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VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

Autora: Lic. Verónica Pereira Andolfatto


Universidad de la República, Facultad de Psicología

Trabajo final de grado.


Monografía
Tutora: Prof. Dra. Alejandra López Gómez
Febrero 2017
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INDICE

1. Agradecimientos 3

2. Resumen 4

3. Introducción 5

4. Adolescencia y Violencia en el Noviazgo 7

5. Violencia en el Noviazgo 10

6. Violencia en el Noviazgo = Violencia en parejas adultas 14

7. Variables que inciden en la violencia en el noviazgo 17

8. El ciclo de la violencia 21

9. Reflexiones Finales 27

10. Referencias Bibliográficas 31

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AGRADECIMIENTOS

Al concluir este trabajo necesito primeramente destacar el proceso personal que me llevó

atravesar diferentes instancias en su elaboración, no solo en cuanto a la temática, sino a un

camino único y personal que por momentos se tornó muy difícil y frustrante, a la vez que

desafiante y motivador.

De esta forma comencé hace muchos meses buscando primeramente mi tutor/a algo que me

pareció muy importante por el conocimiento y el desafío personal de ser guiada por

una docente a la que considero un gran referente en estas temáticas y a quién aprovecho para

agradecer su colaboración continua, el apoyo frente a los momentos de frustración e

inseguridad así como la guía y la paciencia constante.

Mi camino continuó por la búsqueda de toda la información que pudiera recolectar sobre la

temática y su clasificación, esta tarea se extendió por mucho más tiempo de lo previsto ya que

por un lado no encontré demasiada bibliografía específica sobre violencia en el noviazgo lo que

me llevó a indagar otra literatura que si la incluían, de esta forma a medida que avanzaba más

dudas e interés me generaba la temática.

Fueron muchas las lecturas y las modificaciones en mi trabajo porque nunca

lograba conformarme ni aproximarme al resultado esperado, con el transcurso del tiempo y al

finalizar este proceso me siento conforme y contenta de haberlo concluido sintiendo haber

transitado un camino de aprendizaje inolvidable y enriquecedor para mi vida personal y

profesional.

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RESUMEN

Este trabajo monográfico tiene por objetivo principal definir, caracterizar y analizar el fenómeno

de la violencia en el noviazgo o "dating violence” partiendo del concepto de violencia de

género. El concepto se lo ha vinculado con la etapa de la adolescencia y de la juventud, por ello

se presentan algunas de las características y fenómenos que acontecen en la adolescencia con el

objetivo de comprender mejor como podría instalarse y reproducirse este tipo de violencia.

Mediante esta monografía se busca profundizar en cómo opera la violencia en el noviazgo, sus

factores predisponentes y aquellos que previenen y/o debilitan su ocurrencia. En base a los

aportes de distintos autores, se explora la hipótesis de que este tipo de violencia puede ser

considerada antecedente o antesala de la violencia doméstica cuando la pareja es

conviviente. La violencia puede ser considerada un fenómeno universal que trasciende

sociedades y culturas, que no ha dejado de tener vigencia tanto en nuestra sociedad como en el

mundo a través de los siglos. La violencia puede ser ejercida de distintos modos pero en todos

los casos provoca graves y múltiples secuelas en sus víctimas ya sean niños/as, jóvenes,

adultos/as o personas adultas mayores, independientemente del color de piel, identidad sexual y

de género o estatus socio económico. El fenómeno requiere del entendimiento de sus causas así

como de un abordaje multidisciplinario, en especial, desde los profesionales de la salud con el

objetivo de prevenirlo y evitarlo.

Palabras clave: Violencia de género, noviazgo, adolescencia

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INTRODUCCION

La palabra violencia proviene del latín violare, que significa infligir, quebrantar o abusar de otra

persona (Romero, 2007).

“Existe una situación de violencia cuando la relación se basa en el abuso de poder que una de las

personas ejerce sobre la otra, a través de la fuerza física, psicológica o sexual, generando

sometimiento, sufrimiento y daño” (Solari, Bentancur 2015. p 122).

“La violencia en los distintos escenarios donde se despliega, se inscribe en una cultura patriarcal

y adultocéntrica, legitimada por contextos de dominación, discriminación, desigualdad e

inequidad” (Solari, Bentancur 2015.p122).

La violencia no es un hecho aislado, no es un impulso sino más bien una forma de

relacionamiento que, por distintos motivos, los seres humanos utilizan para comunicarse.

En 1996 la 49ª Asamblea Mundial de la salud declara que la prevención de la violencia es una

prioridad de salud pública planteando especialmente el análisis y el abordaje de la violencia de

género, y hace especial hincapié sobre la situación de mujeres y niños consideradas poblaciones

de riesgo de mucho mayor vulnerabilidad social, tanto a nivel regional y como mundial.

Por aproximadamente tres décadas se ha utilizado la noción de violencia de género con algunas

diferencias teóricas pero existe una especie de acuerdo tácito entre las feministas para emplearlo

como “toda expresión de violencia contra las mujeres de cualquier edad y condición, que se

despliega o ejerce en su contra por ser mujer” (Castro y Casique, 2006 p.21)

La Declaración de las Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra la mujer

(1979) define a la violencia basada en género como todo acto de violencia basado en la

pertenencia al sexo femenino agregando que estos actos tengan o puedan tener como resultado

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un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, también involucra la amenaza

de tales actos así como la coacción, la privación de libertad tanto en la esfera pública como

privada.

Es importante considerar que se usa el término violencia de género para denominar a una

violencia de carácter social, a los mecanismos sociales que hacen de la diferencia sexual el

sustento de la subordinación de las mujeres. Por tanto, su explicación no se encuentra en los

genes ni en la psique masculina (Castro y Casique, 2006).

“….. Significa, en suma, que el debate feminista sobre la hoy llamada violencia de género, ha

sido parte de la búsqueda de explicaciones sobre la subordinación femenina. Por ello, ha sido

parte del debate sobre el patriarcado, el sistema sexo-género o la dominación masculina” (Castro

y Casique, 2006 p.21)

Toda violación de los derechos de las mujeres puede ser considerada violencia de género por lo

que se asocia directamente con la fuerza y la coerción, la dominación y el sometimiento.

Es así que no podemos hablar de ningún tipo de violencia sin dejar de considerar a la violencia

de género, siendo ella la responsable de varias situaciones dramáticas e irreparables para todas

las sociedades donde se ejerza.

