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Antecedentes

La corrupción es un fenómeno universal. Ha existido en todas las


épocas, ha recorrido todos los sistemas jurídico-políticos y no se
puede encontrar rincón alguno del planeta donde sea desconocida. Y
aunque convenga aclarar de inmediato que la corrupción no afecta en
todos los casos con igual virulencia, hay que advertir que pocos
fenómenos sociales aparecen con su persistencia y recurrencia. Con
toda probabilidad, esto se debe a que la corrupción constituye un
mecanismo para conseguir cierto estado de cosas. En efecto, la
corrupción aparece como un instrumento técnico adecuado para
alcanzar determinados objetivos. Pero, como la eficacia del uso de
mecanismos y de instrumentos técnicos depende siempre de los
ámbitos en los cuales se utilizan, habrá ciertos contextos en los que la
apelación a la corrupción tiene más posibilidades de éxito que en
otros. Históricamente, América Latina ha sido un espacio geográfico
que ha funcionado como un caldo de cultivo fértil para las prácticas
corruptas, y Paraguay no ha constituido precisamente una excepción.

Pero esto no ha de inducir a pensar que la corrupción es propia


de países atrasados, subdesarrollados o latinoamericanos. Nada más
lejos de la realidad. La corrupción aneja a la financiación de la política,
a la realización de las grandes obras públicas, al tráfico de armas y,
por cierto, a innumerables actividades mercantiles privadas, aparece
también en el mundo desarrollado. Y, lo que es más importante, si se
cumpliera el vaticinio de las voces más pesimistas, como el de la
Comisión de Prevención del Delito y Justicia Penal de las Naciones
Unidas, podría haber en el siglo XXI, que acaba de comenzar, niveles
de corrupción tan altos como jamás se habrían encontrado con
anterioridad.

Varios son los motivos que parecen avalar tan descorazonadora


forma de pensar. El actual proceso de globalización o de
mundialización hace que los actores económicos operen en
situaciones (y refuercen relaciones) cada vez más asimétricas. No
constituye secreto alguno el hecho de que ciertas empresas poseen
un potencial económico mayor que el de algunos Estados donde
invierten y comercian. Estas asimetrías no son sólo mercantiles o
financieras, como pudiera pensarse, sino también jurídicas, políticas,
morales o culturales.

El debilitamiento general del Estado, que se advierte también en


su ineficacia punitiva de formas delictivas que pueden ser planeadas
en un lugar, ejecutadas en otro, cuyo fruto se dirige a un tercer lugar a
través de entidades bancarias de sitios diferentes. Todo ello se
confabula, aunque no de una manera exclusiva, para que se genere y
se desarrolle lo que se ha dado en llamar "la gran corrupción".

Pero esta gran corrupción no debería ocultar la denominada


"pequeña corrupción", aquella realizada por ciudadanos y funcionarios
públicos de un nivel jerárquico bajo, cometida muchas veces por
importes menores, si se considera cada acto de corrupción
individualmente. Corrupción a la que el ciudadano muy pronto adecua
su comportamiento porque sabe que en su medio es la forma más
fácil, cuando no la única, para lograr la consecución del fin perseguido
o el éxito social. De hecho, en determinados países, los ciudadanos
hacen suya la pedagogía de las trampas, las artimañas y las
violaciones a la ley produciendo efectos negativos y en ocasiones
devastadores de carácter político, económico, jurídico y, sobre todo,
moral. El ciudadano aprende a moverse en las procelosas aguas de la
venalidad, sabedor de que los comportamientos honestos son un
pasaporte seguro para el fracaso de cualquier empresa que
emprenda. El “mal” ejemplo cunde rápidamente y se desarrolla así un
comportamiento social de muy difícil retorsión. No es de extrañar por
eso que en Paraguay el 59% de la población crea que la corrupción
sea una práctica muy efectiva.

Ahora bien, las manifestaciones de la corrupción son variadas,


tienen una etiología distinta y afectan a diversos intereses de modos
muy diferentes. La corrupción administrativa, política, mercantil o
judicial se presenta con peculiaridades específicas que hacen que su
comprensión y las medidas encaminadas a su control deban ser
también particulares. Por ello se hace necesario dar un concepto de
corrupción que sea útil para clarificar las reflexiones sobre este
fenómeno.

Por "corrupción" entenderé aquí aquellos actos que reúnen las


siguientes notas características.

