Propone que la vida es el valor superior de la existencia (vitalismo). Así, opone lo
apolíneo (estático, equilibrado y racional) a lo dionisíaco (la vida, el devenir, lo pasional), siendo este último principio el principal fundamento de la condición humana en general. La filosofía de Nietzsche encierra una crítica radical a los fundamentos de la cultura occidental, pues estos tuvieron su origen en una metafísica, religión y moral que han suplantado e invertido los valores vitales, negando los instintos humanos y promoviendo la renuncia a los placeres mundanos. Su proyecto también es un intento de superación de esta cultura a la que califica como producto del resentimiento contra la vida. El filósofo alemán distingue dos tipos de hombres: los siervos y los señores. Estos últimos son superiores, libres, creativos, hacen las leyes y dirigen a los demás; en cambio, aquellos son vulgares, resentidos, miserables y han nacido para obedecer. Sin embargo, en la cultura occidental, por la influencia fundamental de la tradición judeocristiana, los valores de los siervos, de los esclavos, de los débiles, de los inferiores se han impuesto. Para Nietzsche, la vida debe ser concebida como voluntad de poder; es decir, voluntad de ser más, de crear, de superarse, de ennoblecerse y de vivir en general. Por otro lado, plantea el eterno retorno, el cual supone la idea de que todos los eventos que hemos vivido durante nuestra existencia (sentimientos, emociones, hechos, pensamientos) se repiten una y otra vez. Ante esta posibilidad, una afirmación radical de la vida y la existencia supondría aceptar dicha repetición. Precisamente, Zaratustra es el profeta del eterno retorno y, además, aquel que anuncia al superhombre como el único capaz de crear valores lejos de la influencia judeocristiana y de vivir más allá del bien y del mal. Nietzsche señala como condición para la aparición del superhombre la muerte de Dios..