Toda violación de los derechos de las mujeres puede ser considerada violencia de género por lo

que se asocia directamente con la fuerza y la coerción, la dominación y el sometimiento.

La violencia en el noviazgo -también denominada en la literatura anglosajona como

“dating violence”- puede definirse como el uso o amenaza de la fuerza física, restricción, abuso

psicológico y/o sexual dañando o causando dolor a la pareja (Morales & Rodríguez, 2012).

Existe coincidencia con las demás formas de violencia ya que incluye lo físico, psicológico y

sexual, pero en este caso la VN no involucra parejas casadas ni en convivencia. Resulta

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interesante intentar entender como perciben y experimentan los adolescentes la violencia de

género para tratar de vincularlo a la VN.

Este enfoque nos permitirá abordar el problema de los estereotipos de género y su implicancia en

la dinámica adolescente. Incluir la perspectiva de género permite ampliar el objeto de estudio así

como explorar otros aspectos relevantes de la violencia.

La perspectiva de género “ (…) ha demostrado ser una dimensión analítica fecunda porque deja

en evidencia que además de la categoría biológica, la diferencia entre los sexos es una

construcción social y cultural” (Amorin, et al, 2004:109)

Es importante resaltar que al profundizar en el análisis, existe coincidencia en los autores

relevados en hablar de VN en parejas de novios adolescentes o jóvenes y no en noviazgos de

personas más adultas o mayores.

ADOLESCENCIA Y VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

La bibliografía específica sobre VN no es muy extensa ya que desde hace relativamente poco

tiempo se le ha comenzado a reconocer y a dar un tratamiento específico como un tipo de

violencia en particular. Como hemos mencionado al referirnos a la VN casi inevitablemente nos

limitamos a la que se lleva a cabo en parejas de jóvenes y/o adolescentes y por este motivo se

hace necesario tener presente a la adolescencia y sus características como una etapa del

desarrollo humano con naturaleza propia, distinta a las demás y como un periodo de transición

de la niñez a la adultez pero no solamente como eso.

Asimismo resulta útil a nuestro trabajo intentar explicar el fenómeno de la VN a través de las

distintas concepciones sobre la adolescencia y mencionando algunas teorías que intentan definir

y explicar los pensamientos y las conductas adolescentes.

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Es así que encontramos diferentes enfoques y conceptos sobre adolescencia asociados a aspectos

tales como búsqueda de identidad, proceso universal de cambio, de desprendimiento,

influenciado por connotaciones externas y culturales que lo favorecerán o dificultarán según las

circunstancias. (Aberastury & Knobel, 1971)

Resulta interesante mencionar aquí la existencia de distintos estudios antropológicos que han

desarrollado teorías acerca de lo que es ser adolescente y que componentes actúan definiendo las

distintas características que aparecen en esta etapa. Autores como Bandura y Walters (1963)

consideran a la adolescencia como una consecuencia de ciertas discontinuidades en el

condicionamiento cultural que se da a los jóvenes, lo que se ha denominado "Teoría del

Aprendizaje social". Esta teoría prioriza la observación y la imitación de una serie compleja de

nuevas acciones sin que ninguna de ellas hubiera estado previamente en el repertorio del niño.

Se afirma que la trasmisión de nuevas respuestas puede explicar el desarrollo de algunas

conductas que podrían ir desde la agresión, la dependencia y el control personal. Estos autores

explican los comportamientos adolescentes como parte de un aprendizaje social que tiene lugar

desde la niñez, otorgando gran importancia al rol de padres y de la familia como principales

agentes de socialización durante la niñez.

De esta forma consideran a la violencia como un aprendizaje temprano que es transmitida desde

los primeros modelos de fuerza física. Si estos modelos son personas de autoridad para el niño,

éste tiende a identificarse con ellas e imitar su comportamiento. También ejercerían un rol

importante la legitimación social y cultural de la violencia, lo que se aprende mediante la

imitación y la aceptación de ciertos modelos que se trasmiten como legítimos y válidos (Bandura

y Walters 1963).

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Siguiendo estas ideas ya desde la infancia las desigualdades de género están dadas, entre otras

cosas, por los roles esperados y aceptados ya sea para las niñas y para los varones. Es así que

para Amorín (2010),” es en la adolescencia donde se despliega evolutivamente la crisis de

identidad que dará nueva estructura a la identidad psicológica, sexual y de

género” (2010, p.141)

Al decir de este autor, la adolescencia no podría considerarse en singular ya que existirían

distintos tipos de adolescencias definidas con una fuerte construcción socio-cultural. De esta

forma la adolescencia más que una etapa de transición sería una categoría evolutiva, atravesada

por dinamismos psicosociales específicos. Todo esto resulta fundamental a la hora de abordar la

prevención de la violencia en el noviazgo ya que la adolescencia sería un momento evolutivo

“ideal” para intervenir y lograr evitar la cristalización de estereotipos sexistas basados en

inequidades de género (Amorin, 2010)

Resultaría natural reconocer de esta forma un poder y un lugar de privilegio legitimado y

aceptado donde se ubicaría al varón en una situación de poder y privilegio frente a las mujeres

operando y condicionando de esta manera a aceptar modelos desiguales de comportamientos

para chicas y para varones.

En esta situación podemos observar una aceptación casi imperceptible de estereotipos

hegemónicos en donde las mujeres deben ganarse su lugar en un mundo de hombres que

despliegan un machismo heredado generación tras generación

Profundizando entonces en el análisis de las relaciones de noviazgo entre los jóvenes pueden

surgir varias interrogantes: ¿cuáles son los modelos que están en la base de las formas de

relación que establecen los y las jóvenes? ¿ como viven roles de género?

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Reflexionando un poco más en este sentido, ¿se puede afirmar que la violencia es una

característica de los vínculos adolescentes en general y por ende que se traslada a su relación

amorosa dando paso a la violencia en el noviazgo?

VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

Es importante tener presente que la literatura sobre violencia en el noviazgo

es reciente y reducida, sin embargo la existente coincide en afirmar que a pesar que este

fenómeno ha sido menos abordada que la violencia conyugal algunas investigaciones presentan

como resultados que su incidencia puede ser más elevada que ésta, aunque sus consecuencias no

sean generalmente tan graves. Por su parte Echeburúa y Corral (1998, citado por Castro, 2003)

sostienen que en la mayoría de las parejas que experimentan episodios de violencia, éstos se

presentan desde el inicio de la relación, muchas veces durante el noviazgo. También destacan la

tolerancia que existe por parte de la mujer a los comportamientos violentos en la pareja y dentro

del hogar. Estos autores señalan que, en promedio, las mujeres permanecen en una relación

violenta un mínimo de 10 años y en muchas ocasiones hasta 20.

En la actualidad y desde hace algún tiempo se puede observar el interés creciente hacia el estudio

y análisis de las relaciones afectivas entre jóvenes. Se destaca una posible conexión que puede

existir entre la violencia ya presente en las relaciones entre adolescentes y jóvenes y la posterior

violencia que se detecta en parejas adultas y/o en relaciones estables (González y Santana, citado

en Sebastián, 2010).

La mayoría de los autores coinciden en destacar que se ha ampliado el interés por estudiar la

violencia en etapas más tempranas ya que la presencia de ella durante el noviazgo, puede

constituir -y de hecho en muchos casos lo constituye- un factor de riesgo para el establecimiento

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de un patrón estable de interacción en la vida amorosa posterior y también en el hogar. (e.g., Cui,

Gordon, Ueno & Fincham, 2013; Pederson & Thomas,1992; Vizcarra & Póo, 2008).

“La violencia psicológica, física y sexual entre parejas de adolescentes y jóvenes que aún

no se han casado ni conviven, debe ser considerada como un factor de gran importancia,

teniendo en cuenta que este tipo de relaciones violentas pueden ser el primer paso para una

violencia familiar futura”. (Browne y Herbert, 1997; Rodríguez, Antuña y Rodríguez, 2001;

Muñoz-Rivas, citados en Rey Anacona, 2008, p. 159-171).

Resulta evidente la necesidad de abordar este tipo de violencia de forma específica y efectiva

con el objetivo de prevenirla y erradicarla desde los primeros vínculos amorosos ya que existe

una firme posibilidad que se convierta en una futura relación conyugal violenta y donde ya se

acepta desde el noviazgo un comportamiento violento.

Existe un consenso en reconocer tanto en la violencia en el noviazgo como en la violencia

conyugal una prevalencia de la violencia psicológica y la sexual.

Un punto importante a considerar es la complejidad para que los jóvenes reconozcan e

identifiquen este tipo de violencia dentro de sus relaciones amorosas.

Rey-Anacona y cols (2010) identifican varios tipos de violencia en el noviazgo:

“1) Maltrato físico. Considerado como cualquier acto dirigido al cuerpo de la persona,

que produce daño o dolor sobre la misma (golpes, patadas, cachetadas, pellizcos, intento

de estrangulamiento, etc.). 2) Maltrato psicológico. Cualquier acción dirigida a: a)

controlar, restringir los movimientos o vigilar a la otra persona; b) aislarla socialmente; c)

desvalorizarla, denigrarla, humillarla o hacerla sentir mal consigo misma; d) hacer que

otros se pongan en su contra, acusarla falsamente o culparla por circunstancias negativas;

e) obligarla a ir en contra de la ley o de sus creencias morales y/o religiosas o f) destruir

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su confianza en sí misma o en la pareja. 3) Maltrato emocional. Cualquier acto de

naturaleza verbal o no verbal que provoca intencionalmente en la víctima una reacción de

ansiedad, temor o miedo, como las intimidaciones y las amenazas; incluye los actos de

violencia dirigidos a un familiar o a un conocido de la víctima, a sus bienes o hacia

el agresor mismo, realizados con el mismo fin. 4) Maltrato sexual. Cualquier acto

obligado, no consentido por la víctima, dirigido a satisfacer necesidades o deseos

sexuales del victimario. 5) Maltrato económico. Forzar a la otra persona a depender

económicamente del agresor, no dejándola trabajar o por otros medios; ejercer control

sobre los recursos financieros de la víctima o explotarla económicamente. 6) Negligencia.

No proporcionar (o no hacerlo debidamente) recursos financieros o materiales,

información o servicios a la pareja, a pesar de que el agresor está obligado legalmente a

hacerlo; no brindar ayuda económica o material a la pareja cuando ésta lo necesitaba y el

victimario estaba en capacidad de hacerlo o no advertir a la pareja sobre algún peligro

para su integridad física o psicológica” (Rey-Anacona et al., 2010, p. 171).

Las definiciones sobre estos tipos de violencia coinciden en señalar que se trata de causar daño y

dolor en la otra persona intentando controlar física, sexual, psicológica y económicamente a la

víctima. Todas las definiciones refieren a una situación de desigualdad donde el agresor se vale

de insultos, golpes, o lo que fuera necesario para humillar, denigrar, intimidar, herir y hasta

matar a quien resulta la víctima. En el noviazgo, particularmente, la violencia es ejercida como

una forma de control y posesión asociada al “querer” y a la idea cultural del denominado “amor

romántico”.

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En general también existe acuerdo en sostener que la mayoría de las veces la violencia es

ejercida por parte de uno de los integrantes de la pareja aunque más adelante veremos que no en

todos los casos la violencia es unilateral.

Para profundizar estos conceptos, Rubio-Garay, Carrasco, Amor y López-González (2015)

identifican tres grandes elementos que se presentan cuando hablamos de violencia en el

noviazgo, ellos son: la amenaza y la provocación con la intención de causar un daño real sea este

de cualquier tipo. El control o dominio de un miembro de la pareja sobre el otro, empleando

tácticas o amenazas coercitivas o coactivas y finalmente, que todas las amenazas o coacciones

así como el control y el daño se produzcan dentro de una relación de noviazgo. En cuanto al

primer elemento, estos autores destacan que la intencionalidad de causar daño no siempre está

presente en una acción violenta y, en este sentido la auto-defensa aparece como un motivo de

agresión a la pareja frecuentemente esgrimido por las mujeres. El cuanto al dominio que se

ejerce dentro de la pareja por el agresor es un rasgo común que se presentan en otras relaciones

violentas ya sea en la violencia intrafamiliar y en la violencia de género, ya que es sabido que las

conductas de abuso y maltrato suelen dirigirse a obtener o mantener el poder y la autoridad

dentro de la relación así como al sometimiento de la víctima (Amor et al.,

2010; Echeburúa y Corral, 1998).