1) Para que exista corrupción tiene que haber la violación de un deber


institucional. Quienes se corrompen transgreden, por activa o por
pasiva (o provocan la transgresión de), algunas de las reglas que rigen
el cargo que ostentan o la función que cumplen. Quienes se
corrompen manifiestan, en ese sentido, un claro sentimiento de
deslealtad hacia la regla violada. También la corrupción es posible
entre agentes privados.

2) Para que exista un acto de corrupción, pues, debe haber un sistema


normativo que le sirva de referencia. La noción de corrupción es
parasitaria de un sistema normativo. Por esa razón la corrupción
puede tener una naturaleza económica, política, jurídica o ética, o
participar de estos distintos niveles a la vez. Esta característica se
infiere de la primera.

3) Un acto de corrupción no siempre entraña una acción penalmente


antijurídica. Que el acto de corrupción sea legal o ilegal, desde un
punto de vista penal, dependerá, por cierto, del tratamiento que el
sistema punitivo ofrezca a las reglas del sistema normativo de
referencia. Corrupción e ilegalidad penal son, en ese sentido, términos
independientes.

4) Los actos de corrupción están siempre vinculados a la expectativa


de obtener un beneficio extra institucional. Y no es necesario que ese
beneficio constituya una ganancia de carácter económico, pues puede
ser política, profesional, sexual, etc. Y tampoco es necesario que el
beneficio que se pretende conseguir sea elevado. Después de haber
realizado la acción objeto de la práctica corrupta decide no aceptar la
contraprestación pactada, renuncie al reclamo del pago (o reclame lo
pagado previamente) o una vez obtenidos los fondos pertinentes los
devuelva íntegramente. Hay que distinguir entre el que permanece
incorrupto y el corrupto arrepentido. Y no es necesario que la
contraprestación que constituirá el beneficio extra institucional esté
perfectamente determinada. Un corruptor inteligente puede dejar
abierta la acción exigible a su contraparte para ser precisada en el
futuro.

5) Los actos de corrupción tienden a realizarse en secreto o al menos


en un marco de discreción. La noción de secreto o de discreción se
vincula con un cierto intento por ocultar la acción corrupta, incluso en
aquellos casos cuando el apartamiento de las normas del sistema de
referencia "se sabe que se practican ampliamente y casi nunca se
sancionan". La corrupción, al implicar una actitud de deslealtad, tiene
una carga negativa y, por lo tanto, tiende a ser sustraída del público.

“Se puede definir los actos de corrupción, entonces, como


aquellos que constituyen la violación, activa o pasiva, de un
deber institucional o el incumplimiento de alguna función
específica, realizados en un marco de discreción, con el objeto de
obtener un beneficio extra institucional, cualquiera sea su
naturaleza”

Existen diferentes formas de corrupción. Las más comunes son


el soborno y la extorsión. En estos tipos, las personas intervinientes, el
corruptor y el corrompido, están identificadas o son identificables. El
soborno es una especie de contrato que se perfecciona por el mero
acuerdo. El sobornante paga al sobornado para que éste actúe en su
favor a cambio de una contraprestación. Por ese motivo, en un
soborno, la reciprocidad es esencial. Ambas partes se benefician en
un soborno y ambas son culpables. En la extorsión, en cambio, el
extorsionador exige un precio bajo la amenaza de dar al extorsionado
un tratamiento peor del que merecería. La situación aquí se parece, en
los casos más extremos, a la de un asaltante que exige a su víctima la
bolsa o la vida.

La corrupción es un fenómeno que tiende a la expansión. Al


constituirse en una herramienta útil para conseguir determinados
objetivos, ya sea frente a la burocracia, en el mercado para eliminar
competidores, en la política para conseguir financiación o,
simplemente, en todos los ámbitos para conseguir riquezas
personales, tiende a ser utilizada con una cada vez mayor asiduidad
por un cada vez mayor número de personas. Pero, aun cuando la
amplitud de su práctica alcance a vastos sectores sociales, no puede
expandirse hasta el infinito ni ser practicada por toda la sociedad.

En la pequeña corrupción, los pagos y los cobros se


"democratizan", por calificar de alguna manera la disposición a
participar en ella a un mayor número de individuos. A menudo son las
personas sin grandes recursos las víctimas no culpables de las
extorsiones de funcionarios inescrupulosos. Aquí el pobre siempre
termina pagando y suma una injusticia más a la que ya soporta por su
situación. En ese sentido, la corrupción contribuye a una distribución
desigualitaria de la renta.

