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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de

género.”

Felicidad María Muñoz Ruete


Paseo Sarasate nº 34, 2º izda. 31001 Pamplona (Navarra
DNI:15960144 F
email: felicidadruete@gmail.com
Psicóloga Áreas de Igualdad de los Ayuntamientos de Estella-Lizarra y Berriozar.

Resumen

Los diferentes modelos y teorías explicativas acerca de la violencia hacia las mujeres, han
pasado desde las teorías psicológicas, las sociológicas con la perspectiva familiar y la
feminista, hasta los modelos multicausales, pretendiendo recoger una amplia gama de
factores explicativos sobre la violencia.
La violencia no puede seguir siendo planteada como una variable discreta (presente o
ausente), deberíamos considerarla como una variable siempre presente en mayor o menor
intensidad, con la que convivimos, y cuya función es la de dominio y control y sobre la que
se sustentan nuestras relaciones personales y sociales, nuestra afectividad, valores y
prioridades.
Las microviolencias que define Bonino son un instrumento que comienza como de baja
intensidad y que permite explicar la escalada progresiva y el factor presente en todos los
demás tipos de violencia ejercida hacia las mujeres.
“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de género.”

I. Razones por las que las mujeres no denuncian.-

(Abril, 1999, Caño, 1995; Echeburúa y Corral, 1998; Medina, 1994; Pérez del Campo, 1995;
Sarasúa et al., 1994; Zubizarreta et al., 1994)

Son muchas y variadas las razones por las que las mujeres no denuncian o no informan
sobre la violencia que padecen a manos de sus parejas o ex parejas sentimentales y tienen
tanto origen social como individual:

- Miedo a tener que continuar y/o reanudar la convivencia con su abusador.

- Miedo, desanimo o falta de confianza en el sistema judicial o en los resultados de


hacer pública la violencia o elevados costes (económicos, emocionales, etc.) que
puedan derivarse de emprender un proceso judicial.

- La dependencia económica (falta de recursos propios, falta de vivienda, ...) y/o


afectiva de la victima hacia el agresor.

- La no aceptación del fracaso de la relación de pareja.

- La consideración de lo que lo que ocurre en el marco de la pareja es un problema


privado (no un delito) que atañe solo a la familia y que ahí es donde debe resolverse.

- Los sentimientos de culpa o vergüenza por la creencia de que son ellas las que
han provocado la violencia (la existencia de algunos motivos justificaría la violencia:
desobedecer, fracasar, infidelidad )

- La tolerancia social hacia el agresor y/o la falta de respuesta del entorno de la victima
a este tipo de violencia.

- Por último, cabe añadir que esta forma de violencia incluye tanto agresiones
físicas como psicológicas o sexuales, aunque en ocasiones solo la violencia física
es explicitada, quedando las otras ocultas. Puede ser debido a múltiples factores:
falta de conciencia sobre ser victimas y aunque lo sean su entorno no lo considera
delito o tanto ellas como su entorno ve muy difícil demostrar estas agresiones.

He subrayado las razones que tienen más que ver con lo personal o individual, aunque
el abordaje psicológico debería incluirlos todos para poder entender las distintas
respuestas ante la violencia.

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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

II. Teorías-
Para poder comprender mejor este tema, vamos a comenzar por los diferentes modelos y
teorías que han pretendido explicar las causas de la violencia contra las mujeres. En cada
una de ellas el acento o la relevancia se coloca en diferentes factores, causas, valores, etc.

1. Teorías psicológicas:

- Aquellas que buscan la causa del maltrato en factores individuales.

Consideran los malos tratos como producto de la enfermedad o el desorden


psicológico.
Las causas podían estar en:
Mujer víctima:
Herederas de planteamientos anteriores, legado de la influencia del
psicoanálisis que lo relacionaba con el masoquismo de las mujeres.

Mitos relacionados con este enfoque:


“Donde hay amor hay sufrimiento”.
“¡No, si le gusta que le peguen!”.
“Son malas (ignorantes, tontas, feas...) y se lo merecen”
“Dicen si cuando quieren decir no”
“Algo habrá hecho”
“Si tienen hijos es mejor que aguanten”

En el perpetrador:
Basándose en la psicopatología del maltratador (trastornos de la
personalidad, adicciones, celos...). Otros lo relacionan con
padecimientos en el lóbulo temporal, hipoglucemia o lesiones
cerebrales preexistentes.

Mitos relacionados con este enfoque:


“No son del todo responsables, son perdidas de control”
“Son hombres de verdad”
“Le pillo con otro”
“Ha sido el alcohol”
“Ha sido el estrés, el paro”

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2. Teorías sociológicas:

A) Perspectiva de la violencia o el conflicto familiar (problema de la familia).

- Los malos tratos serían un producto cultural derivado de factores sociales


organizacionales, que aparecen de forma intermitente respondiendo a conflictos
emocionales en la vida diaria y que tienen que ver con desequilibrios de poder en
la familia dirigidos a la necesidad de controlar la situación.
- Los comportamientos violentos tienen un patrón relacionado con la vida familiar
que no aumenta con el tiempo, no hay “escalada de violencia”. Así los hombres y
mujeres son violentos por igual y se tiende en el análisis a destacar aquellas
causas que son comunes a hombres y mujeres, describiendo el llamado
“combate mutuo” (aunque considera el sexismo como un factor facilitador).
- Las muestras se recogen de la población en general y éstas no se caracterizan
por elevados niveles de violencia.
- Parten de que hombres y mujeres tienen en el matrimonio un estatus similar
(obviando estructura social y cultural sexista, desigualdades sociales y
económicas).
- La victimización de una esposa individual por un marido individual es un problema
individual o familiar, se vería como un comportamiento aislado o patológico.

a) Teoría del aprendizaje social o transmisión intergeneracional de la


violencia. Bandura (1987). Trata de proporcionar un marco teórico para comprender
el papel de la historia familiar. Considera que el comportamiento es aprendido,
mediante las experiencias directas y la observación del comportamientos de
otras personas (imitación de modelos).

b) Modelo ecológico. Teoría del aprendizaje social. Dutton (1988). Entiende que
contexto social se divide en:

macrosistema (creencias y valores culturales que determinan la existencia de


una situación de maltrato. Llevan a creer que sus expectativas o deseos no
pueden ser criticados por una mujer y que la violencia es un medio legítimo para
defender ese derecho.),

ecosistema (estructuras sociales formales e informales que forman el ambiente


en que se desenvuelve al persona. Factores que contribuyen a la aparición del
maltrato son: estrés laboral, bajos ingresos económicos, desempleo, ausencia de
apoyo social que delimitan el ambiente en que se desenvuelve la persona).

microsistema (engloba la unidad familiar o contexto inmediato donde se


produce la violencia)

c) Teoría familiar sistémica. La pareja es la que está dañada. Si no hay


comunicación asertiva, igualitaria y roles compartidos, aparecerán los malostratos.
Ambos tienen la misma responsabilidad por la violencia y son victimas de ella. Una
de las críticas que se le hacen es que parten de la existencia de un contexto neutral.