Finalmente, este mismo estudio plantea el hecho que la coacción o la agresión se produzca

durante una “relación de noviazgo” ha generado cierta controversia por dos motivos: en primer

lugar, porque el término “dating” como suele encontrarse en la literatura anglosajona para

referirse a este problema no tiene una clara traducción al español, aunque una buena

interpretación sería «salir con alguien» (Ortega, Ortega-Rivera y Sánchez, 2008) y en segundo

lugar, porque no hay acuerdo respecto al tiempo que ha de durar una relación para que se

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considere noviazgo. Así, algunos autores hablan de un día (Harned, 2001) mientras que otros

amplían este periodo de tiempo mínimo a un mes (Magdol, Moffitt, Caspi y Silva, 1998).

En lo que sí hay un amplio consenso es en considerar que cuando se habla de «relaciones de

noviazgo» se hace referencia a jóvenes y adolescentes, quedando al margen las relaciones entre

adultos solteros, separados, viudos o divorciados.

En cuanto a este punto se considera el vínculo caracterizado por el primer o los primeros

noviazgos como relación de pareja entre personas jóvenes que no conviven o no han convivido y

que no se caracterizan por tener demasiados vínculos o compromisos afectivos previos.

VIOLENCIA en EL NOVIAZGO = VIOLENCIA en PAREJAS ADULTAS

En cuanto a la naturaleza y estructura de la violencia en el noviazgo en particular y con relación

a las violencias en parejas adultas en convivencia, en los últimos años se han distinguido tres

posiciones. En primer lugar, quienes sostienen que la violencia en el noviazgo presenta la misma

estructura que la violencia ocurrida en parejas casadas o que conviven. Por otro lado, los que

coinciden en que tiene similitudes y diferencias con los otros tipos de violencia entre parejas

adultas y finalmente, una tercera posición, que entiende a la violencia en el noviazgo como un

constructo diferente de las demás violencias y también de la violencia de parejas adultas,

representando en este último caso la posición mayoritaria. (Rubio-Garay et al. 2015).

Los partidarios de la primera y segunda posición indican que hay factores de riesgo idénticos o

muy similares asociados tanto a la violencia en el noviazgo como a la violencia de pareja como

por ejemplo, el abuso del alcohol, déficit en habilidades de comunicación o una historia de

violencia intrafamiliar. Por el contrario, los partidarios de la tercera posición consideran que la

violencia en el noviazgo difiere de la violencia en adultos, fundamentalmente, por dos motivos:

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(1) no siempre desemboca en agresiones de pareja en el matrimonio o cuando se inicia la

convivencia y,

(2) no todos los maltratadores en las parejas adultas han tenido comportamientos agresivos en el

noviazgo.

A esto es pertinente agregar que las relaciones en las parejas casadas se caracterizan por la

presencia de una unidad familiar con una economía común y por la frecuente presencia de hijos,

generalmente ausentes en las relaciones de noviazgo en adolescentes.

Por otro lado hay factores muy específicos en la violencia en el noviazgo que no influyen en la

violencia en adultos, como por ejemplo la presión de los iguales e incluso el mayor peso de los

roles de género y de las conductas de dominación de los chicos hacia las chicas. Según

Rodríguez, Antuña y Rodríguez (2001):

”La violencia en las parejas no casadas o en convivencia presenta dos características que la

diferencian de la violencia en el matrimonio: a) La edad de sus agresores y víctimas es

generalmente inferior que la de las parejas casadas. Se presenta en la adolescencia o juventud

(adultez temprana). b) Las razones de permanencia en este tipo de relación son distintas a la de la

violencia conyugal, no existiendo la responsabilidad paternal, contractual o dependencia

económica” (2001:p. 229)

Siguiendo con la opinión de estos autores al profundizar en las características de los vínculos

familiares y los del noviazgo podemos ver diferencias en cuanto a las expectativas y las

emociones que entran en juego en las familias y, específicamente, en las parejas. Por ejemplo, en

el caso de las familias y de las parejas adultas, se observa que predomina en general la

responsabilidad en la crianza y educación de sus hijos, el cuidado y los proyectos familiares y el

disfrute en el mejor de los casos de la situación familiar, sin dejar de lado el rol que ocupan el

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hombre y la mujer dentro de la familia no solo como pareja sino como padres. Por otro lado, la

relación de noviazgo entre jóvenes o adolescentes predominaría el compartir emociones, deseos

y complicidad sexual entre los miembros de la pareja.

Es por esto que algunos autores destacan que la violencia tiene un proceso diferente dentro de la

familia y dentro de la pareja o del noviazgo específicamente. En cuanto a la violencia

psicológica, considerada en ambos tipos de relación como la más común, tiende a aparecer en

forma más gradual en el caso de los matrimonios o las parejas que conviven y depende del

comportamiento de cada integrante de la pareja.

En la violencia de novios (y en especial si son jóvenes) se instala con mayor rapidez y, una vez

aceptados los primeros indicios de la violencia, se ingresa a una dinámica que los confunde y

tienden a repetir estos patrones que se incorporan progresivamente pudiendo transformarse en

violencia física y sexual además de ser un prólogo a una futura relación familiar o de

convivencia violenta (Rey, Anacona 2013).

Lamentablemente en muchas de las relaciones entre adolescentes y jóvenes, la violencia

psicológica es considerada por esta población como “normal”, ya que las agresiones verbales, los

celos y el control, son características frecuentes y pueden ser consideradas más permitidas que

las agresiones físicas.

En un estudio realizado por White, Merrill y Koss (2001, citado en Gonzales, Muñoz y Graña,

2003) refieren como dato significativo que las agresiones psicológicas en parejas de estudiantes,

anteceden las agresiones físicas posteriores. Además, se ha sostenido que el tramo entre los 20 y

24 años es el que tiene la tasa de riesgo más alta de recibir violencia, periodo que coincide con la

etapa universitaria (e.g., Tolan, Gorman-Smith &Henry, 2006; Lewis & Fremouw, 2000). Por su

parte, Poo y Vizcarra (2008) manifiestan que el concepto que los/as universitarios manejan sobre

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la violencia resulta riesgoso en la medida que minimizan y normalizan las conductas agresivas,

las que eventualmente pueden convertirse en pautas de conductas habituales con posibilidad de

escalada en intensidad y gravedad.

