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LA FORMACION DE LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

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1. De la aldea a la ciudad

Las aldeas neolíticas más avanzadas del Cercano Oriente evolucionaron


hacia formas más complejas y especializadas de sociedad, dando lugar a un
proceso que conocemos como protourbanismo y que no es otra cosa que el
tránsito hacia las primeras ciudades. No obstante, en contra de lo que cabría
pensar en un principio, dicha evolución se produjo en un territorio nuevo, ajeno a
la presencia de las precedentes experiencias neolíticas, el sur de Mesopotamia,
lo que ha motivado no pocos interrogantes.

Eridu
La aparición en el sur de Mesopotamia de la cultura de Eridu, también
denominada El Obeid I, plantea la cuestión del desarrollo originario de las formas
de vida agrícola en este lugar. Algunos indicios arqueológicos, como el
refinamiento de sus cerámicas, sugieren que debió haberse formado en una
etapa aterior, pero, dada la parquedad de los datos, desconocemos si fue allí o
en alguna otra parte de donde fuese originaria.

La procedencia de los primeros agrícultores del sur de Mesopotamia .-


Una posibilidad radica en la existencia de una colonización de la Mesopotamia
meridional por pobladores procedentes de asentamientos de la más
septentrional cultura de Samarra, debido sobre todo a ciertas semejanzas en
las formas arquitectónicas y la decoración de las cerámicas. Esta hipótesis se
fundamenta básicamente en los límites medioambientales que para el
crecimiento de la población imponía la agricultura de secano propia de las
tierras altas, límites que habrían intentado ser eliminados mediante los
primeros experimentos de riego en lugares como Choga Mami y Tell es-Sawwan.
La llanura aluvial del sur ofrecía, por el contrario, inmejorables condiciones para
un agricultura de regadío, una vez acondicionados los terrenos, por lo que
habría atraído finalmente a los colonizadores llegados desde las tierras
situadas más al norte, en donde habían tenido lugar los primeros experimentos
y actividades relacionados con la irrigación. De acuerdo con todo ello, los
pobladores del sur de Mesopotamia sólo podían proceder de los asentamientos
neolíticos más avanzados, ya que únicamente aquellas comunidades con formas
de organización capaces de asegurar la subsistencia de una población
incipientemente especializada podrían llegar a rentabilizar, mediate los trabajos
adecuados, el enorme potencial agrícola de la Mesopotamia meridional .
Otros piensan, por el contrario, que la cultura de Eridu ha podido tener su
origen en el vecino Khuzistán iraní, donde por aquellos tiempos (5500-5000 a.
C.) florecía la de Tepe Sabz, que sucedía a una tradición neolítica a la que
pertenecen asentamientos como Ali Kosh y Mohammad Giaffar, y que
representa en aquella región el inicio de la técnica de riego a pequeña escala,
junto la primera evidencia de ganado bovino doméstico. Asi mismo, sus
herramientas, su cerámica y las variedades agrícolas explotadas están dentro
de la tradición que caracteriza el desarrollo de El Obeid, aunque hay quién cree
que ello se debe a una influencia de Eridu sobre Tepe Sabz y no al contrario. No
faltan quienes consideran, finalmente, que el desarrollo de la agricultura
irrigada pudo ser perfectamente posible en el sur de Mesopotamia, sin la
necesidad de la llegada de gentes y técnicas procedentes de otros lugares.

Los primeros templos.- Existen buenos indicios arqueológicos de que


hacia el 5000 a. C. las gentes de Eridu y las de Tepe Gawra, situada más al
norte, construyeron los que son considerados como los primeros "edificios de
prestigio" conocidos, si bien no se ha resuelto la incógnita sobre la
caracterización de algunos tholos halafienses más antiguos y del "santuario" de
Tell es-Sawwan. Pero ahora se trata de construcciones que destacan por sus
mayores proporciones, separadas de las demás casas de la aldea por un
espacio vacío o situadas sobre una terraza que la hacia resaltar del resto de
edificios. Pese a que la mayoría cree que se trata de los primeros templos, la
cuestión no está totalmente resuelta. Es muy probable que así fuera, ya que
los templos posteriores se levantaron precisamente encima de las ruinas de
éstos, aún pequeños, "santuarios" prehistóricos. No obstante, hay quien piensa
que no se trataría de templos, o edificios destinados a una finalidad religiosa,
de la que no se poseen pruebas concretas, sino de las casas de los jefes de la
comunidad.

La centralización de la autoridad.- Desde más de un punto de vista, esta


diferenciación funcional, por contraste a las capillas y ”santuarios” domésticos
de sitios como Jericó o Chatal Hüyük, sugiere cambios significativos. Una
autoridad que emergía con una legitimación esencialmente religiosa, pero con
base todavía familiar, parece haberse constituido en aquella época, ocupando
un lugar central en la sociedad, probablemente desde los linajes más
destacados y poderosos. Su ascendente religioso pudo incrementarse mediante
manipulaciónes de la tradición común, que convirtieran a su ancestro o
antepasado mítico en la entidad sobrenatural tutelar de la comunidad entera,
quedando reservada la organización ceremonial de su culto a determinados
miembros de estos linajes.
En lo económico, la función redistributiva de la nueva autoridad religiosa
representada por el pequeño templo que ocupaba una posición central en el
plano del poblado, pudo haber descansado, pese a la inexistencia de almacenes y
talleres anejos, en su caracter ceremonial. Un culto centralizado sustituiría
ahora a un ritual comunitario anterior y, por simple que fuera, requería la
centralización de las aportaciones destinadas a su mantenimiento, muchas en
forma de ofrendas, produciéndose de este modo una circulación de bienes
desde los distintos grupos de parentesco hacia el “santuario”.
Por otra parte, es muy probable que la centralización del ritual
comunitario, expresada ahora en forma de culto a la "divinidad" tutelar, se haya
producido a partir de la existencia de un sistema redistributivo previo, a cuyo
frente se situarían las élites emergentes, integradas por los jefes de los linajes
más poderosos y sus parientes más inmediatos. El contenido político de dicha
autoridad podría equivaler a lo que los antropólogos han denominado como
jefatura teocrática, una estructura centralizada de decisiones con respaldo
religioso que utiliza la capacidad que le proporciona estar al frente del aparato
económico redistributivo, si bien aún de modestas proporciones.
Sin embargo, los mecanismos de coerción y los factores que los
permitieran aún no habrían aparecido, por lo que no se puede hablar
propiamente de la existencia de un poder político, sino de una autoridad social
personificada en un jefe con legitimación divina, cuya posición emanaba en
último término del prestigio y del papel ejemplificador que asumieron las elites.