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d) Teoría de los recursos. Goode (1971). La familia es un sistema de poder como


cualquier otro. Si una persona no puede hacer frente a su frustración es probable
que emplee la fuerza para mantener su poder.

e) Teoría del intercambio. Gelles (1983). Se producirá siempre que los beneficios
que reporta su uso sean menores que el coste de ser violento (se produce en el
ámbito privado y la falta de sanciones sociales favorece que se siga produciendo).

f) Teoría del estrés. El estrés en la unidad familiar y el estrés social son las
causas de la violencia en la pareja. Farrington (1986). La violencia familiar ocurrirá
cuando una persona se encuentre bajo estrés y carezca de recursos personales y de
estrategias de afrontamiento para mitigar su impacto.

B) En la perspectiva feminista

- Desde esta perspectiva se entiende que los malostratos se sustentan en los


valores culturales patriarcales según los cuales los hombres deben dominar a
las mujeres y consecuentemente tienen como objeto ejercer un control sobre
ellas.
- El maltrato forma parte de una estructura de poder de nuestra sociedad en el
que el hombre posee un rol dominante gracias a la existencia de unos roles de
genero que determinan y colocan a las mujeres en un estatus de
desigualdad.Dobash y Dobash (1980).
- La desaparición de las desigualdades y la redefinición de dichos roles de
genero serían elementos esenciales para revisar y trabajar en la solución de
este problema.
- Hay cuatro cuestiones sobre las que coinciden diferentes perspectiva
feministas:

1. Utilidad explicativa de conceptos genero y poder


2. Análisis de la familia como institución que estructura las relaciones en torno al
género y el poder.
3. Comprensión y validez de las experiencias de las mujeres.
4. Desarrollo de teorías y modelos que reflejan de manera fidedigna las
experiencias de las mujeres.
- El maltrato que pueda sufrir una mujer por parte de un hombre en una familia, no
es algo individual ni familiar, ni es un comportamiento aislado o patológico, es
simplemente una manifestación del sistema de dominación masculina de las
mujeres que ha existido a lo largo de la historia y está presente en todas las
culturas.
- Resumiendo Marcela Lagarde (1996):
“El patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo de
dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de
los hombres y de lo masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de
lo femenino. Es además un orden de dominio de unos hombres sobre otros y de
la enajenación de las mujeres”.

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El androcentrismo patriarcal refuerza el etnocentrismo al permitir a unos


hombres expropiar a otros porque en la política patriarcal es legítimo el uso de la
violencia en la defensa personal, social y del propio mundo. Es válido para
ampliar los límites del mundo propio y se expresa de manera positiva como
conquista”.

Para terminar hay una cuestión acerca del tipo de datos empleados en las
investigaciones de las teorías sociológicas, básicamente no hay confianza en los
datos cuantitativos. Cada corriente profundiza en lo que busca. En la línea de la
violencia familiar sigue confirmándose la hipótesis inicial: comprobar la existencia
del “combate mutuo” y las feministas siguen profundizando en el análisis del
sistema patriarcal como causa última del maltrato.

C) Los modelos multicausales:

a) Modelo propuesto por Sandra Stith y Karen Rosen (1992). Según este
modelo, los valores socioculturales relacionados con la violencia (aceptabilidad
social de la violencia) y con los roles sexuales (estatus subordinado de las
mujeres a los hombres, dando mayor valor a los hombres y a sus logros), inciden
en:

las vulnerabilidades (experiencias en la niñez, características individuales, etc.).


los estreses situacionales.
los recursos de afrontamiento.
la definición y percepción de la propia violencia.

b) Posteriormente Sandra Stith y Sarah Farley (1993) proponen un Modelo


predictivo dentro de la teoría del aprendizaje social que plantea una variable
exógena (observación de violencia marital en la infancia) y cinco variables
endógenas:
nivel de estrés.
actitud de aceptación o no de la violencia de pareja.
nivel de igualitarismo de rol sexual.
nivel de alcoholismo.
nivel de autoestima.

c) Modelo ecológico de Corsi (1995). Tiene puntos en común con el de Dutton:


macrosistema (creencias y valores culturales, actitudes, definiciones culturales...)
exosistema (papel instituciones, modelos violentos de medios de comunicación,
contexto económico y laboral, factores de tipo legal).
microsistema, (elementos estructurales de la familia, patrones de interacción,
historias personales nivel individual (incorpora este nivel), relativo a las
dimensiones conductuales, cognitivas e interaccionales de las personas
involucradas en el maltrato.

d) Modelo multivariado de James O´Neil y Michele Harway (1997). Propone


cuatro áreas de contenido: La macrosocial, la biológica, la socialización de rol
de género, la relacional.

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e) Modelo ecológico de Lori Heise (1998). En la génesis del maltrato se


combinan los efectos de los siguientes factores: Factores en el marco
sociocultural, factores marco comunitario, factores en el marco familiar, factores
en el marco individual.

Conclusiones

Todos los modelos anteriores no incluyen todos los intentos explicativos. Hemos visto
corrientes psicológicas, sociológicas y multicausales que han intentado explicar el maltrato
hacia las mujeres. También se han mencionado como las explicaciones han ido
evolucionando desde los aspectos individuales, sociales, multicausales, hasta enfoques
más estructurales para llegar a modelos explicativos ecológicos que han llegado a recoger
una amplia gama de factores, incluyendo entre los últimos elementos incorporados, algunos
de índole espiritual, que no religioso.