En 2001, Murphy y Hoover citados en Gonzales et al. (2003), identificaron cuatro tipos de

agresiones psicológicas en las relaciones de pareja: a) actitudes de hostilidad; b) intimidar a la

pareja; c) degradar a la pareja; d) mantener un control restrictivo.

Dentro de la dinámica de la violencia existe la característica de la interacción entre la ciclicidad y

la intensidad creciente como un patrón que se perpetúa en el tiempo donde frente al primer

episodio de maltrato y seguidas muestras de arrepentimiento del agresor, se reiteran episodios

cada vez más violentos y por motivos cada vez más insignificantes.

VARIABLES QUE INCIDEN EN LA VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

Durante estos últimos años se han evidenciado las variables asociadas a la VN, aunque algunas

son muy específicas de la adolescencia como por ejemplo la influencia de pares con

comportamientos violentos contra su pareja. Sin embargo, la mayoría de las variables son

similares a las que afectan a las parejas adultas (Lewis y Fremouw, 2001; Shorey et al.,

2008; Wekerle y Wolfe, 1999).

La literatura sobre el tema coincide en resaltar la revisión clásica sobre la violencia en el

noviazgo de Lewis y Fremouw (2001), donde realizan una clasificación en cinco grupos de

factores vinculados: sociodemográficos, históricos, clínicos o intrapersonales, interpersonales y

contextuales. Resaltan la importancia de distinguir los factores relacionados con la agresión

cometida (perpetración) de los relacionados con la agresión sufrida (victimización).

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Por su parte, Rubio-Garay (2015) señalan que los factores asociados a la violencia en el

noviazgo podrían resumirse en dos grandes categorías: (1) factores (inter)personales (de tipo

biológico, conductual, psicológico y relacional) y (2) factores situacionales (relacionados con el

entorno físico, histórico, familiar, económico, social y comunitario. Además, se pueden clasificar

en función del papel que desempeñan respecto a la violencia es decir, factores precipitantes,

facilitadores, mediadores/moduladores, e inhibidores/protectores. (Echeburúa y Corral, 1998).

Siguiendo el análisis de estos autores al hablar de los factores (inter)personales, se resalta la

coincidencia en considerar el papel precipitante que ejercen el consumo de alcohol y de drogas

en el momento de ejercer agresiones contra la pareja. Su actuación como un detonante de

episodios violentos ha sido recogido en numerosos estudios.

De la misma forma, en relación a los factores situacionales hay abundante literatura que

coincide en resaltar el papel precipitante del estrés psicosocial en la violencia en el noviazgo

(Chase, Treboux y O’Leary, 2002; F. Rubio-Garay et al. 2015, Hokoda, Galván, Malcarne,

Castaneda y Ulloa, 2007; Marshall y Rose, 1987). El consumo de alcohol y drogas así como el

estrés psicosocial es considerado como papel facilitador en la victimización, lo cual se ha

desarrollado en diferentes trabajos como Haynie et al (2013), Marshall y Rose (1987)

o Ramissetty-Mikler, Goebert Nishimura y Caetano (2006). Se señalan otros factores

interpersonales y situacionales pueden facilitar las agresiones y la victimización:

-La presencia de algunas alteraciones psicopatológicas como la depresión (Banyard y Cross,

2008; Foshee et al.,2011; Haynie et al., 2013; Holt y Espelage, 2005; Howard y

Wang,2003a; O’Keeffe, 2005; Schnurr y Lohman, 2013).

-Trastornos de la personalidad como personalidades borderline y antisociales (Magdol et al.,

1997; Warkentin, 2008; White y Widom, 2003).

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- Los celos y las conductas controladoras (Bookwala et al., 1992; Fernández-Fuertes y Fuertes,

2010; Follingstad et al., 1991; Jacksonet al., 2000).

- Los antecedentes de violencia contra otras parejas y la conducta antisocial (Deal y Wampler,

1986; Gorman-Smithet al., 2001; O’Leary y Slep, 2003; Sebastián et al., 2010; Smithet al.,

2003).

- La ideación suicida y los intentos de suicidio (Ackard y Neumark-Sztainer, 2002; Banyard y

Cross, 2008; Eshelman y Levendosky, 2012; Foshee, Benefield, Ennett, Barman y

Suchindran,2004; Howard y Wang, 2003a, 2003b).

- Las conductas sexuales de riesgo (Howard y Wang, 2003a, 2003b; Silverman et al., 2001).

- Los embarazos no deseados (Hagan y Foster, 2001).

- La influencia de los iguales que ejercen la violencia contra sus parejas (Arriaga y Foshee,

2004; Connolly, Friedlander, Pepler, Craig y Laporte 2010; Foshee et al., 2011; Foshee et al.,

2013; Olsen, Parra y Bennet, 2010).

-El maltrato y el abuso sexual en la infancia (Cyr, McDuff y Wright, 2006; Foshee et al.,

2004; Foshee et al., 2005; Rapoza y Baker, 2008; Wekerle et al., 2001;Wekerle y Wolfe, 1998).

-La exposición a la violencia en la comunidad y en la escuela (Gorman-Smith et al., 2001; Hagan

y Foster,2001; Malik, Sorenson y Aneshensel, 1997; O’Keeffe y Treister,1998).

Resulta interesante puntualizar que en función del grado o nivel de intensidad con el que se

manifiesten determinadas variables, éstas podrán actuar facilitando las agresiones o la

victimización, o pueden ejercer un papel protector o inhibidor. Por ejemplo, se destacan como

aspectos protectores para el individuo poseer habilidades de comunicación y la capacidad para la

solución de conflictos (Zurilla,Chang y Sanna, 2003; Foshee et al., 2008).

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Algunos autores han llegado a concluir en base a sus investigaciones que puede existir una

mayor probabilidad de agredir en el noviazgo cuando el adolescente ha crecido en un entorno

familiar con hábitos de crianza disfuncionales, donde ha predominado un control excesivamente

autoritario, caracterizado muchas veces por el castigo físico, el afecto negativo o la carencia del

mismo, la negligencia o una baja implicación parental (Chase, Treboux y O’Leary,

2002; Magdol et al., 1998; Miller,Gorman-Smith, Sullivan, Orpinas y Simon, 2009). Asimismo,

destacan en los hábitos de crianza positivos donde predomina una buena y estrecha relación con

los padres como un factor protector contra la violencia (Chase et al., 2002; Ehrensaft et al.,

2003; Leadbeater, Banister,Ellis y Yeung, 2008).