Expansión de la cultura de Eridu.- Sea cual fuera su origen, la cultura de


Eridu (El Obeid 1), que practicaba la agricultura irrigada a modesta escala local,
así como una importante actividad ganadera, se extendió por toda la
Mesopotamia meridional, lo que constituye una buena prueba de su capacidad
expansiva, cimentada en una base productiva mayor que la de las comunidades
neolíticas precedentes. Aún en ausencia del regadío a gran escala, la fertilidad
del suelo permitía unos excedentes que sustentaron el aumento de la
población, el incremento de la producción de bienes de consumo, con la
consiguiente mayor especialización laboral, y la práctica de un comercio y una
religión organizados por personas que ocupaban una destacada posición social.
La cultura de Eridu, alcanzó una expansión y desarrollo aún más amplios
durante el periodo de Haji Mohammed, también conocido como El Obeid 2 (5000-
4500 a. C), en que se difunde desde el sur (Eridu, Ur, Warka) hasta la zona de
Kish (Ras el-Amiya) sobre el Eufrates, y cruzando el Tigris hasta alcanzar la de
Choga Mami, abarcando por consiguiente toda la llanura aluvial, con
penetraciones en el Kuzistán.

El-Obeid
Desde mediados del V milenio a. C. se desarrolló la secuencia
característica de El-Obeid, sin ruptura con la anterior y con tantos elementos
de continuidad en los asentamientos, las cerámicas, etc, que muchos prefieren
considerar a ambas como distintos períodos de un mismo contexto cultural.
Por esta razón los precedentes periodos de Eridu y Haggi Mohammed se han
denominado también El Obeid 1 y 2. Se produjo entonces, durante El Obeid 3 o
temprano (4500-4000 a. C.) una sistematización de los recursos agro-
hidraúlicos que supuso la excavación de canales, con lo que se conseguía
ampliar el área cultivable, llevando el agua a tierras áridas, así como el drenaje
de las zonas pantanosas del delta.
Junto con la aparición del arado de tracción animal, la sistematización de
los recursos hídricos supuso a partir de entonces una trasformación de gran
alcance en la base productiva agrícola que permitía lograr mayores cantidades
de excedentes. La aparición de hoces de terracota en gran número, hechas en
serie, señala un mayor tamaño de las cosechas, exigiendo, junto a una mayor
inversión de trabajo, una manufactura abundante de las herramientas
destinadas a su recogida. Los asentamientos de este periodo -Eridu, El-Obeid,
Ur- se dispusieron a lo largo de los canales de riego, constituyendo centros
agrícolas con una economía diversificada, en la que a la agricultura extensiva de
regadío se sumaron la explotación del ganado bovino y caprino, así como un
cierto desarrollo de la arboricultura -palma datilera- y la horticultura,
favorecidas ahora por la disposición de agua de superficie en una mayor
abundancia. La pesca parece haber alcanzado en algunos lugares, como el
mismo Eridu, una considerable importancia.

Intensificación y especialización- La mayor productividad agrícola


permitió un desarrollo socio-cultural más complejo que se manifiesta a partir
del 4000 a. C. (El Obeid 4 o tardío) en la aparición de templos de dimensiones
monumentales, si los comparamos con el resto de las edificaciones
descubiertas, y cuya silueta dominará desde entonces la topografía de los
asentamientos mesopotámicos. El templo se sitúa sobre una plataforma
elevada, simbolizando así la importancia de sus actividades y el mayor
distanciamiento de la encumbrada élite religiosa del resto de la población. La
intensificación de la producción agrícola, unos excedentesen aumento y la
mayor complejidad sociocultural proporcionaron a su vez la oportunidad de un
acceso cada vez más desigual a los recursos básicos, la tierra irrigada,
contribuyendo de esta manera a establecer claras diferencias de riqueza y
estilos de vida.
Este paso intermedio entre la aldea y la ciudad está igualmente
representado por la evidencia de una mayor especialización artesanal que
incluyó la primera metalurgia con el uso del cobre, y por la organización de la
producción de objetos en serie, con especial énfasis en la cantidad en
detrimento de la calidad, que en la manufacturación de cerámica se vio
impulsada por la aplicación del torno lento o de mano.

Desigualdad.- Diversos indicios señalan, igualmente, una creciente


tendencia hacia una mayor centralización político-económica y en consecuencia
hacia la estratificación social. Así sucede con el ya mencionado tamaño
monumental que alcanzan los templos, cuya forma prefigura la de los futuros
santuarios sumerios. Su construcción, que incluye una creciente asignación de
riqueza a contextos de significado simbólico, denota la existencia de unas
instituciones político-religiosas notablemente desarrolladas. No menos
ilustrativos son los contrastes que se detectan en los ajuares funerarios, a
través de los que se observan diferencias en los niveles de vida de la población,
y la presencia, así mismo, de objetos artesanales de elevado valor, tanto por su
elaboración esmerada como por el aprovisionamiento de materias primas
lejanas que requieren, como metal o piedras duras, lo que se considera en
ambos casos indicios de unas actividades ya muy especializadas. La propia
producción en serie de objetos de menor calidad -hoces, cerámicas- sugiere
igualmente la presencia de algún tipo de organismo -templo- capaz de tomar y
aplicar decisiones que afectaban a toda la comunidad, y desde el que se
planificaba y dirigíagran parte de la vida económica de la misma.