III. Propuesta
Para llegar a este punto tal vez nos podíamos haber ahorrado todo el capitulo anterior. Pero
era necesario para mostrar que las violencias cotidianas SI tienen, TODO que ver con esos
casos más graves en los que hay lesiones graves físicas y psicológicas, incluso muertes.

Para ello quiero mostrar la propuesta que Blanca Vázquez (1999) plantea:

Un cambio en la forma de mirar. En vez del estudio de los malostratos como una variable
discreta (numero finito de valores, existe o no existe) podemos verla como un continuo que
ocurre en menor o mayor medida en todas las familias, relaciones de pareja, relaciones
laborales, etc..

Esto NO SIGNIFICA que todas las familias o relaciones tengan que ser abusivas o
disfuncionales, SI SIGNIFICA que en la familia tradicional se refleja el sistema de poder
jerárquico, estructurado y patriarcal que es la sociedad actual.

La familia es a la sociedad lo que la célula a cualquier materia viva.

Nos muestra como tenemos una FALSA PERCEPCIÓN acerca de lo mucho que la sociedad
ha cambiado tanto que ahora a nivel legal, la relación de pareja es entre dos personas
iguales en derechos y deberes (igualitarismo teórico) pero en la práctica esa igualdad no
está concretada, la relación jerárquica, no ha sido sustituida por una nueva forma de
establecer las relaciones.

Si aceptamos esta perspectiva solo nos faltaría DETERMINAR CUÁLES SON LOS
MECANISMOS QUE FRENAN O LIBERAN la manifestación de ese abuso en forma de
violencia psicológica, física y/o sexual, económica, etc.. O cuales son los factores que
impiden o que el abuso siga avanzando y se convierta convertirse en formas extremas de
agresión.

Uno de esos factores, que ya ha sido comprobado como importante por algunos estudios
realizados por teorías mencionadas anteriormente es: las creencias misóginas que
correlacionan con mayores niveles de masculinidad/feminidad tradicionales y que están
relacionados con los valores que nos han sido transmitidos.

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Por ello retomo su invitación por compartirla totalmente en la necesidad de defender lo que
llamo las tres uves: Valentía, verdad y voluntad.

VALENTIA en admitir que es algo con lo que convivimos, de forma muy cercana, enraizado
en nuestro tejido social y en nuestras vidas.

En honor a la VERDAD: No podemos seguir pensando que las causas sean un tema tan
difícil de comprender. Lo difícil es aceptar las contradicciones, en las que nos vemos
atrapadas, haciendo eso que tanto criticamos.

Debemos hacer un ejercicio de VOLUNTAD y cuestionar la base sobre la que asentamos


nuestras relaciones personales y sociales, nuestras vidas afectivas y sexuales, nuestras
expectativas y nuestra escala de valores y prioridades

IV. Definición VIOLENCIA PSICOLOGICA

Esperanza Bosch, Victoria Ferrer y Aina Alzamora, 2006.

Violencia psicológica se refiere a aquellos actos o conductas intencionadas que producen


desvalorización o sufrimiento en la mujer, (incluyendo ridiculización, humillación, amenazas
verbales e insultos, aislamiento tanto social como económico, celos, posesividad, amenazas
verbales de maltrato, daño o tortura, dirigidas tanto a ella como a los hijos e hijas, otros
familiares o amistades, amenazas repetidas de divorcio, abandono o de tener una aventura
con otra, destrucción o daño a las propiedades personales a las que se les tiene afecto...).
Estas formas de violencia suelen darse combinadas.
También es importante si se dan en el ámbito afectivo de la persona por personas con las
que hay o ha habido vinculación afectiva o las que surgen en otros ámbitos: profesional,
social, etc.

Belén Nogueiras, 1999.

Malos tratos psicológicos y emocionales: Insultos, humillaciones, burlas, coerción,


descalificaciones y críticas constantes, desprecios, abandono y aislamiento emocional,
incomunicación, gritos, chantajes, amenazas de tipo económico o emocional, control de lo
que se dice, hace. etc.

Graciela Ferreira, 1995.


Incluye en los malos tratos psicológicos:
Malos tratos sociales: humillaciones, descalificaciones y burlas en público, se muestra
descortés con las amistades o familia de ella, seduce a mujeres en presencia de la pareja, la
trata como una sirvienta en presencia de otras personas.
Malos tratos ambientales: rompe y golpea objetos, destroza y tira sus cosas.
Malos tratos económicos: controla el dinero, le impide su acceso o conocer el patrimonio
familiar, toma decisiones unilaterales sobre su uso, se apodera de los bienes, le impide
tener un trabajo asalariado, le asigna una cantidad y le exige explicaciones de los gastos
realizados.
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Guía de actuación Emakunde y Diputaciones Forales, (2006)


Maltrato emocional-malos tratos psicológicos: Hostilidad verbal, insulto, burla, desprecio
o amenaza de abandono y constante bloqueo de las iniciativas de interacción (desde la
evitación hasta el confinamiento o encierro), rechazo afectivo, aislamiento e incomunicación,
amenaza contra la seguridad e integridad personales, descontrol de emociones.
Conductas: Desvalorizaciones (críticas, humillaciones, descalificaciones, menosprecios en
público y en privado, ridiculizaciones permanentes), hostilidad e indiferencia, insultos,
posturas y gestos amenazantes, amenazas de muerte hacia ella y/o otros familiares,
amenazas referentes a la guardia y custodia de hijas e hijos, amenazas de suicidio,
llamadas telefónicas intimidatorias/vejatorias, conductas de restricción (control de las
amistades, impedimento de relacionarse con amistades y/o familiares, restricción de las
salidas de casa), persecución y acoso, expulsión del hogar, conductas destructivas
(destrucción de bienes personales: objetos de valor económico o afectivo, maltrato de
animales domésticos), imposición de sistemas de creencias políticas o religiosas,
culpabilización a ella de las conductas violentas de él, hostigamiento (llamadas telefónicas,
envíos de mails, SMS,...)
Abandono emocional-Abandono psicológico: Falta persistente a las señales,
expresiones emocionales y conductas procuradoras de proximidad e interacción iniciadas
por la persona, y falta de interacción y contacto, por parte del otro en la relación.
Conductas: Ignorar, no dar respuesta a la comunicación verbal, evitar el contacto físico de
forma manifiesta, avergonzar y ridiculizar por expresar los sentimientos.