Otras variables que se mencionan como facilitadores o moduladoras de menor importancia o

coincidencia son, por ejemplo, el denominado estilo de apego inseguro, caracterizado por la

ansiedad o la evitación, señalado como tendiente a incrementar la probabilidad de agredir

(Bookwala y Zdaniuk, 1998;Follingstad, Bradley, Helff y

Laughlin, 2002; Rapoza y Baker, 2008)

Se han estudiado otras variables relacionadas a la violencia en el noviazgo donde no se ha

llegado a conclusiones consistentes, surgiendo así controversias entre los investigadores. Entre

ellas, se destaca el sexo, el origen étnico, el lugar de residencia, la estructura familiar o el estatus

socioeconómico, etc.

En general los autores especializados en violencia en el noviazgo coinciden en afirmar que esta

violencia comienza de forma gradual y progresiva y su desarrollo y mantenimiento se encuentran

afectados por ciertos factores “de riesgo”.

Se ejemplifican manifestaciones comunes que suelen iniciar este proceso como son las

agresiones psicológicas veladas, las humillaciones, denigraciones, el aislamiento, las actitudes

20
hostiles, llegando a críticas fuertes y crueles, así como una serie de conductas coactivas buscando

desarrollar y afianzar el poder y el control sobre la pareja (Rubio, Garay, 2015). En este sentido,

el inicio precoz de la violencia parece estar estrechamente relacionado con su gravedad y

cronicidad (Castellano 2015, García, Lago y Ramírez de Arellano, 1999; Smith, White

y Holland, 2003).

Los estudios en el tema concluyen que el aprendizaje social tiene un papel importante en el ciclo

inter-generacional de la violencia desde la adolescencia. Se sugiere por Rey-Anacona (2013) que

en la evaluación del riesgo de maltrato hacia la pareja en el noviazgo así como en su prevención

y tratamiento, debería contemplarse la observación de violencia en la familia de origen así como

los rasgos de personalidad y las actitudes a favor de la violencia. Los autores señalan que:

“Estos resultados tienden a sugerir la conveniencia de contemplar en el tratamiento y la

prevención de la violencia en el noviazgo, un proceso educativo sobre los tipos y formas de

maltrato hacia la pareja, la influencia del entorno socio-familiar, una adecuada preparación para

establecer relaciones de pareja antes y en el matrimonio y la importancia de confrontar las

creencias que justifican el uso de la violencia en la pareja”.(Rey-Anacona, César Armando 2013

p.169)

EL CICLO DE LA VIOLENCIA

Es importante analizar cuáles son los mecanismos que operan en la relación violenta haciendo

que ésta se perpetúe en el tiempo. En particular, si estos mecanismos son los mismos o difieren a

los que se identifican en la violencia entre parejas adultas o dentro de la violencia intrafamiliar.

Siguiendo con este pensamiento podríamos concretamente preguntarnos ¿Que siente la/el joven

que sufre violencia psicológica de su pareja y por qué la soporta?

21
Existen distintas interpretaciones que buscan comprender y explicar los motivos que llevan a las

víctimas de violencia a mantenerse vinculadas al agresor, muchos adolescentes consideran las

agresiones como algo inherente a la relación de noviazgo (Avery-Leaf, Cascardi, O’Leary y

Cano, 1997), minimizándolas e incluso negándolas, en particular cuando tienen un carácter

esporádico (Arriaga, 2002). Así, las agresiones físicas (e.g., bofetadas, golpes o puñetazos) como

una forma de solucionar conflictos se consideran como una práctica “normal” por muchas

parejas de novios (Hird, 2000).

Para los autores antes mencionados algunas cuestiones como la baja autoestima, las carencias

afectivas y/o la falta de sostén parental y los sentimientos de inferioridad por parte de los/as

adolescentes así como un medio familiar violento y aceptado resultan otros factores a considerar

a la hora de evaluar lo que pueden incidir a la hora de establecer un modelo de relación de pareja

violenta.

Otro factor a considerar es el papel fundamental que tiene para el/la adolescente lo social, su

grupo de pares y la percepción que tienen los/as jóvenes de las relaciones de pareja;

contemplando que en esta etapa es el entorno social el que prima en sus relaciones.

Por otra parte, es de destacar la importancia de las primeras relaciones amorosas y sexuales, y el

cómo perciben los/as jóvenes sus relaciones amorosas.

La idea del “amor romántico” utilizado y aceptado por muchos jóvenes, en especial, por

las adolescentes que las lleva a creer en el amor idealizado y sufrido vinculado al sacrificio, la

entrega absoluta, los celos, la posesión, el altruismo y el sufrimiento (Gonzalez y Santana,

2001).

También se considera la antigüedad de la relación, el nivel de compromiso y la edad de sus

integrantes como elementos favorecedores a la permanencia y continuidad de la relación

22
violenta. El riesgo de agresiones en el noviazgo es más elevado en las relaciones con mayor

antigüedad, compromiso y «seriedad», probablemente por la mayor implicación emocional y la

presencia de más oportunidades de conflicto (Blázquez-Alonso et al., 2012; Giordano et al.,

2010; Menesini y Nocentini, 2008).

Es bastante habitual que las primeras agresiones en el noviazgo no conduzcan a la ruptura de la

relación sino que ésta permanezca: suele ser común que en muchos casos la violencia sea

minimizada o negada por quien la sufre sobre todo cuando no es algo de todos los días que en

general al principio no lo es (Gonzalez y Santana, 2001).

“La idea que surge en algunas situaciones de este tipo es la justificación por parte de la

víctima que la acepta sobre la base de un supuesto “querer” por ejemplo, “el amor lo puede

todo” “ el amor lo soporta todo” esto sumado a otros mitos o creencias culturalmente aceptadas

también en los jóvenes contribuyen a no cortar con la violencia y en donde este concepto de

“amor” aparece como una idea generalizada reforzando y prolongando la

violencia” (Gonzalez y Santana, 2001 p.28).

Siguiendo con estos autores se destaca que una de las principales alertas en las relaciones de

pareja, se da cuando se interpretan las agresiones físicas, psicológicas y/o sexuales como signos

de amor, dedicación o entrega asimismo cuando se idealiza al amor: “No se puede vivir sin

amor” “El amor todo lo perdona”. “no hay amor sin sufrimiento” “si te controla es porque te

quiere” “si te grita es porque es un hombre” etc.