Hacia la sociedad de clases. - El Obeid (3 y 4) constituyó la transición


desde formas cada vez más avanzadas de sociedad jerarquizada hacia la
estratificación económica y funcional. Durante aquel periodo se sentaron las
bases que permitieron el desarrollo de la posterior división de la sociedad en
clases sobre un acceso desigual a los recursos y una participación
notoriamente desequilibrada en los procesos de trabajo.
El mantenimiento exclusivo de los especialistas a tiempo pleno por parte
de las élites que controlaban los excedentes, quedando separados de esta
forma de las unidades domésticas, ocasionó una dependencia de la mayor parte
de la población que precisaba de sus conocimientos y habilidades. Tal
dependencia no era aún importante cuando los artesanos especializados se
dedicaban a producir, sobre todo, bienes de prestigio destinados a las élites
incipientes. Mientras el trabajo de los artesanos no pudiera incidir
decisivamente en la cantidad y diversidad de los recursos alimenticios y los
restantes medios de subsistencia, como por ejemplo mediante la fabricación de
instrumentos que ahorrasen esfuerzo en las tareas agrícolas, volviéndolas más
productivas, la autonomía de los campesinos no se encontraba seriamente
amenazada. Pero cuando los artesanos, mantenidos a tiempo pleno con el
excedente administrado por las élites, dispusieron de técnicas más avanzadas
y fabricaron herramientas más eficaces la situación comenzó a cambiar. El
avance de las técnicas agrícolas y la paralela introducción de instrumentos
productivos cada vez más complejos, como era el arado de siembra, que
permitía una disminución del esfuerzo de 1/15 respecto al empleo anterior de
la azada, acentúo la dependencia de los campesinos de los artesanos
especializados y de la élite que los mantenía.

La centralización del poder político


La sistematización hidraulica, necesaria para explotar de forma
ventajosa el potencial productivo de la Mesopotamia meridional, requería una
coordinación de las operaciones de irrigación, que tuvo como consecuencia la
aparición de formas de organización política centralizadas. La consiguiente
intensificación de la producción estimuló, por su parte, una especialización de
las tareas productivas básicas, diferenciándose agricultura, ganadería y pesca.
En cada una de ellas la especialización lo era a tiempo total, como consecuencia
en gran medida de la mayor dedicación que exigía la agricultura intensiva de
regadío, por lo que pronto se advirtió la necesidad de intercambios más fluidos
entre los distintos sectores. Con poblaciones cada vez más grandes, densas y
especializadas, la regulación eficaz de los intercambios recayó en la élite
redistribuidora del templo. De esta manera, los campesinos no solo dependían
parcialmente de los artesanos especializados y a través de ellos de las élites
que los mantenían, sino cada vez más directamente de éstas. Parece, por
tanto, bastante probable que las instituciones propias de un gobierno
centralizado, la especialización artesanal a tiempo total y la irrigación a gran
escala debieron haberse desarrollado, estimulándose mutuamente y de forma
paralela.
Control y poder de las elites.- Es necesario precisar, no obstante, que la
intensificación de la producción, que requería una inversión extra de trabajo, no
era tanto consecuencia de las condiciones medioambientales o demográficas,
cuanto del interés de las élites por acumular mayores cantidades de riquezas.
No fue la presión demográfica sino el afán de lujo, prestigio y poder de los
grupos sociales dominantes, lo que impulsó, primero mediante la redistribución
asimétrica ritualizada y más tarde con la exigencia de tributos o diezmos, el
incremento de la productividad y la obtención de excedentes cada vez mayores.
De otro modo, disponiendo de tecnología más eficaz, la gente sencillamente
trabaja menos. Lo que origina el excedente es la fuerza coercitiva de una
autoridad o las exigencias de los rituales complejos controlados por ésta.
Siendo esto así, el crecimiento de la población debe considerarse un resultado y
no una causa de la evolución socio-cultural en el Cercano Oriente.
A diferencia de las culturas de Hassuna o Samarra, la posibilidad de
disponer en el sur de Mesopotamia de un enorme potencial agrícola, para cuya
adecuada explotación era necesaria una especialización productiva y funcional
que terminó diversificando la sociedad y acentuando su complejidad, constituyó
un factor que favoreció la posibilidad del encumbramiento de las élites. Una vez
iniciado el proceso, éstas dispusieron de medios cada vez más eficaces para
imponer su predominio al resto de los grupos sociales.

Bases y carácter de la centralización política.- El aumento de la población


y de la complejidad socio-cultural produjo un flujo creciente de información
relativa a la mejora y aprovechamiento de las técnicas productivas. En las
comunidades aldeanas más simples de épocas anteriores, la información
necesaria para la vida social que afectaba a aspectos tales como la distribución
de la tierra, la organización de los trabajos comunes, las épocas óptimas de
siembra y recolección, la diversidad de cosechas de acuerdo a los factores de
fertilidad del suelo, etc, era regulada y proporcionada por rituales y
ceremoniales específicos, costeados con el excedente que las mismas
comunidades producían. Pero en el nivel de complejidad socio-cultural alcanzado
por las gentes del El-Obeid, con poblaciones mayores, oficios más desarrollados
e intercambios más intensos, las élites hereditarias asumieron la función de
controlar dicha información, en parte porque habían monopolizado la
celebración de los rituales comunitarios, y también porque la diversificación
social y la especialización a tiempo completo situaba a la población campesina
en una posición muy desventajosa, lo que no hacía sino aumentar su
subordinación.
El artesanado y sobre todo la elite dirigente que regía la comunidad desde
el templo se encontraban más capacitados para conseguir y administrar la
información disponible, que era cada vez más específica y abundante. Por otra
parte, la acusada especialización que generaba la creciente complejidad social,
impulsaba el carácter hereditario de los oficios y las habilidades con ellos
asociadas, una consecuencia y una exigencia misma de la especialización, que
no haría sino fortalecer la posición de las élites.