No todos pueden participar en la corrupción y si entre quienes


participan se alcanzan beneficios mutuos siempre existe algún
perjudicado. Por eso, en el mercadeo de la corrupción, aunque a
veces sea complicado establecerlo, hay ganadores y perdedores. En
la gran corrupción, los pagos de sobornos suelen hacerse con el fin de
establecer monopolios de hecho. Las cuotas de mercado que pierden
las empresas más honestas, o simplemente las más lentas en
moverse en los entresijos venales, las ganan las diligentemente
corruptas. Y, por esa razón, existen fuertes incentivos para dar el
primer paso en el acuerdo corrupto, y no sólo para lograr un contrato o
una licencia concreta, sino porque una vez que se ha establecido el
vínculo venal se genera un círculo de confianza entre las partes que
intervienen y que abre las puertas a futuras negociaciones indebidas.
Como los acuerdos corruptos no se pueden hacer públicos y su
cumplimiento no se puede exigir jurídicamente, se establecen
relaciones estrechas entre corruptor y corrompido que tiendan a
prolongarse en el tiempo. Se crea, de ese modo, una red estable de
corrupción, aparece una camarilla con lazos muy profundos de difícil
erradicación.

Que la corrupción se cometa en un marco de discreción o de


ocultación, que se consoliden redes de corrupción estables e
integradoras y que haya beneficio mutuo entre los participantes de los
sobornos no son los únicos obstáculos en la lucha para erradicar tan
nociva forma de acción social. En realidad, no siempre ha existido una
actitud decidida de combate contra la corrupción.

Esta carencia de ánimo político y de firmeza moral para luchar


contra la corrupción suele presentarse bajo el manto de una elección
trágica. Si se investiga el pasado se detraen fuerzas para actuar en el
futuro, si se castiga a los culpables del pasado se pone en peligro la
estabilidad institucional, se aduce, sin ningún tipo de pruebas o de
argumentos convincentes. Aunque a nadie escapa que la excusa del
"momento político" para no luchar contra la corrupción se formula con
demasiada asiduidad como para ser ampliamente creíble.

En cualquier caso, por las razones que fueran, el resultado suele


ser, excepto pocas y contadas excepciones, la impunidad. La
impunidad tiene un efecto enormemente destructivo sobre la cultura
social de la comunidad. Cuando el sistema punitivo es ineficaz, el
ciudadano aprende rápidamente que conviene transitar los caminos de
la ilegalidad. Asume que puede tratar de superar los problemas que
enfrenta por sus propios medios, al margen de las normas. Y cuando
la ineficacia penal se manifiesta en la falta de condena por actos
ilícitos de los principales dirigentes políticos o económicos de la
sociedad, sospecha que vale la pena comportarse de igual modo, si no
quiere verse excluido del proceso político, económico o social.

De hecho, los corruptos cambian las reglas para el éxito en la


sociedad y, por ese motivo, el ciudadano tiende a imitar las prácticas
que percibe como exitosas porque sirven para lograr dinero, prestigio
o poder y, en cambio, no generan ningún costo.

Contra este estado de cosas se ha iniciado un movimiento de


lucha contra la corrupción. Muchos factores pueden haber influido para
que a finales del siglo XX se haya desatado una verdadera cruzada
contra este tipo de práctica, aunque en muchos casos también sea
sólo a nivel retórico. Uno de estos factores puede ser que la caída del
bloque soviético haya posibilitado que el capitalismo se enfrente a sus
propios fantasmas, y uno de ellos es la corrupción. Otro puede ser que
el coste de la corrupción haya llegado a ser demasiado alto, incluso
para las principales empresas que, hasta ese momento, lo habían
pagado con generosidad. Pero tal vez el elemento que haya
decantado la opinión de gobiernos y de organismos internacionales
hacia una política más firme de control de la corrupción haya sido el
informe sobre los "grandes mercados emergentes" y los "grandes
sectores de inversión" que presentó durante la administración Clinton
su Secretaría de Comercio. Según este informe, los grandes mercados
emergentes, Argentina, Brasil y México en América Latina, están
preñados de corrupción. También se sostenía que en sectores
vinculados a las infraestructuras, muy sensibles a la corrupción, serían
necesarias inversiones de aproximadamente de 500 billones de
dólares en América Latina. En este escenario aparecen las principales
medidas anticorrupción en América Latina, entre las que se cuenta la
Convención Interamericana contra la Corrupción.