Mary-France Hirigoyen (2008)


- La violencia física y la psicológica están vinculadas: ningún hombre pega a su mujer de
un día para otro sin motivo aparente, en una crisis de locura.
La mayoría prepara primero el terreno, aterrorizando a su compañera. La violencia física
no se produce sin que haya habido psicológica. Por el contrario ésta se puede dar sola y
puede causar grandes estragos como en el caso de la violencia perversa (algunas
mujeres afirman que es la forma de abuso más difícil de soportar en el marco de una
relación de pareja.

- Se habla de violencia psicológica cuando una persona adopta una serie de actitudes y
palabras destinadas a denigrar o negar la manera de ser de otra persona. La violencia
psicológica no es algo puntual, se trata de una forma de relacionarse. Es negar al
otro y considerarlo como un objeto. Estos modelos de proceder están destinados a
someter al otro, controlarlo y mantener el poder.

- Se trata de un maltrato muy sutil. Se trata sin un solo golpe, de lograr incomodar a la
otra persona, crear una tensión, aterrarla para demostrar el poder que uno tiene (se
produce un disfrute al dominar al otro).

- La dificultad para detectar las violencias psicológicas radica en que el límite es


impreciso. Un mismo acto puede adoptar significados distintos según el contexto y un
mismo comportamiento será percibido como abusivo por unos y por otros no.

- La repetición y el carácter humillante de estas situaciones pueden provocar un verdadero


desgaste mental e incluso inducir al suicidio a la persona. La violencia es negada por el
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agresor, así como por los testigos cercanos que no ven nada, lo que acrecienta las dudas
de la persona sobre sus sentimientos. Las amenazas y los actos destinados a aterrorizar
al otro son la última etapa antes de la agresión física. Pero en este estadio no se ve nada.

Corsi y Peyrú (2003).

Proponen algunas estrategias de dominio que por separado son letales pero que
combinadas producen la devastación psicológica frente a la cual es difícil reaccionar sin
ayuda:
- Generar culpa, con conductas permanentemente demandantes y siempre con
atribución causal externa con lo cual evitan la responsabilidad de hacerse cargo.
- Generar confusión, a través de manipulaciones comunicacionales que ponen en
duda las correctas percepciones de la mujer.
- Generar depresión, socavando la autoestima de la mujer.
- Generar vergüenza, a través de críticas, descalificaciones y humillaciones
constantes, muchas veces en público.
- Generar temor mediante amenazas directas o indirectas.
- Generar sometimiento, mediante la manipulación de los tiempos, espacios, el
cuerpo y la conducta de la mujer.

V. Las microviolencias (micromachismos) y sus efectos


1. Definición
Bonino las define como:
Violencias de baja intensidad, microviolencias, a las que también ha llamado
"micromachismos". Violencias poco estudiadas y reconocidas, comportamientos
dominantes casi imperceptibles, realizadas por muchos varones que fuerzan, coartan y
minan la autonomía personal, aunque no de forma evidente, sino de modo sutil e insidioso,
casi invisible, y de las que muchas mujeres, aunque no las perciben, sufren sus efectos
típicos con daño a su autonomía e integridad psicológica.

2. Claves para su detección


Lo primero respecto a este tema que tenemos que cambiar es nuestra tendencia a
plantearlo como un problema “de” mujeres. La violencia en este momento es un problema
estructural de “nuestra cultura” y por ello incluye también a los varones. Por tanto, todas y
todos tenemos que incluirnos en las estrategias destinadas a investigar, prevenir, detectar
y proporcionar asistencia y reeducación.

¿Por qué nos resulta tan difícil detectar estos comportamientos?:

 Entre los mandatos que la cultura asigna a la feminidad tradicional: el ser para otros y
ser subordinada, llevan a las mujeres, entre otros comportamientos, a
autorresponsabilizarse y autoculparse por el bienestar/malestar en los vínculos de
las personas queridas y de ellas mismas.

 Estos mandatos de género, también inhiben en las mujeres “el poder centrar su
atención” en posibles causas o razones externas y en las responsabilidades
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masculinas que pudieran originar sus malestares. Y por tanto, inhiben su agudeza
perceptiva, la denuncia y las estrategias de defensa personal hacia dichas
responsabilidades.
Toda psicoterapia con mujeres, violentadas o no, debe transformar y promover en
ellas:
El ser para sí (con otros pero no a disponibilidad permanente de los otros).
Aumentar su poder personal.
Desmontar su creencia en la realización personal principalmente a través de su
relación con los varones.

La sociedad rechaza las graves violencias domésticas, poniendo en marcha acciones


contra ellas. Sin embargo, con las violencias que no son tan graves (microviolencias),
muestra desconocimiento y una gran tolerancia pese a las secuelas que éstas producen,
lo que se traduce en la inexistencia de acciones orientadas a lograr su desaparición.

Las personas que trabajamos en Salud y sobre todo en el área afectivo-mental, debemos
ocuparnos de ellas. Dado su carácter “micro” el primer paso es detectarlas, como paso
previo para conseguir su desaparición.

Las microviolencias son pequeñas, “de baja intensidad”, imperceptibles controles y


abusos de poder, considerados normales que los varones ejecutan constantemente. Son
maniobras y estrategias que sin llamar mucho la atención, consiguen restringir y violentar
insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las
mujeres, atentando contra la posibilidad de conseguir relaciones personales que sean
igualitarias y democráticas. Dada su invisibilidad no son evidentes al comienzo de una
relación pero se van haciendo visibles a largo plazo y se ejercen generalmente con total
normalidad e impunidad.

En algún caso tenemos asociadas frases a diferentes autores, por ejemplo a Lorente la
que utiliza como título de su libro: “Mi marido me pega lo normal”, en el que una mujer
“normalizaba” su propio maltrato.

En el caso de Bonino tenemos un comentario a cerca de un caso suyo, oído en su


experiencia y escuchado por nosotros a tantas mujeres en terapia: “¿cómo me metí yo en
esto?”. Cuestión que debe responderse y que se amplia con otra pregunta: “¿cómo me han
metido en esto?” para poder incluir así otras responsabilidades, entre ellas la del varón.