Ideología y legitimación.- Las élites religiosas reforzaron su poder y


prestigio, permitiéndose aparecer ante la población, no solo como los
administradores en nombre de la divinidad tutelar que hacían posible el
funcionamiento de todo el sistema productivo, y con ello el bienestar de la
comunidad entera, sino también como los abastecedores de objetos y
productos codiciados, en la más genuina tradición de las anteriores élites
redistributivas. El marcado carácter desigual de la redistribución se
compensaba con una propaganda que ensalzaba las ventajas del orden querido
por las divinidades, único posible frente a un caos simpre acechante. La
arquitectura monumental del templo, que irá creciendo en complejidad y tamaño
a medida que avance el proceso, y ciertos ceremoniales religiosos jugaron un
destacado papel propagandístico, lanzando hacia la población un mensaje
simbólico que hacía incapíe en la prosperidad de la comunidad, la protección
dispensada por los dioses y la eficacia y legitimación de sus administradores
terrenales.

Incremento de la desigualdad.- Pero los beneficios administrativos que


comportaban para la comunidad, como el que los almacenes del templo
contuvieran reservas de grano para ser utilizadas en situaciones de
emergencia, se lograron a costa de un aumento notorio de las desigualdades
socioeconómicas. Estas se encontraban ya presentes en el proceso mismo de
formación de las élites, que hallaron durante el periodo de El-Obeid la
justificación de su posición al frente de una función redistribuidora cada vez
más desigual en su destacado carácter sagrado y ceremonial. Y aunque no se
tratara aún, y en sentido estricto, de una sociedad dividida en clases, las
diferencias económicas asignadas a los diferentes rangos en que la comunidad
estaba acentuadamente jerarquizada, empezaban a hacerse significativas, lo
que por otra parte permite que las diferencias de estilos de vida empiecen a
poder ser reconocidas por los arqueólogos.

La expansión de la cultura de El-Obeid


Gracias a su mayor base productiva, la cultura calcolítica de El-Obeid
alcanzó una expansión que le permitió penetrar, más al norte, en las tierras
altas de la región que en el futuro conoceremos como Asiria, donde Tepe
Gawra, Tell Arpachiyah y Nínive son asentamientos típicos de este momento, y
en donde las influencias meridionales se mezclaron con las pervivencias locales
de una fase tardía de la cultura de Halaf. Además de una agricultura
floreciente, pero dependiente de las lluvias, y por lo tanto menos intensificable,
los contactos comerciales, con los que se obtenían el lapizlázuli de Afganistán,
la diorita, la turquesa, y la ematita de Irán, o la obsidiana y el cobre de Anatolia,
tenían allí una gran importancia. Fuera de la linea del Habur, que representa el
límite más septentrional alcanzado por El Obeid, su cerámica distintiva se
difundió hasta la región de Siria septentrional, el S.E. de Anatolia y las tierras
iranias. De aquellos contactos habrían de resultar toda una serie de
interacciones culturales de gran importancia.
La variedad regional, que se apreciaba ya desde el Neolítico del Cercano
Oriente, no desapareció durante el Calcolítico y la posterior aparición de
ciudades, sino que se mantuvo, inmersa ahora en un sistema más amplio de
ámbito regional, que perdurará en los tiempos venideros. Con El-Obeid una
cierta uniformidad cultural cubrió por primera vez la llanura mesopotámica. Su
fuerza expansiva le permitió entrar en relación más directa con aquellas zonas
exteriores poseedoras de las materias primas de las que carecía la llanura
aluvial.
Aunque no deben descartarse los contactos directos desde las tierras
más meridionales del sur, los asentamientos más septentrionales, como Tepe
Gawra y otros, debieron jugar un importante papel. La demanda de madera,
piedras y metales, que aumentaba impulsada por la especialización laboral y la
diversificación social, estimulaba las iniciativas que en gran medida parecen
haber descansado sobre los templos, al menos desde El-Obeid tardío.

Centro y periferia.- Las interacciones culturales a que dieron lugar tales


contactos no son demasiado bien conocidas, pero en términos generales parece
quedinamizaron el desarrollo en el sudeste de Anatolia, sobre la base de los
asentamientos agrícolas preexistentes, de formas complejas de organización
social a partir de la explotación y elaboración local del cobre. El neolítico
anatólico, tan rico en manifestaciones, alcanzaría finalmente un nivel de
desarrollo más avanzado bajo el impacto los contactos meridionales.
En la vertiente mediterránea las experiencias neolíticas habían
desembocado en una situación distinta impuesta en parte por los
condicionamientos ecológicos. Mientras que el neolítico ”clásico” con
asentamientos agrícolas y producción de cerámica está atestiguado en sitios
como Biblos o Ras Shamra (Ugarit) en la costa, o Damasco y Munhata en el
interior, en buena parte de Palestina, en el desierto de Judá, en el Neguev y en
la región semiárida del Sinaí, habitaban poblaciones de pastores que practicaban
un nomadismo estacional con frecuentación estival de las zonas más lluviosas
de Cisjordania y el valle del Jordán. Estas gentes vieron aflorar una élite tribal y
guerrera, cuya autoridad estaba probablemente en relación con el control del
pastoreo y el acceso a las fuentes de agua, así como con la extracción del
metal.
En el S.O. de Irán ha sido reconocido un neolítico avanzado cuyas gentes
practicaban la agricultura de regadío en sitios como Tepe Sabz. Las influencias
procedentes de sitios como Haggi Muhammad/El Obeid 2 en la vecina
Mesopotamia meridional alcanzaron esta región, que mantuvo por aquel
entonces un importante poblamiento, dando lugar a la aparición de
asentamientos de gran tamaño en contraste con las aldeas precedentes, entre
los que destaca Susa, contemporáneo del El-Obeid 3 y 4. Parece que los
contactos mutuos, llevados a cabo por comunidades calcolíticas que irán
perfeccionando progresivamente la técnica de la explotación del cobre nativo,
fueron intensos, si bien la evolución de ambas regiones seguirá un rumbo
diferente. En aquellas tierras del Khuzistan el crecimiento de la población y del
tamaño de los asentamientos fue algo anterior al registrado en el sur de
Mesopotamia, para interrumpirse luego, con la única excepción de Susa que se
convirtió en el centro más importante a costa de todos los demás.
LAS PRIMERAS CIUDADES
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1. La formación de las ciudades y los Estados arcaicos

El periodo que hemos estudiado en el capítulo precedente desembocó en


la formación de las primeras ciudades sobre algunos asentamientos
preexistentes en el sur de Mesopotamia. Este hecho no debe concebirse como
un proceso acumulativo, sino como un cambio fundamentalmente cualitativo
que afectó profundamente a todos los ámbitos de la sociedad.

