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EL PAPEL DE LO SIMBOLICO EN LA SOCIEDAD

Hoy se plantea, desde una perspectiva postestructuralista, que la “semiótica”, el


estudio de lo simbólico en el texto como en la cultura, se relaciona tanto con la
producción subjetiva, es decir personal, del sentido como con la producción social, es
decir cultural, del mismo. En otras parlabras un aspecto más psicológico y otro más
ideológico. Esto nos abre una gran gama de preguntas y de posibilidades en el análisis
de un texto, como de la sociedad, a partir del estudio del signo o símbolo como tal. Pero
que entendemos por signo. Saussure, reconocido como el padre de la semiótica, planteó
una díada para entender el signo y el proceso de significación (cf. Chandler,D.
Semiótica para principiantes. Quito:AbyaYala. 1999.pp. 23ss)

SIGNIFICANTE
SIGNIFICACION
SIGNIFICADO

El significante es la “forma material que toma el signo”, la “imagen-sonido” del


signo. El significado es el concepto que este representa, es la construcción mental. La
relación entre estos es conocida como “significación”. Por ejemplo:

Signo: la palabra escrita “árbol”


Significante: las letras de la palabra “a-r-b-o-l”
Significado: la categoría mental “ARBOL”.

Pero luego esta díada fue replanteada, especialmente con el aporte de Charles
Peirce, a una tríada:

SENTIDO

SIGNO

SIGNO-VEHICULO REFERENTE

El signo-vehículo o representamen es la forma que el signo toma, la cual puede


ser material o no; el sentido o interpretante es el significado o sentido que da el signo y
el referente u objeto es aquello que representa el signo, que puede ser abstracto o
concreto.

En un texto, y “texto” no debemos entenderlo como sólo los textos escritos,


podemos encontrar una estructura que organiza los signos-vehículos en una cierta
forma, una forma en que estos signos se relacionan con sus referentes, los posibles
significados, y una producción de sentido que busca afectar, interactuar, la vida de
quienes se relacionan con el texto, una comunidad en particular o la sociedad en
general. El signo, entonces, cumple varias funciones: de significación o referencial, de
relación o dirección y de sentido o coherencia dentro de un contexto social.

Ahora bien hay otra cuestión que de paso nos puede interesar, en cuanto al
estudio del signo: ¿qué tan arbitrario o convencional es un signo? o ¿En qué forma un
signo puede traspasar su propio contexto y comunicar “algo” en otro contexto y
momento?. Esta es pues la pregunta hermenéutica. Cuando un signo es muy
convencional se le ha llamado símbolo, como un número. Si es menos convencional se
le conoce como icono, como un retrato, o índice, como una huella digital. Esto apunta a
la necesidad de entender la convencionalidad del símbolo, los códigos, dentro de un
contexto y momento indicado, lo cual hace más difícil su interpretación o actualización.
Es aquí donde nos puede ayudar un acercamiento cultural y sociológico al texto. Por eso
“comprender un texto consiste en clasificar y ver en su conexión el gran conjunto de
elementos que constituyen el texto, y con los que el lector se encuentra”. ( Egger, W.
Lecturas del Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino.1990.p. 118).

Lo que estamos diciendo hasta el momento es que el análisis de lo simbólico, que


tiene que ver con la producción de significado en una sociedad; ya sea que se de a partir
de un análisis de textos escritos como de “textos” no escritos, requiere un acercamiento
doble, a partir de lo subjetivo y a partir de la función social del símbolo. Ahondaremos
un poco más en este último. El uso de un lenguaje simbólico, como a veces se ha
interpretado, no implica un fenómeno escapista del presente, sino que también puede
cumplir un papel integrador y si se quiere de resistencia frente a una realidad social. Al
respecto Lévi-Strauss menciona que:
“la efectividad del símbolo consistiría precisamente en la “propiedad inductiva” por la cual
estructuras homólogas, construidas a partir de diferentes materiales en diferentes niveles de vida-
procesos orgánicos, mente inconsciente, pensamiento racional- están relacionados uno al otro”1

Este autor define el símbolo como “equivalentes significantes de cosas las cuales
pertenecen a otro orden de la realidad”. El ser humano es caracterizado, de acuerdo a
Lévi-Strauss, por su ordenamiento del mundo en sistemas autónomos de signos en los
cuales las relaciones de oposición son muy importantes, él llamó a este el “orden
conceptualizado” (cf. Wolde, E. Van. Words become Worlds, Leiden:1994. p. 117).

Este elemento señalado por Strauss es importante a la hora de entender el papel


social del símbolo y de los sistemas semióticos o de signos. En este sentido la Semiótica
social ha señalado por lo menos tres funciones de los mismos: (Cf. Chandler, D.
Semiótica para Principiantes. Abya-Yala. Quito: 1999. p. 40)

- Una función ideacional en donde se busca representar, en un sentido referencial,


a los aspectos del mundo de las experiencias fuera de su sistema particular de
signos. La que podríamos llamar también una función ideológica o de
producción de sentido.

