro Padre sobrevivirá. La
mayoría de nosotros se ha mostrado demasiado pacífica, demasiado deseosa de buscar la Golconda en vez de arrancar los corazones de cualquiera que nos niegue nuestra justa herencia como señores de la Tierra. Serán barridos en al roja marea de la batalla, asesinados por sus nuevos chiquillos, los Shai de Ba’al. Los Baali. Aquellos entre los nuevos que sobrevivan serán los más fuertes y los más crueles. Nadie sabrá de nuestra ascensión hasta que sea demasiado tarde para librarse de nuestra ira. Y en la noche que último Salubri sangre su vida en la boca de los Baali, yo me alzaré para sentarme a la derecha de nuestro Padre y gobernaré a todos los seres sobre la Tierra.” He recordado. Tengo miedo. He escrito estas palabras para advertiros a los pocos que quedéis. No escuchéis las palabras de nuestro Padre, pues es un mentiroso que no busca más que nuestras muertes. Los Ba’al no son su enemigo, sino su herramienta. Huid si podéis. Enterraré estas páginas y suplicaré que nuestro Padre no las encuentre. El medallón con la clave para poder leerlas se dirige en este momento hacia una de nuestras hermanas que se encuentra muy lejos de aquí.
El amanecer se acerca. Aun despierto me veo atormentado por las
pesadillas. Mi advertencia ha terminado y oigo los pasos de nuestro Padre que viene a mi encuentro. Ignorante le he pedido que desentrañe mis sueños y así lo ha hecho.
Ahora sabe que conozco la verdad y que no puede dejarme vivo.
Llama a la puerta y me dice gentil que me prepare. Ha llegado. No sé si estoy más asustado por saludar al sol o por mirar a la cara a nuestro padre conociendo la Verdad. Enterraré bien este libro y esperaré que no lo encuentre cuando el beso del sol desgarre mi carne y me traiga, por fin, la paz.