Al principio Bonino hablaba de maniobras mas o menos puntuales en lo cotidiano,


invisibles o imperceptibles, consideradas micro por su "pequeñez", pero en los últimos
años ha incluido otros comportamientos que también son imperceptibles o invisibles, –
micro-, pero por su constante presencia, por su “aparente normalidad”.

Otros actos no puntuales, consisten en estrategias más o menos globales de


comportamiento, se trata de posiciones firmes y ventajosas adjudicadas a los varones en
las relaciones de género y dirigidas a su provecho.

Son armas, trucos, tretas y trampas más frecuentes que los varones utilizan para ejercer
la violencia contra las mujeres. Son de uso reiterado aun en los varones “normales”,
incluso entre los mejor intencionados y aquellos que se perciben como poco dominantes.

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Algunos no suponen intencionalidad ni mala voluntad ni planificación deliberada, son


dispositivos mentales, corporales y actitudinales, incorporados y automatizados en el
proceso de “hacerse hombres”. Hábitos de acción/reacción frente a las mujeres.

Otros sí son conscientes, y forman parte de las habilidades masculinas desarrolladas en


su socialización genérica para colocarse en un lugar preferente, de dominio y control que
ayude a reafirmar los lugares asignados a mujeres y varones.

En general, los hombres se perciben a sí mismos, con más derechos a la libertad, a


tener razón, al uso del tiempo y el espacio, a ser cuidados y a no implicarse en lo
doméstico: ellas, por el contrario suelen percibirse con menos derechos a todo ello y con
disponibilidad total para los demás.

En esto tiene un importante papel la utilización de los mecanismos insidiosos (inducir e


inocular) , así como el ejercicio de la habilidad masculina para apoderarse del poder y
orientar el tipo y el contenido de las interacciones cotidianas, las reglas del juego, en
términos de los propios intereses, creencias y percepciones. Esto se sostiene en la idea de
que alguien (ellos) son la autoridad que define qué es lo correcto.

Aparentemente los modos de presentación de los microviolencias se alejan mucho de la


violencia física, pero su objetivo y efecto son parecidos:

Garantizar el control sobre la mujer.

Perpetuar la distribución injusta para las mujeres de los derechos y oportunidades.

3. Clasificación

Según Bonino, los varones se sirven de diferentes microviolencias que clasifica en:

- Utilitarias: apelan a movilizar el poder adjudicado al rol tradicional femenino para


explotarlo en su beneficio.

- Coercitivas: utilizan la fuerza psicológica o moral masculina.

- Encubiertas: abusan de la manipulación y la credibilidad femenina

- Crisis: se usan en el momento en que la mujer se está proponiendo aumentar su


poder personal.

Con el tiempo se va creando una red, un clima más o menos “tóxico”, agobiante y que
va encerrando, coartando y desestabilizando a la mujer, atentando así contra su integridad
y autonomía personal.

Una de las razones de la gran eficacia de las microviolencias es que su uso es


combinado y reiterativo. Al ser invisibles producen un daño sordo y sostenido, que se
agrava en el tiempo. Como no se conoce su existencia, la mujer no puede oponer
estrategias de resistencia frente a ellas (no puede explicar la causa de su malestar ni
pensar que está originado fuera de ella). Se generaliza un estado depresivo-irritable que
aumenta y se caracteriza por: autoculpabilización, resignación, empobrecimiento y
claudicación.

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4. Sintomatología:
La presencia de estos síntomas suelen motivar consultas tanto en Centros de Salud y en
Salud mental. Pero con frecuencia no se relacionan estos malestares emocionales e
inseguridades femeninas como respuesta a microviolencias. Con el tiempo la
sintomatología es cada vez más grave:
- Falta de lucidez mental, crítica, acción eficaz y falta de un proyecto vital propio.
- Fatiga crónica y agotamiento de reservas emocionales y de energía para sí y para
poder desarrollar sus intereses vitales.
- Deterioro de la autoestima y de la autocredibilidad, al aumentar la inseguridad y la falta
de motivación.
- Disminución del poder y el desarrollo personales, limitación de la libertad y aumento de
actitudes defensivas.
- Malestar difuso, irritabilidad crónica y hartazgo sin motivo (incapaces de percibir que
se originan en las microviolencias).

Por ello algunos profesionales pueden llegar a pensar en “exageraciones” de ciertas


“características femeninas (dramatismo, inconformismo, etc.)”, produciéndose una doble
victimización y un aumento del malestar.

En la relación de pareja, los efectos también son importantes:


- Perpetuación de los desequilibrios en el ejercicio de poder, la autonomía y desarrollo.
Una parte de la pareja se realiza a costa de la otra.
- La relación se encamina únicamente a satisfacer los intereses del varón, la mujer se
torna pasiva ("deja hacer”), se somete o realiza actos solo con el fin de complacer.
- Culpabilización de la mujer en la crisis y/o deterioro del vínculo, él niega que algo vaya
mal. Al no poder clarificar la causa, ella se siente responsable del éxito o fracaso de la
relación, se culpabiliza y él queda como inocente.
- Guerra fría con transformación de la pareja en adversarios convivientes,
empobrecimiento de la relación, creándose el terreno favorable para otras violencias,
abusos o para la ruptura.

Efectos negativos a largo plazo para los hombres por la situación generada:
- Al no sentirse responsables de lo que ocurre, hay un aumento de la desconfianza e
incomprensión hacia la mujer a la que nunca, aunque lo pretendan, pueden llegar a
controlar totalmente.
- Pueden llegar así a un aislamiento defensivo cada vez mayor porque el dominio no
asegura el afecto, sólo asegura obediencia y distancia.
- También provoca un vacío afectivo y un posterior descenso de la autoestima.
- De esta situación les va resultar difícil salir porque no se asumen responsabilidades
en las causas que los llevan a sentirse mal, proyectando las causas siempre fuera de
sí mismos.

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Efectos negativos a largo plazo para las mujeres:


- La subordinación para las mujeres.
- Promueve comportamientos “femeninos” (pasividad, evitación del conflicto,
complacencia, servicios al varón y necesidad de permiso o aprobación para hacer) y
que las mujeres en su socialización asumen como propios, aunque sean productos de
estas microviolencias.