1
Citado por Gager,J. En “The attainment of Millennial Bliss through Myth: the Book of Revelation”.
Phil.: fortress Press. 1983. p. 152. traducción nuestra.
- Una función interpersonal que busca proyectar las relaciones entre el productor
de un signo y el receptor/reproductor del mismo. Podríamos llamarla también
una función comunitaria, relacional, del símbolo.
- Una función textual que busca formar los textos o conjuntos de signos
coherentes, tanto internamente como dentro del contexto en que y para el cual
fueron producidos. Podríamos llamarla una función mítica o narrativa.

Sin embargo debemos entender que el lenguaje del símbolo, a pesar que cumpla
estas funciones, no es necesariamente analítico o ilustrativo sino más bien evocativo y
sugestivo, invitando al oyente a entender, a sentir, a vivenciar y finalmente a interpretar.
Para esto, frecuentemente, se usan elementos, vivencias, estructuras, eventos
significativos para la comunidad, ya sea en el presente o en el pasado; los cuales son re-
significados, es decir, vaciados de su contenido o referencia anterior y llenados con un
nuevo contenido o referencia. Un ejemplo de este fenómeno lo tenemos en el símbolo
de la cruz. La cruz era símbolo de muerte, de la opresión Romana, y llegó a ser símbolo
de redención a partir de la vivencia de Jesús como el “Justo crucificado y Resucitado”.
Algo similar sucede también con el uso dado en Apocalipsis de “Jerusalem” y del su
Templo.

Por lo tanto podríamos concluir, como lo hace W.A. Meeks, que “se da una
dialéctica constante entre la experiencia histórica de un grupo y su universo simbólico”
(citado en Holmberg,B. Historia Social del Cristianismo Primitivo. La sociología del
Nuevo Testamento. Córdoba: El Almendro). Sin embargo, aquí nos enfrentamos a otro
problema, que da razón de la multiplicidad de conclusiones a partir del análisis
sociológico. Presupuestamos que es posible indagar y conocer las condiciones sociales
que determinan las ideas, y el universo simbólico, dadas en un momento histórico y
social a partir de sus textos, sean estos escritos o no, y la forma en que las determinan.
El problema que surge es: ¿cuáles de las variables sociales introducimos en este análisis
y en que grado de condicionamiento frente a ese universo simbólico?.

Pensemos en la multiplicidad de variables que podríamos tener en cuenta en ese


análisis: económicas, políticas, de género, valores sociales y éticos, tradiciones y otras
más. ¿Cuáles de estas variables pesan más en un momento determinado y en un
sociedad concreta? ¿Con qué intensidad quedan plasmadas en sus textos y prácticas
sociales, religiosas, culturales?. No es suficiente, entonces, con analizar una o varias de
estas variables, que algunos llaman “claves de lectura”, o “códigos” sino que es
necesario ver la forma y proporción en que estas se relacionan con la producción de
sentido en una situación social concreta. He aquí la dificultad al hacer el análisis del
papel social del símbolo.

Según Holmberg, en el libro ya citado, el análisis sociológico de los símbolos puede


adoptar varias direcciones o puntos de partida.

- Comenzar por la dimensión semántica, es decir, por el posible significado y por


analogía sacar conclusiones referentes a la situación social. Pero aquí
enfrentamos el problema de la resignificación del símbolo de la cual ya
hablamos. Por ejemplo, el uso del símbolo del “cuerpo” y su diferente valor para
el contexto judío y el griego.
- Otra vía sería buscar “homologías estructurales” entre la realidad social y los
símbolos/imágenes. Por ejemplo, en el texto de Juan 9.3-4 la comunidad juanina
ve representado su propia experiencia en la expulsión del ciego de la sinagoga.
- La otra vía es partir de la dimensión “paradigmática” del símbolo. Las relaciones
paradigmáticas son aquellas que pertenecen al mismo grupo por la virtud de la
función que comparten. En este sentido un signo se relaciona con otros signos
cuya función sería la misma en el texto y que pueden tener una relación
semejante con algún aspecto de la realidad social. Por ejemplo, las comunidades
cristianas ven reflejada su experiencia de conflicto con el judaísmo en el rechazo
de Jesús por parte de las autoridades judías de su tiempo, aunque este no
necesariamente tuvo las connotaciones que ellos después sufrieron.

Queda pues a criterio de nosotros/as como arrancamos este análisis y si


tendremos en cuanta o no las diferentes posibilidades o una sola de ella a la hora de
hacerlo. En el trabajo práctico de este módulo podremos ver en el terreno lo que
hemos expuesto en forma conceptual.

Prof. Mg. Roberto Caicedo N.


rocainar@hotmail.com

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