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PROCESOS Y PROTESTAS
Rebeliones o protestas locales. Su carácter fueron la respuestas por parte de una
variedad de grupos sociales contra abusos de varias categorías: abusos
administrativos o de oficiales locales, como los alcaldes mayores y corregidores;
protestas antifiscales, quejas contra la violación de derechos de aguas, tierras o de
trabajadores, y contra la amenaza a prácticas religiosas tradicionales por parte del
poder oficial. Los historiadores recientes han comenzado examinar las motivaciones
y justificaciones populares para la participación en movimientos de protesta. La
historiografía de este tipo pone énfasis en la experiencia de los grupos etno-sociales
bajos, más bien que sobre las elites poseedoras y educadas. Estas últimas, que
elaborarían las constituciones de la época independentista, fundándolas sobre la
base de la doctrina de la soberanía del pueblo, se manifestaban repetidas veces
recelosas de la actuación popular y se vieron amenazadas desde abajo.
Aunque rebeliones y protestas eran virtualmente cosa normal en la época colonial,
pocas o ninguna se dirigieron en contra del sistema colonial como tal, y menos
contra la monarquía española. La explicación fue en parte por la tendencia popular
hacia la litigación por medio del sistema legal colonial, un fenómeno comentado
muchas veces por las autoridades. El imperio sobrevivió tres siglos por su propia
flexibilidad y su capacidad para incorporar a muchos grupos sociales diferentes
dentro de su órbita política. Las rebeliones más serias y extensas respondieron a
cambios reales o atentados en este sistema por parte de las autoridades
metropolitanas, virreinales o eclesiásticas. Estas rebeliones actuaron como polos de
atracción de los grupos disidentes de la localidad, y sus protestas se subsumieron
por algún tiempo en un proceso más amplio. Las rebeliones del período, 1765-1783,
no nacieron de la nada.
Las fechas significativas serán 1740-1870, o sea, desde la recuperación demográfica
y económica al principio de la era de la “modernización”. Las cuestiones
fundamentales serán redefinidas como, por ejemplo: (i) las pautas cambiantes del
comercio desde 1740; (ii) el impacto de los comerciantes-financieros por toda la
economía interna; (iii) los cambios estructurales agrarios y la alteración de
relaciones sociales en el mundo rural; (iv) las percepciones populares frente al
deterioro del nivel de vida, el estancamiento de sueldos en una época de inflación, y
la atribución de responsabilidades por este empeoramiento.
ANTICOLONIALISMO Y REVOLUCION
Los movimientos de 1809-1826 tuvieron lugar en un contexto internacional
radicalmente distinto a los de épocas anteriores. El colapso de la monarquía
borbónica en 1808 y la crisis de legitimidad en la península misma formaron una
parte fundamental de este nuevo contexto internacional.
Fue evidente el declive de la monarquía durante las décadas de 1790 y 1800. Agustín
Argüelles y otros dirigentes liberales en las Cortes de Cádiz argumentaron de esta
manera en los años 1810-1813. A su juicio, España y América requerían las mismas
soluciones, o sea, la constitucionalización de la monarquía entera y una serie de
reformas liberales.
Las revoluciones americanas fueron movimientos opuestos a todos los regímenes y
sistemas europeos, no importa si fueron absolutistas o constitucionales. Prefiero
considerar las revoluciones americanas como una reacción anticolonial compartida
por las colonias inglesas, españolas y portuguesas en formas y épocas distintas, pero
unidas con este común sentimiento anticolonialista.
Anderson explora la génesis del nacionalismo, y pinta a la nación como una
comunidad imaginaria. Argumenta que “el nacionalismo se manifestó primero en el
nuevo mundo, y no en el viejo…” Añade que “es un ejemplo sorprendente el
Eurocentrismo que muchos comentaristas europeos persisten todavía, en contra de
la evidencia, en la opinión de que el nacionalismo fue una invención europea”.
Anderson evidentemente considera a todas las revoluciones americanas, desde
1776 hasta la formación de Bolivia en 1826, como movimientos de alguna forma u
otra nacionalistas. Argumenta que el nacionalismo revolucionario, que tendría
tantas repercusiones en el siglo XIX, se originó precisamente en las Américas como
una lucha anticolonialista por la liberación.