A) Microviolencias utilitarias

Dos elementos los caracterizan:


 Su índole utilitaria.
 Son estrategias por omisión, su efectividad no está causada por lo que se hace,
sino por lo que se deja de hacer, delegando en la mujer, que pierde fuerza,
intentando resolverlo.

Tienen gran importancia porque son las más invisibilizadas, consideradas casi
naturales por mujeres y varones. Su daño se ejerce impunemente y son las que más
contribuyen a sostener la injusticia que caracteriza la distribución de poderes en las parejas
de los países desarrollados donde las mujeres “supuestamente” han conquistado amplios
espacios de libertad.

Se aprovechan abusivamente de lo que en el reparto genérico (hombre-mujer) ha sido


adjudicado a las mujeres y asumido por éstas como propio “e innato”: la capacidad de
cuidado y dedicación a los demás.
Así se logra eficazmente en ellas un alto grado de disponibilidad que acrecienta la calidad
de vida de ellos, del hombre, a expensas de que baje la de la mujer, sin que esto sea
reconocido ni por el hombre ni por la sociedad.

a) No participación en lo doméstico: Presentan diversas formas (desde las directas a


las ocultas), de no implicarse en un tipo de tareas, las del hogar, que en el marco de una
relación respetuosa, recíproca e igualitaria se suponen compartidas. Lo que desemboca en
que las tareas que corresponden a dos, se imponen, sobrecargando a una sola de las
partes

Esta no participación puede ser total o ser una seudoimplicación (“¿Te ayudo? o ¿qué
hay que hacer?) el hombre actúa sólo como “ayudante” de la mujer. Esto obliga a la mujer
a ejercer la responsabilidad, teniendo que organizar e indicar lo que se debe hacer en
casa.

A veces se justifica la no actuación, diciendo “que ellos trabajan fuera de casa“ pero es que
incluso ocurre, cuando son hombres vinculados a mujeres que también trabajan fuera de
casa, con lo cual éstas se ven sobrecargadas con una “doble jornada”.
Otra variante es implicarse solo en aquellas tareas que les resultan ventajosas.

b) Aprovechamiento y abuso de la capacidad femenina de cuidado: aquí el hombre


utiliza y se aprovecha de la capacidad de cuidado hacia otras personas, actividad en la que
las mujeres suelen ser “expertas”.
Son maniobras que fuerzan a las mujeres para que “naturalmente” ejerzan diferentes roles
de servicio (madre, esposa, asistenta, secretaria, gestora, etc.) en los que son “expertas
por su socialización” y que las dirige a “ser primero para otros”, constituyendo diferentes
formas de microviolencias:
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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

Delegación del trabajo de cuidado de los vínculos y las personas: se fuerza de


múltiples maneras a la mujer, a cumplir el mandato patriarcal de ser la encargada de
cuidar. Al no hacerse cargo de este trabajo, el hombre abusa del tiempo y la disponibilidad
femenina, obligándola a un enorme trabajo que la mujer no puede dejar de hacer, ya que si
lo hace considera que está limitándose su propio desarrollo personal y el de sus vínculos
emocionales mas importantes.

Requerimientos abusivos solapados: son peticiones exigentes, casi órdenes pero no


explícitas. Requerimientos “mudos”, a través de gestos o comentarios “de pasada”, que
activan de forma automática aquellos aspectos “cuidadores” del rol femenino tradicional,
logrando que la mujer cumpla ese pedido sin percatarse que lo está haciendo no por
deseo propio sino por coacción (eso es en realidad lo microviolento). Al no ser, estos
pedidos explicitados, tampoco requieren ser agradecidos cuando se satisfacen, ya que
para el hombre “nunca existieron”.

Evitación de la reciprocidad en el cuidado: es el rechazo del hombre a ofrecer cuidado


o ayuda a la mujer cuando ésta lo necesita, negándole así el derecho a ser cuidada. Con
ello se impone su creencia de que él es el único digno de atención, por lo que la
reciprocidad no tiene sentido. Es más visible cuando la mujer necesita atención por estar
enferma, por tener que ocuparse de su familia de origen o por tener sobrecarga de trabajo.
Es frecuente que en estas situaciones, los varones nieguen las necesidades femeninas de
ayuda, minusvalorando los síntomas o el cansancio, o apelando a su “no saber, no ser
practica o no ser organizada”, para no hacerse cargo.

B) Microviolencias encubiertas

Se caracterizan por su caracter dañino, encubierto y sutil, razón por la que son muy
efectivos. En ellas, el hombre oculta su objetivo, impone las “verdades” masculinas y
fuerza la disponibilidad de la mujer. Utilizan la confianza afectiva y la credibilidad femenina
depositadas en él, llevándola a coartar sus deseos, a hacer lo que no quiere y
conduciéndola en la dirección marcada por él. Utilizan para ello frecuentemente la
manipulación. Son especialmente devastadores con las mujeres muy dependientes de la
aprobación masculina. Entre ellos tenemos:

a) Creación de falta de intimidad: son comportamientos activos de alejamiento, que


impiden la conexión y evitan el riesgo de perder poder. Con ellas el hombre intenta
controlar las reglas de la relación a través de la distancia, logrando que la mujer se
acomode a sus deseos. Así impone: cuánta intimidad tener, qué tareas domésticas va a
realizar, cuándo y cuánto esta disponible, y qué merece compartirse. Estas microviolencias
están basadas en la creencia masculina de tener el derecho de apartarse sin negociar y
de a disponer de sí, sin limitaciones (este derecho no se le permite a la mujer). Las más
frecuentes son:

Silencio: es una maniobra de dominación que implica no solo callarse sino imponer
el silencio a la relación con la mujer. Permanecer en silencio no es sólo no poder
hablar, sino no sentir obligación de hablar ni de dar explicaciones y por tanto imponer
el no diálogo, lo que lleva a mayor dependencia y el aumento de fantasías
relacionadas con el abandono y la perdida.
Este silencio es diferente al impuesto, o al que nace del temor, o de aquel o aquella
que calla voluntariamente y es obligado por la falta de legitimidad.