Uruk
Desde el 3500 a. C. se produjo en el sur de Mesopotamia una nueva etapa
de desarrollo socio-cultural, que conocemos como Uruk por el nombre de uno de
sus principales yacimientos, dividida en una fase antigua (3500-3200 a. C) y
otra reciente (3200-3000 a. C), y en la que los avances tecnológicos y
organizativos prosiguieron en la misma dirección que habían adquirido en el
periodo anterior, sin que se pueda constatar ningún tipo de ruptura, pero con
una polarización mucho más marcada hacia una economía y una dirección
política cada vez más centralizadas. La sistematización hidráulica alcanzó a
mitad del cuarto milenio a. C. unas proporciones que rebasaban con creces la
dimensión puramente local. Por aquellas fechas la primacía del sur de
Mesopotamia ya estaba consolidada, culminando los procesos de urbanización
entre el 3500 y el 3200 a. C, cuando grandes asentamientos como Eridu, Uruk,
Ur o Nínive alcanzaron la categoría de ciudades.

La ciudad y el Estado arcaicos.- La especialización productiva y la


estratificación económica y funcional fueron los dos pilares sobre los que
descansó la organización de la vida en las primeras ciudades. Su aparición no
constituyó únicamente el hecho físico de la reorganización del espacio del
habitat y las mejoras en las técnicas productivas, sino un fenómeno ante todo
económico y sociopolítico. El proceso de urbanización se encuentra íntimamente
ligado a la formación del Estado, un organismo político complejo capaz de
asegurar, mediante dispositivos administrativos y juridicos pero también
mediante la coerción y la propaganda, la perpetuación y reproducción social de
lo que tales cambios implicaban: la aparición de grupos sociales que se
caracterizan por poseer derechos y prerrogativas distintos, así como por el
distinto tipo de accseso a la propiedad y otros recursos, de acuerdo con una
doble estratificación que es al mismo tiempo económica y funcional. Los
trabajos más especializados, en la producción y en la administración -que se
concibe como una la tarea más especializada de todas- son realizados por
personas que no son propietarias de los medios con los que trabajan, siendo los
que resultan mejor renumerados dentro de un esquema de economía
redistributiva. Aquellos que los realizan (escribas, sacerdotes, broncistas,
orfebres...) gozan de una alta consideración y prestigio social y suelen estar
exentos de las prestaciones e impuestos que debe satisfacer el resto de la
población. Los menos especializados, como el cultivo de los campos, la pesca o
las artesanías más elementales, son llevados a cabo por personas que, pese a
ser propietarias en muchos casos de los medios con los que trabajan, gozan de
una menor consideración social, y estan sometidos a prestaciones, laborales y
militares, y al pago de un diezmo a las autoridades del templo o del palacio.

Innovaciones técnicas y organizativas.- En el periodo de Uruk se produjo


un aumento importante de la población, organizada en torno al templo, y se
puso en marcha un sistema administrativo sumamente complejo, que,
precisando de medios de contabilidad y registro, estimuló finalmente la
aparición de la escritura y los sistemas de cálculo. La fabricación de sellos para
estampar impresiones, conocida desde mucho antes, alcanzó entonces un
espectacular desarrollo, remplazando el sello cilíndrico que dejaba un registro
alargado sobre la superficie de arcilla al de impronta plana o estampilla, común
hasta entonces.
Junto con éstas innovaciones cabe destacar también la aparición de
importantes novedades técnicas, como el carro, que, basado en el conocimiento
del principio de la rueda y en la disponibilidad de animales de tiro, revolucionó el
sistema de transportes. De igual forma, la mayor amplitud de la
sistematización hidráulica sirvió para constituir una red de canales que unían
los territorios de las diferentes ciudades, al resultar el transporte fluvial más
económico y rápido que el terrestre.
Desde inicios de la fase reciente (Uruk 4) el uso del torno rápido y del
horno de reducción, muy en relación también con la puesta a punto de técnicas
de fundido y vaciado en la metalurgia, caracterizaron la producción de
cerámica. El tipo más abundante está constituido por unos cuencos de borde
biselado, presentes en todos los yacimientos de este periodo, que han sido
relacionados con la asignación de raciones alimenticias a los distintos grupos de
trabajadores dentro del marco de la economía redistributiva del templo.

El Eanna y el zigurat de Uruk. - En la misma Uruk, la actual Warka,


convertida en una gran ciudad de cerca de 70 ha, la construcción de los
templos sigue una evolución que culmina en la fase reciente en el gran complejo
arquitectónico del área sacra del Eanna, situada en el centro de la ciudad y
consagrada al culto de Inanna, diosa sumeria del amor y de la guerra
representada por el planeta Venus, a la que se añadirán posteriormente las
estructuras superpuestas, coronadas por el Templo Blanco, del zigurat de
Anu, dios supremo del panteón sumerio.
La arquitectura religiosa del periodo de Uruk, conocida también en lugares
como Eridu, Tell Uqair en la Mesopotamia central, o Tepe Gawra más al norte,
constituye un testimonio firme de la existencia de una elite poderosa capaz de
movilizar una formidable fuerza de trabajo muy bien organizada.