En última instancia, la corrupción es un problema moral y el


ciudadano no puede hacer dejación de sus funciones políticas
avalando comportamientos venales. Por esa razón, hay que insistir en
la educación moral como el medio más efectivo a largo plazo para
mejorar la situación hoy imperante en América Latina. Pero, mientras
tanto, es mucha y variada la tarea que resta por hacer. Hay que volver
más transparentes los mercados reales, hay que generar una nueva
cultura empresarial y hay que modernizar el Estado para que sea más
eficaz. La homogenización legislativa propugnada por la Convención
Interamericana contra la Corrupción constituye un paso importante,
pero sólo es un paso. En el combate contra la corrupción no valen
medidas aisladas. Se debe abrir todos los frentes que sean posibles.
Toda batalla, por pequeña que sea, merece ser ganada aunque se
sepa que la guerra probablemente no acabará jamás. Para
transformar el mundo, primero hay que conocerlo.

La situación en el Paraguay

La situación paraguaya es, a este respecto, en verdad alarmante.


Dos estudios resultan particularmente importantes en esta materia: el
primero es el informe elaborado en el año 2000 por el INSTITUTO
DEL BANCO MUNDIAL en el marco del Plan Nacional de Lucha
contra la Corrupción impulsado por el gobierno paraguayo; el segundo
es la encuesta nacional sobre corrupción realizada en el año 2005 por
TRANSPARENCIA PARAGUAY. Ambos estudios tienen como objetivo
esencial describir los patrones institucionales relacionados con la
corrupción en la administración pública. Los principales resultados de
dichos estudios podrían resumirse en:

 De acuerdo con ambos informes, la corrupción es uno de los


problemas más serios que sufre el país. Las empresas señalan
que la corrupción, con sus costos asociados y la inestabilidad de
las políticas públicas, son los factores que más atentan contra
los planes de inversión. La corrupción ocupa en la actualidad el
quinto lugar en la lista de problemas principales del país y el
segundo lugar en la lista de problemas graves.

 La imagen percibida del país es devastadora: el 91% de los


encuestados declara que Paraguay es un país entre corrupto y
muy corrupto, frente a solamente un 8% que declara que
Paraguay es un país poco o nada corrupto. Los ciudadanos
demuestran, pues, tener una imagen muy negativa del país.

 La forma más común de corrupción es el soborno, siendo los


principales los sobornos para acelerar el servicio, los sobornos
para acceder al servicio y los sobornos para sesgar la decisión
de los funcionarios. Se comprueba que los empleados de
mandos inferiores son los que con más frecuencia incurren en
sobornos para sesgar la decisión, así como que el pago por el
acceso al cargo público y la desviación de fondos
presupuestarios son las formas menos frecuentes de corrupción
en las instituciones públicas paraguayas.

 De acuerdo con la información disponible, los funcionarios


públicos obtienen sobornos que representan un 30% de sus
ingresos oficiales, así como un 27% de los cargos son otorgados
a cambio de pagos por parte de quienes los ocupan. En ese
contexto, los usuarios deben pagar un 5% de sus ingresos para
mantener la corrupción en general, mientras que el 11% de los
ingresos de las empresas es dedicado a sobornar funcionarios.
Esto re-presenta un 33% de sus beneficios y, aproximadamente,
el 2% del ingreso de los usuarios. Se observa, además, que el
pago de sobornos afecta a todas las capas jerárquicas de las
instituciones públicas, así como que el resultado de los sobornos
se comparte con superiores (34%), con colegas (26%) y con el
partido político 0 con políticos (25%).
 En cuanto a la efectividad del soborno, el 59% de los
encuestados considera muy efectivo el mecanismo, mientras un
23% lo considera algo efectivo. Sólo un 18% lo considera poco o
nada efectivo.

En ese contexto general, y dentro de una escala de 0 a 10 (de


honestidad a deshonestidad) el ranking de las veinte instituciones
públicas nacionales más corruptas, según el informe elaborado por el
Instituto del Banco Mundial (2000), arroja el siguiente resultado 20:

ENTIDAD PÚBLICA - CALIFICACIÓN

1) Dirección General de Aduanas: 8.7


2) Congreso Nacional: 8.1
3) Contraloría General de la República : 8.0
4) Dirección General de Recaudación Impositiva: 7.9
5) ANTELCO: 7.8
6) Poder Judicial: 7.7
7) Ministerio de Hacienda: 7.7
8) Instituto de Previsión Social: 7.6
9) Banco Central del Paraguay: 7.6
10) Procuraduría General de la República: 7.5
11) Ministerio Público: 7.4
12) Justicia Electoral: 7.3
13) CORPOSANA: 7.2
14) Policía Nacional: 7.1
15) Ministerio del Interior: 7.1
16) Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social: 7.0
17) ANDE: 7.0
18) Fuerzas Armadas: 6.9
19) Municipalidades: 6.7
20) Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones: 6.7

El informe de Transparencia Paraguay (2005), por su lado, ofrece


los siguientes resultados respecto de las diez instituciones más
corruptas del país:

1) Aduanas
2) Policía Nacional
3) Congreso Nacional
4) Gobierno Nacional
5) Poder Judicial
6) Fiscalía General del Estado
7) Instituto de Previsión Social
8) Ministerio de Hacienda
9) Policía de Tránsito
10) Partidos Políticos
http://www.portalguarani.com/obras_autores_detalles.php?id_obr
as=14207

La salud mental y la corrupción.


Para poder hacerlo más asimilable y desde una perspectiva
operacional, definimos que la salud mental se expresa básicamente en
tres aspectos fundamentales:

 La autoestima y aceptación de sí mismo.


 La capacidad de poder compartir con los demás de forma
solidaria.
 El poder enfrentar con creatividad y ánimo transformador, las
diferentes demandas que plantea la vida.

Estos tres aspectos son los que precisamente se ven afectados por
el fenómeno de la corrupción y su nefasto complemento: la impunidad.

La corrupción moral es un evidente trauma que afecta la conciencia


social, embota la memoria colectiva, elimina la interiorización de
valores e incluso al transmitirse de una generación a otra, altera la
realidad de la historia y se constituye en una herencia negativa para la
sociedad.

El daño que causa la corrupción y la impunidad en la salud mental


es un proceso de progresión:

Inicialmente los miembros de esa sociedad pueden reaccionar con


ira, indignación y estupor, pero cuando el fenómeno se hace repetitivo,
se va desarrollando un embotamiento, una desconfianza generalizada,
las personas van abandonando toda expectativa y se detecta cierta
narcotización de la capacidad de sensibilidad frente a situaciones y
hechos desagradables, viéndolos como casi normales; pudiendo llegar
a la indiferencia total y absoluta ante la comisión de delitos flagrantes,
realizados ante la presencia de las personas. Concretamente
hablando, las expresiones de este impacto negativo son:

 El trauma social acumulativo: cuando es repetitivo, se torna


acumulativo, generando tolerancia y afán de réplica, las
situaciones traumáticas son vivenciadas por las personas, sin
inmutarse y más bien se recurre fácilmente a la violencia, como
modelo de acción.

 La anomia: de alguna manera los psicólogos sociales denominan


el social drift, es decir la desestructuración del individuo como
ente social ubicable, la pérdida de la autoestima colectiva, el
aislamiento y el conformismo, abandonando todo compromiso
por cambiar. Este proceso de desestructuración implica un
fenómeno de regresión del yo a etapas primitivas, en las que el
instinto de conservación lleva al individuo a dos alternativas,
enfrentar o evadir, prefiriendo la evasión como alternativa.

 La alineación: que lleva aparejado el silencio, e incluso la


justificación y el desmentido. Tanto la corrupción como la
impunidad pueden establecerse como principios de organización
social. Para delinquir con impunidad se necesita poder, de modo
que, aunque existan pruebas no haya forma de ser declarado
culpable, por tanto esto induce a las personas a buscar cualquier
forma de poder, para delinquir y quedar impunes.
 La inermidad o inacción: cuando estos tres procesos se van
completando, convierten a los miembros de esa sociedad en
seres inermes, que son incapaces de recuperar la dignidad y la
autoestima perdida.