Las revoluciones hispanoamericanas tenían otras características: fueron luchas
contra el absolutismo, contra las instituciones asociadas en la terminología
revolucionaria con el “antiguo régimen”; fueron en la mayoría de los casos luchas
republicanas contra el monarquismo; y en última instancia fueron luchas internas
de varios tipos; en otros casos, de las elites provinciales no solamente contra las
autoridades metropolitanas sino también contra el centro político y económico de
la misma colonia americana. El nacionalismo tomó formas y expresiones diferentes
y un ritmo diferente por todo el continente, y fue complicado o disfrazado por
muchos otros factores, como el regionalismo.
NACIONALISMO
¿En qué consistía el nacionalismo en el contexto iberoamericano de la época de la
independencia? ¿Cuáles eran sus características necesarias? El patriotismo criollo
que se desarrollaba desde el siglo XVII no fue exactamente el nacionalismo. Fue un
vago sentimiento americano que en general no correspondía ningún territorio
político específico. Puso el énfasis en las divergencias entre Iberia y América,
distinguió esta última por su herencia indígena, y afirmó la autenticidad de la
experiencia americana y la originalidad de su cultura. El patriotismo criollo fue más
bien una corriente literaria que un movimiento político. No prefiguró la formación
de estados-naciones soberanos, y nunca dejó de ser elitista. Aunque glorificaba el
mundo precolombino, la “Antigüedad americana”, no preció de ninguna manera la
incorporación de los grupos etno-sociales bajos en los procesos políticos.
El nacionalismo representa la búsqueda de la identidad. El nacionalismo tiene una
fuerte tendencia a ser exclusivo y, de reformular los acontecimientos del pasado,
haciendo de ellos una nueva historia inventada. El nacionalismo tiene una fuerte
tendencia a ser exclusivo y de reformular los acontecimientos del pasado, haciendo
de ellos una nueva historia inventada. El nacionalismo es esencialmente político.
Representa un proyecto político que tiene dos niveles dos caras: la una mira hacia
fuera contra el colonialismo o dominación extranjera, mientras que la otra mira
dentro contra las instituciones tradicionales por medio de las cuales esa dominación
se expresaba.
[México] El nacionalismo de la época de Morelos se caracterizó por su intención de
cambiar las instituciones políticas y sociales del país, por medio de la movilización
popular. Para Morelos, la separación política de la monarquía española era
insuficiente: comenzó a decretar la abolición del sistema de castas heredado del
colonialismo y proyectó una nueva sociedad de ciudadanos iguales ante la ley en una
república con instituciones liberales. La contrainsurgencia realista y las divisiones
internas de los revolucionarios impidieron la realización de este proyecto
insurgente.
[Venezuela] Los hacendados productores del cacao –los “mantuanos”- que
controlaron el cabildo de Caracas tomaron el poder el 19 de abril de 1810 con
intención de formar un régimen de esclavistas y ejercer el poder en su lugar sin un
trastorno interno, a pesar de las tensiones etno-sociales y regiones ya existentes en
la Capitanía General de Venezuela. Su percepción política fue limitada, confinada a
los intereses de su propio grupo.
Los revolucionarios persistían en su percepción de una nación que excluyera a la
mayoría de sus habitantes. Su base de poder quedaba limitada en términos
geográficos y de interés económico. Sólo cuando Bolívar emprendió a partir de 1817
la tarea de construir una coalición de fuerzas multiétnicas y multiclasistas podemos
hablar en el caso de Venezuela de un nacionalismo revolucionario. Bolívar no fue
realmente un nacionalista. Bolívar nunca se identificó con un solo país llamado
Venezuela: fue caraqueño, pero al mismo tiempo americano más que venezolano: su
proyecto fue continental más que nacional.
OBSERVACIONES FINALES
Cuando los sistemas imperiales ibéricos empezaron a quebrantarse, las elites
americanas emprendieron la tarea de construir formas políticas alternativas. La
proclamación de la doctrina de la soberanía del pueblo, que lanzaron las elites para
legitimizar su rebelión contra la corona española, tuvo implicaciones
comprometedoras para el mantenimiento de manera muy distinta a la original de
1808-1810. El fracaso del continentalismo bolivariano y la quiebra de la monarquía
mexicana en 1823 hicieron necesaria la conceptualización de los nuevos estados en
forma de estados-naciones. Este nacionalismo de facto representó una verdadera
“balcanización” de la América española. Los estados soberanos que nacieron entre
1816 y 1826 se hallaron en una situación, en la que sus gobernantes tuvieron que
imaginarlos como naciones.