Los comienzos de la escritura.- Determinadas operaciones


administrativas que pretendían obtener información, o establecer la disposición
de un servicio, utilizaban "contraseñas" simbólicas en las que se usaban objetos
de piedra, hueso o cerámica que representaban determinados productos y
cantidades. Dentro de un envoltorio de arcilla cruda, sellado con la impronta de
un funcionario, constituían mensajes que se enviaban de un sitio a otro. Se
trataba de una "escritura objetual" de carácter embrionario. El siguiente paso,
consistió en poder llegar a conocer el contenido del envoltorio de arcilla sin
necesidad de abrirlo, para lo cual se gravaba sobre la superficie de la impronta
del sello del funcionario que lo garantizaba la marca dejada por la señal de los
objetos que formaban en su interior el mensaje. Pero entonces, el envoltorio
de arcilla se hace innecesario. La bola se convirtió, de esta forma, en la tablilla
sobre la que se gravaban la impronta del sello y signos que representan
números y objetos, al tiempo que el código objetual se va convirtiendo en un
código gráfico. De esta forma nació la escritura, en la culminación del proceso
de especialización del trabajo y de personalización de las relaciones laborales y
retributivas en el contexto de una sociedad centralizada y redistributiva como
era la sumeria.

Del pictogrma a la escritura cuneiforme.- Más tarde, empezaron a


sustituirse las marcas realizadas por los objetos utilizados como contraseña
por dibujos de los mismos, apareciendo hacia el 3200 a. C. (Uruk IV) la llamada
escritura pictográfica. Más que de una escritura se trata, en realidad, de una
evolución y perfeccionamiento del sistema de las contraseñas. Los signos o
pictogramas eran ejecutados con trazos lineales con los que se dibujaban
partes del cuerpo humano o de animales, vegetales, útiles y herramientas,
elementos de la naturaleza, de forma simple y precisa que permitía
identificarlos fácilmente. La ampliación del repertorio gráfico, así como la
tendencia a la estilización propia de la técnica de los escribas -el personal
especializado en la técnica del registro- que debían realizar numerosas
anotaciones en una jornada de trabajo, dió lugar finalmente a la aparición de la
escritura cuneiforme realizada con signos en forma de cuña trazados con el
extremo inferior de una caña afilada sobre la tableta cruda de arcilla.
A pesar de la simplificación de los procedimientos técnicos, hubo de
haber existido también una notable elaboración intelectual. Los signos de la
escritura pictográfica, en cuanto que evocan imágenes y asociaciones de
imágenes fácilmente concebibles poseían un valor universal, de ahí su utilidad,
pero al mismo tiempo solo podían expresar ideas muy generales, ya que el signo
representaba una cosa y no una palabra, por lo que no servían más que para
expresar con cierta facilidad ideas abstractas, sin permitir describir ni explicar
en su totalidad una situación concreta.
Yemdet Nars
El siguiente periodo, denominado Yemdet Nasr (3000-2850) por el nombre
del sitio-guía originario, supuso una aceleración del proceso, con el desarrollo de
los asentamientos urbanos ya existentes y el crecimiento de otros que, como
Shuruppak, Nippur, Kish, ó Eshnunna en la región del Diyala, alcanzaron
entonces el rango de ciudades. La planta tripartita de sus templos se apoya en
plataformas cada vez más altas y anchas, lo que se ha interpretado también
como el emcumbramiento definitivo de la elite sacerdotal y la consolidación de
las divisiones sociales entre administradores y campesinos.

El palacio.- El periodo de Yemdet Nars se caracterizó también por la


profusión de las piezas esculpidas, que no se utilizaban desde tiempos de la
cultura de Samarra, asi como por la aparición del palacio, un edificio complejo y
dotado de una arquitectura de prestigio que se diferencia del templo, signo del
nacimiento de la realeza, una élite político-militar diferenciada de la jerarquía
administrativa de los templos, y también, de acuerdo a una interpretación de
los mitos recogidos por la literatura posterior, de formación de la asamblea de
Nippur, la “Liga Kengir”, que en torno a dicha ciudad reuniría en federación a las
más importantes de las ciudades sumerias.

Desarrollo de la escritura.- El periodo de Yemdet Nars, que no supone


ruptura alguna con la anterior etapa de Uruk, sino tan sólo una aceleración del
proceso de urbanización en Mesopotamia, nos sitúa a las puertas mismas de la
Historia, ya que es entonces cuando la escritura, que hizo su aparición a finales
de la etapa de Uruk, comienza a ser utilizada con mayor profusión, aunque aún
dentro de un ámbito estrictamente administrativo. El arte de la escritura
alcanza ahora una mayor difusión, al servicio de los administradores de los
templos, y la administración en sí se convierte en el trabajo más especializado
de todos en manos de los escribas, miembros de la elite política y económica
que ocupa los lugares más altos de la estratificación social. Fuera de
Mesopotamia, los cilindro-sellos característicos del periodo de Yemdet Nars,
con el mismo tipo de escenas pero más esquemáticos que los anteriores, o sus
improntas sobre arcilla, se han encontrado en Anatolia, Irán, Siria
septentrional, Palestina y Egipto.

La periferia mesopotámica
El desarrollo socio-económico y político que hemos venido estudiando no
es generalizable, sin más, a otras regiones del Cercano Oriente, donde la
aparición de las élites desde el Neolítico tardío siguió procesos diversos. En la
misma Mesopotamia, comunidades agrícolas avanzadas, como habían sido las de
Samarra y Halaf, que conocieron la presencia de elites incipientes, no
alcanzaron niveles superiores de complejidad sociocultural y organizativa,
completándose la secuencia, como hemos visto, en la llanura aluvial del sur. El
auge de la urbanización en el sur de Mesopotamia tuvo además la virtud de
convertir aquella zona en "centro", productora de tecnología y actividades
organizativas, frente a una "periferia"rica en materias primas y con una
evolución distinta.