Gonzales, Echeburrua y Corral (2008) mencionan ocho ideas disfuncionales que fueron

presentadas en el Informe de la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres, en el

año 2005. Consideran que estas repercuten directamente en la permisibilidad y el mantenimiento

23
de la violencia:• “Sólo puedo ser feliz y contar con cariño en mi vida si tengo una pareja.• Una

persona puede quererme y al mismo tiempo, hacerme sufrir o tratarme mal.• Los celos de mi

pareja son una señal de que me quiere y de que le importo mucho.• Si él/ella tiene atractivo

sexual y/o reconocimiento social, voy a ser feliz con él/ ella.• Si le quiero, puedo pasar por alto

ciertas conductas controladoras (móvil, ropa, salidas etc.), enfados injustificados o

comportamientos vejatorios (gritos, humillaciones etc.).• Cuando vivamos juntos, dejará de ser

celoso y le ayudaré a controlar la bebida.• Algún día cambiará porque, en el fondo, es buena

persona.• La fuerza del amor lo puede todo. El es el amor de mi vida. A pesar de todo, lo quiero

y me quiere.” (Gonzales, Echeburrua y Corral 2008 p.210)

Estas ideas se encuentran presentes en muchas de las víctimas de violencia sean ellas

adolescentes o no, es así que si bien la violencia en el noviazgo tiene ciertas particularidades,

existe en general un trasfondo de relaciones de subordinación donde la víctima permanece

atrapada en un vínculo enfermo y cruel del que en muchos casos pagará con su vida antes de

poder revertirlo.

Debemos mencionar que si bien la mayoría de los autores referidos coinciden en que la violencia

en el noviazgo es ejercida sobre la mujer en la mayoría de los casos, también se plantea como

una característica la bidireccionalidad como una forma de interacción entre los jóvenes que los

llevaría a la instalación de un relación de agresión mutua. De esta manera si se establece un

patrón de violencia cruzada, en la que ambos miembros de la pareja emplearían conductas

agresivas, como modalidad vincular (Corsi 1995) existiendo una alta probabilidad de que ambos

miembros de la pareja actúen como agresores y como víctimas (Lewis, Fremouw 2001).

En este sentido, no hay unanimidad respecto al peso de la variable sexo en la prevalencia de la

violencia en el noviazgo. En algunas investigaciones se evidencia que los varones son en mayor

24
medida los agresores (Makepeace, Tontodonato y Crew ,1992) en otras mientras tanto se afirma

que son las mujeres la que más agreden (Arias et al 1987, Clark, Beckett, Wells, Dungee –

Anderson 1994). En otras investigaciones no se encuentran diferencias significativas entre

varones y mujeres (Riggs y Caulfield ,1997 Hird 2000, Gonzales y Santana 2001)

Esta situación podría considerarse como un problema social, por sus consecuencias tanto en la

víctima como en el victimario y porque el noviazgo se constituye en una experiencia que

fomenta las bases para las relaciones íntimas en la adultez, siendo un posible antecedente para la

violencia de pareja e intrafamiliar (Furman, Simon, Shaffer, & Bouchey, 2002; Rey-Anacona,

2009; Rey-Anacona, et al., 2010).

Otras investigaciones sobre violencia en el noviazgo con una abordaje desde la Psicología de

Género, considerando los factores psicológicos, sociales y culturales que influyen en su

construcción social de ambos sexos (Barberá, 1998), desde una concepción relacional de

género (Hamel, 2007, 2009; Rojas-Solis, 2011a, 2013a). Bajo esta perspectiva es que se oponen

a considerar como víctimas de la violencia sólo a las mujeres y entienden que en los jóvenes ha

habido un cambio profundo en cuanto al género, provocando una especie de reubicación que ha

favorecido la violencia mutua o bidireccional en detrimento de la violencia hacia las mujeres.

Aunque en diversos países las relaciones de pareja siguen estando normadas por tradiciones

culturales, en los/as jóvenes ha disminuido la asimetría de poderes, lo cual, revela cambios

profundos en relación con el género y abriría caminos hacia la equidad (Amurrio,

Larrinaga, Usategui & Del Valle, 2010; Ibaceta, 2011; Rivera, et. al., 2008; Rojas-Solís, 2011a,

2013abc; Saldívar, Ramos, & Romero, 2008; Straus, 2006).

Un estudio realizado con el objetivo de revisar la bibliografía referente a los hallazgos sobre

violencia en el noviazgo en países latinoamericanos y norteamericanos, con la finalidad de

25
facilitar la reflexión sobre la importancia de emplear herramientas metodológicas que no omitan

la posibilidad de una dinámica bidireccional de la violencia en parejas jóvenes (Alegría

y Rodriguez 2015). Según los resultados obtenidos en esta revisión, algunos autores señalan

que:

“En este orden de ideas, se hablaría de la ruptura del paradigma tradicional de género,

principalmente en relación a la sumisión de las mujeres que, en última instancia, dan

cobertura a la violencia, aumentando considerablemente las exigencias de las jóvenes en el

seno de la relación y desvinculándolas de los roles tradicionales (Amurrrio et al., 2010;

Moral & López, 2013; Orozco, et. al., 2012; Sears, et al., 2007; Straus, 2006).

Los autores antes mencionados han intentado abordar el tema desde otra perspectiva

considerando investigaciones realizadas sobre la incidencia del género en la violencia

observando que si bien la violencia es en general de varones hacia mujeres, los cambios

socioculturales llevarían a la necesidad de considerar enfoque y abordaje distintos. Resumiendo

su postura resaltan la importancia de la violencia en el noviazgo no solo como un problema de

parejas sino de la sociedad y haciendo necesaria una perspectiva inclusiva de género y un

modelo analítico bidireccional de la violencia (Álvarez,2012; Esquivel-Santoveña, 2012; Hamel,

2007, 2009; Rojas Solís, 2011a, 2013a, 2013b).

A partir de este modelo se puede asumir que la víctima, sea hombre o mujer, es capaz de llevar a

cabo acciones para enfrentar dicha violencia activamente y el victimario también podría asumir

la pasividad (Rojas-Solís, 2011a).