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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

Aislamiento y malhumor manipulativo: maniobra para poner distancia e imponer el


no acercamiento y que suele utilizarse cuando la mujer quiere intimidad, busca
respuestas o conexión y no cesa sus requerimientos ante el silencio masculino.
Puede ser físico -encerrándose en algún espacio de la casa o en alguna actividad-, o
mental, encerrándose en sus pensamientos.
Puesta de limites: Marcar hasta donde se puede llegar en cualquier ámbito.
Carencia en el reconocimiento y la disponibilidad: maniobras múltiples de
escatimar el reconocimiento hacia la mujer como persona y de sus necesidades,
valores, aportes y derechos. Se escatima también el apoyo y el cuidado (además de
imponerle el rol de cuidadora).
Conducen a la necesidad de afecto (que en mujeres dependientes, aumenta su
dependencia). Provocan además la sobrevaloración de lo poco que brinda el hombre
ya que lo escaso suele vivirse como valioso .
Inclusión invasiva de terceros: esta maniobra consiste en ocupar constantemente
el espacio común, con amigos, TV, reuniones o actividades, con lo que se limita al
mínimo o dejar de existir los espacios de intimidad. Frecuentemente está
acompañada de la acusación a la mujer de ser “poco sociable”.

b) Seudointimidad y seudocomunicación: Parecer que se busca la intimidad o la


comunicación pero se utilizan estrategias como: la comunicación defensiva-ofensiva,
engaños y mentiras o seudonegaciones.

c) Desautorización: Este conjunto de maniobras buscan infravalorar a la mujer


respecto a sus deseos, ideas y valores, quitándole legitimidad a través de estrategias
desprestigiadoras. Están basadas en la creencia patriarcal de que el hombre es el que
tiene el monopolio de la razón, de lo correcto y del derecho a juzgar desde un lugar
superior. Presuponen el derecho a menospreciar y son especialmente dañinos en mujeres
que necesitan mucho la autorización y legitimación externa.

d) Descalificación-Desvalorización: aquí se califica y valora negativamente las


actitudes de la mujer, denigrándola y no dándole el derecho a ser valorada y apreciada a
menos que obedezca y haga lo que según él, es “correcto” o “valioso”. Esto puede hacerse
de modo directo o con insinuaciones, acusaciones veladas o modos indirectos. Hacen
referencia por ejemplo a la inteligencia: ¡no tienes ni idea!, ¡no sabes razonar!, o a la
percepción: ¡tu exageras! o peor aún ¡tú estas loca!.

e) Paternalismo: Hacer sentir a la mujer como si fuera una niña que necesita cuidados.

f) Culpabilización-Inocentización : esta maniobra tiene dos caras. Por una, se juzga


y se condena a la mujer haciéndola sentir culpable, por “no saber hacer”, o por su
“incorrecto” desempeño del rol de esposa o madre, o por su “tontería” o “maldad”.
También se la responsabiliza por lo que al hombre le ocurre, aún más, se la culpabiliza de
su respuesta inhibida o irritada cuando se expresa de forma confusa cuando sufre sus
microviolencias. Y por otra parte, el hombre se siente siempre juez y fiscal, atento a la falta
ajena, y no a la propia, no se siente culpable ni responsable de nada, es decir, se sienta
inocente en cuanto a la producción de disfunciones y desigualdades en lo cotidiano.

g) Autoindulgencia y autojustificación: con este grupo de maniobras el varón


presenta excusas y autoexcusas frecuando no realiza tareas o actividades propias de una
relación respetuosa e igualitaria. Intenta “quedar bien” y ocultar su falta de interés o
dificultad para manejarse en relaciones no impositivas. Son microviolencias en tanto
procuran bloquear y anular la respuesta de la mujer. Hacen callar, imponiendo el criterio
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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
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masculino, proponiendo “otras razones”, y eludiendo la responsabilidad por lo que se hace


o deja de hacer. Entre ellas podemos destacar:
Hacerse el tonto: en esta maniobra el varón elude responsabilizarse por sus actitudes
injustas, su desinterés en el cambio o el no tener en cuenta a la mujer, apelando a
diversas razones que según él, son inmodificables. Entre ellas las obligaciones
laborales: “No tengo tiempo para ocuparme de los niños”, y la torpeza, la parálisis de
la voluntad u otros defectos personales “ no sirvo para eso”, “no puedo controlarme”,
“es imposible para mí”.
Impericias selectivas: aquí se evitan responsabilidades y se las impone a la mujer a
partir de declararse inexperto para determinadas tareas, siempre relacionadas con la
casa o con el cuidado de la familia.
Minusvaloración de los propios errores: en esta maniobra, los propios errores,
descuidos, desintereses, abusos de derechos y equivocaciones en la relación son
poco tenidos en cuenta. Cuando se mencionan se perciben como banales y son
fácilmente. disculpados. Por el contrario se está poco dispuesto a aceptar los errores
de la mujer se maximizan, juzgándola como inadecuada o exagerada en sus
preocupaciones por las cosas, los relaciones y las personas.
Comparación ventajosa: Siempre hay alguien peor.
Por sus características de encubiertos, la mujer no suele percibir este tipo de
microviolencias, pero sufre psicológicamente por ellos. Con frecuencia la reacción se
produce después, sin saber a qué y de manera “exagerada”. Así es frecuente, la presencia
de mal humor, frialdad y estallidos de rabia “sin aparente motivo”, lo cual desestabiliza aún
más a la mujer.

C) Microviolencias coercitivas

Son las que usan la fuerza -no la física sino la moral, la psíquica, la económica o la de la
propia personalidad- de un modo “directo”, para intentar doblegar a la mujer, limitar su
libertad, expoliar su pensamiento, su tiempo o su espacio y restringir su capacidad de
decisión.

Uso expansivo del espacio físico: Invade con lo suyo, todos los espacios de la casa,
despacho, etc. Utiliza los mejores espacios o monopoliza su uso (mando TV.).

Control del dinero: Monopolizar el uso o las decisiones sobre el dinero, limitando el
acceso de ella o suponiendo que tiene mas derechos que ella. (No dar información
sobre el dinero común, controlar los gastos, exigir detalles, etc. retener dinero,
obligarle a ella a pedirlo o mentir sobre su destino. También negar el valor económico
del trabajo domestico).

Apelar a la “superioridad” de la lógica varonil. Es mas eficaz con mujeres que tiene
un modo perceptivo o intuitivo acerca de la realidad.