Las tierras altas del norte.- En las tierras altas situadas más al norte,
allí donde precisamente habían florecido los asentamientos de la cultura de
Samarra y los halafienses, la influencia meridional con acusados rasgos
procedentes de El Obeid experimentó un retroceso durante la primera mitad del
cuarto milenio a. C., en favor de formas propias de organización, con la
constitución de jefaturas territoriales cuyos asentamientos más avanzados no
llegaron a alcanzar el rango de ciudad. Su característica principal fue que no
desarrollaron la institución del templo ni la elite sacerdotal, hasta un momento
muy tardío y por probable influencia del sur. Los principales indicadores
arqueológicos del rango son aquí las ofrendas funerarias, y su diversificación a
dado pie a suponer la existencia de una creciente complejidad social en la que,
mediante la acumulación privada de riqueza, emergería una élite aristocrática
con prerrogativas militares.

El ambiente nómada.- Así mismo, en el ambiente tribal de los nómadas de


la periferia mesopotámica, las tribus alcanzarían la dimensión estatal en el
marco de la confederación, bajo los auspicios de un pacto protegido por la
divinidad y ante la presisión económica y militar procedente de Mesopotamia. El
poder de una aristocracia tribal integrada por linajes hereditarios se convertió
en la base del poder de una realeza tribal, sin que esta transformación
destruyera totalmente los lazos entre pueblos y tribus, ya que las estructuras
comunitarias, lejos de desaparecer, fueron readaptadas a la nueva situación.
Pero se trata aquí de unas formas políticas que difieren mucho, en su carácter
y legitimación, de las del sur de Mesopotamia, resaltando como rasgo más
característico la descentralización del poder.

La expansión de la civilización urbana


La influencia meridional hizo más tarde aparición de nuevo, no sólo en las
tierras altas mesopotámicas, sino también en regiones más alejadas que ahora
se incorporan a esta “periferia”, como Siria, Anatolia e Irán. Tal influencia
coincide con el importante desarrollo de Uruk en el sur de Mesopotamia, así
como con una gran dispersión geográfica de su cerámica más característica, lo
que ha llevado a pensar en una "colonización" comercial, estimulando así la
urbanización de la periferia que más adelante, cuando cese la presencia de Uruk
en aquellas tierras, habría sido colapsada por una "crisis de crecimiento", como
resultado de la sobreexplotación agrícola requerida para mantener la
organización de los intercambios comerciales. Según este punto de vista, que
no todos comparten, la primera urbanización de aquellas regiones periféricas
sería consecuencia de contactos meridionales que se desarrollaron bajo la
hegemonía política y económica de la ciudad de Uruk, la más grande y potente
de Mesopotamia por aquel entonces.

2. El Protodinástico y las teocracias sumerias

Muchos de los indicadores arqueológicos que hacen posible el


reconocimiento del Estado caracterizan ya la situación de algunos lugares del
sur mesopotámico durante los periodos de Uruk y Yemdet Nars. Aquellas
fueron las primeras ciudades sumerias que se organizaron en estados arcaicos
de tipo teocrático, estando dirigidas por las élites responsables de la
administración de los templos. Poco después aparecieron los primeros palacios,
síntoma inequívoco de una bipolarización en la cúspide social, consecuencia
probablemente de la promoción de algunos individuos destacados al frente del
ejército, hasta entonces brazo secular de los linajes sacerdotales gobernantes.
La aparición del palacio marcará un hito en la evolución de la monarquía sumeria
desde sus primitivas formas sacerdotales hacia su posterior evolución más
militarista.

La cuestión del origen de los sumerios


Un problema muy debatido es el que concierne a la procedencia de los
sumerios, pueblo que habitaba el sur mesopotámico y artífice de la primera
civilización urbana. Durante mucho tiempo se pensó en que procedían de alguna
otra región, y se ha situado su origen tanto en las montañas del norte, como en
las del este o en el intertior de Irán. Los sumerios habitaron el sur de
Mesopotamia y hablaban una lengua aglutinante sin parangón con cualquier otra
de las conocidas en el Cercano Oriente debido a las diferencias fonéticas que la
apartaban de todas ellas. Por otra parte, la existencia de un substrato
lingüístico distinto en el mismo territorio, que es considerado pre-sumerio, ha
hecho pensar también en su posible origen extranjero, teoría que, sin embargo,
cada vez cuenta con menos adeptos.

La probable autoctonía de los sumerios.- Analizando la cuestión desde


otra perspectiva, ni los sumerios, ni nunguna de las otras poblaciones de la
zona, constituían un grupo racial específico. Los sumerios tenían cráneos
braquicéfalos o dolicocéfalos, por lo que podían ser mezcla de tipos alpinos y
mediterráneos, atestiguados por igual en el Cercano Oriente. La amplia difusión
de las lenguas aglutinantes por Asia y las diferencias fonéticas del sumerio con
los restantes dialectos de este amplio grupo linguístico, invitan a pensar en la
posibilidad de que procedieran precisamente de la región que habitaron en
tiempos históricos o de alguna otra zona muy próxima. Además, sus mitos y
leyendas reflejan el paisaje característico del sur de Mesopotamia que
habitaban a comienzos de los tiempos históricos, por lo que es muy probable
que siempre hallan vivido allí, o en una región muy cercana.
Por otro lado, la secuencia arqueológica preurbana de Mesopotamia
tampoco muestra ruptura alguna que se pueda atribuir a la llegada de un pueblo
extrajero de conquistadores o colonizadores, si no queremos otorgar una
importancia desmedida a los cambios observados en la decoración de la
cerámica, como ocurre con las piezas pintadas de Yemdet-Nars que, no
obstante, mantienen las formas propias de Uruk. El cambio de la cerámica
pintada propia de El-Obeid a la lisa de Uruk fue tan gradual como para no
suponer la llegada de un grupo de gentes nuevas. En todo lo demás, como los
templos, construidos unos sobre otros y con un trazado idéntico desde El-
Obeid, la continuidad es tal que no permite observar interrrupción alguna. Si a
ello añadimos que varios aspectos característicos de la construcción de los
templos sumerios, como los contrafuertes que a intervalos regulares
refuerzan los muros, recuerdan las primitivas viviendas de juncos de las gentes
de aquella región, resulta bastante probable la idea de que los sumerios siempre
hubieran vivido allí.