Es importante, entonces, no ceder, el reconocerse y ser reconocido


como parte importante de una sociedad en la que prevalece el deseo
de una vida con dignidad, no sucumbir a las sumisión, el mantener
alerta nuestra manifestación de protesta, expresarla, transmitirla,
sobre todo a los jóvenes; es el gran reto y de esa manera estaremos
abonando en pro de la salud mental, de nuestra generación y de las
por venir.

http://archivo.elnuevodiario.com.ni/2002/mayo/11-mayo-
2002/opinion/opinion3.html

En el libro denominado Lineamientos de Política en Salud


Mental, publicados en el año 2004, se señala que uno de los
problemas más graves que explican los daños a la salud mental es la
llamada anomia, que implica una actitud de indiferencia ante actos
negativos, el no sentirse afectado por algo malo que otro hace, es el a
mí que, el no es conmigo. Ello se relaciona directamente con la
corrupción, ya que lo justifica y lo alienta de una manera casi cómplice
por no denunciarlo, consentirlo y verlo solo de reojo. Es importante
señalar este aspecto por cuanto la OMS ha demostrado, en su informe
del 2001, que la salud mental es una epidemia que está afectando a
más del 36% de la población y que, lo peor aún, va en aumento. Ello
daña el desarrollo nacional debido a que la salud mental del país
afecta el capital social, y en especial el futuro del país, por cuanto las
últimas cifras del INEI dan cuenta de que en el país, el 31 % son
menores de 25 años y en Lima, comprenden el 41% de la población.
Es decir, los que serán el futuro de nuestra sociedad, son las victimas
más propiciatorias de estos problemas mentales. Precisamente, los
problemas de salud mental se dan en los años 16 a 25 de manera más
intensiva y la corrupción les quita oportunidades, les priva de derechos
a estudio, trabajo, salud y seguridad.

Proponemos que superar la corrupción se logrará interiorizando


el valor de la salud mental, logrando que la sociedad, cada uno de sus
integrantes, de todas las edades asuma la salud mental como un
derecho.

http://andreszevallos.blogspot.com/2011/01/los-graves-danos-de-la-
corrupcion-en-el.html

Introducción.

En el presente trabajo se pretende describir la corrupción, como


afecta en la salud mental, no solo personal sino a nivel de sociedad.
Para ello, veremos las distintas definiciones, características, los
distintos tipos de corrupción, la situación en el Paraguay, y, cuales son
las consecuencias en el ámbito de la salud mental.

Para poder entender, en forma general: “Se puede definir los


actos de corrupción, como aquellos que constituyen la violación, activa
o pasiva, de un deber institucional o el incumplimiento de alguna
función específica, realizados en un marco de discreción, con el objeto
de obtener un beneficio extra institucional, cualquiera sea su
naturaleza”. Existen diferentes formas de corrupción, las más comunes
son el soborno y la extorsión. En efecto, la corrupción aparece como
un instrumento técnico adecuado para alcanzar determinados
objetivos.

La situación paraguaya es, a este respecto, en verdad


alarmante. Dos estudios resultan particularmente importantes en esta
materia. Ambos estudios tienen como objetivo esencial describir los
patrones institucionales relacionados con la corrupción en la
administración pública.

La corrupción moral es un evidente trauma que afecta la


conciencia social, embota la memoria colectiva, elimina la
interiorización de valores e incluso al transmitirse de una generación a
otra, altera la realidad de la historia y se constituye en una herencia
negativa para la sociedad.
Conclusión.

Al interiorizarnos un poco más de lo que en verdad es la


corrupción, vemos que es un fenómeno que posee tendencia a
agravarse. Al considerarse en una herramienta útil para conseguir
determinados objetivos, esta tiende a ser utilizada con mayor
frecuencia, y la cantidad de personas involucradas, ya sea activa o
pasiva. Pero, por más que una gran parte de la población recurra a la
práctica de la corrupción, no todas las personas harán lo mismo.

Existe un alto porcentaje en el Paraguay de corrupción, así como


muestran ambos estudios, y el ranking que plantearon, donde, las
instituciones son públicas son las que tienden a la utilización del este
mal habito que corrompe y destruye a la sociedad. Las personas, que
por más que no la practique, y guardan silencio, se convierten en
cómplices.

El daño que causa la corrupción y la impunidad en la salud


mental es un proceso de progresión: El trauma social acumulativo, la
anomia, la alineación, y la inermidad o inacción. Es importante,
entonces, no claudicar, el reconocerse y ser reconocido como parte
importante de una sociedad en la que prevalece el deseo de una vida
con dignidad, no sucumbir a las sumisión, el mantener alerta nuestra
manifestación de protesta, expresarla, transmitirla, sobre todo a los
jóvenes; es el gran reto y de esa manera estaremos abonando en pro
de la salud mental, de nuestra generación y de las por venir.
Psicología

Corrupción

Profesora: Lilian Vera.

Integrantes:

Rossana Boettner. Sara Cardozo.

Curso y Sección:

2 T.
Año: 2013.

Asunción – Paraguay

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