Finalmente, me pareció interesante incluir a modo de síntesis el aporte de los autores arriba

mencionados al marcar una visión distinta del abordaje de la violencia, sin exclusividad de sexo,

26
considerando otros aspectos y marcando la necesidad creciente de investigación sobre los actos

violentos en el noviazgo.

REFLEXIONES FINALES

Al terminar este trabajo entiendo que lo más importante a destacar es el reconocer la violencia

instalada en las parejas jóvenes, y en las primeras relaciones amorosas.

La frecuencia con se da el fenómeno de la violencia entre los adolescentes y la necesidad de que

este tipo de violencia sea abordada con la importancia que requiere ya que es un problema

identificable que se presenta con mucha fuerza y constituye una realidad de nuestra sociedad y

de todas en general.

Tal vez es que hemos aprendido a aceptar como naturales algunas formas de interacción que no

deberían estar presentes y mucho menos ser aceptadas. Los “roles” aceptados e incorporados

para mujeres y para varones como algo natural donde no existe la igualdad pero se presentan

como válidos y “normales”

Asimismo la importancia de lo cultural y los mensajes recibidos, así es que abundan ejemplos

donde el lugar de la mujer y el amor “salvador” del hombre aparece por doquier, ya en la

infancia nos han relatado innumerables historias que narran a través de los cuentos infantiles y el

cine, la relación romántica donde la mujer paciente, hermosa y sumisa espera ser salvada por el

hombre fuerte y amado que la rescata.

Lo mismo podríamos decir de los mensajes que la religión se ha encargado de trasmitir a través

de la historia, colocando a la mujer siempre en un lugar de inferioridad y totalmente secundario y

por mucho tiempo sometido al hombre, a su servicio y solo reconociéndole su función como

27
procreadora (madre) prostituta o bruja; frente a un hombre fuerte, poderoso, trasmisor del

conocimiento y de la verdad al que la mujer debe servir, aceptar y obedecer.

En este trabajo más allá de haber intentado revisar o poner de manifiesto las posibles causas o

determinantes que contribuyen a favorecer la VN es fundamental actuar desde la prevención para

detenerla y conseguir que se elijan otras formas de relacionamiento que no incluyan ninguna

forma de violencia y que permitan a la población adolescente asumir relaciones afectivas

saludables.

Luego de profundizar en los estudios disponibles y los marcos interpretativos, y más allá de sus

coincidencias o discrepancias, existe un acuerdo en que los malos tratos durante el noviazgo son

frecuentes, que van más allá del género aunque se reconoce que las víctimas en general son las

mujeres, por lo que pienso que lo que debe modificarse es más profundo y más complejo.

Considerando todo lo anterior resulta lógico identificar la violencia en el noviazgo como un

problema social que no escapa en su gravedad al fenómeno de la violencia en general; en el

sentido que siempre nos enfrentamos a una situación de poder y desigualdad. Es así que

resultaría muy difícil lograr la igualdad que se necesita para revertir la violencia ya desde el

noviazgo.

Los estudiosos del tema coinciden en que es necesaria una estrategia de prevención y de

intervención para adolescentes y adultos jóvenes en especial para aquellos que pueden

considerarse estar en riesgo de ser víctima de estas prácticas en su relaciones amorosas,

atendiendo a los indicadores y las características que hemos visto van desarrollando la mayoría

de las relaciones amorosas que terminan en vínculos violentos.

En concreto, promover programas centrados en la ampliación de los conocimientos sobre la

violencia durante el noviazgo y en la modificación de las actitudes que sustentan la violencia en

28
las relaciones de pareja, así como en la reducción de los mitos y falsas creencias en torno a los

estereotipos de género (Foshee, Bauman, Arriaga, Helms, Koch y Linder,

1998; Foshee, Bauman, Linder, Benefield y Suchindran, 2004; Hernando, 2007; Wolfe, Wekerle,

Scott, Straatman, Grasley y Reitzel-Jaffe, 2003). Todo ello con el objetivo de ayudar a los/as

adolescentes a tener una mayor capacidad en detectar comportamientos de violencia y una mejor

actitud en cuanto a la búsqueda de ayuda, en los casos necesarios para evitar mayores grados de

violencia o que ésta se perpetúe en el tiempo.

También, y no menos importante, promover programas educativos que mejoren las habilidades

de comunicación y resolución de conflictos así como la comprensión de las variables asociadas a

este tipo de violencia y la detección de los factores de riesgo.

Asimismo es necesario desarrollar una educación igualitaria y no sexista. Sería bueno

además no dejar de lado en la educación tanto sea en la familia como en las instituciones

educativas donde se promuevan valores prosociales (como el respeto, el amor, la

responsabilidad, la empatía, etcétera).

Se hace necesario sumar esfuerzos y no dejar de generar estrategias que promuevan cambios

sociales positivos, pero sobre todo, intervenciones específicas a nivel individual y relacional, que

tomen en cuenta las particularidades de la relación, permitiendo la disminución de la incidencia y

la cronicidad de la violencia en las relaciones de noviazgo (Amurrio, et al., 2010; Straus, 2006)

Creo que toda la sociedad y cada uno de nosotros en cada lugar que ocupemos, en nuestras

familias en donde nos desempeñemos e interactuemos debemos ser conscientes de nuestras

propias violencias y hacer conscientes a otras personas de esta realidad y la necesidad urgente de

revertirla, como mujeres, hombres, padres, madres, como hijos, como educadores, como

29
profesionales pero más que nada como seres humanos convencidos que la violencia sea donde

sea que se ejerza y contra quien sea solo destruye y genera más violencia.

El papel de la Psicología y el rol del psicólogo/a me parece fundamental para identificar y

reconocer la violencia donde sea que se produzca, facilitando su prevención a la vez que

actuando interdisciplinariamente con otros profesionales y actores

sociales para incidir en modificar los modelos hegemónicos de poder y la desigualdad imperante

que reproduce modelos de violencia de padres hacia niños, de jóvenes entre ellos sean pareja o

no, de los adultos en general, hacia los adultos mayores, ya que solo basta una mirada para

reconocer la violencia en casi todas partes.

………. “ Si como actores contextuales logramos introducir un cuestionamiento en las ideas, una

alternativa, y freno en las acciones o en las emociones, ya estamos introduciendo una posibilidad

de cambio en el sistema “ C. Ravazzola, 1997

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