Templo y palacio
El templo y el palacio eran las sedes desde las que se ejercía la
administración y el gobierno en las ciudades sumerias. Las diferencias entre
ambos eran grandes, siendo el templo el lugar de culto, la "casa del dios", donde
la comunidad ofrecía a su dirigente simbólico, por medio de sus sacerdotes,
atención diaria y rituales que tenían lugar en las grandes festividades, por lo
general relacionadas con el calendario agrícola. El palacio era, en cambio, la
residencia de un dirigente humano, el monarca que lo habitaba rodeado de su
familia y de la corte de altos dignatarios.
Pero a pesar de estas diferencias la afinidad era también notable. Palacio
y templo eran, como queda dicho, sede de la actividad administrativa y de
gobierno, lugares donde se acumulaba el excedente, obtenido mediante
exacción, sobre el que se apoyaba el funcionamiento de todo el sistema
redistributivo. Ambos mantenían un importante grupo de personas
especializadas en actividades de administración, gobierno y producción, como
escribas, contables, jefes y supervisores del catastro, mercaderes, artesanos,
agricultores y soldados. Dichos especialistas, organizados jerarquicamente, no
poseían sus propios medios de producción, sino que trabajaban con los del
templo o palacio, siendo retribuidos mediante un sistema de raciones o
asignaciones de tierra.

Censo, catastro y propiedad


Uno de los cambios de mayor trascendencia fue el que terminó por
afectar a las pautas de residencia, cada vez más acordes con la especialización
de las ocupaciones y menos con las relaciones de parentesco. Esta base
residencial facilitará algo que resultaba esencial para el funcionamiento del
Estado emergente: el establecimiento de un censo que permitiera fijar la
población y de un catastro que refleje la productividad de las tierras, con fines
recaudatorios, una vez que el sistema redistributivo resultaba modificado en
algo esencial, tornándose las aportaciones "voluntarias" en obligatorias.
En algunas ocasiones, se ha sugerido que el nacimiento de los primeros
estados no guarda forzosamente relación con la propiedad de los medios de
producción, sobre los que se ejercería un control de tipo más bien abstracto,
como la titularidad divina de los mismos en representación de la comunidad.
Pero lo cierto es que la base económica de los estados teocráticos sumerios
resulta bastante clara y estaba apoyada en buena medida sobre una posesión
efectiva de la tierra y demás recursos. Con la urbanización se produjo una
modificación cualitativamente importante en el modo de poseer la tierra.
Mientras que algunas tierras continuaron siendo propiedad de tipo familiar en el
seno de las comunidades rurales (aldeas) tributarias de templos y palacios,
otras pasaron a pertenecer directamente a estos, que tendían por su parte a
aumentar sus posesiones mediante la adquisición y la colonización de más
tierras. Si bien las tierras del templo, explotadas por siervos o asignadas en
lotes a ciertos especialistas a cambio de sus servicios, eran propiedad de la
divinidad, sus detentadores inmediatos resultaban ser los sacerdotes, quienes
ejercían la posesión efectiva de las mismas.

Exacción y comercio
Las tierras de las comunidades rurales estaban grabadas con un diezmo
sobre la producción de sus cosechas, tasa que podía ser incrementada según
las necesidades previstas desde templos o palacios. La población libre de las
aldeas estaba así mismo sujeta a prestaciones obligatorias, una cierta cantidad
en días al año, en las tierras de aquellos, generalmente coincidiendo con los
grandes trabajos agrícolas estacionales, y en la construcción y mantenimiento
de los canales de riego y de las murallas. También era reclutada ocasionalmente
para formar una "milicia" de la ciudad que asegurase su defensa, junto a los
soldados de oficio, en circunstancias de amenaza militar.

Intercambio desigual.- De esa forma, la gestión centralizada de todas


aquellas actividades reducía buena parte de sus costos mediante la movilización
obligatoria de los ciudadanos. Además, los resultados económicos conseguidos
por templos y palacios se redondeaban con los beneficios que se obtenían del
comercio, otra actividad enteramente centralizada. Mediante un intercambio
desigual se traían de la periferia mesopotámica apreciables cantidades de
materias primas (metales, maderas, piedras duras) a cambio de un contingente
más limitado de manufacturas, cereales y otras exportaciones "invisibles" que,
como los tejidos, la lana, e incluso el pescado, no han dejado rastro arqueológico
alguno.

Propaganda y cohesión político-social


Gran parte de los recursos obtenidos se empleaban en las grandes
construcciones y en diversos ceremoniales que estaban cargados de un
simbolismo que servía para reforzar la ideología dominante y promover la
movilización económica y laboral de la población. Se ponía así en evidencia la
importancia y riqueza de templos y palacios, aspecto con el que la comunidad
entera se presentaba ante los dioses, jerarquizados ahora en una variedad de
funciones que constituía el reflejo de la especialización y estratificación de la
sociedad misma, pero que en realidad no era sino el aspecto con el que la clase
dirigente se presentaba ante el pueblo.
La identificación del grupo dirigente como servidores de la divinidad
tutelar, a la que los demás dioses quedaban subordinados, tendía a propiciar la
cohesión interna frente a las evidentes desigualdades surgidas de la
estratificación funcional y económica. Al mismo tiempo, la comunidad urbana
era empujada a su autoidentificación por contraste con otras fuerzas
externas, otras comunidaddes o poblaciones lejanas a las que se concibe
habitando un mundo "bárbaro", hostil y peligroso, lo que justificará de paso las
incursiones y la explotación de la "periferia" .

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