Intimidación: Maniobra atemorizante que es más eficaz cuanto mayor sea la fama de
abusivo o agresivo que tengas. Puede hacerse con la mirada, con la aproximación
física, con la mirada, el tono o modulación de voz, la postura, un gesto, etc..
Es necesario realizar periódicamente alguna muestra de poder abusivo que sirva de
recordatorio a la mujer de lo que puede pasar si no se somete.

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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
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Insistencia abusiva: Ganar por cansancio o agotamiento de la mujer, que


independientemente de su postura, termina dándole la razón solo a cambio de un
poco de paz.

Toma repentina del mando: De una manera mas o menos sorpresiva: anular, no
tener en cuenta a la mujer en situaciones que le afectan y a las que es difícil negarse.

D) Microviolencias de crisis
Aquellas que los varones utilizan en algunos períodos para restablecer o afianzar el reparto
desigual de poder. Se utilizan cuando las relaciones entran en crisis y se desequilibran,
orientándose a una mayor igualdad, por ejemplo en el caso de un aumento de poder
personal en la mujer por cambios en su vida o también puede ocurrir cuando se produce
una perdida de poder en el hombre por razones físicas o laborales.

Aguantar el envite: No reaccionar emocionalmente, contenerse, resistir la tensión


mientras esta sucediendo para esperar que pase el momento crítico y después evitar
hacer cualquier cambio.

Dar lastima: Comportamientos autolesivos, accidentes, aumento de adicciones,


enfermedades, amenazas de suicidio que apelan al rol tradicional o predisposición
femenina al cuidado o insinuar, que sin ella, él podría acabar mal.

Darse tiempo: Postergar, dejarlo para más adelante porque no es el mejor momento,
situación, etc. para hacer lo que se demanda.

Hipercontrol: Extremar el control sobre la mujer para impedir que disminuya el poder
o la influencia que él ejerce sobre ella.

Prometer y hacer méritos: Hacer regalos, prometer ser bueno, ponerse seductor o
atento, hacer cambios superficiales sobre todo en amenazas de separación, sin
cuestionar o cambiar las causas o lo importante.

Rehuir la crítica y la negociación: Evitar conversaciones, valoraciones,


negociaciones que podrían llevar a nuevos criterios y a establecer cambios mas
equilibrados en la relación.

Resistencia pasiva y distanciamiento: Falta de apoyo o colaboración, no tomar la


iniciativa y luego criticar, amenazas con abandonar o hacerlo realmente refugiándose
en otra actividad, trabajo, mujer, etc.

Seudoapoyo: Anuncia el apoyo sin hacerlo efectivo, no enfrentándose pero no


colaborando.

Victimismo:

5. Microviolencias y abordaje terapéutico


Al igual que en la vida doméstica, como decíamos antes, también en el abordaje
terapéutico los diferentes tipos de microviolencias suelen pasar inadvertidos y es
necesario que esto deje de ocurrir ya que son fuente de una variada sintomatología.
Todas las personas profesionales que atienden a mujeres victimas de violencia, deberían
incluirlos en su trabajo: conocer su existencia, saber detectarlos y conocer sus
efectos.
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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

El primer paso es hacerlos explícitos y evidentes, porque así empiezan a percibirse


(detección) y mostrar los daños que producen (comprensión).

Puede generar cambios en las mujeres y en las sintomatologías que producen:


- Conocer sus efectos, ayuda a discriminar entre problemáticas propias y problemáticas
ajenas.
- Disminuye la culpabilización inducida por estas maniobras y ayuda a recuperar el
pensamiento y la acción autónoma en la vida cotidiana de pareja.
- Amplia y legitima la percepción acerca de los comportamientos masculinos de
dominación que sufren y que los propios hombres no suelen reconocer, en parte por
hacerlo de forma inconsciente, en otros casos por miedo a perder su estatus ventajoso.
- Reconocer el lenguaje de acción y manipulación, tan propio de algunos varones, que
contradice la creencia tan arraigada que la manipulación es un arma fundamentalmente
femenina.
- Aumentar las posibilidades de evitar y resistirlas ya que al poder identificar las
microviolencias, éstas pueden ser enfrentadas.

A partir de aquí puede desarrollarse una inmunización por parte de las mujeres.

También puede en los hombres servir para generar un aumento de la responsabilidad


por el ejercicio y daño que esas microviolencias provocan en su vida diaria. Lo que
ayudaría a desactivar y deshabituar su uso, favoreciendo una apertura hacia posturas más
igualitarias.

Tienen que estar dispuestos a una autocrítica sobre el ejercicio cotidiano del poder de
dominio y a reconocer el efecto negativo que tiene para las mujeres y para sí mismos.
Autocrítica que, no puede seguir excusándose en la idea que el ejercicio del poder no es
algo consciente, difícil de modificar o que se trata de un automatismo heredado.

Después es necesario generar una reflexión sobre los modos de construcción de la


identidad de género, ya que las microviolencias se ejecutan como una afirmación de su
identidad masculina. La socialización en que son criados (aquella que define masculinidad
en referencia a la superioridad sobre las mujeres y por tanto en la creencia de tener
derechos sobre ellas), sobre el deseo de dominio tan arraigado en la mente masculina, y
además, entrenarse en el cambio de actitudes hacia la igualdad y el respeto.

En las estrategias de cambio, Bonino, enumerar algunos requisitos que son necesarios
para que terapeutas de diversa orientaciones puedan comenzar a enfrentarse eficazmente
a la tarea de transformación de estas prácticas:

En lo personal:
- Explorar sus prejuicios sexistas y desvelar sus puntos ciegos en relación
con su propia posición de género.
- Examinar sus ideas y comportamientos en relación con la reciprocidad
entre las personas, y la justicia y la democracia en los vínculos.
- Revisar sus propias creencias sobre la causalidad de los comportamientos
de dominación y sus eventuales justificaciones, y la propia reacción frente a
ellos.

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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

En lo teórico-técnico:

- Introducir el cuidado, democratización (resolución dialogada conflictos).

- Estudiar los modos de construcción de la identidad masculina.

- Aprender a detectar microviolencias.

- Identificar posibles ejercicios de microviolencias en el hombre o posibles


alianzas con el terapeuta si éste es varón.

- Soportar confrontaciones y autoafirmaciones.

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“Análisis y relevancia de las violencias cotidianas en delitos de violencia de genero”.
Felicidad Muñoz Ruete

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